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© vaninka 2006

Capítulo Uno

Tal en un radiante viernes 12 de agosto, a las 8 de la tarde, comenzó una de las mas absurdas aventuras
jamás contadas, en Chamartín, estación de los Madriles sitiada por los andamios y los botijos de los
obreros panzones de la construcción.

Habíamos quedado al lado del mega-letrero de INFORMACIÓN que hay en la estación. Éramos cuatro,
pero la gracia estaba en que debíamos ser cinco (sí, nos faltaban dos para ser los 7 del Apocalipsis, pero
habíamos quedado con ellos en Roma - con los otros 2, no con los susodichos jinetes xD). La hora se
acercaba y el quinto elemento no aparecía, y nosotros ya diciendo, “el Nacho nos la monta una vez
más”. Total, que le llamamos y nos dice qua al llegar a Chamartín, el metro había pasado de largo.
Nosotros nos descojonamos del despiste del prenda (conocido mundialmente por fumarse los cigarros
del revés, es que, que despiste, juas), que no sabía que la estación de metro estaba cerrada por obras.
Entonces, iniciamos el plan de emergencia, que era buscar otro medio de que Nacho llegara a Arcos del
Jalón a las 12 (allí empezaba nuestro billete a la frontera con descuento). Empezamos a preguntar y nos
dice el señor barbudo de información que lo mejor que puede hacer es colarse y parecer un tipo muy
desgraciado si le pillan (otra parte de la gracia es que éste tenía el billete de inter de mi amigo Javi, y
Javi el billete Madriz-Arcos del Jalón de Nacho, paradojas de la vida).

Cuando se lo decimos a éste (que estaba en la calle a grito pelado cagándose en el alcalde de Madriz,
que por cierto, no sabía quien era XDDDDDDDDD) por teléfono, dice que ya verá que hace, que no le
atosiguemos. Nosotros cogimos nuestro trenecín regional partiéndonos el culo y llegamos a las 10 a
Arcos, cuando recibimos el sms del Nacho: "Estoy dentro. Esto es un infierno", que al final se había
colado en el tren que teníamos que coger todos después. Nosotros cenamos en el pueblo en unos bancos
rodeados de quinceañeros bakalas con ganas de interaccionar entre ellos y Omni nos aberró con sus
sardinas en aceite. Pero a pesar de todo eso, la cena estuvo estupenda xD.

Volvimos a la estación y nos encontramos a un perro enano que andaba de lado y Javi lo grabó en vídeo
porque era un puntazo, muahahahaha. Llegó el tren, con Nacho dentro, por suerte, y encima el cabrón
se había hecho amigo de toda la morralla del tren y estaba fumadísimo, y se nos pego a todos la risa
tonta. Estuvimos en la cafetería del tren hasta las 3 (no se para qué coño pagamos por las literas) con
un tipo que nos quería para jugar al poker y al final le convencimos de jugar a la escoba - menos
arriesgado pero igual de apasionante XDDDDDDDDD.

Después de tantas emociones, nos fuimos a dormir, hasta que al fin nos despertó el revisor:
“Cerbereeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee”. ¡¡¡Ya estábamos en Francia!!! Primera etapa superada con
éxito, o algo parecido xDDD.
Capítulo Dos

No sé si habréis estado en Cerbere village, pero hay que darse una pateada desde la estación, o más
bien apeadero inmundo, juas, igual que Portbou, pero es mejor eso que quedarse allí siendo pasto de
las moscas, así que la mini troupe al completo bajó las escaleras tremendas a la playita, y en definitiva
a los sitios civilizados de esa parte de Francia, y nos sentamos a tomar unos chocolates al precio
francés, en una plaza francesa con un restaurante mexicano en el que ponían sangría a precio de
Dinamarca. En definitiva, que ese sitio es todo un intercambio de culturas xDDD.

Luego yo fui a llenar mi bota de agua, y ¡dios, era el peor brebaje desde la existencia de las aguas
fecaleees! La cuestión es que la bota era nueva y yo la llené de agua directamente y sabía a pieeeel, así
que directamente el agua de la bota cambió su denominación a zumo de vaca, y así se paseó por toda la
ribera del Mediterráneo, xDDDDD.

Después cogimos otro tren que se llenó de peña y tuvimos que ir sentados entre medias de los vagones
como leprosos. El viaje no iba mal, porque Pablo se había cortado el pelo y estaba igual que
Bustamante, así que estuve despollándome de él hasta que casi nos meten ahí un rottweiller negro que
casi me arrolla, pero en ese momento se cerró la puerta y casi lo decapita al pobre (en realidad la que
salió peor parada fue la puerta XD). Y así seguimos hasta Montpellier, donde salimos todo panchos a
comer un poquino en un parque que era como el jardín de las delicias pero con los Awercrombie Boys,
que era un grupito de adolescentes que hicieron que pusiera más interés en ellos que en el perro que
casi se come mi bocata de salchichas leprosas xD.

Después de comer volvimos a la estación a por nuestro tren, y que sorpresa, que estaba lleno y se veía
un par de coches de policía, pero nosotros pensamos que era que había habido camorra, y nooooo:
peligro de atentado. Un gilipuertas se había dejado las maletas allí y se había montado la de dios: los
trenes parados, la estacion cerrada… Bueno, la ostia. Vinieron los artificieros y todo, y nosotros
sufriendo bajo un sol que le faltaba cantar flamenco en vez de La Marsellesa (véase imagen 2).

Al cabo de una hora entramos. Todos los enlaces perdidos, la red ferroviaria francesa jugando a la
ruleta rusa y retrasos de horas, así que nos sentamos, mirando a un buenucísimo de lejos (éste sí que
era del jardín de las delicias XD) y esperamos. Cuando llegó nuestro tren, estaban todos los extras de la
película de Amelie esperándolo, aparte de los secundarios de No sin mi hija, que se nos sentaron al lado
de Pablo y mio toda la tribu musulmana del norte de Marruecos. Nos sentamos como pudimos (con
temor de levantarnos) y Nacho, que es nuestro intérprete francés, conoció a un tipo muy simpático que
era carnicero y le invitó a una Coca Cola, y Nacho le sacó la botella de ron y el francés lo flipó, pero es
que en España somos asín XD.

El tren era infernal (seguro que en las galeras se estaba más agusto), y nosotros sudando a mares,
aberrados, con el zumo de vaca imbebible, ¡¡¡diooos!!! Y a Javi le estaba dando patadas un niño con
cara de persona mayor, me parto.

Pero al final se bajó la gente y nos pusimos a hablar con un señor que no sé porqué quería que yo
cantara algo, y yo no canté porque soy mazo de vergonzosa, pero estuvimos de coña un rato.

Luego llegamos a Niza, creyendo haber perdido nuestra conexión con Génova, pero ¡no!: el tren nos
esperó. Estábamos a un paso de la tierra del tortellini, en un tren que olía a cuadra de caballos
cuaqueros (preámbulo del 90% de los trenes italianos) y la noche iba a ser joven (el problema es que
bastante más que nosotros).
Capítulo Tres

Estábamos en el tren italiano en el que era más fácil conseguir un bofetón con una esterilla que asiento
(novedad XD), pero como somos mazo de intrépidos, al final lo conseguimos, y se nos pegó un borracho
drogata y luego una pareja de abuelos más majos que las pesetas, que nos contaban que iban a Roma a
ver a la hermana del marido, y que no fuéramos a Nápoles en la vida, que estaba lleno de maleantes,
juas. Eran majísimos; se interesaron por nuestro juego de la escoba y todo, y eso que olíamos fatal
(claro que el tren olía peor xDDDD) y teníamos kilos de ojeras (teniamos que haberlos guardado en las
mochilas).

Hablando y hablando llegamos a Génova, y salimos en tal estampida que el Omni se dejó las gafas y
tuvo que volver. Menos mal que el tren estuvo media hora allí porque se iban a llevar un cacho a otro
lado. Una vez recuperados los ojos de Omni, salimos a Génova, oh sí, ¡por fin la bella Italia! ... ¡¡¡Y una
mierdaaaaaaaaaaaaa!!! He visto menos ratas en el libro de Nimh, el mundo secreto de la señora Frisby,
¡vaya!

La ciudad tenia roña a kilos, y bakalas italianos a placer en la zona del puerto, donde, por cierto, hay
un galeón acojonante (será de mentira, pero lo flipé). Tratamos de buscar alojamiento, porque
habíamos quedado allí con Yerma y Pollo, pero estos tenían el móvil apagado, así que decidimos ir a
cenar, que con la panza llena se piensa mejor xD. Nos fuimos a un sitio que estaba abierto (milagro, a
las 11 de la noche) y tomamos pizzas y cervezas, y aunque nos acuchillaron un poco con la bebida, la
pizza estaba de puta madre (aunque, la verdad, me habría comido una mierda de burro y me habría
sabido igual de bien).

Después tratamos de salir, pero ya estaba todo cerrado, y empezamos a valorar donde dormir y a
echarle el ojo a los bancos como expertos interraileros que somos cuando vimos que Génova sería una
mala opción donde dormir si queríamos seguir igual de gorditos al día siguiente, así que volvimos a la
estación, donde al menos habia policia. Tratamos de conciliar el sueño Javi, Omni y yo, mientras Pablo
y Nacho protagonizaban la peli de La Marabunta, sólo que en vez de hormigas eran cucarachas, y en vez
de África, Italia (nadie es perfecto).

Así que hice un capullo de mariposa con mi manta Ikea y me dispuse a tratar de dormir algo las 3 horas
que teníamos que esperar el tren a Roma (decidimos pillarlo porque en Génova no íbamos a hacer nada
y ni éstos contestaban, ni teníamos donde dormir ni nada. Nos liamos la manta a la cabeza (o donde
pudimos) y ale, a dormir con Susan en la ciudad eterna en unas horas. Total, que allí nos dio la risa
tonta y no dormimos nada, pero conocimos a unos madrileños mazo de simpáticos que nos dejaron ver
su guía y nos recomendaron cosillas. Al rato pillamos un tren (el único bueno en toda Italia) ¡¡con
asientos reclinables!! en el que dormimos unas 5 horitas más anchos que panchus (tuvimos que dar
explicaciones sobre la muerte de un revisor que abrió el compartimento y murió asfixiado, pero los
Carabinieri nos perdonaron). Llegamos a Roma, a donde nos vino a buscar una filipina muy maja que nos
ofreció el Hostal Aladino por 18 euros la noche (se ahorró el decir que el desayuno era infernal), y como
somos agradecidos, pues lo pillamos, ¡y así ya era Roma enterita para nosotros solos!
Capítulo Cuatro

Nadie sabe el placer que da una duchita de agua caliente después de dos noches en tren en el mes de
agosto (y el hecho de que sean trenes italianos acrecienta esa sensacion de paaaaaaaaaaz). Así que
llegamos al hostel, conocimos al padrino, que tenía la costumbre de ir en gayumbos y camiseta de
tirantes y pasarse el día cocinando cosas que olían de puta madre; al perro y a Señor Conejo, que era
un conejín blanco que habia en el albergue y al que mi amiga Yerma y yo teníamos requete-sobado y
torturado, ¡pobrín!

Nos fuimos a Roma, La Bella, a pesar de la cantidad de basura que hay en sus calles, y nos fuimos al
Colisseo, que mola mazo...

Cachos de Colisseo
y a los foros
Pablo se quedó fuera dormiendo porque es un poco borrico.

Estuvo todo muy bonito, a pesar de que llevaba las cholas y se me pusieron los pies entre marrones y
naranjas, y que hacía un calor que te cagas, aunque lo bueno de Roma es que, aparte de ratas, también
hay un montón de fuentes para que te refresques.

Luego fuimos a comer y, ¡ay qué bonitooo! Encontramos el Trastevere (de lo que más me gustó de
Roma), un barrio precioso, que yo lo definiría como bohemio italiano, con casitas como de colores, y
jardincillos ahí escondidos, y ratas muertas, ¡¡ayyyy, qué recuerdos!! Comimos en una pizza peso de
esas que estaba bastante bien (molan las variedades que tienen) y luego nos comimos un helado
INCREÍBLE (otra cosa buena de Roma) en una fuente en la que el Nacho y yo hicimos el gilimemo y casi
nos ostiamos de mala manera, y el Omni estaba despollado (maldito). La cuestión es que me tiro
encima de él y yo me caí de culo encima de sus piernas, y parecía que estábamos haciendo un 69 allí en
medio la plazuken, y había dos pavas detrás, que según el Omni eran bolleras, y que no paraban de
mirarme el culo (tampoco cabría más paisaje en su ángulo de visión XD). Al final nos fuimos, por si en
vez de echarnos monedas nos echaban condones o algo peor, y nos despidió un cadáver de rata por el
camino (los defensores de Roma aseguran que era un rodaje de "El Comisario" versión roedora, pero yo
os aseguro que ese cadáver era de verdad ¬¬).
Después nos llovió. Encontramos por fin a Yerma y Pollo (¡¡yuhuuuuuu!!) en el Panteón, donde había un
montón de Apus tirando una especie de aviones que volaban solos y que al caer le caían a la banda en la
cabeza xDDD. Vimos la Fontana de Trevi e hicimos el idiota tirando la moneda para enriquecer a algún
italiano vestido de hortera (o para ayudarle a comprar ropa de hortera) y nos fuimos al Vaticano, que
estaba lleno de Polis y de Carabinieris de esos que son más anchos que altos y que encima llevaban
metralletas de adobo. Antes me compré un trípode, con el que hice mazo de fotos de noche que me
salen amarillas, ¡¡es lo mejor!!

Estuvimos haciendo el canelo en el Vaticano, que de noche está cerrado.

Nos compramos unas cervezas y nos fuimos a hacer botellón a los foros, que estaban cerrados, así que
nos bebimos las birras al ladito del arco de tito y volvimos al hostal a ver si, por fin, descansábamos los
huesines en una cama como dios (o el César) manda.
Capítulo Cinco

Tras darle los buenos dias al padrino, que estaba dale don dale con su marmita (si al final va a resultar
que era Panoramix), y descubrir un bote de Nutella que estaba encima de un aparador, con lo cual
conseguimos algo parecido al opíparo desayuno que nos prometía la filipina, nos encaminamos a la
Pete’s City, es decir, al Vaticanudo, pero esta vez de día y en metro, ya que los pies no nos daban más
de sí, y no podíamos entrar al Vaticano enseñando la pezuña hendida XDDD.

Cuando llegamos allí, cuál no sería nuestra sorpresa de ver montado un chiringuito con toda clase de
souvenirs vaticanos (también llamados “artículos de coña”), y la revista vaticana, que era el descojone
padre. La Iglesia es la mejor haciendo márketing, da gracias a que no fue un cura el que programó
Windows, que sino vamos, ya había hasta cyberbautizos y cyberexorcismos (tope xD).

Allí vendían muchas cosas, pero yo me compré un calendario de putos - los adoro, ¡¡ayyy!! No hicimos
fotos de habemus papam y esperamos la cola en la SOLANERA que hacía (ríete tú de Isla Mauricio) junto
con todos los turistazos y fanáticos religiosos que había, y cuando llegamos nos encontramos con
¡TACHAAAAAAN!, una maravillosa máxima religiosa: "los hombros y las rodillas son pecado", y
evidentemenete, la gente iba con la menor ropa posible a fin de evitar una insolación, con lo cual la
cola iba rápido, porqque un capullo en calzoncillos largos de rayas le decía a la banda descocada que
así no podía entrar en la casa del señor, y ale, a ver monumentos paganos q se volvían (o a planear
quemar Roma por segunda vez).

Yerma, que es un poco frescales, llevaba minifalda y se coló 2 veces la jodía (es la versión brasileña de
Lucy Liu XDDDDDDDD). Eso sí, San Pedro por dentro es increíble, ¡¡¡qué esculturas!!! y la lista de los
Papas y todo xD. Bajamos a la cripta y vimos el sepulcro de Juanpi II, y había monjudas llorando, y la
verdad, daba un poco de miedo. Yo, la verdad, es que me aberro porque me imagino los cuerpos en
descomposición, pero es que estoy un poco mal de la cabeza y he leído mucha novela de terror ¬¬.
Luego fuimos a orillas del Tiber hacia el centro, y casi nos empapamos, porqque cayó la de dios (en su
ciudad puede hacer lo que le dé la gana, está clarinete). Nos refugiamos en un portal romano con 0% de
glamour, así que preferimos mojarnos y nos fuimos andando a la Plaza de España, en la que vimos la
fuente esa famosa de la leyenda y perdimos a Nacho xD.

Luego le encontramos y nos fuimos al centro, a ver el Panteón (mala suerte - otra vez cerrado). Ya que
estábamos, comimos allí, y como Pablo y yo queríamos probar el embutido italiano, fuimos a un súper y
compramos tres gilipolleces para hacernos un bocata. Sólo deciros que las tres gilipolleces nos costaron
8 euros y que nos quedamos con hambre, pero el salami tiene una justa y merecida fama, porqque esté
de reshupeteeeee. Lo malo es que nos lo comimos debajo de un portal y una paloma me cagó en toda la
frente (soy afortunada: me llega a cagar en el salami y los romanos tienen q llamar a Greenpeace para
evitar el genocidio avícola).

Seguimos por allí de cachondeín, y decidimos darnos un homenaje de pasta en el hostal y luego irnos de
fiesta (ilusos xDDDDDDDD). Total, que compramos pasta y, tras dar unas vueltinas más por el centro de
Roma, pasando por la boca de la verita (que pasamos de la cola que había para meter la mano) y por los
foros otra vez, donde Omni decidió posar la moda de Gucchi de primavera 2006:
Y esta foto os la dejo, que me mola mazo. Yerma y Pollo, una mala combinación en estos tiempos que
corren xDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD.

Nos fuimos a hacer las pertinentes celebraciones. Mientras unos cocinaban, los demás infernalizábamos
al conejo del hostal…
… que nos odiaba y se escondía de nuevo, y el perro se seguía comiendo osadamente los zapatos de
Pablo y los calcetines de Nacho. ¡Ay, qué diferencia de caracteres en el mismo hogar transalpinooo!.

Como os imaginaréis (y como leísteis en el foro XDD), montamos la de dios, con los filipinos y todo. La
pasta estaba buenísima, y la cerveza... bueno, era cerveza, así que nos cogimos un pedillo y
empezamos a alborotar el hostal, ¡¡como es typical Spanish!!

Al final, el hijo del dueño, que era un poco Calígula, nos mandó a freír espárragos españoles y nos
dividimos de casualidad. Nosotros tratando de entrar en una fiesta toga XDDDDDDDD y volviendo al
hostal, visto que el cachondeo de Roma se acabó con la caída de los dioses paganos, y estos bebiendo
licor de 80 grados y yendo a la zona gay de al lado del Colisseo, y llegando a las tantas de la mañana (yo
les odié, pero mis pies me lo agradecieron, que se me olvidó contar que la noche anterior tuve que ir
descalza por Roma porque me rozó una chola y preferí quitármelas y que una rata me pegara la tiña a
quedarme como los Airgamboys cuando les arrancabas los zapatos ¬¬)...
Capítulo Seis

Al día siguiente habíamos quedado en levantarnos súper pronto e ir a los museos vaticanudos, y bueno,
nos dormimos y no lo conseguimos. Pero llegamos a los museos, y cuál no sería nuestra sorpresa (en
realidad no nos sorprendió en absoluto, visto lo visto el día anterior) de que la cola daba la vuelta a la
ciudad entera. Estábamos flipando, y nos arriesgamos a seguirla porque iba rápido (la mitad de la peña
no entraban porque iban vestidos cual moza de lupanar a los ojos de dios XD). La mitad del grupo se
rajó, así que 4 valientes (heridos de muerte por una puñalada de 12 euros, y es que dios es algo carillo
de entender) nos arriesgamos a ver los museos vaticanos enteros en 1 hora y media, y lo conseguimos,
pues sólo tardamos 1 hora y cuarto XDDDDDDD.

Allí dentro parece que no exista el paso del tiempo, y ¡buff!, no hay que ser muy sensible para no
emocionarte viendo tanta escultura tan preciosa, los frescos de Rafael, ¡¡ayyy, la Capilla Sixtina, donde
nadie sabe de qué color es el suelo, es una auténtica maravilla!! Menos mal que no está en España,
porque si no, tendrían que poner una comisaría en la salida, juassss.

Esta es la única foto que nos hicimos dentro, con mi queridísimo Laoconteeee

Los curas-apandadores hicieron un soberbio trabajo de expolio en todo el mundo antiguo, y es que el
que ha sido ladrón antes que fraile sabe lo que se mete en la saca, y lo curioso es que está todo lleno
de paganismo allí dentro. La religión cristiana cada día es menos creíble, la verdad ¬¬.

A la carrera según fuimos, volvimos, quedamos en el hostal, llegamos con la lengua fuera, cogimos las
mochilas y nos fuimos arrastrando esas lenguas hasta la estación, ¡¡pues salía el tren a Nápoles que no
podíamos perder bajo ningún concepto!! Una vez allí, nos reencontramos todo el grupo dentro (ninguno
nos lo creíamos) y comimos paninos que habían comprado los demás y bebimos Coca Colas calientes con
mucho sufrimiento mientras nos echábamos una partida de mus.

Cuando llegamos a Nápoles simplemente lo flipamos. Nos habían dicho que era fea y que no merecía la
pena, que era lo más parecido al Bronx del mundo, pero descubrimos que no era tan fea y que lo del
Bronx se había quedado muy corto. Allí se inició la primera disputa que tuvimos, y es que
unos queríamos quedarnos una noche y otros dos noches. Nos fuimos al tourist information a ver si
teníamos alojamiento o no, y nos salió un tipo parecido al Barragán con unas gafas de pasta que debían
ser del cura que bautizó a Sofia Loren, porque no les cabían más años y más horror. Total, que Yerma,
nuestra bella intérprete, se puso al pollo a explicarle la cuestión y nos dijo que la ciudad estaba llena y
que no había casi nada de alojamiento (debía ser por un congreso de mafiosos, porque turistas no vimos
ni uno), y nos pusimos a discutir. Como somos unos cabezotas de cojones, ganamos los que queríamos
ver la ciudad en una noche y salir pronto hacia Pompeya a la mañana siguiente, con lo que se nos
planteó el problema de para qué coño queríamos coger alojamiento si nos teníamos que levantar a las 7
y probablemente nos acostaríamos tarde.

Después de discutir a grito pelado (claro que era Nápoles y allí la mitad de la gente habla así, y a la
otra mitad le han cortado la lengua en un ajuste de cuentas, así que no llamamos nada la atención) qué
hacer, cuatro (número mágico) valientes decidimos dormir en la estación y así estar puntuales y
ahorrarnos unas pelillas XD.

Así que quedamos en eso, cinco en el hostal que se quedarían con las mochilas de los otros cuatro, y
nosotros durmiendo en la estación. Al final la noche no tuvo nada que ver con ese plan XD. Fuimos hasta
el hostal descubriendo los candados para coche napolitanos que nos hicieron sopesar un poquito nuestra
decisión, al plantearnos cómo era la ciudad para tener esa clase de antirrobos...

Llegamos al hostal y el tipo era un argentino maricón (pero maricón maricón) con una camiseta de
tirantes rosa, unas bermudas de flores y unas sandalias que eran más infernales si cabe que el conjunto
entero, y estaba tan moreno que parecía hindú. El muy cabronazo nos dijo que la policía podía registrar
su hostal de repente y que a ver cómo explicaba de quién eran esas mochilas. Total, que tuvimos que
volver a la estación, a las consignas que eran un sablazo (3.80 las cinco primeras horas y 0.60 las horas
siguientes), así que decidimos lo imposible, que era comprimir 4 mochilas en 2. Aquí está el resultado
de cuatro psicópatas, una ciudad demonizada y un poco de Magia Borrás y vudú japonés XDDDDD.
El de las consignas se partió el culo y se puso a recomendarnos sitios de Nápoles y, por fin, salimos a ver
la ciudad.

Voy a transcribir íntegramente lo que escribí en mi cuaderno:

"¡Esto es la parada de los monstruos! Es que me cuesta recordar un sitio con menos chorizos y
vagabundos, muahahahhaha. Napoli es una ciudad bonita, exceptuando a las cucarachas y ratas,
que son un tercio de la población y que votan a la izquierda. El puerto está bonito, y había una
feria, llena de italianos gitaneros que vendían gafas Gucchi de palo, y los otros vendían
comidas que no nos interesaban nada... Aquí las chicas parecen malas y van en moto, las demás
no existen o es que se van pronto a casa. Los tíos o parecen sacados de El padrino, o son
macarras bakalas. El tercer grupo sería la gentecilla amiga de lo ajeno, los perros con pulgas y
éstas, que también entrarían en el último sector... Aquí se come bien, pero hay basura para
rato, y encima parece que no les guste quitársela de las calles..."

En Nápoles estoy segura de que hay sitios donde nunca da el sol (ríete tú de los laberintos de las
pirámides) porque los edificios están construidos a un metro los unos de los otros, vamos, que alargas
una mano desde tu ventana y le coges el azúcar al vecino, y todo tiene una increíble capa de mugre,
hasta la gente XD. Como ciudad es muy pintoresca y original, y tiene partes muy bonitas (al final nos
gustó y el grupo que se quería quedar 2 días estuvo reprochándonoslo XD), pero lo mejor son las PIZZAS,
que están que ¡¡¡¡¡¡DIOOOOOOOOOS!!!!!!

Tras ir andando y ver varias peleas que solían acabar a gritos y bravatas, nos sentamos destrozados en
una pizzería donde comimos mazo y conocimos al pizzero Luigi - una montaña súper antipática al que
acabé conquistando y al que pregunté por la mafia y acabó tirándome del moflete y llamándome "bella"
(siempre recuerdo a Bela Lugosi cuando oigo esto XDDD).

Poco a poco se acercaba una de las noches más increíbles de todo el interrail, así que nos levantamos y
acompañamos a estos al hostal…
Capítulo Siete

... Parándonos, por supuesto, en un bareto a ver si bebíamos algo después del heladín que nos comimos,
mauhahahaha. Total, que empezamos a andar por esa maravillosa ciudad que estaba llena de las caras
de Bélmez en las paredes, producto de la humedad; llena de desconchones en los edificios (o salidas de
emergencia de los mafiosos); llena de gente que parecía tan maja, aunque te diera repelús pasar a su
lado porque olían como Lassie después de rescatar al primo John en el pantano del hedor eterno; llena
de esos animales exóticos cuyo tamaño es síntoma de tan buena salud y que parece que son
alimentados con tanto amor... En serio, ya veo la relación entre Italia, las Tortugas Ninja, la pizza y
Schroeder, ¡¡que era la rata maestro de las tortugas!!

Llevo 26 años de mi vida en Madriz, pues jamás vi tantos pintas como en esa ciudad. Vaya colección de
peña, vaya pintas y vaya mutantes que andaban por allí de noche. Sólo tengo que decir que no volví a
sacar la cámara, porque a saber dónde acababa.

Bueno, íbamos andando y vimos una especie de placita idílica con menos cucarachas que las demás, en
las que había unos napolitanos hablando a grito pelado con cervezas, y es que en la plaza había un par
de bares que parecían como irlandeses, así que estos se fueron al albergue y nosotros nos sentamos a
ver si bebíamos algo y se nos hacía amena la que pintaba muy siniestra noche. Allí estábamos hablando
y lamentándonos de nuestra suerte de no poder ir en viaje de lujo cuando aparecieron 2 italianas
bakalas en una moto, que llevaban un melocotón escandaloso, aunque no proporcional al ostión que se
metieron al parar la moto justo enfrente de nuestras barbas XDDDDDDDDDDD. Nosotros mirando al suelo
para no despollarnos, porque los amigos hace escasos momentos casi se lían a palos, y como somos los
pupas, ya nos veía durmiendo en el hospital con una litrona empotrada en el occipital. Pero nada, los
pavos se rieron y las chicas se unieron a la algarabía del gallinero.

Al cabo del rato hartos del suelo nos fuimos al albergue, que era la estación de tren, más barato
imposible, y nos entró un ataque de risa que sólo tuvo intención de parar cuando unos bakalas que
parecía que estaban en el rodaje de A todo gas casi nos atropellan en las puertas de la estación.
Entramos a la estación y vimos que varias manadas de perros callejeros habían tenido la misma idea que
nosotros, y estaban allí quitándonos las posibles camas, las que no nos habían quitado los miles de
vagabundos que había en la estación y que nos miraron con gran alegría de compartir su noche con
nuestro sueño (y de paso con nuestras cosas). Hicimos una inspección, a ver en qué parte de la estación
teníamos menos posibilidades de ser asesinados, y vimos que había una comisaría dentro del recinto, y
un tipo y varios perros durmiendo debajo del coche de policía que estaba allí metido a lo Bilbao, al lado
de la TOURIST INFORMATION (¿¿¿????).

Había un tipo que se había hecho una cama que te cagas con un carrito de equipaje, y le miramos con
mucha envidia por su destreza y con muchas ganas de empujarle por una cuesta XDDDD.
Recorrimos los andenes aún con nuestro momento de hilaridad, y en ellos también había vagabundos
durmiendo. Concretamente, pasamos al lado de uno que, de repente, dijo “GROAGROAGROA” y casi
morimos de risa, aunque a mí me recordó a los mitos de Cthulhu, y me dio un poco de miedo, ¡¡arg!!
Como si no puedes vencer al enemigo, lo menos es que te unas, acabamos tirándonos en el suelo de la
sala de espera, descojonados, y despertando a todos los que estaban en nuestra situación (que debían
ser 2 más). Los otros hacían que dormían sin ganar un Óscar a la mejor interpretación. Nos tumbamos y
nos empezamos a reír de nuevo, y es que no podíamos parar. Será que los pedos de los vagabundos
tenían el gas de la risa, qué sé yo, pero es que era terrible. Y nada, me despedí de mi mochila de asalto
y me la puse debajo de la cabeza, mi manta la puse en el suelo para no morir de lumbago, puesto que
estaba hecho de mármol. Javi se puso la almohada que mangó en el tren de Portbou, y así estábamos,
cuatro canelones en medio de un banquete de "amigos de la pasta" (sí, va con doble sentido XD).

Al cabo del rato yo me dormí, y no me desperté hasta que eran las 7 de la mañana o así, y vi a Javi con
la peor cara de la vida sentado en una de las sillas. Le pregunté y me dijo que se había despertado, y
que había visto a 4 justo encima nuestro mirándonos como si nos fueran a hacer luego un retrato
ecuestre y que se había rallado tanto que no había podido seguir durmiendo. Yo me despollé, para
variar, y despertamos a los demás y nos fuimos a por las mochilas en winzip, hechos una auténtica
mierda, sin duchar, negros como la estación, y con un hambre que nos habríamos comido a un cerdo
tirándose pedos. Así que, nos fuimos a la cafetería, en la que me tomé un chocolate que me supo a
manjares de los césares y a por una napolitana a una pastelería de fuera, que estaba ¡¡diox!! la leche,
aunque lo calentito del chocolate fue poco más o menos que orgásmico. La verdad, debíamos dar
bastante pena, además, como fuimos de los primeros, aún no habían bajado todas las sillas de encima
de la mesas, y había un tipo solo en una, y allá que fuimos y nos sentamos con él. El tipo debió de
infernalizarse, pero no se movió xDDDDDDDD. Aún no sé cómo pudimos tener tanta cara
XDDDDDDDDDDD. Y llegó lo que habíamos estado evitando toda la noche: los baños de la estación.
Cuando dije que iba a ir, me dijo Javi, “ten cuidado, que he visto a un tío lleno de sangre no se qué”.
Me dijo Nacho, “esto está lleno de chaperos que te miran blablabla”. Así que, llena de temor y
curiosidad, bajé y abrí la puerta, y vi dos gitanas de éstas que llevan un montón de prendas de colores,
pero así como de pobres, y con ellas, dos niños de unos 5 años, así que decidí que el instinto maternal
no se codeaba con el criminal, y que no me pasaría nada. Craso error, puesto que no me había bajado
(o más bien, desincrustado) las bragas cuando recibí un bofetón del elemento madera en mi cara que
casi me caigo patas arriba en el retrete (y a ver qué cuesta el billete de interrail para un ejército de
ladillas). Cuando salí, más cabreada que una mona y cagándome en Lola Flores, en Nerón y en las
bulerías de la pena, evidentemente ya se habían evaporado.

Subí, y ya quedaba menos para las 8. Nos fuimos al andén del tren hacia Pompei, y después de estar allí
esperando hasta 5 minutos antes, nos enteramos de que ese no era el andén, y tuvimos que ir al otro a
la carrera, esperando a estos, cuando llegan corriendo Yerma y Pollo, que los otros se habían dormido
tal y cual. Un amigo del Pollo tenía el interrail del Nacho, con lo cual éste estaba en coma cerebral,
entre la nochecita y esto, este chico se nos moría, así que estalló en furia. Nos montamos en el tren,
confiando en que no vendría la revisora, cuando apareció toda rubia y mona, ella. Así que Nacho se fue
a otro vagón y el Pollo fue a pasarle su interrail y, por suerte, todo salió bien (si no, muero XDDDDDD).
Y así fue como los donceles españoles pasaron esa noche llena de peligros, en la estación de Nápoles...
Capítulo Ocho

Llegamos a Pompei, dejamos las mochilas al del kiosco de la estación, que era un tipo listo que se había
montado una habitacioncilla para chotear 2 euros por cabeza a los interraileros, y encima nos
compramos un mapa, para después descubrir que los regalaban con la entrada al "parke vulkaniko".
Desde luego, le hicimos su día de agosto, juassss. Pompei es un sitio donde la gente camina tan pancha
y hace sus pizzas y sus cosas ¡a pesar de que les puede matar un volcán! ¡¡Están locos estos italianos!!
Total, que fuimos andando entre los demás rebaños de turistas que van a las ruinas (¡¿qué coño ruinas?!
mi barrio está mucho peor y nadie paga por verlo xD), y ves que hay como mil chiringos donde la peña
te vende todo tipo de souvenirs, incluyendo gorros para no morir de insolación (ponerte una estatua de
sátiro en la cabeza fijo que no cuela XDD), y yo me compré un sombrero naranja estupendo, con
bolsillos a los lados, que fue una de mis mejores compras de todo el inter, porque vaya BBQ que hay en
esas ruinas, ¡madre de diosss!

Tras enseñarle toda clase de carnets nuevamente al de la entrada (incluyendo el del gimnasio, el del
videoclub, el de la biblioteca y el del club VIPS), nos saqueó 12 euros del ala, toma castaña. Menos mal
que habíamos dormido entre vagabundos. Total, que Pablo dice que no entra que no tiene pasta y le
decimos que ya nos veremos, así que entramos y empezamos a ver la bellísima Pompei, ayyyyy.
Está increíblemente conservada. La verdad es que merece la pena por completo la visita, porque ves los
bares, las casas, los hornos, y todo tal como les pilló el Vesubio. De hecho, hasta les ves a ellos, en las
escayolas que sacaron de los vanos que había en la lava petrificada. Es la ostia. Los romanos eran gente
muy bajita por aquella época, o el calor les encogió, ¡¡pobrinos!! Había madres abrazando a los niños
que te daban mazo de pena. Bueno, nosotros andando por allí cuando aparece Pablo fumándose un
petardo, diciendo que abrió una puerta y se metió, ¡¡¡y nosotros cagándonos en todo (y encima con 2
mapas)!!! Fuimos a los foros, a los anfiteatros, donde a los coreanos les daba por cantar opera... Vimos
toda Pompei bajo un sol de justicia, y sólo había una fuente en todo el sitio, así que todos tuvimos que
tirar de mi zumo de vaca, que estaba más caliente que su puta madre y que se acabó muy rápido. Así
íbamos, con las lenguas hinchadas y agrietadas, cuando llegamos a una parte muy bonita y oí hablar
algo que entendía (pongo esto para mis fans catalanes xD). Total, que me acerqué y les dije "¿Sois
españoles?", a lo que me contestan "Somos catalanes", y les digo "Si me da igual, sólo quiero que me
hagáis una foto." XDDDD Mis amigos, flipando, pensando que me iban a tirar la cámara al volcán, pero
yo estaba tan agilipollada del calor y de no dormir que les dije lo primero que se me ocurrió, y nos
hicieron esta foto taaan bonita (Vesubio al fondo):

He de defender mi imagen: no es que tenga las tetas tan caídas, es que llevaba un sujetador infernal
de las Puccas esas y me hacen esa forma. Sé que os vais a fijar, malditos ¬¬
Como ya estábamos bien asados, y llenos de polvo y mugre (nunca vayáis en cholas allí, por el bien de
vuestros pies), decidimos volver, a ver si encontrábamos a los dormilones y ya pillábamos el tren a Bari.
Caminando abajo, nos los encontramos, y entonces, el Vesubio explotó XDDDDDDDDDD. La cuestión es
que uno de los tipos que no conocíamos de nada estaba empeñado en que pasáramos una noche más en
Nápoles porque ellos querían ver Pompei, y nosotros dijimos que naranjas de la China, y el tipo se puso
a hacer de víctima infernal diciendo que habían llegado tarde por guardar el interrail de Nacho o algo
así y llegó nuestro héroe, el gran Javi, y le dijo que "ya que no era su amigo no tenía porqué cojones
esperarle " xDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD. Así, sin azúcar ni nada XDDD.

Total, que nos pusimos todos a gritarnos y los turistas estaban espantados y se cambiaban de acera. Al
final hubo disgregación y nos fuimos a Bari los que queríamos (dejamos a Dani con el señor "todo por la
patria" XD). Algún dios pagano nos castigó e hizo que el puto primer tren a no sé que estación inmunda
no llevara aire acondicionado, y que el segundo fuera hasta las trancas y encima de los que había que
pagar. La cuestión era tan sencilla como terrible: 6 proyectos de personas, 4 de ellas sin dormir, todas
ellas sin beber y todas ellas con el hambre de 10 en un tren sin:

a) Asientos libres. Había gente durmiendo en el servicio. Lo juro por los pelos del pecho de Meter
Jackson.
b) Precios económicos en cafetería.
c) Aire acondicionado, denominador común de Trenitalia.

Así que, estábamos durmiendo como las gallinas en el reposapiés de la cafetería, para engañar al
revisor (pero qué gilipollas xDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD), y de repente llegan unos franceses ofreciendo
a la gente pagar sus consumiciones de la cafetería con tarjeta para que les dieran el efectivo y poder
pagar al revisor el suplemento, así que ya lo que nos faltaba para quemarnos a lo bonzo dentro del tren.
A todo esto no sabíamos si íbamos a llegar a tiempo de coger el ferry. Pasamos así todo el viaje, a
medio camino entre la cafetería y el descansillo (1 metro XD), compartiendo oxígeno con 8 personas
más por metro cuadrado, en esto que me pongo música y veo que pasa el revisor y me mira, y viene
hacia mí. Yo, que no estaba para gilipolleces, le digo “¿Qué pasa?”, y el tío, “billete”. Le enseño el
inter y me dice “suplement no sé que hostias”, y yo le miro y le digo “no seat, no Money”, y el tío me
mira y se va XDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD. Tanto ver Harry Potter se me tiene que pegar
algo, coño.

Y al final llegamos a Bari. Los franceses consiguieron pagar sus suplementos y nosotros estábamos más
muertos que las estatuas de escayola de Pompei. Cogimos un bus que nos llevo al ferry, pagamos 10
euros (y nota importante, dimos nuestros interrailes y nuestros pasaportes juntos, siendo los inters
todos de menores de 26 cuando la única menor de 26 era yo (era) y no se dio cuenta ni el Tato), y por
fin, estábamos ¡¡¡RUMBO A GRECIAAAAAAAA!!!
Capítulo Nueve

Tal que según cogemos el ferry, lo flipamos cada vez mas, subiendo en escaleras mecánicas, con la
tripulación saludándonos, y nosotros apestados, cansadísimos, con un hambre que nos habríamos
comido a Neptuno de haberle encontrado en los mares italianos. Bueno, cuando por fin encontramos
nuestro sitio (que no nuestros sitios), lo primero que nos apetece es ducharnos para quitarnos los kilos
de roña de Pompei, así que Yermuda y yo cogemos los aperos de limpieza y nos vamos a la ducha.
¡¡¡¡¡¡Diossss, es que la recuerdo esa ducha como uno de los orgasmos del viaje!!!!!!

Os voy a explicar cómo era el barco, para que podáis entender mejor la historia. Los ferries de
Superfast Ferries tienen 4 pisos. En el de abajo están los camarotes, en el del centro los restaurantes y
tiendas (incluyendo discoteca y casino xD) y arriba es donde duermen los desheredados. Bueno, estos en
realidad se extienden por todo el barco, dado que se llena de turcos, griegos, gitanos y entes
extraterrestres que de repente les ves que han sacado sábanas, almohadas, colchas y se han montado lo
mas parecido del mundo a la habitación de los ositos del cuento de Ricitos de oro (y los susodichos). Es
que a algunos les faltaba sacar una mesilla de noche y un despertador xDDDDDD.

Así que Yerma y yo salimos de la ducha y nos encontramos todo lleno de estas improvisadas
habitaciones, ante lo que pensamos que oh, ¡¡sorpresa!! nosotros no teníamos ni un sitio miserable
donde echarnos a dormir más que los asientos, y sólo teníamos tres asientos pillados con las mochilas,
pero como somos muy panchos, pos no le dimos importancia. Cuando estuvimos todos duchados (menos
Nacho, que estaba descoyuntado con un coma cerebral) nos fuimos a cenar porque las cosas cierran
pronto en todas las partes del mundo que no son España, y ni que decir tiene que estaba ya durmiendo
casi toda la cuadrilla de engendros que habitaba en el barco y no eran ni las 10, así que corrimos al
buffet que estaba cerrando: ¡era súper barato! Nos embutimos un platazo de espaguetis al que Pablo
ilustró con ocho toneladas de queso rallado por 3 euros, ¡juas, qué caña! Además estaban riquísimos.

Después de eso, cotilleamos el barco y vimos que el tabaco costaba un euro y que en el dutty free había
botellas de vino por tres euros. Queríamos hacer fiesta, pero es que estábamos realmente hechos polvo
y al final no la pillamos, pero subimos a cubierta y jugamos un rato a las cartas, ya que la piscina estaba
cerrada y a una hora nada prudente para el sueño que teníamos (creo que debieron darnos las 2)
tratamos de ir a dormir, sorteando los pies, manos y pelos que salían de múltiples sacos de dormir y
mantas.

Bueno, cada uno buscamos sitio, y Pablo y yo pillamos un par de asientos que sus ocupantes habían
dejado con 2 bolsas, así que mandamos las bolsas a freír espárragos y nos pusimos a dormir hasta que un
marinero nos despertó y los 2 viejos gilipuertas que seguro que estaban en el casino recuperaron sus
asientos. Nosotros nos quedamos descompuestos y sin cama, pero encontramos por allí asientos
separados, así que me re-envolví en mi manta de Ikea que tantos km ha hecho y me dormí, hasta que el
ferry atracó en Igoumenitsa y se montó un follón de la ostia. Luego dormí otro ratín más, y al final me
levanté y me puse a tomar el sol, deseando probar la comida griega, yuhuuu.
Debajo de esa manta dormía Pablo, y los de detrás son 2 figurantes en cuya sonriente efigie no reparamos hasta
que no vimos la foto. Nótese que la mujer tiene la cabeza como si hubiera estado haciendo un trabajito allí mismo
y se viera interrumpida por nosotros, levantándose a ver qué se cocía por allí detrás xDDDDDDDD

Entonces, al cabo del tiempo, llegamos a Patras, extrañados de que el ferry hubiera llegado una hora
antes de lo previsto, así que fuimos al pueblín, que estaba lleno de griegos tomando unas cosas en vasos
largos que después resultaron ser cafés frappés. Fuimos a dar una vuelta, porque nuestro tren salía a
las 15:30, y me comí un melocotón ¡¡que era lo más rico que he comido en mi vida!! Y encima era
enorme, tanto que temía que saliera un niño de dentro (Momotaro, leyenda japonesa) XD. Después nos
fuimos a comer un kebab, que allí los llaman GYROS y descubrí que mi vida no había tenido sentido
hasta aquel momento, ¡¡¡porque aquello estaba de muerteeeeee!!! Nos hicimos amigos de la camarera,
que era una rubia con el cuerpo de 5 o 6 modelos, pero todas juntas, y así, sin hablar inglés ni nada, al
final nos invitó a un pan con queso que estaba riquísimo. Nos quedamos también con dos viejales que
estaban al lado nuestro y que uno había vivido en Londres y hablaba español o algo así, y nos quisieron
invitar y les dijimos que no (qué vergüenza).

Pasamos por un súper, en el que claro, está todo con esas letras de suplicios griegos y no te enteras de
nada, y nos pillamos un yogur y una Coca Cola y alguna parida más, juasss. Y vamos a la estación, donde
nos llevamos la ingrata sorpresa de que en Grecia hay una hora menos, así que tuvimos que esperar a
otro tren xDD. El misterio de la velocidad de los Superfast Ferries estaba resuelto, pues no había
llegado una hora antes a Grecia, sino que Grecia llegó una hora antes a él xDDDD.

Así que cogemos el tren con unos chicos españoles que también estaban de inter, y tras varias partidas
de mus, llegamos a KORINTOS… ¡La nueva Eneida estaba empezando!
Capítulo Diez

Todo lo que hicimos en Korintos fue discutir acerca de si nos tomábamos un helado o íbamos a la playa
(teníamos unos 40 minutos hasta el siguiente train, que por cierto, estaba lleno de graffitis en griego -
me imaginaba a un filósofo súper chungo, xDDDDDDDDDDD). Todo esto a grito pelado en la puerta de
una pastelería, pero al final decidimos ir a la playa, que resultó ser una especie de rompeolas de
hormigón llena de porquería, así que volvimos a la estación a comer pipas y vigilar a unas alemanas que
tenían una movida que creíamos que eran pelotas de chocolate en una bolsa con agua, lo cual nos causó
gran hilaridad... ¿Para qué demonios echaban agua las alemanas al chocolate? La verdad esta ahí fuera.

Vino el tren y nos embutimos con las alemanas, aunque luego las perdimos de vista, y conocimos a un
chaval que le encantaba Grecia (de hecho, hablaba griego) y que estaba recorriéndose todo (aunque sin
interrail porque decía que no le salía rentable). Era de Madriz, pero no recuerdo de dónde. Así con la
tontería llegamos a NAUPLIO (o Nauphlio o vete tú a saber los palos y espirales con los que se escribe
eso), que es un pueblo súper bonito, todo puerto, y cuya estación tiene de estación lo que yo de lata de
tomate, es decir, que es un apeadero con una vía muerta en medio de un jardín (estos griegos están
fatal xD).

Nos bajamos del tren con la excursión alemana que había reaparecido junto a un boliviano y un
paraguayo o algo así, y dijeron que iban a dormir a la playuken, así que nosotros buscamos un hostel o
algo, y un tío que iba en bicicleta nos dijo que tenia un hotelito y que nos cobraba 10 euros por noche y
que encima tenía aire acondicionado. La única pega posible era que teníamos que estar, como muy
tarde, a las 2, pero bueno, por una noche que no saliéramos hasta las mil tampoco iba a pasar nada, así
que dijimos que sí.

Llegamos al hotel, que ríete tú de los tiempos de la dictadura; tenía que haber tenido el toro y la
flamenca encima de la tele, o su versión griega, a Zorba el griego y un minotauro, yo qué sé, juas. El
caso es que estaba limpio (aunque sin sábana de arriba, cosa que nos sorprendió hasta que descubrimos
el cocedero que es Grecia), y el aire acondicionado estaba, desenchufado, pero estaba. Tenía el extra
de carne que son los mosquitos, para los que el extra de carne éramos nosotros (menos mal que se
cebaron con Yerma y Pablo xDDDDD). La habitación eran cuatro camas y, al lado, en lo que parecía la
terraza, la habían cerrado, habían puesto unas cortinas blancas medio transparentes y en medio una
especie de puerta corredera, así que era la habitación intimidad. La rifamos, y nos tocó a Pablo y a mí
(y aparte al enjambre de mosquitos, aunque no estaban incluidos en la rifa).

Así que dejamos todo y decidimos darnos un homenaje griego (no seáis malpensados) y ver el pópulo,
que era súper bonito. Se lo recomiendo a todo el mundo que vaya a Grecia - ¡¡yo lo flipé!! Primero nos
recomendaron un restaurante baratuzo, y pedimos la deliciosisisisisima moussaka ¡¡¡¡que Zeus la
bendiga!!!! y el tzatziki, y nos pusimos las botoncias, aunque las raciones allí no son tan generosas
como en España, y acabamos con hambre, ¡estaba todo tremendísimo!

Nos fuimos a ver el pueblo, y nos encontramos con el chico este, que se llamaba Javi (al que le molaba
Grecia) y con las alemanas y sus afiliados, (que al descubrir que no existía la playa donde dormir antes
de 10 km, decidieron coger el hotel, aunque hicieron un acuerdo de 5 euros la noche y dormían en sus
sacos en una especia de bodega - muero, a saber la fauna que había allí). Una de mis primeras
experiencias con la ortodoxia fue ver una mini-iglesia de estas que abren 24 horas, por si te da un
apretón de rezar. Así que entras y hay una luz roja de los cirios que crees que parece un puticlub, pero
en vez de revistas porno hay iconos bizantinos (en los que, por supuesto, nadie se toca el pene) y en vez
de vibradores, cirios y más cirios, ¡¡es súper curioso!! Salimos y nos pusimos a dar vueltinas por el sitio,
que estaba lleno, y nos hicimos una foto con unas abuelas joroñas XDDDDDDDDDDDDDDDD. La tengo que
escanear, que era de la cámara de Yerma y no es digital. En realidad pensamos que estaban allí para
hacerse fotos como el pato Donald en Disneyland, pero eran muy simpáticas y hablaban mucho (lo que
decían, ni idea, a lo mejor se estaban cagando en nuestra puta madre).
Después de decidir que íbamos a comprar cervezas y hacer botellón en el puerto, que casualidad que
nos encontramos a las alemanuzas haciendo eso precisamente, y nos encaramamos a su grupillo, junto
con el boliviano y el otro. Además, las alemanas hablaban español algunas y muy bien y estaban casi
todas buenísimas, así que aquí os dejo una foto de Javi echándoles el ojo XDDDDDDDDD.
Aprovecho para contaros que les preguntamos a las alemanas acerca de sus extrañas costumbres para
con el chocolate, y cuál no fue nuestra sorpresa que lo que habíamos tomado por chocolate no era otra
cosa sino aceitunas ¬¬.

Total, que empezamos a beber, a beber, al cachondeito y tal y nos dieron las 2. Levantamos el
campamento y nos fuimos corriendo, y llegamos a las dos y media, y el tío estaba que trinaba, pero nos
dejó pasar, aunque a las alemanas sí que les echó la bronca (fijo que lo que quería era echarlas el
diente xDDDDDD).

Al día siguiente nos despertamos a las 10 y nos fuimos a coger el tren hacia Atenas. Asusté a Nacho con
una lagartija de goma xD y me fui corriendo a por algo de comer para el viaje, así que di unas vueltas
por el preciosísimo pueblo. No encontré más que gatos y avispas, y volví a la estación. Así que, con el
zumo de vaca caliente y 3 pijaes cogimos el tren a Atenas... abandonados por nuestro nuevo
compañero, que de venirse con nosotros, súbitamente decidió que le apetecía más ir a la playa con las
alemanas y que ya cogería otro tren por la tarde. Sinceramente, aún no nos explicamos ese cambio de
opinión.
Capítulo Once

Lo primero que piensas cuando llegas a Atenas es que no puedes estar en Atenas ni de coña o que los
dioses del Olimpo tenían mucho sentido del humor. Una estación que hasta la de Villaverde es más
grande, pero claro, llena de esos rótulos que son como si Aristóteles hubiera dejado su aritmética por
ahí hecha cachitos (me encanta mi frase y la repito sin cesar xD) y en obras lamentables.

Entonces aparecieron los Apus (que mítico, estar en Grecia y que lleguen hindúes a recibirte, ¿que diría
Zeus?) y nos ofrecieron albergues. Nos quedamos con el "Hostal San Remo" famoso en el foro entero,
porque el tipo era más simpático y sabía mejor inglés. Así que fuimos bañados en sudor en el autobús
con el simpático hombrecillo, que nos pagó los tickets y no los picamos porque había que ahorrar XD.
Llegamos al hostal, la habitación estaba bien, el baño debía ser donde tenían encerrado a Ghandi y
teníamos un grieguito de vecino que no dejaba de mirarnos.

La misión del día era hacer la colada o que las mochilas fueran andando solas, así que buscamos una
lavandería en la que nos cobraron una pasta (6 euros/kilo - nunca hagáis la colada en Atenas) y que
luego fuimos a buscar. Después de eso, cuando conseguimos superar el aplatanamiento calorífico en que
te sume Atenas, nos fuimos a dar una vuelta por el centro, pasando como es típico en nosotros por los
barrios bajos, en los que nos ofrecieron toda clase de drogas e instrumentos de tortura sexual. Llegamos
al centro y… ¡¡ay, qué bonito es Atenas!!

Digamos que la Acrópolis está en una colina, y abajo, como circundándolo, está la zona de tiendas y
bares, que está llenísima de gente, de tiendas geniales (casi todas llenas de tíos enseñando el pene
ufanamente XD), de postales, pulseras, ¡¡buff, precioso!!

Y cómo iba a llamarse sino... ¡¡PLAKA, PLAKA!! xDDDDDDDDDDDDDDDD


Después de dar varias vueltas sin cansarnos (que fue cuando vimos al lado de la Acrópolis las vías del
tren y tenían cachitos de estatua a los lados - parecía un parque temático, muero XDDD), y de ver un
precioso atardecer con el Partenón de fondo, fuimos a la zona de bares a zampar un gyro’s, ¡¿Dios,
cómo pueden estar tan buenoooos?! Estaba todo lleno de peña, olía tremendo y todo el puto mundo
estaba en las terrazas tocando sirtakis. ¿Qué más se le puede pedir a una ciudad? Una boda griega, of
course, así que encontramos una y nos metimos xD, pero nos fuimos porque no nos dejaban bailar.

Total, que hicimos botellón, para adoctrinar a nuestros helénicos hermanos sobre el súmmum de la
felicidad, en una placita estupenda llena de gatos con Zorba el griego de fondo (él no, su música).
Después de coger un poco el contento, decidimos entrar en uno de los increíbles bares en que había
música, y nos metimos en uno así que parecía que la gente estaba animada. La música, pues sirtakis
power, y encima los músicos eran David Carradine y Uma Thurman xDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD Kill Bill
Greek.
Antes de que nos acabáramos la primera cerveza, Yerma ya había hecho ojitos para que nos enseñaran
el sirtaki, y ¡¡dios, la caña!! Las griegas (que luego resultaron ser de Chipre) nos enseñaron a bailar con
toda su paciencia, y al principio era un baile así lentito, pero luego se vician y acabas centrifugándote.
¡¡¡Aaaaay, qué bien lo pasamos, y los sosos éstos que no salían, lo que se perdieron!!!

Al cabo del rato nos sentamos y dejamos a los griegos que volvieran a ser los reyes de la pista. Me puse
a hacerle un dibujito a una niña chipriota, en esto que me ve el camarero y me dice que si puedo
dibujar a otro camarero, lo hago, se lo enseña, se parte el culo y viene otro y me pide que dibuje a uno
de los músicos. Y vino Uma Thurman a pedirme que la dibujara a ella, ¡¡me parto!! Así que me pasé la
noche haciendo caricaturas y los malditos griegos tacañones no nos invitaron ni a un jodido ouzo ¬¬.

Nos fuimos y nos comimos otro gyro’s, juas. Volviendo a lo suburbios llegamos al hostal, que teníamos
que madrugar para visitar la Acrópolis bajo la supervisión de dioses paganos desnudos con sus
vergüenzas fritas bajo el abrasador sol ateniense...
Capítulo Doce

Nos levantamos no lo más pronto que quisimos y, tras saludar y dejar nuestras mochilas al Apu de la
puerta, que era un tipo con bigote y con casaca alemana de la guerra que se pasaba las 24 horas en
recepción yendo pedísimo y al que no se le entendía ni una palabra en inglés, nos fuimos andando a la
Acrópolis, con un CALOOOOOOOR insoportable, el zumo de vaca y 2 botellas de agua congelada que se
licuaron en lo que yo tardé en decir "me cago en Hefesto y su puta madre".

Llegamos a la Acrópolis después de habernos dejado todo el vestuario en el camino, y nos cuentan que
cuesta 12 euros la entrada y que no podíamos entrar con los pechos al aire (ni ellos ni yo, Yerma es más
recatada y no se quitó la camiseta, pero yo iba en bikini), menos para los de carnets universitarios, así
que éstos entraron. Pablo y yo nos quedamos fuera esperando a que nos pasaran sus carnets
falsificados. En esto que fui a dejar la mochila en consigna, porque no dejaban entrar mochilas y me
dejé la cámara y todo porque soy tonta del culo, y aparecieron Omni, el “todo por la patria”, dos chicos
aleatorios y tres pares de tetas catalanas. Estuvimos un ratín hablando hasta que salió Super-Nacho y ya
entramos a la Acrópolis con nuestro grupo base.

Estuvimos absolutamente achicharrados andando por entre las cariátides, en el mirador, subiendo,
bajando, colándonos por un teatro, por otro y debimos adelgazar 20 kilos de todo lo que sudamos, que
casi aparecemos en el club Neptuno ¬¬. Javi vio una explosión que nadie vio. Después estuvimos
debatiendo qué hacer, si llegábamos al ferry o no a las islas y a qué demonio de isla ir. Dimos más
vueltas por Atenas, comimos y, de repente, nos entraron las prisas por irnos a toda ostia, así que
volvimos volando al hostal, nos despedimos de los Apus, me puse las zapatillas run mode (en vez de la
chola slow walking mode, que si corro con la chola me escuerno) y nos metimos en el modernísimo
metro de Atenas (lleno de revisores, por cierto). Llegamos al Pireo, que es ENORME, y al que es
aconsejable ir con tiempo (el que no teníamos). En un visto y no visto decidimos pillar los billetes a la
isla más cercana a Turquía (Samos), y nos plantamos en el muelle para esperar más aburridos que una
mona 2 horas a que llegara el barco, y otra para embarcar, q aquello parecía El Éxodo, ¡¡uuuuuuuuf!! La
mala noticia de la noche era que los barcos de las islas no tienen nada que ver con los de Superfast
Ferries. Aquí salías arriba y te pelabas el culo (aparte del riesgo que supone estar en aguas griegas y
que salga Poseidón a devorarte xDDD), aunque lo bueno era que habíamos pillado asientos para dormir
en las butacas. Estuvimos un rato arriba cenando Nocilla y viendo cómo unos soldados veían una peli de
Will Smith en DVD portátil. Como nos estábamos rompiendo el culo, al final entramos y nos pusimos a
dormir como pudimos, pues los putos griegos, que las Gorgonas se los lleven, no apagaron las luces en
toda la puta noche, lo que hizo que durmiera en pro del imperialismo nipón ¬¬.
Capítulo Trece

A la mañana siguiente, después de sortear las piedras que nos tiraba Polifemo xDDDDDDDD (hicimos mil
chistes de éstos, ahí os quedan) llegamos a la isla del paraíso, ¡¡¡a las puertas de ASIA!!!

Nada más bajarnos del ferry contemplamos el paraíso que teníamos delante, ayyy, esas illes de los
mares griegooos, y vimos a gente que iba a por nosotros y a por nuestras divisas (empezó a convertirse
en una costumbre a partir de ese momento), y tras provocar una pelea entre dos samoyedos (dícese del
gentilicio de Samos xD) que querían secuestrarnos, nos fuimos con el que parecía menos violento, ¡¡y
vaya que acierto!! Era un hotelito tremendo en el que tocamos a dos habitaciones entre los seis, la
nuestra (UAHAHAH) con vistas a la costa, y la otra al supermercado que había enfrente (que tampoco
estaba mal XD). Pero sin duda, lo mejor del albergue era la terraza porche al mar, donde Neptuno iba a
aparecer en cualquier momento a desayunar con nosotros xDD.

Morid de envidia, perros


esta foto le hace más justicia al paisaje

Bueno, nos fuimos a una playa de cantos rodaos en la que nos quemamos y abrasamos cual Miguel
Servet en la hoguera, pero en la que se estaba de bien, así que nos costaba salir de allí. Al final, todos
mareadísimos con insolación (menos Pablo y yo que nos fuimos antes con un par de cervezas frías a
supervisar la habitación) volvieron y nos fuimos a comer moussaka, con los cantos de las sirenas
arrullándonos la comida xD.

Total, que después de comer nos fuimos a ver el pueblo, que estaba todo cuesta arriba, que se llamaba
Vatti (o algo así, que sabré cuando me doctore en semántica griega) y en el que estaba jugando una
selección española de baloncesto sub-algo que no fuimos a ver (se hubieran caído del susto XD). La
aventura de Vatti empezó subiendo millones de escaleras blancas llenas de gatos, ¡taaan monos! Y no
había nadie por la calle (al menos nadie que no tuviera un rabo peludo), hasta que paramos en una
cabina rezofónica para cotillear y ver el paisaje, y encontramos a una señora joroñas súper simpática
que nos ofrecía galletas y que no hablaba una sola palabra que entendiéramos, pero parece que le
dijimos tan bien "kalispera" (buenas tardes en griego) que no paraba de hablar y de partirse la polla
xDDDDDDDDDDDD. Se empeñó en que comiéramos sus galletas, aunque estábamos a reventar de
moussaka, pero como insistía, pues comimos. Luego quería que entráramos en su casa (preciosa, con un
jardín genial donde rellené el zumo de vaca de vaca nueva), pero queríamos seguir subiendo escaleras,
así que se quedó riéndose y nos fuimos con gran algarabía XD.
Pablo mirando a la joroñas de las galletas, que no quería salir en las fotos

Seguimos subiendo y encontramos una taberna griega, llena de moscas y hormigas bajo una parra. Nos
pareció tan típico que nos tomamos otra cerveza mientras los nativos nos observaban y las hormigas nos
comían. El contacto era complicado, así que seguimos subiendo y encontramos a un hombre que nos
empezó a regalar higos y que nos quería enseñar a su gata haciendo acrobacias (parece mentira lo que
da de sí el hablar a gestos xDDDDDD), pero la gata no aparecía, aunque sí más griegos, y el hombre nos
llevó a un mirador desde donde se veía todo el pueblo y donde por fin… ¡¡no había más cuestas!! Y
donde casi muero, pero de verdad XDDD.

la taberna
Atardecer en Samos

Había una casa al lado del mirador con gatos, me acerco a ver a los gatos, y había una mujer griega
sentada en el porche que debió ser amante de Platón por la edad, con un traje de flores, gafas y
comiendo tomates. Me mira, me dice algo incomprensible y se empieza a despollar
xDDDDDDDDDDDDDD. Yo, claro, me empiezo a reír también, y aparece una mujer exactamente igual
(con flores de otra especie, eso sí), y dice algo y se empieza a despollar también, con lo cual yo
empecé a morir, porque se me pegó la risa y no podía parar. Total, que la mujer número 2 baja el plato
y debieron aparecer todos los gatos de Grecia a comer de allí, porque casi no se la veía
xDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD, y la otra y yo riéndonos que no podíamos más. Creo que
nunca en la vida olvidaré a esas dos mujeres.

A la vuelta con el señor expendedor de higos, nos encontramos con gente puesta en la calle con sillas
(típico de Grecia) y hablaban inglés porque eran irlandeses, creo, aunque vivían allí, y nos contaron que
los turcos son demoníacos y que allí cuidan tanto a los gatos porque acaban con los escorpiones y los
lagartos, y yo, felizona de los samoyedos y su buen rollo felino, ¡¡juas!!

Después de esto bajamos (muy tristes de abandonar a esa gente, la verdad) y vimos que la taberna se
había convertido en una especie de Tony Roma’s (Tony Zorba’s xDDDD) y habían instalado barbacoas y
estaban allí poniéndose tibios a chuletas, así que compramos un par de piezas y más felices que una
perdiz confiábamos en que la noche en Samos fuera al menos la mitad de increíble que el día xD….
Capítulo Catorce

Bueno, bajamos rodando las mega-cuestas increíbles hasta llegar al hostal para ducharnos [abro unos
corchetes porque en mi cuaderno tengo apuntado que recordara el momento de escribir en la terraza
del hostal, con las olas rompiendo debajo, y escuchando la brisa entre los frutales aromáticos donde
estábamos... y sí, me están dando ganas de llorar al recordarlo], y quitarnos los sudores samoanos de
los que tan felizmente nos habíamos apercibido durante el día. Compramos unas cervezas y unos
calimotxos y volvimos al pueblo, en el que vimos que se estaba cociendo un gran acontecimiento, un
conciertazo de los artistas de la isla, algo así como los Backstreet Boys pero gritando ecuaciones
matemáticas llenas de alfas, betas y gammas (y algún omega xD). Y nosotros, que somos la alegría de la
huerta y no esperábamos que los griegos aparte de cocinar para que Tántalo padeciese por toda la
eternidad supieran tener rock and roll, nos fuimos al concierto bailando heavy y haciendo cuernos,
¡¡¡¡¡¡dios qué momentazo!!!!!!

Hubiera sido normal en España, unos borrachos con botellón en medio de un concierto, pero los griegos
parecía que estaban oyendo una filarmónica y no se movían ni para respirar, así que pronto el grupo
empezó a tocar sólo para nosotros, que éramos los únicos que poníamos un poco de entusiasmo xDDD.
Total, que el concierto acabó y nos fuimos a saludar a nuestros nuevos ídolos cual quinceañeras
mojabragas y nos dijeron que tenían 15 tiernos años y nos hicimos una foto, muahahahha.

gruppies al ataque

¡¡Qué majetes!! Entonces nos contaron que había una fiesta en un bar del pueblo, y que fuéramos con
ellos después, y dijimos que sí. Seguimos bebiendo hasta que el Nacho y yo llevábamos un pedal
considerable, y nos pusimos a jogar capoeira un poco. Cuando el muy besugo me tiró 2 veces, nos
fuimos a la discoteca, y nos sorprendimos, porque estaba llena de negros muy altos, hasta que
recordamos lo de los partidos de basket, y supimos que la selección española estaría también por allí.
Cual buenos fiesteros que somos, pero como no nos apetecía buscarles, buscamos un sitio, bailamos
cafremente un ratillo canciones de cuando John Travolta tenía una talla 36 y, tras suplicar que nos
quedáramos un ratillo más porque yo solita estaba pasándomelo de vicio y siendo un tormento para los
griegos (fijo que me querían poner un trapo blanco y atarme en una roca de la costa para que Poseidón
saliera y me devorara, ¡¡arg!!), me arrastraron hasta la habitación, donde mi cuerpo quemado por el sol
(no tanto como el del Nacho, que a esas alturas parecía un bote de Ketchup Heinz) por fin pudo
descansar y procesar los alcoholes marinados en aquel paraíso.

Al día siguiente nos levantamos quemados y con resaca, pero no nos impidió dividirnos, porque unos
queríamos tomar el sol y nadar, y los otros querían ver Pythagorion, así que Pablo, Javi y yo nos fuimos
nuevamente a la playa de cantos rodaos a darnos unos chapuzones.

Lo único malo del día fue que el primer chapuzón mío no fue en las calmaditas aguas del mar Egeo, sino
en una mierda de algún ser vivo (o tal vez muerto, porque según olía…) indeterminado. Total, que
llegué, dejé mi mochila en el tocón de un árbol, hice vete tú a saber qué parida, cogí la mochila, la
puse encima de la tumbona, saqué otra cosa que no sé, quité la mochila, me senté, recordé algo, volví
a coger la mochila, me la puse encima, la dejé, y al cabo de un rato me dice Pablo, que estaba en la
tumbona de al lado, que cómo podía oler tan mal de repente. Lo olí, me quité las gafas, y me encontré
con que estaba literalmente inundada de mierda, pues al poner la mochila en el tocón no reparé en que
había una mierda debajo, y luego me estuve restregando la mochila por toda mi anatomía, así que con
lágrimas en los ojos por haberme convertido en una estrella del cine porno escatológico (sí, chica en
bikini untada de mierda de la cabeza a los pies, no puede ser más humillante) busqué algo donde
limpiarme. Pablo despollado, Javi bañándose, y yo corriendo a la ducha que estaba al lado de una parra
de uvas gordas hasta reventar, que en un principio debía ser un detalle irrelevante, pero NO, pues las
putas uvas estaban siendo acechadas por millones de avispas infernales del tamaño de un champiñón
hiperdesarrollado que me dieron pánico, así que volví con Pablo (sí, llena de mierda aún, sólo me
faltaba tener una nube de moscas encima) para que viniera conmigo a espantar a las avispas (¡vespas,
vespas!). Al final me pude lavar como fuere, y me metí en el mar a acabar de limpiarme (no me metí en
el primer momento porque me parecía asqueroso); limpié la mochila y Pablo dio la vuelta a la tumbona,
así algún otro se llevaría una sorpresa.
Capítulo Quince

Bueno, después del cuadro crítico descrito anteriormente, fuimos al hostal a por una frugal comida
(mentira, pedazo de ensalada griega que me embutí) y al puerto, que habíamos quedado con los
matemáticos asesinos que habían ido a Pithagorion. La anécdota que les sucedió a ellos fue que, como
el Nacho está en la parra, había olvidado que en Grecia era una hora antes, y no lo había cambiado en
el móvil, así que iban tan contentos cuando descubrieron que tenían que volver a toda ostia o nos
quedábamos otra vez en Samos, y tuvieron que pillarse un taxi porque se les había ido el autobús
xDDDDDD.

Al final nos encontramos y fuimos a comprar los billetes, donde un puto Zorba que tenía más pluma que
el águila de Los Rescatadores nos timó como a chinos, cobrándonos 27 euros por el puto billete +2 de
las tasas portuarias (que como nos insinuó, era un dinero que se daba por debajo de la mesa, el hijo de
puta, así se le abra hasta el piercing que llevaba por una sobredosis de popper). Todo esto para un
trayecto de menos de una hora en una chalupa infernal que te ponía el estómago del revés. La cuestión
es que allí tenían montao el trapi de que mucha gente quería ir a Turquía a ver Ephesus, y ponían los
precios que les salían de la punta del Olimpo.

Bueno, nos montamos, ante la perspectiva tremenda que nos esperaba de llegar a Asia, ¡¡¡que
cojones!!! Pablo cargadito de drogas blandas, que no sabíamos muy bien si íbamos a protagonizar la
segunda parte del Expreso de medianoche y la famosa escena de "enséñame las tetas ya que estoy harto
de que los pezones peludos turcos me rocen los omóplatos". Pasó una cosa muy curiosa. Yo estaba en la
proa, donde el barco subía y bajaba, ¡¡era la caña!! y estos tras intentar sin éxito jugar a las cartas en
aquel toro mecánico marítimo, me acompañaron, sin Pablo, que decía que se encontraba mal. Así que
estuvimos un rato, y cuando una ola me salpicó en la cara, me dejó las gafas de sol blancas (y gracias a
ellas no se me quedaron las lentillas como una sopa de bakalao), y me cagué en La Sirenita, en los
tritones griegos y en las sirenas cantarinas de Ulises por estar 3 horas con la tráquea llena de sal, que
me salía hasta por la nariz. Me fui al baño, y seguía cerrado, así que supuse que Pablo se estaba
haciendo un porro, y más cabreada que una mona, me puse a aporrear la puerta, “PABLO, SAL YA.
DEBERÍA DARTE VERGÜENZAAAAAAAAAAAAAA. TE VA A PILLAR LA POLI, MALDITO INÚTIIIIIIIIIIIIL”, y no
me responden, así que seguí con mi retahíla de improperios y amenazas sicilianas hasta que me cansé,
me subí al piso de arriba y me veo a Pablo con la cara blanca, mareado todo pancho ahí tomando el sol,
así que le sonreí con cara de imbécil, miré al piso de abajo y vi a una alemana saliendo del baño (menos
mal que estaba de espaldas) que probablemente estaba buscando un teléfono para llamar a la Interpol
después de que le gritaran maldiciones gitanas y de que casi le tiraran la puerta del baño. En fin... A
todo esto, Turquía nos esperaba al fondo.
Javi en la proa de la bañera y Turquía acechándonos desde la lejanía ¬¬

Bueno, llegamos a puerto, con la curiosa circunstancia de que había unas olas tremendas y la barquilla
en la que íbamos no atinaba a sacar la pasarela para que pudiéramos subir sanos y salvos, así que
temiendo acabar hundidos en el fondo del Egeo por nuestras mochilas, nos las apañamos para saltar con
cuidadín (era un espectáculo ver a la banda, con el barco arriba y abajo, ahí haciendo equilibrios
XDDDDDD). Entonces fuimos a la aduana y ¡toma castaña!, después del robo del billete, 10 euros de
tasas portuarias. Para que luego digan que Turquía es barato… Así que nos plantaron la media luna en
el pasaporte (mi primer visado, yuhuuu) y salimos.

Vimos que la zona del puerto de Kusadasi era la versión turca de Puerto Banús, sólo que al revés: estaba
lleno de blancos ricos y moros pobres. Lo primero que hicimos fue tratar de conseguir liras turcas en los
cajeros, en los que misteriosamente también hay libras esterlinas, y tras debatir cuánto sacar (o más
bien cuántos millones, que algunos billetes eran millones amputados*), sacamos unas 10 mil pelas al
cambio cada uno, menos Javi, que se equivocó de botón y sacó unos 300 euros en libras esterlinas
xDDDDDDDDDDD que tuvo que cambiar muy cabreado. Nos pusimos a discutir sobre si quedarnos allí y
ver Ephesus o irnos a Izmir, porque en la guía de Turquía que le dieron a Yerma en la embajada ponía
algo así como que "todos los turcos sonríen al recordar la bella Izmir, pues es la perla de Turquía"
(sonrisas le voy a dar yo a su puta madre xD).

Así que, los que ya estábamos un poco cansados de ver cosas ruinosas asfixiados por el sol nos pusimos
plastas y convencimos a todos de ir "a la bella Izmir con una sonrisa en los labios", y librándonos del tío
pesadísimo que nos quería amontonar en su hostal y que era una maldición de hombre, nos recorrimos
la ciudad llena de turcos sonrientes vendiendo comida más sonriente aún (o eso me parecía a mí), y
flipando con el cambio de cultura q supone entrar en un país árabe.
La gente te mira sin pudor alguno (sobre todo los tíos, que se molestan en sonreírte y relamerte a la
vez, cosa harto complicada), te hablan (aunque se la pela que les entiendas o no, del tipo griego),
están ahí todo armoniosos sentados a la puerta de sus comercios, con sus bigotes, y al contrario de lo
que la gente piensa, no llevan el sombrero ese rojo ridículo que no parece servir para nada. El momento
tremendo fue cuando empezaron a llamar a la oración al atardecer. ¡Buff! a mí al menos me pareció
fascinante esa primera vez, y todas las demás.
Tras andar durante una eternidad en la que nos comíamos todo con los ojos por el cambio que era,
llegamos a la estación de autobuses, y tratamos de comprar los billetes, cosa que les debió parecer muy
graciosa a algunos conductores y se pusieron ahí a reírse en grupo con nosotros y a decirnos no sé qué
en inglés, ¡¡¡qué gente más encantadora!!!

Lost in translation, subimos al bus...

*liras turcas: hasta hace un par de años, en Turquía todo valía millones, es decir, millones de liras
turcas, que debe ser la moneda más infravalorada de la historia xD, pero ahora, como quieren entrar en
UE, les quitaron los últimos 3 ceros a los billetes. Es decir, que te encuentras billetes viejos de
10.000.000 y nuevos de 10.000 que valen exactamente lo mismo, de ahí el nombre de “liras
amputadas”.

El cambio es:

1.00 euros = 1,597,461.37 TRLTurquía liras


1 EUR = 1,597,461.37 TRL
1 TRL = 0.000000625993 EUR

El precio allí, por ejemplo, de una Coca Cola de medio litro es de 500.000 céntimos turcos, y un kebab
de 2 millones y medio, creo recordar.
Capítulo Dieciséis

Anonadados ante la invasión cultural musulmana que nos rodeaba, estábamos en un autobús yendo
quién sabe dónde e ignorando si nos aparecería Mohammed con una cimitarra para cortarnos los
europeos pescuezos que lucíamos ya morenitos después de tanta solanera mediterránea. Los autobuses
turcos son, bueno, pongamos que normales. No parecen demasiado viejos ni demasiado modernos
(vamos, que ni subiría Alfredo Landa volviendo del pueblo ni Luke Skywalker), y evidentemente están
llenos de turcos que, para variar, te miran y te entienden tanto como un percebe.

Total, que estábamos ahí desperdigados cuando un chaval vestido también como de autobusero que se
había subido en la estación y que no tenía asiento se pone a nuestro lado (estábamos ahí amontonados
al fondo del autobús) y saca unos guantes de látex de una especie de armarito galáctico. Nosotros que
le miramos y pensamos "ya verás como nos mete la mano por el culo y nos saca hasta el último gyros
pyta que nos hemos comido en Grecia" cuando va y saca una botella de esas con pinchitos, como las del
pacharán, y se pone a echársela en las manos a todo el mundo. ¡¡Dios, era colonia!! Nosotros flipándolo
y cuando llegó a nosotros se encontró con unos cuantos europeos lamentables con sonrisas de melón
poniéndole las manos para vivir la intensa experiencia. Debió pensar que éramos retrasaditos, pero la
cosa no acabó ahí - después de eso guardó el pacharán nenuquero y sacó botellas de agua y vasitos, y se
puso nuevamente a dar agua a todo el autobús (¡¡y hasta podías repetir!!), cosa que agradecimos
inmediatamente, después de decidir que no nos iban a envenenar y a dejar nuestros cuerpos
pudriéndose al sol en el desierto llenos de moscas haciéndonos caca.

Entonces Pablo se puso a hablar con uno de los tres turcos de esa zona que hablaba inglés, y claro, para
variar, el moro le ofreció hachís, y el tipo que iba al lado del moro se puso a ponerle verde en
babilónico antiguo y casi se sienta en otro lado, pero el moro original se descojonó y le convenció de
que se quedara y nos dijo que era su mejor amigo. Me parto xD. A Pablo le persiguen las drogas, y a
todos en general la gresca XDDD.

Como ya estaba anocheciendo, nos quedamos con las ganas de ver el paisaje turco, que de noche, pues
es igual que el español ¬¬ Nacho se durmió, le aberró la colonia y se despertó encontrándose mal y
diciendo que nos estábamos metiendo en lo desconocido XDDDDDDDDDDDD. El pobre tenía una
insolación de cojones y estaba medio delirando. El morito pecoso del agua nos volvió a abrevar y vimos
luces al fondo. Calculando la hora (y preguntando al moro fiesta drogata) dedujimos que ya nos
acercábamos a Izmir (la perla de Turquía y los cojones). Al ratín las luces nos acompañaban a los lados,
junto con sus amigas las casas y seguían y seguían y seguían y supusimos que debíamos llevar medio
viaje llegando a Izmir y es que, llegar a la estación de una ciudad de 7 millones de personas, lleva su
tiempo.

Ahí estábamos. Nos bajamos del autobús con la manada de turcos que debían volver del curro o de ver a
sus primos Mustafá y Alí-Babá y cogimos nuestras mochilas de los maleteros, junto con muchos moros
que hacían lo mismo. (Reflexión de Soraya sobre las estaciones: en todo autobús que se precie hay
gente que saca bultos misteriosos informes. Tras muchas investigaciones hemos deducido que son
figurantes pagados por el gobierno y que en realidad no llevan nada ahí, pero existen en todos los
países para hacer creer a la gente que hay mazo de gente que necesita autobuses para llevar bultos
informes). La gente se empezó a desperdigar por todas partes corriendo y nosotros tratando de saber
cómo demonios se llegaba al centro, salimos de la estación, y oíamos a gente gritando (pongamos 3
millones de personas que no se comportaban como tales).

Bajamos a la parada de taxis, pero Nacho estaba paranoico pensando que nos iban a timar de todas
formas (como poco) y dijo que mejor un autobús, así que fuimos a la parada, y encontramos unas 20
paradas. Preguntando con señas y un mapa que llevábamos, al final más o menos dimos con el número
que queríamos (que creo recordar que era el 500 y pico; tela la maraña de autobuses que debe de
haber ahí, juass), mientras a nuestro alrededor los gritos aumentaban, había fuegos artificiales,
pirotecnia ambiciosa y camiones llenos de moros (sí, los gritos que se oyen en el telediario cuando están
manifestándose, y los camiones llenos de gente de diversas actitudes en varios grados progresivos de
violencia). La cuestión era que no nos creíamos nada de nada de lo que sucedía y tratamos de
interrogar a la gente de la parada que considerábamos que no llevaba mochilas bomba ni guardaba
hostilidad hacia nuestro gobierno de pepinillos en vinagre y vino tinto.
La conversación pasará a los anales de la historia:

- Do you speak English?


- No (con gestos)

- Do you speak English?


- No (con gestos)

- Do you speak English?


- No (con gestos)

- Do you speak English?


- No (con gestos)

Bueno, “tratemos de hacernos entender”, pensamos. Así, con más gestos (ríete tú de la sordomuda que
sale en la esquina de la tele contando lo que pasa en el congreso), señalamos a donde sonaban los
berridos de mayor hostilidad y dijimos "football?" y un tipo nos dijo “no, no”, dijimos “basket?” y no lo
entendieron, así que lo gesticulamos y nos dijeron “no, no”. La gente empezó a gesticular como de
abrocharse un cinturón, y como probablemente no sería el día internacional de las mamadas, no lo
entendíamos, y el tipo haciendo gestos, cuando vi la luz y dije "army?" mientras hacía el gesto de
ponerme la mano en la frente así como Oficial y caballero y dijo "yes yes!".

Creo que, de todos los caretos que pusimos, el mejor fue el del Nacho, que era un auténtico POEMA y
que estaba convencido que de esa no saldríamos más que en ataúdes con la bandera de España
XDDDDDDDDDD. Jodida peña, les enseñas una pistola y se vuelven locos. Vaya tinglado que tenían
montado, que ni aquí el día de San Isidro, ¡¡vaya!!

Vino nuestro autobús, y Javi y yo estábamos despollados, porque ya era lo que nos faltaba: un conflicto
militar en un país árabe xDDDDDDDDDDDD. Nacho estaba fatal, descompuesto y decía que no le hacía ni
puta gracia, cosa que nos causaba mayor hilaridad. Como la ciudad era ENORME, y el centro debían ser
varios centros y no sabíamos cuál coger, nos dio el punto y nos bajamos como si nos persiguiera Bin
Laden de repente. Nos encontramos en una calle vacía a las 11 de la noche, en una ciudad que nos
parecía el colmo del integrismo islámico en plena efervescencia militar contra occidente, así que no
sabíamos a dónde coño andar, ¡¡dios, es que fue increíble!!

Total, que alguien dijo "por allí" y como borreguitos fuimos por allí xD, hasta que vimos un grupo de
moras con sus pañuelos y todo y un señor más mayor y se nos ocurrió preguntarles, aunque no
albergábamos ninguna esperanza de que hablasen inglés. Así que fuimos Pablo, Javi y yo, y de repente,
nos ven, se abalanzan hacia nosotros, que debimos poner una cara que envidiaría el creador del
dadaísmo, y nos rodean todas con muchas sonrisas llenas de dientes diciéndonos "hello!" y partiéndose
el culo. No os imagináis lo FLIPADOS que estábamos, que no sabíamos ni que decir (nos sentíamos como
estrellas de cine porno). Se nos acerca el hombre mayor, que ya imaginábamos como el sultán del
harén, y nos dice en un perfecto inglés que es profesor de inglés jubilado y que había ido a cenar con
sus ex- alumnas (a todo esto Yerma, Pollo y Nacho mirando desde lo lejos sin saber si nos iban a
secuestrar o a abrir en canal XDDDD) y que si nos podía ayudar en algo. Nosotros, viéndole como si fuera
Dios abriendo las aguas a Moisés, le dijimos que estábamos buscando el centro y un hotel a ser posible.
El tipo (que Alá se lo pague con mil vírgenes) dejó a sus alumnas (que nos dijeron adiós consternadas
por su oportunidad de hablar con infieles) y nos llevó al centro y a un hostal, nos regateó la pasta con el
dueño, que era como el típico posadero pero con aires de Al-Andalus (6 euros) y no se marchó hasta que
nos vio tan contentos y tan bien instalados, juasss.

Nosotros no podíamos quitarnos nuestros caretos de sorpresa todavía ante la avalancha de


acontecimientos, pero sí que decidimos darnos una duchita y demás. Vimos que el aire acondicionado
que le prometió el dueño al hombre milagro estaba sólo en una de las 2 habitaciones, y en la otra
solamente se encontraba el aparato, mientras que el aire brillaba por su ausencia (y por su olor a
ranciedad). Nos tocó en la habitación patata, donde descubrimos que había debajo de las camas unas
babuchas que probablemente había usado Mahoma, y no precisamente porque desprendieran santidad,
sino porque debían tener más años que el Corán. También descubrimos que si dejábamos algo en el
suelo, sería inexorablemente devorado por los ácaros de la moqueta, pero salvo el calor y las muchas
amenidades de todo lo que parecía haber en Izmir (tanto vivo como aparentemente muerto) estábamos
contentísimos de seguir con la cabeza sobre los hombros y la mochila sobre las espaldas xD.
El baño también era tremendo. Las duchas turcas no tienen plato, sino que el suelo se hunde donde el
agujero cual boca de tiburón y por ahí se va el agua, y encima había un retrete como los que se estilan
en la tierruka, pero de color amarillo escorbuto, ¡ayyy, qué peligrosamente lejos de España nos
sentíamos! Pero claro, no lo utilizamos in situ porque parecía del tatarabuelo de Arafat. La buena
noticia era que no encontramos cucarachas, aunque parecía haberlas a montones (sería que estaban en
su propio desfile...).

Cuando estuvimos dispuestitos nos bajamos a cenar, pues casualmente había -¡oh, sorpresa!- un kebab
justo al lado de la puerta ¡¡y otro kebab justo al otro lado!! Qué originales son estos turcos. Nos
empezaron a mirar ellos a nosotros y nosotros a su comida. Había algunos platos que nos devolvían la
mirada y que nos molestamos en no pedir. Lo más extraño de todo era una especie de macro-puchero
donde había dentro muchas partes del cuerpo de cosas hirviendo en caldo y que a mí me recordaba a la
sopa esa de manos que sale en Conan el bárbaro. Entre todo lo que había y que parecía que sólo
suspendía en 2 puntos las normas de sanidad europeas, decidimos todos pillarnos unos pinchos de pollo
que estaban muy ricos, el pan y todo, y te ponen una guarnición tremenda de verduras que todos
rezábamos para que estuvieran lavadas o literalmente nos íbamos a cagar.

Estábamos tan ricamente en la terraza cuando empezaron a devorarnos los mosquitos y vimos paseando
cucarachas cerca nuestro. A Yerma se le cayó una gota de un aire acondicionado y creía que le iba a dar
una mononucleosis o algo xDDD. Entonces nos dimos cuenta de que todo el mundo que había (que
tampoco era mucho, aparte de los seres de más de 2 patas) nos miraba ¡¡¡e incluso nos estaban
haciendo fotos con los móviles!!! Yerma y sus rasgos orientales eran el centro de atención, y luego yo y
la poca tela utilizada en mi vestimenta les llamaba enormemente la atención por causas desconocidas
¬¬. Al final pagamos y Nacho decidió irse a la cama porque no se fiaba un pelo y se encontraba
patidifuso. Nosotros fuimos a ver Izmir de noche, que estaba vacío, salvando los perros callejeros, las
ratas y los miles de gatos que hay en Turquía también.

Nuestro hostal estaba prácticamente en el centro (si es que no había varios, insisto), al lado de una de
las colinas, y se veían los relieves de las torres de oración. Era una calle ancha, pero no parecía que
hubiera mucho tráfico, porque de noche no había ni Dios (serían las 12 o la 1). Nos fuimos a andar, y a
mitad de camino, pensamos que sería nuestro último paseo, porque de vez en cuando había bandarras
que nos miraban, coches que aceleraban, gente que gritaba y mucha policía. Nos metimos por
callejones y nos seguían los perros callejeros. La anécdota de la noche fue que nos metimos por un sitio
así muy poco iluminado y siniestrillo y vimos 3 tipos con el peor aspecto del mundo sentados en un
banco. Hubo cruce de miradas y nos apresuramos a irnos al ver que se levantaban, bajamos la calle,
torcemos la esquina ahí rápido y nos damos la vuelta para ver si nos siguen y estaban mirándonos ahí las
3 cabezas en la esquina, en línea, era súper gracioso XDDDDD.

Cuando ya nos entró sueño y decidimos que nadie parecía dispuesto a martirizarnos ni por el Islam, ni
por nuestras divisas europeas, volvimos al hostal a dormir en la primera de las mil y una noches turcas
que nos esperaban...

PD: no se nos pasó por la cabeza la idea de sacar fotos en ese ambiente que tan hostil suponíamos, así
que de esa noche no hay imágenes, ¡¡ayyy!!
Capítulo Diecisiete

Para amenizar y ejemplificar mi historia, y dado que no tenemos fotos de esos momentos que tan
extraños nos parecían, voy a poner fotos del bazar de Istambul. Que conste que no son del gran bazar,
que está prácticamente dedicado al turismo, sino que me refiero al bazar al que van Mustafá, su mujer
y sus 7 hijos a comprar lentejas y camisetas Puma piratas. Todas las fotos son de japo32. Pues bien, el
bazar de Istambul y el de Izmir eran primos hermanos.

La pregunta de mañana era qué había sido más rápido para despertarnos y seguir dándonos el coñazo
desde las 6 o 7 de la mañana, si la luz del sol o los bocinazos de la mitad de los moros de la ciudad que
parecía que se habían despertado todos en congregación para irse a La Meca y ver quién llegaba antes.
Lo que parecía una calle tranquila por la noche está más frecuentado de día que los Campos Elíseos,
¡¡¡la madre que los parió!!! Y bueno, es que las persianas eran espectaculares, y las cortinas aún más.
No sabíamos si eran transparentes porque llevaban allí desde que los dinosaurios dejaron la tierra o
porque la gente es tonta del culo y no sabe que sirven para parar el soooooooooooooooooool. Aparte, el
calor que hacía, mientras los otros cabrones estaban frescos como si fueran jamón de York en mi
nevera, juas. Vimos que el reparto de mosquitos había sido equitativo, pues estábamos todos más o
menos igual de picoteados, y vimos que las babuchas tenían aún peor aspecto (aunque parezca
imposible) de día que de noche. Vamos, no hay mayor placer que llegar a tu hotel, ponerte las
babuchas y que te devoren los pies, muero xDD.

Dejamos las mochilas al tipo del hotel, que era muy simpaticón y nos prometió que no se las llevaría
nadie porque él estaba todo el día en la puerta, y vimos como las amontonó justo al lado de la entrada
y claro, como ya no podíamos echarnos atrás, nos despedimos de ellas con gran pesadumbre estando
seguros de que no las íbamos a volver a ver. Salimos a la calle y todos los del kebab nos saludaron
súper amistosos, me parto, y lo mejor fue que -¡¡¡oh, por dios!!!- teníamos la estación justo enfrente.
Fue tremendo el encontrarla, así que todo panchos fuimos a ver cuantos camellos teníamos que coger
para llegar a Istambul, y reservamos en un tren nocturno (sin pagar, pero sin literas) que nos llevaba a
un sitio que se llamaba Eskisehir o algo así, donde teníamos que estar unas 5 horas antes de pillar el
cambio a Constantinopla, que tardaba unas 7 horas más. Allí tuvimos una disgregación, porque Yerma,
Pollo y Javi querían volver a ver Ephesus, y nosotros queríamos quedarnos a ver la perla de Turquía, así
que los aguerridísimos Nacho, Pablo y yo salimos dispuestos a comernos la ciudad (y no acabar con
indigestión).

Esto es Ephesus, de lo que no os puedo contar nada porque no estuve xD


Total, que salimos con un mapa miserable de la guía que aparte nos iba contando historias de la city, y
nos metimos en el súper bazar en el que había unos pistachos como glandes de actores porno, gordos y
coloraos coloraos. No me pude sustraer a la tentación de empistacharme, y el tipo me echó y me regaló
un puñado más (esto de ser guiri y jugarte el tipo tiene sus ventajas). No sé si tengo que recalcaros que
allí nos miraba todo el puto mundo, y ni dios hablaba inglés, pero ya estábamos hechos al lugar y no nos
importaba nada, salvando el hecho de que trataran de vendernos todo el bazar a cada minuto y
nosotros explicáramos mil millones de veces que teníamos mochilas y que no nos cabía nada (que lo
mismo nos hubiera dado leer un párrafo de la Ilíada en voz alta, porque no nos entendía ni cristo).
Según las teorías de Nacho, el rumor de que había unos extranjeros allí se había difundido como la
pólvora y parecía que nos estaban esperando, y nosotros allí caminado sin saber muy bien a donde,
juas. Y es que mola, porque la gente te mira directamente a los ojos (de hecho, estoy segura de que
mirar de soslayo no tiene traducción al turco) y te sonríen mazo, ahí enseñándote la caja piños, nada
que ver con la diabólica mentalidad europea del "¿que pensarán?". Si mi madre llevara turbante, me
habría sentido como en casa, porque parece que la gente te aprecia mazo XD. Eso sí, las moras no
suelen hablarte, al contrario que los tíos, que hablarían hasta con un piano de haberlo llevado. Aunque
no se lo crea la gente, hay muchas chicas sin pañuelo, y también talibanas vestidas de negro que no les
puedes ver ni la nariz, pero de esas muy pocas. La cuestión es que si yo me acercaba sola a una mujer,
me hablaba; si me acercaba y había alguno de éstos (de nosotros) cerca, me huía. Molaba jugar a
espantar a algunas, juasjuas.

Entonces, de repente, vino un tipo de ojos azules (¡azulísimos!) y nos preguntó en inglés que de dónde
éramos y tal, y nos hizo acompañarle a él y a al amigo a no sé dónde (que luego descubrimos que estaba
en el puto principio del bazar, que era el puto laberinto del Morotauro). Resultó ser una tienda de
cachimbas y demás objetos de ciencia árabe. Nos subió a la planta de arriba donde había unas cosas
chulísimas, nos sirvió un té (que dijimos que no nos lo tomáramos todos por si era un narcótico y nos
quedábamos fritos y aparte de dejarnos en bragas, nos quedábamos sin algún riñón y a mí el clítoris
como un garbanzo en la boca de una vieja sin dientes). Después de hablarle del pequeño inconveniente
por el que no podíamos comprar nada (volver en tren hasta España, cosa que mucha gente se molestaba
en no creer) y seguir dándonos la paliza, se fueron diciéndonos que nos podíamos tomar todo el té que
quisiéramos, porque eran muy hospitalarios. Me compré un té de manzana (para hacerles algún gasto al
menos) y salimos, y ale, otra vez a recorrer el bazar y la misma operación.

Entonces llegamos a la puerta de una mezquita, tratando de huir de un tipo que perseguía a Nacho
riéndose de sus calcetines y diciendo que le comprara los suyos por un dineral, y Nacho le dijo que no le
daba más que 2 millones y el otro se ofendió mazo y se fue XDDDDD. Son unos teatreros de cojones. Les
falta la calavera de Hamlet, ¡me parto!

Tal que así pero en Izmir


Este hombre no sale de un sexshop, sino que sonríe porque sí, ¡¡porque todos son majísimooos!!

Y nos pusimos a mirar la mezquita así por fuera, porque no teníamos todas con nosotros de que un
grupo de infieles pudiera entrar, y menos con una pecadora semi-vestida como yo. En esto que salió un
viejecillo con un gorro y nos dijo que entráramos (a gestos), ¡¡súper simpático!! Así que pasamos al
jardín, donde estaba la peña haciéndose la purificación en las fuentes, y de repente el tío me señala la
cabeza, se echa las manos a la suya (menos mal que no a mi cuello como todos nos temimos) y pone tal
cara de susto que se me erizaron hasta los pelos que me había depilado antes de salir de España,
porque ya me veía lapidada en la mezquita. Entonces le digo “SORRYY” y me voy corriendo
xDDDDDDDDDDDDDDD y oigo que me llama Pablo - estaba el abuelo descojonado porque me había
gastado una broma el cabronazo xDDDD. ¡¡Aayyyyyy, me encantan los turcos!!
El gorro del yayo era como este, pero no llevaba rosquillas ¬¬

Nos hizo pasar a la mezquita (dejamos fuera las cholas y deportivas que teníamos en un estado tan
lamentable que nadie nos las robó, aunque sospecho que robar algo en una mezquita debe tener una ley
tensa que hace que pierdas todas las ganas de hacerlo) y me dijo (olé mi comprensión) que, aunque las
mujeres no podían pasar más allá de ciertas verjas, quería que nosotros lo viéramos, y nos señaló así las
cosas bonitas que tenían dentro (a nosotros nos parecía precioso todo). Luego salimos, adorando
Turquía, y vimos que había polis que para purificarse, se quitaban la pipa y todo, y nos aberramos de
que un psicópata la cogiera y nos asesinara. Dando mil gracias a nuestro anfitrión, nos fuimos a seguir
viendo la ciudad.
Capítulo Dieciocho

Al salir de la mezquita, hicimos un consenso mapero para ver qué más podíamos ver no fuera que
estuviéramos todo el santo día dando vueltas a la vorágine infernal que era el bazar, que todo sea
dicho, salvando a los pesaos que te querían vender hasta el turbante de su abuelo el califa Mohammed
V, tenía cosas súper interesantes. Entonces decidimos ir a lo que parecía un castillo, o mejor dicho, lo
que quedaba del mismo, que estaba justo encima de la colina que nosotros veíamos desde el hostal, así
que confiando en no conseguir vales para una conmoción cerebral debido al CALOR (húmedo) y a la
cuesta tremenda que había, nos pusimos a subir por unas callejuelas que hasta una tribu de gitanos
habría dado la virginidad de sus mujeres por no entrar.

¿Cómo describirlo?, pues evidentemente, no hay fotos. Todo casas blancas, súper encaladas, con trastos
colgando de todas partes, la basura hasta nos preguntaba la hora, gatos y perros despeluchados (los
gatos menos porque allí debía haber unas ratas tan gordas como yo en mi comunión) andando por ahí y
tirados al sol... En resumen, habíamos elegido la peor zona de la ciudad para ir al castillo: ¡¡¡los
suburbios!!! Nosotros sube que te sube, habíamos acabado con mil botellas de agua, pero en esa parte
no había una puta tienda (a ver quién tiene cojones) y nos paramos un rato, acojonados, porque
veíamos las cortinas correrse un poco para mirarnos mientras subíamos, y a veces alguna mujer o niño
salir a las escaleras para mirar el inusual festival de extranjeros que pasaba por la puerta de su casa.

Pasamos al lado de un taller donde un niño explotado estaba pintando de negro el cabecero de la cama.
El niño tenía las manos negras y pocos dientes distribuidos de manera aleatoria dentro de su boca, pero
nos miraba y sonreía, y decidí preguntarle con miedo a que se pensara que era una misionera y se
planteara abrazarme a cambio de un cacho de pan y me pusiera tan negra como Martin Luther King en
un plis-plas. Menos mal que hacía tanto calor que iba vestida de warra y el equívoco era harto
complicado. Evidentemente, el "Do you speak English?" fue contestado con la cara que pondría una
medusa en el asador donostiarra, así que pasamos al plan B y le enseñé el mapa. El niño no tenía ni
puta idea de dónde estaba o no se enteraba de lo que yo quería saber, así que pasamos al plan C, que
era "si no has muerto, puedes seguir buscando" y subimos, subimos, subimos. Vimos unos 8 moros dentro
de un coche (más bien una cafetera del año en que Alfonso XIII aprendió a afeitarse) en un carril de
aparente doble sentido donde hasta 2 bicicletas tenían problemas para pasar haciendo rally, pusimos
cara de susto (con la que seguimos subiendo), y vimos con pequeña alegría que las casas empezaban a
acabarse para dar paso a la cimita de la ladera, ¡¡nuestro objetivo estaba cerca!! Como pensamos que
habíamos dejado atrás la zona más chunga, pues nos pusimos en un parquecín idílico con niños jugando
y con un mirador desde el que se veía una parte de la ciudad, a hacer una foto, que aquí os dejo.
Nótese nuestra guía en las manos de Nacho, los calcetines de este mismo que revolucionaron el Islam y la cara de
Pablo mirando la carretera hacia ninguna parte por la que íbamos a subir. Ah, y la perla de Turquía al fondo ¬¬

Pues resultó que los niños que parecían niños, no sé si fue el ver la cámara o que, pero inmediatamente
se convirtieron en parásitos infantiles que nos pedían dinero e inmediatamente en delincuentes
juveniles que se pusieron a seguirnos, con algún propósito maligno. Nosotros suspiramos y seguimos
subiendo viendo cómo el rebaño de pequeños monstruos nos oteaba desde atrás. Llegamos a un
cementerio moro, con mil maldiciones en cada lápida, y seguimos andando al borde del colapso, sin
comer, sin agua y perseguidos por la tía de la guadaña y sus amigos critters.

Llegamos a una zona espectacular, llena de barberías (que no sé para qué, ya que todos llevan bigote,
juas - deberían llamarse bigoterías xDDD) por la calle, de bares, kebabs y de todo, y despertamos la
curiosidad general, porque yo creo que allí no había ido un extranjero en su vida, y todos a mirarnos y a
seguir hablando a grito pelado. Nosotros absolutamente FLIPANDO adelantamos un poco a una zona
llena de niños que vendían un líquido de colores que parecía estar sacado del sótano del Doctor Jekill y
que, aunque teníamos la lengua hinchada cual rana del desierto, no pensamos ni de lejos en probar. Y
pasó lo que tenía que pasar: los niños nos identificaron como los compradores del mes y vinieron todos
con sus botellas diabólicas a vendernos su brebaje con gritos de bereber. Yo dije "No, thanks" e
inmediatamente todos se pusieron a imitarme con algo así como "nozanxsss" y descojonados. Yo, más
cabreada que una mona, pensando por qué Atartuk no había esterilizado a la madre de esos engendros
que se habían unido a los que ya llevábamos por defecto y por lo que, en definitiva, montábamos una
extraña comitiva de tres guiris con gafas de sol seguidos por una cohorte de niños pobres con botellas
de colores riéndose cada vez que uno decía "nozankssss". Yo creo que lo único que nos faltaba era la
banda de música.

Por suerte, los de las botellas se disiparon y nos quedamos con los critters originales. Llegamos a las
murallas de la fortaleza, que resultó ser un sitio interesante con ruinas de no sé que castillo y varias
cisternas, y moros con niños no adiestrados en el mundo del crimen que hacían picnic plácidamente.
Dimos una vueltecilla y en esto que los jodíos críos, no se sabe cómo, al lado de una de las cisternas
encontraron una caja llena de collares. Claro, nosotros los vimos sacando una movida de no sé qué
hueco había ahí y de repente nos aparecen todos llenos de collares que, por supuesto, nos intentaron
vender xDDDDDDDDDDDDDDDD. Es que no nos lo creíamos, de verdad.
Así que decidimos irnos, y los niños se fueron a tratar de vender su recién adquirido botín a otros.
Bajamos por las calles infernales de nuevo, conseguimos agua antes de bajar y unas patatas de marca
"Pato", y con los gemelos como columnas del Agia Sofia, buscamos un kebab. Dentro del kebab había un
patio en le que había un chiringuito donde sólo se servía té y había un moro loco que nos quería llevar a
no sé donde. Le dijimos que patata y huimos, entrando de nuevo en el bazar, donde vimos una tienda
curiosísima que era de ropa para niños en las que les vestían de reyes magos o algo así. Debe ser una
especie de primera comunión o algo, pero vamos, una mezcla entre el traje del rey negro y los trajes
con los que se casan los gitanos.

Nos fuimos a un parque enorme que vimos en el mapa y en el que había una especie de parque de
atracciones y más moros haciendo picnic que, por supuesto, nos consideraron la diversión del día, hasta
que hartos de ver a 3 sacos de patatas tirados en la hierba, decidieron seguir a sus menesteres. Estaba
curioso ese sitio, aunque los mosquitos fueran del tamaño de los perros que no vimos y que habían
dejado todo el césped lleno de cacas, y había seguratas y todo. A mí me recordaba al IFEMA. Tras estar
allí un rato reposando las emociones y las cuestas del día, volvimos porque ya era casi la hora en que
habíamos quedado, y no pude por menos que hacerme esta genial foto, porque la ciudad no la olvidaré
nunca. Justo al lado de la estación, en la acera de enfrente del hostal, arriba la fortaleza con banderas,
y los minaretes de las mezquitas recortándose en el cielo (había más desde la otra acera). Pensaréis
que vaya mierda de cuesta, pero es que no os hacéis a la idea de lo a tomar por culo que estaba.

Al lado, jóvenes delincuentes en prácticas de robo con transporte ecológico


Fuimos al hostal y ¡dios! Nuestras mochilas estaban allí, y también Yerma, Pollo y Javi, que querían
comprar comida porque decían que habían comido una warrada que estaba malísima y que tenían
mucha hambre, así que se fueron a un kebab que estaba al otro lado del que fuimos la primera vez. Yo
me fui a un súper porque no me apetecía más kebab y me compré un ayran (¡¡¡que me chifla!!!) de litro
y medio para por la noche en el tren (¡¡¡dios, qué rico!!!) y viandas variadas para tomar frías (y que
conste que aún nos quedaban 2 paquetes de chorizo desde España que Pablo reservaba para una
extrema necesidad). Compramos algo de pan, a ver que pasaba con ello, no fuera que al chorizo al final
le tomáramos cariño y le indultáramos de nuestras fauces (iba listo).

En esto que vamos al kebab a buscar a esta peña y nos encontramos a los tres en una panadería, dentro,
en una esquina con cara de acojonados y con un moro gordo y bajito hablándoles en turco. Ellos nos
señalan con timidez, nos mira el moro, se descojona, les dice algo y se pone a darles besos a todos
XDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD. Yo me moría XDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD. Luego nos
contaron que le habían caído tan bien al tipo (le debes caer bien a todo el mundo cuando no te
entiende) y les había invitado (más bien obligado) a fumarse una cachimba y a tomar un té en su
panadería y estos, claro, no sabían explicarle que nuestro tren salía en 10 minutos, aunque Yerma lo
intentaba afanosamente.

Después de dejar al tipo quedándose tan triste, nos fuimos definitivamente a por nuestras mochilas, nos
despedimos de toda la manzana y marchamos volando hacia el corazón de Turquía.

P.D. Costumbres turcas I. Los moros desconocen los ceda el paso, en lugar de ello, pitan en cada
esquina.

Costumbres turcas II. En el barrio infernal no había casi coches, (el único que vimos fue el de los
psicópatas de Taxi Driver) no se sabe muy bien si porque era la hora de comer y, por lo tanto, la de más
calor, o simplemente porque los pobres no tienen coche.

Costumbres turcas III. Los semáforos en Izmir tienen cuenta atrás. Nos cuestionamos sobre si es un
entrenamiento para el lanzamiento de granadas, pero es un acojone estar cruzando y ver 5... 4... 3… y
las cafeteras de coches de por allí rugiendo con ganas de pasarte por todos tus encimas.
Capítulo Diecinueve

Érase una vez que se era, un tren lleno de turcos modosos y 6 extranjeros que llegaron con la lengua
fuera, cargaditos de bolsas de comida y mochilas mastodónticas, buscando sus asientos a gritos
mientras en la perla de Turquía (que afortunadamente en esos momentos dejábamos atrás junto a los
baby critters) se ponía el sol con mucho cuidadín. Para variar, nuestro puñetero compartimento estaba
el primero y, por culpa del moro besucón, habíamos estado a punto de perderlo, juas.

Era nuestro primer tren turco, y lejos de ver a los cerdos, cabras y gansos con quienes estábamos
seguros de que íbamos a compartir la noche, era flipante ver lo sumamente limpio y amplio que era, y
lo cuidadísimo que estaba, y encima por la patilla, ¡vamos, con el inter! Estábamos convencidos de que
debía estar viajando un ayatolah o algo, porque nos parecía imposible. Así que subimos los bultos a las
estanterías esas que vete tú a saber cómo se llaman, nos pusimos a inspeccionar el tren en busca de
jenízaros o algo peor y descubrimos una cafetería que ríete tú de la cena de los 3 ositos y Ricitos de
oro. Tenía de todo y a unos precios tremendísimos, lo que nos hizo arrepentirnos de nuestra gula
traidora que nos había hecho comprar víveres compulsivamente. Menos mal que luego cerró pronto y
dejamos de oler esas delicias exóticas, o moríamos con nuestro picnic infernal.

Nos sentamos y la jodida Izmir no nos dejaba ni a tiros, porque estaba allí, juas, no por grande, sino
porque el tren era lentísimo y nos hubiera adelantado hasta un penitente de La Meca haciendo
genuflexiones. Sabíamos nosotros que perfecto no iba a ser todo, así que bueno, tratamos de
distraernos con cosas varias hasta que descubrimos que detrás de Pablo y yo había 3 niñitas turcas que
no tenían ningunas ganas de dormir y que por suerte eran todo lo contrario del típico mocoso subnormal
que te vende Hollywood de los que debe estar plagado USA. Como no podía ser de otra manera, nos
miraban con una curiosidad tremenda (al tercer día de estar en la deep Turkiye ya te convences de que
no eres verde, ni tienes antenas, ni la cara llena de alguna extraña salsa barbacoa fenicia, ni ninguna
prótesis biomecánica saliendo de tu cabeza de la que no te hayas percatado, sino que te miran porque
les sale del orto y punto pelusa). Nosotros, cual bella actriz neoyorquina en isla tropical con gorila
hiper-hormonado, intentamos establecer contacto haciendo gilipolleces. Me puse a dibujar a la más
pequeña, porque era un descojone de niña con una sonrisa cachondísima, se lo doy, me mira, y se va
corriendo a enseñárselo a la madre, que se parte el culo y me hace un gesto así como de
agradecimiento. Me doy la vuelta y me da la hermana mediana que ella también quería un dibu.
Siempre digo que en vacaciones no curro, ¡pero coño! la cabra siempre tira al monte y a veces a
Turquía xD, así que me tiré toda la noche dibujando para nuestras simpatiquísimas vecinas y su
sonriente madre. Javi se puso a jugar con la pequeña y todo el mundo que intentaba dormir se puso a
echarles la bronca y la niña jodía despollada a gritos. A todo esto, intentábamos hablar con la niña
mayor, que chapurreaba un poco (MUY POCO) de inglés, pero con nuestra fabulosísima guía y las frases
de "Sobrevive en Turquía a pesar de llevar esta mierda de guía" nos íbamos entendiendo.

Así estábamos de entretenidos cuando va y pasa un tío con un carrito y nos planta a todos un zumo y
unas galletas XDDDDDDD. Turquía te da la meriendaaaaaaaa. Para que aprendan Nutrexpa, Europa y sus
malditas tacañerías que en mi puñetera vida me han dado más que una botella de agua gratis y era eso
o pagar la repatriación de mi cadáver, que probablemente les saldría más caro a estos malditos arios
que tenemos pululando en el viejo continente. Y de repente llega una de las niñas y me da unos
pendientes súper chulos, de las máscaras griegas que simbolizan la comedia y la tragedia, pero como se
trataba de mí, sólo eran las de la comedia XD. Yo, avergonzadísima tratando de explicar (toma castaña)
que les dibujaba porque me apetecía hacerles dibus y que no podía aceptar nada, y ella trataba de
explicarme que su madre le decía que a ella le apetecía regalarme los pendientes y que no pusiera más
pegas de occidental pestuza, así que con mucha ilusión, ¡¡me los guardé!!
Turkish girls engatusadas por visitantes misteriosos mientras el resto del tren lucha por
mantenerse alejado del mundo de la tetraplejia a causa de los asientos diabólicos

En esto estábamos cuando llegó el padre, que si me dicen que es de la Guardia Real de Hussein de
Jordania me lo creo y todo, porque llevaba el uniforme bigotero de rigor. Le encantaron mis dibujos y
nos dijo que, por favor, fuéramos a la cafetería, que nos quería invitar a tomar algo (todo esto con la
inestimable colaboración de la guía), y nosotros que no, por favor, no podíamos aceptarlo porque
probablemente nuestro sueldo superaba con creces a los de esa familia, pero nos insistió tanto que no
pudimos dejar de ir. Allí fue genial, porque eran simpatiquísimos. Sacamos los mapas y les explicamos
todo nuestro viaje y estaban encantados. No se enfadaron cuando yo, con toda mi habilidad, les ofrecí
chorizo, y luego, pensando que en ese momento si lo probaban, sería ejecutada al momento por inducir
al consumo de alimentos prohibidos, les dibujé un cerdito XDDDDDDDDDDDD. Yo creo que estaban
flipando y preguntándose qué coño le habían echado a mi Pepsi. Menos mal que Nacho con su don de
gentes, acompañado de la guía beatífica, me salvó los pólipos de la garganta y el resto de cosas que
tengo ahí dentro ¬¬.

Debía ser ya la una y así cuando volvimos tratando de dormirnos. Esta gente nos dijo que se bajaban en
Eskisehir y que nos despertarían, así que tratamos de dormir en esos asientos - la pesadilla de los
narcolépticos, porque, a pesar de caber 5 o 6 veces la novia cadáver, estaban diseñados para no dejar
adoptar la más mínima comodidad si tratabas de dormir.
Capítulo Veinte

Nos despertamos llenitos del precioso amanecer turco, en esos asientos del demonio que
probablemente habían roto más cuellos y articulaciones que Bruce Lee en todas sus pelis chinas, por lo
que el amanecer, aunque bonito, nos pareció odioso, ya que si a ese tormento se le puede llamar
dormir, lo habíamos hecho de 4 a 5 horas como muchísimo y las ojeras nos arrastraban por el vergel
colindante. Así que nos despertamos con ganas de suicidarnos y esperamos pacientemente a llegar a
Eskisehir, que faltaba un cuarto de hora o 20 minutillos (en los que el tren avanzó unos 20 metros),
mientras nuestra querida familia turca se levantó también, muy sonrientes, y las niñas ahí súper sopas
xD.

Era lo más profundo que entrábamos en la Anatolia y, la verdad, por lo único por lo que mostrábamos
interés era por comer, así que nos despedimos de esta gente y, tras tratar de reservar asiento para el
siguiente tren a Istambul, sin éxito, nos fuimos a la cafetería de la estación a embutir y coger al menos
algunas energías en nuestro demacrado estado. Fuimos al tipo y con gran sorpresa hablaba inglés. Esto
me ayudó mucho cuando el muy hereje me fue a hacer un chocolate con AGUAAAAAAAA. Yo me puse a
decir "stop, please ¡use milk!" y el tipo estaba anonado ante la idea. Casi le mato, pero al final le
convencí de que lo probara, que estaba mucho más bueno, y me prometió que se lo haría. Mientras,
habíamos establecido relaciones con él y nos contó que Eskisehir era una ciudad universitaria, llena de
gente joven (al menos en invierno). Le contamos que saldríamos a verla, pues teníamos 5 horas, y que si
sabía de algún sitio donde dejar las mochilas y el tipo, súper majo, llamó a un amigo suyo de una
cafetería-terraza que había enfrente para que dejáramos nuestras mochila en medio de todo, debajo de
unos trapos y alfombras de muchos colores xD.

Salimos a ver la ciudad que, la verdad, sí que parecía bastante occidentalizada, cuando empezaron a
pasaron aviones de guerra en pelotón por encima de nuestras cabezas xDDDDDDDDDD. Nosotros
estábamos acojonados, pensando que ahora sí que sí había empezado la guerra y que seríamos rehenes
fiambres en pocas horas, pero seguimos adelante y las calles empezaron a llenarse de la típica gente
que se levanta pronto. Había bancos en los que había unas colas tremendas que nos hicieron pensar que
había un golpe de estado o vete a saber el qué y que la gente estaba sacando todos sus ahorros.
Mientras, los aviones iban y venían zumbando amenazadoramente.

Nos fuimos al bazar y descubrimos en un cartel enorme ante la escrutadora mirada de Atartuk que dos
días más tarde iba a ser el día turco de las fuerzas armadas, y de ahí que en todos los establecimientos
hubiera miles de banderas turcas (¡¡y me compré una chulísima!!) y movidas así súper raras de
promoción de “el turco se convierte en Rambo pero al revés”. Compramos una especie de pastelitos,
que algunos estaban súper buenos y otros parecía que te estabas comiendo el neumático de un 4x4 de
la Guerra del Golfo, pero en un interrail de tanta carestía nocturna debido a las distancias y a los
horarios, a lo largo del viaje acabaron cayendo (probablemente junto a varias caries, ya que debían
tener un 99% de azúcar y un 1% de misterio). Entonces empezamos a oír de nuevo los típicos gritos de
moros hipercabreados que odian a todos los infieles y, que si los ves en el telediario, suelen ir
acompañados de toda clase de artillería y alguna que otra momia, así que como estábamos seguros de
que los enemigos de Cristo serían probablemente enemigos nuestros, nos hicimos caca y nos fuimos a
otra parte de la ciudad, a buscar un súper para comprar comida.
La otra parte la city estaba mucho más tranquila y encontramos nuestro generador de avituallamiento.
Nos fuimos a la parte de los embutidos y ¡¡qué decepción!! Los malditos islámicos estos no ven el cerdo
ni en pintura, así que tenían una especie de fiambres misteriosos de pavo, pollo y un animal raro que yo
no sabía si era un ñu o el demonio cojuelo. Esto lo averiguamos tras pasar un rato mirando los dibujos y
fotos de los fiambres envasados y aprendernos la manera turca de escribirlos (Hércules Poirot a nuestro
lado era un aprendiz de detective, juasjuas) y, por supuesto, con la ayuda de nuestra inestimable guía.
Así que nos aberramos, me compré otro ayran de litro y compramos un queso o no sé qué historias. Yo
tenía tanta hambre que me comí el mío incluso antes de coger el tren; Yerma y Pollo pillaron un kebab
porque querían algo “cocinado”, o al menos que no pareciera que se fuera a ir corriendo cuando lo
masticabas, y Javi y Nacho no pillaron nada y casi mueren de hambre en el siguiente tren.

Total, que como nos habíamos separado, fuimos volviendo a la estación a tirarnos porque estábamos
reventados. Esperábamos el tren como agua de mayo para ir durmiendo felizmente cuando se nos
acercó un chaval pelirrojo muy simpaticón y sonriente que se puso a tratar de hablar con nosotros con
las tres palabras que sabía en inglés. Nos contó que se llamaba Ahmet y que tenía 15 años, y estuvimos
un ratillo de conversación con él mientras zampábamos pistachos. El tío estuvo en cuclillas todo el rato
y le dije que se sentara sobre sus turcas posaderas o le iba a dar un coágulo o algo peor.
Evidentemente, no me entendió, y tras hacerle demostraciones prácticas de como sentarse con menos
riesgo para su salud, se sentó una vez como yo le decía, y dándome por contenta, volvió a su posición
inicial, así que le dejé con sus futuras apoplejías.

Guest starring, Ahmet, nuestro turquito pelirrojo en su nada cómoda postura, y Pollo, Nacho,
yo y, en el suelo, vestida de naranja, nuestra valiosa guía ¬¬

Era gracioso, porque justo a la espalda del que hizo la foto estaban los familiares del muchacho con sus
pañuelos y todo y, de vez en cuando, le decían algo a gritos que a nosotros nos sonaba como “Deja ya a
esos putos occidentales”, pero no pegaba porque nos sonreían y él les respondía algo que no nos supo
traducir, así que nos quedaremos eternamente con la duda de si querían liquidarnos o no.

Cuando vino el tren todos se pusieron a correr para meterse como si les persiguiera Arguiñano con un
solomillo de cerdo, y nosotros, pues hicimos lo mismo...
Capítulo Veintiuno

Tal que todos los moros se metieron, y sumados a los millones que ya había dentro, hacían un total de
pocas posibilidades de éxito en el juego de las sillas, sólo que no había música y sí horas y horas sin
dormir y con el cuello fracturado allí en la dimensión Habibi. Nos pusimos a buscar sitio, pero estaba
todo pillado y ultra-reservado a más no poder. La proverbial invasión de La Meca había parecido
reactivarse y nadie podía quedarse en casa, ¡alegría!

Así que, como retrasados, nos pusimos a dar vueltas al tren de arriba abajo. La gente nos decía cosas
que obviamente no entendimos, hasta que encontramos al revisor, y tras mirar los billetes como si
fueran cromos de Pokémon, preguntarnos algo en turco, y dirigirse al resto de parroquianos que
empezaron a hablar en voz alta y a señalar a todas partes, nos fuimos al vagón de al lado con él, que
debía estar maldiciendo al profeta por que hubiéramos tenido la suerte de caerle a él en su turno. Dijo
algo en voz alta y de repente vemos que nuestro amiguito pelirrojo levanta la mano, y es que el tío
había preguntado si había algún traductor de inglés y todo osado el chaval (y con más ganas de ayudar
que de autocrítica xD) se había ofrecido. Nosotros pensando que de la sartén a las brasas, íbamos a
estar todo el trayecto para traducir una frase y lo que queríamos era que nos dejaran morir en algún
lado tranquilamente. De repente vemos que un tipo que os juro por las babuchas de Abderramán II que
era clavado a Kevin Spacey y encima... ¡¡¡hablaba inglés tan bien como él!!! nos explicó que si no
teníamos billete, había gente que se bajaba y que nos guardaban el sitio. Nos ofreció su asiento a las
nenas (aunque no sé cómo nos identificó, porque éramos lo más parecido en el mundo a una escobilla
de retrete después de haberla usado la madre de Dumbo). Nosotros le agradecimos su colaboración
profundamente y tratamos de buscar una tumba con forma de asiento y allí nos quedamos mientras el
tren se iba llenando por momentos. Es que era increíble. Ni en el cumple de un niño judío en
McDonald’s he visto más gente entrar en un sitio.

Nos fueron echando de donde tratábamos (sin éxito) de dormir y poco a poco se empezaron hasta a
acabar los entre-vagones xDDDDDDDDD. Si es que no cabía nadie más allí, y venga a entrar moros, que ir
a Istambul está de moda. Nosotros de verdad que queríamos morirnos. Yo me puse mi mp3 y me quedé
ahí que parecía que meditaba, aunque en realidad ni me llegaba el riego cerebral a la cabeza. ¡¡Nos
tuvimos que levantar porque no se cabía sentado en los entre-vagones!! Si es que era infernaaaaaaaaal.

De repente se levantó Kevin y nos dijo que, por favor, nos sentáramos las chicas en su asiento, que él se
bajaría pronto y que nos veía un poco infernalizados. Nosotros se lo agradecimos y nos insistió tanto que
nos dejamos, aunque nos estuvimos turnando cuatro, ya que Nacho estaba entablando contacto con
Ahmet y dos turcos más, y Javi estaba aberrado en algún otro lugar desconocido. Total, que nos
sentamos Pablo y yo (los asientos son grandes como hamacas y duros como cojones de eunuco en un
relicario) y en esto que se nos planta al lado una familia que debían ser 500, y todos, pero todos,
¡¡¡¡con la misma cara de lechuza!!!! Lo curioso del tema es que se amontonaron en 2 asientos todos,
con millones de paquetes que llevaban, y los 2 niños lechuza, que encontraron en los guiris misteriosos
con ojeras negras hasta los calcetines negros un entretenimiento singular al que mirar fijamente
durante horas. Así que así estábamos, mirándonos fijamente los niños lechuza y Pablo y yo. Luego nos
cambiábamos de sitio y Yerma y Pollo tanto de lo mismo xDDDDDDDD. Yo me descojono ahora, pero en
aquel momento les hubiera matado a todos con su cara de calcamonía de rapaz nocturna (que a su vez
era el malo de Twin Peaks ¬¬) en el acto, porque miraban nuestro asiento con ojos golososísimos cada
vez que tocaba cambio de guardia.

Al rato, nuestro Kevin-asiento también fue ocupado, y nos volvimos a mudar sin rumbo y desquiciados
por el Orient Express, cuando la gente empezó a rejuntarse en sus asientos para dejarnos sitio (al loro
el careto que llevaríamos). Se pusieron los hijos con los padres, las amigas con las amigas, y nosotros
llorando de tal felicidad que hasta oíamos las trompetas del paraíso (las vírgenes no, que no cabían).
Así que tuvimos más o menos una horilla de descanso, en la que el revisor se puso a hablar con nosotros
del... ¿¿¿Real Sociedad??? xDDD Yo me quedé medio dormida y llegamos casi solos a Istambul. El bajar
del tren, llegar al estrecho del Bósforo y ver el sol en su ocaso recortando al fondo las siluetas de las
mezquitas era el mejor premio al que podíamos aspirar: habíamos llegado a la meta del viaje,
ISTAMBUL, tras 22 horas de viaje llenas de circunstancias que implicaban desde la más extrema
violencia a la más dulce generosidad de un país, ¡¡¡¡¡¡ayyy, mi preciosísima Turquía, nunca olvidaré ese
atardecer!!!!!!
Las mezquitas, ¡¡dios, la caña!! Aunque recuerdo que había más sol
y Javi hizo la foto cuando vinieron las nubes ¬¬
Capítulo Veintidós

El estrecho del Bósforus es una especie de recinto para los coches de choque en su versión hundir la
flota, porque te pasan los barcos al lado.

Los barcos de choque, aquí, el agua del averno, abajo

Aún recuerdo las voces de "el petroleroooooooooooooo" que teníamos delante y que yo estaba segura de
que íbamos a acabar adornando con los dientes, porque es que nos pasó al ladito, ¡¡buff, agonía!! Al
menos hubiera muerto habiendo encontrado un sitio más espeluznante al que caerte que el estanque de
El Retiro, porque el agua estaba negra como mis calcetines y llena de bancos de medusas que parecían
un festival de huevos fritos (con yemas de colores) ¡y qué coño! ¡Daban mazo de hambre!

Atracamos en la parte occidental de Istambul y lo primero que ves es una especie de mini-mercado que
hay allí en plan top manta, pero en top mazorca, top melocotón y demás, y los botes que están allí en
la orilla con las barbacoas a todo gas vendiendo bocatas de sardinas (aunque estoy segura de que de allí
saldrían hasta dragones como poco) que pescan en el estrecho. Son la versión maligna del Capitán
Pescanova, juasjuas. A nosotros todo nos parecía un auténtico caos.

No sabíamos dónde andar, ni a dónde ir, ni dónde demonios estábamos, ni en qué estado saldría nuestro
cadáver en el caso de que nos cayéramos al mar, así que recurrimos a nuestro oráculo (la súper guía
naranja) y este nos dijo que nos dirigiéramos a la zona de Sultán Ahmet. Y allá que fuimos, llevándonos
la gratísima noticia de que la estación estaba justo al lado, así que paramos para decidir nuestra vuelta.
Nos dijeron que las líneas de trenes búlgaras estaban inundadas y que había un pitote de cojones, así
que ya lo solucionaríamos en otra ocasión. Tiramos para arriba y encontramos un hostel cerrado.
Seguimos subiendo y encontramos a la bellísima Agia Sofia y la policía al lado, así que les pregunté y
nos dijeron que teníamos que bajar. Bajamos y nos dijeron que teníamos que subir, y mientras
debatíamos a gritos si quedarnos en un hostel coreano que nos quería sacar el alma monetariamente
hablando, pregunté a un vendedor de puffs que había por la calle y me recomendó cómo ir a Sultán
Ahmet, tras decirme que si me iba a follar a los cinco con los que iba (Yerma incluida), que pidiera una
cama bien grande y que luego cuando no lleváramos las mochilas, que le pasáramos a comprar un puff.
Subimos un poquito más y vimos a un turco loco haciendo el Mel Gibson con un coche de lata en las vías
del tranvía y dos tranvías cruzados que estábamos seguros de que uno de ellos iba a explotar en
cualquier momento en plan Hollywood, juas, pero no se sabe cómo, se solucionó y descubrimos la calle
por la que nos habían dicho los polis y que habíamos confundido con la que habíamos subido (patético
xD).

Los cerezos nos recibían y la mezquita azul nos esperaba. ¿A que parecemos limpios y todo? Pues no,
porque detrás a nuestro paso, donde había cerezos, quedaban flores podridas xD

Llegamos a la zona de los hostels, que mola mogollón, porque está llena de sitios y terracitas súper
chulas en plena calle y en la misma calle del hostel igual: todos los turcos vendiéndonos hasta las
cenizas de sus abuelas (que Alá les reconstruya el himen para que vuelvan a ser vírgenes de nuevo) y
saludándonos, ¡¡qué gente más maja y más comercial!!
Llegamos al hostal y en recepción estaba un tipo que era un kurdo hijo de su puta madre, tonto del culo
que debía estar resentido con algún gobierno occidental y lo pagaba con los turistas el muy gilipollas
(de que era kurdo nos enteramos después) al que intentamos regatear y nos mandó a paseo, pero al
final nos quedamos allí porque teníamos una habitación con todas las comodidades para nosotros 6
(incluyendo el plan sexual del moro-puff). Fuimos a quitarnos la roña, para lo que vimos que sería justo
y necesario utilizar un Nanax y subimos a la mitad de la pedazo de terraza que teníamos (desde la que
veíamos la cúpula de Agia Sofia a un lado y la de la mezquita en la otra) a comer algo, cuando de
repente empezaron a llamar a la oración los mujahidines, y os juro que, ¡¡¡¡¡¡qué pedazo de momento,
que mis bragas no se me cayeron, sino que se fueron a hacer puenting!!!!!!

La terraza de moda, moros like a prayer behind, antes de partir en la misión galáctica de islamizar a los
marcianos con sus cohetes interplanetarios, antes llamados minaretes de las mezquitas xDDDDDDD

Tras llorar de emoción y comprobar que no se nos había gangrenado ningún miembro durante el viaje,
nos fuimos a descubrir los misterios de la noche turca...
Capítulo Veintitrés

Al subir la calle cuando ya era bastante de noche, nos encontramos con que los bares-terraza que
habíamos visto de día estaban súper concurridos y había espectáculo y danza de derviches. ¡Qué mareo
de peña, por favor! Parecía que de un momento a otro iban a empezar a vomitar en plan niña del
Exorcista, ahí para todos lados. Cuando nos cansamos de verles, nos fuimos. Había espectáculo en la
mezquita azul, que estaba iluminada de diferentes colores y alguien leía cosas en alto, ¡¡muy curioso!!
Cuando llegamos y estaba roja, parecía que iba a salir el demonio de dentro, el Mahoma que se nos
cabrea por hacerle dibus xD.

Bueno, salimos de la zona de oración-fiesta y paseamos buscando algo que llevarnos a la boca y que no
fuera un miembro de algún turco, que los veíamos bien dispuestos Yerma y yo. Subimos la calle para
arriba y vimos un McDonald’s barato. La tentación era muy grande, así que Pablo y yo nos dejamos
llevar por la llamada del payaso de traje hortera y estos se comieron un kebab que no tenía nada de
buena pinta, aunque parece que les gustó. En los McDonald’s turcos tenías unas bolitas de patata
tremendas y la tarta de manzana era de mermelada de cerezas, ¡¡¡juas, estaba buenísima!!! Está claro
que al payaso Ronald en España le falta el kaftán, me parto xD.

Seguimos nuestro paseo y llegamos a una especie de terraza que al principio no sabíamos lo que era,
porque estaba llena de lápidas escritas en Times New Armenio e iluminadas, y luego descubrimos que
daba a una especie de patio lleno de teterías y cachimbas, juas, ¡qué bonito! ¡Estaba tan lleno de
colores que parecía un gay parade! Entramos a pedir un te-tang (¿he explicado ya lo que es esto?) y
unas cachimbazas frutales, y así a lo tonto nos pillamos un contento tremendo. Empezamos a hablar con
el camarero, que era un cachondo súper simpático o trataba de que le diéramos la propina que no le
dimos, nos contó muchas cosas y nos hicimos fotos con él...

Nuestro camarero nos envolvía en su abrazo de capa de Batman


Y va el tipo y nos presenta a un amigo suyo que había estado en Japón y que hablaba japonés de pm, y
este nos presentó a su vez a otro turco que a mí me recordaba a Jesucristo y que me llamó a donde él
estaba y me pidió matrimonio xDDDDDDDDDD. Yo no me lo podía creer. El tipo diciéndome que seríamos
mazo de felices y estos cabrones enfrente descojonados. Yo ya me imaginaba con la mezquita adosada
a la casa y un par de camellos en el garaje, y ni que decir tiene que se me apareció el espíritu de Ana
Belén ¬¬, que no me dio nada, pero nada, de buen rollo.

Yo y mi pretendiente, sin más declaraciones que la suya propia

Al final, como me insistió tanto, le dije que me lo pensaría y le di mi móvil, y ahí empezó la gran
olimpiada de los mensajes turcos, que aún hoy en día me siguen llegando, porque entre el tipo este y
todos los demás, ¡qué infierno, por favor! La mayoría te miran de arriba a abajo, dándoles unos
segundos más a las tetas y al culo si compete (si vas andando y te hacen el turn around). Si estás cerca
te miran a los ojos, y si los ven claros ya sí que la has cagado que no te los quitas de encima (hay que
probar la fórmula de tener los ojos claros y ser bizca, a ver si hacen el mismo efecto xDDD). Después de
un rato más garrapateando con los turcos, nos fuimos al hostel, que fue cuando se me presentó mi
segundo y más mítico fan: el capitán sobacos.

El capitán sobacos capitaneaba una panadería que estaba abierta todas las horas que permitía El Corán
y prohibía el judaísmo, y él era el encargado del turno de noche. Era un turquito bajito y sonriente de
unos 35 años, con camiseta blanca de tirantes que enmarcaba las partes del cuerpo que le dieron
nombre, y al que le regateé una Coca Cola (tratando de no asfixiarme, ya que es difícil que la misma
boca regatee y respire a la vez, pero lo conseguí) y un ayran, y después de estar media hora contándole
en inglés lo mucho que me gustaba el ayran, descubrí que sus conocimientos anglosajones se limitaban
exclusivamente a “hello”, “yes”, “no”, y los números del 0 al 10.000.000, y que algo mal habría
entendido, porque me juró amor eterno por lo menos. Así que empezó a abrazarme, y yo veía que
perdía el sentido y que me volvía de color verde, y estos cabrones en su cachondeito habitual.

Al final, nos fuimos diciendo que queríamos dormir, que estábamos cansados (a saber qué puñetas
entendió) y vimos las mezquitas de noche, con casi nadie, salvo unos vagabundos durmiendo en bancos
y los millones de gatos y perros callejeros que hay en Istambul y nos pusimos a hacernos fotos con ellas
(con las mezquitas, entiéndase).
Agia Sofia de noche, Nacho en plan diosa del mal hindú y luz estropeándome la foto

La mezquita azul en alerta amarilla, mei dei, abandonen la nave, ¡¡¡ va a explotar!!!

Al llegar al hostel, y después de estar unos breves instantes en nuestra terraza, nos fuimos a dormir,
que ya era día y hora de tener una cama bajo nuestros huesos machacados y glúteos reafirmados.
Capítulo Veinticuatro

Maldiciendo los despertadores que nos decían que, o nos levantábamos, o nos quedábamos sin
desayunar, subimos (unos cuantos) a la terraza a disfrutar del desayuno turco, consistente en huevos
cocidos, pepino, tomate, mantequilla, miel, pan infernal y quesitos, que aunque eran de "la turca que
ríe", estaban tremendísimos. Luego había zumo Tang, leche o algún café así lleno de infidelidades a
Juan Valdez, pero como Nacho se toma cualquier cosa que lleve alguna circunstancia de cafeína, se
tomó un par. Después nos pusimos algo respetable (yo es que en los hostales suelo ir poco respetable
xD) y nos fuimos a visitar las mezquitas, que estaban tan cerca que eran de la comunidad de vecinos.

Allí, cuál no fue nuestra sorpresa que no nos habíamos vestido todo lo respetables que debiéramos, y en
la mezquita azul empezó nuestra particular Pasarela Cibeles estilo Bucarest. Tal que entras y te dan
una bolsa para los zapatos, porque si la peña los dejara ahí, muchos turcos tendrían un floreciente
negocio de zapatería. A las chicas que no van a la moda del Corán, las entrapan (dícese del acto de
poner trapos a una buena persona XD) para que no enseñen un sólo centímetro más de la cuenta de su
anatomía. Así que, de esta guisa entramos Yerma y yo en la mezquita azul ¬¬.

Nuestras modelos llevan un conjunto azul celeste para


ir a juego con el edificio que iban a visitar
Las mezquitas son increíbles, aunque huelen a pies como los tatamis de los gimnasios, pero con varios
siglos de antigüedad "aromática" (calcula cómo debería oler el día en que se entrenó Bruce Lee si no le
hubieran pasado nunca una mopa ¬¬). Vamos, no sé cómo se están agachando continuamente hacia La
Meca sin morir o sin que una garrapata les salte a un ojo. Estuvimos un ratillo y nos fuimos, y es que las
mezquitas son más rápidas de ver, aunque más exóticas de disfrutar. En las iglesias cristianas te
encuentras a San Pedro de carnaval, San Pedro comiendo chorizo, San Pedro con niño mesías en hombro
izquierdo caminando entre los leprosos... Vamos, que tienes una variedad de San Pedros que lo flipas,
mientras que en las mezquitas, el profeta brilla por su ausencia. Recuerdo en las iglesias suizas y
austríacas, que ni uno ni lo otro, y son más sosas que su puta madre. Total, que nos fuimos a ver Agia
Sofia y nos cobraban por entrar, así que, como era carillo, nos esperamos para decidir si ver el Palacio
Topkapi o Agia Sofia, y nos fuimos a ver el Gran Bazar, ¡¡juas!!

Bueno, el Gran Bazar es como el laberinto del Minotauro, sólo que imagínate un millón de minotauros
que no hablan tu idioma y que serían los más felices de la vida al venderte una camiseta y una chapa de
"I love Minotauro" y a su mamá vaca si la aduana le permitiese a la gente sacarla del país. En el bazar de
todo hay y todo se regatea, además de que los comerciantes son súper pesados porque saben que si no
les compras en el momento, luego ni de coña vas a poder encontrar la tienda de lo grande que es y la
de pasadizos que tiene. Por ahí andábamos, enamorándonos de todos los juegos de té, los puff-puff, los
cojines, las lámparas, ¡¡ayyyy, Ikea turco ya!!

Torciendo esquinas y recodos misteriosos dimos con una tienda de cachimbas, ¡¡¡y qué tienda!!! Joder,
si no había mil cachimbas y aparte 500 cachimbas en trozos, no había ninguna. Nos metimos a ver cómo
estaban de precio y demás y nos enseñaron algunas preciosas y ale, nos planteamos el comprarla, así
que nos sacaron los tés y nos pusimos a regatear los 45 euros que nos pedían por cada una y con los que
UNICEF podía haber erigido 7 escuelas en Kurdistán. El turco que era mayor y muy sonriente, que no
hablaba nada de inglés y que se había puesto a hacerme fotos con el móvil, que o pensaba que a mí me
daba igual o le importaba tres pares de cojones lo que yo opinara sobre que me hiciera fotos, era el
dueño de la tienda y se limitaba a esos menesteres, mientras el que parecía el hijo se molestaba en
llamar a Nacho catalán porque le estaba rebajando mucho dinero y por nuestra culpa su familia iba a
tener que cerrar la tienda. Se puso a llover a mares, así que decidimos regatear al menos hasta que
parase la tempestad y volvieran Yerma y Pollo, que estaban mamoneando por ahí. Yo discutiendo con
Pablo que cuál cachimba me molaba más y quién coño iba a cargar con ella, y al final nos llevamos tres
cachimbas, nos regalaron un carbón (que no funcionaba, porque el tipo este debía tenerlo allí desde la
caída de Constantinopla y nos la dieron con queso) y un paquete de tabaco (el mío era de melón , pero
el tabaco de café capuchino de Nacho era absolutamente infumable - nunca mejor dicho xDD) y la
manguera es una pasada.
Os dejo una foto hecha a posteriori, aunque no se aprecia mucho lo súper bonita que es.

Mi cachimba (entre los accesorios que incluía no se encontraban mis piernas a los lados,
pero sí el tabaco de fresa sobre la mesa)

Al final mi nuevo enamorado no se contuvo y me pidió si me podía hacer una foto con él, y yo, como me
debo a mis fans, me la hice para la posteridad turca, me parto. Al salir debían haber pasado al menos
40 minutos, qué tremendo regateo, y decidimos ir a comer algo antes de ir al mercado de las especias.
No olviden mineralizarse y ultra-alimentarse

Al final no hubo mercado, porque nos fuimos a cruzar el puente de Gálata para ver la torre de Gálata y
más mezquitas, así como alejadas del centro, pero oímos la llamada a la oración, así que tratamos de
entrar para ver rezando a los moros, ¡¡y nos dejaron!! Yo me colé toda felizona cuando me para un
guardia, y creía que me iba a meter donde rezan las mujeres, pero no, toma castaña, me quería vestir
como a la Nancy Sultana, con unos trapos usados de toda clase de caridades para que no les hiciera
entrar en pecado. De modo que, con todo el temor de ser consumidas por una manada de ladillas
asesinas, Yerma y yo entramos así a la siguiente mezquita, viendo como Alá era adorado y los moros
iban entrando poco a poco en la apasionante aventura de la artritis.
Era un momento de gran devoción y de gran duda higiénica XDDD
Javi pensaba en quién sería la chica pobre con cámara digital que le hacía una foto XD

Salimos dejando las ropillas para otra turista que enseñara los hombros a los hombres y cruzamos el
Bósforo. Bajo el puente vimos el carnaval de las medusas, con dibujitos tremendos, y mogollón de gente
pescando (probablemente enfermedades aparte de peces con cabeza de cangrejo y alas de murciélago),
y nos compramos un par de pulseras (que una a Pablo se le deshizo la mitad en la ducha). Vimos la torre
y en la puerta conocimos a un español súper viajero que llevaba unos pantalones que nos contó que se
había comprado en Afganistán y que se les transparentaban los genitales al sol. Era majísimo. Había un
turquito muy simpático, al que estaban echando los guardias todo el rato, que quería limpiarle las
sandalias al de los pantalones eróticos, ya que todos nosotros llevábamos cholas y evidentemente no
podía ser (aunque dudo que por más betún que nos untase nos quedaran los pies más negros de lo que
los llevábamos después de estar andando todo el día por Istambul). El turquito se hizo amigo de Pablo y
le regaló su juguete. Le dijimos a Pablo que le diera algo de pasta y el chaval se ofendió mogollón.
El turquito, víctima de la explotación infantil, con las gafas de Tim Burton y Tim Burton al lado

Después dimos una vuelta tremenda, volvimos por otro ponte, anduvimos millones de kilómetros,
llegamos a un acueducto muy famoso que estaba más negro que la cueva de Alí-Babá, vimos la moda
turca en su más estricto sentido y encontramos otra mezquita hiper-alejada del centro, llena de
jardines. Entramos también, porque somos muy cotillas, y la novedad de esta es que no sólo se
molestaron en taparnos a nosotras, sino que travistieron a todos mis amigos XDDDDDDDDDDDDDDDD.

Moda temporada invierno-invierno, porque para las mujeres allí siempre es invierno ¬¬
Trans-Turquía

Después salimos y nos quedamos un rato oyendo la llamada a la oración en los jardines de la mezquita.
Al cabo del rato salimos y nos metimos por las calles más sucias y oscuras, que ríete tú de las calles de
la peli de Batman. No había ni dios y estábamos seguros de que de esa sí que no salíamos, pero al final
llegamos a la civilización, comimos algo y nos fuimos al hostal, porque estábamos literalmente
reventados. Nos duchamos, nos dimos una vuelta cerca para comer algo más y tratamos de activar la
cachimba, que con esa mierda de carbón no tiraba ni para atrás. Al final, nos rendimos y unos nos
fuimos a dormir mientras Nacho y Pablo se quedaron a ligar con unas australianas, juassss.
Capítulo Veinticinco

Nos levantamos con menos ganas que el día anterior, puesto que el desayuno ya no era un suculento
misterio sino una calamitosa realidad y veíamos que nuestra metamorfosis en conejo iba a producirse
tan rápido como se acababan los quesitos del buffet, claro que desayunar con esas pedazo de vistas
también era bastante tremendo, y aunque no quitara el hambre (ni las ganas de comer algo que fuera
mínimamente sabroso), te consolaba.

Fuimos con mazo de pachorra y acabamos otra vez no se sabe muy bien cómo, en el bazar. De hecho, es
que no tengo apenas información en mi cuaderno de ese día, salvo un par de frases célebres que
reseñaré aquí, porque fijo que algún día aparecen entre las citas de grandes hombres (mujeres hiper-
hormonadas incluidas).

- Me corro en tu rimmel. (No sé a qué hace referencia, pero me asusto sólo de pensarlo).

- Estoy tan caliente que me meto una mazorca por el papo y salen palomitas. (Esto era en referencia al
calor, mal pensados, y sólo ha sido superada en brutalidad por una dicha en mi interrail de la zona C,
cuando nos perdimos por la selva negra a las 2 de la mañana y rechazamos un motel de chinos por culpa
de la parte aventurera del grupo. La frase en cuestión es "Pablo está tan cabreado que me acabará
grapando el coño a un árbol").

Fuimos a dar vueltecitas y se me ocurrió probarme un abrigo 3/4 de cuero con el que siempre soñé que
había visto en unos de los puestos, así sólo por ver cómo me quedaba (y me quedaba cojonudo, con los
pantalones piratas y la camiseta de tirantes y los calcetines de colores - Pasarela Milikito live in
Turkiye), y nada, me moló mazo, pero costaba 170 euros o así, y evidentemente ni me lo planteé. Me
despedí del amable vendedor y me fui, pero algo me garrapateaba en mi interior y me probé otro en
otra tienda, que estaba a 180 euros o así. La maldita casualidad hizo que pasáramos por la tienda del
mejor comercial que haya habido en Turquía desde los tiempos de Vlad el Empalador y que este hombre
en cuestión no hubiera hecho ni una venta en toda la mañana, así que me echó el ojo a mí echando el
ojo a las cazadoras y me metió en la tienda en un pis-pas para enseñarme el género. Yo le dije que iba
de mochilas tal y cual (aunque deseando ser tentada cual Adán ante lasciva hembra con alguna fruta en
la mano) y que no sabía si el cuero era bueno. El tipo empezó a hacerme el numerito sacando un
mechero y pasándolo por toda la cazadora. Viendo que yo seguía no muy convencida, me hizo coger una
percha y sujetarla mientras él tiraba de los cueros con todas sus fuerzas. Yo estaba flipando, y es que
no nos podíamos ir, porque ya nos habían traído los tés, así que yo venga a decirle que volvíamos a
España y que se nos había acabado el dinero, y el otro, ¡que tío tan máquina! ¡¡¡No se podía discutir con
él!!! Total, que después de otro té, la palabra de honor de toda su familia (que por mi culpa iban a
estar un mes comiendo sólo cebollinos) de que era cuero súper bueno, gritos con todos mis amigos y
corrillo de los demás vendedores, me llevé la puta cazadora de cuero, no sin antes preguntarle a todos
los españoles que veía si entendían de cuero, y todos me decían que no mucho, pero que parecía muy
buena, y más por ese precio (luego vi una parecida en una peletería (puaj) en Florencia al precio de
Conde Lecquio de 375 eurazos). Así que, toda feliz de tener la posibilidad de ir bien abrigada en pleno
de mes de agosto, salí con mi cazadora Matrix por el bazar, donde vimos un montón de moros corriendo
y creíamos que es que estaban cascándose, pero luego, todo sorprendidos, ¡¡¡vimos que no era otra cosa
más que la bolsa!!!

Fue tan gracioso que nos hicimos una foto para recordar la subida de la inflación turca...
¡¡¡¡¡¡Compre, compre!!!!!! Y me sale un fantasma encima de la cabeza ¬¬

Luego salimos y nos fuimos al mercado egipcio, o de las especias, donde tu sexo define si comes gratis o
no y los acompañantes masculinos empiezan a sobrar porque son sinónimo de ayuno. Vimos esos dulces
que habíamos comprado en Izmir y de los que aún dudábamos si eran dulces o repuestos para los
pinchazos de las bicicletas, así que evidentemente huimos de ellos (Hansel y Gretel habrían hecho lo
mismo de estar en nuestro pellejo ¬¬) . Nos pusimos a hablar con todos los de los puestos, porque
leímos los carteles y nos despollamos. La peña nos hablaban en español y todo (uno me contó que su
jefe le pagó 3 meses en un hotel en plena Castellana para que aprendiera español) y se echaban novias
entre las clientas más inocentes que les escribían postales de amor cuando volvían a sus respectivos
países. Me parto. Vaya con los turcos xD.
El moro, las especias, las joyitas del cartel y Nacho

Después volvimos al hostal, mamoneamos, pasamos por la panadería de mi fan el Capitán Sobacos, que
me regaló un zumo de melocotón (odio el zumo de melocotón, pero me lo tomé delante suyo por
agradecimiento, aunque entre las arcadas de los sobacos y las del zumo, era una versión grotesca de la
Novia Cadáver atragantándose con un hueso de pollo), juas, e insistió en hacerse una foto conmigo. El
resultado fue una camiseta en cuarentena, porque me dejó la esencia de los sobacos en un hombro y
luego no había manera de quitar el puto olorrrr.

Esa noche decidimos salir por la noche al barrio de moda del cachondeo, que se llamaba Taksim y cenar
de camino. Yo me esperé pacientemente, porque quería un kebab con esa lujuriosa salsa de yogur que
habíamos comido el día anterior. Echamos a andar la cuesta abajo para cruzar el río y llegar a Taksim, y
yo llevaba un cabreo de cojones porque no habíamos cenado y me subía por las mezquitas del hambre
que tenía. Así que, tras superar la tentación del bocata de gárgolas disfrazadas de sardinas, cruzamos el
puente y cuando Javi dijo que se volvía nos dio un disgusto, pero continuamos adelante. Al cabo del
rato de no ver a nadie con buenas pintas en la calle y de hacernos a la idea de que el mapa debía estar
hecho a la escala del Océano Pacífico, dedujimos que la idea que teníamos de llegar andando a Taksim
era equivalente a ir andando de Madriz a Segovia. Felizmente encontramos una mega-terraza que
estaba compuesta de varias terrazas con sitios de comer y todo de fumar cachimba, así que, como
Mahoma encontrando un vergel en el desierto, nos abalanzamos sobre un puesto de patatas (que
descubrimos que eran típicas de Turquía y se llaman kumpir) tales como esta, que estaba que te cagas y
que, aunque el tipo nos miró mal porque le tratamos de regatear y aquello era un sitio pijo, se lo curró
mazo y se tiró 3 horas con cada patata. ¡¡¡¡Joder, qué buenos recuerdos de tan chorreantes tubérculos,
ayyyyyyy!!!!

El sitio molaba mazo, porque cada "bar", en vez de lápidas como los que veíamos por Sultán Ahmet,
tenía diferentes tipos de puff-puff y de sillas árabes. Estaba genial. Así que, nos fumamos una cachimba
tan ricamente y luego nos fuimos, dejando Taksim y sus mega-discotecas para cualquier otro viaje
menos pedestre.

Llegamos al hostal, y tras mamonear en nuestra súper terraza, volvimos a dormir, acunados por la luna
turca que estábamos seguros que ya iba a empezar a echarnos de menos.
Capítulo Veintiséis

Nuevamente nos despertamos a por nuestra ración de huevos cocidos con la ilusión poco menos que
desmedida que nos hacía. Esta vez, sólo Javi, Yerma y yo, que somos los más hambrientos del grupo.
Javi nos dijo que se había replanteado quedarse una noche más en Istambul y pillarse un avión para
España porque no aguantaría el terrible viaje de vuelta (como cualquier persona en sus cabales xD).
Y a mí, como soy una persona de ideas brillantes, se me ocurrió guardar algunos huevos para hacer
algunos sándwiches vegetales en el tren, así que los escamoteamos con salero y los dejamos en la
habitación. Despertamos a los demás y decidimos dividirnos, porque a cada uno le apetecía hacer una
movida diferente. Eso sí, teníamos que dejar todo preparado, porque esa noche ya no íbamos a dormir
en el hostel, sino que íbamos a empalmar con el propósito de coger el tren de las 8 y estar tan súper
cansados de dormir todo el trayecto. Así que, dejamos nuestras mochilas junto a las de todos los
huéspedes del hostal, que debían haber tenido la misma idea, puesto que había allí miles de mochilas.

Pablo y yo nos fuimos a una movida que vimos en la guía naranja de las joyas turcas. Fuimos anda que
te anda, vimos la universidad (cerrada por vacaciones), que parecía bonita, ahí con sus aires de Al-
Andalus. Paramos en un supermercado de embutidos de aves (cuanto más los miraba, más infectos me
parecían; donde esté un buen chorizo de mi pueblo… ¡¡¡a saber qué cojones echan de un pavo para
conseguir salami!!!) donde yo compré mi ayran a litros (sería felicísima de vivir en Turquía a base de
ayran, ayyyyy) y Pablo una Fanta. Nos los acabamos en 3 segundos, porque hacía un calor que Alá debía
estar haciendo una barbacoa en el paraíso con todos los malos, porque tela.

Al Salir de Clase, versión "Alá es grande"

Seguimos adelante, admirándonos de los prodigios de la conducción turca, que debía dejar los
tanatorios llenos día tras día, y volvimos a picar con la escala del mapa, aunque aún así y con riesgo de
deshidratación, decidimos seguir adelante, y lo encontramos. La verdad, no me acuerdo qué era, y
entre eso y que estaba acojonada de sacar la cámara porque eso sí que era el auténtico Morolandia,
pues pasamos del tema y seguimos un poco más hacia delante. Encontramos una mezquita tochísima,
con unos jardines que eran el vergel del Edén y que estaban llenos de gatos, súper gorditos y
saludables, ¡¡juas!! Fuera, en lo que sería el patio de la mezquita (el orden era –de fuera hacia dentro-
calle, jardines, patio de piedras enorme y mezquita en el centro), muchísima gente: madres con los
niños montando en bici (los niños; las madres, con toda la parafernalia de ropa coránica que llevan, se
suben en una bici y fijo que es el descojone la ostia que se dan si se les enreda la túnica en los platos
xDDDD), jugando, hombres paseando y, evidentemente, todos nos miraban. Nosotros nos quedamos ahí
sentados en un poco de sombra, porque estábamos al borde de la insolación más espantosa, viendo a los
gatos ahí estirados al sol, que parecía que estuvieran en la moraleja.

Entonces vinieron personas indeterminadas a decirnos cosas que no entendimos, o a pedirnos dinero,
que seguimos sin entender. Al cabo de un rato decidimos irnos, dando la vuelta a la mezquita por
detrás, y allí sí que había más banda. Yo creo que debía ser una especie de sitio donde también se
daban catequesis o algo así. A una mujer de negro perpetuo que tenía un hijo en un carrito, se le
escapó el carrito e iba hacia mí (y yo, que en 3 milésimas de segundo pensé: es-un-carro-con-una-
bomba-dentro-que-esta-puta-me-ha-echado-para-matarme-por-infiel-joder-qué-gilipollec
es-piensas-se-te-va-mogollón-la-pinza-coge-el-carro-antes-de-que-el-niño-se-desgracie-y-te-corten-la-
cabeza-por-dejarle-morir), lo paré y se lo llevé a la madre, que me sonrió, y me sentí como en un
documental del National Geographic. Así que salimos por otra parte (con todos los ojos clavados en
nosotros) y vimos una cuesta que era idónea para el suplicio de Sísifo, sólo que en vez del pobre
hombre, había un niñito turco explotado, subiendo un carro. Pablo y yo le ayudamos a empujarlo, joer,
nos sentimos mazo de misioneros, y el niño con esos ojazos azules tremendos que tenía se puso muy
contento. Le dejamos encima de la cuesta, se despidió y según nuestro ¿mapa? estábamos cerca del
acueducto negroide ese que había.

Nos situamos y echamos a andar por un barrio que daba miedo, pero la gente nos salía a saludar (y
pensamos que la hazaña de los guiris empujando el carro sería recordada durante generaciones) y
nosotros flipando. Atravesamos el barrio tremendo lleno de gente pobre y llegamos a la zona conocida,
donde vimos un accidente de coche (aparentemente sin víctimas más que alguna uña rota) y un montón
de turcos mirando, joder, qué mirones son. Si les pagara la UE por mirar, serían millonarios.
Llegamos para variar al bazar (el que dijo que todos los caminos llegan a Roma estaba flipando) y
quedamos con Nacho mientras degustábamos unos deliciosísimos BAKLAVA, que están que lo flipas de
buenossssssssssssssss. Volvimos andando dando un paseo y todo para el hostal, donde quedamos con los
demás y nos pusimos a organizar la noche. Como era al día siguiente mi cumple (me pregunto si algún
año de estos volveré a cumplir años dentro de mis fronteras, tan cálidas ellas) y tenía todas las
papeletas de ganar el premio al día más infernal del viaje y casi de mi vida, decidí comprar unas
cervezas y unas patatas o algo para hacer una Turkiye is living a celebration, y nos fuimos a comprar
cena y movidas en nuestra última noche en Istambul para tomárnoslas de guay en la terraza.
Capítulo Veintisiete

Fuimos a un DIA y compré algo de alcohol (que vaya movida para encontrar alcohol allí y encima la
cerveza carísima) mientras mamoneábamos con las turcadas que veíamos (embutido de pollo
lobotomizado incluido).

Danone, alimento de campeones (o tenían guetos de gigantes que no acertamos a encontrar)

Subimos la calle del hostal y fue cuando nos encontramos al pato torero XDDDDDDDDDDDDDDDDD.
Por favor, ¡qué risa! Era un pato que, o tenía la fiebre aviar, o estaba chifladísimo, que estaba al lado
de la carretera de al lado del Agia Sofia. Estaba allí en medio andando a lo pato y cuando llegaba un
coche se hacía el borracho y se subía a la acera xDDDDDDDDDDDD. Y venga a bajar otra vez y la misma
operación. Los turistas íbamos detrás de él, para disuadirle de sus tendencias suicidas, pero no había
manera. Además, ¿qué coño hacía allí un pato? Era el primero y único que vimos en toda Turquía -
muero sólo de recordarlo XDDDDDDD.

Entonces llegamos, nos subimos a la terraza y ¡¡oh, sorpresa!! Esta gente me había comprado un juego
de té de esos que habíamos visto en el bazar y de los que yo me había enamorado pedidamente.
Yo estaba súper felizona con mi juego de té naranja y oro (tetera y bandeja incluidas) que Javi se iba a
llevar al día siguiente en avión para que al año que viene no me tuvieran que regalar el manual de
remedios para la escoliosis xD. Nos dispusimos a la mini-party cuando al retrasado de la terraza se le
puso en los cojones que si nosotros estábamos allí, él no iba a vender, así que nos echó, y claro, como
esa noche ya no íbamos a estar en el albergue, no podíamos reclamar nada. ¡Qué gilipollas! Q Alá le
confunda y le lleve a que le den un tiro al Kurdistán. Recogimos los bártulos y decidimos hacer botellón
en la mezquita azul, ¡¡toma castaña!! A ver quién celebra un cumpleaños entre emires y sultanes,
juassssss. Enfrente teníamos a los derviches bailando con música, ¡fue mágico, coño!

Estuvimos allí bebiendo y pasaron unos moros siniestros en un coche en plan bélico total que creíamos
que llevaban hasta pistolas y alguien nos comentó que estaban celebrando la graduación militar de un
menda. Cuando nos acabamos las movidas, decidimos que nuestra larga noche necesitaba de un poco de
cachimba, así que volvimos donde el camarero simpático del primer día (yo confiando en no
encontrarme a mi ex-prometido, que por suerte me mandó un mensaje y desistió el segundo día), y
estos se adelantaron. Nos quedamos Yerma y yo solas... durante unos 5 segundos, que fue lo que
tardaron en pegársenos una tribu de unos 7 turcos teenagers de los que sólo uno hablaba inglés, pero el
inglés que había aprendido en los 2 primeros episodios de Muzzy, cosa que dificultaba mucho la
comunicación. A lo tonto se vinieron con nosotras a la tetería, hablando con nosotras lo poco que
podíamos y riéndonos mazo, porque nos hacían repetir cosas en turco (probablemente del orden de “os
voy a comer la polla a los 7” o vete a saber qué joyas) y yo trataba de enseñarles cosas en inglés y
español - el descojone.

Subimos andando y Yerma y yo despolladas de a saber el careto que iban a poner estos al vernos
aparecer con el harén y los nuestros al ver que llevábamos 4 nabos más de paseo. Cuál no fue nuestra
sorpresa que se pusieron a hablar (o entiéndase algo así) todos juntos y nos fuimos en tropel a la
tetería, aunque los chicos estos no estaban muy convencidos (o a saber qué dijeron) y se fueron, así que
entramos nosotros y estuvimos de coña con la pipa y demás. Entre el pedillo de la cerveza y demás, me
dormí allí descoyuntada como con el garrote vil un momento, y al volver en mí vi que habían vuelto los
chavales, afortunadamente con el que chapurreaba el inglés, que sino, tela xD. Así estuvimos un rato
más de risas, hasta que nos volvimos, preparados para quedarnos tetrapléjicos en los asientos del teatro
de la mezquita azul, acompañando nuevamente a la flor y nata de Turquía que dormiría velando
nuestros riñones que valdrían una pasta en el mercado negro, mientras nuestras pertenencias
descansaban más felices que nosotros en la moqueta infernal del albergue (tendría que ser al contrario,
que ellas nos hubieran llevado a nosotros al día siguiente, juas XDDDD. Próximo post: “¿Qué meto en el
humano?” XDDDDDDDDDD).

Para variar, pasamos por la puerta de nuestro amigo el panadero, mi fan número 1, juas, y para variar
de nuevo, me empezó a hablar y a regalarme cosas. Yo explicándole que no tenía ya un chavo, ¡¡¡y el
tío abre la caja y me da dinero y yo flipando!!! Le dije que, por favor, que de ninguna manera y me
lleva de la mano al interior de la tienda. Yo estaba convencida de que era para enseñarme (como todos
queréis, individuos ¬¬) la auténtica pasión turca cuando me lleva al horno y me enseña croissants súper
chiquititos en masa (tan mooonos) y me dice que si espero a las 6 que me da los que quiera. Yo es que
lloraba, os lo juro, aparte de por el olor a cebolla demoníaca de sus sobacos, por cómo los turcos
pueden ser tan buenísima gente. Lo bueno era que este hombre estaba de cháchara con un joven que
hablaba inglés y nos fue traduciendo lo que nos decía. Me dijo que quería que fuera su amiga porque le
había encantado (yo al borde lacrimógeno crítico, vamos) y se puso a enseñarme las fotos suyas de
joven que tenía en el móvil, en su etapa de integrista con bigote y todo, juas.
Ahora diréis que la que se pega soy yo ¬¬. Por orden de aparición: el zumo de la discordia, la camiseta
que andaba sola, mi fan, sus sobacos, yo y mi cara de circunstancias, y mi querido traductor.

Al final me regaló otro zumo de melocotón, le di mi teléfono, (aunque el chico joven no dejaba de
repetirle que para qué demonios quería mi teléfono si ni él hablaba inglés ni yo turco XDD) y le prometí
que iría a su panadería cuando volviera a Istambul. Así que nos hicimos varias fotos (casi todas con su
móvil), nos dimos besos de despedida y otra vez muy tristes nos fuimos. Unos turcos por la calle le
regalaron a Yerma un gatito súper bonito. Ayy, yo me lo hubiera traído, que tienen unos colores
preciosossssssss, pero se quedó en los jardines de la mezquita azul. Espero que Alá haya tratado bien al
gatino de las rayas súper chulas.

Estábamos bajando la cuesta de las terrazas cuando de repente nos llama un pollo, que entremos en su
terraza. Nosotros que no, que no, que ya no nos queda dinero turco, porque cogemos un tren a Grecia a
las 8. El tío que no, que todo gratis, que sólo quería compañía porque tenía que hacer guardia ciertas
noches al mes y estaba más aburrido que Frankenstein con la ética de Aristóteles, así que tenía la
costumbre de meter guiris para hacerse más amena la noche. No muy convencidos, nos quedamos
Nacho y yo mientras los otros iban al hostal a por jerseys. Este hombre, que estaba con otro que se
parecía a un actor famoso que no recuerdo, que no hablaba inglés, pero este nos traducía (¿cómo puedo
ser tan espantosa de no recordar el nombre?) lo poco que decía. Nos invitó a un par de tés y nos sacó
una cachimba. Nosotros flipando, pensando que nos iban a dar un palo en cualquier momento, pero
aprovechamos y le dijimos que a ver si nos enseñaba a montar bien las cachimbas. Nos dijo que le
llamaban el “doctor pipe” xD, porque hacía las mejores cachimbazas de la zona y nos enseñó. Preparó
el braserillo para tener pipa para toda la noche, juas.

En esto que estábamos contándole nuestras hazañas cuando aparecieron estos, menos Javi (que ya se
había quedado en el hostal), con una australiana coja y una italiana que estaba tremendísima (menudo
bombón) y la australiana se la estaba papeando con la mirada. Yo creo que esa era más bollo que La
Bella Easo, porque tela marinera: estábamos todos con el flotador del patito para no ahogarnos en el
tsunami de babas que esparció en cuanto se sentaron juntas. La tía, aparte de ser fea y coja, era súper
desagradable con el camarero, que encima la invitó a la muy puta, pero cuando hablaba la italiana nos
olvidábamos de ella afortunadamente. Estuvieron un rato y se fueron la patapalo y la diosa Diana (o La
Bella y La Bestia, como prefiráis). El camarero insistió en darnos un masaje a Yerma y a mí, porque
decía que las mochilas nos tendrían la espalda hecha unos zorros, y aunque yo creo que nos metió la
mano por el pantalón más de lo necesario (por detrás, panda de degenerados) yo se lo agradecí en el
alma, juasjuasjuas.

Así estuvimos, hablando de Turquía, de lo divino y lo humano, de que se fue de putas en Rumania y le
robaron las muy ídem, y de mucho más, hasta que nos dieron las 7 de la mañana, salió el sol y nos
tuvimos que ir porque cogíamos el tren a las 8 y media. Así que fuimos al hostal a por las mochilas
(zorras, estaban tan panchas y calientes, no como nosotros que parecía que íbamos a protagonizar
Resident Evil de un momento a otro) y volvimos a la terraza a sacarnos una foto con quien tanto bien y
tantas pipas nos había procurado. Nos despedimos muy tristes y prometiendo escribir y mandarle la foto
(cosa que no hemos hecho aún porque somos lo peor del mundo).

Si vais a Istambul, dadle recuerdos a este hombre, por favor.

Nos fuimos andando al tren, gastando nuestros últimos dinares en un pastel de queso y espinacas que se
me lleve el diablo por no haberlo descubierto el primer día en vez de 10 minutos antes de coger el tren
que me sacaría sollozando de Istambul. Entramos en la estación occidental de Turquía, con el corazón
en una cajita azul, en la que si la abrías, sonaba “Allahu Akbaru... Ashhadu an la ilaha illa Llah...”
Capítulo Veintiocho

Nuestros restos mortales afortunadamente encontraron unos cuantos compartimentos vacíos en ese
carricoche de lata de nacionalidad griega que tenía todo hecho polvo. Y es que, las cortinas parecía que
se iban a volver corriendo a la zona de la India con más porcentaje de leprosos de la que salieron; los
asientos tenían más agujeros que un fusilado por consejo de guerra, hacía una calor atroz que hacía que
nos pegáramos a los asientos y nos costara despegarnos después, y al suelo, pues no sabíamos si darle el
pasaporte, o si nos iba a matar directamente (de hecho, se nos cayeron trozos de comida q
desaparecieron misteriosamente).

Ante ese panorama tan desolador, lo único posible era intentar dormir, y lo conseguimos, aunque el sol
nos daba en toda la cara por culpa de las malditas cortinas infectas y sus agarradores podridos y yo al
menos me estuve despertando cada 2 por 3.

El recuento total de daños fue:

- Minutos de descanso conseguidos: 10% del total de unas 6 horas (gracias a un coma irreversible).

- Despertares sobresaltados por culpa de bocina maléfica: 7.

- Momentos de desesperación al ver que te despertabas y el tren estaba parado en mitad de ninguna
parte: 800.

- Temperatura alcanzada: 250º o incandescencia de los hierros de las ventanas.

- Enfermedades infecciosas contagiadas: 5 (3 de ellas mortales).

- Nuevos casos de traumatología: aún sin descubrir.

Creo recordar (como comprenderéis, recuerdo esto como dentro de una nube) que como a las 12 o 1 de
la tarde ya sí que dormir era una especie de acto heroico, así que nos despertamos, aprovechando una
de ésas paradas interminables y pensamos en comer para aliviar nuestra desesperación. Sacamos las
provisiones y abrí con una sonrisa de "Je, agradecedme que os voy a preparar un banquete de huevos
que no os esperabais" la bolsa donde astutamente había guardado los huevos del desayuno la mañana
anterior y en ese momento se desencadenó un hongo nuclear tóxico que nos dejó a todos ronchas
verdes en la cara. Los huevos estaban más podridos que el alma de la reina mala de Blancanieves, así
que tuvimos que sellarlos y meterlos en 8 bolsas para que no apestaran (pobres gallinas, tanto trabajo
para nada; es como si llevas un crío a una guardería y se les pudre dentro, juas xDD) . Mis amigos casi
me matan xDDDDDDDDDDD. Al final comimos sándwiches de algo que estaba sano y que ahora no
recuerdo y el único agua con el que contábamos era el del zumo de vaca que nos atormentaba, ya que
las 2 botellas nos las habíamos bebido entre siesta y siesta, y encima de malo, estaba más caliente que
el gorro de un saharaui. Recuerdo que fui al baño (y aún tengo pesadillas por ello) y que la gente se
apelotonaba en las ventanillas de los pasillos buscando algo de frescor, aunque el aire parecía que salía
de un secador gigante tras las montañas.

Al cabo de un rato de estar muertos al 75% (al menos, estos cabrones durmieron, a mí, como me cuesta
mazo dormirme, me puse música y ale) llegamos a la más infamante de las fronteras del mundo
conocidas por mi: PYTHION. Antes de llegar allí, oyes gritos y ves que la flor y nata de la policía turca y
la griega están dándose de hostias por algún motivo que tú (ni probablemente ellos, ya que no hablan el
mismo idioma) no alcanzas a entender. Los turcos piden los pasaportes, los miran y se los pasan a los
griegos, que te los requisan y te dicen que te los darán en la estación después de comprobar que no
eres un terrorista internacional ni un cártel de la droga. Así van con el gallinero montado
compartimento tras compartimento (no sé si os he contado que los griegos no pueden ver a los turcos ni
en pintura).
Entonces llegas y te encuentras con esto:

Le falta la bandera de los confederados para que salga el Séptimo de Caballería de dentro, juas.

Y sientes que te quieres morir, porque nadie te asegura cuántas horas vas a estar allí, donde lo único
que hay son hormigueros con hormigas que se te suben a la mochila como te descuides (¿quién iba a
decir que el olor de las bragas sucias atraería a más hormigas que el del jamón de York?). Entonces ves
unas cosas que vuelan que te hacen pensar que estás cerca de un aeródromo, pero ¡¡NO!! ¡¡¡¡Son
avispas del tamaño de halcones que están por todas partes!!!! Yo estaba flipando, pensando que todo
aquello acabaría con mi cordura, cuando entramos al zulo que hacía las veces de estación y vi que
también acabaría con mis ingresos, porque nos querían cobrar suplemento los putos griegos para todos
los trenes que íbamos a coger desde ahí hasta Cerbère, vaya. Así que muy ofendidos, porque el tipo sólo
sabía gritar y cagarse en nosotros, pillamos la reserva y esperamos hasta las 5 (16:49 en concreto) de la
tarde a que pasara el tren.

Entonces subimos y vimos que había muchos listos que no habían pagado reserva y que se querían subir,
pero ni de coña, estaban los revisores como sabuesos olfateando mínimamente cada reserva (que era
una especie de tarjeta como las de "suerte" del Monopoly que te grapaban al billete) y hubo alguno que
otro que se quedó disfrutando de Pythion unas horas más (no me quiero ni imaginar lo q debe ser dormir
ahí). Estuvimos en ese tren con aire acondicionado, por suerte (para los griegos, a los turcos ni agua y
menos aún aire acondicionado) hasta Alexandrópolis y allí pillamos otro tren hasta Tessalonikki. Fue
muy gracioso, porque los griegos hablan a gritos y siempre tienen movidas con los asientos de los trenes
XD. Al final, nosotros y la peste que llevábamos encima, conseguimos medio dormirnos, y fue genial,
porque encendí el móvil y empecé a recibir mensajes de feliz cumpleaños y llamadas, y yo allí
emocionadísima, muerta de cansancio, contando nuestras desgracias, y el director general de Amena
frotándose las manos desde España. ¡¡¡¡Ayyyy, qué ilusión que, a pesar de estar perdido en el otro
extremo del Mediterráneo, la gente se acuerde de ti!!!!

Dormimos un poco y llegamos a Tessalonikki, donde tratamos de encontrar un tren a Kalampaka, que
sabíamos que había. Nos ponemos a la cola y se nos empiezan a colar griegos, pero con todo el morro
que tenía Zeus para convertirse en lluvia y preñar a las humanas. Así que dijimos “Hasta aquí hemos
llegado” y nos plantamos en la ventanilla, donde va la tipa y nos jura y perjura que no hay ningún tren
para Kalampaka. Nosotros "¿Cómooooooooo? Y una mierda”, y nos pusimos a discutir. Al final, nos dijo
que había uno, pero que estaba lleno y no podíamos subir, y nosotros, “vale, tronca, que ladrillazo
(además de mármol del Partenón) tienes en toda la boca”.

Salimos y cominos algo, que no recuerdo muy bien de dónde salió, en un parque que había en frente de
la estación (porque son 4 bancos de piedra haciendo un cuadrado con un arbusto en medio) y nos fuimos
a coger el tren, que nos obsequió con un retraso de 3/4 de hora (salía a las 2:15 y nos tuvo casi hasta
las 3 esperando). Lo cogimos y nos pusimos todo dignos en la cafetería a jugar a las cartas XDDDD.
Preguntamos que en qué estacón nos teníamos que bajar para el transbordo a Kalampaka y sembramos
el caos, porque empezaron a gritar de nuevo ya que no se ponían de acuerdo, hasta que, al final, se
decidieron y nos aconsejaron afortunadamente. La estación clave era “Larissa” (la risa, tiene cojones la
cosa xDDDD) y no pagamos ni un duro. Como se decidieron en el último minuto, casi nos quedamos a
bordo (hubiera habido masacre). Nos bajamos superando toda capacidad de aguante y resistencia que
haya visto jamás nadie a esperar el quinto tren del día, hasta los cojones del interrail, de la romántica
libertad y de su puta madre, y deseando estar en nuestra puñetera y aburridísima cama de Madrid.

El tren pasó a las 4:30 de la madrugada del día siguiente al cumpleaños más infernal que haya podido
pasar una persona nunca y nos plantó en Meteora la grande aproximadamente a las 5:15 de la mañana.
No habíamos dormido desde hacía 2 noches, llevábamos en las mochilas 2 cachimbas, un abrigo de
cuero, una lámpara turca y una lámpara de Aladino y, a pesar de eso, las ganas de ver los monasterios
eran tan grandes que dejamos las mochilas en consigna (había gente y encima nos hicieron descuento
con el billete de interrail, juas) y nos fuimos a ver cómo demonios podíamos subir la montaña (que no
veíamos, pero seguro que estaba) y ver los dichosos monasterios.
Capítulo Veintinueve

A pesar de que había gente en la estación, el pueblo estaba solitario como jersey de cuello vuelto en
estante de camisetas de tirantes y negro como la boca de un lobo con halitosis, así que dimos la vuelta
buscando la estación de autobuses, que casualmente estaba al lado de la estación de trenes, pero en la
calle paralela. Conclusión: hicimos el ridículo.

Íbamos armados con un queso que surgió de otra mochila indeterminada y con algunos víveres más que
debieron haber surgido de la dimensión esponja, porque tampoco recuerdo cómo llegaron, ni de qué
mochila salieron.

Al final, llegamos a la estación, que era una habitación con una ventanilla en medio y bancos a los lados
en la que había montones de viejos y la taquillera, que era una tipa con aire a la Señorita Topisto pero
poseída por Mefistófeles. Nada más llegar, vimos un folio escrito con rotulador que ponía HORARIOS
PARA IOANINA y debajo justo 9.00, Tipp-Ex, 19.00 y debajo del Tipp-Ex había uno a la 1 de la tarde, que
es justo el que les viene bien a todos los interraileros que llegan de Istambul habiendo hecho el combo
de trenes que hicimos nosotros, ¡¡qué casualidad!! El único horario que los griegos se habían molestado
en eliminar, para matarlos. Decidimos preguntar a la amable señorita, que nos señaló el cartel por si no
lo habíamos leído bien. Pasamos por alto su simpatía y la insistimos, así que, con cara de pocos amigos,
nos los recitó. Entonces decidimos preguntarle si había alguna conexión tántrica de autobuses en el
jodido Olimpo griego que nos llevara a Igoumenitsa antes de las 7 de la tarde, y la muy taquillera nos
repite exactamente lo mismo pero más alto. Los viejos se miraban entre ellos y nos miraban a nosotros,
que empezamos a calentarnos y a gritar más alto también, a lo que la tía respondió por tercera vez, a
gritos y con cara desesperada de "¿Por qué serán tan tontos estos guiris de mierda a estas horas?"
exactamente lo mismo, sin ni un “mother fucker”, con lo cual acabamos deduciendo la verdad: la tipa
no tenía ni pajolera idea de inglés y seguir con las voces in crescendo era tontería, así que hicimos
consenso y saqué la libreta con sonrisa de melón (yo, no la libreta) y me puse a dibujarle el mapa de
Grecia, con unos autobuses en dirección a Igoumenitsa, donde nos esperaba un barquito súper mono
también dibujado por mí. xD

Cuando levanté la cabeza, Miss Topisto me estaba mirando con cara alucinada de "¿Por qué me estará
pasando esto a mí?" y automáticamente se sentó y se puso a ignorarme, ante lo cual pensé que claro, no
entendía tampoco la escritura occidental, así que me puse a intentar entenderme con los nativos, que
miraban, señalaban mi cuaderno y se ponían a discutir a gritos con sus pocos dientes. A todo esto,
Yerma durmiéndose con el queso en las manos, Pablo comiendo plum cake, y todos diciendo que les
dieran por el culo a los monasterios y que nos pilláramos el de las 9. Yo, que empezaba a entrar en
modo zombi con el ataúd pillándole los cojones, salí tratando de buscar a alguien en ese maldito pueblo
que hablaba algo parecido a un lenguaje que se pudiera escribir sin necesidad de hacerte un esguince
de muñeca. Allí fue cuando me encontré LA MONTAÑA. La montaña es un pedrusco que te cagas (como
una montaña) que no habíamos visto porque de noche, pues estaba todo negro, pero al amanecer yo no
me esperaba ese monstruo allí plantándome cara, así que avisé a estos, que lo fliparon tanto como yo,
y decidimos intentar subir en taxi y hacer una visita relámpago de 2 horas por los monasterios, antes de
las 9. Nos lió el taxista, que nos subiría a los 6, embutidos, por un euro cada uno, así que, nosotros más
contentos que unas pascuas. Nos dijo que le llamáramos para volver y nos dio el teléfono. Yo me
compré un bollo de chocolate recién hecho en una panadería que estaba abriendo y estaba riquísimo.
Los panaderos deben ser más felices que los taquilleros, está clarinete, porque la mujer era
simpatiquísima y nos orientó sobre "todo lo que quiso saber de los taxis griegos y no se atrevió a
preguntar por miedo a los taquilleros". En verso y todo. xD

Así que, empezamos a subir y empezamos a fliparlo. De verdad, que si hay algo que no olvidaré de ese
viaje es Meteora la grande, o más bien "que mierdecilla corruptible sois los humanos". Esas pedazo de
rocas que a medida que vas subiendo las ves más altas y más majestuosas, tiñéndose de los colores
anaranjados del amanecer, y encima de ellas empiezas a ver los monasterios, ahí, como el castillo del
Rey Herodes en el belén, súper chiquititos, pero con sus escaleritas y pasadizos que no puedes por
menos de imaginarte cómo fue la vida ahí dentro. Increíble, de verdad. El taxista nos bajó a nosotros y
a nuestras bocas descoyuntadas, como las serpientes cuando se comen un ciervo, en el monasterio que
está más arriba del todo, para que fuéramos viéndolos de bajada. Evidentemente, por dentro no
estaban visitables a esas horas, pero teniendo allí ese espectáculo, a ver quién quiere ver los retretes
de 4 curas colgados que se van a allí a destilar cerveza, que encima, seguro que está malísima y es
cara. Subimos los pasadizos que hay hasta la puerta y nos hicimos unas fotos tremendas en varios de
ellos que os dejo para que me envidiéis mazo.
La burra delante pa que no se espante
¡¡Detrás nuestro había un precipicio!!
Nacho y el percebe gigante

Entonces se nos fue haciendo la hora, y nosotros estábamos tan alucinados, que se nos había pasado el
tiempo volando. Nos dimos cuenta de que Yerma se había olvidado el queso en la estación y que habría
sucumbido a los dientes de la señorita Topisto o de los señores de joroña. Llamamos a los taxis ¡¡¡¡y no
había cobertura!!!! Así que se nos pasó la fascinación de un plumazo y nos pusimos a bajar a la carrera,
echándonos la culpa unos a otros de perder el ferry y tener que pasar otro día en el país de las
rugientes ventanillas malditas. Fuimos bajando como si fuéramos rodando y súper agobiados, hasta que
llegamos a un pueblín que no es Kalampaka, que está justo bajo las roconcias, y nos colamos a llamar
en un restaurante que no sé qué coño hacía abierto a las 8 de la mañana.
Esperando al taxi salvador

Lo esperamos pensando que no llegábamos a tiempo ni de coña, nos bajamos a la carrera, nos dividimos
entre los que íbamos a por las mochilas y los que iban a suplicar al autobusero que nos esperase. Fuimos
volando y no hallamos el queso, pero sí al infierno de mujer gritando a otros incautos, y... tuvimos que
esperar media hora a que llegara el autobús de los cojones.

Allí empezó la gran aventura de los autobuses griegos.


Capítulo Treinta

De repente, toda la gente del pueblo estaba congregada en la estación, como si Meteora la grande
fuera a saltar por los aires de un momento a otro. Nosotros, tras darnos por vencidos de encontrar el
queso, nos precipitamos a coger el autobús, que no sabíamos cual era de los 3 que había, y con algo de
suerte, algún griego nos lo dijo a gritos. Metimos las cosas en el maletero, diciéndole al tipo que, por
favor, tuviera cuidado por las pipas y la lámpara de Yerma, y acto seguido las arrojó dentro sin ningún
tipo de miramiento y siguió poniendo cosas encima, con lo cual dedujimos que, o no hablaba inglés, o
era un tipo demasiado duro como para pegarle, así que subimos al autobús y ¡qué gracia! Algún puto
Zorba de estos había pillado un sitio de los nuestros, así que, ¿a quién le toca sentarse en tercera fila
mientras están todos sus amigos al final? A la subnormal de turno, yo, que dije, “no pasa nada, así me
pongo el mp3 y me duermo”. Hay veces en las que miras al pasado y te dan ganas de haberte dado de
bofetadas .

Total, que se pone el autobús en marcha y el tipo conduce un poco como loco, pero nada de lo que
preocuparse demasiado. Mi compañero de asiento era un viejecín al que le dije “kalimera”, y tras
contemplarme un rato y decirme 2 cosas en griego a las que puse cara de salvapantallas, se quedó
satisfecho de que no iba a darle el coñazo y se quedó mirando el paisaje. Yo súper feliz de por fin
dormir unas 3 horillas de las 4 de autobús, así que me puse mi musiquita y me despedí de la preciosa
Meteora, que se la iba viendo de lejos bajo la luz de media mañana. Entonces giré la cabeza y, de
repente, aparecieron delante mío unos sistemas montañosos que yo creí haberme trasladado al Tibet
por arte de magia. Tras comprobar que mis acompañantes no eran chinos, lo flipé mientras nos
poníamos a subir una puta cuesta que ríete tú de los picos de Europa, y que entre eso y cómo iba el
pollo (me refiero al conductor, el Pollo no tenia nada que ver en esto), me fue mutando la cara y el
sueño ya había huido hacia pasajeros más agradecidos. O sea, empecé a fliparlo. La subida no se
acababa nunca, y yo no sabía dónde meterme, así que me empecé a revolver en el asiento y el
hombrecillo me empezó a dar conversación con esas letras suyas que yo no sabía si usarlas de cartabón
para dibujo lineal o ponerlas en la portada de un disco de heavy metal. Obvié lo que me dijo y le conté
que veníamos de Istambul y que íbamos a coger un barquito a Italia, todo ello medio en inglés, medio
en español, medio en el mínimo vocabulario de italiano que tengo (que asciende a pizza, pommodoro,
ravioli y penne). El otro me sonreía y me decía cosas que yo no acertaba a descifrar, porque tenía la
vista clavada en el precipicio que tenía delante y en que la otra montaña que dejábamos atrás era un
puto punto verde abajo, y eso que habíamos tardado en subirla media hora.

Entonces entramos en un pueblecito de montaña, muy de Heidi, pero con yogures en vez de quesos
suizos. Allí tenía pinta de caer unas nevadas que ríete tú de Laponia. El autobús se empezó a meter
dentro del pueblo por unas calles en las que no cabrían 2 griegos y medio si uno de ellos tuviera
sobrepeso, así que, como era de esperar, ostión que se dio contra una marquesina y se le cayó uno de
los retrovisores. El conductor tuvo que bajarse a ponerlo otra vez y ostión que se dio contra un coche,
del que salió el conductor echando el fuego de Prometeo por las fauces, y tras gritarse un rato, el tipo
se subió y continuamos nuestro terrible viaje por la montaña.

Al final, cuando parecía que habíamos subido lo suficiente, el autobús se para, y yo fui a despertar a
estos, que estaban como lirones después del banquete de comunión de niña lirón. El hombrecillo me
dijo que comprara miel, que era muy típica y estaba muy buena, y me llevó a hablar (¿?) con el tendero
(de su puesto en medio de la puñetera carretera de montaña entre el Olimpo y la laguna Estigia). Yo,
como no tenía el espíritu para mieles sino para drogas duras, dije tres paridas y me fui. Les dije a estos
que si habían visto lo que yo había visto y me dijeron que sí, pero que habían preferido dormirse para
no sufrir, todo panchos, los hijos de puta.

Meamos y al cabo de un rato subimos al autobús de los horrores, para empezar la cuesta abajo.
Nada más me vuelvo a sentar, empieza el teatro griego del suicidio, el tío que se embala por una puta
carretera en la que dos coches tenían problemas para pasar, sin quitamiedos y peraltadas ¡¡¡¡¡¡AL
REVÉS!!!!!! Yo, que ya sabía que iba a morir despeñada y que algún tío de la Cruz Roja griega fijo que se
iba a pegar unas fumadas tremendas con mi pipa, empecé a lloriquear y a mirar a mis amigos que, para
variar, dormían como angelitos puti. El viejecillo me miró y debió pensar que lloraba de la emoción de
lo bello del paisaje griego, porque empezó a hacerme señas de que me acercara más a la ventana, y yo
que me acerco y veo que no veo la carretera, porque en las curvas se ponía tan cerca del borde que
parecía que estábamos volando. Casi muero de un soponcio y la cara se me convirtió en un “conecta los
puntos”. Me di rápidamente la vuelta para mirar de frente a la tía del otro lado del pasillo que, nada
más percatarse y verme el careto, se empezó a descojonar y por señas me dijo que no pasaba nada, que
me tranquilizase. El otro que venga mira, y yo explicándole que estaba a punto de darme un infarto. La
mujer del otro lado se compadeció y le explicó al señor que es que yo estaba acojonada, y el viejín se
rió y decidió que yo mirara para convencerme de que no iba a pasar nada o algo así y me tuvo todo el
rato explicándome los nombres de las cosas que se veían allá abajo a lo lejos, mientras toda la gama de
colores del Guernica se paseaba por mi cara. Y venga curvas, que parecía que los ingenieros griegos
desconocían los compases para hacer las curvas suaves, y venga desniveles del 80% como poco, y yo
rezando a todas las religiones paganas para que la caída final no durara más de los 5 minutos que
parecía que duraría teniendo en cuenta que íbamos en un autobús y que la gravedad son 9’8 m/s2.

Al final, llegamos a la puñetera Ioanninna, donde casi no podía andar del tembleque de piernas que
tenía. Es que bajarme de ese autobús fue lo mejor que me pasó durante el viaje. Vimos que habíamos
perdido el autobús de la conexión que nos dejaría a la hora idónea en el ferry, y resignados, esperando
un poco de suerte (el siguiente autobús, llegaba, justo, pero llegaba), nos fuimos a comprar comida.
Yo, que estaba compulsiva, empecé a comprar melocotones y plátanos y me los comí como las ocas,
hasta que me encontré un gusano en uno y lo escupí, pero seguí comiendo mientras esta gente me ponía
verde y se hacían a la idea de que había perdido el juicio mientras corría de acá para allá entre las
avispas (vespas, vespas) que perseguían mis frutas.

Al volver vimos un puesto de cassettes del año 4. Eran como los cassettes esos de “El Pichonchi canta
por bulerías”, de esos de las gasolineras. Juas, qué bueno. XDD
Pillamos el otro autobús, que parecía que iba a ir por caminos afortunadamente más llanos y que el
conductor no se creía Michael Dudikoff, así que pude dormirme un ratín delicioso, a pesar de que
estábamos sudando como pollos, dios, qué CALOR más infame. Tenía tanto sudor que podía haber
atracado el ferry en el estuario que acababa de inaugurarse entre mi culo y mi brazo derecho.
Y así, felizmente durmiendo al fin, llegamos a Igoumenitsa tan húmedos como destrozados y deseando
mandar a Grecia y su calor del infierno a freír espárragos de una vez para navegar por las frescas y
apacibles aguas del Adriático.
Capítulo Treinta y Uno

Le preguntamos al conductor cuál de las dos paradas era la nuestra y nos dijo una que no era
evidentemente nuestra parada deseada, así que nos armamos de odio y nos dirigimos andando por la
solanera del puerto en el que no habrían aguantado tomando el sol ni los lagartos ni las inglesas. Es que
se te salía la chola y se te freía el pie. Infernal. Además, debían ser como las 4 de la tarde, la hora
golosa del melanoma.

Fuimos andando y viendo chiringuitos hasta que llegamos a donde los putos ferries, que es un edificio
de cristal enorme que parece un centro comercial. Después de estar esperando 3 horas, comidos por las
moscas, que debía haber como 900 millones, la retrasada mental de la taquilla va y nos dice que el
ferry está lleno y que de ninguna manera cabemos. Nuestra cara, de repente, no es que se
descompusiera, es que después de salir de Istambul (la noche en que empalmamos), ver Meteora la
noche siguiente a las 4 de la mañana y pasarnos un día en la autopista hacia el cielo (o más bien, hacia
el averno con Proserpina), asfixiados de calor, sin comida ni agua, en ese paraje donde se podría haber
rodado perfectamente un documental de Marte, pues es que directamente sacamos las mochilas bomba
y se las habríamos metido a la rubia por el culo, a disfrutar viendo como explotaba. Nos pusimos todos a
gritarla, porque había peña que seguía comprando y era sospechoso. Al final, la tipa nos dijo que
volviéramos a la hora, por si había cancelaciones, y nos mandó a escardar.

Nos fuimos al puto pueblo de mierda con un vórtice del mal en la cabeza. Pollo se chocó con un cartel y
se puso a echarle la culpa a Yerma por no haberle avisado xDDDDDDDD. Es que estábamos tan hasta los
cojones, que saltábamos a la mínima, hasta que nos metimos en un chiringuito y empezamos a
descojonarnos de nuestra suerte XDDD. Y es que, con unas cervezas frías, todo se ve bajo un prisma
diferente. Encima, el tipo era muy majete, hablaba inglés y era italiano. Nos contó cosas que no
recuerdo, pero que hacen maja a una persona, fijo.

Al cabo de un rato nos fuimos, dispuestos a conseguir billetes o a amenazar con los efluvios espantosos
de nuestros cuerpos restregados por todo el mostrador. Allí conocimos a dos chicos de Lleida que deben
de estar en busca y captura, porque cuando les dijimos “¿Sois españoles?”, nos contestaron “Si, de
Lleida” y que estaban peor incluso que nosotros, porque tenían que coger ese ferry por cojones, porque
salía su avión al día siguiente de Milán, y les pasó la paradoja del interrailero: que como se les jodiera
la conexión hiper planificada, estaban pero bien jodidos, sin billete de inter, ni avión ni nada, lost in
the boot.

Así que, llegamos y descubrimos que si había billetes, pero NO porque hubiera habido cancelaciones,
sino porque los hijos de la gran puta no cogen interraileros si no tienen sitios libres en el ferry para todo
el resto de clientes con billete normal. Entonces nos cagamos en su puta madre y esperamos al ferry,
que se retrasó. Entramos como los animales de Noé dentro del arca, nosotros probablemente seríamos
las mofetas y los zorrillos de lo pésimamente mal que olíamos, juas, y con nosotros mil millones de
turcos (o eso parecían), algún griego y gente de dudosa procedencia interplanetaria, todos en procesión
adentro.

Al entrar nos sorprendimos porque no estaba la maravillosa sala de butacas pullman en la que
conseguimos medio dormir a la ida, sino que eran o pasillos o cubierta, y la noche se presentaba fresca,
juas. Rapiñamos unas tumbonas y las pusimos al lado de la piscina, para dormir con los pies en alto, y
decidimos comer y ducharnos, aunque no necesariamente en ese orden. Fuimos por turnos, porque
nuestras mochilas parecía que llevaban luces de neón para los miles de cachorros turcos que corrían por
el barco arriba y abajo mientras sus orondas madres les hacían las camas por el suelo. Yerma y yo
fuimos a la ducha, en la que ¡oh, sorpresa! había 57 zíngaras esperando el turno tras las 89 turcas
embutidas entre 2 duchas y un lavabo, ante lo cual Yerma y yo decidimos darnos una buena cena y
hacernos de alguna religión primitiva por como iban a estar las duchas para cuando fuéramos nosotras.
Fuimos a por un súper plato de espaguetis y allí conocimos a unos madrileños que también padecían
como nosotros las invasiones orientales. Quedamos para después, ya que estaban un par de paredes más
abajo de la piscina. Nos pusimos a hacer botellón en la piscina, todo muy gracioso, comentando el viaje
y tal, cuando se puso a llover, con lo que bajó un poco más la temperatura. A todo esto, los niños
turcos habían sido hacinados en el parque infantil y dormían mientras los delincuentes de sus hermanos
mayores bebían y fumaban escondidos por allí. Yo, que no llevé pantalón largo, pero sí mi deliciosa
manta que tanto me pesó y que tanto amor me dio en muchos otros momentos, me la puse a modo de
capa y me enfundé mis medias de rayas de colores hasta las rodillas, con lo cual pasé menos frío, y es
que, el que no se apaña es porque no quiere, está clarinete (aunque hagas el ridículo de tu vida, ni que
las turcas fueran vestidas de Channel, no te jode). En esas estábamos cuando nos dieron las 3 de la
mañana y una hipotermia galopante, así que tratamos de dormir, pero nos despertó la congelación, con
lo cual tuvimos que mover las hamacas a algún sitio donde no estuviera Eolo dando por culo, y en esto
que vemos que en el parque infantil hay un niño, dos niños, tres niños y Nacho! XDDDDDDDDDDDDDDD
Estaba allí descoyuntado, con la barba de cinco días, entre los turquitos. Es que creí llorar. Imagínate el
susto de Mamá Abusalam al ver que uno de sus hijos había crecido 20 años durante la noche
XDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD. Entonces nos pusimos donde no daba el viento, amontonados entre la
versión turca de El equipo A, que al menos daba calor, y de esta manera pasamos la noche, con las
hamacas cruzadas, las mochilas debajo y la manta encima.

Como a las 11 o así nos despertó el sol, a alguna hora indeterminada que yo no me creía, y cuando se
despertaron estos, me llevé a Yerma a ducharnos. Nos pertrechamos de todo y nos metemos una a cada
lado, y oigo que Yerma sale, le pregunto y me dice: “Tía, alguien se ha cagado en la ducha”
xDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD. Yo quería llorar, pero estaba muriendo, así que me duché rápido
y salí, y vi que había una mierda súper asquerosa, y es que me partí el culo cuando superé las arcadas.
Me estaba lavando los dientes y tal cuando llega una turca y se mete en la ducha, sin importarle que
hubiera una mierda que podría haberla fagocitado al instante. Es que, infernal, por favor
xDDDDDDDDDDDDDD (podría decirse que vaya caca de viaje xDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD).

Salimos, escribí unas postales que no mandé hasta Madriz y al ratillo llegamos a Ancona, ¡por fin!
Nos despedimos de los compatriotas y nos fuimos bajo una nueva solanera a la estación. Llegamos y
empezamos a hacer el Tetris de las conexiones para llegar a España pero ya, después de la visita del
norte de Italia, eso sí, pero queríamos saber si nos tocarían bien los combos. La mujer era majísima,
por favor, y estaba embarazadísima, pero no de corte, sino de hijos y tal. Se lo curró de tal manera que
sólo teníamos que esperar 40 minutos como máximo en uno de los transbordos, y los demás a toda
ostia, con 5 minutos de diferencia. Se lo agradecimos con mucho afecto, de hecho, hasta la habríamos
besado, y le deseamos un feliz parto (con la mirada, no sea que nos hubiera pegado xD).

Arreglado esto, fuimos a comprar bocatas de salami (sin duda, lo mejor de Italia) en una tienda en que
el empleado parecía el típico tipo enorme y tonto de las pelis de Disney. Era cuarto kilo de solomillo y
le ves preparando unos bocatas con una dulzura que ni La Cenicienta, mientras el dueño, que era el
típico tipo bajito y con bigote (Mario Bros.), le gritaba. Le faltó darle una colleja para que se pusiera a
lloriquear XDDDDD. Satisfecho nuestro apetito, cogimos el tren (que se retrasó 40 minutos) a la bella
Padova, donde nos esperaba como poco San Antonio, y como mucho, el dormir bajo las estrellas una
noche más XD.
Capítulo Treinta y Dos

Llegamos a Padova una bonita tarde de agosto en la que las calles estaban llenas de gente y cantaban
los pajarillos en los árboles llevando polos de Gucchi, así que nos pusimos a buscar albergue. Teníamos
ya una listita que se había sacado Yerma de no se sabe muy bien dónde (esta niña me tiene tratos con
el más allá o es tecnología japonesa puntera xD), así que dando un paseín (o lo q nosotros pensábamos
que era) a través de la bella Padova la fuimos viendo. Padova (Padua para los cristianos) es una ciudad
súper bonita, donde se respira tanta tranquilidad como aburrimiento si te pasas allí muchos días. Si
pasas pocos, puede que al principio disfrutes del ambientillo universitario que hay. La cuestión es que
llegamos al youth hostel y preguntamos si había sitio, y oh, ¡¡qué casualidad!!!: había no sé qué hostias
de examen justo al día siguiente, por lo que la mitad de adolescentes universitarios del norte de Italia
estaban en Padova y, por tanto, estaban petados todos los alojamientos (me recordó mazo a la noche
de Salzburgo en la que casualmente tocaba Metallica y estaban allí toda Austria, Suiza y Alemania y nos
pusieron en esas camas de la Segunda Guerra Mundial, de 2 en 2 pero con otra gente!! Luego reclamó
un amigo al que le metieron con una búlgara tremenda ¡¡y encima le devolvieron la pasta!! Claro, que
al novio de la chavala no le hizo tanta gracia y al final no durmieron juntos xDDD). Así que dijimos "Algo
encontraremos" y aprovechamos que estábamos tan frescos y lozanos gracias a no haber dormido en una
cama desde hacía cuatro noches que teníamos el cuerpo anestesiado de sufrimientos para ir viendo
Padova con las mochilas, el abrigo, la lámpara y las pipas a cuestas.

Llegamos a la famosa catedral (preciosa, tanto por dentro como por fuera) y entramos. Allí estaba el
chambelán de dios, para recordarnos que las tías somos todas unas zorrukis y que nos tapáramos
hombros y piernas), así que fue aún más delicioso ver San Antonio de Padova en una preciosa tarde de
agosto, con sudadera y la mochila a la espalda. ¡¡¡¡Dios, cómo quiero a los italianos!!!!
Miramos los hostales de al lado de la iglesia, que nos daban una clavada tremenda de, al menos, 25-30
euros por persona, así que seguimos buscando. Nos paramos en una heladería en la que Pablo pidió a la
guapísima dependienta probar todos los sabores y, cuando eligió, se fue sin pagar xDDDDDDDDDDDDD.
Nos dimos cuenta después y pasamos por la puerta, pero nadie nos dijo nada. Están fatal estos italianos.

Al cabo de un rato de disfrutar de Padova, de ver a gente en la calle tomando vino para ver que tres
minutos después se habían evaporado, de ver una rata a la que confundimos con un tren turístico y a
dos italianos tratando de cazarla con un arpón y un cubo de agua, de encontrar una fuente que ni la
Fontana de Trevi nos hubiera parecido más preciosa de la sed que llevábamos, encontramos un
hostelillo que lo llevaba una mujer rubia a la que afortunadamente le importaba tres pares de cojones a
la hora a la que volviéramos, así que me empeñé en ver Venezia de noche y, aunque Nacho casi me
mata, les lié a todos y allá que fuimos. Eso sí: sin mochilas, a las 10 de la notte, después de haber
llegado sobre las seis y pico a Padova. Infernal XD.

Cogimos el tren a las 22:06 y el último de regreso salía de Venezia Sta Luzia (hay 2 estaciones en
Venezia: la de Venezia norte o algo así y Venezia Sta Luzia, en la que hay que bajarse para ver la
Venezia que todos esperamos. En la otra sólo hay hoteles, vamos, donde se aloja la peña que no puede
permitirse los infernales precios de un hotel en la Venezia que se hunde, así que la parte turística es
donde viven los nativos autóctonos: Venezia Santa Luzia) a las 0:04, así que había que disfrutar de la
ciudad cañería una hora y media. De esta manera nos plantamos en la maravillosa Venezia, porque, la
verdad, es comparable a muy pocos lugares, y de noche es especialmente preciosa, ya que no ves la
mierda que deben tener los canales, sino que sólo te la imaginas.

En Venezia no hay calles propiamente dichas, sino que hay carteles con flechas en los que pone “al
Puente Rialto”, “a San Marcos”, etc. y que los comerciantes se molestan en cambiar para que te pases
por su calle y te dejes las divisas, con lo cual, es el puto laberinto del Minotauro, aparte de una trampa
mortal para los que quieren llegar a un sitio exacto a una hora exacta. Nosotros teníamos un mapa que
nuevamente había surgido de Yerma y ella ya se lo conocía más o menos, así que tiramos, tiramos y
tratamos de encontrar una pizzería asequible para cenar algo camino del objetivo turístico que era San
Marcos. Vimos canales y canales, la luna reflejándose en ellos (lo siento, soy tan cursi que me fijo en
esas cosas), los palacetes venecianos en el Gran Canal y alguna góndola de vez en cuando, aunque ya a
esa hora había muy poca gente por la calle o por el agua (igualito que en España, que a las 11 es cuando
se sale de casa en verano). Como estábamos perdidos XD, interceptamos a una italiana para que nos
guiara y la despedimos en una pizzería en la que me aspen si no es en la que mejores pizzas he comido
en toda mi vida, y encima baratísima, ¡¡¡¡¡diox!!!!! Nos pedimos Pablo y yo una pizza entera para
embutir al instante, ayyyy, en una placita súper chula a la que creo que jamás en la vida sabría volver.
Muy maja y muy guapa la muchacha (nótese la diferencia abismal entre los aborígenes del sur de Italia y
los pijeles del norte) y Yerma, como habla italiano, se hace amiga de todo quisqui, la muy viva xD.
Ya empezábamos a apercibirnos de que podría ser un tema eso de llegar a la estación a tiempo o
estábamos pero BIEN jodidos, así que nos dimos prisa y encontramos San Marcos, que la verdad, es que
es una pasada verlo de noche iluminado.

Hice la fotito infernal de rigor (sin trípode, ya que lo dejé en el hostal porque estaba hasta los
mismísimos de 3 días con la casa a cuestas y quería una espalda grande y libre) y nos pusimos a tratar
de volver a toda ostia a la station, que con la tontería de que se nos caía la baba, habíamos invertido
un tiempo precioso que necesitaríamos para coger el tren sin tener que dejarnos el hígado por el
camino). Subimos y bajamos escaleras, canales, puentes, nos perdimos, nos encontramos, nos
agobiamos, ¡¡¡¡y corrimos!!!! Y justo llegamos a las 0:04 a la estación, ¡¡¡habíamos ganado el GRAN
PREMIO VENEZIA!!!

Llegó el tren, subimos con las coronas esas de alfalfa al cuello y descorchando champán, nos dejamos
caer, luchamos por no dormirnos y despertar en Genova al día siguiente. Cuando llegamos al hostello,
es que no sabéis la sensación de tirarte a la cama, blanda, blanca, limpia, oliendo a detergente de
flores de La Toscana y quedarte dormidina en un momento, disfrutando cada segundo que se te cierran
los ojos. La verdad, después de 3 noches maldurmiendo, NO TIENE PRECIO.

Moraleja de ir a Venezia: cómprate una Zodiac. XD


Capítulo Treinta y Tres

Nos levantamos y nos preparamos para la pequeña división que íbamos a sufrir, ya que Yerma y Polleles
ya habían estado en el norte de Italia y, mientras que nosotros íbamos a ver Venezia y Florencia (y
Verona), ellos se iban a ver Asís y Rimini, creo. Así que aprovechamos la mañana para ver un poquito
más de Padova, ya que la mujer se ofreció a que la preciosa eslava que le hacía las camas del hostal y
demás nos cuidara la mochilas. Fuimos otra vez a la catedral y demás, y como tenía un hambre atroz,
me compré una movida así de berenjenas que me costó carísima, pero que su sabor superaba con creces
su tremendo aspecto. Es que era un capricho de emperadores, ayyyyyy. Caramba Mike, ¿¿¿cómo puedo
adquirirlo en España??? Y bueno, fuimos andando y mientras nos hacíamos las foteles de rigor, no
podíamos dejar de advertir la diferencia que se nos estampaba en la cara de lo absolutamente
diferentes que son el norte y el sur de Italia. Es que, es increíble.

Una pacífica calle del norte de La Bota


Qué calor pasamos, uuuf, y como nos amontonamos xDD
¡¡¡En las farolas había dragones!!!

Nunca olvidaré los anuncios de las misas fúnebres de los que parecían los mafiosos napolitanos
xDDDDDD. ¡¡Qué miedo, hostias!!

Como a la una o así cogimos el tren a Venezia, después de que la pobre eslava nos mirara con odio, y
nos despedimos habiendo quedado 2 días después en la estación de Florencia. Nos montamos y el
revisor pilló a un chaval italiano que no había “validado su billete”, a lo que este alegaba que no había
tenido tiempo, porque había llegado tarde, y se montó el show. Vinieron los seguratas y todo, vaya
tela. Lo más curioso era que el resto de italianos miraba al chico como decepcionados. Es que, me
quería morir xDDDDDDDDDDDDDD.

Llegamos al Venetto y toma clavada con las putas consignas italianas, que Prometeo las queme, pero
ya. Nos dispusimos a tratar de perdernos de día, previo paso por la pizzería de la noche anterior, y
claro, está que lo conseguimos, aunque nos costó mucho más debido a la marea humana tan increíble
que hay en esa jodida ciudad. Es que no me extraña que se esté hundiendo, porque, es que, tela con la
invasión. ¡¡Lo que no sé es cómo no lleva hundida años!! Vimos canales, sin los peces mutantes que
estaba segura que habría de encontrar, y gondoleros a tutiplen, que no sé cómo no tienen ahí montadas
las “góndolas de choque”, porque es que los hijos de puta pasan por un canal minúsculo con el remo ese
súper largo y no se sabe muy bien cómo lo hacen, que caben y no se caen de la góndola a pesar de ir en
vilo encima. ¡¡¡Es que alucino, vecino!!! Les ves apoyándose contra las paredes de los canales, (I flip
it), por el módico precio de 50 euros. Joder, es que son la raza superior de la que hablaba Hitler, de
verdad, porque si no, no me lo creo.

Esta foto es un robado - que llamen a María Patiño ya xD. Por detrás, las góndolas

Eso sí, lo que hayáis visto en las pelis de que van cantando y tal es mentira, porque tienen una mala
hostia que te cagas. Nos encontramos las tiendas de máscaras abiertas, que son lo más bonito de
Europa. ¡Qué preciosidad! Es que cada máscara era más bonita que la anterior y había muchísimas
tiendas (estratégicamente situadas para que no te saltaras NI UNA). Mi consejo particular es que llevéis
un extra de pasta par poder traeros una, que son una auténtica pasada. Ojalá hubiera tenido yo este
consejo, juassss.
¡¡¡Ayyy, quiero todas, coño!!!

Continuamos nuestro camino, deliciosamente perdidos entre las tiendas de artesanía y las de los
cristales de Murano, aunque al cabo de un rato de estar pateándote esa ciudad, que es como la
habitación de Escher, te toca los cojones y quieres llegar a algún puto sitio de una vez, así que
seguimos a la marea humana que peregrinaba a la plazuca de San Marcos, y lo conseguimos, ¡yuhuuuu!
No es San Marcos lo que se ve al fondo, es Sta Maria del Fiore o algo así lleno de vírgenes

Evidentemente, estaba petada hasta las trancas y llena de las proverbiales palomas gordas, porque todo
el mundo ve súper romántico darles comida, y yo no sé cómo pueden volar con tanta obesidad. Es
gracioso, porque llega una familia con niños pequeños, el padre le da un cacho pan al niño para que
alimente a los dramas voladores estos, y al segundo y medio no se ve al crío, porque está sumergido
entre los 3 millones de bichos que han visto la escena y que ya le están devorando hasta los ojos
XDDDDDDDDDD.
Como paloma por su plaza XD. Las muy putas vienen a comerte de la mano y te comen hasta la mano si las dejas.
Y sí, les quitamos el pan con intimidación a los niños.

Vimos el Puente de los Suspiros (confusamente denominado por mí “el puente de los gemidos”
XDDDDDDDDD), millones de góndola, Murano y Burano al fondo, y todo precioso, súper chulo y súper
tremendo, aunque está lamentablemente lleno y es una pena. Si no hubiera visto la city de noche sin
tanto agobio, no me hubiera traído tan buen recuerdo. Después de eso nos paramos a descansar al lado
de un canalillo donde pasaban las góndolas, y allí estábamos debatiendo sobre lo bello y sus formas
cuando entre góndola y góndola pasa una MIERDA flotandooooooo, ¡¡¡¡qué ascazo!!!!! Es que no me
monto en un trasto de esos ni loca, que vuelca y sales de color verde, ¡¡puuuuuuuuuuaj!! Cuando
superamos los ascos y nos echaron los gondoleros de allí, nos fuimos a comer y encontramos la pizzería,
¡¡¡yuhuuuuuuuuuuuuuuuuuu!!! Nacho se sentó a comer la pizza en un banco en el que se había cagado
un pájaro y se le pusieron perdidos los pantalones, con lo que se pilló un mosqueo tremendo (aunque la
verdad, con toda la mierda que teníamos encima o en las mochilas - mi ropa interior parecía que había
pasado por el planeta de Flash Gordon – no se notaba mucha diferencia). Me parto. Lo normal es que te
caguen por encima, o por debajo, pero a nosotros nos persigue la absurdez. Vimos también el Puente
Rialto, que debería llamarse “Negocio Rialto”, porque son todo tiendas con camisetas (¡de Lupin!) y
souvenirs absurdos de esos que pone tu abuela en el mueble de la tele. Seguimos paseando y paseando
y nos vimos Venezia de arriba a abajo, aunque luego he visto que nos faltaron cosas y que estuvimos
dando vueltas como anormales por el mismo sitio del que era imposible salir, ¡¡¡¡maldito laberinto!!!!
Vimos una góndola XXXL que estaba llena de coreanos que habían contratado a un cantante de ópera
para que les deleitara el viaje y lo único que hacían era hacerle fotos a él. Es que, ¡¡¡están fatal estos
orientales!!! Nos comimos un helado y nos sentamos en la estación a esperar el tren a Verona, que salía
como a las 8 y algo, lo pillamos, escribí mis “Recomendaciones para la zona G”, que no sé si algún día
saldrán a la luz, porque son un poco brutas (quizá en “19pizzas y 500kebabs edición especial
coleccionista” XDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD) y ya casi de noche llegamos a tierras de cortesanos con
hijos con ganas de mambo.
Capítulo Treinta y Cuatro

A la atardecida llegamos a Verona y nos fuimos arreando detrás de todos los mochileros que había, que
probablemente tendrían mucha más idea que nosotros de dónde estaba el puñetero albergue. Acabamos
en una parada de autobús, que en aquel momento nos pareció tremenda de grande, y entre las letras y
los números de los autobuses perfectamente habríamos elaborado un boletín de sudokus.
Como somos la alegría de la huerta (Laetitia del Huertini), pues nos pusimos a hacer vida social con
unos que teníamos a mano, que resulta que eran un par de yankis y una australiana que había hecho
una especie de maniobra de acople con ellos, pero no había resultado demasiado bien, pues la mujer de
Las Antípodas en cuestión parecía que tenía un limón en el culo, y aunque a pesar de eso Nacho se puso
a hablar con ella, acabó el susodicho con un cabreo de cojones porque le contó que lo flipamos en
Turquía de lo que nos contaban los turcos de la guerra y la pava le dijo que era un crédulo y un
inocente XDDDDDD.

Así de cháchara, el autobús fue dando la vuelta por Verona, por el lado del río con las casitas de colores
¡y todo súper chulo! Nos fuimos haciendo más colegas de los yankis, porque la chica tenía orígenes
hispánicos y hablaba súper bien español, aunque el otro no tenía ni idea y hablábamos casi todo en
inglés, para que se sintiera como en casa de Elton John XD. Nos indicaron la parada (a pesar de que no
habíamos comprado billete xD) y nos bajamos allí, en el típico barrio italiano al lado del típico río sin
saber a dónde ir y, para variar, casi nadie por la calle, así que nos perdimos un poco y cuando
encontramos el camino vimos que estaba justo el albergue en una cuesta que fijo que el Papamóvil no
la subía ni de coña, y en medio de la cuesta, en la luz espectral de la noche, una cruz tochísima
iluminada que parecía de otro mundo. Es que, avistamiento San Ovni total, y nosotros acojonados,
porque estaba así incandescente y parecía que se te iba a caer encima xDDDDD.

Cuando ya no nos quedaban fuerzas ni para resoplar (¿a quién cojones se le ocurriría poner un albergue
de mochileros encima de una cuesta? - a un gran hijo de puta, fijo), llegamos a la puerta del albergue,
que más que albergue, parecía un psiquiátrico lleno de rejas y muros altos para que los pobres
mochileros incautos que entrasen no pudieran escapar nunca de sus fauces. Fuimos a secretaría
esperando encontrar a gente cayéndosele la baba en las camisas de fuerza y nos encontramos al padre
Salvatore de los infiernos, que ya nos empezó a tocar los cojones con que si tal y cual. Y es que, claro,
en un albergue con toque de queda a las 11 de la noche, separado por sexos, con una ducha en medio y
ale, restriégate con la que tengas al lado que, aunque parezca salida del anuncio de Fresh
Absorbeolores, teniendo que estar fuera del albergue a las 9 de la mañana y lleno de curas, pues como
que la piel se nos estaba quemando en las barbas de este santo varón, quien hubo de notarlo y abroncar
por posible futuros incidentes. Le dijimos que no habíamos comido nada desde el desayuno y que
necesitábamos cenar o dejaríamos pelada la pata de la cama de lamerla, y nos dijo el chico que tenía
allí trabajando que, como tardísimo, a las 11:30 allí, que fijo que no nos iba a decir nada. Dejamos las
mochilas en las habitaciones (ya había unas tipas durmiendo en la mía, ¡¡flipo!!) y marchamos, liando a
los americanos con nosotros (la australiana, afortunadamente desapareció en la marsupia de su canguro
portátil a dormir).

Fuimos a la trattoria que nos quiso endosar el Padre Satanás diciendo que “very cheap” y,
automáticamente, tras ver la carta, decidimos buscar una pizza asequible (eran las 10 y media o así).
Cruzamos el río pensando que había vida más allá de la muerte, pero nada, ni dios y todo cerrado,
aunque encontramos a unos jóvenes (probablemente de otra religión) que nos recomendaron un sitio
que parecía algo lejano. Pusimos un poco el turbo y fuimos, pero estaba cerrado, así que preguntamos a
unas libanesas o algo así que no sabían nada (de hecho, ni hablar en cristiano) y luego a un chaval con
monopatín que nos dijo una pizzería aún más lejos y allá que fuimos. Los americanos palmeaban
contentos, porque les dijimos con sonrisa de oreja a oreja que los españoles siempre nos salíamos con la
nuestra y que no pasaría nada por llegar tarde, que al viejo le teníamos en el bote. Compramos
nuestras pizzas (que casualmente tardaron 10 minutos más de la cuenta porque ya habían apagado el
horno) y salimos ya con un poco de prisa, porque eran las 11 y media. De camino encontramos, no se
sabe muy bien cómo, gente de fiesta en la calle (nada serio, es que era una vinoteca que ya estaba
cerrando) y un puesto de kebabs que nos vendió gustoso unas cervezas (de perdidos al río, y casi
acabamos efectivamente allí).

Nosotros estábamos súper felizones, pensando que vaya triunfo: pizzas y cervezas en el jardín del
manicomio demoníaco ese, cuando volvimos a subir la cuesta y nos encontramos a Larry y Harry
llamando a la puerta del albergue y diciéndonos que no les abrían y que llevaban allí media hora (serían
las 12 y 5 o así). Nuestros americanos particulares, que nos miran con cara de asesinarnos, y nosotros
nos pusimos a llamar al timbre como si fuera el último timbre de la salvación del Apocalipsis. En esto
que oímos unos gruñidos del averno y el hermano portero que se aproxima a grandes zancadas
maldiciendo en latín de Judea y diciéndonos que el albergue está cerrado, que ya podíamos dormir
donde nos saliera de los cojones menos allí y que regresáramos al día siguiente a por nuestras mochilas
(oíamos en nuestra cabeza “Julieta, hija, los mochileros no son buen partido” xDDDDDDDDDD). Nacho
que se sulfura, los Harry y Larry que se cabrean, y todos a decirle al tipo que era lo peor de la vida. Yo
le dije que qué bonito ejemplo de hospitalidad cristiana (atacando donde duele xDDD), pero el tío
encabronado, que no y que “En el albergue no se come, que es un sitio sagrado” (la pregunta sería si es
demasiado sagrado para cagar en él). Al final, Nacho le convenció de que nos devolviera nuestros
pasaportes, porque estábamos indocumentados, y de que nos dejase entrar a por las mochilas (todo
esto en italiano, gracias a que se compró un libro de ondas o no sé qué en italiano y entre eso y las
clases de Yerma empezó a decir movidas - qué fiera de niño), porque no podíamos dormir sin ellas. El
tipo empezó a decir que los españoles siempre estábamos igual y que nunca respetábamos los horarios,
y el Nacho que se sulfura más y le dice que como le empiece a faltar al respeto mal le iba a ir
XDDDDDDDDDDDDDDDDDDD.

Los yankis hicieron comuna y le dijeron que no eran españoles y que querían entrar (hijos de puta
XDDDD) ¡¡¡y el tipo fue y les dejó (menos mal, porque veía a mi madre en Guantánamo, por la
represalia del secuestro de 2 yankis obligados a dormir en la calle por culpa de pérfidos españoles)!!!
Nosotros flipando. Es que, increíble. Le montamos el pollo y al final el tipo, con una mala ostia
increíble, nos abrió la cancela y nos dijo que acabáramos nuestras putas pizzas rápido y que nos
fuéramos a la cama de una vez. Entonces los americanos volvieron a ser amigos nuestros (traidores) y
nos comimos las pizzas y las cervezas escondidas por debajo de la mesa, porque pasaba el tío dando
zancadas y haciendo ruido para atormentarnos de vez en cuando XDDDDDDDDDDD.
Después nos despedimos y nos fuimos a dormir los mochuelos con los mochuelos y las mochuelas con las
mochuelas. Yo miedo tenía de despertarme y tener un critter en la cama de al lado, porque estas
estaban incrustadas ya desde hacía cuatro horas allí. Recuerdo que dormí fatal, gracias en parte a las
campanas de iglesia que alguien consideraba necesario tocar cada dos horas en plena noche.

A la mañana siguiente sonó el despertador y fuimos a desayunar la americana y yo, que habíamos
quedado en despertarnos la una a la otra y mi hiperactividad fue la primera en saltar (impulsada en
parte por las ganas de matar al de las campanas). El desayuno, llamémosle x, ni mucho ni poco, aunque
tirando de raza, al final nos hicimos unos bollos de mermelada muy tensos y 2 o 3 colacaos que tenían
más agua que una depuradora de Font Vella. Después nos fuimos a duchar y ¡¡¡dios, qué horror!!! Me
esperé a que saliera la cuadrilla de seres misteriosos que había allí frota que te frota y salí la última. Es
que, ¡¡¡qué atrocidad de ducha, aaarg!!!

Nos despedimos de los americanos y cogimos el libro de visitas para ponerles unas cuantas muestras de
afecto cuando vimos con gran alegría que no éramos los primeros españoles que ya se habían molestado
en hacerlo, y de qué manera xD. Ataviados con nuestros bártulos inagotables (los agotados éramos unos
servidores), salimos de paseo por la ciudad del amor prohibido.
Capítulo Treinta y Cinco

Bajamos la cuesta y vimos la cruz espantosa de día, que así sin sus luces ya no era tan brava ni daba
tanto miedo como de noche. Descubrimos que hacía un poco de fresquito y que a esas horas nos
merecíamos estar durmiendo en vez de sufrir el castigo al que los italianos nos sometían
constantemente. Entramos a la ciudad desde arriba y la estación estaba en la otra punta, justo bajando
la avenida principal que divide Verona en dos: un lado y otro. Moló mogollón, porque a esas horas ves
despertar una ciudad. Casi cantamos la canción de la bella del principio de La Bella y la Bestia: “Ahí
viene el panadero como siempreeee, su rico pan viene a vendeeeeeeer” XD. Las callecitas eran una
chulada; desde luego, no hay comparación entre las covachas de bandoleros del sur de Italia y las
casinas de muñecas del norte.

Así andando nos topamos con unas cuantas iglesias, las catedrales, un traumatismo de clavícula, y el
anfiteatro, donde paramos a tomar un poco el aire romano, estaba al lado de un parque. Es curioso de
ver, aunque ya hubiéramos visto unos 300 anfiteatros de los cojones, porque quieras que no, es algo
diferente, ahí, tan redondito y tan valioso. Yo estaba chinada, porque de camino se suponía que estaba
la casa de Julieta (todo más falso que Judas, está claro XD) y por más que dimos un par de vueltas a la
manzana no lo vimos, así que dejé a estos allí sentados y retrocedí a ver qué demonios pasaba con la
puñetera casa, que según el mapa estaba ahí y tenía toda la pinta de ser como la entrada a la estación
de Harry Potter: haciendo un acto de fe para suponer que delante tuyo no están los ladrillos que
aparentemente estás viendo. Pregunté de nuevo y al final descubrí que la casa no está a pie de calle,
sino que entras por un portal en el que medio mundo se ha declarado amor eterno en las paredes (si
fuera abogada de divorcios, pondría allí mi número - pedazo de propaganda, juas). Pasas y ves la
estatua de Julieta en un jardín que de jardín no tiene nada, porque es de piedra. La costumbre es
tocarle la metálica teta derecha para que te prometa que la próxima teta que tocas será una de
verdad, aparte de para calmar tus ansias lascivas de no poder echar un polvete en ése maldito país de
inquisidores. Me hice la foto de rigor con Juliette y su balcón rocódromo y me volví con estos, que
seguían allí sin valorar ni mi presencia ni mi ausencia xD. En el anfiteatro debía haber algún festival o
algo, ya que estaba lleno de movidas de cartón-piedra tremendas, una cabeza de dragón que molaba
pero mazo y más cosillas así.

Al ratito fuimos andando a la estación y llegamos con tiempo de sobra, así que nos fuimos a invadir el
kiosco y me compré unos “Topolinos”, que son la versión italiana de nuestro “Don Miki”, para tener algo
con que rellenar la mochila, que ya sólo me pesaba 580 kilos por los souvenirs turcos.

Total, que subimos al treno, que estaba sorprendentemente vacío, y pillamos un compartimento
aleatorio para despatarrarnos y poder dormir un ratín antes de llegar a Florencia, ya que teníamos
como 2 horas y pico de viaje. Me fui al baño y al volver veo a Pablo y a Nacho hablando con una rubia
de unos 60 años (no, no era Rafaella Carrá) y una chavalina joven que no estaba nada mal, que se
metieron en nuestro compartimento. La tremenda mujer se puso a hablar en un español perfecto, ya
que según nos contó, vivía la mitad del año en Canarias y la otra mitad en Italia, porque decía que no
podía soportar el frío italiano y que vivía allí todo el invierno en su pisito de la isla como una diosa. Nos
contó sus viajes (que eran muchos y por todo el mundo), le enseñamos nuestro recorrido y hablamos de
los italianos, de los españoles, de que el Papa Woitijla quería muchísimo a la juventud española. La
mujer se echó las manos a la cabeza cuando le contamos que habíamos dormido en la estación de
Nápoles y nos dijo que ella nunca había ido a Nápoles, ni ganas que tenía, porque estaba todo lleno de
maleantes y que no podía con ello. También nos dijo que antes Italia se parecía mucho más a España,
pero que se había vuelto tan peligrosa que la gente pasaba de salir de noche, y que por eso no había ni
cachondeo ni nada de nada. Qué encanto de mujer, por favor, cómo nos hubiera gustado quedarnos con
su teléfono o algo, porque no tenía mail, pero nos dio mogollón de corte pedírselo. Era tan maja que
hasta la chavala estirada se nos unió a la conversación y la signora nos iba traduciendo lo poco que no
nos quedaba claro entre el español y el italiano a los cuatro. Así se nos pasó de un plumazo el viaje
hasta Modena, donde todos cambiamos de tren y cada uno tiró hacia un lado, y de verdad que nos dio
muchísima pena la despedida.

Esperamos un par de minutos a que saliera el tren a Firenze (sí, la conexión llegó y si no, patata para
Firenze), que era un tren de estos carniceros, sin compartimentos y hasta la bola de gente rara.
Entraron unos cuantos negrinos y poblaron el vagón. Era súper gracioso, porque cada vez que había un
túnel sólo se veían un montón de dentaduras sonrientes (a lo Chesire cat xD), ya que los putos italianos
se debían fundir toda la energía en poner el aire acondicionado para congelar el infierno y no les
quedaba ni para luces de esas de emergencia. Se nos puso uno al lado que debía venir de plantar
cebollas con los sobacos, porque estábamos ahogados. ¡Diox, qué viajecito nos dio! Hasta me entró
nostalgia de mi fan turco. La persecución sobaquera acecha en la penumbra y al sol de la Toscana, que,
por cierto, era preciosa desde el tren: todos los campinos verdes brillantes. Parecía Galicia. ¡Ayyyy
cuántos recuerdos de ese viaje!

En esas llegamos a Firenze, nuestro último destino italiano. A las 12 de la noche iniciábamos el regreso
a la tierruca y teníamos toda una ciudad tan preciosa como prohibitiva monetariamente hablando por
ver. ¡¡Es que hasta oíamos el afilar de los cuchillos de los camisas negras esperándonos con ganas de
sangre (y de dinero, principalmente)!!
Capítulo Treinta y Seis

Lo más urgente, para variar, era encontrar unas consignas divertidas para que las archiconocidas
cachimbas turcas y mi abrigo Matrix no nos robaran protagonismo en las fotos (de hecho, ellos
escribirán la tercera revisión del diario: "9,5 pizzas y 250 kebabs", ya que sólo hicieron la mitad del
viaje con nosotros). Tras intentar dejarlas en un hotel de al lado de la estación lleno de italianos tan
simpáticos como Rafaella Carrá con los pelos enganchados en el secador, volvimos a las consignas
ferroviarias de toda la vida, con menos euros en los bolsillos y más odio a esos horteras con nombres
mariquitas llenos de "inis".

Así que nos fuimos a visitar Florencia, que es realmente bonita. Desde la estación, lo primero que te
encuentras es el Duomo y el Baptisterio, y al verlas piensas que vas a entrar en una pastelería gigante
de paredes de papel, pero luego ves que no puedes entrar, lo primero por la cola, y lo segundo porque
si eres un poco zorrukis como yo y enseñas los hombros, dios no te mira con buen ojo y te caga la
paloma encima. Así que tras deleitarnos con esa cosa blanca y verde (en mi vida lo hubiera
sospechado), nos fuimos a la plaza de las estatuas, que es una especie de peep show donde la que no te
enseña las tetas te enseña el pene, y luego te dicen encima que es de mentira y que para ver tetas de
verdad te tienes que meter en los Uffizi, vanagloriándote de la cola y la ruina que conlleva. ¡Ay señor,
qué cara es la religión!

La pastelería gigante se cierne sobre nosotros


Nacho desde su puesto de observación de pennywise XDDD

Nos entró el hambrecillo y decidimos otear por los puestos de comida callejera. Tras asegurarnos de
que no había percebes dentro de los kebabs, decidimos ayunar en vista del robo de los 6 o 7 euros por
un cacho pan con 2 tréboles y un pedazo de cordero famélico dentro, así que seguimos andando y
llegamos a un castillo horrible que había después de un puente bonito lleno de joyerías y hippipunkis y
una movida con un montón de candados que era algo interesante, pero que no recuerdo. Al final
conseguimos algo para comer que tampoco recuerdo (probablemente sería algo que es mejor olvidar),
unas Coca Colas y unos helados que no olvidaré nunca, juas. ¡¡¡Helado de bizcocho de chocolate!!! Es
que estos italianos son unos genios para los helados. ¡Que cuenten el secreto pero ya! Así a lametones
encontramos una tienda de animales donde Nacho se compró cascabeles con motivos de rayas y
cuadraditos, ¡me parto! Eran geniales, pero la pintura duró poco (tanto como el cascabel de mariquita
que se compró en Atenas xDDDDD). Seguimos de turismo y vimos un montón de tiendas con pasta con
forma de penes de colores, pero que estaban a precio de aterrizaje del Discovery, así que las obviamos
y nos perdimos callejeando con la marea humana para que nos llevaran a los sitios bonitos de la city,
incluyendo un Disney store con unos dibujos PRECIOSOS que la hija de puta de la encargada no me dejó
fotografiar. Así le salgan novios con eyaculación precoz a la muy zorra.
Cuando se acercaban las 7 corrimos hacia la estación. Bueno, corrieron éstos, porque yo me quedé en
un súper comprando comida para traerla a mi abuela y mi madre, que nunca superaron las fronteras de
la madre patria, y tratando de comprar el rancho para la mega vuelta. Pero sorpresa, era tan caro, que
salía más a cuenta pillarse algo por ahí que al menos estuviera cocinado, así que pillé tres pijaes y me
rendí. Fui a la estación y aquello era un puto hervidero de kinkorros de múltiples orígenes y la poli,
cuando no estaba en un lado separando a unos, estaba despegando del suelo a otros. Lo bueno de todo
es que tenían tanto curro que no les importaba que estuviéramos en la hierba debajo del cartel enorme
de "Cuidado con las lechugas, muerden". Así de tirados estábamos esperando a Yerma y a Pollamen,
cuando conocimos a unos alemanes que volvían también de su viaje a su país y estuvimos hablando con
ellos hasta que descubrimos que, a pesar de estar todos y todas buenísimos, ¡¡¡tenían 17 años!!!
Infernal, pero como se lo montaban los teutones estos: llevaban hasta hamacas y ahí estaban entre lo
mejorcito de los fichajes de la Interpol todo panchos como los viejos de mi pueblo mirando la
carretera. A mí me sucedió lo previsible: contando mis historias me pidieron que hiciera un dibujo ¡¡¡DE
GRUPO!!! Como estábamos más aburridos que un ocho, pues me puse a hacérselo, y parece que se
rieron bastante, aunque con estos alemanes nunca se sabe ¬¬.

Llegó la pareja aviar y Yerma se encontró un móvil. Llamó y resulta que era de una portuguesa (¿María?
xD) que lo había extraviado y que se presentó más tarde dándonos mil gracias y nada de comer, ante lo
cual hubimos de irnos otra vez a disfrutar de Florencia con instintos caninos. La verdad es que de noche
se queda vacía y gana bastante, si no fuera por lo cara que sigue siendo, juas. Los alemanitos se habían
quedado guardando nuestras mochilas, así que fuimos sin peso, pero tan hasta los cojones que en ese
momento veo a un kinki italiano corriendo con mis sujetadores y allá le coja un galgo que yo no iba a
dar un mal paso por recuperar lo que es mío. Al final había cerrado todo, pero providencialmente yo me
fijé en el mapa que nos habían dado (o que había surgido, como casi todos nuestros mapas) y ponía que
enseñando no sé qué te hacían un 2x1 en los McDonald’s, y joder, ¡¡estábamos salvados!! Fuimos
volando y pedimos 15 hamburguesas, ante lo cual nos odió todo el mundo, porque eran la última tanda
antes de cerrar y nos llevamos hasta la gomilla de la gorra de la dependienta xD.

Como se nos había hecho tarde, porque somos retrasaditos, ¡¡a correr a por el tren!! En un par de horas
nos tocaba el transbordo en Pisa y nos estábamos poniendo las botas gracias al payaso amarillo. ¡¡¡Viva
Ronald McDonald!!! xD
Capítulo Treinta y Siete

Después de comernos las mil hamburguesas nos quedamos medio sopas. Menos mal que era la última
estación y nos largaron del tren prácticamente, así que salimos nuevamente como los del video clip de
Thriller de Michael Jackson, con un montón de chusma que parecía tener las mismas intenciones de
movilidad que nosotros, mochilas incluidas (por suerte, no las nuestras xD). Estuvimos 15 minutos
esperando en Pisa, porque luego teníamos que coger un tren a Niza, que por lo visto debía tener que
coger media Italia, porque estaba hasta los topes, incluyendo toda clase de especimenes que hacían
parecer aquello el pasaje del terror xD.

Conseguimos a hostias unos asientos (casi perdemos la osamenta en ello entre las fauces italianas) para
tener que dejarlos a lágrima viva cuando vino el revisor a comentarnos que ese tren se partía, que iba
una mitad a Turín y la otra mitad a Niza, y como somos unos desgraciados, estábamos en la parte
equivocada, así que otra vez el éxodo entre los miles de monstruitos que gruñían y rebuznaban cuando
les estampábamos la mochila en la cara en los pasillos. Medio dormidos y horrorizados que dábamos
tanta pena que un señor nos cedió su asiento (con medio compartimento) en el que pudimos descansar
los huesinos unos, y Nacho encontró sitio en el del al lado. Al cabo de un rato oímos maldiciones
españolas, y era Nacho, que se le había pegado un chicle en la camiseta. Me parto. Descubrimos que se
nos había colado un negrino que parecía que salía de una tribu de Utus y que en cualquier momento iba
a hacernos el numerito de reducirnos la cabeza con la hechicería del poblado. ¡¡¡Diox, qué miedo,
porque hablaba de vez en cuando y hacía ruidos raros!!! A pesar de eso nos dormirnos y en la frontera
nos despertaron con la amabilidad fronteriza típica. Yo no me pude volver a dormir, pero como no sabía
muy bien dónde nos bajábamos, desperté a estos de coña y tuvimos que salir volando para pillar el
siguiente tren a Montpellier, donde no dormí nada y estuve todo el rato de diario, juas.

En Montpellier estos se fueron a por algo de beber para la deshidratación y yo les esperé. Allí pillamos
el tren a Narbona, donde me dio la llorera, porque era el día 1 y hacía un mes me había despedido de
mi niño P-chan para siempre, y encima hacía un calor que si no llega a ser porque pillaron movidas se
nos cae la lengua a cachos.
Después de que los franceses me tomaran por una yonkarra depresiva conseguimos coger el último tren
que nos dejó, por fin, en Cerbère.

El balance total de heridos fue:

Florencia-Pisa
Pisa-Niza
Niza-Montpellier
Montpellier-Narbona
Narbona-Cerbère
Cerbère-Portbou
Portbou-Madriz

Estábamos hasta los huevos de trenes y lo gracioso fue el momento Portbou, que estábamos ya súper
contentos de haber llegado a España y oímos la famosa sintonía de que van a avisar en la estación de
cualquier llegada o algo y todos felizones nos preparamos a oírla en español, cuando van y la dicen en
catalán XDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD. ¡Qué cabreo nos pillamos! Nos fuimos a por comida por la cuesta
esa de los cojones, y al ratín salió el tren. Fuimos a por las literas y estábamos tan muertos que caímos
redondos al rato. Dormimos prácticamente hasta Madriz, cuando nos despertó el revisor a la llegada a
Chamartín. Sé que jode volver de vacaciones, pero en esos momentos unas tantas ganas de llegar a casa
de una puta vez que lo flipas; los llantos van después, juass. Así que, muy tristes y con cara de póker,
nos despedimos. Ya no volveríamos a compartir habitación ni asiento de tren, al menos hasta dentro de
un año, pero el llegar a casa, a la cama, a la nevera, iba a ser genial.

Nos pillamos un taxi Nacho, Pablo y yo. Yo era la primera que se bajaba. Debían ser como las ocho y
cuarto de la mañana y al subir las escalerillas de mi casa me encuentro algo que parece un mini
monedero. Lo pillo, veo que no hay ni dios cerca, así que lo abro y me encuentro una medallita de la
virgen, un trébol de 4 hojas así en una fundita ¡¡¡¡y 27 eurazooooooooooooooooos!!!! Así se le hace más
amena la vuelta a casa a cualquiera, juasjuasssssss.

Subí a mi casa y tras los pertinentes besos y abrazos a mi madre, abuela y frigorífico, me encontré con
el mejor regalo de cumpleaños que podría haber esperado: una jachondaza naranja, a rayas y que
ronronea más que mi disco duro: ¡¡¡¡¡MELOCOTÓN!!!!!
Tras fliparlo, llorar y varios triunfos, me fui a deshacer la mochila. La tiranía del piojo había terminado.
Bienvenidos a la liberté, igualité y fraternité del Vernel.

Definitivamente estaba en casa... un año más.

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