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Aproximadamente

1
Sufí

Diré tu nombre una


y otra vez,
una vez, otra vez,
y una vez con un mínimo, invisible,
movimiento de mis labios
tan leve como tu forma,
como tu mano
sobre mi carne.
Repetiré tu nombre
una vez
y otra,
hasta que todo signifique
y todo lo comprenda
(sueño, roca, luz, mañana),
hasta que sea
todo tu nombre
y en él habite
una vez y otra
y siempre
como la vida en la palabra.

Ahora me resulta un tanto extraño


temer por el futuro
que no daña ni hiere,
que aún no alcanza a tocarnos con sus manos.
Porque todo sucede en el presente
y lo claro y lo oscuro se nos viene
(sigiloso, implacable)
tan solo en el ahora.

2
Ropa sucia, averías,
facturas de la luz,
la boda de algún primo,
la mopa, las pelusas,
el paracetamol,
llantos, publicidad,
perder el autobús,
aceite en la sartén,
bolsas llenas de basura
y tantas, tantas cosas
con las que no contamos
al discurrir el futuro
y hoy recorren nuestros días
sin dejar casi espacio
para la vida.

Nos ha pasado aquello


que nunca iba a pasar:
el tiempo con sus sombras.

El pelo canoso
y la blusa muy abierta;
como si se hubiese parado
algún reloj.

3
Quizá todo se entienda algo mejor
si se piensa de otra forma
y vosotras no descendáis
(si se me permite tan frívola expresión)
de mí, o de nosotros.
Sí, quizá se comprenda mejor
todo al explicar que vuestro amor
es el lugar del que provengo
y al que, a la vez, ignorante
me dirijo

¿Quién visita Venecia hoy por nosotros?


¿Quién toma por la noche nuestras manos?
No descubras mañana las cortinas
no permitas el paso a la derrota.
Supón por esta vez que está Venecia,
y finge que cumplimos las promesas

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Alégrate por todas esas cosas
que no llegaron.
Siempre serán bellas
como las imaginaste

Casi siempre
tres palabras
son demasiadas palabras

Tú en Francia, y yo,
con diez años menos.
Una iglesia a nuestra espalda
y luz de ocaso.
El futuro agazapado
más allá de los márgenes
del papel

Tener cerca de ti la vida dada,


tratar de superar con simple afán
la fría sensación de no ser nada
salvo parte de un ritmo indescifrable.
Descansas el consuelo en la confianza

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de que esta intriga ruede en espiral
y quizá los trayectos no coincidan.

Levantas la mirada y lo descubres


gris como la pared donde está fijo
desde hace muchos años.
Te sugiere unas cuantas aventuras
que hubieran podido
agotarse en sus ventanas.
Y no te desagrada:
Hostal Bolívar,
cuarta planta

Las ves sonreír,


sospechas que es posible ser feliz.
Confórmate con ello.

Volved, volved los ojos


dejad de mirar sólo hacia afuera.
Buscad entre las ruinas de esos días,
los del amor y risa, alegres bienes
que pensabais guardar como un tesoro.
Buscad rescoldo, poso, alguna huella
y veréis que os sustenta una quimera
porque aquellos instantes se han perdido
como piedras lanzadas a un estanque.

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Restos secos de sangre en un alcorque,
cristales rotos, niños que deambulan
por la escena e ignoran su funesto
futuro, trajes de novia, una corbata
con el nudo mal hecho para el luto.
Ramos de flores mustias en las curvas
(que indican fecha y nombre del difunto).

Aunque no lo imagines tales cosas,


encarnaciones puras de lo triste,
habitan escondidas, muy profundas,
el corazón añoso de aquel hombre
que al sentir tu mirada te sonríe
y te observa con gesto afectuoso,
como de no haber roto nunca un plato.

Lucen en las ventanas,


misterios donde alguien
se esfuerza por vivir.
Después, cruza una sombra
y todo se oscurece,
se agota con el día.
Es ella, pero tú
aún no la conoces

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Supongo que te agitas impasible,
ignorando mi ausencia.
Porque tú, árbol dorado,
sabes bien
que yo me iré
antes que el viento,
que no estaré
para mirarte
en ese último instante.

Esgrimen la razón ante lo ajeno,


como arma frente al miedo que origina
lo oculto en su pureza.

Esgrimen la razón
entonces, cuando el mundo se revela
proceloso, mostrando que están vivos
que sus ojos ven, sus bocas hablan
que habitan un espacio indescifrable
pese al mezquino azar.

La empuñan, mas resulta que no alcanza,


que aún sin duelo persiste aquel dolor,
que a más limpiar la herida, más sangrar,
que todo se reduce a dos constantes
y convierte en absurdo lo lindero.

Se escapa la prudencia por los surcos


de la vida, que es ruido entre dos nadas,
un sueño, al fin y al cabo, inverosímil.

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Milagro,
el plomo se hunde
lenta mente.

La vida
con toda la crueldad
de que es capaz la vida.
Y todavía algunos se preguntan
si existirá el infierno.

Te observo en una foto de las últimas


que guardo y te apareces: pelo negro,
ojos claros, bigote,
arrugas pronunciadas en la frente.
En efecto, así eras,
en aquella centésima, o menos, de segundo
tan próxima al final.
Cada cosa en su sitio, pero todo
ruinoso, estropeado; tu vejez
de infinitos instantes hilvanados

Medito sobre la resurrección


de la carne, en misterios de este tipo
que profeso inconsciente.
Pasa el tiempo y apenas me percato
de que es tarde y la foto se ensombrece.
Tan sólo una centésima,
o menos, de segundo,

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acaso como todo
si atañe a lo escondido.

Es absurdo,
tan absurdo
como tomar tu foto entre las manos,
esa en la que apareces señalando
a quien está tratando de amarrarte
(aunque en ese momento él no lo sepa),
y pensar que estás riendo
ahora, ciertamente, para siempre.

En la pecera el pez
naranja.
Le rodea transparente
tan sólo el agua.
Devenir esencial, un universo
minucioso.
Circunferencias.

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Ese gato tuerto
que recorre mi calle
gato negro,
gato blanco,
debe ver el vacío de las cosas
con su cóncavo ojo de carne.
Estéril, huera, mustia cicatriz
con la que me inquiere, se para
y quieto aprende mi gesto asustado,
mi debilidad.
Después, en fino salto
escapa
tuerto y sabio, lleno de nadas.

Lo malo de internet son estas cosas,


una tarde aburrido y sin pensar
copiar tus apellidos
y nombre entre comillas,
impasible, te muestra en un instante,
fallecidos, madrid,
junio de 2005

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Lamento que te falten tantas cosas
que aunque tú no las nombres, las conozco;
que tan sólo te vengan de improviso:
cansancio, madrugones, esas canas,
las arrugas que nacen con los años
poco a poco colmados de renuncias.
Y podría buscar algún consuelo
ya sabes, el amor o historias de esas,
que sirven desde siempre en estos casos.
Pero yo te conozco, qué remedio,
usar la misma cama es lo que tiene,
y si algo sé de ti es que no eres boba
que excusas de este tipo no te bastan
Así que sólo puedo disculparme
decirte que traté de ser mejor,
más alto, más valiente, rico, pero
no supe hacerlo o, bien, no me dejaron
(que a estas alturas eso poco importa)
confiando en que tú jamás adviertas
que alguno que te quiso lo ha logrado,
ni que pienses en uno de esos días
en que la vida buena es la de otros
que elegiste un camino equivocado

12
Recorrimos la noche y ya es el día
que derrama su luz restauradora.
Sin saber muy bien cómo hemos llegado
hasta esta blanca orilla interminable
donde todo murió y nació el principio.
Al borde de las aguas nos sentamos
pensando en el trayecto, en la fortuna
de que a pesar de todo estemos juntos,
de la noche, la tiniebla, de la nada.
Las órbitas agotan su función,
incluso antes del fin se han consumado,
ya los celestes astros se alinean,
ya los aires retoman sus caminos.
Y cuando sopla el viento tú te giras,
y apartas de tu frente unos cabellos,
y a veces es tu carne aquella carne
y a veces eres tú, y a veces no.

Sólo el oso,
insólito caminante,
conoce el sonido
bajo el peso de sus zarpas.
Cuando ya no esté,
quién sabrá
del ruido de la hojarasca

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Ahora que no eres nada,
y que el sueño se está desdibujando,
exploro la frontera que separa,
más allá de mi carne y de mis ojos,
el confín del pensamiento
en el que nadas
y este desconcertante todo.
Ahora que no eres nada
y habitas insensible
y mudo
la nada

Ya sé que no lo entiendes
y piensas en batallas,
en giros, trabazones,
suspiros y fatigas.
Mas no se trata de eso,
no, no malgastes fuerzas
que es sólo una mejilla
que huyendo del desorden
se llega hasta tu carne,
y en tus leves besanas
encuentra su reposo.
Ya ves, tan sólo es eso,
tan sólo es el sosiego

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Si alguno de estos días
alcanzo a ser algo,
algo bueno,
seguramente, tú
no estés muy lejos.
Seguramente, tú.

No espero ya que esperes


mimos pluscuamperfectos
abrazos en tormentas torrenciales
ni besos de tornillo,
pero, ya ves, qué cosas me suceden,
resulta que te escucho y me conmueve
oírte hacer la lista
de todos tus proyectos
de ésos que no se cumplen casi nunca
(si un día tenemos pasta…
cuando nos sobre el tiempo…)
y que sin darte cuenta,
casi como ignorando mis defectos,
me incluyas en tus planes,
a muchos años vista,
contigo en tu futuro,
tan tuyo, tan dudoso

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Ese hombre que espera
oscuro, inmóvil,
el autobús de madrugada
es un ejemplar
modelo de fe.

Puede que llegue un día, cincuenta años


más, cuando seas tú la que me digas:
Ven. Siéntate aquí. ¿Traes la tarjeta?
Y, yo desobediente me rebele,
tembloroso rebusque en los bolsillos,
pañuelos, papel, trastos rotos, puede,
que atesore de viejo en mi chaqueta
¿Te la di en casa, no? (Mi memoria, ¿sabes?)
Quizá tengas paciencia, quizá no,
y debas de buscar entre mis cosas
¡Qué desastre papá! Si ya te llaman
Ay, hija no me grites, soy tu padre.
Quizá llegue el momento, si llegamos,
de escuchar tu voz airada y saber
que aprendiste a reñir, como esta noche,
y en otras regañinas te enseñé.
Puede ser que me enfade y refunfuñe
mas ten seguro, niña, que suplico
y rezo por que llegue, venturoso,
(“Papá, haz el favor y siéntate aquí")
en cincuenta años más, ese futuro.

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Si no soy el que conoces.
Si fuese un asesino, tú no lo supieses.
Si hubiese estrangulado, apuñalado con mis brazos.
Si te lo dijese en la noche, el viento aullando tras los cristales.
Si fuese el monstruo de rostro lóbrego y enajenados ojos.
Si me aproximase en silencio, mientras lees, absorta.
Si no estuviese vivo,
si mis heridas hubiesen de ser mortales.
Si te lo contase entonces, cuando se mueve el vaso.
Si no tuviese corazón, si así me mostrase,
entonces es que ése soy yo
y no te debes asustar.

Ignoro lo que nombro


hasta que tú lo dices.
Habla los nombres,
conoce mis cosas.
Anuncia tú: “alambre”
Que quiero conoceros,
alambre y tú.

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