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Aquilino DUllue ========

El Homenaje se celeb ,'ó en el p atio d el Convento de


la Merced que entonces era colegio y se abrió con un
disc urso florido, hiperbólico , coruscante, tremolante y
ma noteante del "ilustre orador don Pedro Palop Fuen-
tes", que parecía salido con nombre y todo de una
n ovela de Gabriel Miró. El señor P alop , que era algo
cab ezón y regordete, hizo el
En e l Colegio elogio de Pastora y ofreció el
de la Merced acto , y sus ampulosos concep-
tos, sus oraciones perifrá sti-
cas, sus cláusulas encad enadas y las pausas, los trinos,
los filados, las glosalalias y los gorj eos de aquella voz
que tan pronto estaba en la boca del estómago como en
el cielo de la boca , tenían en vilo y p onían carne d e
gallina a la señora de Capuletti, asturiana como dij e
p ero criada en los ambientes flamen cos de París.
De ilustrar los cantes y presentar los canta ores se
en cargó Amós Rodríguez, que a esos n:'en esteres les
echaba una mezcla insólita de engolamiento de salón y
desgarro corralero.
La primera p arte del esp ectáculo con sistió en cantes
gaditanos a cargo de María Vargas y además hicieron
cantes de J er ez Fernando Terremoto y cantes grandes
Fosforito. Terremoto era muy joven y sorprendió por la
potencia de su voz, una voz llena y caudalosa con mar-
cadísimo rasgo gitan o. Quiero hacer aquí una digr esión
lingiiística para manifes tar mi desacuerdo con todos
aquellos, Ricardo Molina en primer lugar, que escri-
b en " rajo" y hablan de "ra-jo" y
El rasgo dicen que eso viene de " rajar" la voz ,
en la voz d e ten er una voz " rajada". Eso es
buscarle tres pies al gato d e las eti-

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L,\ .: 11 ,\ IIE ,' .A.IIE N,\

mologías. E n el habla popnlar, "rasgo" se convierte en


"rajo" CO IllO "padrinazgo" en "padrinajo", "noviazgo"
en "noviajo", etc. , y nadie dice "rasgar", sino "rajar".
Por lo demá s tengo yo la impresión de que lo que los fla -
lllencos llanlan "ra sgo" o ' ~r ajo " es lo que llaman
" pellizco" los flam encólogos a la violeta. Es una opi-
nión. A Terr emoto le sobraba
Terren1oto y rasgo p ero le faltaba una cosa:
Fosforito claridad d e dicción. A Terremo-
to la s letra s no se le entendían y
eso cr eo yo que es un d efecto , pues el ca nte es algo que
se " dice" aunque se diga con entonación. De Fosforito
¡lO se podía decir lo mismo. Si Terremoto sonaba a sán s-
crito , Fosforito era castellano purísimo. Fosforito decía
muy bien el cante co n una voz r edonda y llena y un ele-
gante sentido d el ritmo . Fosforito esc andía el ca nte y
cada fra se caía con gravedad de plomada. No h e oído
nunca cantar juntos, su cesivamente, a dos cantaores
más distintos, calé un o, busn ó otro . Jóvenes los dos y
en plenitud de facultades r epresentaban dos manera s
distinta s de entender e interpretar el cante, yeso emo-
ciona siempre al que, como yo, y que me perdone el
maestro Mairena, no cr ee dema sia do en la pureza étni-
ca del arte. Hablo de es tos dos artista s en pretérito por-
que uno murió joven y el otro sufrió un eclipse de facul-
tades del que por fortuna se r ecuperaría. Ya volver é
sobre esta cuestión , pu es no quisiera que en es ta s
r emembranzas ha ya r eticencia s.
En la segunda parte bailaron por bulería s Paco
Laberinto y la Chicharrona. Laberinto ha cía un baile
muy limitado , es d ecir, muy sobrio , muy parco en figu-

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ras, pero de una elega ncia soberbia , y la Chich arrona,
que llevaba unos calzon es blancos de esos que en tiem-
pos de la Reina Victoria d e Inglaterra se llamab an " blo-
otners" atados a la s corva s con cintas verdes, se acom-
pañaba el meneo con una s letras alu sivas a su apodo.
Laberinto hacía con la mano derecha un ademán como
si fuera a echar una b endición y trazaba en el aire una
raya verti cal que venía a ser el eje de su baile, la refe-
rencia de una rigurosa simetría de movimientos.
A continua ción subieron al tablado las grandes figu -
ras de la noch e: Juan Talega , que hizo sus ca utes de
Alcalá y de Triana , y Antonio Mair ena , que hizo ca ntes
gitanos. Al sentarse los guitanistas, que eran Moraíto
Chico y Eduardo el de la Malena,
Talega y comentó por lo baj o Ricardo Malina ,
Mairena que estaba en primera fila:
-¡Qué fa cha tiene el Mon,o!
Juan Talega era un león viejo con aquellos aladares
blancos y aquella boca y aquellos ojos de gran felino y
los ca ntes que hizo venían , como él , de la noch e de los
tiempos . De esa noche lo había sacado Mairena, pu es,
por razones cronológicas, la memoria d e éste alcanzaba
menos que la d e aqu él , y entre los dos hicieron la gran
labor de poner en pie ca ntes que casi se daban por p er-
didos. Dij e más arriba que el cante no sólo hay que can-
tarlo , sino que ha y que decirlo ; afinando más diré qu e
el cante se dice primero y se ca nta después . Me gusta
ima ginar una conver sación entre Juan Talega y Antonio
Mairena en la que poco a poco las palabras y la s fra ses
se van convirtiendo en coplas; el ca nte nace como el
fu ego, de la chispa que salta entre el eslabón y el peder -

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(,¡\ 1: 11 ¡\ 11 E ~I ¡\ 111 E N ,\

nal y prende la ye rb a seca . Lo que se inició como un a


confidencia sube poco a poco de tono , se abre a otros
in terl ocutores y por fin se hace público y gen er al.
-Mi tío Joaquín ese cante lo decía a sín ... -diría el
Talega. Pero tía Anica la Priñ.a ca, que se lo h abía escu-
ch ao a Juaniquín ...
-Esa es la idea qu e yo tengo: la alargaíta a lo último
y luego el cante atrás ... Si Dios no me lo remedia / Yo vi
Ct perdé mi sentía ... ¿Por ahí?

-Por ahí no era , p ero ahora lo es .


Después de Talega le llegó el turno a Mairen a, que
antes d e que empezara el festej o probaba el " instru-
mento", como él d ecía , en el pasill o qu e ll evaba al ves-
tual'Ío de los arti stas. Mairena en sayaba las escala s que
podía abar car y los agudos a los que podía subir. En
una oca sión preguntaron a dos grandes cantaores qué
era para ellos el ca nte. " E l sentimiento" , dijo el Ca r a-
col; " la afición ", fue la respuesta de Mairena . Mairena
fue un gran profesional porque fue un gr an aficionado;
un hombre que vivía en el ca nte, del cante y para el
ca nte y para el que la técnica y los r ecursos eran tan
importantes como el " instrumento" que Dios le dio. La
voz de Mairena , un tanto n asal a veces y metálica , ale-
ación de metales nobles, snbía sin dificultad a las estre-
llas. Aquella n oche cordobesa la plenitud del arte se
llamó Mairena. Cada un o de su s cantes fue una lección.
Se piensa del gitano que es un ser alocado y genialoide
que cuando es tá inspirado arma el alboroto sin que
sepa él mismo cómo ni por qué. No fue és te el caso de
Mairena como no lo fue, según cuentan quienes lo vie-
ron, el de J oselito el Gallo. E l alboroto de Mairena

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tenía un cómo y un por qué y su inspira ción se apoya-
ba en un sólido soporte técnico. Detrás de aquella faci-
lidad y de aquel gusto había muchas horas de estudio y
de ejercicio ; mucha memoria , mu cha sabiduría y
mucha inven ción. De su relación con el Talega sabemos
que siempre estaba aprendiendo y de su s "Confesiones"
se desprende que cuando el tiempo lo fue dejando solo ,
sin antiguos con los que hablar y de los que aprender,
dialogaba con su s grabaciones. Aquella noche junto a la
fu ente barroca del patio de la Merced fue d e es as
noches de la s que ninguna grabación puede dar idea.
He hablado de alboroto y no es ésa la palabra adecua-
da para describir las sen saciones de aquella noche. Lo
de Talega y Mairena tuvo la
Fin de fiesta solemnidad viln'ante de una
fun ción de iglesia. El alboroto
vino después , con el fin de fies ta , a car go de la gitane-
ría jerezana. Tía Juana la del Pipa era una gitana
obes a de redonda cara sonriente , con un vientre enor-
me y unas pierna s aún bien formadas y llevaba una
ancrusima bata o falda rociera y zapatillas de lona.
Tomás Torre, el hijo de Manuel Torre era grande y
tenía unos dientes grandes y muy separados. Parrilla
es taba operado de la garganta y, siendo como era un
hombre mayor, era carirredondo como Tía Juana y
sonreía de un modo infantil y simpático y movía los bra-
zos como si se abriera camino en un eneal.
Pa stora cantó y se animó tanto que se puso en pie y
salió a bailar, tan ciega y tan frágil ya. Se me ocurrió
pedirle que me firmara un r ecordatorio que se repar-
tió , que era un retrato de ella a plumilla tocando las
palma s, y me echó una mirada que me hizo acordarme
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de lo que me d ecía Romero Murube y de las bulería s
"lorqueñas" :

Tú me miras de lao a lao ,


tú me es tás mirando que ele lao a lao ...

Eso de escribir aunque fuera su nombre le hacía a


Pa stora bien poca gracia.

Hice un contrato contigo ,


la firma la tiré al mar.
Fueron los p eces tes tigos
de nues tra cOliforrnielael.

Lo que cantó Pastora fueron bulerías, fies tas, chu-


fla s, y el Colegio de la Merced se venía abajo con el
entusiasmo. Ricardo Molina, apantallándose la boca y
a Inedia voz, 1ne decía:
-La verdad es que Pastora siempre fu e algo festera .
A lo mejor Rica rdo se acordaba en ese momento de
aquel " hombrÍn chiquitín" que Lorca vio salir de una
botella de aguardiente y largó por lo b ajo un " ¡Vi-
va Parí! " que a Pa stora le llegó al alma. Lo cierto era
que Pa stora venía
al homenaj e aquel
d esp ués de un lar-
go silen cio y sabía muy bien qué era lo que podía ca n-
tar para quedar bien.

Aqllilillo Dllfllle'
La tl~l dt I\'L'unlla
La Carbolltlia, 1995

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