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CUANDO LA INDIA REVISA SU HISTORIA COLONIAL1.

Partha Chatterjee2

En junio de 2005, durante la visita de Shri Lal a Paquistán, Krishna Advani,


presidente del partido hindú de derecha –el Bharatiya Janata (BJP)— y líder de la
oposición en el Parlamento indio, pretendió que el padre fundador de Paquistán,
Muhammad Ali Jinnah (1876-1948), se habría manifestado algunos días antes de
la independencia de ese país, en agosto de 1947, a favor de la igualdad de
derechos cívicos y religiosos para todos los paquistaníes, musulmanes, hindúes o
cristianos. Para Advani, ese discurso probaría que Jinnah era partidario del
laicismo. Esta observación suscitó un verdadero terremoto dentro del BJP, que
siempre le imputó a Jinnah la responsabilidad principal por la división del
subcontinente según fronteras religiosas. Por su audacia, Advani acaba de perder
la dirección de su partido3.
Algunos días más tarde, al recibir el título de Doctor Honoris Causa en
Oxford, el primer ministro Manmohan Sing declaró que aunque el reinado colonial
británico en India había dado lugar a una explotación intensa, también había
aportado algunos beneficios: las instituciones del Estado de derecho, un cuerpo
profesional de funcionarios, una prensa libre, universidades y laboratorios de
investigación modernos4. Este discurso desencadenó a su vez un fuerte debate.
Para unos, el Primer Ministro ensució la memoria de los mártires de la
independencia, mientras otros veían en sus afirmaciones un signo de la nueva
confianza en sí misma de la nación india, capaz de examinar, sin falsa vergüenza,
el verdadero balance de su pasado colonial.
Pero esto no es todo. La reivindicación que hace el Consejo de
administración de los lugares de culto sunitas, de un derecho de propiedad sobre
el célebre Taj Mahal de Agra, monumento del patrimonio confiado a la Autoridad
Arqueológica de India, suscitó una tercera polémica. La organización sunita afirma
que en su origen, bajo el Imperio Mongol, la tumba revestía un carácter
oficialmente religioso y que, desde su construcción en el siglo XVIII, allí se rezan
plegarias todos los viernes. No se trataría, entonces, de un monumento histórico,
1
El siguiente artículo fue publicado en español, por el Diario Le Monde Diplomatique. Edición Colombia, en
su número de febrero de 2006, en las páginas 32 y 33, en esta traducción realizada por Lucía Vera. Ahora
Contrahistorias lo rescata para sus lectores, en el ánimo de colaborar en la más amplia difusión de aquellos
trabajos de la corriente hindú de los historiadores subalternos, que no han sucumbido a la terrible y
lamentable deriva posmoderna que una parte de esta importante corriente historiográfica ha sufrido desde
hace ya varios lustros. Pues pensamos que vale la pena acercarse con mas cuidado al estudio de esta corriente,
pero estando siempre alertas para separar sus obras y sus tesis críticas e innovadoras, de aquellas otras
limitadamente posmodernas, y por ende irracionalistas y banales. Las notas restantes, son de la edición
original en español recién mencionada.
2
Profesor del Center for Studies in Social Sciences, de Calcuta. Autor de Community, Gender and Violence,
Subaltern Studies XI, Columbia University Press, 2001; y de Writtings on South Asian History and Society,
Subaltern Studies VII, Oxford University Press, Delhi, 1994.
3
A fin de diciembre de 2005, Advani renunció a sus funciones como presidente del BJP por la presión del
sector de los ultraconservadores.
4
Sobre la revisión de la historia colonial en el Reino Unido, véase Seumas Milne, “Rehabilitation du
colonialisme”, Le Monde diplomatique, París, mayo de 2005.

1
sino de una mezquita. Esta reivindicación ha sido cuestionada por varios
historiadores que estudian los archivos del Imperio Mongol. Así, es posible que la
controversia en torno a la legitimidad del derecho de propiedad del Estado sobre
los lugares de culto de importancia histórica dure bastante tiempo.
Pero el debate más incendiario de estos últimos años se produjo acerca de
los antecedentes históricos de la mezquita de Ayodhya, una pequeña ciudad del
norte de India,5 donde han estallado muchos incidentes violentos entre hindúes y
musulmanes que causaron miles de muertos, y en donde una sucesión
ininterrumpida de batallas políticas y jurídicas ha provocado la caída de varios
gobiernos. A todo ello se agregan innumerables debates, de alcance regional o
nacional, relativos a los manuales escolares, los monumentos, las películas y
novelas históricas, los festivales, los ritos, la bandera y el himno nacional... En
resumen, la vida pública india está inmersa en controversias históricas. El trabajo
de los historiadores está ahora inevitablemente influenciado por esta presencia de
tales problemas en los medios de comunicación, y por ello no hay nada de
sorprendente en que las diferentes corrientes políticas se apropien de estos
debates.

LA HISTORIA “SUBALTERNA”

Hace treinta años existían en India dos grandes escuelas de historiografía


moderna. Una, principalmente integrada por investigadores con base en
Cambridge, veían en el nacionalismo indio el esfuerzo de un puñado de hombres
provenientes de las elites autóctonas para adueñarse del poder, apoyados en los
vínculos tradicionales de casta y de comunidad, con el fin de sublevar a las masas
contra el colonizador británico. Opuestos a esta tesis, los historiadores
nacionalistas indios sostenían que las condiciones materiales de la explotación
colonial habían preparado el terreno para una alianza entre las diferentes clases.
El papel de los líderes habría sido entonces el de organizar la lucha común por la
Independencia.
En los años ochenta del siglo veinte, apareció una tercera corriente de
pensamiento, con la creación del grupo denominado de los ‘estudios subalternos’,
de inspiración “poscolonial”6. Basándose en los trabajos del marxista italiano
Antonio Gramsci, estos historiadores criticaron tanto a la escuela de Cambridge,
como también a la escuela nacionalista, acusando a la primera de elitismo
colonial, y a la segunda de elitismo nacionalista7. Ello a partir de afirmar que
5
Véase Christophe Jaffrelot , “L’Inde entre les mains du nationalisme hindou", y Teesta Setalvad, "Les
nationalistes hindous, menace pour la démocratie", Le Monde diplomatique, París, junio de 1998 y julio de
1997, respectivamente.
6
Los estudios “poscoloniales” están dirigidos a una reevaluación de la historia de los países que fueron
alguna vez colonizados, reevaluación realizada fuera de los marcos conceptuales que han sido heredados de
las respectivas naciones colonizadoras. Los ‘estudios subalternos’ indios se inscribieron en esta tendencia,
privilegiando el estudio de lo vivido por la llamada “gente sin importancia” (Nota de la Redacción de Le
Monde Diplomatique. Edición Colombia)
7
Entre las doce recopilaciones de ensayos publicados hasta ahora, puede mencionarse: Ranajit Guha (ed.),
Subaltern Studies I - VI (Oxford University Press, Delhi, 1982-89); David Arnold y David Hardiman (eds.),
Subaltern Studies VIII, (Oxford University Press, Delhi, 1992); Shahid Amin y Dipesh Chakrabarty (eds.),
Subaltern Studies IX (Oxford University Press, Delhi, 1996); Shail Mayaram, M. S. S. Pandian y Ajay Skaria

2
ambas corrientes habrían reducido el movimiento anticolonial a las acciones de
una elite, sin dar lugar, ni una ni otra, a las acciones políticas autónomas iniciadas
por las clases “subalternas”.
Desde entonces, las interpretaciones de la historia moderna de India han
estado inscritas en el marco de esos tres enfoques contradictorios. Un tema de
debate esencial ha sido el papel de las masas campesinas dentro del movimiento
nacionalista. Para los historiadores de los estudios subalternos, las clases
dominadas, como los campesinos y los obreros, se incorporaron en muchos casos
dentro de los ámbitos del espacio político nacionalista. Sin embargo, también es
verdad que, en muchos otros casos, se negaron a participar dentro de estos
espacios o se retiraron después de haber aportado un apoyo inicial, a pesar de
todos los esfuerzos de los dirigentes nacionalistas. En resumen, los objetivos, las
estrategias y los métodos políticos de las capas sociales “subalternas” eran
diferentes de las que tenían las elites. Y el nacionalismo de las elites no era igual
al de las capas “subalternas”.
La primera fase del trabajo de los estudios subalternos estuvo dominada
por el tema de las revueltas campesinas, estudiadas en diferentes regiones del sur
de Asia y en diferentes periodos, a partir de las propias fuentes campesinas 8. Pero
éstas eran muy escasas. De todas maneras, al releer desde el punto de vista de
los campesinos rebelados los documentos oficiales –los informes redactados por
los funcionarios—, los historiadores “subalternistas” revelaron que estos
documentos podían arrojar una nueva luz sobre la conciencia de los rebeldes.
También, mostraron que los historiadores elitistas, aun cuando tuviesen
simpatía por la causa de la Independencia o de esas luchas campesinas,
ignoraron los elementos más poderosos y significativos de la conciencia
“subalterna”, rehusándose a tomar en cuenta lo que había, desde su punto de
vista, de mítico, de ilusorio, de milenarista o de utópico dentro de las mismas
acciones de los rebeldes, o en otro caso, intentando buscar en ellas una
explicación “racional” y finalmente reductora de todos estos elementos. La
consecuencia, a veces involuntaria, fue la integración forzada de los rasgos
heterodoxos de la lucha de las clases subalternas dentro del marco de análisis
racionalista correspondiente a la conciencia de la elite. La historia autónoma, o
más bien los rasgos distintivos de la acción subalterna sobre la historia, fue de
este modo completamente ocultada por esta historiografía.
Los análisis realizados por los estudios subalternos, sobre la resistencia
campesina en la India colonizada, constituyeron así un reclamo amargo en contra
de la política nacionalista burguesa. El Estado - Nación poscolonial, había
incorporado efectivamente a las capas subalternas dentro del espacio imaginario
de la nación, pero las había mantenido separadas del espacio político real del
poder del Estado. En su primer periodo, este trabajo crítico fue comparado con
frecuencia con el de los historiadores marxistas británicos, que propugnaban una
“historia desde abajo”, como Christopher Hill, E. P. Thompson o Eric Hobsbawm, o
también otros investigadores del grupo de los History Workshops9.

(eds.), Subaltern Studies XII (Permanent Black, Delhi, 2005).


8
La obra emblemática de estos estudios es Ranajit Guha, Elementary Aspects of Peasant Insurgency in
Colonial India, Oxford University Press, Delhi, 1983.

3
Pero los historiadores “subalternistas” se negaban a adherir a la ortodoxia
historicista, según la cual, todo lo que había pasado en Occidente se reproduciría
necesariamente en India. Rechazaban el marco de la “modernización” como
argumento explicativo obligatorio de la historia de los países que habían sido
colonizados. Las doxa establecidas, incluidas también la de las historiografías
liberales-nacionalistas y la de ciertas visiones marxistas, les inspiraban el mayor
escepticismo. Sus trabajos acusaban de falsedad a aquella tentación de escribir --
y por lo tanto también de construir— la historia de la India moderna como una
simple concreción de la modernidad, tal y como la habían imaginado los grandes
teóricos del mundo occidental. Esta resistencia, visible desde los comienzos de los
estudios subalternos, tomará más tarde la forma de una defensa de las
“modernidades diferentes”.

LEJOS DE LA MODERNIDAD OCCIDENTAL

A partir del quinto y sexto volumen de la colección titulada Subaltern


Studies, Estudios Subalternos, publicados en 1987 y 1989, nació una nueva
orientación. Se comenzaba a admitir, de manera mucho más seria que antes, que
las historias de la “subalternidad” eran fragmentarias, dispersas e incompletas, y
que la conciencia “subalterna” estaba dividida, compuesta de elementos extraídos
tanto de las vivencias de las clases dominantes como de las dominadas. De la
misma manera que los signos de autonomía manifestados por las personas
comunes en los momentos de rebelión, las formas de la conciencia “subalterna”,
sometidas al régimen cotidiano de la subordinación, se volvieron un objeto de
estudio. Pero una vez inscritas estas cuestiones en el orden del día, la historia
“subalternista” ya no podía limitarse al estudio de las revueltas campesinas. La
cuestión ya no era “¿cuál es la forma auténtica de la ‘subalternidad’?”, sino
“¿cómo está representada?”, tanto en el sentido de “re-presentada” como de
“figurada”. A consecuencia de lo cual, se produjo una modificación de los objetos y
de los métodos de investigación.
Una vez señalada la cuestión de la “representación de lo ‘subalterno’”, se
abrió todo el campo de la difusión de los conocimientos modernos en la India
colonial. Problemáticas como la gobernabilidad colonial, el sistema de educación
inglés, los movimientos de reforma religiosa y social, y el auge del nacionalismo
fueron sometidos a nuevos cuestionamientos. Las investigaciones se centraron en
el Estado moderno y en las instituciones públicas, gracias a las cuales las ideas de
racionalidad y de ciencia, así como el régimen moderno del poder, fueron
difundidos en la India colonial y poscolonial. Dicho de otra manera, instituciones
como la escuela y la universidad, los diarios y las editoriales, los hospitales, los
médicos, los sistemas de salud, el censo, los procesos de producción industrial,
las instituciones científicas y los museos se convirtieron en objetos de estudio de
la escuela crítica.

9
Gayatri Chakravorty Spivak, “Subaltern Studies: Deconstructing Historiography”, en Ranajit Guha (ed.),
Subaltern Studies IV (Oxford University Press, Delhi, 1987), pp. 338-63; G. C. Spivak, “Can the Subaltern
Speak?”, en Cary Nelson y Lawrence Grossberg (eds.), Marxism and the Interpretation of Culture (University
of Illinois Press, Urbana, Illinois, 1988).

4
Una tesis importante, que apareció durante el último periodo en y alrededor
de los estudios subalternos, es la de las modernidades alternativas o híbridas.
Esta tesis parte de la difusión de las ideas, de las prácticas y de las instituciones
de la modernidad occidental durante la colonización. En el marco de la teoría
clásica de la modernización, la historia de la modernidad en los países
colonizados es invariablemente percibida en términos de retraso o de
recuperación. Según la célebre frase del historiador Dipesh Chakrabarty, estas
sociedades parecen haber sido asignadas, de una vez para todas, “a la sala de
espera de la historia”.
Ahora bien, la pretensión universalizadora de la modernidad occidental
oculta el hecho de que, como toda historia, es el fruto de condiciones locales.
Traspuesta a otras épocas y lugares, será necesariamente modificada por las
diferentes condiciones locales. ¿Qué ocurre cuando los elementos de la
modernidad occidental se adoptan en otros lugares? ¿Toman formas diferentes y
nuevas, que ya no pertenecen al original? Y en caso afirmativo, ¿debemos ver en
esos cambios otras tantas alteraciones? ¿Otras tantas brechas con relación a un
tipo ideal? ¿O bien serán, por el contrario, ejemplos legítimos de una modernidad
diferente?
Defender esta última posición equivale al mismo tiempo a “provincializar
Europa”, y a afirmar la identidad de otras culturas, en el mismo momento en que
éstas participan en la supuesta universalidad de la modernidad. Dipesh
Chakrabarty, Gyan Prakash y Gayatri Chakravorty Spivak, por ejemplo, han
explorado diversos aspectos de este proceso de “traducción” de los
conocimientos, de las tecnologías y de las instituciones, esforzándose por mostrar
que el encuentro entre formas occidentales de la modernidad y culturas no
occidentales colonizadas, no ha sido la simple superposición de una sobre las
otras, y no ha terminado en formas corrompidas o defectuosas de la modernidad10.
Podría, más bien, haber dado nacimiento a formas de modernidad en las cuales la
marca de su diferencia sigue siendo todavía hoy objeto de luchas de poder.
Las intervenciones de los historiadores poscoloniales han aportado nuevas
perspectivas sobre las controversias contemporáneas en India, por ejemplo sobre
el sistema de castas, la posición social de las mujeres, o la cuestión de los lugares
de culto. En este último ámbito, el debate ha estado tradicionalmente polarizado
entre los hinduistas chauvinistas, por un lado, y los sostenedores del laicismo por
el otro. Pero las investigaciones poscoloniales mostraron que la oposición entre
laicidad y comunalismo no equivalía a una oposición entre modernidad y retraso,
ya que ambas posiciones políticas están firmemente enraizadas en el campo
estatal y político moderno.

ESTADO Y AUTONOMÍA

10
Gyan Prakash, Another Reason, Princeton University Press, Princeton, 1999; Gayatri Chakravorty Spivak,
A critique of Postcolonial Reason, Harvard University Press, Cambridge, 1999; Dipesh Chakrabarty,
Provincializing Europe: Postcolonial Thought and Historical Difference, Princeton University Press, 2000.

5
Con estrategias diferentes, ambos grupos persiguen en realidad el mismo
objetivo, que es la consolidación del Estado - Nación moderno. Las dos
estrategias siguen siendo elitistas, pero recurren a dos modos diferentes de
representación y de apropiación de la “subalternidad”. Frente a estos objetivos
elitistas rivales, los grupos subalternos de India preparan, cada uno a su manera,
estrategias independientes.
Esto también es cierto en lo que hace a las castas. La política referida a
ellas se ha modificado desde los años noventa del siglo pasado. El fundamento
“religioso” de las divisiones en castas ha desaparecido totalmente del debate
público. En la actualidad, los conflictos están centrados casi exclusivamente en las
posiciones relativas ocupadas por cada una de ellas frente al Estado. El debate
para saber si la pertenencia de casta debe ser reconocida como criterio de
discriminación positiva refleja, también en este caso, dos estrategias elitistas de
representación y de apropiación de lo subalterno: una que privilegia la igualdad de
oportunidades y la meritocracia, y otra que preconiza un periodo de discriminación
positiva para compensar los siglos de privación sufridos por las castas inferiores.
Los propios grupos subalternos, en sus luchas por la justicia social y el
reconocimiento, elaboran diversas estrategias dirigidas al mismo tiempo a
garantizar su autonomía, mientras aprovechan las posibilidades ofrecidas por el
Estado11. Alianzas estratégicas entre las castas medias e inferiores y otros grupos
oprimidos, como por ejemplo las minorías religiosas o tribales, han dado lugar a
victorias electorales significativas. Pero con la emergencia de nuevas elites
políticas entre las capas “subalternas”, la cuestión de saber “quién representa a
quién” y “con qué propósito” se plantea con nueva agudeza.
La tercera cuestión gira en torno a la posición social de las mujeres. En un
sentido, todas las mujeres que viven en una sociedad patriarcal ocupan una
posición “subalterna”. Y sin embargo, la mujer posee también una identidad de
clase, de “raza”, de casta y de comunidad. Por lo tanto, de la misma manera que
es legítimo analizar la subordinación de las mujeres en una sociedad regida por
los hombres, también es necesario detectar la manera en que la construcción de
las relaciones sociales de género se hace más compleja por la interacción entre
las identidades de clase, de “raza”, de casta y de comunidad. Los debates
recientes se han centrado en los movimientos de reforma social del siglo XIX, y
sobre todo, en los destinados a garantizar mejor los derechos de las mujeres en
un contexto regido por la política del Estado colonialista y por las fuerzas
nacionalistas. Los escritos feministas que vienen de la esfera de influencia
“subalternista”, han cuestionado la pertinencia de un programa de reformas
jurídicas decididas en la cumbre, sin tomar en cuenta la necesidad de reformar las
estructuras efectivas del poder patriarcal, que siguen prosperando dentro de las
comunidades locales, despreciando las leyes12.
A causa de sus ramificaciones, los escritos recientes de los historiadores
indios “subalternistas” han alimentado la historiografía de la modernidad en otras
regiones del mundo, también colonizadas en su momento, con debates sobre el
11
Shail Mayaram, M. S.S. Pandian y Ajay Skaria (eds.), Subaltern Studies XII, op. cit.
12
Nivedita Menon (ed.) Gender and Politics in India, Oxford University Press, Delhi, 1999; Flavia Agnes,
Law and Gender Inequality: The Politics of Women’s Rights in India, Oxford University Press, Delhi, 2001;
Nivedita Menon, Recovering Subversion: Feminist Politics Beyond the Law, Permanent Black, Delhi, 2004.

6
nacionalismo y las relaciones sociales de género en Medio Oriente, por ejemplo, o
sobre las luchas políticas de los campesinos y de las poblaciones indígenas de
América Latina. Habiendo emigrado de Italia a India, la idea de una historia de lo
“subalterno” produjo un enfoque crítico de la historiografía moderna, que puede
llegar a ser un instrumento fértil para volver a conceptualizar, en todas partes,
viejas ideas modernistas como “nación”, “ciudadanía” o “democracia”.

* * *

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