10-10-10:
Suzy Welch
una herramienta para tomar decisiones difíciles
E
n los últimos seis o siete
años he asistido a unos 30
eventos de HSM, y aunque
el contenido de cada con-
ferencia ha sido diferente,
noté que los miembros del público sue-
len ser más o menos los mismos.
Están allí porque les encanta
aprender. Adoran las nuevas ideas.
Les fascina el progreso; conseguir
que los negocios sean más inteligen-
tes, más rápidos y más productivos;
transformarse a ellos mismos, y a las
personas con quienes trabajan, en
gente más feliz, más enérgica y más
exitosa. Esto me facilita mucho la
tarea de escribir esta columna, por-
que la idea que desarrollaré —un mé-
todo para tomar decisiones llamado
“10-10-10”— fue concebida precisa-
mente para personas que buscan el
progreso profesional y personal.
Explicaré rápidamente de qué se
trata. Todos los días enfrentamos di-
lemas grandes y pequeños. Algunos
se resuelven con relativa facilidad y
no causan grandes complicaciones.
Pero muchos otros nos bloquean: no
encontramos una solución rápida y
hay grandes posibilidades de que ge-
neren un “daño colateral” a perso-
nas o proyectos que nos importan.
Les presento 10-10-10, un proceso
para resolver dilemas que empecé a
usar hace unos 13 años, cuando era
editora de Harvard Business Review y
madre de cuatro niños pequeños; en-
tonces descubrí, para mi gran cons-
Suzy Welch es autora y periodis-
ta de negocios. Escribe en O, The Oprah
Magazine sobre cómo gestionar la carre-
ra y equilibrar trabajo y vida personal. Fue
editora de Harvard Business Review.
En colaboración con su marido, Jack
Welch, escribió el best-seller Winning
(HarperCollins, 2005). En su último li-
bro, 10-10-10: A Life Transforming Idea
(Simon & Schuster, 2009), desarrolla un
método de toma de decisiones para tener
éxito en el trabajo, el amor y la amistad.
ternación, que la vida me estaba vi-
viendo, en lugar de ser al revés.
Para corregir esa situación, con el
tiempo empecé a cambiar mi forma
de abordar las decisiones. En lugar
de reaccionar ante cada una con una
mezcla de lo que denomino “la I y la
C mortales” —instinto y culpa—, adopté
una actitud activa. Primero, definía la
pregunta que debía responder. Luego,
examinaba todas las opciones posi-
bles, no sólo las evidentes o las más
convenientes. A continuación, consi-
deraba las consecuencias de cada una
de esas opciones en 10 minutos, 10
meses y 10 años. (Obviamente, estos
“10” son direccionales, y representan
el momento inmediato, el futuro previ-
sible y el largo plazo.) Después de esta
“recopilación de datos”, revisaba mis
valores auténticos, es decir, mis priori-
dades y objetivos. A partir de ese análi-
sis, emergía mi solución 10-10-10.
Una vez que empecé a aplicar-
la para resolver los numerosos con-
flictos relacionados con el equilibrio
entre el trabajo y la vida, que aparecen
a los 30, 40 y 50 años, noté una pro-
funda transformación. Mis decisiones
se volvieron transparentes y coheren-
tes. Compartí mi método con amigos
y colegas, para los cuales su eficacia
inmediata también resultó contagio-
sa. Era a la vez simple y profundo, me
decían, y los acercaba más a la vida
reflexiva y regida por los valores que
todos buscaban.
En 2006 escribí sobre 10-10-10
para O, The Oprah Magazine, y el flujo
de respuesta me indicó que podía apli-
carse a cada aspecto de las iniciativas
personales y profesionales. Conocí a
una trabajadora social que empleó
una decisión 10-10-10 para imple-
mentar una reforma sistémica, y a
una empresaria que usó el proceso
como “consultor virtual” para deter-
minar cuánto dinero invertir en una
extensión online de su negocio. Me
contaron de gerentes que emplearon
la estrategia en situaciones en las que
debían contratar y despedir personal,
y de terapeutas que la aplicaban con
ejecutivos senior y parejas jóvenes por
igual. Pero, sobre todo, vi cómo ayuda-
ba a personas que se encontraban en
una encrucijada en su carrera.
Mirada introspectiva
Tomemos el caso de Lynn Scott
Jackson, quien pasó los primeros 20
años de su vida laboral en marketing
corporativo, y tuvo mucho éxito dise-
ñando productos y mensajes publici-
tarios para el consumidor afroame-
ricano. Sin embargo, a pesar de su
buena actuación, Lynn tenía un sueño
más audaz. Como descendiente de es-
clavos, ansiaba crear su propia firma,
una empresa innovadora que hiciera
honor a los sacrificios de sus ancestros.
Decidió renunciar a su trabajo en Ma-
dison Avenue y, con su marido como
socio, lanzó un negocio de marketing
de nicho. Durante seis meses trabajó
incansablemente para conseguir su
primer cliente, y al final lo encontró: el
Comité de Turismo sudafricano.
Pero justo cuando Lynn estaba a
punto de partir para visitar por pri-
cias de sus posibles decisiones en
10 meses. Si viajaba a Sudáfrica, era
probable que el negocio creciera tal
como ella lo había planeado, y quizá
incluso encontraría otros clientes. Si
no lo hacía, su situación financiera
sería precaria, y se vería envuelta en
una circunstancia en la que estaría a
disposición de su madre ante cada
crisis médica, real o percibida.
En 10 años, posiblemente su
madre ya no estaría viva. ¿Se sen-
tiría culpable por no quedarse
a su lado cuando ella la había
necesitado?, se preguntó. ¿O
se arrepentiría de haber pos-
tergado su vida profesional
hasta ese momento?

“Conocí a una trabajadora social que empleó una decisión 10-10-10 para
implementar una reforma sistémica, y a una empresaria que usó el proceso
como ‘consultor virtual’ para determinar cuánto dinero invertir en una
extensión online de su negocio.”

mera vez al cliente —un viaje de dos
semanas con reuniones programa-
das todos los días—, su madre an-
ciana la llamó desde Virginia. No se
sentía bien, le dijo, y necesitaba que
fuese a cuidarla.
Lynn sabía que la enfermedad de
su madre no era fatal, pero de todos
modos se sintió invadida por la culpa.
Su instinto le decía que cancelara el
viaje a Sudáfrica —con lo cual proba-
blemente perdería el cliente— y que vo-
lara al lado de su madre. Por otro lado,
esta alternativa la llenaba de tristeza
y dolor. Era posible que no sólo se pos-
tergara su sueño. Podía perderlo.
Vieja usuaria del método 10-10-
10, Lynn acudió a él en ese momen-
to de confusión, y planteó la pregunta
como: “¿Debo ir a Sudáfrica o no?”.
En 10 minutos sintió que no había
una respuesta ideal. Acabaría por
perder al cliente para complacer a su
madre, o conservaría al cliente y de-
fraudaría a su madre.
Lynn visualizó las consecuen-
Lynn analizó sus valores para lle-
var el proceso 10-10-10 a una con-
clusión. Sí, ella amaba a su madre,
pero era realista y también sabía
que valoraba la seguridad financie-
ra de su nuevo negocio y el sueño
de convertirlo en algo significativo.
Entonces llegó su momento de ilu-
minación. Tenía que crear de inme-
diato soluciones sustentables que le
permitieran vivir con amor mutuo,
pero sin culpa ni arrepentimiento.
Llamó a su hermano, quien hasta
ese momento no se había hecho
cargo de su madre, y juntos con-
trataron a una enfermera para que
la cuidara en forma permanente.
Lynn viajó a Virginia para explicar-
le la decisión a su madre y ayudar a
la enfermera a instalarse. Después
partió hacia Sudáfrica, tal como lo
había planeado.
En los años siguientes, me contó
Lynn, la relación con su madre se for-
taleció al liberarse de la carga emocio-
nal. ¿Y su compañía? Tiene 40 emplea-
dos y está prosperando. A partir de un
momento de parálisis y desesperación,
la herramienta 10-10-10 le permitió a
Lynn crearse una vida propia.
Luego de la publicación de mi libro
escuché innumerables historias, y
el lector se sorprendería al saber de
quiénes provinieron. No son de perso-
nas desventuradas e impotentes. Son
de gente igual a la mayoría de nosotros
—¡devotos de HSM!— con vidas plenas,
activas y aparentemente exitosas,
quienes, de manera simple e inexora-
ble, perdieron cierto control sobre sus
movimientos.
La estrategia 10-10-10 puede ser un
antídoto poderoso contra la presión y
velocidad actuales. Ofrece, quiero rei-
terar, un proceso simple e intenso que
nos permite evaluar nuestros valores
más profundos y vivir según ellos. Es
tan fácil como elegir practicarlo, deci-
sión por decisión.<