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Casuística

Término derivado de la palabra latina casus, significa en primer lugar la


aplicación de unos conocimientos o normas generales a unos fenómenos o
casos particulares, a menudo con la intención pedagógica de ofrecer una
ayuda para una decisión responsable en casos análogos de conflicto.

Este término, de acepción no unívoca, se usa en diversos campos del saber


humano: en la medicina significa la recogida de observaciones sobre
determinadas enfermedades: en jurisprudencia, no solamente se aplica cada
ley a unos hechos concretos, sino que también las sentencias concretas
contribuyen a la determinación del mismo derecho; finalmente, en las
diversas religiones, hay siempre un conjunto de prescripciones rituales y
morales por las que se trata de encontrar la aplicación justa de las normas en
las situaciones concretas de la vida. Por eso mismo siempre ha estado
presente una casuística en la tradición bíblico-cristiana.
Como momento de la teología moral, la casuística se desarrolló solamente a
partir del s. XVl, cuando para obedecer la prescripción del concilio de Trento
de confesar íntegramente todos los pecados mortales, indicando incluso el
número, la especie y - las circunstancias de los mismos, se encargó a unos
profesores concretos la formación de los futuros confesores mediante la
discusión de diversos casus conscientiae, sacados en parte de la vida y en
parte totalmente ficticios.

A continuación se publicaron volúmenes concisos de casos de conciencia,


mediante los cuales, con un método concreto que partía de las leyes divinas y
humanas y con la ayuda de los «principios reflejos" (cf. sistemas morales), se
intentaba dar una respuesta sobre la existencia o no existencia de ciertas
obligaciones morales, resolviendo de esta manera el caso (cf. la larga lista de
publicaciones en DTC, 11, col. 1872-1876). Desde la perspectiva de hoy se
podría ver en esas respuestas el intento de garantizar cierto margen de
libertad al individuo en medio de la sociedad absolutista y completamente
reglamentada de entonces. Pero también iba unido a ello el peligro de
limitarse a lo mínimo exigido para las obligaciones morales, cediendo incluso
a veces a posiciones «laxistas", de manera que algunas de esas colecciones
de casos fueron a parar al índice.

En contra de la moral casuista se levantaron las críticas de aquellas escuelas


morales que tendían a posiciones rigoristas, especialmente el jansenismo. El
ataque literario más conocido es el de las Lettres a un provincial de Blaise
Pascal (165611657). También la moral protestante rechaza en general la
casuística, viendo en ella una expresión del espíritu farisaico que exalta la ley
a costa del Evangelio. Por eso la casuística ha sido considerada hasta
nuestros días como legalista, minimalista y, por algunos de sus casos
ficticios, alejada de los problemas reales de la gente.
Una seria reflexión ética no podrá prescindir sin embargo de analizar en
todos sus elementos la experiencia moral hecha en las diversas decisiones
de la vida, sobre todo en situaciones difíciles, intentando llegar así a una
"cultura del pensamiento concreto" (Demmer).

Aunque la decisión en la situación concreta no puede comprenderse nunca


como pura aplicación de la ciencia moral, va que en la situación misma se
encuentran elementos que sólo puede valorar la conciencia del individuo,
sigue siendo verdad que un análisis l una discusión objetiva del caso (la
Casuística) conserva su valor pedagógico de formación de la conciencia; más
aún, en algunas experiencias piloto podrá tener una función eurística de
investigación y de formulación de nuevas normas morales.

Eutanasia
«Eutanasia» (eu = bueno; thanatos = muerte) toda acción u omisión que, para
evitar sufrimientos a los pacientes enfermos o terminales, acelera su muerte
con su consentimiento o sin él.[es un concepto que, en apariencia, no puede
ser más sencillo y transparente: eutanasia equivale a «muerte dulce,
tranquila». Pero sólo superficialmente es un concepto claro. El análisis de la
misma estructura etimológica del término eutanasia –que parece la fuente
principal de la pretendida claridad– nos pone en guardia: eu es un prefijo
griego que se traduce por «bueno» y, en el contexto, por «agradable»,
«tranquilo». Pero bueno (o su correlativo, «malo», indisociable del primero) es
término tanto biológico (buena salud) como psicológico (una cenestesia
agradable), ético (una acción heroica), moral (acorde con la costumbre) o
jurídico (bueno es ajustado a derecho). Lo «agradable» es sólo una
determinación específica del término. Una muerte agradable o indolora, en el
sentido cenestésico, no es, por ello, equivalente a una muerte buena en el
sentido, no ya ético, sino incluso biológico del concepto (una muerte
placentera «experimentada» por un individuo sano en plena juventud, pero
atiborrado de drogas euforizantes, podría considerarse como biológicamente
mala). Cuando se dice que todo hombre «tiene derecho a una muerte digna»,
o se pide el principio, o es mera retórica: pues muerte digna no es sólo
muerte sin sufrimiento. Entre los soldados prusianos tener derecho a una
muerte digna significaba por ejemplo tener derecho a ser fusilado con
honores ceremoniales, al margen del placer o del dolor que se
experimentase. Una muerte indigna sería una muerte en la horca, incluso con
anestesia previa.

En nuestra civilización la eutanasia constituye un desafío desde el punto de


vista ético y también legal. Algunos enfermos desahuciados piden que los
dejen morir para que se acaben sus sufrimientos. Ahí se presenta todo un
dilema no sólo para los médicos y familiares, sino también para la sociedad y
los Estados modernos.

Links:
• http://www.filosofia.org/filomat/df489.htm
• http://www.mercaba.org/VocTEO/C/casuistica.htm

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