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VIDA COTIDIANA EN LA

ESPAÑA DE LOS
AUSTRIAS

Víctor Manuel Javato González


Hegemonía Hispánica
ÍNDICE

- La población española (1500-1700).

- Conceptos sobre la vida cotidiana.

-Familia y hogar.

-Alimentación y vestido.

-Momentos de fiesta y ociodiversión.

-Cultura y mentalidad.

- Conclusiones.

- Bibliografía.
- La población española (1500-1700).
España, durante el periodo moderno, sufrió un crecimiento demográfico importante,
siendo una de las regiones del continente europeo que mayor desarrollo poblacional
experimentó.
Sabemos que España pasó de tener unos 4,2 millones de habitantes en 1500 a 15,6
millones de habitantes en 1860, y, aunque esta fecha queda lejos del periodo a tratar en este
trabajo, nos puede mostrar una idea del enorme crecimiento poblacional que se desarrolla
durante esta época.
Especialmente, el periodo entre 1500 y 1650, etapa que coincide con la de mayor
esplendor de la monarquía, España creció por encima de la media europea, sólo equiparable
a las regiones más dinámicas del noroeste del continente. Sin embargo, encontramos una
época de recensión demográfica que coincide con la crisis que asola a Europa durante el s.
XVII, entre 1650 y 1700 este superávit demográfico prácticamente se estanca.

El territorio español también sufrió un proceso de modificación en cuanto a su


estructura demográfica. Al finalizar el reinado de los Reyes Católicos las regiones más
pobladas eran las del interior, entre el Duero y el Tajo se encontraba casi la mitad de la
población castellana. De hecho, el poderío del reino de Castilla se fundamentaba en su
desarrollo demográfico. Sin embargo, durante los tres siglos siguientes estos modelos
cambiaran radicalmente. Las regiones costeras experimentarán un crecimiento poblacional
que superará a las del interior ya en el decenio de 1610-1619. Castilla alcanzó su techo
demográfico entrono al 1580, y no llegará a alcanzar cifras similares hasta 1750
aproximadamente.
Este proceso de reordenación demográfica puede ser perfectamente comprensible si
tenemos en cuenta que durante esta etapa nos encontramos con un auge del desarrollo de
las actividades mercantiles, convirtiéndose así las regiones costeras en las zonas más
dinámicas de la península. Además, la crisis del XVII afectó en un mayor modo a las
regiones interiores que a las costeras. La región cantábrica experimentó un especial
desarrollo demográfico vinculado a la difusión del maíz hacia el 1630, lo que hará que se
coloque a la cabeza de la demografía de la Monarquía a lo largo del duro s. XVII. La zona
mediterránea también experimentará un importante crecimiento, sobre todo desde 1660.

Establecidos ya unos principios generales sobre los cambios que experimenta la


población española durante los siglos XVI y XVII, pasemos ahora a aproximarnos a
algunos conceptos relativos con el proceso demográfico, como la urbanización.
En términos generales, la red urbana Europea varió considerablemente. No se
experimentó un gran crecimiento urbano pero sí hubo modificaciones, los pequeños núcleos
fueron perdiendo importancia en favor de las grandes ciudades. Esto se explica por una
transformación en la capacidad de organización comercial que tienen las ciudades. Durante
la etapa medieval los pequeños núcleos urbanos controlaban el flujo mercantil comarcal,
pero ésto, durante la etapa moderna, sufrió una variación. Las grandes ciudades serán las
que comiencen a organizar esos mercados a escala regional, comercial y nacional, por lo
que experimentarán un holgado crecimiento en detrimento de aquellos pequeños núcleos.
En España este proceso es también apreciable. Sufre un proceso de retroceso urbano
durante el s. XVII (a finales del s XVI contaba con una tasa de urbanización del 14,4%,
algo por encima de la media mediterránea, pero estas cifras retroceden al 8,5% a principios
del XVIII).
Otro proceso que sufre la urbanización española durante el periodo a tratar es su
constante desplazamiento hacia el sur. La red urbana septentrional irá perdiendo fuerza,
mientras que la zona meridional experimentará un gran crecimiento.
Las ciudades tendrán un constante crecimiento demográfico interno negativo debido a
dos factores: por un lado, su masificación provocaba un excelente caldo de cultivo para la
aparición y propagación de enfermedades contagiosas, y, por otro lado, la relativamente
reducida natalidad, debido a un retraso de la edad del matrimonio. Esto explica su
dependencia del mundo rural. El tráfico migratorio del ámbito rural al urbano era lo que
mantenía el crecimiento de las ciudades, lo que puede llegar a provocar un crecimiento
negativo dentro de las comunidades rurales, cosa que ocurrió entre 1630 y 1649. Al
parecer, este hundimiento demográfico del campo ocasionó la caída de las ciudades del s
XVII, las cuales se verán obligadas a modificar su tamaño a las circunstancias
demográficas del país.
En este aspecto las diversidades regionales ofrecen panoramas radicalmente distintos, si
en el sur este flujo continuo entre campo-ciudad (a lo que abría que sumar la emigración
americana) apenas dejaba margen para el crecimiento rural; en el norte de la península, la
menor tasa de urbanización permitía que el crecimiento rural esté siempre por encima de
los procesos migratorios. Así, hacia 1560 la red urbana en el sur era lo demasiado pesada
para ser soportada por el entrono rural y, aunque hubo un tráfico poblacional desde las
zonas rurales del norte a las zonas urbanas del sur, éste no fue suficiente para mantener el
tamaño de las ciudades, lo que provocó su decadencia durante el XVII.

Veamos otros conceptos demográficos interesantes como los relativos a la esperanza de


vida o la nupcialidad. En cuanto a la esperanza de vida, tenemos que tener en cuenta las
características generales de las economías preindustriales, presentando una alta natalidad y
mortalidad (especialmente infantil y femenina), una población que se ve muy afectada por
las crisis agrícolas, las epidemias y las condiciones bélicas. Sin embargo, nos encontramos
con variaciones geográficas relacionadas con la mortalidad infantil y que afectan a las tasas
que establecen la esperanza de vida. Al parecer, las variaciones climáticas son
fundamentales, las zonas que presentan una mayor mortalidad infantil son las regiones
meridionales, mientras que la fachada cantábrica presenta unas tasas sensiblemente
menores. Esto se une a la menor ruralización del norte peninsular presentando una menor
propagación de epidemias y ofrece una alimentación más rica.
La nupcialidad difiere mucho entre las regiones septentrionales y meridionales. Como
en Europa, la edad de matrimonio era tardía, debido a las dificultades de formar una familia
y de asegurarse unos sustentos económicos. A finales del s XVIII las mujeres se casaban en
España en torno a los 23 años. En la franja del Cantábrico esta edad se retrasaba hasta los
24 o 26, debido a que en estas zonas existían unas familias más complejas (matrimonio,
hijos y parientes cercanos) y los sistemas sucesorios que tendían a dejar la herencia a un
único hijo. En el sur, sin embargo, predominaba la división del patrimonio por igual y las
familias nucleares, por lo que la edad de matrimonio ronda los 21 años.

- Conceptos sobre la vida cotidiana.


Tras realizar esta rápida visión sobre la población española en la época moderna,
pasemos ahora a ver algunos puntos relativos a la vida de la mayor parte de esa población.
Me referiré principalmente a los elementos que corresponden a los sectores más populares,
dejando de un lado a los grupos más elevados de la sociedad sólo esbozándolos a forma de
comparativo.

La mayor parte de la gente de la época moderna nacía, vivía y moría en un espacio


muy reducido, su pueblo o ciudad y su entrono. Las gentes que cambiaban de lugar eran
vistas desde la sospecha y no eran muy bien recibidos. Los traslados en la época eran lentos
y peligroso, puesto que las comunicaciones eran muy precarias y los viajes se realizaban a
pie, los más acomodados en asnos o mulas. La posesión de un caballo denotaba prestigio
social, debido al enorme costo de su mantenimiento, por lo que era reservado para la
nobleza. Los carruajes no comenzaron a utilizarse hasta el XVII, utilizados por las
aristocracias.
La percepción del tiempo era peculiarmente lenta y rutinaria, sólo acelerada en las
grandes ciudades. Era complicado de medir, seguían utilizándose los viejos relojes de
arena, hasta que comenzaron a aparecer otros más sofisticados en el XV. Sin embargo,
estos relojes mas avanzados eran propiedad exclusiva de las élites sociales. Algunos
ayuntamientos y catedrales introdujeron algunos relojes en las fachadas y en las torres, pero
siguió imperando el sonido de las campanas para medir el tiempo.

La vida en la época moderna iba ligada a la luz natural, puesto que la iluminación
artificial era cara y deficiente. Se usaban velas, lámparas, candiles... Normalmente se
quemaba aceite o sebo, puesto que la cera era muy cara, limitada a la Corte o a los rituales
religiosos. En todas las casas existía un hogar, fuente de calor, iluminación y medio de
cocinar, por lo que las casas eran sucias. Las casas más humildes carecían de estos hogares
y de chimeneas, contentándose sólo con fogones normalmente de barro, con un soporte
inferior o con patas, y en cuyo interior se ponían las brasas.
Existían utensilios para calentarse, tales como braseros o calientacamas. Los hornos
eran habituales en las viviendas campesinas, pero en la ciudad estaban prohibidos por el
alto peligro de incendios. Estos incendios eran habituales y muy devastadores, debido a la
presencia continua de fuegos en el interior de las casas.
Para obtener agua se recurrían a ríos cercanos, pozos o fuentes. La tarea diaria de
traer el agua a la vivienda era llevada a cabo normalmente por las mujeres. Esta tarea en
muchas ocasiones implicaba largas distancias, tras las cuales el agua se depositaba en
grandes tinajas en la vivienda. En las ciudades existían aguadores que vendían el agua por
las casas y por las calles, saciando la sed de los viandantes. El agua era normalmente de
mala calidad, a lo que se sumaba las pésimas condiciones de almacenamiento, por lo que se
generaban gran cantidad de enfermedades intestinales.
La higiene personal era limitada, dependiendo de los niveles sociales. La gente solía
lavarse por partes o se bañaba en los ríos o lagos. Las gentes más pudientes lo hacían en
grandes tinajas y con agua caliente. Pero es que además de las dificultades, la higiene se
enfrentaba contra la mentalidad de la época, que no veía bien la desnudez y el lavarse con
demasiada frecuencia podía llevar a interpretaciones de prácticas semíticas o musulmanas.
Para hacer las necesidades se usaban orinales, colocados bajo la cama o en un
rincón de la casa y tapados por un trapo. Los campesinos utilizaban el patio o el corral,
mientras que los estratos superiores llegaron a utilizar sillas con agujeros que llevaban a un
orinal. Tras realizar las necesidades biológicas, los residuos eran lanzados a las calles, al
grito del famoso "¡agua va!", lo que le daba a las ciudades un aspecto sucio y maloliente.
Pero esto era, en la época, la norma común, aunque nos suene extraño y repugnante. Pero es
que es más, las necesidades se realizaban sin ningún pudor, incluso no se veía mal recibir
visitas mientras se realizaban.

- Familia y hogar.

Es muy poco lo que sabemos sobre la familia española del Antiguo Régimen, algo
que es dificultado enormemente por la gran diversidad regional que reina en la península.
Por lo general, como ya se ha dicho, era formada por pocos miembros, mayoritariamente de
carácter nuclear. Este núcleo estaba regido por la autoridad del padre, al que le
correspondía la administración de los bienes familiares (acaparándose también de organizar
los bienes de la esposa, incluso de la dote). Como contrapunto el marido tenía la obligación
de atender y cubrir las necesidades de la esposa y educar, criar y alimentar a sus
descendientes, así como de establecer una dote para sus hijas para orientarlas al
matrimonio.
En las leyes de Toro de 1505 quedaron reguladas las cuestiones relativas a las
sucesiones hereditarias. Estas leyes obligaban a "transmitir a los descendientes legítimos
del testador las cuatro quintas partes de su patrimonio, debiéndolo repartir dos tercios del
total en porciones iguales entre sus hijos o nietos. El quinto de libre disposición y el tercio
de mejora podían acumularse y ser otorgados a un mismo hijo, de manera que éste
conservara una parte importante del patrimonio paterno"1. Esta fue la forma que las grandes
familias de perpetuar su poder y prestigio. Esta institución castellana es conocida como
mayorazgo, pero en Cataluña también existió una institución parecida, el heretament.
Algo que ya he comentado es la edad media de contraer matrimonio. Sólo apuntar
que, al igual que ocurre en Europa, esta edad fue aumentando progresivamente a la vez que
se desarrollaban las crisis económicas de la centuria del XVII, retrasándose durante los
peores momentos para luego descender en cuanto las condiciones mejoraban. De esta
manera, podemos apreciar que las posibilidades de contraer matrimonio iban íntimamente
ligadas a la capacidad económica. Es necesario mencionar la alta tasa de celibato, tal que
los ilustrados del XVII y XVIII llegaron a denunciar. El continuo flujo migratorio de la
población masculina de los sectores rurales a los urbanos, a América y otros puntos
europeos provocó una alta tasa de celibato femenino, por lo que los conventos proliferaron
enormemente.
Además de estar sometido a la situación económica, los matrimonios, al igual que
las fecundaciones, también estaban bajo las prescripciones religiosas y laborales. Esto se
reflejaba mejor en las zonas rurales que en las urbanas, de manera que, en las épocas de

1
"La vida cotidiana en la España de Velázquez". pp. 171.
mayor trabajo en el campo encontramos una menor tasa de matrimonios, o, por otro lado,
en la época que va de Cuaresma al Advenimiento sucede lo mismo.
Dentro de los matrimonios los conflictos eran algo habitual, lo que no indica que no
existieran parejas en las que reinaba el amor. Esto venía de la mano de la importancia de la
concertación de matrimonios y la alta libertad sexual de la época, aunque nos suene
extraño, provocaba grandes tensiones. De entre las alternativas conyugales el adulterio
femenino estaba muy mal visto, "por un lado, la mujer adúltera atentaba contra el derecho
exclusivo del marido sobre su cuerpo; por otro, desbarataba el principio de la paternidad,
poniendo en peligro la herencia de los hijos legítimos"2. Por esto la violencia también era
bastante común, el código que regía la sociedad era el del honor, por lo que para un
hombre, el que su mujer le engañara con otro, era algo muy grave, por lo que debía jurar
venganza. Sin embargo, en numerosas ocasiones, cuando un marido se enteraba de la
vergonzosa noticia, trataba de guardar las apariencias intentando que no se corriera la
noticia.

La mujer tenía un papel secundario dentro del modelo ideal del matrimonio
cristiano. Ella debía obedecer y complacer a su marido. Pese a esta posición secundaria, la
mujer era uno de los pilares del hogar, desempeñaba un sin fin de tareas: cuidar a los hijos,
las tareas domésticas, en el campo ayudaba en la recolección, en el cuidado del ganado, en
numerosas ocasiones desempeñaba una labor secundaria como hilandera...
Este trabajo era, por supuesto, mucho menos intenso para las campesinas
acomodadas y, menos aún, para las mujeres pertenecientes a las élites, puesto todas estas
solían contar con servidoras. La crisis del XVII intensificó la emigración del campo a las
ciudades, por lo que el precio del servicio domestico bajó considerablemente, haciéndolo
bastante asequible, casi bastaba con proporcionar un techo y comida.

Las familias españolas durante la época moderna no se caracterizaron por tener un


gran número de hijos. La media solía estar entre cuatro y cinco hijos por matrimonio, pese a
que el periodo de fecundidad de la mujer oscilaba entre los veinte años, aunque la mayoría
se rompían antes por fallecimiento de alguno de los cónyuges.
Algo que limitaba enormemente la descendencia era la gran mortalidad infantil de la
época, algo sobre lo que ya hemos hablado. A esto se sumaban las crisis económicas que
nos encontramos en el XVII y a la alta tasa de celibato. También tenemos que tener en
cuenta los procedimientos por los que se controlaba la fecundidad, se acudían a gitanas, se
tomaban "medicinas", pero, sobre todo, el coitus interruptus. Otro elemento que tenemos
que tener en cuanta son, aunque sea incomodo mencionarlo, los infanticidios o los
abandonos en las instituciones de beneficencia. Estos abandonos, en la mayoría de las
ocasiones, no suponía sino retrasar la muerte del chiquillo, ya que no contaban con medios
suficientes, el hambre y las enfermedades eran la regla común. Muchos de estos abandonos
se realizaban por que el matrimonio o la madre consideraban que no disponían de recursos
para mantener a los niños, pero también se efectuaban para esconder adulterios o
incumplimientos de las restricciones sexuales cristianas.
Los niños de las familias de clases desfavorecidas hacían vida común con los
adultos. En estos casos la infancia se extendía dependiendo de la necesidad de la familia,
comenzando así su vida laboral en cuanto podía desenvolverse físicamente. Con frecuencia,

2
"La vida cotidiana en la España de Velázquez". pp. 185.
a partir de los diez o los doce años estos muchachos eran colocados como empleados
domésticos o como aprendices de algún maestro artesano, el cual corría a cargo con la
instrucción del chiquillo.
Esta situación contrasta con la de los niños de las familias acomodadas, las cuales,
la mayoría, acudían para amamantarlos a nodrizas. Estos niños gozaban de una infancia
más prolongada, hasta los siete años aproximadamente, momento en el cual comenzaba su
instrucción cultural y religiosa, siendo muy estricta en el caso de los primogénitos.

Los tipos de casas variaban mucho dependiendo de la condición económica, su


situación geográfica, la climatología, su utilidad (sólo como vivienda o también como taller
artesano, sede de compañía comercial...), etc. Teniendo en cuenta esto, los materiales de
construcción eran muy variados desde la madera o el adobe, el ladrillo o, incluso, la piedra
en el caso de las más favorecidas. Los suelos podían ser de barro batido, en las viviendas
más humildes, o de ladrillo, piedra o incluso mármol en las más ricas. También variaban
enormemente las techumbres, encontrándonos materiales desde la paja a la teja o incluso la
pizarra.
Al igual que el material usado, la composición y distribución de la vivienda también
dependía de la situación económica de la familia, siendo las más humildes de una sola
estancia, dos o tres a lo sumo. No contaban con pasillos, el paso de una estancia a otra era
directa, por lo que la intimidad brillaba por su ausencia. Tenía como núcleo el hogar, que
servía tanto para cocinar como para proporcionar calor. Teniendo en cuenta la escasez de
ventanas que poseía la vivienda, provocaba viviendas sucias y carentes de ventilación. Esto
contrasta con las casas de las gentes acomodadas, las cuales poseían una gran variedad de
dependencias y, además, hacían mostrar su posición social exhibiendo en las fachadas
escudos y torreones.
Los vanos eran escasos y pequeños. Las familias más humildes usaban cubiertas de
madera para taparlos, las más ricas contaban con vidrios emplomados. Se usaban cortinas,
desde un simple tejido sencillo a suntuosos cortinajes de seda.
El mobiliario era escaso, incluso en las casas más pudientes. La gente solía dormir
en colchones sobre un armazón de madera o directamente sobre el suelo. Las camas más
ricas se componían de varios colchones de lana e incluso podían complementarse con
doseles y cortinajes para reservar la intimidad. La gente solía guardar las cosas en cestos de
mimbre o en arcas. Las mujeres, como dote, solían incluir un arcón de madera, donde se
guardaba el ajuar y otras pertenencias. En las viviendas de la gente corriente, mesas solían
componerse de un tablón sustentado por varios caballetes, las sillas de madera y mimbre,
las más ostentosas de cuero. Podían haber sillones para los miembros más destacados de la
familia, el padre o varones de respeto.
La decoración variaba también enormemente, encontrándonos desde paredes
forradas de tapices a simples estampas religiosas. Algo que también ocurre con los
utensilios de cocina, las familias humildes usaban ollas de barro cocido, platos y cucharas
de madera o alfarería vulgar, y cuchillos de hierro. Las más ricas usaban vidrio, cobre,
estaño e incluso plata.

-Alimentación y vestido.
La alimentación, como otros muchos elementos de la vida cotidiana, era una
muestra de prestigio social. Las clases más pudientes y nobles comían abundantemente y
piezas de gran calidad y cotización en la época, mientras que los sectores populares comían
más bien lo que podían.
El alimento por excelencia durante toda la época fue el pan, creándose a su
alrededor una verdadera cultura del pan, puesto que muchos salarios de jornalero o
servicios de artesanos se pagaban por medio de cereales panificables. Alrededor de estos
cereales surgió un amplio comercio y fue también un símbolo de distinción social y
geográfica. El pan blanco, de trigo, era el utilizado por los sectores adinerados, mientras
que los más humildes tenían que conformarse con panes de centeno o de mezcla.
El pan era el alimento generalizado para los campesino, consumido con ajos,
cebollas, tocino y algo de embutido, queso o bacalao. Sin embargo, para los ricos, no era un
alimento tan importante, teniendo para esto un carácter casi complementario.
Otro alimento fundamental y que llegaba a todos los sectores populares y a toda clase de
población, la calidad si dependía de su posición económica, era el vino. Consumido tanto
por hombres como por niño, en ocasiones aguado. De gran aporte energético fue la bebida
más importante, la cerveza era apenas consumida, y esta se refleja no sólo desde el punto de
vista alimenticio, sino que, al igual que pasaba con el pan, mucho salarios de jornaleros se
pagaban en cantidades de vino.
Aparte de estos alimentos tradicionales en la gastronomía europea, una serie de
platos se convirtieron en imprescindibles y fundamentales para la supervivencia de la
población común,.3 como los cocidos. La olla fue un guiso imprescindible y diario en la
mesa de aquel que se los podía permitir, casi la práctica totalidad de la población. En ella
no faltaban las verduras (dependiendo de la temporada), ajos, cebollas, tocino. Podían
llegar a tener algo de carne. La carne fue un producto que fue cada vez más consumido, no
falta en la alimentación de la mayoría de la población, al menos en poca cantidad y de poca
calidad. De entre todas las carnes las más cotizadas eran las aves, el conejo y la ternera. Las
más consumidas eran las de vaca y el carnero, más caro que la anterior. El cerdo era un
alimento también muy popular, criado para su consumo familiar.
Otro de los alimentos fundamentales, no sólo por su carácter alimenticio, fue el
tocino. El tocino era un alimento que no solía faltar en los guisos, también como grasa para
cocinar (junto con la manteca o el aceite de oliva, que pese a tener una gran
comercialización no tuvo una gran repercusión en la alimentación, más consumido en el
sur, pero también muy utilizado como combustible), o consumido asado, torreznos. Pero su
consumo tenía también un matiz social, puesto que era una muestra religiosa. El no
consumirlo podía desembocar en críticas a la Inquisición.
Es de resaltar también el consumo de pescado, por su aporte alimenticio y por sus
connotaciones religiosas. En determinadas épocas el consumo de la carne estaba prohibido,
por lo que el pescado siempre constituyó una alternativa. Se podía consumir de distintas
formas: fresco, solo accesible para los sectores más acomodados; en escabeche y en
salazón, destacando, sobre todo, el consumo del bacalao y el arenque.
Para los campesinos la cena constituyó en la comida más copiosa y nutritiva del día,
soliendo dejarse los cocidos para este momento. Los desayunos se componían de torreznos
de tocino, pan y algún trago de vino. También era costumbre entre algunos hombres el
tomarse un trago de aguardiente en ayunas, algo que no sólo proporcionaba un importante
.3
Dejo fuera del análisis la alimentación de las clases privilegiadas, refiriéndome a ella dando simples
referencias, casi siempre a modo de comparativo.
aporte energético, sino que se consideraba que se entraba en calor y era algo que daba
estatus, pues era algo que denotaba fuerza física.

Tras hacer este pequeño análisis sobre la alimentación básica de la mayoría de la


población de la época, hay que apuntar que en el s XVII se producen algunos cambios,
introduciéndose nuevos alimentos y nuevas técnicas gastronómicas. De los nuevos
productos que aparecen destacan los procedentes de América, especialmente es de destacar,
por su rápida acogida, el pimiento y el chocolate. El pimiento fue un producto que los
sectores populares utilizaron muy rápidamente, puesto que se incorporó en fechas muy
tempranas a los productos de huerta cultivados. El chocolate fue otro producto muy bien
recibido desde muy pronto. En un primer momento estuvo limitado a la Corte, luego llegó a
las élites y en el XVII estaba ya bastante popularizado.
Sin embargo, otros productos que proceden del Nuevo Mundo no fueron tan bien
acogidos, a esto se debió el complejo de superioridad, también alimenticia, que se tenía en
occidente. Se rechazaron los modelos alimenticios indios por ser considerados inferiores.
Así, productos muy importantes hoy en día por su alto valor nutritivo como la patata o el
tomate tuvieron una asimilación más lenta.
De la colonización americana también se beneficiaron los más golosos. La
implantación de los cultivos de azúcar en el Nuevo Mundo provocó que su precio
descendiera enormemente, pudiendo llegar asía a todos los sectores. Esto llevó aparejada
una revolución de los dulces y los postres, otra de los cambios más importantes que se
reflejan en la alimentación del s XVII.
Quizás el más sorprendente elemento que surge en el s XVII es la aparición de la
"nieve", que provocó que surgiera una verdadera fiebre por las bebidas fríias.

En cuanto al vestido, hay que decir que, al igual que ocurre en los demás aspectos
de la vida cotidiana, era un detonante de prestigio y condición social, por lo que varía
enormemente de un sector a otro. Como he realizado en otros apartados me remitiré a
analizar los ropajes de la población común, especialmente de los campesinos.
La mayoría de la gente disponía de poca ropa, normalmente de paños de mediana y
baja calidad. Los atuendos no variaban mucho en verano o en invierno y tampoco
dependían de la edad. A los recién nacidos se les fajaba, puesto que se consideraba que era
mejor que no se pudieran mover. Los niños, en cuanto pasaban esos primeros momentos,
eran vestidos casi como adultos.
Si que existía una clara y estricta diferenciación sexual. Las autoridades no admitían
transgresiones en el modo de vestir, sólo en Carnaval se podían realizar este tipo de actos,
siendo comunes los disfraces de mujeres entre los hombres. Pero, aún en este tipo de
fiestas, las autoridades no lo veían bien. Las mujeres debían de ir con la cabeza cubierta y
con faldas hasta los pies, porque se consideraba que así se podían evitar posibles
tentaciones. Al parecer esta costumbre estaba muy arraigada en Andalucía, por lo que se ha
querido ver una posible tradición vinculada a su pasado islámico. Así, Jouvin, extranjero
que visitó la zona hacia el XVII las describe así: "Las mujeres se envuelven todo el cuerpo
con un gran velo de tela negra y no dejan ver más que el ojo derecho cuando van por las
calles, lo que ocurre raras veces, a no ser para ir a misa y a la función religiosa del
domingo, adonde van con el rostro descubierto".
Un aspecto importante a destacar son los lutos, que obligaban a vestir de negro tras
la muerte de un familiar cercano. Eran colores caros, símbolo de austeridad fue asimilado
como una representación de la grandeza al ser adoptado por la Corte de Felipe II.
En las zonas rurales lo normal era que las mujeres realizaran los ropajes de la
familia. Los varones campesinos vestían un "capotillo de dos haldas, es decir, una casaca
corta y hueca, abierta por los costados, y mangas que se podían echar a la espalda;
zaragüelles, es decir, calzones anchos; medias de paño pardo; camisa de estopa, alpargatas
o abarcas. Y de abrigo, un capote con capucha. Las mujeres llevaban la saya parda, faldas
no muy largas, corpezuelo también pardo y camisa de pechos. En el caso de las labradoras
acomodadas, los paños eran finos con gran profusión de panteras (medallones) y sartas
(collares)".4

- Momentos de fiesta y diversión.

Al margen de la dura tarea laboral diaria, las gentes de la época moderna


ocasionalmente realizaban celebraciones festivas, tanto civiles, como pueden ser bodas o
coronaciones reales; como religiosas. La gente en la época moderna gozaba de unos
amplios lazos de sociabilidad manifestados en estos momentos festivos. Las familias,
amigos y vecinos se reunían, charlaban, cantaban, bailaban y bebían en estos momentos de
descanso.
Aparte de las fiestas, existían algunos puntos diarios en los cuales se desarrollaban
continuamente estos lazos de sociabilidad como las iglesias, mercados, plazas, fuentes...
Pero el objetivo de este punto es describir las fiestas populares de la época, teniendo
que mencionar en primer lugar una de las fiestas más conocidas y celebradas, el Carnaval.
En primer lugar suponían la libertad de poder comer carne antes de que llegaran las
restricciones impuestas durante la Cuaresma. Las máscaras y disfraces aparecieron en Italia
durante el XIV y el XV, pero pronto se expandieron por toda Europa. En esta fiesta la gente
se evadía del trabajo y se disfrazaba ridiculizando a las jerarquías. En ellas las mujeres se
embadurnaban la cara y arrojaban polvos y cáscaras de naranjas rellenas de mosto o grasa a
los hombres. Entre otras bromas se extendían cuerdas a lo ancho de las calles para que la
gente tropezara o se realizaban manteos. La gente se divertía, bailaba, cantaba... hasta que
se imponían las siete semanas de cuaresma, que implicaban un riguroso ayuno. Sin
embargo, eran comunes las ventas de indulgencias que a cambio de una cantidad de dinero
permitían comer carne, así lo expresó Madame D´Aulnoy: "nadie ayuna, ni los amos ni los
criados (...) y se les permite comer manteca y queso durante la Cuaresma y los viernes y los
sábados de todo el año".5
Otra fiesta de gran importancia era la del Corpus Cristi, fiesta religiosa que se
desarrollaba tras el Domingo de resurrección, y en las que, aparte de los actos religiosos, las
representaciones teatrales de los autos sacramentales recibían una gran expectación.
Esto no es más que la manifestación del gran desarrollo y expectación que creo el
teatro en esta época. Las representaciones teatrales no faltaban en ninguna fiesta de carácter
religiosa, popular o cortesana. En las plazas y en algunas zonas de manera permanente, se
alzaban escenarios y gradas simples que evidenciaban la diferenciación social. Pero a pesar
de esto, todos los sectores sociales podían acudir a estas representaciones teatrales.
4
"La vida cotidiana en la España de Velázquez". pp. 67.
5
"La vida cotidiana en la España de Velázquez". pp. 211.
El espectáculo se componía de distintos manifestaciones escénicas que
acompañaban a la representación de la obra. Estas manifestaciones escénicas eran
compuestas por bailes, cantos, recitaciones...
Los escenarios eran simples, carecían de telón de boca y sólo contaban con telas
para crear un fondo. La zona de representación contaba de dos planos, uno alto para
desarrollar escenas acontecidas en atalayas, montañas, etc; y otro bajo.
Las compañías de gran éxito conseguían un importante reconocimiento popular. Sin
embargo, los actores y actrices formaban parte de ese sector marginado de la población por
llevar una forma de vida ambulante.
Los beneficios económicos que se sacaban de estas obras se destinaban para el
sostenimiento de hospitales y obras de beneficencia. Con el tiempo, surgió la figura de los
corrales arrendadores, los cuales adelantaban una cantidad de dinero a estas instituciones a
cambio de la recaudación. Esta vinculación a los actos de beneficencia lo que en más de
una ocasión le salvó de la censura de los moralistas de la época, los cuales criticaban las
obscenidades que se desarrollaban en las actuaciones y las señalaban como un foco de
depravación.

Otro de los acontecimientos más importantes eran las corridas de toros. La afición
por los toros era muy grande, tanta que los días en los que se celebraban corridas nadie
trabajaba y todo el mundo acudía a contemplarlos.
Las corridas se realizaban en las plazas de las ciudades y los pueblos cubiertas de
arena. Las más destacadas son las que se realizaban en la Plaza Mayor de Madrid. Existía
una reglamentación que ordenaba el acceso, la localización y hasta el vestido en estos
acontecimientos. El toreo no comenzó a ser un oficio hasta el XVIII. por lo que la lidia con
los toros era llevada a cabo por los nobles que probaban así su destreza y, en ocasiones,
seducir a alguna dama. Estos caballeros toreaban a caballo, a pie lo hacían los "toreadores
de banda", que quedaban en un papel secundario y eran remunerados por ello.
Espontáneamente solía salir del público algún valiente, llamado "aventurero", que podía
recibir una remuneración dependiendo de la actuación que hubiese realizado. Los
accidentes eran habituales, sobre todo en los encierros practicados antes de estas corridas.

Otro de los pasatiempos más extendidos eran los juegos de naipes. Tanto los nobles
como los sectores más populares los practicaban, aunque en sitios distintos. Los naipes
estaban muy regulados, en el Reino de Castilla sólo se podía jugar con una baraja
autorizada por la Corte. Los sectores de la más baja extracción social se reunían en lugares
clandestinos, donde las trampas y las peleas eran algo cotidiano.
- Bibliografía.

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1989.
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