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El poeta en 1935. Retrato de Vallejo hecho por Picasso en 1938 para la primera edición de España
aparta de mí este cáliz (1940).
César Vallejo es el escritor peruano más universal y una de las cumbres de la poesía en idioma
español del siglo XX. Fue uno de los fundadores de la «Bohemia de Trujillo», al lado de Antenor
Orrego y los hermanos Víctor Raúl y Agustín Haya de la Torre. Siendo poeta de sensible
temperamento, nunca fue ajeno a la política revolucionaria y formó parte del movimiento
precursor del aprismo.
Tanto en Trujillo como en Lima fue solidario con los jóvenes universitarios reformistas y el
movimiento obrero y campesino. Colaboró con Nuestra época (1918), publicación dirigida por
José Carlos Mariátegui y César Falcón, con Claridad (1923), la revista de las Universidades
Populares dirigida por Víctor Raúl Haya de la Torre y desde Europa con Amauta (1926-1929) la
revista de José Carlos Mariátegui. Integró la célula aprista de París (1925-1928) y promovió la
unidad de los socialistas y comunistas europeos contra el fascismo y el nazismo.
Mantuvo hasta su temprana muerte un afectuoso contacto epistolar con los antiguos integrantes
de la «Bohemia de Trujillo». Antenor Orrego relata que, contradiciendo las afirmaciones
antojadizas que lo sindican como militante comunista y ateo, su amigo César le encargaba cada
año una misa en su ciudad natal, Santiago de Chuco, en honor de su santo patrón, cuya fecha se
celebra el 25 de julio.
Nuestro gran poeta César Abraham Vallejo Mendoza nació en Santiago de Chuco el 16
de marzo de 1892 y falleció en París el 15 de abril de 1938. Fue hijo de Francisco de
Paula Vallejo y María de los Santos Mendoza. Cuando en 1904 concluyó sus estudios
elementales en su ciudad natal se trasladó a Huamachuco. Cursó la educación
secundaria en el Colegio Nacional de San Nicolás (1905-1908); y tras pasar un año en
su pueblo natal, vivió desde 1910 en Trujillo.
Ingresó ese año a la Facultad de Letras de la Universidad de Trujillo pero tuvo dudas
sobre su verdadera vocación y decidió dirigirse a Lima para seguir estudios de
Medicina. En 1911 se matriculó en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos pero por problemas económicos o por cierta desilusión sobre ese
tipo de estudios, regresó a Trujillo en 1912, donde encontró una plaza como empleado
administrativo en la hacienda Roma.
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Al año siguiente trabajó como maestro en el Centro Escolar Número 241 y más
adelante ejerció como profesor del primer año de primaria en el Colegio Nacional San
Juan. En 1917 tuvo allí entre sus alumnos a quien sería más tarde el primer gran
novelista peruano, Ciro Alegría.
Algunos integrantes del «Grupo Norte». De pie: Luis Ferrer, Federico Esquerre Cedrón, Antenor
Orrego, Alcides Spelucín, Gonzalo Zumarán. Sentados: José Eulogio Garrido, Juvenal Chávarry,
Domingo Parra del Riego, César Vallejo, Santiago Martín y Óscar Imaña.
Herido emocionalmente Vallejo por un desplante de este tipo con motivo de sus
galanteos hacia una guapa joven de gallardos apellidos, suceso que trascendió en los
mentideros trujillanos, su amigo Víctor Raúl escribió una comedia satírica y gestionó su
estreno, por una sola noche, en el teatro Ideal de Trujillo, a cargo de la compañía de
teatro de la española Amalia de Isaura.
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Víctor Raúl y Vallejo: «Triunfa vanidad»
«Triunfa vanidad», comedia escrita por Víctor Raúl Haya de la Torre bajo el seudónimo
«Juan Amateur» y dedicada formalmente a su amigo César Vallejo, fue estrenada en
Trujillo el 15 de diciembre de 1916. La presentación fue todo un suceso cultural que
dio a los poetas, artistas e intelectuales rebeldes del grupo literario y artístico «Norte»
una posición de avanzada en la cultura peruana, que captó el interés desde Lima de
escritores consagrados como Juan Parra del Riego y Abraham Valdelomar. Cada uno de
ellos visitó Trujillo para hacer reportajes sobre el grupo trujillano y dieron mucho
apoyo a la obra de sus integrantes, en especial a César Vallejo.
Al día siguiente del estreno de «Triunfa vanidad», César Vallejo agradeció a sus amigos
con este poema, que fue publicado en la prensa local.
Triunfa vanidad
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Y en el cerebro inmenso que finge el Orbe Alado
¡oh Vanidad, tus joyas agudas se han clavado,
como una turba bíblica de eternos aguijones….!
César Vallejo
Diciembre 16 de 1916
El hermoso y hoy célebre poema «Los heraldos negros», fue escrito por César Vallejo
en los días de mayor actividad creativa del «Grupo Norte». Fue leído por su autor por
primera vez la noche del 10 de junio de 1917 durante una velada cultural en casa de
Macedonio de la Torre que incluyó una exposición de esculturas del artista y el estreno
de piezas musicales de Carlos Valderrama.
La noche de la primera lectura del poema «Los Heraldos negros» el 10 de junio de 1917 en casa
de Macedonio de la Torre. Están sentados de izquierda a derecha: José Eulogio Garrido, Ignacio
Meave Seminario, Carlos Ottone, el cónsul de Chile, Luis Romero Losada y el barítono Miguel Antón.
De pie vemos: [un desconocido], Antenor Orrego, [desconocido], Alcides Spelucín, [desconocido],
Eloy Espinoza, [dos desconocidos], Carlos Valderrama, Carlos Rosse, Macedonio de la Torre, [tres
desconocidos], Federico Esquerre, Fabián Meléndez, José Agustín Haya, Raúl de la Rosa,
[desconocido], José Félix de la Puente, Óscar Imaña, Domingo López de la Torre y César Vallejo.
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Que César Vallejo tengo hoy en día la valía que merece se debe fundamentalmente a
la tenaz defensa realizada por sus amigos norteños y sus compañeros generacionales.
Los textos elogiosos de la poesía vallejiana que podemos leer de esos años, firmados
por Orrego, Valdelomar, Federico More, Jorge Basadre, Luis Alberto Sánchez, Serafín
Delmar, Magda Portal y Mariátegui, eran parte de una lucha tenaz contra el control del
poder informativo en manos de críticos literarios como Clemente Palma, hijo del gran
tradicionista, que no sólo era adverso a esta nueva poesía sino incluso insultante. Hoy
en día debemos ver en el poema «Los heraldos negros», además de la expresión de un
talento genial, el símbolo cultural de todo un movimiento generacional que hizo de ese
poema, y luego del primer libro de Vallejo, Los heraldos negros (1918), y del segundo,
Trilce (1922), legítimos emblemas de renovación.
En agosto de 1920, durante una breve visita a su familia en Santiago de Chuco, fue
testigo de los desbordes ocasionados por una rivalidad de tierras entre grupos de
poder pueblerinos, que culminaron en el incendio y el saqueo de una casa. Los
afectados relacionaron injustamente al poeta con el grupo de agresores y fue
denunciado como cómplice de los desmanes. Fue detenido en Trujillo y estuvo
encarcelado en forma arbitraria entre noviembre de 1920 y febrero de 1921. Si bien
fue eximido de culpa, la experiencia dejó en el poeta una amargura imborrable.
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De regreso a Lima en 1921, ejerció nuevamente la docencia en el Colegio Guadalupe y
siguió formando parte de la vanguardia artística hasta que logró embarcarse con
destino a Francia en junio de 1923. Nunca más retornaría al Perú.
Desde París y otras ciudades europeas escribió crónicas para diversos diarios y revistas
del Perú, como Mundial, Variedades y Amauta; trabajó como periodista en Les Grands
Journaux Ibero-Américains entre 1925 y 1926. En París retomó su entrañable amistad
con Haya de la Torre y participó en las actividades del naciente movimiento aprista al
lado de otros exiliados sudamericanos. Al año siguiente residió en Madrid gracias a una
breve beca de estudios. Retornó a París y viajó en calidad de reportero a Rusia y a
diversos países de Europa Central entre octubre de 1928 y septiembre de 1929.
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independientes. Conoció a escritores muy activos en este movimiento como García
Lorca, Machado, Alberti y Neruda. Viajó nuevamente a Rusia en octubre de 1931, para
concurrir al Congreso Internacional de Escritores solidarios con el régimen soviético. El
cambio de gobierno en Francia le permitió regresar a París, donde conoció a Georgette
Philippart (1908-1984) con quien contrajo matrimonio el 11 de octubre de 1934.
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El triunfo del poeta
Ha sido muchas veces editada y divulgada desde el fin de la segunda guerra mundial,
gracias a la perseverancia de Georgette de Vallejo, quien preservó con grandes
sacrificios los originales de la obra de su esposo durante la ocupación nazi de Francia.
Trasladada al Perú en 1951, fue celosa defensora de la pulcritud de las ediciones de las
obras de Vallejo, protegiendo la peculiar puntuación y ortografía y los audaces
neologismos y figuras del lenguaje que caracterizaban al poeta.
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• Textos rescatados (2009), sobre todo del período del Grupo «Norte»,
compilados con abundante material facsimilar por Carlos Fernández y Valentino
Gianuzzi