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Patricia Rebull

1r Batx. D
Literatura Castellana

“PARA VIVIR NO QUIERO”, Pedro Salinas.

Este poema fue compuesto por Pedro Salinas, poeta nacido en Madrid en 1892 y
miembro destacado del Grupo del 27. Este poema es muy representativo de la segunda
etapa de la trayectoria poética de Salinas y, concretamente, de la obra inicial de ésta, La
voz a ti debida (1934). El título de este libro se debe a un verso de Bécquer. En este
segundo libro se presenta la historia de una pasión amorosa, desde su nacimiento hasta
el final, que podría recordarnos a su romance con Katherine Whitmore; ella es la
destinataria de su trilogía poética La voz a ti debida.

El tema del poema es el ansia de vida y amor en la simple pureza esencial de los
seres (expresada mediante los pronombres), sin lo superficial y externo, que limitan o
enmascaran la realidad.

Salinas ha desarrollado este tema con la forma abierta y adaptable del verso libre,
veintiocho en concreto, en los que descubrimos la regularidad de los heptasílabos
blancos, rota por la presencia de algunos versos trisílabos, y leves asonancias.
El tema aparece desarrollado en las siguientes partes de contenido: los cuatro
primeros versos recogen el tema de manera condensada; la segunda parte abarca desde
el verso 5 hasta el 15 y se centra en la llamada que el poeta dirige a la amada, pidiéndole
su pureza esencial; la tercera parte describe la pregunta de la amada hacia el poeta y la
respuesta de éste, que alude a la esencia del ser.

Ya en la primera parte se centra el tema y se muestran los dos ámbitos que le


servirán al autor para contraponer la autenticidad esencial del ser y lo superficial e
insustancial de la existencia externa.
Un recurso frecuente es la alusión simbólica a los nombres y los pronombres, que
representan las dos caras, la espuria y la auténtica, respectivamente, de la realidad.
Salinas logra elevar a categoría poética dos simples elementos gramaticales de la lengua,
que tienen un lugar protagonista en muchos de sus poemas, como en el que
comentamos: “¡Qué alegría más alta vivir en los pronombres!”.
La esencia deseable del ser está representada por los "pronombres": este
elemento alude simbólicamente a lo más puro de la persona, y se contrapone
implícitamente a los "nombres", que indicarían lo externo, lo que está ligado a una historia
concreta y limitado por la etiqueta "denominadora". En este poema, sin embargo, no se
alude directamente a los nombres, sino que el poeta incorpora tres símbolos "islas,
palacios, torres", elementos materiales asociados a la riqueza, la belleza o la felicidad,
que resultan abiertamente rechazadas en favor de la pureza pronominal (máxima
simplicidad). Salinas quiere dejar muy claro cuál de estos ámbitos acepta y desea y cuál
rechaza: de ahí que marque el primero con la contundencia del adverbio "no" ("Para vivir
no quiero...") y el segundo con la exclamación y la estructura ponderativa "Qué alegría
más alta".
En la segunda parte del poema, se desarrollan los dos ámbitos del tema referidos a
la amada. El paralelismo en la estructura global de esta parte organiza el contenido: "yo
no te quiero así" indica lo rechazado (lo superficial y externo); "te quiero pura..." es el
comienzo de la parte dedicada a lo esencial, anhelado por el poeta.
La palabra inicial del verso 5 irrumpe con fuerza: el imperativo "quítate", indicando
que se dirige a la amada, e inaugurando el campo metafórico que se asocia con lo falso y
superficial. En este ámbito, el poeta enumera la serie que forman "los trajes, las señas, los
retratos": los tres representan elementos externos, que se pueden quitar y poner (los
trajes) o indicaciones de lugar (señas) o la mera imagen que no es la propia realidad
(retratos). Estas tres realidades se corresponden con la metáfora "disfrazada de otra", en
el sentido de una existencia aparente, mero disfraz que oculta el verdadero ser; además,
añade, en paralelismo con esta expresión, otra referencia que indica la limitación, la
dependencia del ser (opuesta a la libertad de la que luego hablará): "hija siempre de algo"
.
Ya hemos visto cómo Salinas marcaba su valoración negativa: "Yo no te quiero
así". A continuación, en cambio, introduce la afirmación “ Te quiero”, con la que introduce
los rasgos que aprecia y busca en la amada: “pura, libre, irreductible: tú”. Esta serie de
adjetivos constituyen la antítesis de lo que antes ha valorado negativamente (lo externo y
superficial, la mera imagen, lo dependiente y limitado, que ocultan el verdadero ser).
Ahora se destaca la pureza, la libertad y la esencia, y se resumen estas características en
el pronombre “tú”, que sabemos que para Salinas representa la esencia del ser de la
amada, de manera tan clara e intensa que es lo que la identifica plenamente (“sólo tú
serás tú”): el poeta tiene certeza de esto (“sé”) y lo recalca mediante una hipérbole
(“cuando te llame entre todas las gentes del mundo”).
La tercera parte del poema se inicia con un cambio de punto de vista: aquí el poeta
nos cuenta la pregunta de ella (“Y cuando me preguntes”), que se centra nuevamente en
la identidad del ser (“quién es el que te llama, el que te quiere suya”: paralelismo con el
que representa la relación amorosa). La respuesta que ofrece él es coherente con lo que
antes le ha pedido a ella: por una parte indica lo que rechaza (mediante verbos como
“enterraré” o “iré rompiendo” y los sustantivos “los nombres, los rótulos, la historia”, que
representan simbólicamente lo superficial, lo externo e frívolo, aquello en lo que no está el
ser. Estos elementos se resumen en la expresión “lo que encima me echaron desde antes
de nacer”, es decir, lo que le envuelve por fuera, pero no es su esencia. Esta parte está en
claro paralelismo con la que anteriormente ha dedicado a la amada: en ella también
rechazaba el puro disfraz, lo añadido superficial (trajes, señas y retratos).
Por otra parte, a continuación, presenta lo que valora positivamente, que es lo que
le ofrece a ella: el “anónimo eterno del desnudo, de la piedra, del mundo”, términos que
representan la pureza esencial, sin nombre (de ahí la importancia de los pronombres),
desnudo (sin ropajes externos que son un disfraz de la esencia), simple y auténtico como
la piedra y el mundo.
Desde esa realidad auténtica, el poeta ofrece su respuesta a la amada, la
respuesta a la pregunta sobre su identidad (que antes había hecho ella: “cuando me
preguntes quién es el que te llama”). Nuevamente es el simple pronombre el que mejor
sintetiza ese sentido: “Yo te quiero, soy yo”. Un matiz fundamental se añade en esta idea
final: la identidad del poeta se cifra también en el amor a la amada; es su amor el que le
da el ser, el que logra el encuentro de los dos seres esenciales.
Vemos, por tanto, a lo largo del poema, aparte de la presentación inicial, dos
grandes partes en perfecto paralelismo, que recogen los dos momentos del diálogo entre
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el poeta y la amada. En cada una de ellas, se simboliza lo rechazado, por una parte, y,
por otra, lo buscado como autenticidad esencial de los seres que se unen en el amor.

En suma, Pedro Salinas es uno de los más destacados miembros del grupo del 27,
que plasma en su obra una gran riqueza estética y formal, en la línea de las inquietudes
de sus compañeros, así como uno de los temas universales de la literatura, como es el
tema amoroso, con la originalidad de su personal enfoque.

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