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Teoría de los espectros

En 1891, León Wulff, redactor en jefe de la revista Progres phothografique, recibió na carta de un
aficionado de la ciudad de Lyon, basante molesto, que ostentaba el oprtuno pallido de Ratelade . La
carta decía:

“Señor redactor en jefe de Progres photographyque, Como pasatiempo acostumbro preparar yo mismo
mis vidrios con la grelatina de bromuro y, a menudo, empleo clichés malogrados o que no presentan
suficiente interés para conservarlos. Asi, me ha sucedido que después de emplear los reactivos más
fuertes para limpiar antiguos clichés, he encontrado sobre ciertos vidrios, ya sea en parte de un paisaje o
de determinados retratos. (…) Ante la imposibilidad de borrar las huellas de los antiguos clichés, decidí
verter la emulsión sobre estos vidrios, seguro de que la imagen apenas perceptible que se encontraba
en ellos no dañaría en absoluto la prueba futura. ¡Pero desgraciadamente me equivoqué! La imagen,
resistente a los lavados, en vez de permanecer oculta e invisible bajo la nueva capa, se volvió bastante
más nítida y se mescló con uno de mis paisajes, dándole al cliché la apariencia de ser una trampa para
fantasmas, por decirlo de algún modo.

Este incidente volvió a ocurrir hace poco y de manera muy singular: cuando realizaba una prueba
estereoscópica que representaba la cas de uno de mis amigos con el jadíny tres personas en una
alameda, al revelar el cliché, constaté la presencia de un cuarto personaje y fragmentos de un paisaje
que no pertenecían al que acababa de capturar. Sin embargo, al imprimir y montar una copia de este
cliché, luego de examinarlo atentamente en el estereoscopio, reconocí que el intruso pertenecía a un
paisaje que había realizado aproximadamente ocho años antes, en elque aparecía uno de mis amigos en
su jardín.

A pesar de que las muestras de este tipo que se conservan actualmente son escasas (fig. 57), el
incidente descrito solía ser frecuente. Los manuales sobre el daguerrotipo o el colodión –procedimiento
en los cuales el empleo de placas fallidas era común- están llenos de desventuras similares. También los
grabadores, que con frecuencia volvían a utilizar sus placas, y por lo tanto eran víctimas regulares de sus
arrepentimientos, dieron a este tipo de figuraciones accidentales el nombre de “imágenes fantasmales”.
En fotografía se emplea el mismo campo semántico para describir estas aparicines imprevistas, causadas
por un negativo mal limpiado o por una desafortunada superposición de dos o más imágenes, un
desplazamiento brusco de la cámara e incluso por un agujero en el fuelle. Para retomar retomar la
afortunada expresión de Ratelade, diremos que el cliché se combierte en una “trampa para fantasmas”,
cuando no está “embrujada” con “espectros” o “aparecidos”. Es cierto que por su aspecto inmaterial y
transparente, estas figuras incidentales de contornos vaporosos corresponden perfectamente con la
iconografía más aceptada de la gente fantasmal. En aquellos tiempos en que había una gran fascinación
por las mesas giratorias y por el espiritismo, a estos fantasmas fotográficos no les hacía falta nada para
ser considerados fantasmas verdaderos.

William H. Mumler, que es consideradopor los anales de la fotografía y del ocultismo como el primer
operador que propuso a sus clientes hacer aparecer sobre su retrato el retrato del difunto, cuenta sus
comienzos como fotógrafo espiritista de la siguiente manera: “En 1861 trabajaba como grabador en la
ciudad de Boston, donde a menudo me juntaba con un joven que era empleado en un estudio
fotográfico de Washington Street, dirigido por una señora Stewart. Pero entonces yo tenía la costumbre
de realizar de vez en cuando determinados ensayos con la cámara fotográfica y mis conocimientos de
química. Un domingo en que me encontraba a solas en el estudio intenté retratarme a mi mismo, y al
terminar de revelar me di cuenta de que una segunda figura humana había aparecido en la imagen. Al
principio tuve la impresión, al igual que tantas personas en la época, de que la imagen no estba
completamente limpia, que la figura que se había formado a mi lado debía provenir de la placa de
vidrio, y fue así que presenté el problema a las personas interesadas. Pero otras experiencias
posteriores, realizadas en condiciones que excluían esta posibilidad, reforzaron mi convicción de que el
poder por el cual se habían producido esas formas estaba más allá del control humano; de hecho, los
expertos, desafiados por el público para que reprodujeran una imagen similar, jamás lo consiguieron”

El testimonio de Mumler es arquetípico por más de un motivo. En primer lugar, como la mayoría de los
relatos que cuentan el descubriemto de fenómenos ocultos, atribuye su hallazgo al azar. El operador
descubre de manera fortuita su capacidad para retratar el espíritu de de los difuntos en una fotografía.
Pero ya que usualmente se relaciona a los errores con el azar, Mumler afirma, por precaución, que éstas
apariciones, pordrían ser el resultado de de simples torpezas del operador, hipóteisis inmediantemente
descartada y trascendida mediante la evocación de un “poder” oculto… y por lo tanto, inexplicable
según los razonamientos convencionales. Esta retórica sutil, que sugiere que el experimentador ha
sobrepasado la posibilidad de equivocarse, es empleada frecuentemente por los espiritistas. Louis
Darget, un militar en retiro, aficionado al ocultismo, escribió al reverso de una fotografía de un cura
“desdoblado” (fig. 58): He aquí un doble fluídico, un cuerpo astral o cuerpo espiritual. Si se tratara de
una doble impresión, el doble del cura habría tenido que sobrepasar el cuerpo verdadero hacia la
derecha, pero lo que podemos ver no es otra cosa que el rostro astral inclinado hacia la derecha. Una
doble impresión que se hubiese producido en sentido vertical hubiera provocado también la aparición
de un doble cinturón, pero como podemos apreciar, los botones blancos no se ven debajo del collarín
del fantasma, todo el fantasma está empequeñecido, condensado, fundido en el cuerpo verdadero, tal
como dice el señor Durville en la página 36 de Fantomes des vivants (Fantasmas de los vivos).El
fantasma se vuelve luminoso en la parte superior, luego se contrae, se condensa, y toma la forma que
podemos apreciar en la imagen”.

Basta con apreciar el retrato del eclesiástico con cualquier otra sobreimpresión accidental –reconocida
como tal (fig. 59)- para entender, una vez más, que una misma imagen fotográfica puede ser juzgada
como un error intrascendente, en tanto que otros la verán como prueba de la existencia de los
fenómenos espiritistas, incluso todo un logoro para el ocultismo. Guillaume de Fontenay, que se dedicó
a compilar en un pequeño libro los errores más comunes de los aficionados, y a demostrar que estos son
el origen de las confusiones que atribuyen esas fallas al espiritismo, escribió con acierto: “Es casi
imposible enumerar todos los errores que pueden producirse, todos los accidentes que pueden ocurrir,
principalmente entre los aficionados. En la mayoría de los tratados de fotografía se dedica un capítulo
completo a estos sinsabores y, por lo general, se intitula “Fallas”. Pero al toparse con cualquiera de estos
errores, sobran herejes que sienten la tentación de cantar victoria y consideran sus fracasos como un
verdero logro”. ¿Fracaso… o éxito? En suma, se vuelve a plantear aquí la pregunta de Arthur Danto:
¿Cómo una misma forma visual puede suscitar tanta oposición entre quienes la examinan?

Texto extraido de

Chéroux, Clement, Breve historia del error fotográfico. Ediciones Ve S.A. de C.V., 2009.

pp. 143-148

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