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EL NIETZSCHE DE FOUCAULT
por David Cortez1
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David Cortez se doctoró en Filosofía en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y en la
Universidad de Viena, Austria. Contacto: cortez_dg@yahoo.de
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Michel Foucault, Foucault, en: Michel Foucault, Estética ética y hermenéutica. Obras esenciales,
Volumen III, Paidós, Barcelona/Buenos Aires/México, p. 363.
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La interpretación de George Lukács sobre todo se convirtió y sigue ejerciendo su influencia en los
debates en torno al carácter de los contenidos de la obra de Nietzsche y de los supuestos nexos del
pensador alemán con el Nacional Socialismo. Cfr. George Lukács, El Asalto a la razón. La trayectoria
del irracionalismo desde Schelling hasta Hitler, 2da. ed., Grijalbo, Barcelona/México, 1968.
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Revista de Filosofía “Sophia”, Quito‐Ecuador. Nº 4/ 2008.
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Cfr. Jürgen Habermas, El discurso filosófico de la modernidad, Madrid, Taurus, 1989. (Original:
Frankfurt, 1995)
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Cfr. Theodor Adorno y Max Horkheimer, Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos filosóficos, Madrid,
Trotta, 1994. (Orig.: Amsterdam, 1944).
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Cfr. Jacques Le Rider, Nietzsche in Frankreich, Wilhelm Fink Verlag, München, 1997.
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de Hegel, sí hay que destacar a otro gran contendiente y que sería, en realidad,
el fundador de una tradición de pensamiento cuyas consecuencias se
prolongarían hasta la modernidad: Platón. Este pensador ya habría sentado las
bases del modelo de historia concebida como recuerdo, es decir, como aquello
que de una u otra manera pretende sustraerse al movimiento histórico.
Hay que decir primero que las tres tesis o hipótesis del autor alemán son
presentadas simultáneamente, formando una perspectiva única, a la cual
Foucault considera como típicamente “nietzscheana”. La tendencia
arqueológica de polémica con una referencia antropológico-metafísica se
mantiene, pero, el nivel de análisis se concentra en una explicación política10
que da cuenta del aparecimiento histórico de los saberes en la modernidad.
Foucault pretende eludir los presupuestos humanistas de la investigación
histórica mediante el recurso a su concepto de poder, cuya característica
central es justamente el descentramiento: no hay punto de confluencia de los
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Cfr. Miguel Morey, La cuestión del método, en: Michel Foucault, Tecnologías del yo. Y otros textos
afines, Paidos, Barcelona, 1985, pp. 14-15.
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Foucault habla de una “política de la verdad” al referirse a su tarea genealógica. Cfr. Michel Foucault,
La verdad y las formas jurídicas, Gedisa, 1996, p. 29.
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Foucault introduce la tesis de la “voluntad de saber” en El orden del discurso (1970) y en Historia de la
sexualidad. La voluntad de verdad (1975).
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Cfr. Michel Foucault, Tecnologías del yo. Y otros textos afines, Paidós, Barcelona, 1995, pp. 45-94.
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libra Foucault en debate con los grandes defensores del sujeto legitimador: el
historicismo hegeliano y sus herederos: la fenomenología y el marxismo.
Cuestinamiento radical de la “dialéctica” histórica inherente a las grandes
representaciones que reivindican justificaciones últimas.
Conclusión
La pregunta central de este trabajo es por el Nietzsche de Foucault. Hemos
procedido a pasar revista a la obra del filósofo francés, atentos a los cambios,
acentos y matices que se producen en su lectura de Nietzsche, en la medida
que su discurso era arqueológico, genealógico y de la subjetivación. Ahora
bien, si empleamos el término “humanismo”, para visualizar al gran enemigo
frente al cual los esfuerzos y luchas de los autores encuentran su motivación,
entonces, vale la pena terminar este ensayo con una reflexión sobre el tipo de
humanismo que combaten los autores y de cómo el uno, Foucault, se apoya en
las tesis de Nietzsche para dicho fin. En mi opinión, Nietzsche y Foucault
comparten el mismo camino de cierta tradición crítica de pensamiento que ha
combatido la herencia cristiano-platónica, presente en el humanismo moderno
al pretender hacer valer los derechos, los privilegios y la naturaleza de un ser
humano como verdad inmediata e intemporal del sujeto.13
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Pero aquí no sólo está en juego una visión del mundo, sino también un
paradigma de verdad. Nietzsche y Foucault quieren mostrarnos que aquello
que nosotros hemos asumido como verdad, en realidad, ha tenido una historia
que consiste en haber fijado los rasgos de aquello que consideramos como
verdadero. Esta “voluntad de saber” pretendería explicarla, y no con poco éxito
histórico, a partir de sí misma, desconociendo así su origen y constitución
reales. Que la verdad no se agota en un orden de lo intemporal, sino que se
forma y crea en la historia, requiere, por lo tanto, un esfuerzo de actualización
en el movimiento complejo de la historia. El humanismo moderno ha querido
transmitirnos en el idealismo y el historicismo un concepto de verdad que
reproduce la exigencia central de la antigua tradición occidental: una verdad-
razón que se explica a sí misma, una historia que se autoconsuma como razón.