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Alvaro Daza o la energia de la creacion por Ricardo Sanin Restrepo Camilo José Cela dijo de Alvaro Daza que era “el sutil encanto del color” ereo que hay una inmensa equivocacién en este testimonio que pro- viene més de un defecto inherente a la vision occidental del arte, que del elogio merecido que encierra. El mundo occidental agoniza por cuenta de un exceso de verdad, naufraga en la arrogancia de una objetividad omnipo- tente y fria que intenté determinar el coraz6n humano como un arquetipo, como una ecuacién, que suspendié Ia emoci6n y la convirtié en razén, que desterré la imaginacién para volverla discurso y disfraz6 sus totems y le- yendas en la forma de una narrativa violenta y compacta que pretende dar cohesién a un mundo desterrado de si mismo. El romanticismo europeo se ha vuelto melancolia y la trasgresién de su arte se ha vuelto una caricatura de si misma, complaciente y ultrajantemente codiciosa. La embriaguez creativa de los Dali, Rothko, Lempicka y su linaje se convirtié, con el tiem- po, en una anestesia grupal y refractaria, una experiencia publica pero apolitica, masiva pero no comunitaria. Rimbaud, con hastio, lo descubri6 hace siglo y medio, muy bien sabia que en ese Occidente caduco no habia nada mas que decir, solo esto: el arte Occidental ha muerto. La luz que alumbra a occidente se corta con un silogismo, se redu- ce aun plano raso y austero, es seca y cuadriculada, agotada en la visién de un humano circular y objetivo, hace que el tiempo sea lineal y necesita una y solo una leyenda, un solo discurso, una sola linea narrativa, La luz nuestra es espesa, deslumbrante, miiltiple, inagotable, incluso sus claras- curos son coloridos, esta luz necesita un tejido, un enjambre de cuentos, de historias, de nudos, de leyendas fantasticas, de realidades que se des- pliegan en todas la direcciones, ellas se cruzan, se mezclan, se refractan y se estiran en los espiritus colectivos, en las indomables fuerzas de creacién de mundos y resistencias. Aqui, la luz no aturde, no duele, no desentona con los planos cartesianos de los catalogos de arte que parecen ser hechos en la bolsa de valores de Nueva York. Alvaro Daza esta bautizado por esta luz. que antes que ser limite y cireunstancia de la creatividad es su llamado, su intimidad mas poderosa. éInfluencias en su obra? Debe haber muchas, la mayorfa de ellas invisibles, pero su verdade- ra influencia es la luz, la exuberancia de colores inverosimiles y a la vez. familiares, domésticos, salidos del corazén mas humano y puestos ahi por una mano sublime e indescifrable, La obra de Daza en una danza erdtica, voluptuosa, lena de misterios en la misma medida que esta toda expues- ta, toda visible sin velos, sin laberintos. De poseer la osadfa de definir el lugar de la obra de arte de Daza tendriamos que poner gran parte della como creadora de dicha luz. Sien sus Suefios, Akira Kurosawa se hubiese internado en un pai- saje de Alvaro Daza necesitarfa de otro suefio catartico para recuperar el sentido y poder sofiar dentro del suefio que erce sofiar, para inventarse un nuevo lenguaje cinematogrifico que pudiese capturar la riqueza y abun- dancia de ese nuevo espacio que habita, que lo satura, pero especialmente que lo incluye como humano, sin la distancia arrogante que define al es- pectador, sino con Ia generosidad de una invitaci6n a compartir y a ser en la fiesta inagotable de la obra. Primero entrarfa en una especie de pa- roxismo, donde nada de lo que sabfamos del mundo tiene sentido, una realidad primordial desarraigada, como para Hegel el comienzo de la imaginacién, alli un grito en el vacfo, all formas quebradas, espacios descentrados, colores reinventados de la aparente nada, Kurosawa encon- traria en el paisaje de Daza un contacto abismal con las posibilidades de nuestra percepcién y de nuestra capacidad de otorgarle sentido a las rea~ lidades que cortan y atraviesan nuestro sentido comtin hiriéndolo y devolviéndolo a un estado infantil. Una novedad en los colores que desaf~ an su propio contexto y lo transforman en un contexto creado de si mismo, dependiente de la obra. Un encuentro mitico con la obra de arte transformada por Daza en una fiesta orgiastica descomunal, irrepetible, un baile extravagante y a la vez trascendental como el de los sufts, pero que al mismo tiempo que nos eleva y nos leva al éxtasis de los sentidos nos devuelve lo mas intimo de estar en comiin, de ser y compartir en el arte, a dltima trinchera y barrera ante la horrible y atiborrada realidad. En su encuentro con el artista, Kurosawa no se toparia con un ani mal feroz herido por el tiempo, que siente deslizar entre sus manos el equilibrio de realidad y cordura, y que debe apurarse, a cada aliento, a cada trazo para crear un universo que detenga el embate de la muerte, que ven- za la bestia burlona en su propio terreno: la vida. No se encontraria con un genio fatigado de encarnar muy bien una pesada tradicién que necesita fracturar en sus bases mas elementales. Se encontraria con un hombre cu- ya cotidianeidad no es separable de su obra, y que sin embargo como ser social es pausado, agudo, bondadoso, burlén y profundamente amistoso pero como artista es agitado, veloz, intenso, prodigioso, arrobador y pro- fundamente entregado a su arte, a su creacién, donde él mismo parece una. simple herramienta de algo mas elevado, de algo mas alld de sus vivencias y su mortalidad. Alvaro ha alcanzado el reposo, la paciencia y la meticulo- sidad que solo son posibles cuando la inspiracién y la creatividad son el resultado de algo que esta esencialmente por fuera de uno mismo, de modo que ser uno mismo es saberse el instrumento de la obra de arte. Son estos los insumos que crean un artista tinico como Alvaro, un artista que vive en constante celebracién de la vida y cuyo cada acto es una invitaci6n a ella, no a.una fiesta glotona y superficial, no hay nada de complaciente en la obra de Daza, nada que ignore lo perplejo de la vida y sus miserias, no hay desperdicio alguno y la justa medida es solamente otro método para infla- mar la vida, para erizar cada una de sus pulsaciones, una ruta para Tevarnos a un encuentro sublime con sus paisajes, con sus trazos iniciados en un suefio y completados en nuestro espiritu e individualidad. Daza y su obra son un derroche de vida, un festival constante de energia sin conten- ci6n ni medida, es vigor, creatividad incontenible. Kurosawa no se encontraria con Daza en un amasijo de colores, si- no en la paleta, en los perfumes de bases cromaticas que seran transformados en universos completamente nuevos y originales, alli em- prenderfan el viaje misterioso juntos, en éxtasis, en el sacramento de la creacién misma hecha virtud, hecha generosidad y apertura. En otras palabras, el visitante no seria un convidado silencioso sino una parte de la fiesta, un elemento vital y necesario para comenzar la celebraci6n, un

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