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Con respecto a la poesía Borges tiene dos etapas, una primera etapa

que llega hasta 1930, caracterizada por el uso de la metáfora, temas


más simples, relacionados a las cosas que el miraba, a Bs As, a sus
antepasados, nostalgia del pasado donde se desliza siempre la idea
del tiempo que pasa.

La segunda la que pertenece este poema es lo que se lama la poesía


metafísica. El poeta empieza a darle más lugar a los sentimientos, se
pone más intimista, y empieza a reproducir en sus versos los grandes
temas del pensamiento filosófico universal. Deja un poco de la lado
la metáfora y reconoce que el verso tiene dos deberes:
“comunicarnos un hecho precisos y tocarnos físicamente
como la cercanía del mar”

Jorge Luis Borges reunió en El otro, el mismo los poemas escritos


entre 1930 y 1967.

Otro poema de los dones

Gracias quiero dar al divino


Laberinto de los efectos y de las causas
Por la diversidad de las criaturas
Que forman este singular universo,
Por la razón, que no cesará de soñar
Con un plano del laberinto,
Por el rostro de Elena y la perseverancia de Ulises,
Por el amor, que nos deja ver a los otros
Como los ve la divinidad,
Por el firme diamante y el agua suelta,
Por el álgebra, palacio de precisos cristales,
Por las místicas monedas de Angel Silesio,
Por Schopenhauer,
Que acaso descifró el universo,
Por el fulgor del fuego
Que ningún ser humano puede mirar sin un asombro antiguo,
Por la caoba, el cedro y el sándalo,
Por el pan y la sal,
Por el misterio de la rosa
Que prodiga color y que no lo ve,
Por ciertas vísperas y días de 1955,
Por los duros troperos que en la llanura
Arrean los animales y el alba,
Por la mañana en Montevideo,
Por el arte de la amistad,
Por el último día de Sócrates,
Por las palabras que en un crepúsculo se dijeron
De una cruz a otra cruz,
Por aquel sueño del Islam que abarco
Mil noches y una noche,
Por aquel otro sueño del infierno,
De la torre del fuego que purifica
Y de las esferas gloriosas,
Por Swedenborg,
Que conversaba con los ángeles en las calles de Londres,
Por los ríos secretos e inmemoriales
Que convergen en mí,
Por el idioma que, hace siglos, hablé en Nortumbria,
Por la espada y el arpa de los sajones,
Por el mar, que es un desierto resplandeciente
Y una cifra de cosas que no sabemos
Y un epitafio de los vikings,
Por la música verbal de Inglaterra,
Por la música verbal de Alemania,
Por el oro, que relumbra en los versos,
Por el épico invierno,
Por el nombre de un libro que no he leído:
Gesta Dei per Francos,
Por Verlaine, inocente como los pájaros,
Por el prisma de cristal y la pesa de bronce,
Por las rayas del tigre,
Por las altas torres de San Francisco y de la isla de Manhattan,
Por la mañana en Texas,
Por aquel sevillano que redactó la Epístola Moral
Y cuyo nombre, como él hubiera preferido, ignoramos,
Por Séneca y Lucano, de Córdoba,
Que antes del español escribieron
Toda la literatura española,
Por el geométrico y bizarro ajedrez,
Por la tortuga de Zenón y el mapa de Royce,
Por el olor medicinal de los eucaliptos,
Por el lenguaje, que puede simular la sabiduría,
Por el olvido, que anula o modifica el pasado,
Por la costumbre,
Que nos repite y nos confirma como un espejo,
Por la mañana, que nos depara la ilusión de un principio,
Por la noche, su tiniebla y su astronomía.
Por el valor y la felicidad de los otros,
Por la patria, sentida en los jazmines
O en una vieja espada,
Por Whitman y Francisco de Asís, que ya escribieron el poema,
Por el hecho de que el poema es inagotable
Y se confunde con la suma de las criaturas
Y no llegará jamás al último verso
Y varía según los hombres,
Por Frances Haslam, que pidió perdón a sus hijos
Por morir tan despacio,
Por los minutos que preceden al sueño,
Por el sueño y la muerte,
Esos dos tesoros ocultos,
Por los íntimos dones que no enumero,
Por la música, misteriosa forma del tiempo.

Elementos borgianos:

El espejo

El espejo es la mejor metáfora de la poesía, que es siempre otra y la misma,


que conduce al horror, al pánico. Forman parte de nuestra vida cotidiana, nos
hemos acostumbrado a ellos, pero, como señalaba el propio Borges, «hay algo
de temible en esa duplicación visual de la realidad, yo tenía miedo que la
imagen del espejo pudiera tomar vida propia».
Recomendado: Al espejo «La rosa profunda», Obras Completas, Buenos
Aires, Emecé, 1989, vol. II, pág. 110

Las cosas

«Nadie como Borges ha intimado tanto con las cosas». Y sobre todo en la
medida en que la ceguera del cuerpo y la ceguera del tiempo le amenazan. Así,
en este poema, se condensa su pasión por las cosas, por estas varias cosas:
las monedas que los antiguos griegos debían llevar al morir bajo la lengua para
ser recibidos en el paraíso, los naipes, los arcanos, el destino cifrado de la vida
que se juega también en los tableros, las llaves, las llaves que abren
cerraduras de puertas, de días, de años, que son la misma puerta el mismo
día, el mismo año. Ciegas y eternas no sabrán nunca que Borges se ha ido.
Recomendado: Las cosas «Elogio de la sombra», Obras Completas, Buenos
Aires, Emecé, 1989, vol. II, pág. 370

El laberinto

Porque la literatura es también un laberinto de juguete, un laberinto artificial. El


resultado de un libro que se mira en el espejo de otro libro y éste en el
siguiente y así incesantemente hasta el final de los tiempos, o ¿hasta el
comienzo? Una idea rara, decía Borges: efectivamente «la idea de construir un
edificio de una arquitectura cuyo fin sea que se pierda la gente y que se pierda
el lector...es una idea rara», sin embargo es la idea sobre la que Jorge Luis
Borges ha edificado su literatura.

Recomendado: Laberinto «Elogio de la sombra», Obras Completas, Buenos


Aires, Emecé, 1989, vol. II, pág. 364

Las monedas

La idea de las monedas en Borges, son las dictan el destino de los hombres: el
destino del amor divino, pero también humano; el destino de la traición
miserablemente recompensada, el peso de la culpabilidad. Las monedas caen
sobre la mesa y el destino de los hombres queda irremediablemente escrito en
su dibujo.
Recomendado: Unas monedas «La moneda de hierro», Obras Completas,
Buenos Aires, Emecé, 1989, vol. II, pág. 150

La brújula

La brújula y la muerte, la brújula y el misterio del mundo, la orientación en las


contrariedades del destino. La esencia permanece detrás de las apariencias,
detrás del nombre está su «más allá», lo que no se nombra, y la brújula nos
ofrece el instante en que puede entreverse esa dirección, ese sentido. En el
papel, la brújula marca los puntos cardinales del artificio, los confines del arte.
Recomendado: Una brújula «El otro, el mismo», Obras Completas, Buenos
Aires, Emecé, 1989, vol. II, pág. 253

El tigre

A Borges le interesa el tigre de oro, el tigre metáfora de un sol encarcelado. A


la ceguera del tiempo sólo le es permitido un color: el del oro de los tigres, de
los ponientes, de los mediodías gloriosos, de los cabellos dorados que cantan
los grandes poemas de amor. También como en oriente el tigre representa la
fuerza, la violencia “en la adolescencia yo ejercí con fervor la adoración del
tigre” decía Borges.
Recomendado: El oro de los tigres «El oro de los tigres», Obras Completas,
Buenos Aires, Emecé,1989, vol. II, pág. 517

El libro

El libro, como el laberinto, la biblioteca o el jardín, es un ovillo que se va


deshaciendo, un camino en el que encontramos senderos que se bifurcan,
destinos posibles por los que transitamos mediante la imaginación y es justo en
esa posibilidad de vivir otras vidas donde Borges encuentra una de las mayores
fuentes de felicidad que les fue dado disfrutar a los seres humanos. El libro es
un objeto de culto que vino a reemplazar a la palabra oral. Para los antiguos, la
palabra escrita era duradera, pero muerta. No para Borges, que siente que el
libro es una obra divina, algo que se lee para la memoria y nos ofrece un
universo vivo cada vez que abrimos sus páginas. Su cercanía, su textura, su
olor a tiempo ejerce sobre él un poderoso influjo. Los libros que él escribe, y los
que lee, son una extensión de su ser.
Recomendado: «El libro», Borges oral, Barcelona, Bruguera, 1983, págs. 24-
25

El reloj de arena

El tiempo, materia deleznable. Pero sobre todo imperfecto en la percepción que


los seres humanos podemos tener de él. Sólo existe para nosotros en una
delgada línea, en una sucesiva cascada de pequeños granos de arena. «El
tiempo transcurriendo en medio de la noche», como diría Tenysson, y como
dijo Borges, «el enigma esencial». Porque si supiésemos qué es el tiempo
entonces sabríamos qué somos y quiénes somos. Así que, antes que relojeros,
constructores de un tiempo más completo, circular, simultáneo, paralelo,
mágico, un tiempo literario, creativo. ¿Quién soy? ¿qué soy? ¿qué estoy
haciendo?
Recomendado: El reloj de arena «El hacedor», Obras Completas, Buenos
Aires, Emecé, 1989, vol. II, pág. 189.
El ajedrez

El juego de los juegos, el juego de la inteligencia que es la metáfora del mundo


y su creador, como un combate capaz de abolir el azar, como el juego infinito.
Los antiguos caballeros a los que la crueldad del tiempo y las batallas redujo a
sus monturas, negros o blancos, agresivos, marcan el nervio del combate, no
saben qué manos son las que gobiernan sus destinos. ¿Y si fuesen dos dioses
despóticos y crueles los que diariamente juegan la partida de nuestras vidas?
¿Y si otros dos dioses se mirasen en el espejo de estos dos primeros?¿Y si...?
Recomendado: Ajedrez «El hacedor», Obras Completas,
Buenos Aires, Emecé, 1989, vol. II, pág. 191

El puñal

El puñal: es el mensajero de la muerte, el ariete incansable de la historia


humana, tanto en sus grandezas como en sus traiciones. Un puñal son todos
los puñales, desde aquellos que abatieron a César hasta estos otros que
empuñan, temerosos, los rufianes en los arrabales de las grandes ciudades.
Este objeto junto a la espada representa en Borges sus antepasados
guerreros.
Recomendado: El puñal, Obra Poética, 1923-1970, Madrid, Alianza Tres
Emecé, 1977, págs. 81-82

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