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Chile Democrático: los efectos de la Constitución de

1980 en la parsimoniosa construcción de una


transición.
Manuel J. Barros R.
manuelbarrosr@gmail.com

Sociología & Periodismo


Universidad Diego Portales
04 de diciembre, 2009
“…la ley subyuga, los pájaros se quieren fugar,
no, los niños ya no juegan por jugar,
no vengas aquí si eres militar,
te vamos a debilitar, a quitar las ganas de gritar”
Javier Ibarra Ramos

2
Índice

Introducción [Tesis y Objetivos]

…………………………………………………………….…4 (2 páginas)

• Génesis de la Constitución de 1980

Junta Militar: Poder Constituyente a puertas cerradas……..................

………….....6 (4 páginas)

La Constitución de 1980 y sus enclaves

autoritarios…………………………..........10 (3 páginas)

• Las Consecuencias en el Chile Post Dictadura

Sociedad civil: dormida y aletargada………………………………..

……………….….….13 (3 páginas)

• Conclusiones

Conclusiones………………………………………………………………………………

………….16 (2 página)

Bibliografía…………….

…………………………………………………………………………………………….18

3
4
INTRODUCCIÓN
Mucho se ha hablado, en el Chile post dictadura, sobre el exitoso retorno
a la democracia y el significativo avance que ha experimentado el país en
materia económica. Sin duda, esto se ha convertido en algo más que simple
palabrería. Hoy vemos como la ciudadanía cuenta con acceso “libre” a la
información en sus más variados formatos y vertientes –requisito primordial
para la libertad de opinión, expresión y deliberación –, y nos regocijamos
también viendo cómo ésta cumple un rol fiscalizador sobre aquellas
instituciones que delimitan su quehacer cívico. Actividad antes impensada, por
cierto, en tiempos de autoritarismo.
Sin embargo, los cimientos de lo que hoy es Chile (ese país que busca
ser el segundo jovencito latinoamericano, después de Brasil, en llamar la
atención de los maduros observadores internacionales por su interesante
modernización de Estado y economía), no se establecieron sino en base al
arrebato del Poder Constituyente de un pueblo entero por parte de un
grupúsculo minoritario de agentes militares a comienzos de la década de 1970.
Hecho que, dicho sea de paso, no hizo otra cosa que cortar de lleno el camino
hacia una profundización democrática en legítima construcción, para imponer
la pavimentación forzosa de una vía neoliberal de economía, mediante la
supresión momentánea, aunque distendida, de los privilegios cívicos
democráticos hasta entonces obtenidos.

Aún así, en el imaginario nacional parece ser que “luego de la dictadura


de Augusto Pinochet, Chile ha logrado renacer de las cenizas autoritarias para
consolidar su sistema democrático”1. Pero lo cierto es que esta frase tan
manoseada por la política, la economía, la sociología y las comunicaciones, no
es más que el resultado del éxito ambiguo logrado por la Constitución del 80’.
Éxito que se traduce, por una parte en un real avance en materia de
atribuciones cívicas, pero por otra en una paradójica despolitización y
tecnificación de la política2, y en la transformación de lo que antes era una
1
Frase extraída (sic) de: Arriagada, Arturo. “Ciudadanos confiados, ciudadanos informados”. Instituto Prensa
y Sociedad. Edición 107, Año 5
2
Moulian, Tomás. “Chile Actual: Anatomía de un Mito”. p. 60 LOM ediciones. Santiago, 2002

5
sociedad civil efervescente, reactiva y movilizadora, en una masa dormida y
aletargada…consumida por un vacío ideológico.
Este artículo se plantea como un análisis crítico sobre los efectos que
han tenido sobre la sociedad chilena algunos de los enclaves autoritarios aún
presentes en la vigente Constitución de 1980 (gestada a partir de 1973), luego
de una y dos reformas (1989 y 2005).

La sociedad chilena post régimen autoritario, heredando


estigmas y enclaves autoritarios de la Constitución del 80, ha
construido una parsimoniosa e inconclusa transición hacia la
“democracia”, al mismo tiempo que ha perdido su espíritu cívico.

Con el objetivo de comprobar esta tesis, se intentará evidenciar dos


elementos muy importantes. El primero de ellos es el pensamiento
antidemocrático reinante en la Junta Militar que permitió la formulación del
Acta Fundamental. Y el segundo son los resultados que no sólo la Constitución
provocó luego de entrada en vigencia, sino también el período de inexistente
democracia que la acompañó, todos reflejados en el Chile de hoy.
Para el desarrollo del siguiente ensayo el autor utiliza a tres autores
esenciales para el respaldo efectivo de la tesis antes mencionada: Renato Cristi
y su análisis al pensamiento de Jaime Guzmán; Tomás Moulian y su crítica al
Chile Actual; y el agudo y certero alcance de Felipe Portales sobre la
democracia tutelada en Chile. Además, servirán como complemento; Luis Maira
y la transición chilena, Edgardo Boeninger y sus lecciones para la
gobernabilidad, J. Guzmán y la Constitución por él redactada, Los tres Chile del
mismo Maira, y por último Dahl y Del Águila y sus definiciones de
“Democracia”.

6
GÉNESIS DE LA CONSTITUCIÓN DE 1980

1.- Junta Militar: Poder Constituyente a puertas cerradas

La destrucción revolucionaria de la Constitución de 1925, hasta el 11 de


septiembre de 1973 vigente en Chile, marcó el inicio de un cambio radical en el
Chile configurado durante la primera mitad del siglo XX. El que antes era un
sistema político centrífugo tendiente a la polarización constante entre sus
polos, en el que las fuerzas políticas luchaban literalmente por la realización de
planes de gobierno y alcanzar la verdadera profundización democrática, pasó a
ser, lentamente durante el intervalo que duró el régimen autoritario de
Augusto Pinochet, un espacio de consenso centrípeto promovido por la idea de
una mayor “estabilidad política”3.
Para convertirse en lo que es hoy en día Chile, fue necesario constituir
un nuevo orden político que sentase las bases del futuro y que, al mismo
tiempo, las amarrara de modo tal que asegurase un porvenir a la altura de los
desafíos del nuevo mundo neoliberal y neodemocrático, mundo en el cual Chile
fue pionero gracias a la exagerada apertura económica promovida por las
reformas de los Chicago Boys y la nueva Constitución.
Jaime Guzmán, abogado de la Universidad Católica de Chile, fue el
cerebro jurídico asesor de la Junta de Gobierno en la elaboración de la
Constitución de 1980, la cual, como se indica más arriba, comienza a mostrar
indicios de existencia –aunque no claridad –el mismo día en el que las Fuerzas
Armadas de la Nación atacan el Palacio de Gobierno en septiembre de 1973, y
toman el poder por la fuerza. Asesor que, influenciado directa e indirectamente
por la teoría constitucional del jurista fascista alemán Carl Schmitt, permitió a
los militares recién ascendidos interpretar a su gusto la doctrina democrática, y
constituirse como los nuevos “titulares del Poder Constituyente”, lo que
además incluía la “necesidad” de que tal proceso fuese llevado a cabo a
puertas cerradas para “sanear lo falseada que estaba el supuesto de la

3
Moulian, Tomás. “Chile Actual…Op Cit”. p. 50.

7
voluntad soberana”4. Algo que puede ser tratado de diversas formas
eufemísticas, aún con el respaldo de las obras de Schmitt5, pero que de uno u
otro modo no es sino una forma arbitraria y autoritaria de tomar el poder y
construir las condiciones para la gobernabilidad de éste, lo cual tiene fines
meramente políticos y no jurídicos en lo que se denomina una situación
extraconstitucional6.
“Esa Constitución [la de 1925] era, en cuanto tal, la medida del modo y
forma de la existencia política chilena, y no existía una instancia superior a ella
en el terreno propiamente constitucional. Sólo el sujeto del poder
constituyente, es decir, el pueblo en su totalidad podía proclamarse superior a
ella”7. Sin embargo la Junta, aprovechando su flamante poder ejecutivo,
convirtió el Decreto-Ley 128, que transfiere la doctrina democrática del Poder
Constituyente a manos del poder de facto, en una herramienta para evadir la
legalidad que requería la aceptación del soberano superior (el pueblo), y
comenzó a elaborar la nueva Constitución
El Decreto-ley 1 (o Acta de Constitución, más tarde promulgado como
Decreto-ley 128) está construido con una ambigüedad tal, que permitió a la
Junta, pero por sobre todo a la Comisión Constituyente, suponer la inexistencia
de la constitucionalidad, un fenómeno de “desconstitucionalización” de las
normas constitucionales, utilizando el siguiente inciso:
“[…] el actual ordenamiento jurídico contemplado en la Constitución y
en las leyes de la República ha continuado y seguirá en vigencia en la medida
que la actual situación lo permita”.
Evidentemente la Constitución de 1925 había sido suprimida, pero este
hecho no fue reconocido sino hasta 1975, por el mismo Guzmán.

Lo que hizo este grupo de oficiales, al igual que en la conformación de la


República de Weimar y muchos otros gobiernos, fue, efectivamente, proponer
una invocación de la voluntad de la nación en la creación de un nuevo Poder
Constituyente. Sin embargo el abogado de la Universidad Católica jugó un

4
Cristi, Renato. “El pensamiento político de Jaime Guzmán: autoridad y libertad”. p. 79. LOM Ediciones.
Santiago de Chile, 2000.
5
Como “La Dictadura” y “Teoría de la Constitución”, por ejemplo.
6
Cristi, Renato. “El pensamiento político de Jaime Guzmán…Op.Cit”. p. 90.
7
Cristi, Renato. “El pensamiento político de Jaime Guzmán…Op.Cit”. p. 83.

8
papel determinante en esta fase para permitir que dicho proceso fuese
excluyente y asegurase a la Junta de Gobierno el empoderamiento sobre el
Poder Constituyente Derivativo que, según palabras de Guzmán, ésta había
obtenido en su calidad de Poder Ejecutivo, luego de que las instituciones que
poseían las potestades para legislar y constituir hubiesen desaparecido (o
“disueltos” en palabras del propio Guzmán8).
A diferencia de Schmitt, lo que Guzmán hizo fue re-establecer los
supuestos de la expresión de “voluntad soberana de la nación”, lo que
contrasta (en un eje fundamental) con lo que la Asamblea Constituyente de
Weimar hizo en 1919, ya que si bien estos últimos también operaron bajo la
lógica de una dictadura soberana, lo hicieron por un tiempo limitado y
respetando, sin embargo, el Poder Constituyente de los miembros de la nación
y procediendo siempre por métodos democráticos. La junta, en vez de aquello,
eliminó registros electorales y suprimió la vida democrática en Chile por un
largo tiempo9.
Este punto en particular no estuvo libre de contradicciones y disputas en
las mismas sesiones de la Comisión Constituyente, en una de las cuales (14ª)
el jurista de la Universidad Católica, Alejandro Silva Bascuñan, declaró que “en
democracia (régimen que la Junta había manifestado querer continuar) el
Poder Constituyente caía en manos de la sociedad gobernada, el soberano, el
pueblo”10. Opinión que choca de lleno con el pensamiento de Guzmán, quien
encontró los argumentos perfectos para combatir esta postura en la
ambigüedad y poca claridad de lo establecido por la Constitución del 25, y
propone, de este modo, que desde el 11 de septiembre de 1973 el Poder
Constituyente recae por derivación en manos de la Junta, la cual mediante
decretos-ley deberá legitimar su poder y construirlo.
Sin embargo, como bien aclara Renato Cristi, Jaime Guzmán cae en
varios errores jurídicos a la hora de argumentar los procedimientos de la Junta,
y más que errores, estas movidas terminan siendo excelentes maquinaciones
políticas a favor de los intereses de la Junta. Guzmán habla de poder
derivativo, pero éste, por definición, no está facultado para derogar o destruir
constituciones, algo que sí hizo la junta y que terminó por reconocer dos años
8
Cristi, Renato. “El pensamiento político de Jaime Guzmán…Op.Cit”. p. 86.
9
Cristi, Renato. “El pensamiento político de Jaime Guzmán…Op.Cit”. p. 79.
10
Cristi, Renato. “El pensamiento político de Jaime Guzmán…Op.Cit”. p. 86.

9
después de haberlo hecho. Además habla de dar al Poder Constituyente
originario (el pueblo) la decisión del nuevo texto constituyente. No obstante,
sabido es que el pueblo no tuvo injerencia alguna en las sesiones de la
Comisión Constituyente, lo que echa abajo cualquier intento por hacer parecer
la dictadura de Pinochet como una “Dictadura Comisaria”, maniobra
únicamente llevada a cabo con motivos de resguardar la imagen internacional
del gobierno.

Se puede concluir, luego de presentados los antecedentes anteriores y


de estudiada la forma en que Schmitt influye en el modo de operar de Jaime
Guzmán y la conformación del nuevo Poder Constituyente, que la Junta no hizo
sino adueñarse –dicho sea de paso, mediante la expropiación del poder
originario del pueblo – del Poder Constituyente Originario para destruir, y no
suprimir, la Constitución de 1925, armar la de 1980 con fines Políticos más que
jurídicos, y así asegurar la gobernabilidad de un sistema teñido con claros
tintes derechistas, neoliberales e incluso, en varias de sus partes,
corporativistas. Es en este momento de la historia de Chile en el cual la
Constitución se consolida como el documento-amarre del futuro del país, el
cual rompe con toda tradición democrático-liberal constitucional chilena.
Quiebre que se presenta de forma clara cuando Pinochet envía el Oficio del 10
de noviembre a la Comisión Constituyente, expresando las razones explícitas
por las cuales no basta con reformar la Constitución, sino que cabe crear una
nueva institucionalidad política que de paso a una nueva forma de “democracia
autoritaria, integradora, tecnificada y de auténtica participación social”11. Pero
al mismo tiempo, y sólo como uno de los tantos ejemplos, en párrafos
siguientes solicita que el Parlamento de esta nueva democracia incluya
representantes elegidos por sufragio y otros designados por derecho propio, lo
que choca abruptamente con la noción de “auténtica participación social”.
Esta “nueva democracia” de la cual hablaban Pinochet y sus secuaces
debía terminar con el “régimen político institucional concebido por la

11
Oficio del 10 de noviembre de 1977, por Augusto Pinochet Ugarte a la Comisión Constituyente (entonces
denominada Comisión de Estudios de la Nueva Constitución) en Cristi, Renato. “El pensamiento político de
Jaime Guzmán…Op.Cit”. p. 94

10
Constitución del 25, el cual no sólo era inadecuado para la época, sino que
además sirvió para fomentar la demagogia y los malos hábitos políticos”12.
¿No parecen exageradamente arbitrarias, subjetivas y evidentemente
teñidas por intereses minoritarios las justificaciones antes mencionadas? Éstas
fueron las bases del Chile que vivimos hoy, el cual no es producto de una
reforma de la constitución anterior, sino una nueva creación, una “nueva
democracia protegida, con residuos corporativistas y totalmente compatible
con una sociedad de mercado plena”…democracia ideada por un grupo
minúsculo y que no hizo sino adjudicarse un Poder Constituyente originario, no
el derivado como hizo creer a los observadores internacionales. Poder
Constituyente que, dicho sea de paso, se hizo metajurídico e inconmensurable,
y privó, incluso, al pueblo de cualquier injerencia que este pudo tener en el
plebiscito de 1980.
Se pudo haber juzgado la legitimidad de la Constitución de 1980, pero no
fue sino la comodidad con la que gobernó la coalición sucesora (Concertación)
la que le dio legitimidad al orden jurídico autoritario y democrático protegido.
Es desde el gobierno de Aylwin que comienza a gestarse la idea de
“democracia lograda” (olvidando los enclaves autoritarios), y que la
Concertación se acostumbra a la democracia protegida, la impunidad de las
Fuerzas Armadas y a la idea de que era irreemplazable el modelo neoliberal13.
2.- La Constitución de 1980 y sus Enclaves autoritarios

Existen en la Constitución de 1980 una serie de enclaves que aseguran y


amarran la democracia chilena al estilo neoliberal y autoritario que la Junta de
Gobierno formuló. Estos enclaves, en vez de ser cambiados o reformados por
los gobiernos sucesores al régimen dictatorial encabezado por Pinochet, fueron
consentidos y reafirmados por estas administraciones de “centro e izquierda”.
Si bien muchas veces se habló de justicia en materia de derechos humanos,
justicia en materia económica y democratización efectiva del país, nada se hizo

12
”Anteproyecto y sus fundamentos”, Comisión Constituyente, 1978. en Cristi, Renato. “El pensamiento
político de Jaime Guzmán…Op.Cit”. p. 95
13
Portales, Felipe. “Chile: una democracia tutelada”. Editorial sudamericana chilena. Santiago de Chile, 2000.
Capítulo X, p. 268

11
al respecto, e incluso se convivió durante quince años con la tutela de las
Fuerzas Armadas como únicas garantes de la institucionalidad del Estado14.
Muchos de estos enclaves fueron eliminados mediante una serie de
reformas que sufrió la Constitución en 2005, durante el gobierno de Ricardo
Lagos. Reformas en las que, básicamente, se terminó con la participación de
las F.F.A.A en el Parlamento y además se eliminó la inamovilidad de los
Comandantes en Jefe de las distintas ramas de éstas, se terminó con los
senadores designados y el ejercicio vitalicio de algunos de éstos. Pero por
sobre todo, lo más importante, es que la garantía que suponían las Fuerzas
Armadas sobre la institucionalidad, pasó a ser desde entonces tarea de todos
los órganos del Estado. De esta forma dejaba de existir la presencia de las
fuerzas coercitivas del Estado en la vía cívica.
Además se incluyen una serie de modificaciones de otra índole, como la
flexibilización de la cantidad de divisiones administrativas, facultades del
presidente, mayor número de integrantes en el Tribunal Constitucional,
supresión de inamovilidad del Contralor General de la República, entre muchas
otras (58 en total)15.
Sin embargo, hoy todavía existen algunos puntos clave en los que la
Constitución sigue representando una traba para el correcto desarrollo de una
democracia como la que pretende ser la República de Chile.
Por ejemplo; en el primero de sus capítulos, la Constitución establece en
el Art. 8º que “algunos actos de los funcionarios públicos pueden ser
reservados de su publicación si es que su difusión pudiese poner en peligro,
entre otras cosas, la seguridad nacional”, puesta en peligro de la seguridad
nacional que en ninguna parte del CPR está establecida explícitamente, lo que
cubre muchos artículos, que también usan este argumento, con una
ambigüedad notable.
Luego, cuando la CPR trata los derechos y deberes constitucionales de
los miembros de la Nación, el documento asegura una serie de derechos
fundamentales, sin embargo, muchos de ellos están ocultos tras un manto de
recalcitrante conservadurismo (como la sujeción a la no violación de “la moral

14
Portales, Felipe. Op.Cit. p. 270
15
Todas estas reformas a la Constitución Política de la República de Chile están disponibles a modo de
resumen en la sección previa al primer capítulo del mismo documento. En la versión que este ensayo consultó
(LEXnova) se encuentran en la página 5.

12
y las buenas costumbres” en el libre ejercicio de cultos); o bajo una
ambigüedad autoritaria y excluyente (como en el caso del derecho al
pluralismo político, en donde se resguarda este derecho a la diversidad de
ideologías, pero no la representación de los distintos sectores en el escenario
político parlamentario); o tras una suspicacia brillante (como en el caso del
derecho a la salud, el cual no es sino un derecho a elegir entre saludo privada
y pública, no a obtenerla)16.
Por otro lado, en el siguiente capítulo sobre el Gobierno, la CPR le da la
posibilidad al presidente de una serie de facultades legislativas y ejecutivas
que lo sitúan en un escalafón de poder máximo; tiene la potestad para dictar
decretos de ley sobre la Constitución; dictar reglamentos o decretos que “crea
convenientes” para la ejecución de leyes; nombrar y remover ministros,
subsecretarios, intendentes, gobernantes, embajadores, contralor, funcionarios
de exclusiva confianza y otros cargos a su antojo 17. Además, el Art. 35º del
mismo capítulo, en el cual se especifica que es necesaria la aprobación de un
Ministro de Estado para legitimar decretos del presidente, conjugado con el nº
7 del Art. 32º, en el cual se faculta al mandatario a nombrar a su antojo a los
Ministros, permiten al presidente la posibilidad de hacer y deshacer y allanarse
el camino para la consecución de sus objetivos.
Otro enclave autoritario que pasa desapercibido y que a la sociedad civil,
producto de su desinformación, parece no afectarle en lo más mínimo, es que
en el Poder Judicial, los jueces, magistrados y ministros cuentan con
protecciones especiales ante la ley, ya que éstos no pueden ser aprehendidos
como el resto de los mortales, sino que sólo pueden caer detenidos en caso de
delito flagrante18.
Pero por lejos el capítulo más controversial y que representa el más
latente de los enclaves autoritarios es el último de todos, el que trata las
reformas a la constitución. De acuerdo con este capítulo, para reformar la
Constitución –o sea, para que el pueblo ejerza su poder natural de constituirse
–, el proyecto que pretenda reformarla debe nacer en el presidente o en algún
miembro del congreso, nunca en la ciudadanía. Luego, y siendo el más

16
Todos estos derechos fundamentales están señalados en: "Constitución Política de la República de Chile ",
capítulo III, Art. 19º, Santiago de Chile, LEXnova, 2005.
17
"CPR de Chile", capítulo IV, Art. 32º (Nº 3, 6, 7, 8, 9, 10 y 12). Op.Cit.
18
"CPR de Chile", capítulo VI, Art. 81º. Op.Cit.

13
perverso de los obstáculos, para que la reforma sea aplicada es necesario que
tres quintos de la cámara en la que esté siendo tratada la apruebe, un número
muy difícil de conseguir, sobre todo cuando gran parte de los miembros de las
cámaras pertenecen a los sectores conservadores de derecha, los cuales no
tienen mayores objeciones que hacer a la CPR. Incluso, si esta supuesta
reforma incluyese los capítulos I, III, VIII, XI, XII y/o XV (40% de la Constitución),
será necesario que el quórum calificado ascienda a dos tercios del total de la
cámara tratante19.
Por último, la ciudadanía sólo puede llegar a tener injerencia en una
reforma a la constitución mediante un llamado a plebiscito luego de que el
presidente rechace el despacho previo de las cámaras y éstas insistan en su
promulgación20.
Por lo tanto, en vista de los antecedentes se puede afirmar que esta
Constitución Política que rige la institucionalidad y el orden jurídico de Chile se
ha consolidado como una traba para el adecuado y esperable
desenvolvimiento de un régimen democrático realmente representativo.

La aprobación de esta Constitución el 11 de septiembre de 1980 fue


llevada a cabo en circunstancias muy irregulares. Mientras por un lado el
oficialismo hacía uso intensivo de la televisión para exaltar valores patrióticos y
de su política del terror para atemorizar al pueblo, por otro lado la oposición
sólo contó con limitado acceso a la radio y nulo espacio televisivo.
Luego de realizada la singular votación sin registros electorales (en la
cual se utilizó una forma inescrupulosa de registrar los sufragios), en el
balotaje, los votos en blanco fueron sumados a la opción del SI. Todas
características utilizadas por la oposición para deslegitimar el triunfo de la
opción aprobante (67,04%), lo que no impidió que el texto fuese promulgado
un mes más tarde.
Entonces, ¿Cómo podemos hablar de una República Democrática si la
Carta Fundamental que la constituye fue creada a puertas cerradas, sin
intervención del real soberano y promulgada bajo circunstancias anormales?
Muchos argumentan con que, en la práctica, el documento ha sido legitimado

19
"CPR de Chile", capítulo XV, Art. 127º. Op.Cit.
20
"CPR de Chile", capítulo XV, Art. 128º. Op.Cit.

14
por las fuerzas políticas del país luego de su puesta en vigencia, lo cual
efectivamente es correcto; o que el “equilibrio de fuerzas” o la “estabilidad
política” son muestras de su efectividad. Lo cierto es que ninguno de los
argumentos anteriores responde a la pregunta de fondo: ¿Podemos hablar, a
pesar de que las fuerzas políticas constituidas en élites excluyentes estén
contentas con la lógica del sistema político, de un país democrático?

LAS CONSECUENCIAS EN EL CHILE POST DICTADURA

1.- Sociedad civil: dormida y aletargada

Las 58 reformas introducidas al texto original de la Constitución de 1980


(sobretodo luego de las de 2005, durante el gobierno del PPD, Ricardo Lagos
E.), si bien representaron un avance significativo en la supresión de algunos
enclaves autoritarios, no han atacado a lo principal. Se redujo el período
presidencial, se eliminaron los senadores vitalicios y designados, aumentaron
las facultades fiscalizadoras de los diputados, se extiende prohibición de
ingreso al parlamento a las Fuerzas Armadas, las cuales además dejan de ser
las garantes de la institucionalidad del país y pierden su inamovilidad los
cargos de Cdte. en Jefe de éstas mismas, la que además dejan de tener
injerencia en el Tribunal Constitucional21.
Sin duda estas reformas significaron un progreso. Pero existe un
enclave, más bien dos, que hacen del sistema político chileno uno defectuoso:
El primero de ellos es el Sistema Binominal de Elecciones
Populares, el cual dejó sin efecto el tradicional sistema electoral de
representación proporcional. Si bien en un principio este sistema estuvo
consagrado en la misma Constitución, luego de las reformas éste pasaría a
estar regulado en la Ley Orgánica Constitucional Nº 18.556 sobre Sistema de
Inscripciones Electorales y Servicio Electoral, y en la Ley Orgánica
Constitucional Nº 18.700 sobre Votaciones Populares y Escrutinios.

21
Todas estas reformas a la Constitución Política de la República de Chile están disponibles a modo de
resumen en la sección previa al primer capítulo del mismo documento. En la versión que este ensayo consultó
(LEXnova) se encuentran en la página 5.

15
Lo que este polémico sistema permite es, en palabras de sus defensores,
una “lógica estabilidad política” mediante la creación de un sistema
bipartidista, en el cual se presentan dos coaliciones o fuerzas políticas
antagónicas como las “únicas” (básicamente) dos grandes posibilidades,
limitando así el espectro de participación a grupos de menor tamaño; idea
ligada, en los primeros años de la CPR, al ya extinto artículo 8º que proponía:
“todo acto de persona o grupo destinado a propagar doctrinas que atenten
contra la familia, propugnen la violencia o una concepción de la sociedad, del
Estado o del orden jurídico, de carácter totalitario o fundada en la lucha de
clases, es ilícito y contrario al ordenamiento institucional de la República.
¿Democrático?
De esta forma se abrieron las puertas a la política del “arreglín”, acuerdo
o consenso. Consenso que, según Moulian es la etapa superior al olvido. Olvido
que desde que la Concertación llegó al poder (con la elección de Patricio Aylwin
en 1989) se hizo parte de la política y sociedad chilena. Las críticas que antes
emanaban desde este sector, ahora en el poder, hacia el modelo que se había
instaurado durante los años de régimen autoritario, comenzaron a
desvanecerse lentamente a medida que, claro está, comenzaron a profitar con
los apetitosos dividendos que el poder les ofreció. Se instauró en el Senado, la
Cámara de Diputados, el Ejecutivo y Legislativo la política de los cambios
mínimos. Cambios maquinados por las élites políticas (y económicas, condición
hoy –por poco –sine qua non), y que las mantienen en un olimpo al parecer
inalcanzable por la ciudadanía, la cual suple la antes reinante necesidad por
participar, por el consumo22. Todo ese proceso de “acostumbramiento” estuvo
ayudado por el viraje hacia un nuevo campo cultural por parte de los
intelectuales y figuras políticas de la “izquierda” chilena.
¿No será hora de dejar de hablar de una democracia popular, liberal,
protectora de libertades o participativa, y llamarla derechamente una
Democracia Pluralista-Competitiva23?

22
Moulian, Tomás. “Chile Actual…Op Cit”, p. 42.
23
Del Águila, Rafael. “La Democracia” en “Manual de Ciencia Política”. p. 148. Editores Trotta. Madrid,
España, 1997. | El modelo pluralista-competitivo de democracia es aquel en el que la política es un espacio
de competencia tal como en el mercado, en donde hay aceptación de que existen élites gobernantes que
dominan a la ciudadanía, en donde ésta sólo manifiesta, de cuando en vez, sus intereses y vota sólo para
seleccionar a la élite que la gobernará, las cuales son grupos políticos autoelegidos y que son elegidas por su
idoneidad para determinar a su antojo las decisiones.

16
¿Y cómo iba a ser si no? Por supuesto; el dinero y el consumo, el
autoritarismo y la limitación de la participación ciudadana disciplinaron al
ciudadano chileno, y permitieron así que las dos grandes fuerzas políticas
opositoras, incluso la izquierda, aceptaran de antemano que gobernar Chile es
“llevar el mando de un país heredado del régimen militar, y que la
configuración de éste no puede ser modificada sino luego del correspondiente
cálculo de costos y beneficios del adversario”24.
Subordinada está la política a la economía, es el mercado quien decide
automáticamente las soluciones a los problemas del presente. Los ciudadanos
ya no quieren levantarse a votar, o si lo hacen, sus convicciones ideológicas y
los fundamentados argumentos de las generaciones pasadas son relatos
propios, hoy, de la historia y no de una construcción activa de la política
nacional. Desvanecida está ya la sociedad cívica; su espíritu se ha esfumado
entre medios masivos de comunicación, nuevas tecnologías e irresistibles
promociones 2x1 con múltiples opciones de pago.
Lo dice Martín Hopenhayn en su “Ni apocalípticos ni Integrados:
Aventuras de la Modernidad en América Latina” cuando se refiere a la
pulverización de los grandes proyectos ideológicos en el continente, y el
reemplazo de éstos por la llegada de una industria cultural de consumo y
entretención, y también se refiere a este punto Moulian cuando habla de la
crisis de la política, y se refiere a ésta como la muerte de las ideologías y la
política misma. Y es cierto. Hoy en día estar ideologizado puede llegar a tener
connotaciones negativas, pues se hace muy peligroso para la estabilidad de la
nación la presencia de ideologías muy marcadas. El sistema de partidos
políticos se convierte en una herramienta para el enjambre de redes de
intereses económicos particulares. Existen entonces dos políticas: la genuina
política en donde el pueblo participa en el espacio de deliberación pública, y
otra política que se presenta como un tramado de intereses, un exclusivo canal
de acceso al dinero para unos pocos25.

Por lo tanto la democracia construida en Chile no alcanza a ser una


democracia genuina y completa. Es algo sabido por el elenco intelectual de la

24
Moulian, Tomás. “Chile Actual…Op Cit”, p. 49.
25
Moulian, Tomás. “Chile Actual…Op Cit”, p. 60.

17
política nacional, pero no se pone de manifiesto sino cuando contrastamos la
praxis del ejercicio cívico del ciudadano local con lo que, por ejemplo Dahl,
define como democracia; un régimen de gobierno que ofrece una participación
efectiva y en donde, entre otras cosas, el miembro del soberano tiene la
oportunidad para ejercitar el control final sobre la agenda26. Entonces, hablar
de una democracia completa –cuando en realidad la ciudadanía tiene una
mínima injerencia en la legislación y en la actividad política (camuflándose
detrás de la consigna de “representación política” que la elección por sufragio
universal significa), y en la que luego de votar no puede sino supeditarse a
adoptar las modificaciones –me parece antojadizo.

26
Dahl, Robert. “La democracia: una guía para los ciudadanos”. Taurus. Bs. As. Argentina, 1999. p. 48

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CONCLUSIONES

Luego de analizados los antecedentes ha quedado respaldada, en mayor


o menor medida –depende de la óptica del lector–, la tesis inicial de este
artículo. Chile, luego de la consolidación jurídica y política de la Constitución de
1980 como los cimientos fundamentales de nuestra sociedad, se ha convertido
en un país de actividad política centrípeta y, a la vez, descentrada. Centrípeta
por su constante tendencia al consenso, y descentrada porque poco tiene de
actividad política en si.

Al mismo tiempo es posible identificar una desaparición del espíritu


cívico de una sociedad que en tiempos pasados se caracterizó por salir a la
calle, votar en masa y participar activamente de las decisiones políticas.

A quien podemos responsabilizar de esta realidad (buena o mala, los


juicios de valor no entran en este ensayo) no es sino a los miembros de la Junta
de Gobierno Militar, y sobre todo a los de la Comisión Constituyente, quienes
asumiesen en sus primeras reuniones en 1973, con motivo de la destruir de
una Constitución de 1925 aún legítima y vigente, la potestad para expropiar al
pueblo soberano de su Poder Constituyente Originario y adjudicarse de forma
arbitraria y autoritaria el Poder de éste para redactar una nueva carta a su
antojo y anclar ésta para asegurar la gobernabilidad en el futuro.

El resultado de lo anterior es una sociedad aletargada y pasiva,


ensañada en llamar a la “transición” un proceso exitoso de democratización
que, si bien ha incorporado avances significativos en materia de igualdad y
justicia, no ha atacado de lleno los problemas fundamentales de la política y la
estructura social del país. Una sociedad que ha construido una transición
parsimoniosa. Una sociedad que tardó quince años en modificar los enclaves
autoritarios que la amarraban al pasado. Una sociedad que no se da cuenta de
que fue pasada a llevar en su posición de única y total soberana, y que desde
su situación de subordinada al poder de unos pocos, disfruta de las bondades
de un sistema político y económico que, si bien han traído una supuesta

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“estabilidad” administrativa y un “equilibrio” financiero al país, no han hecho
más que excluir a una importante fracción del espectro político y sembrar el
olvido del pasado reciente, la conformidad y el desinterés.

Se han hecho fundamentales en el desarrollo de este trabajo, y sobre


todo en la confirmación de sus objetivos iniciales, las obras de Renato Cristi,
Tomás Moulian y Felipe Portales, quienes con su ojo y puño crítico han
contribuido a la construcción de una línea argumental clara y concisa sobre las
características de la Constitución de 1980 y los resultados que tuvo su
aplicación jurídica en el escenario sociopolítico del país.

Además, Del Águila y Dahl aportaron con sus definiciones de democracia


con el objetivo de orientar los parámetros teórico-funcionales bajo los cuales
este ensayo critica y enjuicia la democracia chilena constituida como tal luego
de la dictadura. Jaime Guzmán también fue vital en este ensayo, ya que con su
pensamiento político reflejado en la Constitución Política de Chile de 1980, se
pudo analizar la construcción de ésta.

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BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
• Boeninger, Edgardo. “Democracia en Chile: lecciones para la
gobernabilidad”. Editorial Andrés Bello. Santiago de Chile, 1997
• Cristi, Renato. “El pensamiento político de Jaime Guzmán: autoridad y
libertad”. LOM Ediciones. Santiago de Chile, 2000.
• Dahl, Robert. “La democracia: una guía para los ciudadanos”. Taurus.
Bs. As. Argentina, 1999
• Del Águila, Rafael. “La Democracia” en “Manual de Ciencia Política” (Pp.
139-158. Editores Trotta. Madrid, España, 1997.
• Guzmán, Jaime, et. al. “Constitución Política de la República de Chille”.
LEXnova Ediciones. Santiago de Chile, 2005.
• Maira, Luis. “Chile: la transición interminable”. Grijalbo. D.F. México,
1999
• Maira, Luis. “Los tres Chile de la segunda mitad del siglo XX”. LOM
Ediciones. Santiago de Chile, 1998.
• Moulian, Tomás. “Chile actual: anatomía de un mito”. LOM Ediciones.
Santiago de Chile, 2002.
• Portales, Felipe. “Chile: una democracia tutelada”. Editorial
sudamericana chilena. Santiago de Chile, 2000.

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