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Índice
…………………………………………………………….…4 (2 páginas)
………….....6 (4 páginas)
autoritarios…………………………..........10 (3 páginas)
……………….….….13 (3 páginas)
• Conclusiones
Conclusiones………………………………………………………………………………
………….16 (2 página)
Bibliografía…………….
…………………………………………………………………………………………….18
3
4
INTRODUCCIÓN
Mucho se ha hablado, en el Chile post dictadura, sobre el exitoso retorno
a la democracia y el significativo avance que ha experimentado el país en
materia económica. Sin duda, esto se ha convertido en algo más que simple
palabrería. Hoy vemos como la ciudadanía cuenta con acceso “libre” a la
información en sus más variados formatos y vertientes –requisito primordial
para la libertad de opinión, expresión y deliberación –, y nos regocijamos
también viendo cómo ésta cumple un rol fiscalizador sobre aquellas
instituciones que delimitan su quehacer cívico. Actividad antes impensada, por
cierto, en tiempos de autoritarismo.
Sin embargo, los cimientos de lo que hoy es Chile (ese país que busca
ser el segundo jovencito latinoamericano, después de Brasil, en llamar la
atención de los maduros observadores internacionales por su interesante
modernización de Estado y economía), no se establecieron sino en base al
arrebato del Poder Constituyente de un pueblo entero por parte de un
grupúsculo minoritario de agentes militares a comienzos de la década de 1970.
Hecho que, dicho sea de paso, no hizo otra cosa que cortar de lleno el camino
hacia una profundización democrática en legítima construcción, para imponer
la pavimentación forzosa de una vía neoliberal de economía, mediante la
supresión momentánea, aunque distendida, de los privilegios cívicos
democráticos hasta entonces obtenidos.
5
sociedad civil efervescente, reactiva y movilizadora, en una masa dormida y
aletargada…consumida por un vacío ideológico.
Este artículo se plantea como un análisis crítico sobre los efectos que
han tenido sobre la sociedad chilena algunos de los enclaves autoritarios aún
presentes en la vigente Constitución de 1980 (gestada a partir de 1973), luego
de una y dos reformas (1989 y 2005).
6
GÉNESIS DE LA CONSTITUCIÓN DE 1980
3
Moulian, Tomás. “Chile Actual…Op Cit”. p. 50.
7
voluntad soberana”4. Algo que puede ser tratado de diversas formas
eufemísticas, aún con el respaldo de las obras de Schmitt5, pero que de uno u
otro modo no es sino una forma arbitraria y autoritaria de tomar el poder y
construir las condiciones para la gobernabilidad de éste, lo cual tiene fines
meramente políticos y no jurídicos en lo que se denomina una situación
extraconstitucional6.
“Esa Constitución [la de 1925] era, en cuanto tal, la medida del modo y
forma de la existencia política chilena, y no existía una instancia superior a ella
en el terreno propiamente constitucional. Sólo el sujeto del poder
constituyente, es decir, el pueblo en su totalidad podía proclamarse superior a
ella”7. Sin embargo la Junta, aprovechando su flamante poder ejecutivo,
convirtió el Decreto-Ley 128, que transfiere la doctrina democrática del Poder
Constituyente a manos del poder de facto, en una herramienta para evadir la
legalidad que requería la aceptación del soberano superior (el pueblo), y
comenzó a elaborar la nueva Constitución
El Decreto-ley 1 (o Acta de Constitución, más tarde promulgado como
Decreto-ley 128) está construido con una ambigüedad tal, que permitió a la
Junta, pero por sobre todo a la Comisión Constituyente, suponer la inexistencia
de la constitucionalidad, un fenómeno de “desconstitucionalización” de las
normas constitucionales, utilizando el siguiente inciso:
“[…] el actual ordenamiento jurídico contemplado en la Constitución y
en las leyes de la República ha continuado y seguirá en vigencia en la medida
que la actual situación lo permita”.
Evidentemente la Constitución de 1925 había sido suprimida, pero este
hecho no fue reconocido sino hasta 1975, por el mismo Guzmán.
4
Cristi, Renato. “El pensamiento político de Jaime Guzmán: autoridad y libertad”. p. 79. LOM Ediciones.
Santiago de Chile, 2000.
5
Como “La Dictadura” y “Teoría de la Constitución”, por ejemplo.
6
Cristi, Renato. “El pensamiento político de Jaime Guzmán…Op.Cit”. p. 90.
7
Cristi, Renato. “El pensamiento político de Jaime Guzmán…Op.Cit”. p. 83.
8
papel determinante en esta fase para permitir que dicho proceso fuese
excluyente y asegurase a la Junta de Gobierno el empoderamiento sobre el
Poder Constituyente Derivativo que, según palabras de Guzmán, ésta había
obtenido en su calidad de Poder Ejecutivo, luego de que las instituciones que
poseían las potestades para legislar y constituir hubiesen desaparecido (o
“disueltos” en palabras del propio Guzmán8).
A diferencia de Schmitt, lo que Guzmán hizo fue re-establecer los
supuestos de la expresión de “voluntad soberana de la nación”, lo que
contrasta (en un eje fundamental) con lo que la Asamblea Constituyente de
Weimar hizo en 1919, ya que si bien estos últimos también operaron bajo la
lógica de una dictadura soberana, lo hicieron por un tiempo limitado y
respetando, sin embargo, el Poder Constituyente de los miembros de la nación
y procediendo siempre por métodos democráticos. La junta, en vez de aquello,
eliminó registros electorales y suprimió la vida democrática en Chile por un
largo tiempo9.
Este punto en particular no estuvo libre de contradicciones y disputas en
las mismas sesiones de la Comisión Constituyente, en una de las cuales (14ª)
el jurista de la Universidad Católica, Alejandro Silva Bascuñan, declaró que “en
democracia (régimen que la Junta había manifestado querer continuar) el
Poder Constituyente caía en manos de la sociedad gobernada, el soberano, el
pueblo”10. Opinión que choca de lleno con el pensamiento de Guzmán, quien
encontró los argumentos perfectos para combatir esta postura en la
ambigüedad y poca claridad de lo establecido por la Constitución del 25, y
propone, de este modo, que desde el 11 de septiembre de 1973 el Poder
Constituyente recae por derivación en manos de la Junta, la cual mediante
decretos-ley deberá legitimar su poder y construirlo.
Sin embargo, como bien aclara Renato Cristi, Jaime Guzmán cae en
varios errores jurídicos a la hora de argumentar los procedimientos de la Junta,
y más que errores, estas movidas terminan siendo excelentes maquinaciones
políticas a favor de los intereses de la Junta. Guzmán habla de poder
derivativo, pero éste, por definición, no está facultado para derogar o destruir
constituciones, algo que sí hizo la junta y que terminó por reconocer dos años
8
Cristi, Renato. “El pensamiento político de Jaime Guzmán…Op.Cit”. p. 86.
9
Cristi, Renato. “El pensamiento político de Jaime Guzmán…Op.Cit”. p. 79.
10
Cristi, Renato. “El pensamiento político de Jaime Guzmán…Op.Cit”. p. 86.
9
después de haberlo hecho. Además habla de dar al Poder Constituyente
originario (el pueblo) la decisión del nuevo texto constituyente. No obstante,
sabido es que el pueblo no tuvo injerencia alguna en las sesiones de la
Comisión Constituyente, lo que echa abajo cualquier intento por hacer parecer
la dictadura de Pinochet como una “Dictadura Comisaria”, maniobra
únicamente llevada a cabo con motivos de resguardar la imagen internacional
del gobierno.
11
Oficio del 10 de noviembre de 1977, por Augusto Pinochet Ugarte a la Comisión Constituyente (entonces
denominada Comisión de Estudios de la Nueva Constitución) en Cristi, Renato. “El pensamiento político de
Jaime Guzmán…Op.Cit”. p. 94
10
Constitución del 25, el cual no sólo era inadecuado para la época, sino que
además sirvió para fomentar la demagogia y los malos hábitos políticos”12.
¿No parecen exageradamente arbitrarias, subjetivas y evidentemente
teñidas por intereses minoritarios las justificaciones antes mencionadas? Éstas
fueron las bases del Chile que vivimos hoy, el cual no es producto de una
reforma de la constitución anterior, sino una nueva creación, una “nueva
democracia protegida, con residuos corporativistas y totalmente compatible
con una sociedad de mercado plena”…democracia ideada por un grupo
minúsculo y que no hizo sino adjudicarse un Poder Constituyente originario, no
el derivado como hizo creer a los observadores internacionales. Poder
Constituyente que, dicho sea de paso, se hizo metajurídico e inconmensurable,
y privó, incluso, al pueblo de cualquier injerencia que este pudo tener en el
plebiscito de 1980.
Se pudo haber juzgado la legitimidad de la Constitución de 1980, pero no
fue sino la comodidad con la que gobernó la coalición sucesora (Concertación)
la que le dio legitimidad al orden jurídico autoritario y democrático protegido.
Es desde el gobierno de Aylwin que comienza a gestarse la idea de
“democracia lograda” (olvidando los enclaves autoritarios), y que la
Concertación se acostumbra a la democracia protegida, la impunidad de las
Fuerzas Armadas y a la idea de que era irreemplazable el modelo neoliberal13.
2.- La Constitución de 1980 y sus Enclaves autoritarios
12
”Anteproyecto y sus fundamentos”, Comisión Constituyente, 1978. en Cristi, Renato. “El pensamiento
político de Jaime Guzmán…Op.Cit”. p. 95
13
Portales, Felipe. “Chile: una democracia tutelada”. Editorial sudamericana chilena. Santiago de Chile, 2000.
Capítulo X, p. 268
11
al respecto, e incluso se convivió durante quince años con la tutela de las
Fuerzas Armadas como únicas garantes de la institucionalidad del Estado14.
Muchos de estos enclaves fueron eliminados mediante una serie de
reformas que sufrió la Constitución en 2005, durante el gobierno de Ricardo
Lagos. Reformas en las que, básicamente, se terminó con la participación de
las F.F.A.A en el Parlamento y además se eliminó la inamovilidad de los
Comandantes en Jefe de las distintas ramas de éstas, se terminó con los
senadores designados y el ejercicio vitalicio de algunos de éstos. Pero por
sobre todo, lo más importante, es que la garantía que suponían las Fuerzas
Armadas sobre la institucionalidad, pasó a ser desde entonces tarea de todos
los órganos del Estado. De esta forma dejaba de existir la presencia de las
fuerzas coercitivas del Estado en la vía cívica.
Además se incluyen una serie de modificaciones de otra índole, como la
flexibilización de la cantidad de divisiones administrativas, facultades del
presidente, mayor número de integrantes en el Tribunal Constitucional,
supresión de inamovilidad del Contralor General de la República, entre muchas
otras (58 en total)15.
Sin embargo, hoy todavía existen algunos puntos clave en los que la
Constitución sigue representando una traba para el correcto desarrollo de una
democracia como la que pretende ser la República de Chile.
Por ejemplo; en el primero de sus capítulos, la Constitución establece en
el Art. 8º que “algunos actos de los funcionarios públicos pueden ser
reservados de su publicación si es que su difusión pudiese poner en peligro,
entre otras cosas, la seguridad nacional”, puesta en peligro de la seguridad
nacional que en ninguna parte del CPR está establecida explícitamente, lo que
cubre muchos artículos, que también usan este argumento, con una
ambigüedad notable.
Luego, cuando la CPR trata los derechos y deberes constitucionales de
los miembros de la Nación, el documento asegura una serie de derechos
fundamentales, sin embargo, muchos de ellos están ocultos tras un manto de
recalcitrante conservadurismo (como la sujeción a la no violación de “la moral
14
Portales, Felipe. Op.Cit. p. 270
15
Todas estas reformas a la Constitución Política de la República de Chile están disponibles a modo de
resumen en la sección previa al primer capítulo del mismo documento. En la versión que este ensayo consultó
(LEXnova) se encuentran en la página 5.
12
y las buenas costumbres” en el libre ejercicio de cultos); o bajo una
ambigüedad autoritaria y excluyente (como en el caso del derecho al
pluralismo político, en donde se resguarda este derecho a la diversidad de
ideologías, pero no la representación de los distintos sectores en el escenario
político parlamentario); o tras una suspicacia brillante (como en el caso del
derecho a la salud, el cual no es sino un derecho a elegir entre saludo privada
y pública, no a obtenerla)16.
Por otro lado, en el siguiente capítulo sobre el Gobierno, la CPR le da la
posibilidad al presidente de una serie de facultades legislativas y ejecutivas
que lo sitúan en un escalafón de poder máximo; tiene la potestad para dictar
decretos de ley sobre la Constitución; dictar reglamentos o decretos que “crea
convenientes” para la ejecución de leyes; nombrar y remover ministros,
subsecretarios, intendentes, gobernantes, embajadores, contralor, funcionarios
de exclusiva confianza y otros cargos a su antojo 17. Además, el Art. 35º del
mismo capítulo, en el cual se especifica que es necesaria la aprobación de un
Ministro de Estado para legitimar decretos del presidente, conjugado con el nº
7 del Art. 32º, en el cual se faculta al mandatario a nombrar a su antojo a los
Ministros, permiten al presidente la posibilidad de hacer y deshacer y allanarse
el camino para la consecución de sus objetivos.
Otro enclave autoritario que pasa desapercibido y que a la sociedad civil,
producto de su desinformación, parece no afectarle en lo más mínimo, es que
en el Poder Judicial, los jueces, magistrados y ministros cuentan con
protecciones especiales ante la ley, ya que éstos no pueden ser aprehendidos
como el resto de los mortales, sino que sólo pueden caer detenidos en caso de
delito flagrante18.
Pero por lejos el capítulo más controversial y que representa el más
latente de los enclaves autoritarios es el último de todos, el que trata las
reformas a la constitución. De acuerdo con este capítulo, para reformar la
Constitución –o sea, para que el pueblo ejerza su poder natural de constituirse
–, el proyecto que pretenda reformarla debe nacer en el presidente o en algún
miembro del congreso, nunca en la ciudadanía. Luego, y siendo el más
16
Todos estos derechos fundamentales están señalados en: "Constitución Política de la República de Chile ",
capítulo III, Art. 19º, Santiago de Chile, LEXnova, 2005.
17
"CPR de Chile", capítulo IV, Art. 32º (Nº 3, 6, 7, 8, 9, 10 y 12). Op.Cit.
18
"CPR de Chile", capítulo VI, Art. 81º. Op.Cit.
13
perverso de los obstáculos, para que la reforma sea aplicada es necesario que
tres quintos de la cámara en la que esté siendo tratada la apruebe, un número
muy difícil de conseguir, sobre todo cuando gran parte de los miembros de las
cámaras pertenecen a los sectores conservadores de derecha, los cuales no
tienen mayores objeciones que hacer a la CPR. Incluso, si esta supuesta
reforma incluyese los capítulos I, III, VIII, XI, XII y/o XV (40% de la Constitución),
será necesario que el quórum calificado ascienda a dos tercios del total de la
cámara tratante19.
Por último, la ciudadanía sólo puede llegar a tener injerencia en una
reforma a la constitución mediante un llamado a plebiscito luego de que el
presidente rechace el despacho previo de las cámaras y éstas insistan en su
promulgación20.
Por lo tanto, en vista de los antecedentes se puede afirmar que esta
Constitución Política que rige la institucionalidad y el orden jurídico de Chile se
ha consolidado como una traba para el adecuado y esperable
desenvolvimiento de un régimen democrático realmente representativo.
19
"CPR de Chile", capítulo XV, Art. 127º. Op.Cit.
20
"CPR de Chile", capítulo XV, Art. 128º. Op.Cit.
14
por las fuerzas políticas del país luego de su puesta en vigencia, lo cual
efectivamente es correcto; o que el “equilibrio de fuerzas” o la “estabilidad
política” son muestras de su efectividad. Lo cierto es que ninguno de los
argumentos anteriores responde a la pregunta de fondo: ¿Podemos hablar, a
pesar de que las fuerzas políticas constituidas en élites excluyentes estén
contentas con la lógica del sistema político, de un país democrático?
21
Todas estas reformas a la Constitución Política de la República de Chile están disponibles a modo de
resumen en la sección previa al primer capítulo del mismo documento. En la versión que este ensayo consultó
(LEXnova) se encuentran en la página 5.
15
Lo que este polémico sistema permite es, en palabras de sus defensores,
una “lógica estabilidad política” mediante la creación de un sistema
bipartidista, en el cual se presentan dos coaliciones o fuerzas políticas
antagónicas como las “únicas” (básicamente) dos grandes posibilidades,
limitando así el espectro de participación a grupos de menor tamaño; idea
ligada, en los primeros años de la CPR, al ya extinto artículo 8º que proponía:
“todo acto de persona o grupo destinado a propagar doctrinas que atenten
contra la familia, propugnen la violencia o una concepción de la sociedad, del
Estado o del orden jurídico, de carácter totalitario o fundada en la lucha de
clases, es ilícito y contrario al ordenamiento institucional de la República.
¿Democrático?
De esta forma se abrieron las puertas a la política del “arreglín”, acuerdo
o consenso. Consenso que, según Moulian es la etapa superior al olvido. Olvido
que desde que la Concertación llegó al poder (con la elección de Patricio Aylwin
en 1989) se hizo parte de la política y sociedad chilena. Las críticas que antes
emanaban desde este sector, ahora en el poder, hacia el modelo que se había
instaurado durante los años de régimen autoritario, comenzaron a
desvanecerse lentamente a medida que, claro está, comenzaron a profitar con
los apetitosos dividendos que el poder les ofreció. Se instauró en el Senado, la
Cámara de Diputados, el Ejecutivo y Legislativo la política de los cambios
mínimos. Cambios maquinados por las élites políticas (y económicas, condición
hoy –por poco –sine qua non), y que las mantienen en un olimpo al parecer
inalcanzable por la ciudadanía, la cual suple la antes reinante necesidad por
participar, por el consumo22. Todo ese proceso de “acostumbramiento” estuvo
ayudado por el viraje hacia un nuevo campo cultural por parte de los
intelectuales y figuras políticas de la “izquierda” chilena.
¿No será hora de dejar de hablar de una democracia popular, liberal,
protectora de libertades o participativa, y llamarla derechamente una
Democracia Pluralista-Competitiva23?
22
Moulian, Tomás. “Chile Actual…Op Cit”, p. 42.
23
Del Águila, Rafael. “La Democracia” en “Manual de Ciencia Política”. p. 148. Editores Trotta. Madrid,
España, 1997. | El modelo pluralista-competitivo de democracia es aquel en el que la política es un espacio
de competencia tal como en el mercado, en donde hay aceptación de que existen élites gobernantes que
dominan a la ciudadanía, en donde ésta sólo manifiesta, de cuando en vez, sus intereses y vota sólo para
seleccionar a la élite que la gobernará, las cuales son grupos políticos autoelegidos y que son elegidas por su
idoneidad para determinar a su antojo las decisiones.
16
¿Y cómo iba a ser si no? Por supuesto; el dinero y el consumo, el
autoritarismo y la limitación de la participación ciudadana disciplinaron al
ciudadano chileno, y permitieron así que las dos grandes fuerzas políticas
opositoras, incluso la izquierda, aceptaran de antemano que gobernar Chile es
“llevar el mando de un país heredado del régimen militar, y que la
configuración de éste no puede ser modificada sino luego del correspondiente
cálculo de costos y beneficios del adversario”24.
Subordinada está la política a la economía, es el mercado quien decide
automáticamente las soluciones a los problemas del presente. Los ciudadanos
ya no quieren levantarse a votar, o si lo hacen, sus convicciones ideológicas y
los fundamentados argumentos de las generaciones pasadas son relatos
propios, hoy, de la historia y no de una construcción activa de la política
nacional. Desvanecida está ya la sociedad cívica; su espíritu se ha esfumado
entre medios masivos de comunicación, nuevas tecnologías e irresistibles
promociones 2x1 con múltiples opciones de pago.
Lo dice Martín Hopenhayn en su “Ni apocalípticos ni Integrados:
Aventuras de la Modernidad en América Latina” cuando se refiere a la
pulverización de los grandes proyectos ideológicos en el continente, y el
reemplazo de éstos por la llegada de una industria cultural de consumo y
entretención, y también se refiere a este punto Moulian cuando habla de la
crisis de la política, y se refiere a ésta como la muerte de las ideologías y la
política misma. Y es cierto. Hoy en día estar ideologizado puede llegar a tener
connotaciones negativas, pues se hace muy peligroso para la estabilidad de la
nación la presencia de ideologías muy marcadas. El sistema de partidos
políticos se convierte en una herramienta para el enjambre de redes de
intereses económicos particulares. Existen entonces dos políticas: la genuina
política en donde el pueblo participa en el espacio de deliberación pública, y
otra política que se presenta como un tramado de intereses, un exclusivo canal
de acceso al dinero para unos pocos25.
24
Moulian, Tomás. “Chile Actual…Op Cit”, p. 49.
25
Moulian, Tomás. “Chile Actual…Op Cit”, p. 60.
17
política nacional, pero no se pone de manifiesto sino cuando contrastamos la
praxis del ejercicio cívico del ciudadano local con lo que, por ejemplo Dahl,
define como democracia; un régimen de gobierno que ofrece una participación
efectiva y en donde, entre otras cosas, el miembro del soberano tiene la
oportunidad para ejercitar el control final sobre la agenda26. Entonces, hablar
de una democracia completa –cuando en realidad la ciudadanía tiene una
mínima injerencia en la legislación y en la actividad política (camuflándose
detrás de la consigna de “representación política” que la elección por sufragio
universal significa), y en la que luego de votar no puede sino supeditarse a
adoptar las modificaciones –me parece antojadizo.
26
Dahl, Robert. “La democracia: una guía para los ciudadanos”. Taurus. Bs. As. Argentina, 1999. p. 48
18
CONCLUSIONES
19
“estabilidad” administrativa y un “equilibrio” financiero al país, no han hecho
más que excluir a una importante fracción del espectro político y sembrar el
olvido del pasado reciente, la conformidad y el desinterés.
20
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
• Boeninger, Edgardo. “Democracia en Chile: lecciones para la
gobernabilidad”. Editorial Andrés Bello. Santiago de Chile, 1997
• Cristi, Renato. “El pensamiento político de Jaime Guzmán: autoridad y
libertad”. LOM Ediciones. Santiago de Chile, 2000.
• Dahl, Robert. “La democracia: una guía para los ciudadanos”. Taurus.
Bs. As. Argentina, 1999
• Del Águila, Rafael. “La Democracia” en “Manual de Ciencia Política” (Pp.
139-158. Editores Trotta. Madrid, España, 1997.
• Guzmán, Jaime, et. al. “Constitución Política de la República de Chille”.
LEXnova Ediciones. Santiago de Chile, 2005.
• Maira, Luis. “Chile: la transición interminable”. Grijalbo. D.F. México,
1999
• Maira, Luis. “Los tres Chile de la segunda mitad del siglo XX”. LOM
Ediciones. Santiago de Chile, 1998.
• Moulian, Tomás. “Chile actual: anatomía de un mito”. LOM Ediciones.
Santiago de Chile, 2002.
• Portales, Felipe. “Chile: una democracia tutelada”. Editorial
sudamericana chilena. Santiago de Chile, 2000.
21