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Schejtman, F.: "La trama del síntoma y el inconsciente". Serie del bucle, 2006, Bs. As.

Nudos

Se trata, en lo que sigue, de acompañar un tramo de esa búsqueda Lacaniana, el


que se extiende entre los Seminarios 22 y 23, y que conduce a Lacan a plantear
como necesario el anudamiento borromeo de cuatro consistencias: a agregar a lo
real, simbólico y lo imaginario, “sus tres”, el síntoma -como se sabe, con una nueva
grafía: “sinthome”- como una cuarta cuerda que los mantiene encadenados,
impidiendo que cada uno se vaya por su lado.

Aplanamiento del Borromeo de tres eslabones:

Conviene comenzar por presentar la escritura que supone la puesta en plano del
nudo borromeo de tres eslabones que Lacan propone en la primera clase de R.S.I.

Allí su presentación conduce, en primer lugar, a poner en relación la triada


Lacaniana de lo simbólico, lo imaginario, y lo real, con el trió freudiano de la
inhibición, el síntoma y la angustia. ¿Cómo escribe Lacan a los tres de Freud sobre
su nudo? Como efectos, desbordes o intrusiones de un registro sobre otro.

Así, el síntoma se sitúa como efecto de lo simbólico en lo real, la angustia como un


desborde de lo real sobre lo imaginario –del cuerpo- y, por fin, la inhibición como una
detención producida por la intrusión de lo imaginario en lo simbólico.

Finalmente, se concluye la presentación del aplanamiento del nudo de tres con la


escritura de los goces que se sitúan en las intersecciones entre los registros.

Se ubica así al goce fálico entre real y simbólico (“fuera-de-cuerpo”), al goce del Otro
entre real e imaginario (“fuera-de-lenguaje”) y al sentido –incluso como goce-sentido-
entre simbólico e imaginario (“del que se guarece lo real”). Por fin, el objeto a, como
plus-de-gozar, se inscribe en la intersección entre los tres registros.
A Freud le habría sido necesario –tal es el planteo de Lacan- un cuarto termino (que
en el Seminario 22 se señala primero como “realidad psíquica” o “complejo de
Edipo”, y luego como “nombre del padre”) para que los tres queden anudados.

Pero ocurre que, al volverse necesario el cuarto, Freud deviene, para Lacan,
religioso: porque el cuarto freudiano, “la realidad psíquica”, queda especificada ella
misma como “realidad religiosa”. Los tres registros, independientes en el planteo de
Freud, se ligarían –se “religarían”- por esta “función de sueño”: la función religiosa
del nombre del padre.

La necesidad del cuarto:

Lo que hace que ceda la resistencia de Lacan a abandonar el nudo de tres y pasar al
de cuatro, es la dificultad que conlleva la necesaria homogeneidad que presentan los
registros en una cadena borromea mínima. El nudo es tan simétrico que no podemos
distinguir allí un registro de otro. Y no podemos hacerlo, por cierto, a menos que los
pintemos, o les pongamos letras.

Es necesario que sean cuatro. Es que solo el cuarto introduce la disimetría y con ella
la diferencia entre los registros.

Ahora bien, si en R.S.I ese cuarto no es aun el síntoma –o el sinthome, como ocurre
en el Seminario 23-, la responsabilidad de anudar los tres registros independientes
recae, por el momento, sobre la función de la nominación –ligada, como ya lo
destacamos, a los nombres del padre-.

Tratándose de la nominación, no hay porque presumir que tal función sea un


privilegio exclusivo de lo simbólico. Esa es la vía que se le abre a Lacan sobre el
final de R.S.I.

Diferencia una nominación imaginaria (Ni) que adjudica a la inhibición, una


nominación real (Nr) que atribuye a la angustia y, por último, una nominación
simbólica (Ns) que reserva para el síntoma.

Observemos de este modo que, planteados al inicio del Seminario 22 como efectos,
desbordes, o intrusiones, de un registro sobre otro, los componentes del trió
freudiano –la inhibición, el síntoma, y la angustia- son elevados ahora a la categoría
de cuarto elemento, de cuarta cuerda, haciéndoselos responsables del
encadenamiento de los registros.

En la primera clase del Seminario 23 propone el nudo borromeo de cuatro


eslabones, en el que el síntoma (pero ahora con su nueva grafía: “sinthome” y
designado por la letra “E”) haciendo falso agujero con el símbolo –esta es la partición
de lo simbólico en símbolo y síntoma- se anuda al falso agujero de lo real y lo
imaginario.

Se entiende así que, deteniéndose en el cuatro, la posibilidad del nudo de seis es


excluida, en tanto que, de las tres nominaciones freudianas planteadas al final de
R.S.I, solo el síntoma –pero, y esto es crucial, cambiada su grafía- sobrevive como
cuarto que anuda.

El borromeo de seis, en el que cada registro se redobla por una nominación, no


haría otra cosa que reintroducir por la ventana la dificultad que con mucho esfuerzo
Lacan había arrojado por la puerta al desechar el de tres y pasar al de cuatro.

En efecto, en el nudo de seis, allí donde tres falsos agujeros se encadenan de modo
borromeo, la homogeneidad es restituida. Y con ella, la imposibilidad de distinguir los
registros.

El borromeo de seis, en suma, restablece la simetría. Y Lacan parece, quiso a su


nudo disimétrico.

Borromeo de cuatro eslabones:

Según la propuesta de Lacan en los Estados Unidos, se divide lo simbólico en


síntoma y símbolo. Esto hace una nueva suerte de Simbólico sobre la que podemos
interrogarnos.

Los tres registros Lacanianos, desde entonces, requieren del cuarto para no irse
cada uno por su lado.
Este cuarto en función de anudamiento, más aun, como modo de reparar, de
remediar la independencia de lo real, lo simbólico y lo imaginario, se escribe
sinthome.

La noción de “padre” se ha desdoblado al vincularse con la nominación: se pasa, en


efecto, del “nombre del padre” al “padre del nombre”. Lo que no deja de generar
interrogantes sobre la función “dormitiva” del padre.

En lo que respecta a la relación padre-síntoma, se produce una interesante inversión


de R.S.I a Le Sinthome. Sobre el final de R.S.I el síntoma {symptome} es uno de los
nombres del padre, una de las tres formas de la nominación que anuda a los
registros sueltos (la angustia y la inhibición, las otras dos). En el Seminario 23, en
cambio, el padre es un síntoma o un sinthome, al parecer, entre otros posibles. Se
entiende: allá el síntoma es un nombre del padre, entre otros; aquí, el padre uno de
los nombres del síntoma o del sinthome. La primera posibilidad hace lugar a
anudamientos no sintomáticos, la segunda a anudamientos no paternos.

La fractura de lo simbólico en síntoma y símbolo es retomada, en adelante, repetidas


veces por Lacan, como nudo del síntoma y el inconsciente, falso agujero,
circularidad entre ambos: “síntoma e inconsciente: tornillo sin fin, ronda”. Lo que
revela que el inconsciente viene al lugar de lo que a partir de tal división Lacan
designa con la “S”: el símbolo.

“el síntoma {sinthome} es algo que responde, no a la elucubración del inconsciente,


sino a la realidad del inconsciente”. Aquí ya no es el inconsciente el que responde
del síntoma, sino al contrario, el síntoma mismo el que responde… pero ¿a qué? No
a la elucubración del “inconsciente – cadena de significantes”, no a la automaticidad
del “inconsciente – discurso del amo”, sino a su “realidad”. No solo hay la
elucubración del inconsciente –elucubración de saber que adormece de lo real del
síntoma-, también hay la “realidad del inconsciente” con la que el síntoma se anuda
haciendo falso agujero. “Lo inconsciente es lo psíquico verdaderamente real”.
Resuena en esta líneas la sentencia freudiana: “lo inconsciente es lo psíquico
verdaderamente real…”
Que el inconsciente se decida, así, real, y se aleje de la articulación significante
proveedora de efectos de sentido, ligándose mas bien con el sin-sentido de la letra,
es algo que se acentúa en la última enseñanza de Lacan.

Sorprendentemente, por esa vía, el inconsciente llega a reducirse al tropiezo mismo


del lapsus: “Nos es difícil no ver que el lapsus es aquello sobre lo cual, en parte, se
funda la noción del inconsciente”. Solo que el lapsus “fundamental” aquí no es otro
que el ausentido {ab-sens} de la relación sexual. El malentendido entre los sexos
alienta el paso del inconsciente a la una-equivocación.

Síntoma – Metáfora y Síntoma - Letra

Hay una nueva definición de síntoma sobre el final de la enseñanza de Lacan,


aquella que lo concibe como una letra de goce, en oposición a su concepción inicial,
la que lo aborda a partir de su aspecto metafórico.

Brevemente, si el “síntoma - metáfora” es producto de la determinación –simbólica-


de la concatenación significante y hace serie con el acto fallido, el chiste, el sueño y
el lapsus, el “síntoma - letra”, en cambio, se aparta de las formaciones que el
inconsciente produce por su trabajo localizándose, incluso, como causa real de su
labor.

Entregando, ahora, menos efecto de sentido que de goce, el síntoma deviene


función –en el sentido matemático del término: f(x), en donde la x designa “lo que del
inconsciente puede traducirse por una letra”. El síntoma “salvajemente es escritura”.

No es sino el dispositivo analítico mismo, por entramarlo con la interpretación –


proveniente, en primer lugar, del inconsciente-, el que permite que un síntoma que
“viene de lo real” desprenda sentido –efecto de la vía metafórica- y se vuelva “capaz
de decir algo”, algo en lo que se puede “creer”, al tiempo que desplaza, mueve, el
goce fijado a la letra, trocándolo en goce del desciframiento: flancos por donde incide
la suerte de “domesticación” de la salvaje letra del síntoma, que el trabajo analítico
procura.
En La tercera el síntoma “viene de lo real” y se escribe en el nudo allí presentado
como una intrusión de lo real en lo simbólico; en R.S.I se produce “en el campo de lo
real” y se escribe en el anudamiento como un “efecto de lo simbólico en lo real”.

El sinthome es presentado como cuarto eslabón, bucle de reparación que se agrega


en el caso de una cadena tríadica “defectuosa”. El sinthome está en el lugar mismo
en que el nudo falla, donde hay una especie de lapsus del nudo mismo, está hecho
precisamente para retenerlo. El sinthome remedia la caída del síntoma.

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