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Un cirujano en Broadway

Por H. Galván
Email: triunfaremos@gmail.com
18 de octubre de 2009

Erase una vez un país en que todo es posible. Los políticos, los
militares, los empresarios, los religiosos, todos siguen sus malos
guiones de mentiras y saqueo, mientras que el pueblo espectador
tiene al parecer el triste papel de oír, creer y olvidar.

Ni en Villa Vázquez, ni en Buen Hombre, ni en Nagua, ni en la Capital,


siquiera, se creen la Novela Baldera.

Nadie en el pequeño y áspero paraje de Sabana de la Cruz quiso


recibir el dinero sucio de sangre. Don Lino Vásquez, alcalde pedáneo,
se deshizo devolviendo los cinco mil pesos que le dio un Coronel para
que no dijera que entrego vivo a uno de los supuestos
secuestradores, ya que a sus 75 años de edad, no quiere manchar su
conciencia límpida y transparente. La dignidad del campesino
dominicano no tiene precio.

No encaja nada. Ni la versión policial, ni la versión de la familia. Son


pocos en el mundo los que se han fugado tan sanos y tan salvos de
tan temible y largo secuestro; Tan limpiecitos, tan recortaditos, sin
señas ningunas, tan sanos espiritualmente; sería un caso excepcional,
digno de un libro de ficción. ¿Dónde por fin está la famosa cabaña
donde estuvo Baldera? ¿Es que la van a construir ahora?

Todo el mundo en Copey, en Sabana Cruz, en Los Conucos, vio vivo a


William de Jesús Batista y a Cecilio Díaz, los entregaron vivos y
caminando, pacíficos y entregados, uno a la Marina y otro a la misma
Policía. Pero eso estaba fuera del guión.

Al otro día, ambos aparecen muertos en uno de esos inverosímiles


intercambios de los que el Cirujano nos tiene acostumbrado.

Todo parece un fusilamiento. Un fusilamiento extraño como para


encubrir algo, para limpiar los rastros, para no dejar ningún testigo.

Guzmán Fermín, el protagonista de la obra, se dirigió raudo y veloz en


helicóptero al Cabral y Báez, a ver un paciente que nunca estuvo
interno, ni curado en este hospital. Ofreció un discurso patriótico y
patético, un ascenso para un policía que supuestamente había
participado en el intercambio de disparos y que sólo recibió un
rasguño en el brazo derecho pero ni siquiera sabía donde era el
disparo. ¿Qué raro no?
Desde antes y poco después, vincularon a los partidos de izquierda.
Echaron lodo sobre partidos y personas, tendieron una cortina de
humo, como para confundir más a la gente.

Pero la novela Baldera se parece cada vez más al Cartel de Los


Sapos, y nadie sabe identificar a los buenos o a los malos.

¿Dónde está Juan Almonte, implicado supuestamente en el secuestro?


¿Es acaso uno de los dos extrañamente calcinados en Yamasá? ¿Por
qué lo mataron? ¿Qué querían evitar que dijera?

¿Qué hay detrás del caso Baldera? ¿Qué busca el Jefe de la Policía en
las triunfantes caravanas por las calles de Nagua, en las ruedas de
prensa, en la Iglesia, en la casa de los Balderas a cada rato? ¿Dónde
estaba el ministerio público? ¿Acaso tenemos un nuevo megadivo?

¿Qué hay detrás de su protagonismo? ¿Qué es lo que quieren


esconder?

¿Qué hacen los Balderas vestiditos impecablemente de blanco, como


si hubieran escrito su propio guión?

Todo parece una obra mala, pero bien montada. Se parece al show de
la Asamblea Nacional, nada es creíble, ni confiable. No hay evidencias
de intercambio, ni de motivos de secuestro, ni testigos, ni de la
famosa choza, ni de la temible travesía del sonriente jovencito.

En cualquier país del mundo, que no fuera un “paisaje”, hace tiempo


estuviera el reperpero, la destitución de Guzmán Fermín saliendo del
tintero y su sometimiento a la acción de la justicia, investigado por
sus extrañas vinculaciones en este fantástico montaje.

¿Cuál será el desenlace de esta mala novela, más parecida a las


colombianas que a las nuestras?

Si esto se permite ahora, ¿Qué carajo podemos esperar después?

Esta historia continuará…

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