Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
IntraMed
Entrevista
- Hemos aprendido que la Medicina Narrativa es la práctica clínica por parte de un médico,
enfermero, trabajador social o capellán que está fortalecida por la capacidad de saber qué hacer
con las historias que el paciente nos cuenta. Es necesario saber que en la clínica podemos
capacitarnos para recibir esa historia. Las historias que nos cuentan los enfermos son historias
muy complicadas. Algunas se cuentan con palabras, otras con silencios, algunas mediante las
expresiones faciales o gestos, y también a través de los hallazgos físicos como el reborde duro
del hígado o el pie equino. Nosotros, los receptores de esas historias, debemos estar capacitados
para relacionar todo lo que se nos transmite y convertirlo en una “narrativa”. Los médicos,
enfermeros o trabajadores sociales no adquieren esas capacidades en sus facultades, no aprenden
a ser lectores, intérpretes y a absorber esos signos. Eso es lo que creemos que puede aportar la
Medicina Narrativa.
La Dra. Charon habla con un tono pausado, se esfuerza en que su inglés pueda ser comprendido
por un extranjero. Se apasiona y se eleva sobre la silla para dar énfasis a lo que dice. La compleja
relación entre médicos y pacientes merece una atención y un abordaje que está muy lejos del que
aprendemos en las facultades de medicina.
- Usted afirma: “cuando llegan a conocer la singularidad del paciente, los médicos parecen más
decididos a reconocer su propia singularidad”. ¿Puede explicarlo? ¿Cuál es la importancia de
la historia personal del médico en la práctica clínica?
- Lo que aprendemos en esta práctica es que el contacto clínico requiere de dos personas, que el
cuidado de la salud no consiste en prácticas mecanizadas. Uno no puede reemplazar a un médico
con otro y tener el mismo resultado. Todos estamos capacitados en Biología, entonces pienso
acerca de la relación médico-paciente. Pensemos en el contacto médico-paciente y las cosas que
suceden en la membrana: la “membrana” entre el paciente y yo. Ambos tenemos membranas, no
nos fusionamos en una única unidad: soy la médica, estoy dentro de mi membrana; el paciente es
el paciente, dentro de su propia membrana. Y es algo similar a lo que sucede con las membranas
celulares; ustedes ya saben qué sucede allí. Digamos, por ejemplo, que hay un hepatocito, que
tiene todos estos receptores en la membrana, ¿verdad? Uno de los receptores podría ser un
receptor de insulina, y en la circulación hay insulina, que es una proteína que proviene de una
célula pancreática. Entonces, ¿cómo la célula pancreática hace contacto con la célula del hígado?
La insulina se ubica sobre el receptor específico de la célula del hígado e inmediatamente
ocurren cascadas de cambios bioquímicos en el interior de esa célula. Tan pronto como la
molécula de insulina toma contacto con el receptor de insulina ocurren reacciones fosforilantes:
el fosfatidilinositol 4,5 difosfato se transforma en fosfatidilinositol 3,4,5 trifosfato y ello apaga
otra proteína quinasa que luego enciende la síntesis de glucógeno que permite que la glucosa
entre en la célula, ¿verdad? Y, de este modo, se reduce el nivel de la glucosa en sangre y se
suministra una provisión de energía a las células. Ésa es sólo una de las reacciones que tienen
lugar cuando la molécula de insulina se ubica sobre el receptor, ¿me entiende? Todas estas cosas
suceden dentro de la membrana del receptor en virtud de ese contacto. Ahora bien, volvamos a la
clínica, si el paciente es una célula pancreática y el médico es el hepatocito. ¿Qué secreta el
paciente para desencadenar toda esta cascada de respuestas? La historia. La historia es el ligando.
En el bar del hospital se escucha el murmullo que producen decenas de personas conversando.
La Dra. Charon parece no registrarlo. Lo que dice lo acompaña con gestos y movimientos de los
brazos que señalan la pasión auténtica que estos temas le despiertan.
- Se piensa que la empatía declina durante la capacitación, y hay estudios que lo afirman.
Debería hacer una advertencia: yo no creo que los instrumentos usados para medir la empatía
sean muy precisos o verdaderos. Creo que son tontos. Yo no creo en la escala de empatía de
Jefferson. Con esa advertencia, sin duda ocurre una transformación mayor dentro de la
capacitación médica. Mi colega Eric Marcus es psiquiatra y psicoanalista y tiene muy buena
información recopilada de los sueños de estudiantes de Medicina. Recolectó sueños, contrató
asistentes de investigación y pagaban 10 dólares por sueño de estudiantes de Medicina, internos,
residentes, docentes. Entonces el asistente de investigación iba con un grabador y recopilaba
sueños, que eran anónimos, pero indicaban el nivel de capacitación. Entonces Eric, el
psicoanalista, analizaba los sueños y podía ver etapas muy claras en 1º, 3º, 4º año de Medicina de
internos, residentes, docentes. Los sueños de la pérdida del miedo. Los alumnos de 1º año tenían
sueños en los que ellos eran el cadáver en Anatomía, los alumnos de 3º tenían sueños en los que
ellos estaban en una camilla sufriendo un ataque al corazón. Yo leí uno de los artículos de Eric
Marcus –de hecho, lo ayudé a escribir algunos artículos– en una revista de psiquiatría donde
citaba un sueño. Un asistente de cátedra junior de Medicina interna había tenido un sueño en el
que una mujer tenía un hijo, pero tenía hipertiroidismo, y ella le pasaba la maldición del
hipertiroidismo a su bebé, y el bebé moría. Yo leí ese artículo y dije: “Eric, ése fue un sueño
mío”. Entonces la evidencia de Eric es muy buena: hay importantísimas etapas por las que
pasamos durante nuestra capacitación, pero es demasiado fácil simplemente decir empatía a qué.
Hay millones de profundos cambios personales psicoanalíticos transformadores por los que todos
pasamos durante el tiempo en que nos convertimos en doctores y hacemos nuestro trabajo.
Tienen que ver con el miedo, la pérdida y la muerte, y con darnos cuenta de que somos mortales.
Charon fija sus profundos ojos celestes para comprobar que percibimos la dimensión y la
trascendencia de lo que nos está diciendo. Quiere ser comprendida. Necesita que las emociones
que impregnan estos temas formen parte de lo que nos transmite con tanta paciencia y
dedicación.
“La transformación que sufrimos es tan profunda al estar cuidando a gente enferma y
moribunda, que no podemos pasarla por alto”.
- Bueno, es una pregunta muy compleja. Creo que tiene ver con el cuidado de uno mismo (el
self), con el reconocimiento del self. Antes ustedes me preguntaron por qué el médico es singular
en el contacto con el paciente. De ésto se trata. La singularidad del médico, la difícil situación
propia del médico debe ser reconocida. Y por lo general, no la reconocemos. Tenemos que
permitir que los estudiantes, los internos, los residentes y los docentes digan lo que está
sucediendo dentro del self en el proceso de convertirnos en médicos, y con frecuencia no
tenemos muchas posibilidades de hacerlo. Si yo fuera el rector, insistiría para que todos mis
alumnos estuvieran en tratamiento psicoanalítico, creo que es necesario que los doctores reciban
una psicoterapia seria y continua, preferentemente psicoanalítica. Porque pienso que la
transformación que sufrimos es tan profunda al estar cuidando a gente enferma y moribunda, que
no podemos pasarla por alto. Y creo que si se dice que una persona pierde empatía, es una forma
resumida de decir que hay profundas transformaciones personales sufridas por estos médicos. Y
si van a ser grandes médicos, si van a seguir creciendo como seres humanos, necesitan cuidados,
no porque estén enfermos, sino porque están pasando por un cambio cataclísmico, y este cambio
debe ser aceptado y reconocido. Hay que ayudarlos a seguir adelante para que no sea
destructivo, sino para que conduzca al crecimiento.
El mundo material y el mundo metafórico
- En su experiencia, ¿cuáles son los enfoques más efectivos para capacitar a los alumnos de
Medicina en la Medicina Narrativa?
- Los médicos, enfermeros, fisioterapeutas y otros clínicos tenemos mucha suerte. Somos
terriblemente afortunados, porque se nos permite usar nuestro entendimiento del mundo material
y del mundo metafórico. Creo que hay pocas ocupaciones en que esto sucede. Nosotros
comprendemos en gran detalle el mundo material de las moléculas, los órganos, los huesos y la
piel. Éste es el mundo material y también, por definición, necesitamos un entendimiento del
mundo metafórico. ¿Qué significa cuando un paciente dice que se siente cansado? ¿Qué significa
cuando nos dice que siente una opresión en su pecho? Para ser grandes profesionales
necesitamos adquirir grandes habilidades no sólo en el mundo material, no sólo en el mundo
metafórico, sino en cómo se relacionan entre ellos. Es muy complicado.
Temo que algunos de mis colegas en la Medicina quedan atrapados en el cuerpo, en el mundo
material y entienden el hepatocito, pero no logran aumentar su entendimiento para comprender lo
que significa decir: “Me estoy muriendo” o “Tengo náuseas" o "Tengo miedo". Y nosotros
creemos que la capacitación en medicina Narrativa que brindamos aquí –Universidad de
Columbia- mantiene viva y permite que las metáforas del entendimiento crezcan, el
entendimiento del lenguaje, del valor y del significado. ¿Qué necesitan las personas a medida
que envejecen, enferman y se aproximan a la muerte? Además de un entendimiento del mundo
material del colesterol y de la placa de la íntima, necesitan una comprensión de la experiencia
vivida del envejecer. Mi paciente de 82 años me dijo el otro día en el consultorio: "Cuando
envejecemos, nos volvemos invisibles. Cuando subo a un colectivo, tardo más tiempo, porque
me duelen las rodillas, y la gente detrás de mí se queja. Cuando unas señoras mayores se sientan
juntas en un restaurante, es como si no estuvieran allí. Son invisibles”. Me dijo: “Me tiño el pelo,
porque si uno tiene canas, uno es invisible." Y luego me miró y me dijo: "Usted debería teñirse el
pelo”.
Creo que no es sorprendente para la mayoría de los médicos que se les haya requerido tener un
profundo entendimiento de la difícil situación de los seres humanos. Creo que un médico no
puede estar con gente enferma sin darse cuenta de la profundidad del mundo. Uno habla con
residentes de segundo año, y ellos se dan cuenta de que, en algún punto, están realizando un gran
trabajo, a cuya altura no están. Les pedimos a los alumnos de Medicina, en un estudio que
realizamos hace algunos años, que describieran una muerte que hubieran visto. ¿Han visto morir
a un paciente? Éstos eran alumnos de tercer año de Medicina. Nos contestaron y grabamos sus
respuestas. En la trascripción leo que un alumno dijo: “Vi morir a un paciente. Fue un paro
cardíaco. Anunciaron lo que sucedía, y todos corrimos. Mi residente le estaba haciendo masajes
cardíaco y nosotros estábamos administrando los fármacos y ocupándonos de los gases en
sangre. Todo fue muy duro. El paciente murió. Anunciaron el código de emergencia y la paciente
murió. Estaba desnuda, estaba ensangrentada en la ingle donde hicimos la punción para
determinar gases en sangre arterial. Tenía un tubo intratraqueal y la cinta adhesiva que lo
sostenía. ¡Fue horrible! Y todos se fueron. Pensaron que todo había terminado, que entonces
podían irse. Y todos se fueron”. Ahora bien, este alumno de 3º año se había dado cuenta de que
había sucedido algo trágico. Había algo sagrado que había sucedido, y nadie lo había notado. Y
todos se habían ido.
En los hospitales estadounidenses lo que sucede es que todos los médicos se van, como dijo el
alumno: "esto se terminó”. Entonces se fueron dejando el cadáver desnudo, violado,
ensangrentado sobre la cama hasta que llegaran las enfermeras para quitarle el tubo intratraqueal,
para sacar las vías intravenosas, para bañar el cuerpo, para quitar la cinta adhesiva de la cara,
para vestir el cadáver, para cubrirlo y luego para permitirle a la familia que lo vea. Para este
entonces, los médicos ya se habían ido hacía rato. Me tomé el tiempo de contar esta larga
historia como ejemplo de cómo el significado es extirpado de nuestra práctica. Pero con
seguridad, este alumno de 3º año se dio cuenta de que algo se había extirpado y se sintió
terriblemente culpable por dejar atrás ese cadáver ensangrentado y violado y encaminarse hacia
su próxima ronda para ver al próximo paciente dejándoles a las enfermeras el trabajo del
significado, del lavado, de corregir, de dignificar, de reconocer que había habido una muerte
humana.
Creo que los médicos entienden que hay un nivel de significado que no sólo se ignora, sino que
se viola. Y en nuestro trabajo encontramos un gran hambre en nuestros médicos que acuden a
nosotros para capacitarse, acuden a nosotros por desesperación, porque el significado les ha sido
arrancado, ¡ARRANCADO! del mundo. Y cuando les ofrecemos las fuentes de significado más
simples, como leer un poema con nosotros, leer el cuento Axolotl de Cortázar, escribir con
nosotros, leer en voz alta lo que han escrito, entender cómo el lenguaje común es una fuente de
significado en sus propias vidas, se sienten como individuos sedientos en un desierto a quienes se
les ofrece agua potable.
“Todo el tiempo somos exhortados a ser buenas personas, o a tener empatía o compasión y,
sin embargo, nadie nos dice cómo hacerlo”
- Existen métodos probados desde hace mucho para enseñar a adquirir las competencias
narrativas. Somos muy afortunados. Estos métodos han sido usados durante siglos, pero no en la
capacitación médica. Se los usa en cursos de literatura, en el Departamento de Inglés –o de
Español-, en la capacitación en escritura creativa. Sabemos muy bien cómo capacitar a un lector
de prosa, sabemos muy bien cómo entrenar a un escritor para que exprese sus pensamientos, en
prosa o en poesía. Simplemente no se lo hemos ofrecido a los médicos, eso es todo.
De modo que durante mucho tiempo –supongo que esto también sucede en otros países y no sólo
en los Estados Unidos–, los médicos han sido exhortados a ser humanistas, profesionales,
altruistas, a tener empatía, a ser buenas personas. Todo el tiempo somos exhortados a ser buenas
personas, o a tener empatía o compasión y, sin embargo, nadie nos dice cómo hacerlo. Los
médicos son personas muy dedicadas: pasan fines de semana enteros en conferencias CME
(Educación Médica Continua) para aprender las últimas técnicas en angioplastia. Harían
cualquier cosa si eso les permitiera ser más eficientes. Harán cualquier cosa por tener más
empatía o ser más profesionales o más altruistas, pero hay que decirles cómo. De modo que
cuando empezamos con la Medicina Narrativa, pensamos que teníamos algo que ofrecer porque
sabíamos cómo. Podíamos atestiguar la falta. Y la falta no es de buena voluntad, la falta no es no
ser buenas personas, la falta no es de altruismo o de empatía, la falta está en la competencia o la
habilidad de comprender la fuente, de entender el nivel de significado que acabo de describir. Y
como nosotros proveníamos de los Departamentos de Inglés y Departamentos de Escritura,
conocíamos los métodos, sabíamos cómo enseñar a la gente a ser buenos lectores, buenos
oyentes y buenos escritores. Así que lo único que hicimos fue traer el mensaje, probado y
verdadero, del Departamento de Literatura y los programas de escritura a la capacitación médica.
Eso es lo que hicimos. De modo que cualquiera puede hacerlo. Lo que hay que hacer es buscar a
la gente del Departamento de Literatura o el Departamento de Escritura que entienden cómo
enseñar a leer y a escribir, y asociarse con ellos y ayudarlos a que entiendan qué necesita usted
para sus jóvenes estudiantes de Medicina. Usted no quiere que sean Cortázar o Faulkner o Henry
James; no les está enseñando a ser grandes novelistas, les está enseñando la forma de obtener los
significados de la historia clínica, ya sea escrita u oral. Ésa es la habilidad que queremos
introducir en la capacitación de todos los médicos, enfermeros, asistentes sociales y
fisioterapeutas, y sabemos cómo hacerlo. Tenemos que trabajar con las personas que quieran
capacitarse en entender historias.
- Nosotros elegimos tres movimientos dentro de la Medicina Narrativa, no son tres etapas, no es
que primero viene una y luego la otra. Se trata de tres movimientos que tienen lugar al mismo
tiempo y que contribuyen entre sí. Y los tres movimientos son atención, representación y
afiliación. La atención es ese estado de receptividad. Yo dono atención al paciente cuando habla.
La atención es el foco, la dedicación personal de estar presente con el paciente y de recibir todo
lo que él emite. Para lograr el estado de atención debo poder dejar de lado otras preocupaciones.
He aprendido a dejar de preocuparme porque mi beca vence en una semana o porque mi madre
está muriendo en un hogar de ancianos. Me pongo a disponibilidad, me concentro, estoy
presente, allí, con ese paciente. Es muy difícil. La representación es el acto de representar con el
lenguaje -o con cualquier otro medio- lo que percibo. Hemos aprendido, todo escritor o lector lo
sabe, que uno comprende lo que uno experimenta sólo cuando lo representa.
Hay una necesidad mediadora de expresar lo que uno percibe. Incluso en la corteza cerebral, lo
que uno percibe primero se representa en la corteza occipital antes de que uno lo pueda asimilar.
Así funciona el cerebro. Y hemos aprendido acerca de la necesidad de la representación en el
acto de la atención y la percepción. Es complicado. El psicoanalista Hans Loewald afirmó:
“Escribir es un acto sensorio-motriz mediante el cual transformo lo inmaterial en lo material,
así puedo comunicármelo a mí mismo y comunicárselo a los demás”. En la escritura, acto
sensorio-motriz de sostener una lapicera y acercarla a un papel y escribir, yo me transformo. Mi
percepción se vuelve aceptable ante mí y no ante ellos. Hasta que no escriba acerca de algo que
he visto, no lo he visto. Y cuando escribo la descripción más simple de un paciente o de un día
en el parque o de un sueño. Cuando lo escribo, leo lo que escribo, lo inmaterial se torna material,
se me comunica y digo: “Ah, eso es lo que vi”.
Entonces, escribir no es una idea tardía, escribir no es simplemente un acto de registrar, escribir
no es informar, escribir es componer, escribir es crear, escribir me da acceso a mí a aquello que
he visto. De este modo es como nosotros conceptualizamos lo que escribimos. Ahora bien, es
posible que otros lo hagan a través de la fotografía, o la pintura al óleo o la escritura. Y estoy
aprendiendo cada vez más acerca de la teoría estética y la visualizo porque lo comprendo. Pero
vemos cómo la escritura, cómo la representación y la atención tienen que trabajar juntas. Es un
espiral, uno no puede lograr la atención sin la representación, y la representación permite mayor
atención, y la atención permite una representación más precisa. Y juntas elevan torres de
afiliación entre el médico y el paciente, entre el médico y la familia, entre los pediatras que
escriben seminarios, entre el hospital y la comunidad, entre la Medicina y la cultura, todas estas
afiliaciones. Si la atención en la representación no se transforma en afiliación, no tiene sentido.
La afiliación es el objetivo. La atención y la representación, si no se convierten en afiliación, son
solipsistas y narcisistas y vacías.
“Yo voy a ser su médica, así que necesito entender muchas cosas acerca de su cuerpo, su salud
y su vida. Dígame lo que piensa que debo saber acerca de su situación”.
- Usted cita a Gabriel Marcel en su declaración acerca de la forma de “escuchar como una forma
de dar”. Desafortunadamente, en la actualidad, los médicos carecen de tiempo suficiente para
atender a la mayoría de sus pacientes. En este contexto, ¿cómo podríamos poner en práctica
nuestra competencia narrativa?
- Las cuestiones sobre los factores contemporáneos son un desafío. Estamos construyendo
experiencia con la Medicina Narrativa en la práctica. Hay cosas que puedo hacer por un paciente
en 2011 que habrían sido imposibles de hacer en 2003. Soy médica internista, veo pacientes todo
el tiempo, trabajo en esto desde 1981, eso significa que he sido médica internista durante 29
años. De modo que he visto a mis pacientes, y ellos me han visto durante décadas. Creo que es
importante decirlo. Ello no significa que la Medicina Narrativa no ayuda en la sala de
emergencias o en una internación de pacientes agudos o para un cirujano que tal vez ve a una
persona una vez, le extirpa la vesícula y se acabó. Allí también se puede obtener ayuda de la
práctica de la narrativa. Pero pienso que los beneficios son más extremos en el cuidado
longitudinal del paciente, donde acumulamos un profundo contacto y conocimiento mutuo.
Esto toma mucho más tiempo que si revisara los sistemas con preguntas cuya respuesta es “sí” o
“no” o con una lista de verificación, sin duda. Pero esa inversión de tiempo produce infinitos
beneficios, porque hay cosas que después puedo hacer muy rápido y que a mis colegas les
llevaría mucho tiempo. Cómo hago que decidan hacerse una colonoscopia, bueno les digo que lo
hagan y lo hacen, porque tienen motivos para pensar que estoy de su lado. Más adelante,
podemos necesitar un estudio multicéntrico con miles de personas, con pacientes aleatorizados a
la práctica narrativa o la práctica estándar, y lo haremos. Necesitamos muchos centros y
pacientes, y lo haremos. Pero creo que llevará cinco años ver la diferencia, ver los frutos, y los
frutos van a ser hemoglobina A1c más baja, mejores controles de la presión arterial, menos
cigarrillo, más pérdida de peso, una mejor función luego de la muerte de un cónyuge, claridad
acerca de los eventos que se les solicitan: tomar las medicaciones, hacerse un Papanicolau
hacerse una mamografía, todo eso. Ésas serán las diferencias. Y los pacientes se sentirán
escuchados, y los médicos estarán contentos.
Conclusión:
“Pensamos que la Medicina erró, se equivocó al separar las cuestiones de la vida de las
cuestiones de la enfermedad”.
Estamos aprendiendo lo que significa estar enfermo y qué hace falta para curarnos o
recuperarnos o, por lo menos, para vivir genuinamente con una enfermedad. Pensamos que la
Medicina erró, se equivocó al separar las cuestiones de la vida de las cuestiones de la
enfermedad. Cada vez más médicos, enfermeros y asistentes sociales están tratando de
comprender lo que significa la experiencia vivida de la enfermedad o de tratar de estar bien,
tener una enfermedad, envejecer o tener problemas de salud y tratar de hacer lo mejor posible
con la diabetes, las enfermedades cardíacas, el Parkinson o la depresión. De modo que los
profesionales están aprendiendo cada vez más a escuchar lo que dicen las personas de sí mismas
en tanto buscan lo mejor para vivir con una enfermedad o para curarse. Y lo que significa para
los pacientes es que cada vez con más regularidad sus médicos y enfermeras están siendo
entrenados para escuchar, para absorber lo que dice una persona enferma acerca, no sólo de las
pastillas o los remedios para el dolor, sino acerca de la experiencia completa de ser un ser
humano cuando, tal vez, el cuerpo cambia, ya sea una mujer joven con su primer embarazo o una
persona mayor que pierde la razón. Y todo esto le sucede a esta joven embarazada, su marido y
su hijo de tres años, y todo esto le sucede a la hija, el hijo y el marido de esta señora de 80 años
que está perdiendo la razón. Todo esto es la tarea del médico. Todo esto es la responsabilidad y
el dominio del médico, el enfermero o el asistente social para brindar ayuda a la embarazada y su
familia, a la mujer con demencia y su familia mientras que, como personas, atravesamos las
etapas inevitables de ser humanos.
Nos vamos
Rita Charon (bio): La Dra. Rita Charon es profesora de medicina clínica y directora del Programa de Medicina
Narrativa en la Escuela de Medicina de la Universidad de Columbia. Se graduó en la Escuela Médica de Harvard en
1978, hizo su residencia en medicina interna en el Programa de Residencia en Medicina Social en el Hospital
Montefiore en Nueva York, terminó una beca en medicina interna general en el Colegio de Médicos y Cirujanos de
la Universidad de Columbia en 1982, y ha practicado medicina interna general desde 1981 en Columbia. Realizó el
doctorado en inglés en la Universidad de Columbia en 1999, después de haber escrito su tesis doctoral sobre la obra
tardía de Henry James se dedicó al análisis de los relatos clínicos. Ha escrito y dado conferencias sobre la
prominencia de la literatura a la práctica médica, así como en la relación médico-paciente, la empatía en la medicina,
la competencia narrativa, la ética narrativa, y las obras de Henry James.
Sus investigaciones se han centrado en la comunicación entre médicos y pacientes. Inauguró el Programa de
Medicina Narrativa de Columbia en 1996 para la enseñanza de las habilidades narrativas, la imaginación clínica, la
empatía, y el discernimiento ético de los profesionales de la salud. Ha diseñado y dirigido programas de educación
médica en Colombia y lleva a cabo investigaciones para documentar la eficacia de los programas de capacitación en
los aspectos narrativos de la medicina. Su grupo ofrece una formación intensiva a los candidatos nacionales e
internacionales, incluyendo un Master of Science en la narrativa de Medicina de la Universidad de Columbia, a
partir de otoño de 2009. La Dra. Charon ha sido honrada con una beca Guggenheim, la de la Fundación Rockefeller
y premios por logros de la Asociación Americana de Colegios Médicos, el Colegio Americano de Médicos, la
Sociedad para la Salud y Valores Humanos, y la Sociedad de Medicina Interna General. Su investigación ha sido
financiada por el Fondo Nacional para las Humanidades, los Institutos Nacionales de Salud, el Consejo de Nueva
York para las Humanidades y muchas fundaciones privadas.