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“Biblioteca La Floresta”
En el inventario de absurdos, el amor ocupa el primer puesto. Partamos del hecho de que
todos estamos advertidos, sin embargo, en la hora del encuentro con él, lo olvidamos;
lo único que cuenta es seguirle, sin importar hacia donde nos lleve. El ejemplo o, mejor,
las reseñas de la vida real son lo más acertado para aclarar esta afirmación.
Entre los ires y venires de un nuevo día, el baño tibio, el café caliente, el abrazo cálido de
su esposo como despedida y música de tacones escaleras abajo, hasta alcanzar la calle
húmeda, ella se aleja dejándolo con sus 45 años bien vividos. Antes de doblar la esquina,
lo mira queriendo guardar su imagen como alimento nutricio para el día que la espera.
La jornada de estudio pasa bulliciosa y ligera. Al salir del salón de clases, desde el tercer
piso, lo ve –en el patio sombreado- con la cabeza apoyada en los muslos de ella, su
cuerpo largo, menudo y fuerte; su cabello negro y brillante, grandes ojos de miel y su
sonrisa llenándolo todo. Era él con sus 16 años, era. . . era su esposo, es su esposo. Sabía
que era él, aunque no lo conoció, hasta ahora, en esa feliz edad. En ese momento, quiso
ocultar sus 40 otoñales años. Nunca pensó tener ese regalo: verlo así, de sus ojos a su
cuerpo en vivo, en directa y real dimensión, a esa edad. Sólo acertó a la inmovilidad, temía
que todo se desdibujara si se desplazaba hasta las escaleras. El haberlo visto así, la inundó
de amor. Sonó el timbre para el cambio de clase. Empezó a caminar, lo persiguió afanosa,
pero entre tantos jóvenes. . . se hizo invisible, se evaporó, no supo qué se hizo.
Ese instante de contemplarlo, en su pasado y vislumbrar el futuro que ahora vivía, la llevó
a otra realidad. En el descanso siguiente, vuelve al tercer piso, sí, sí ahí está. Es cierto, no
es un truco de su mente ¡Qué bello es! ¡Cuánta frescura y alegría para los dos en el futuro!
Sintió que lo amaba más en ese cuerpo joven de ayer, ahora presente ante sus ojos, que
en el mismo cuerpo que hacía unas horas la había abrazado. El timbre de salida
interrumpe de nuevo, pero ya no tiene pies para ir tras él, no pudo avanzar. Días de verlo,
Otra vez la noche con una nueva mañana en su extremo. El ritual diario en su orden, hoy,
sin afanes, música de tacones lentos bajando la escalera, llega a la calle lluviosa y
pálidamente soleada, con su escaso equipaje, algo de tristezas y un adiós bien doblados.
La semana y las horas se despliegan como una disputada partida de ajedrez, pero él no
aparece, hasta el jueves. Tacones sin relevo ni descanso, por el corredor, hasta alcanzar el
patio. Ahí está, descansando su cabeza en los muslos de ella. Pensar en llamarlo y hacerlo
fue lo mismo. Los estudiantes la miraron extrañados y burlescos. Sus miradas la turbaron,
se restregó los ojos y volvió a mirarlo. No, no era él, era José, el de Once “C”.
Ella sabe que lo vio, fue real, no lo imaginó y, aunque es consciente de los 24 años que los
separan, decide esperar a que él la alcance. Está segura de que el amor puede lograr que
¿Creen que no puede ser? Claro, están seguros de que lo soñó. Entonces ¿Cuál es el amor
SOBERANÍA
Yo lo di a luz
Lo alimenté, lo engrandecí
Porque seré yo
Lo condene a muerte
AL ALBA
¡Noche! ¡Despierta!