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PROBLEMAS FILOSÓFICOS GRIEGOS Y

MEDIEVALES
En el siglo V a.C., los sofistas griegos cuestionaron la posibilidad de que hubiera un
conocimiento fiable y objetivo. Por ello, uno de los principales sofistas, Gorgias, afirmó
que nada puede existir en realidad, que si algo existe no se puede conocer, y que si su
conocimiento fuera posible, no se podría comunicar. Otro sofista importante,
Protágoras, mantuvo que ninguna opinión de una persona es más correcta que la de
otra, porque cada individuo es el único juez de su propia experiencia. Platón, siguiendo
a su ilustre maestro Sócrates, intentó contestar a los sofistas dando por sentado la
existencia de un mundo de formas o ideas, invariables e invisibles, sobre las que es
posible adquirir un conocimiento exacto y certero. Mantenía que las cosas que uno ve
y palpa son copias imperfectas de las formas puras estudiadas en matemáticas y
filosofía. Por consiguiente, sólo el razonamiento abstracto de esas disciplinas
proporciona un conocimiento verdadero, mientras que la percepción facilita opiniones
vagas e inconsistentes. Concluyó que la contemplación filosófica del mundo oculto de
las ideas es el fin más elevado de la existencia humana.

Aristóteles siguió a Platón al considerar el conocimiento abstracto superior a cualquier


otro, pero discrepó de su juicio en cuanto al método apropiado para alcanzarlo.
Aristóteles mantenía que casi todo el conocimiento se deriva de la experiencia. El
conocimiento se adquiere ya sea por vía directa, con la abstracción de los rasgos que
definen a una especie, o de forma indirecta, deduciendo nuevos datos de aquellos ya
sabidos, de acuerdo con las reglas de la lógica. La observación cuidadosa y la
adhesión estricta a las reglas de la lógica, que por primera vez fueron expuestas de
forma sistemática por Aristóteles, ayudarían a superar las trampas teóricas que los
sofistas habían expuesto. Las escuelas estoica y epicúrea coincidieron con Aristóteles
en que el conocimiento nace de la percepción pero, al contrario que Aristóteles y
Platón, mantenían que la filosofía había de ser considerada como una guía práctica
para la vida y no como un fin en sí misma.

Después de varios siglos de declive del interés por el conocimiento racional y


científico, el filósofo escolástico (véase Escolasticismo) santo Tomás de Aquino y otros
filósofos de la edad media ayudaron a devolver la confianza en la razón y la
experiencia, combinando los métodos racionales y la fe en un sistema unificado de
creencias. Tomás de Aquino coincidió con Aristóteles en considerar la percepción
como el punto de partida y la lógica como el procedimiento intelectual para llegar a un
conocimiento fiable de la naturaleza, pero estimó que la fe en la autoridad bíblica era
la principal fuente de la creencia religiosa.

Sofistas griegos:

• Sócrates
• Gorgias
• Protagotras
Sócrates biografía

Sócrates (470-399 a.Xto.), filósofo griego fundador


de la filosofía moral, o axiología que ha tenido gran
peso en la filosofía occidental por su influencia
sobre Platón.

Nacido en Atenas, hijo de Sofronisco, un escultor, y


de Fenareta, una comadrona (lo que ha dado lugar
a alguna comparación entre el oficio de su madre y
su actividad filosófica, pues ayudó, con su método,
a "dar a luz" a las ideas), recibió una educación
tradicional en literatura, música y gimnasia. Más
tarde, se familiarizó con la retórica y la dialéctica de
los sofistas, las especulaciones de los filósofos
jonios y la cultura general de la Atenas de Pericles.

Al principio, Sócrates siguió el trabajo de su padre;


realizó un conjunto de estatuas de las tres Gracias,
que estuvieron en la entrada de la Acrópolis hasta
el siglo II a. C.

Durante la guerra del Peloponeso contra Esparta, sirvió como soldado de infantería
con gran valor en las batallas de Potidaea en el 432-430 a .C., donde salvó la vida a
Alcibíades; en Delio en el 424 a. C., y Anfípolis en el 422 a. C.

De vida sobria y austera, siempre contó con escasos recursos económicos, Sócrates
supo rodearse de los personajes más influyentes del momento, así como de un nutrido
círculo de alumnos a los que gustaba cuestionar continuamente sus creencias y
certidumbres. Este continuo "aguijonear" a todos le situaría finalmente en una
situación tan controvertida y arriesgada que le llevó a su condena a muerte por el
Tribunal de los Quinientos en el año 399 a. C. (Ver el juicio y la defensa de Sócrates)

El modo con el que afrontó estos trances, inmortalizados por Platón en su Apologia
(Apología de Sócrates), y en los diálogos Critón y Fedón, convirtieron a Sócrates en
modelo clásico de filósofo antiguo y en maestro imperecedero de la cultura occidental.

La mítica fealdad de un maestro

De pequeña estatura, vientre prominente, ojos camaleónicos y nariz exageradamente


respingona, la figura de Sócrates era motivo de chanza. Alcibíades lo comparó con los
silenos, los seguidores ebrios y lascivos de Dioniso. Platón consideraba digno de ser
rememorado el día que se lavó los pies y se puso sandalias, y Antifón, el sofista, decía
que ningún esclavo querría ser tratado como él se trataba a sí mismo. Llevaba siempre
la misma capa, y comía y bebía lo más barato. Pero lo sorprendente es que un hombre
así acabara siendo considerado por los griegos -que creían que la belleza del alma
armoniosa se reflejaba en la armonía del cuerpo- como modelo del decoro filosófico.
Tras Sócrates, el primer heleno que fue feo, admitieron que un cuerpo selénico puede
estar dirigido por un alma hermosa.

Estuvo casado con Jantipa, una mujer de reconocido mal genio, y de la que tuvo tres
hijos.
La filosofía

El interés de la reflexión filosófica se centraba entonces en torno al hombre y la


ciudad, abandonando el predominio del interés por el estudio de la naturaleza.
Probablemente Sócrates se haya iniciado en la filosofía estudiando los sistemas de
Empédocles, Diógenes de Apolonia y Anaxágoras, entre otros. Pero pronto orientó sus
investigaciones hacia los temas más propios de la sofística que en los primeros años
de la vida del filósofo conoció su época de esplendor en Atenas. (Ver la filosofía
anterior a Sócrates: los Presocráticos)

El rechazo del relativismo de los sofistas llevó a Sócrates a la búsqueda de la


definición universal, que pretendía alcanzar mediante un método inductivo;
probablemente la búsqueda de dicha definición universal no tenía una intención
puramente teórica, sino más bien práctica.

Sócrates creía en la superioridad de la discusión sobre la escritura, no dejó nada


escrito, y por lo tanto pasó la mayor parte de su vida de adulto en los mercados y
plazas públicas de Atenas, iniciando diálogos y discusiones con todo aquel que
quisiera escucharle, y a quienes solía responder mediante preguntas. Este
comportamiento correspondía a la esencia de su sistema de enseñanza, un método
denominado mayéutica, o arte de alumbrar los espíritus, es decir, lograr que el
interlocutor descubra sus propias verdades.

Según los testimonios de su época, Sócrates era poco agraciado y corto de estatura,
elementos que no le impedían actuar con gran audacia y gran dominio de sí mismo.
Apreciaba mucho la vida y alcanzó popularidad social por su viva inteligencia y un
sentido del humor agudo desprovisto de sátira o cinismo.

Actitud hacia la política

Sócrates fue obediente con las leyes de Atenas, pero en general evitaba la política,
contenido por lo que él llamaba una advertencia divina. Creía que había recibido una
llamada para ejercer la filosofía y que podría servir mejor a su país dedicándose a la
enseñanza y persuadiendo a los atenienses para que hicieran examen de conciencia y
se ocuparan de su alma.

No escribió ningún libro ni tampoco fundó una escuela regular de filosofía. Todo lo que
se sabe con certeza sobre su personalidad y su forma de pensar se extrae de los
trabajos de dos de sus discípulos más notables: Platón, que atribuyó sus propias ideas
a su maestro y el historiador Jenofonte, un escritor prosaico que quizá no consiguió
comprender muchas de las doctrinas de Sócrates.

Platón describió a Sócrates escondiéndose


detrás de una irónica profesión de ignorancia,
conocida como ironía socrática, y poseyendo
una agudeza mental y un ingenio que le
permitían entrar en las discusiones con gran
facilidad.

Otro pensador y amigo influenciado por


Sócrates fue Antístenes, el fundador de la
escuela cínica de filosofía. Sócrates también
fue maestro de Aristipo, que fundó la filosofía
cirenaica de la experiencia y el placer, de la
que surgió la filosofía más elevada de Epicuro. Tanto para los estoicos como el filósofo
griego Epicteto, como para el filósofo romano Séneca el Viejo y el emperador romano
Marco Aurelio, Sócrates representó la personificación y la guía para alcanzar una vida
superior.

La obra de Sócrates (sinopsis) (1)

Crítico de la democracia ateniense y de la sofistica

Reprocha Sócrates algo importante a la democracia ateniense y al movimiento


sofístico que crece a su estela: no es la voz de la mayoría o la de un discurso
convincente la que decide qué es bueno o justo, sino que esto, el bien y la justicia,
tienen realidad por sí mismo, no están sujetos a nuestra voluntad, no son relativos a
ella, a nuestro interés, como dicen los sofistas, aunque sean accesibles a cualquiera,
siempre que se use adecuadamente su razón.

El diálogo como centro de la indagación filosófica

El diálogo entre diferentes inteligencias en pos de lo verdadero será para él, pues, la
única fuente de la que puede brotar una Justicia compartida. Este diálogo sólo será útil
y podrá alcanzar un mayor acercamiento a lo verdadero, eso sí, arrancando desde una
cierta distancia irónica respecto a un presunto saber, frente a nuestros pre-juicios, y no
es realizado, pues, como un simple deseo de triunfo.

El diálogo como mayéutica

El método adecuado, similar en algún sentido al oficio de su madre, será “mayéutico”


porque, como la comadrona (mayéutica), el verdadero diálogo ayuda a extraer de sí y
de otros los buenos argumentos, aunque también hace posible arrancar las
presunciones erradas de cualquier falso saber que tengamos. Sólo con estos
supuestos- eliminando de raíz nuestros falso conocimiento y emprendiendo una
búsqueda sincera de la verdad, una autentica filosofía- podremos estar en disposición
de abrirnos a lo mejor, al bien.

La Ironía

La ironía será el centro de su método, atravesando todas sus conversaciones con


aquellos que saben- a los que se dirige, dice, irónico sin duda, para ratificar o
comprender al oráculo délfico, que, según la Apología platónica, había proclamado a
Sócrates como el más sabio de los atenienses.

Arranca sus preguntas, pues, con la aceptación de su no saber frente al saber de su


contertulio (el sofista, el político, el hombre piadoso, el soldado valiente, o el amante
orgulloso, que presumen conocer la virtud política, la piedad, el valor, el amor..) del
que se muestra dispuesto a aprender lo necesario para salir de su ignorancia, pero
será, tras un minucioso interrogatorio sobre eso que dicen saber, el posterior
desmentido sobre el conocimiento real de su interlocutor, incapaz de responder
coherentemente las preguntas que versan sobre aquello que presuntamente sabe, lo
que le lleve a afirmarse irónicamente como más sabio, pues al menos él sabe que no
sabe y, por ello, se muestra incansable (filósofo) en su afán de saber, frente a la
placidez con que aquellos dan por seguro su falso saber.

Autoconocimiento, bien y felicidad como fines del pensamiento socrático


No puede haber felicidad ni bien, considera, en la ignorancia y menos en la mayor de
todas, en aquella que se ignora a sí misma, que vive sin reconocerse como tal. Sólo
conociéndose, descubriendo sus límites, pueden los humanos obedecer la consigna
del dios délfico que se anuncia en el frontispicio de su templo: "Conócete a ti mismo"
(gnóthi seautón). El objeto final del pensamiento socrático se centrará, por ello, en los
tratos de los humanos consigo mismos y con la polis, en lo que nosotros llamaríamos
ámbito moral y político, abandonándose, desde esta perspectiva exclusivamente
cívica, toda pretensión sobre la fisis, sobre la naturaleza, como superflua.

El descubrimiento del concepto en la indagación por la verdad

Intentar responder las preguntas socráticas favorece el descubrimiento del concepto


como fruto del diálogo, de un lenguaje común (logos). Este será el aspecto que años
después destacará Aristóteles como descubrimiento perdurable del pensamiento
socrático. El concepto de aquello por lo que nos preguntamos, puede ser verdadero o
falso, real o imaginario. Despejar nuestra mente de falsos conceptos, podríamos decir,
será el fin de sus preguntas y de este modo predisponernos a encontrar los
verdaderos.

En los diálogos claramente socráticos de Platón, sin embargo, no encontramos nunca


término para estos asuntos, sí un reiterado deseo de saber, empezando de nuevo
cualquier cuestión, planteándola desde otra perspectiva, sin descanso, y un fuerte
sentido crítico y autocrítico.

Aspectos de la ironía socrática

“La ironía socrática es una ironía interrogante; con sus preguntas, Sócrates
disgrega las macizas cosmogonías de los jonicos y el asfixiante monismo de
Parménides. Sócrates es un sofista que salió fallido, un sofista que se burla tanto de la
sofística como de la ciencia de los meteoros (atribuida a los sabios presocráticos)… lo
que les reprocha Sócrates a los charlatanes es empezar la casa por el tejado,
improvisar en vez de analizar… acribilla a los vendedores de frases bonitas, y se
regodea reventando el odre de su elocuencia, desinflando esas vejigas de un saber
hueco. Sócrates es la conciencia de los ateniense… en su función observamos la
disparidad de efectos de la ironía, ya sea que nos libre de nuestros terrores (a la
muerte, por ejemplo) o nos prive de nuestras creencias.”

“En contacto con él, los hombres pierden la engañosa seguridad de las falsas
evidencias, porque después de haber escuchado a Sócrates, ya no es posible seguir
durmiendo con la cabeza apoyada en la almohada de las viejas certidumbres: se
acabó la inconsciencia, la tranquilidad, la felicidad. Aguijonea a los inconscientes, los
tiene en vilo: Eutifrón, mojigaro medroso; Laques, el militar; Hipias, el sabidillo,
charlatán… A todos los lleva hacia el callejón sin salida, los hunde en la perplejidad de
la aporía, que es el trastorno sintomático producido por la ironía. Y esto una vez que
han tomado conciencia de su ignorancia, con ese malestar que nace de la
contradicción…”

“No hay ignorancia que la ironía no pueda inducir a reconocerse como tal. Sócrates
desinfla la complacencia satisfecha; vuelve a los hombres descontentos, escrupulosos,
difíciles para consigo mismos, les trasmite la comezón de querer conocerse… Sin
embargo aquellos adoran en el fondo el error descansado de que Sócrates viene a
liberarlos… de modo que el filósofo atraerá hacia sí la sospecha: Sócrates beberá la
cicuta.” (La ironía, Vladimir Jankelevicht, Taurus, 1982, pág. 12-15)
Discípulos de Sócrates

• Platón
• Aristóteles

Platón
Filósofo griego (Atenas, 427 - 347 a. C.). Nacido en el
seno de una familia aristocrática, abandonó su vocación
política por la Filosofía, atraído por Sócrates. Siguió a
éste durante veinte años y se enfrentó abiertamente a
los sofistas (Protágoras, Gorgias…). Tras la muerte de
Sócrates (399 a. C.), se apartó completamente de la
política; no obstante, los temas políticos ocuparon
siempre un lugar central en su pensamiento, y llegó a
concebir un modelo ideal de Estado. Viajó por Oriente y
el sur de Italia, donde entró en contacto con los
discípulos de Pitágoras; luego pasó algún tiempo
prisionero de unos piratas, hasta que fue rescatado y
pudo regresar a Atenas.

Platón Allí fundó una escuela de Filosofía en el 387,


situada en las afueras de la ciudad, junto al jardín dedicado al héroe Academo, de
donde procede el nombre de Academia. La Escuela, una especie de secta de sabios
organizada con sus reglamentos, residencia de estudiantes, biblioteca, aulas y
seminarios especializados, fue el precedente y modelo de las modernas instituciones
universitarias.

En ella se estudiaba y se investigaba sobre todo tipo de asuntos, dado que la Filosofía
englobaba la totalidad del saber, hasta que paulatinamente fueron apareciendo -en la
propia Academia- las disciplinas especializadas que darían lugar a ramas
diferenciadas del saber, como la Lógica, la Ética o la Física. Pervivió más de
novecientos años, hasta que Justiniano la mandó cerrar en el 529 d. C., y en ella se
educaron personajes de importancia tan fundamental como Aristóteles.

A diferencia de Sócrates, que no dejó obra escrita, los trabajos de Platón se han
conservado casi completos y se le considera por ello el fundador de la Filosofía
académica (a pesar de que su obra es fundamentalmente un desarrollo del
pensamiento socrático). La mayor parte están escritos en forma de Diálogos, como los
de La República, Las Leyes, El Banquete, Fedro o Fedón.

El contenido de estos escritos es una especulación metafísica, pero con evidente


orientación práctica. El mundo del verdadero ser es el de las ideas, mientras que el
mundo de las apariencias que nos rodean está sometido a continuo cambio y
degeneración. Igualmente, el hombre es un compuesto de dos realidades distintas
unidas accidentalmente: el cuerpo mortal (relacionado con el mundo sensible) y el
alma inmortal (perteneciente al mundo de las ideas, que contempló antes de unirse al
cuerpo). Este hombre dual sólo podría conseguir la felicidad mediante un ejercicio
continuado de la virtud para perfeccionar el alma; y la virtud significaba, ante todo, la
justicia, compendio armónico de las tres virtudes particulares, que correspondían a los
tres componentes del alma: sabiduría de la razón, fortaleza del ánimo y templanza de
los apetitos. El hombre auténtico será, para Platón, aquel que consiga vincularse a las
ideas a través del conocimiento, acto intelectual -y no de los sentidos- consistente en
que el alma recuerde el mundo de las ideas del cual procede.

Sin embargo, la completa realización de este ideal humano sólo puede realizarse en la
vida social de la comunidad política, donde el Estado da armonía y consistencia a las
virtudes individuales. El Estado ideal de Platón sería una República formada por tres
clases de ciudadanos -el pueblo, los guerreros y los filósofos-, cada una con su misión
específica y sus virtudes características: los filósofos serían los llamados a gobernar la
comunidad, por poseer la virtud de la sabiduría; mientras que los guerreros velarían
por el orden y la defensa, apoyándose en su virtud de la fortaleza; y el pueblo
trabajaría en actividades productivas, cultivando la templanza.
Aristóteles
(Estagira, 384-Calcis, 322 a.J.C.) Filósofo griego.
Hijo del médico real de Macedonia, estuvo veinte
años en la Academia de Platón, primero como
discípulo y luego como investigador y como tutor.
Candidato a ser el sucesor del maestro, se afirma
(aunque es dudoso) que quedó despechado por el
nepotismo de la elección de Espeusipo y marchó a
Assos (Asia Menor), donde escribió su diálogo Sobre
la filosofía (la «carta de Assos») y fundó un centro de
estudio bajo la protección de su amigo Hermias,
gobernador de Atarnea, con una de cuyas parientes,
llamada Pitias, se casó.

Muerto Hermias (capturado y crucificado por el sátrapa Mentor), partió hacia Lesbos
como huésped de Teofrasto; fiel a la amistad, compuso la Oda a la virtud, en memoria
de Hermias y por la que veinte años después sus enemigos intentaron procesarle por
impiedad. Aceptó luego de Filipo II de Macedonia el cargo de preceptor de Alejandro
(de 13 años), quien siempre conservaría un gran respeto por su maestro, le apoyaría
económicamente e incluso le mandaría desde el Indo ejemplares de la fauna y de la
flora de su imperio.

Aristóteles se había trasladado mientras tanto, de nuevo, a Atenas y había fundado el


Liceo, donde enseñaba paseando (de ahí el nombre de escuela «peripatética»),
seguía sus investigaciones y análisis de datos, correspondientes a los más diversos
campos (arte dramático, constituciones políticas, deportes olímpicos, zoología), y
elaboraba una veintena de obras. Sin embargo, al morir Alejandro (a los 33 años), el
clan de Demóstenes (autor de las Filípicas y, por tanto, enemigo de Aristóteles) se
envalentonó y «el Estagirita» volvió a decidir su partida, para «ahorrar a los atenienses
un segundo atentado contra la filosofía» (el primero lo habían cometido con Sócrates).
Al año siguiente, moría en Eubea de úlcera de estómago.

Escondidas en una bodega -para protegerlas de los proveedores de Pérgamo-, sus


obras fueron olvidadas, descubiertas por azar, ordenadas y editadas por Andrónico de
Rodas en la Roma de Cicerón, redescubiertas como totalidad en la Edad Media por los
árabes, cristianamente interpretadas (bautizadas) por los tomistas y neoescolásticos,
relegadas por los modernos y, por último, definitivamente rehabilitadas a partir de
Hegel.

De ellas, la tradición ha recogido con el nombre de Órganon las obras de lógica:


Categorías, De la interpretación, Primeros y Segundos analíticos, Tópicos y
Refutaciones de los sofismas. Además de la Retórica, de la Poética (en parte) y de
Sobre el alma, la «antropología» de Aristóteles comprende la Ética a Eudemo, la Ética
a Nicómaco, la Política y la Constitución de Atenas. Sus obras sobre la naturaleza son:
Del cielo, De la generación y corrupción, los Meteoros, la Mecánica, De las partes de
los animales, De la generación de los animales, Sobre el caminar, Sobre el
movimiento, etc. Los varios libros de la Física y de la Metafísica fundamentan y
coronan el conjunto.
Gracias a él, sabemos de la ciencia positiva de la época y de los trabajos y
concepciones de sus predecesores y contemporáneos. Aristóteles aporta siempre
agudas y originales observaciones y no pocas de sus adquisiciones lo han sido de las
ciencias naturales de todos los tiempos (algunas, incluso, no confirmadas hasta el s.
XIX): describió unas 400 especies (de las que disecó unas 50), distinguió entre
animales «sanguíneos» (vertebrados) y «exangües» (invertebrados), clasificó a los
murciélagos como mamíferos, describió la vida social de las abejas, distinguió entre
insectos dípteros e himenópteros y entre rocas y minerales y aportó la noción capital
de especie.

Clasificador y analista universal (de regímenes políticos, de géneros literarios, de


categorías y de modos de razonar e, incluso, del ser y de las causas) y tan atento al
fenómeno del lenguaje como reticente con los abusos del habla, Aristóteles se planteó
además y sobre todo las grandes cuestiones de fondo: la estructura de la materia, la
organización de la vida, el poder del espíritu y sus límites, la libertad del hombre y su
sentido y la trascendencia misma de la divinidad y su misterio.
Gorgias
Nació en la Magna Grecia (en Leontino, Sicilia) y si bien se
establece su fecha en el 485, es un estimativo entre el 500 y el
483. Allí supuestamente fue alumno del también siciliano
Empédocles. Se formó en retórica con Kórax y Tisias,
fundadores de la disciplina. Se sabe que viajó mucho durante
su larga vida, trabajando en varias ciudades griegas,
enseñando y practicando la retórica; finalmente se instalará en
Atenas en el año 427 a. C., causando gran sensación con su
oratoria, como jefe de una embajada de su ciudad, por lo que
fue llamado Gorgias de Leontino, a la edad de 60 años.
Gorgias profesó con gran maestría la retórica, a la que
consideraba como ciencia universal. Negaba ser maestro de
virtud pero prometía hacer hábiles en hablar a sus discípulos.
Según se cuenta, una de sus actividades cotidianas consistía en acudir a lugares
públicos, donde defendía encarnizadamente una tesis relativa a una cuestión
cualquiera; una vez derrotados y convencidos sus interlocutores, comenzaba a
defender la tesis contraria, hasta doblegar nuevamente a quien interviniese en la
disputa, y así sucesivamente se contra argumentaba una y otra vez, haciendo gala de
su retórica. Fue maestro de Tucídides, Agatón, Isócrates, Critias y Alcibíades. Como
retórico, Gorgias fue de los primeros en introducir la cadencia en la prosa y en utilizar
lugares comunes en los argumentos. Las obras de las que nos han llegado fragmentos
son: Sobre la naturaleza o sea del no ser, Elogio a Elena y Apología de Palamedes.
Murió en Tesalia, el año 380 a.C. Con alrededor de 105 años.

Filosofía
Según Platón en su Gorgias seu de Rethorica, Gorgias define su arte como arte
oratorio y afirma que está dispuesto a formar en tal arte a todos aquellos que quieran.
Se vanagloriaba de haber contestado a cuantas cuestiones se le habían propuesto,
ofreciéndose después a verificar lo argumentado. Cabe destacar que a diferencia de lo
que ocurre en el diálogo Protágoras (cuyo protagonista es el también sofista
Protágoras), donde sus posturas son presentadas de modo respetuosas, en el Gorgias
de Platón, el sofista aparece con unas tesis muy débiles que son fácilmente rebatidas
por Sócrates que lo deja en ridículo, como sin posibilidad de defender de modo alguno
sus posturas. Forma parte de la primera generación de sofistas junto con Protágoras
con quien compartió el presupuesto básico de su filosofía: el relativismo y el
escepticismo. Nos movemos en el mundo de la mera opinión, siendo la verdad para
cada uno de nosotros aquello que nos persuade como tal. La retórica es la técnica de
la persuasión, y el sofista, el maestro de la opinión.

Recogió la temática de la Filosofía eleática concluyendo que nada existe. Se


encuentran en una obra que se le atribuye, Sobre la Naturaleza o el No Ser (título
que alude a la postura de la escuela eleática -por la cual se ve influido, pero a la que
ataca- ya que el filósofo Meliso de Samos había escrito la obra Sobre la naturaleza o
el Ser), tres célebres tesis:

1. Nada existe.
2. Si algo existiera, no podría ser conocido por el hombre.
3. Si algo existente pudiese ser conocido, sería imposible expresarlo con el
lenguaje a otro hombre.
La relatividad de Protágoras pasa a ser en Gorgias escepticismo, sosteniendo tesis
nihilistas (del latín nihil -nada-; tesis que sostiene la ausencia de convicciones
verdaderas así como de los valores. En el caso de Gorgias, se niega la existencia de
nada permanente en lo real) al declarar falsas todas las opiniones.

Tesis 1: Nada existe


La primera tesis la defiende de la manera siguiente: si algo existe debería o bien ser
eterno o no serlo. Si fuese eterno, habría de ser infinito y, si fuese infinito, no podría
estar en nada. Pero, lo que no está en nada no existe. Por otra parte, si no fuese
eterno, debería haber comenzado a ser (debería haber nacido, haber sido creado),
pero, para comenzar a ser, antes debería no ser, lo que es imposible, ya que el no ser
no es (lo que no existe no puede engendrar la existencia). Así, ni es eterno ni tiene
origen y, por tanto, no es. Nada puede existir.

El también escéptico Sexto Empírico, quien conoció los escritos gorgianos, recoge la
argumentación en su libro "Contra los matemáticos" de este modo:

"Que nada existe es argumentado de este modo. Si existe algo, o bien existe lo que es
o lo que no es, o bien existen tanto lo que es como lo que no es. Pero ni lo que es
existe, como demostrará, ni lo que no es, como explicará, ni tampoco lo que es y lo
que no es, punto éste que también justificará. No existe nada, en conclusión.

Es claro, por un lado, que lo que no es no existe. Pues si lo que no es existiera,


existiría y, al mismo tiempo, no existiría. En tanto que es pensado como no existente,
no existirá, pero, en tanto que existe como no existente, en tal caso existirá. Y es de
todo punto absurdo que algo exista y, al mismo tiempo, no exista. En conclusión, lo
que no es no existe. E inversamente, si lo que no es existe, lo que es no existirá. Pues
uno y otro son mutuamente opuestos, de modo que si la existencia resulta atributo
esencial de lo que no es, a lo que es le convendría la inexistencia. Mas no es cierto
que lo que es no existe y, por tanto, tampoco lo que no es existirá.

Pero es que tampoco lo que es existe. Pues si lo que es existe, o bien es eterno o
engendrado, o eterno o ingénito al tiempo. Mas no es eterno ni engendrado ni ambas
cosas, como mostraremos. En conclusión, lo que es no existe.

Porque si es eterno lo que es -hay que comenzar por esta hipótesis- no tiene principio
alguno. Pues todo lo que nace tiene algún principio, en tanto que lo eterno, por su
ingénita existencia, no puede tener principio. Y, al no tener principio, es infinito. Y si es
infinito, no se encuentra en parte alguna. Ya que si está en algún sitio, ese sitio en el
que se encuentra es algo diferente de él y, en tal caso, no será ya infinito el ser que
está contenido, mientras que nada hay mayor que el infinito, de modo que el infinito no
está en parte alguna. Ahora bien, tampoco está contenido en sí mismo. Pues
continente y contenido serán lo mismo y lo que es uno se convertirá en dos, en
espacio y materia. En efecto, el continente es el espacio y contenido, la materia. Y ello
es, sin duda, un absurdo. En consecuencia tampoco lo que es está en sí mismo. De
modo que, si lo que es eterno, es infinito y, si infinito, no está en ninguna parte, no
existe. Por tanto, si lo que es, es eterno, tampoco su existencia es en absoluto.

Pero tampoco lo que es puede ser engendrado. Ya que si ha sido engendrado,


procede de lo que es o de lo que no es. Más no procede de lo que es. Ya que si su
existencia es, no ha sido engendrado, sino que ya existe. Ni tampoco procede de lo
que no es, ya que lo que no es no puede engendrar nada, dado que el ente creador
debe necesariamente participar de la existencia. En consecuencia lo que es no es
tampoco engendrado.

Y por las mismas razones tampoco son posibles las dos alternativas, que sea, al
tiempo, eterno y engendrado. Pues ambas alternativas se destruyen mutuamente, y, si
lo que es, es eterno, no ha nacido y, si ha nacido, no es eterno.

Por tanto, si lo que es no es ni eterno ni engendrado ni tampoco lo uno y lo otro, al


tiempo, lo que es no puede existir.

Y, por otro lado, si existe es uno o es múltiple. Mas no es ni uno ni múltiple, según se
demostrará. Por tanto, lo que es no existe, ya que si es uno, o bien es cantidad
discreta o continua, o bien magnitud o bien materia. Mas, en cualquiera de los
supuestos no es uno, ya que si existe como cantidad discreta, podrá ser separado, y,
si es continua, podrá ser dividido. Y, por modo semejante, si es pensado como
magnitud no deja de ser separable. Y, si resulta que es materia, tendrá una triple
dimensión, ya que poseerá longitud, anchura y altura. Mas, es absurdo decir que lo
que es no será ninguna de estas propiedades. En conclusión, lo que es no es uno.
Pero ciertamente tampoco es múltiple.

Pues, dado que la multiplicidad es un compuesto de distintas unidades, excluida la


existencia de lo uno, queda excluida, por lo mismo, la multiplicidad.

Que no existen, pues, ni lo que es ni lo que no es, resulta fácil de demostrar. Ya que si
tanto lo que no es como lo que es existen, lo que no es será idéntico a lo que es en
cuanto a la existencia. Y, por ello, ninguno de los dos existe. Que lo que no es no
existe es cosa convenida. Y ha quedado demostrado que lo que es, en su existencia,
es idéntico a lo que no es. Por tanto, tampoco él existirá. En consecuencia, si lo que
es idéntico a lo que no es, no pueden existir el uno y el otro. Porque, si existen ambos,
no hay identidad y, si existe identidad, no pueden ambos existir. De ello se sigue que
nada existe."

Tesis 2: Si algo existiese, sería incognoscible


La segunda tesis parte de la afirmación de Parménides según la cual no es posible
pensar el no ser. Pero, si el no ser no pudiese ser pensado, afirma Gorgias, no
existiría el error. Dado que el error existe, se infiere que puede pensarse el no ser. Así,
podemos decir que hay cosas no pensadas que existen, y cosas no existentes (como
personajes míticos, por ejemplo) que pueden ser pensadas. De esta manera señala
que existe una división entre pensamiento y ser y, por tanto, si algo existiese, no
podría ser pensado. “Si lo pensado no existe, lo existente no es pensado”

En palabras de Sexto Empírico:

"A continuación debe demostrarse que, aun en el caso de que alguna cosa exista,
ésta es incognoscible e inconcebible para el hombre (...). Es una deducción exacta e
impecable ésta: "si lo pensado no existe, lo existente no es pensado" (...) Es evidente
que las cosas pensadas no existen. Pues, si en efecto, las cosas pensadas existen,
todas las cosas pensadas deben existir, después que alguien las piense. Lo que es
inverosímil, pues, de hecho no es verdad que si uno piensa hombres voladores o
carros que corren por el mar, por eso sólo un hombre vuele o los carros corran sobre
el mar. Por lo cual no es verdad que lo pensado exista. Además, si lo pensado existe,
lo no existente no podrá ser pensado, porque a los contrarios les corresponden
atributos contrarios (...) por ello, si a lo existente le corresponde el ser pensado, a lo
no existente le corresponderá el no ser pensado. Pero esto es absurdo, porque se
piensa también a Escila y la Quimera y muchas otras cosas irreales. Por lo cual el ser
no es pensado (...)"

Tesis 3: Si algo fuese cognoscible, sería incomunicable


La tercera tesis defiende que la palabra no comunica más que sonidos. Mediante el
lenguaje no transmitimos colores, sabores, tamaños, etc., sino solamente sonidos (es
decir, no transmitimos las cosas en sí sino sólo palabras). Y, al igual que la vista no ve
los sonidos, el oído no oye los colores. Con ello pone de manifiesto el divorcio
existente entre signo y significado (entre el término que designa y el objeto designado),
y destaca la imposibilidad de transmitir la realidad mediante la palabra.

Esto se podría resumir en: 1) antítesis entre la exterioridad (respecto a nosotros) de la


subsistencia de los objetos y la interioridad de la palabra; 2) imposibilidad, por ello, de
que la palabra tenga la función de representar el objeto exterior, el cual, en cambio,
tiene la función de revelarnos a nosotros 1a palabra, suscitándola por medio de las
impresiones sensibles (los sentidos); 3) diferencia entre la subsistencia visible (los
objetos) y auditiva (la palabra), e irrepresentabilidad recíproca.

Dice Sexto Empírico:

"Porque el medio con lo que nos expresamos es la palabra y ésta no es lo subsistente


y el ser. Por tanto, no expresamos los seres reales a nuestro prójimo, sino palabras
que son distintas a la realidad subsistente. Pues, tal como lo visible no puede
transformarse en audible y viceversa, así el ser no puede transformarse en palabra
nuestra, pues subsiste fuera de nosotros. Y no siendo palabra lo real no puede ser
manifestado a los demás. La palabra, en efecto se organiza por las impresiones de los
objetos exteriores sobre nosotros, es decir, por las sensaciones, pues de la acción del
sabor, surge en nosotros la palabra que expresa tal cualidad, y de la impresión del
color, la palabra del color. Si esto es verdad, no es la palabra representativa del objeto
externo, sino que el objeto externo es revelador de la palabra. Y por lo tanto, ni aun se
puede decir que, tal como subsisten los objetos visibles y los audibles, suceda así con
la palabra también; de manera que pueda, por ser subsistente y real, revelar los
objetos subsistentes y reales. Porque si también subsiste la palabra, en tal caso, es
cosa diversa de los otros subsistentes (de las cosas mismas), y sobre todo, difieren
los cuerpos visibles de las palabras: pues lo visible se percibe con un órgano distinto
al que percibe la palabra. Por ello, la palabra no puede expresar la mayor parte de los
objetos subsistentes, de la misma manera que ni aun éstos pueden manifestar unos la
naturaleza de los otros."

Obra
Manuales de retórica

• Retórico
• Helena
• Defensa de Palamedes
Protagoras
Según la mayoría de los autores Protágoras nació en
Abdera el año 481, aunque Burnet y Taylor retrasan su
nacimiento hasta el año 500 a. c.; hacia mediados de siglo
se instaló en Atenas, entablando amistad con Pericles,
ciudad en la que alcanzó un elevado protagonismo.
Acusado de impiedad, probablemente de ateísmo y/o
blasfemia, por haber afirmado en su libro "Sobre los
dioses" que no es posible saber si los dioses existen ni
cuál es su forma o naturaleza, se vio obligado a abandonar
Atenas refugiándose al parecer en Sicilia.

La doctrina de Protágoras ha sido interpretada, desde


Platón (quien le dedicó un diálogo, titulado Protágoras),
como un relativismo que se expresaría en la célebre máxima de que «el hombre es la
medida de todas las cosas». Afirmaba que de los objetos conocemos no lo que son,
sino lo que nos parecen (no la esencia sino la apariencia), al tiempo que defendía el
carácter convencional de las normas morales.

Pensamiento
1.

Protágoras defendía el relativismo y el convencionalismo de las normas, costumbres y


creencias del hombre. Es su tesis más conocida y que queda reflejada en la
frase "El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto
que son y de las que no son en cuanto que no son", uno de los fragmentos que
conservamos de su obra. Respecto al relativismo de Protágoras cabe
interpretarlo de dos modos:

1.a)

Si concebimos que el hombre al que se refiere Protágoras es el hombre particular y


concreto, el individuo, Protágoras estaría afirmando un relativismo radical, de modo
que cada hombre tendría "su verdad". Platón en el Teeteto así lo interpreta: lo que a
mí me parece frío es frío, aunque no le parezca así a otro.

1.b)

Pero podemos interpretar que Protágoras entiende "hombre" como "ser humano", y
tendríamos que hablar entonces de un relativismo social, en el sentido de que
aceptamos como verdadero lo que en nuestra sociedad es aceptado como verdadero.

2.

También se ha discutido si Protágoras aceptaba el relativismo ético o moral. Si


Protágoras afirma que el hombre es la medida de todas las cosas parece que el
relativismo se hacía extensivo a los valores éticos, (aunque Platón en su diálogo
"Protágoras" mantenga que el relativismo no se extendía a los valores éticos). De tal
modo, lo bueno será lo bueno "para mí", si adoptamos la perspectiva del relativismo
individual, o lo bueno "para la sociedad", si adoptamos la perspectiva del relativismo
social o cultural.
3.

En relación con la tesis del relativismo se desarrollará la contraposición "nómos /


physis", entre las leyes sociales y la naturaleza. Las leyes sociales son el resultado del
pacto o de la convención entre los individuos, es decir no tienen carácter natural; el
determinante de la ley social no es ni el individuo, ni la naturaleza, sino el conjunto de
los hombres que viven en esa sociedad. De ese modo se explica el carácter
modificable de la ley, y las diferencias entre las leyes imperantes en distintos pueblos y
culturas, o dentro de la misma cultura entre distintas ciudades. Dado que no existe una
ley que por naturaleza obligue a los hombres a organizarse de esta u otra manera, las
leyes de la sociedad quedan sometidas al acuerdo o a la convención de todos los
hombres; en este sentido será el criterio de la utilidad el que determine qué leyes se
adoptarán y, una vez adoptadas, serán de obligado cumplimiento.
Filosofía medieval
Se denomina Filosofía Medieval a la filosofía dada en
Europa y el Oriente Medio durante el período conocido
como Edad Media, periodo que se extiende desde la
caída del Imperio Romano de Occidente en el siglo V
d. C. hasta el descubrimiento de América en el año
1492 d.C.

Delimitación histórica y temática

Desde un punto de vista histórico, la Edad Media se


extiende desde la caída del Imperio Romano de
Occidente hasta el descubrimiento de América, pero
temáticamente, según autores como Gilson, la filosofía
medieval se inicia en el siglo II con el diálogo entre la
filosofía helenística y las grandes religiones
monoteístas. Por esto algunos autores sostienen que
la filosofía antigua pierde su antigua autonomía y
deviene ancilla Theologiae, vale decir, pasa a estar
subordinada o con una actitud servil con respecto a la
especulación religiosa.

Contenidos

Los problemas fundamentales discutidos durante este periodo fueron la relación entre la fe y la
razón, la naturaleza y existencia de Dios, los límites del conocimiento y la libertad en el hombre,
la naturaleza de los universales y la individuación de las sustancias divisibles e indivisibles.

Etapas y representantes

La patrística es la fase en la historia de la organización y la teología cristiana que abarca desde


el fin del cristianismo primitivo, con la consolidación del canon neotestamentario, hasta
alrededor del siglo VIII. Además de la elucidación progresiva del dogma cristiano, la patrística
se ocupó sobre todo de la apología o defensa del cristianismo frente a las religiones paganas
primero y las sucesivas interpretaciones heterodoxas que darían lugar a las herejías luego.

El cristianismo es difundido masivamente por varios profetas, tomando fuerza entre la


población y desplazando a las religiones politeístas.

Su nombre deriva de los padres de la Iglesia, los teólogos cuya interpretación dominaría la
historia del dogma.

La influencia apologética se debió entre otras cosas al ataque hostil, y por penetrar en los datos
de la revelación, el de formarse una imagen totalizadora del mundo y de la vida humana a la luz
de la fe. El progreso de lo implícito a lo explicito fue un progreso en la ciencia teológica; en el
proceso de argumentación y definición se emplearon conceptos y categorías tomados de la
filosofía. La filosofía imperante era el platonismo, neoplatonismo (con toque estoico);

Los escritores cristianos no hicieron distinción entre filosofía y teología. Éstos mostraron una
divergencia de actitud ante la filosofía clásica: como enemiga o como utilidad.
San Agustín

(Aurelius Augustinus; Tagaste, hoy Suq Ahras,


actual Argelia, 354 - Hipona, id., 430) Teólogo
latino. Hijo de un pagano, Patricio, y de una
cristiana, Mónica, San Agustín inició su formación
en su ciudad natal y estudió retórica en Madauro.

Su primera lectura de las Escrituras le


decepcionó y acentuó su desconfianza hacia una
fe impuesta y no fundada en la razón. Su
preocupación por el problema del mal, que lo
acompañaría toda su vida, fue determinante en
su adhesión al maniqueísmo. Dedicado a la
difusión de esa doctrina, profesó la elocuencia en
Cartago (374-383), Roma (383) y Milán (384).

San Agustín

La lectura de los neoplatónicos, probablemente de Plotino, debilitó las convicciones


maniqueístas de San Agustín y modificó su concepción de la esencia divina y de la naturaleza
del mal. A partir de la idea de que «Dios es luz, sustancia espiritual de la que todo depende y
que no depende de nada», comprendió que las cosas, estando necesariamente subordinadas
a Dios, derivan todo su ser de Él, de manera que el mal sólo puede ser entendido como
pérdida de un bien, como ausencia o no-ser, en ningún caso como sustancia.

La convicción de haber recibido una señal divina lo decidió a retirarse con su madre, su hijo y
sus discípulos a la casa de su amigo Verecundo, en Lombardía, donde San Agustín escribió
sus primeras obras. En 387 se hizo bautizar por san Ambrosio y se consagró definitivamente
al servicio de Dios. En Roma vivió un éxtasis compartido con su madre, Mónica, que murió
poco después.

En 388 regresó definitivamente a África. En el 391 fue ordenado sacerdote en Hipona por el
anciano obispo Valerio, quien le encomendó la misión de predicar entre los fieles la palabra
de Dios, tarea que San Agustín cumplió con fervor y le valió gran renombre; al propio
tiempo, sostenía enconado combate contra las herejías y los cismas que amenazaban a la
ortodoxia católica, reflejado en las controversias que mantuvo con maniqueos, pelagianos,
donatistas y paganos.

Tras la muerte de Valerio, hacia finales del 395, San Agustín fue nombrado obispo de
Hipona. Dedicó numerosos sermones a la instrucción de su pueblo, escribió sus célebres
Cartas a amigos, adversarios, extranjeros, fieles y paganos, y ejerció a la vez de pastor,
administrador, orador y juez.

Al caer Roma en manos de los godos de Alarico (410), se acusó al cristianismo de ser
responsable de las desgracias del imperio, lo que suscitó una encendida respuesta de San
Agustín, recogida en La Ciudad de Dios, que contiene una verdadera filosofía de la historia
cristiana.

Durante los últimos años de su vida asistió a las invasiones bárbaras del norte de África
(iniciadas en el 429), a las que no escapó su ciudad episcopal. Al tercer mes del asedio de
Hipona, cayó enfermo y murió.
La filosofía de San Agustín
El tema central del pensamiento de San Agustín es la relación del alma, perdida por el
pecado y salvada por la gracia divina, con Dios, relación en la que el mundo exterior no
cumple otra función que la de mediador entre ambas partes. De ahí su carácter
esencialmente espiritualista, frente a la tendencia cosmológica de la filosofía griega. La obra
del santo se plantea como un largo y ardiente diálogo entre la criatura y su Creador,
esquema que desarrollan explícitamente sus Confesiones (400).

Si bien el encuentro del hombre con Dios se produce en la charitas (amor), Dios es
concebido como verdad, en la línea del idealismo platónico. Sólo situándose en el seno de
esa verdad, es decir, al realizar el movimiento de lo finito hacia lo infinito, puede el hombre
acercarse a su propia esencia.

Pero su visión pesimista del hombre contribuyó a reforzar el papel que, a sus ojos,
desempeña la gracia divina, por encima del que tiene la libertad humana, en la salvación del
alma. Este problema es el que más controversias ha suscitado, pues entronca con la cuestión
de la predestinación, y la postura de San Agustín contiene en este punto algunos equívocos.

Los grandes temas agustinianos –conocimiento y amor, memoria y presencia, sabiduría–


dominaron toda la teología cristiana hasta la escolástica tomista. Lutero recuperó,
transformándola, su visión pesimista del hombre pecador, y los jansenistas, por su parte, se
inspiraron muy a menudo en el Augustinus, libro en cuyas páginas se resumían las
principales tesis del filósofo de Hipona.
Santo Tomás de Aquino
(Llamado Doctor Angélico; Roccaseca, actual
Italia, 1224-Fossanuova, id., 1274) Teólogo y
filósofo italiano. Hijo de una de las familias
aristócratas más influyentes de la Italia
meridional, estudió en Montecassino, en cuyo
monasterio benedictino sus padres quisieron
que siguiera la carrera eclesiástica.
Posteriormente se trasladó a Nápoles, donde
cursó estudios de artes y teología y entró en
contacto con la Orden de los Hermanos
Predicadores.

En 1243 manifestó su deseo de ingresar en


dicha Orden, pero su familia se opuso
firmemente, e incluso su madre consiguió el
permiso de Federico II para que sus dos hermanos, miembros del ejército imperial,
detuvieran a Tomás. Ello ocurrió en Acquapendente en mayo de 1244 y el santo permaneció
retenido en el castillo de Santo Giovanni durante un año. Tras una queja de Juan el
Teutónico, general de los dominicos, a Federico II, éste accedió a que Tomás fuera puesto en
libertad. Luego, se le permitió trasladarse a París, donde permaneció desde 1245 hasta
1256, fecha en que obtuvo el título de maestro en teología.

Durante estos años estuvo al cuidado de Alberto Magno, con quien entabló una duradera
amistad. Les unía -además del hecho de pertenecer ambos a la Orden dominica- una visión
abierta y tolerante, aunque no exenta de crítica, del nuevo saber grecoárabe, que por
aquellas fechas llegaba masivamente a las universidades y centros de cultura occidentales.
Tras doctorarse, ocupó una de las cátedras reservadas a los dominicos, tarea que
compatibilizó con la redacción de sus primeras obras, en las cuales empezó a alejarse de la
corriente teológica mayoritaria, derivada de las enseñanzas de san Agustín.

En 1259 regresó a Italia, donde permaneció hasta 1268 al servicio de la corte pontificia en
calidad de instructor y consultor del Papa, a quien acompañaba en sus viajes. Durante estos
años redactó varios comentarios al Pseudo-Dionisio y a Aristóteles, finalizó la Suma contra
los gentiles, obra en la cual repasaba críticamente las filosofías y teologías presentes a lo
largo de la historia, e inició la redacción de su obra capital, la Suma Teológica, en la que
estuvo ocupado entre 1267 y 1274 y que representa el compendio último de todo su
pensamiento.

Tomás de Aquino supo resolver la crisis producida en el pensamiento cristiano por el


averroísmo, interpretación del pensamiento aristotélico que resaltaba la independencia del
entendimiento guiado por los sentidos y planteaba el problema de la doble verdad, es decir,
la contradicción de las verdades del entendimiento y las de la revelación. En oposición a esta
tesis, defendida en la Universidad de París por Siger de Brabante, afirmó la necesidad de que
ambas fueran compatibles, pues, procediendo de Dios, no podrían entrar en contradicción;
ambas verdades debían ser, además, complementarias, de modo que las de orden
sobrenatural debían ser conocidas por revelación, mientras que las de orden natural serían
accesibles por el entendimiento; filosofía y teología son, por tanto, distintas y
complementarias, siendo ambas racionales, pues la teología deduce racionalmente a partir
de las premisas reveladas.
A medio camino entre el espiritualismo agustiniano y el naturalismo emergente del
averroísmo, defendió un realismo moderado, para el cual los universales (los conceptos
abstractos) existen fundamentalmente in re (en las cosas) y sólo formalmente post rem (en
el entendimiento). En último término, Tomás de Aquino encontró una vía para conciliar la
revalorización del mundo material que se vivía en Occidente con los dogmas del cristianismo,
a través de una inteligente y bien trabada interpretación de Aristóteles.

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