Vous êtes sur la page 1sur 5

QUE YO MENGÜE PARA QUE ÉL

CREZCA
“Con este motivo se acercaron a Juan y le dijeron: -Maestro, ¿te
acuerdas de aquel que estaba contigo en la otra orilla del río Jordán?
Tú diste testimonio en su favor. Pues bien, ahora está bautizado y
todos se van tras él.
Juan respondió:
-El hombre solamente puede tener lo que Dios le haya dado.
Vosotros mismos sois testigos de lo que yo dije entonces: “no soy el
Mesías; simplemente he sido enviado como un precursor.” A quien la
esposa pertenece es al esposo. Por su parte, el amigo del esposo,
que está junto a él le escucha, se alegra extraordinariamente al oír la
voz del esposo. Este es, pues, el momento en que mi alegría se ha
colmado. Él debe desempeñar su papel, cada vez más importante;
yo, en cambio, he de ir quedando en la sombra.” (Juan 3:26-30)

Hay ocasiones en que el potencial y los dones de alguno de los


muchachos y muchachas que están trabajando conmigo es
claramente evidente, no sólo para mí, sino también para el resto de
la comunidad.

Otras veces, sin embargo, me maravillo de comprobar una y otra vez


que el Señor me da la capacidad y el discernimiento de poder ver
esos dones y ese potencial mucho antes que ambos sean evidentes,
no sólo para el resto de la comunidad, sino incluso para los mismos
interesados.

Creo que forma parte de los dones que el Señor me ha dado a mí


mismo, la capacidad de ver en las personas lo que no es evidente, la
clarividencia de discernir el potencial que el Señor ha derramado
sobre ellos y que puede ser invertido para el crecimiento de la
persona y la construcción del Reino de Dios.

Ese don –discernir, ver, identificar los dones y potencial de otros-


lleva consigo un gran reto, una gran responsabilidad y, a la vez, una
gran tentación o peligro.

El reto y la responsabilidad es ayudar a las personas para que puedan


desarrollar todos sus dones, todo el potencial que el Señor les ha
2

otorgado. Eso implica creer en ellos, transmitirles el sentimiento y la


convicción de que pueden hacer una gran contribución para el
cumplimiento de la Gran Comisión y la edificación del Reino. Es
comunicarles que Dios cree en ellos y, por tanto, yo también lo hago.

Esto, me doy cuenta cuan importante es, ya que a menudo, ni otras


personas, ni los propios interesados creen en ellos mismos. He visto
muchas caras de duda y escepticismo en líderes de la iglesia cuando
he compartido con ellos acerca de las posibilidades, el potencial y los
dones que fulanito o menganito tienen. Pero también he visto esa
misma cara de duda o incredulidad en la vida de fulanito y menganito
cuando he hablado con ellos acerca de sus dones y potencial.

El gran reto, la gran responsabilidad es ayudarles a ser todo lo que


ellos pueden ser, todo lo que el Señor cree que pueden ser y espera
que lleguen a ser.

Se me presenta como un reto y una responsabilidad apasionante. Es


como el escultor que de un bloque de mármol cuadrado y sin forma
es capaz de visualizar una obra de arte como “La piedad” de Miguel
Ángel, “El pensador” de Rodín o “El discóbolo” de Mirón. Ve, tiene
visión para una obra maestra donde otros son incapaces de ver algo
más que una simple piedra.

Es un reto apasionante poder ser un instrumento en las manos de


Dios para ayudar a que el Señor cumpla su propósito y sus planes en
la vida de los jóvenes con los que estamos trabajando.

Pero seamos sinceros, también hay temor, miedo y una gran


tentación y peligro en el potencial y los dones de nuestros jóvenes.
¿Qué sucederá si este joven crece y desarrolla todos sus dones y todo
su potencial? ¿Puede llegar a hacer sombra a mi propio ministerio?
¿Puede ser que crezca y se desarrolle hasta el punto de que yo llegue
a perder mi propia posición de liderazgo e influencia sobre los
jóvenes? ¿Puede darse el caso de que los muchachos y las
muchachas vayan tras él y yo pierdan mi lugar preeminente en el
trabajo juvenil?

Esas alarmas se disparan en mi mente. Del mismo modo que puedo


ver el potencial puedo imaginar los peligros y las consecuencias que
el crecimiento de estos jóvenes puede comportar a mi propio
ministerio. El miedo y la angustia son mayores cuanto más grandes
son los dones y el potencial del joven, especialmente si ambas cosas
son, o pueden llegar a ser mayores y mejores que los míos.

Es humano pensar en estos términos y desgraciada o


afortunadamente todavía somos humanos a pesar de haber conocido
3

a Cristo como Señor y Salvador personal y a pesar de estar a su


servicio.

Pensar en perder nuestro lugar ante un líder que emerge es natural.


Se puede producir una respuesta de miedo y de inseguridad ante el
potencial del otro. El problema no es tener este tipo de pensamientos
y sentimientos, el peligro es responder de forma equivocada y
errónea a los mismos.

Una tentación puede ser cortar el crecimiento del líder emergente.


Hay muchas maneras de hacerlo. Es posible llevarlo a cabo de formas
muy sofisticadas y muy sibilinas. Incluso, no es demasiado difícil
encontrar argumentos bíblicos o teológicos para encubrir la
carnalidad implícita en todo ello.

Podemos aplicar un sutil boicot. No darle oportunidades para que


desarrolle sus dones y su potencial. Mantenerlo siempre con
responsabilidades secundarias y de poca proyección pública,
cuestionar sus opiniones, destruir su reputación, dejar ir comentarios,
aparentemente inocuos y carentes de importancia, acerca de su
validez para el ministerio o la honestidad de sus motivaciones. Lo que
funciona muy bien es privarle de responsabilidades aduciendo una
falta de madurez, la cual, por otra parte es real, pero que es
imposible de desarrollar sin recibir oportunidades para crecer.

También puedo tener, y debo esforzarme en ello, la respuesta


correcta. Esta consistiría en gozarme en todo lo que Dios puede llegar
a hacer por medio de esta persona. Dar gracias al Señor por dotar a
las personas con mayores dones y posibilidades de las que he ha
dado a mí. Es duro, sin embargo, creo que la madurez consiste en
alegrarse en que haya gente mejor que nosotros, con más
capacidades, dones, recursos y posibilidades que las que Dios nos ha
dado a nosotros mismos.

Claro, para ello hay que volver a recobrar la perspectiva bíblica


nuevamente. Reconocer que somos constructores, no de nuestro
propio reino, sino del Reino de Dios. Por tanto, los líderes
emergentes, especialmente si pueden llegar a ser más de lo que
somos nosotros, no son competidores, antes bien colaboradores,
nuevos recursos para el cumplimiento de la Gran Comisión.

No hay mayor gloria para un líder, no existe gozo mayor que el hecho
de que sus propios discípulos lo superen, vayan más allá de donde él
fue, desarrollen más potencial y capacidad que la que él tuvo. Otra
cosa es que nuestros discípulos aprendan a honrar y valorar nuestra
contribución en sus vidas. Pero nadie nos podrá privar de la gloria
que significa el haber contribuido a que nuestros discípulos hayan
4

desarrollado tanto su potencial y capacidades que nos hayan


superado.

Miro a mi alrededor y veo líderes por doquier ¿Será el discernimiento


que el Señor me ha dado? Por eso, me sorprenden aquellos líderes
que no ven potenciales líderes a su alrededor, que siempre se están
quejando de soledad y de poca ayuda. Me producen tristeza aquellos
líderes que únicamente pueden ver los defectos, los fallos y las
inconsistencias de sus seguidores y son incapaces de valorar y
visualizar ni el más mínimo potencial.

A menudo, el problema son ellos mismos, su falta de fe y confianza


en otros. En otras ocasiones es su propio miedo e inseguridad la que
les lleva a no querer ver lo evidente o a impedir que crezca el
potencial existente. Hay gente que no ve, otros no quieren ver.

MI ORACIÓN
Señor ayúdame a tener la capacidad de discernir los dones, el
potencial y las capacidades de las personas que Tú has puesto a mi
alrededor. Y cuando lo haga, por favor, ayúdame a no caer en la
tentación de verlos como potenciales enemigos y adversarios.
Líbrame del pecado de cortar su crecimiento, de desplazarlos, de
marginarlos, de impedir, en suma, que Tú puedas cumplir tu
propósito en ellos.

Por el contrario, dame las fuerzas para ayudarlos, para darles el


ánimo y los recursos necesarios para que crezcan y desarrollen todos
los dones y el potencial que les has dado. Y Señor, cuando lleguen los
conflictos emocionales, el miedo, la inseguridad ante lo que ellos
pueden llegar a ser, ayúdame a gozarme en ti, a tener la perspectiva
de la auténtica gloria, la gloria de ver que he podido ayudar a otros a
que me superen y sean mayores y mejores que yo para tu gloria.

TU REFLEXIÓN

1. ¿Cómo te sientes cuando otras personas tienen dones y


potencial mayores o iguales al tuyo?
2. ¿Cómo reaccionas, con miedo, inseguridad, gozo, satisfacción?
3. ¿Hay una falta de dones y potencial entre la gente con la que
estás trabajando? ¿Es esta falta real o es por el contrario un
problema tuyo?
4. ¿Tienes la capacidad de ver el potencial y los dones ocultos en
tus jóvenes o por el contrario sólo ves lo evidente?
5

5. ¿Quién hay a tu alrededor a quien deberías dedicar tiempo para


que pueda desarrollar su liderazgo?

EL PERSONAJE

Juan el Bautista fue todo un personaje. Llegó a ser la figura clave y


central de la vida religiosa de Israel. Su ministerio profético alcanzó
un éxito claro y evidente y gente de toda Judea iba hasta donde
estaba para escucharlo y poder ser bautizados por él.

Se nos dice que todo tipo de personas se sentían atraídos por su


mensaje, fariseos, maestros de la ley, escribas, soldados,
recaudadores de impuestos, trabajadores autónomos, campesinos,
hombres y mujeres.

Juan tuvo el privilegio de ser escogido por Dios para indicar y


anunciar el ministerio de Jesús, su primo y, además, el Mesías
prometido para la liberación del Israel. Sin duda uno de los
momentos álgidos del ministerio de Juan debió de ser el bautismo de
Jesús.

Sin embargo, desde que Jesús entró en la escena fue evidente que la
estrella de Juan comenzó a declinar. Primero, la gente empezó a
seguir a Jesús y a prestarle menos atención a él y su ministerio.
Posteriormente, sus propios discípulos comenzaron a abandonarle
para seguir al nuevo maestro de Israel. Incluso algunos de sus fieles,
preocupados por esta pérdida de influencia, poder y proyección
pública, sin duda con buena intención, le mencionaron el problema a
Juan.

Juan no tuvo ningún problema en reconocer que el mismo no podía


tener ningún tipo de ministerio que no le fuera dado por Dios, por
tanto, no iba a pelear por retener el suyo. Además, con una gran
perspectiva espiritual e histórica afirmó que era necesario que Jesús
cada vez fuera más importante y él mismo pasara a un segundo
plano.

Poco después, Juan fue encarcelado y después ejecutado.

Vous aimerez peut-être aussi