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CAUSAS

El conflicto en Egipto comenzó con la influencia de Túnez, país presidido por Zine
El Abidine Ben Ali donde se habían llevado a cabo revueltas sociales por los
ciudadanos de aquel país.

En el año 2002 el Gobierno se planteó una nueva reforma que afectaba,


principalmente, a dos temas: por una parte, se prometió que se iban a proteger de
una manera más seria los derechos y las libertades públicas y, por otra, el
presidente se comprometía a reducir el tiempo en el poder de la persona electa
por los ciudadanos. Ante estas reformas del 2002, Amnistía Internacional critica
que, actualmente, Túnez es un país que se caracteriza por dos cosas dotadas de
gran importancia: la falta de libertad de expresión y la falta de una democracia
seria que entregue los derechos que corresponden a sus ciudadanos.

A raíz de la acción de Bouazizi, el pueblo tunecino estalló en una serie de


protestas y revueltas que convirtió el país en un verdadero caos. La gente se
rebeló contra el Gobierno actual de Ben Ali provocando graves disturbios en las
calles. Ante esta explosión, el presidente tunecino se vio forzado a anunciar que
se celebrarían nuevas elecciones en 2014. Pero este anuncio no fue suficiente
para las masas airadas. Por ello, el mandatario tuvo que huir del su país para ir a
refugiarse a Arabia Saudita.

Las causas que llevaron a los ciudadanos a manifestarse en las calles en contra
de su presidente y su régimen político fueron, sobre todo, la crisis económica que
desde hace ya años sufre el país, acompañada por una tasa de desempleo muy
elevada que afecta, principalmente, al sector más joven del país. Por otra parte,
denunciaban los manifestantes la enorme corrupción que existía en el sistema de
Gobierno tunecino.

Durante esta situación, muchos han sido los países y organizaciones que se han
pronunciado al respecto. Así pues, Alemania y la ONU llamaban a crear un
ambiente pacífico donde no se desencadenaran actos violentos. Francia abogaba
por la necesidad de diálogo para solucionar el conflicto y, España, aludía a la
unión y a la celebración de unas elecciones generales llevadas a cabo con total
garantía.

Después del derrocamiento de Ben Ali, el primer ministro Mohamed Ghanuchi se


comprometió a excarcelar a los presos políticos y a analizar la situación de varios
partidos para intentar legalizarlos.

Hosni Mubarak es el mandatario egipcio al que se han enfrentado las masas


populares. Siguiendo el ejemplo de lo que ocurría en Túnez días antes, los
egipcios se echaron a las calles para, de igual modo, protestar por el sistema de
gobierno y sus dirigentes.
Las protestas se centraban en temas muy parecidos a los de sus antecesores
revolucionarios tunecinos: la falta de empleo, la elevada subida de los precios de
los alimentos más básicos y la corrupción que se genera entre la clase política
dominante.

Al igual que ocurriera en Túnez, Internet jugó un importante papel a la hora de


organizar las manifestaciones y protestas. Sin embargo, en Egipto se prohibió el
uso de Internet y se interrumpieron las líneas de telefonía móvil. Al mismo tiempo
se hablaba de una gran manipulación de los medios televisivos que declaraban
que se habían llevado a cabo manifestaciones expresando apoyo hacia el
presidente.

El presidente egipcio Mubarak, abrumado por los constantes disturbios se vio


obligados a trasladar a su pueblo una serie de promesas que su Gobierno iba a
cumplir. Por una parte, la formación de un nuevo Gobierno a través de unas
elecciones en las que fueran los ciudadanos los que eligieran a sus
representantes. La reducción del desempleo era también un objetivo que Mubarak
presentaba a su pueblo. Una mejora en la educación y en la sanidad y la garantía
de que se iba a luchar por mantener la seguridad en el país y la libertad de sus
habitantes fueron otros de los puntos que el presidente egipcio anunciaba a sus
ciudadanos.

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