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SOBRE EL CAMARADA PÉREZ BECERRA

Y LA LUCHA COMUNISTA

En aquel otro exilio


me sentí
extranjero
hasta que llegó
la manifestación
y me vi caminando
con hombres y mujeres
del lugar
y desde los bordes
los milicos locales
me miraron
con la misma inquina
que los de mi ciudad.
Mario Benedetti.
Extranjero Hasta Allí

La palabra “lucha” tiene un carácter caleidoscópico, diamantino. Tiene diversos


tonos, arropa multitud de comprensiones y urgencias, evoca distintas ideas, miedos, calores,
historias. Desde cierto nivel de sobrevuelo la cosa parece homogénea, casi uniforme.
Sobrevolar Egipto, Chile, Honduras, Libia, Cuba, Norteamérica; parece, desde lo lejos,
desde arriba, que las “luchas” y “los que luchan” formamos parte de un club, de una
hermandad. Puede parecer así, pero no.
La lucha, entonces, puede ser comprendida como una singularidad. Ahora la cosa no
es homogénea, es, al contrario, heterogénea, diversa, diferente. La lucha de éste y la de
aquel, la del otro y el de más allá, son, entonces, diversas luchas, diferentes e indiferentes
luchas. Tampoco, así tampoco. ¿Cómo? ¿Y entonces? ¿Cómo es la vaina? La vaina es: la
lucha es una y varias a la vez, y, siendo infinitos y diversos los escenarios de lucha, y
siendo su extensión determinada por el alcance histórico y el tamaño del enemigo, podemos
identificar al fondo del friso histórico de las diversas luchas, una de actual urgencia: la
lucha contra el sistema capitalista.
El carácter de dicha lucha –voy a llamarla nuestra lucha-, terriblemente diferente a,
por ejemplo, la lucha contra la pobreza, la lucha contra la injusticia, contra el hambre,
contra la violencia, contra la dominación, contra el sarampión, el dengue, entre otras; es que
nuestra lucha es, como dijo Marx ad hominem, es decir, contra alguien, contra un sector de
la sociedad, contra una camada social que encarna y pone en nuestro frente a un enemigo
empíricamente señalable. No es la lucha contra una forma impersonal, contra una situación
que, poniendonos la humanidad, todos, de un mismo lado, dejamos al enemigo, como un
mounstruo de Mazinger Z, desalojado de humanidad y de persona, aislado, y así, las
bombas se dirigen a él.
La lucha nuestra –por razones de espacio llamemosla comunista- tiene, en función de
un desarrollo de procesos históricos, unos elementos fundamentales: 1) claridad de su
sujeto; es decir, sin caer en formas mesiánicas de conceptualizar a “elegidos”, “mesías”,
“señalados” o “alumbrados”, al comprender materialmente el funcionamiento de la
sociedad, su corazón latiendo de sangre explotada en el trabajo productor de mercancías,
reconoce al trabajador como sujeto presente en el lugar estructural del golpe mortal al
capital: el control total del proceso de trabajo y de sus procesos derivados. Allí radica su
capacidad de organización y lugar histórico.
2) conciencia de la naturaleza mundial de la lucha; esto es, la comprensión de la
necesidad de trascender de las fronteras, y esto, simplemente, porque el capital ya lo ha
hecho. La explotación, la rapiña de recursos, el crecimiento del cáncer capitalista ya no se
circunscribe a límites territoriales ni a culturas. Macdonalds no tiene problemas en hacer
arepas en Venezuela o croissants en Francia, no importa si la propaganda se hace con
joropo o samba, el capital asimila la cultura y la deja intacta como mercancía bien
empaquetada. 3) comprensión de las formas de lucha. Aquí un asunto delicado. Es
necesario entender que la lucha contra el capitalismo no es, ni será una lucha pacífica, la
misma recorrerá sus fases de creciente violencia y generalización mundial, y esto, no es
vocación, es urgencia como respuesta a la siempre primera violencia de los poderosos.
4) valoración de la conciencia internacionalista. Este elemento, desde mi percepción
personal, es un criterio de demarcación de nuestro lugar en la pelea –nuestra lucha
comunista. Son muchísimos los ejemplos, y ellos se multiplican hoy. La comprension del
internacionalismo comunista, la claridad de nuestra lucha, nos pone en lugar de concebir al
mundo como el lugar desde donde pelear, mañana estamos aquí, pero en otro momento,
quizá, nos toque poner a la familia en lugar seguro y desplazarnos a sumar fuerzas en otras
tierras. Por último, 5) valoración del Estado burgués, conciencia de su inercia, su infinita
inercia, tanto así, que, a pesar de comprender el momento actual, estamos prestos a afrontar
el momento de ruptura con una estructura a la que es imposible transformar desde ella
misma: no hay revolución posible desde el Estado y desde la institucionalidad burguesa.
Estos momentos de reforma son momentos de vigilia, atención, ya que la bestia no duerme,
y tarde o temprano nos tocará asumir el lugar de la lucha, nuestra lucha comunista.
Estos elementos, quizá se me escapen muchos, los organizo en torno a dos eventos,
por una parte, el incómodo asunto de la deportación ilegal del camarada Pérez Becerra, y
por otra, el 1º de mayo y su comprensión.
Yo estuve el 28 de abril en las puertas de la Asamblea Nacional, lástima que por un
asunto urgente no pude incorporarme a la actividad anterior. El ánimo que vi reflejado en
las actitudes y consignas no justifica la reacción balurda e imbécil de quienes nos invitan a
formar parte de la MUD, sin embargo, tal payasada me recuerda cuando, en mis primeras
aproximaciones ateas en el colegio San Pedro, mis compañeros me avisaban sobre castigos
divinos o renuncias vitales. La llegada del reporterito de Globovisión, quien no fue invitado
a retirarse, sino retirado a escaparse de un gigante de mil piernas y patadas, ponen en claro
que no andamos manipulando a nadie ni pidiendo la cabeza de Chávez: queremos, eso si,
explicación a quien la debe.
El asunto no debe tampoco entenderse ramplonamente como un capricho, como un
“exijo una explicación” condoritesca; desde la perspectiva general, o, cómo decirlo, desde
una óptica específica, es indiferente el contenido de causas, las opiniones rebosan los
correos: al pana lo montaron en una trampa, el presidente actuó de acuerdo a unas
normativas internacionales, debieron devolverlo a su país de salida, entre otras. El asunto
sin embargo, a nosotros, los comunistas, nos obliga a la discusión honesta, ya que en las
causas se nos va la vida. Si es que obedece a una coyuntura, nos compele a estar cerca, a
estar atentos a situaciones que desconocemos, pero, como la historia ha demostrado,
debemos conocer, sobre todo si el proceso está en una fase de peligro. Pero, si el asunto
obedece a una forma, a una dirección, a un cauce o derrotero, no puedo dejar de mencionar,
no puedo hacerme el pendejo, no puedo dormir tranquilo: necesitamos saberlo. Y no para
poner en entredicho los términos de liderazgo de este proceso, sabemos quien dirige,
estamos claros a quien corresponde, asumimos nuestro papél en un proceso hermoso que
recorre diversos peligros, pero sin embargo comandante, entienda, necesitamos saber el
alcance del evento, necesitamos conocer el contenido de la acción.
Nuestro país está lleno de camaradas internacionalistas que dejan su familia por
acompañarnos en la lucha –la lucha comunista-, hemos sentido juntos las distancias, las
memorias, por ejemplo, hablar de torturadores a pocos venezolanos nos paran los pelos,
pero para camaradas colombianos, haitianos, peruanos, brasileros, argentinos, españoles, es
hablar de una realidad reciente, es recordar con angustia momentos que se grabaron
segundo a segundo, no puede conversarse sobre el asunto sin que la presencia del torturador
se concrete en las sombras, llueven recuerdos, la mente se nubla, los ojos se ponen
chiquítos, la muerte sonríe.
Debemos aclarar nuestra posición ante nuestros camaradas internacionalistas y ante el
carácter internacional del conflicto, nuestra revolución no es simplemente venezolana, es
mundial, somos el Kilombo del mundo, y esta acción debe ser puesta en perspectiva.
Nosotros tenemos una idea específica de la lucha, la misma tiene matices, claro está, pero el
enemigo es mundial, no se trata de una “relación entre Estados”, es la lucha contra un
enemigo que emplea a los Estados como herramientas de violencia nacional. Un día como
hoy se recuerda un hecho cotidiano, los estados del mundo contra los trabajadores, no
estamos celebrando el trabajo explotador, no estamos celebrando un aumento del salario,
celebramos la constacia y actualidad de la lucha contra el trabajo asesino, contra la
explotación, celebramos para decir al capital que estamos presentes, que cada día estamos
más presentes.
Quizá el problema se hace más honesto si ponemos en claridad la naturaleza de
nuestras luchas –comunistas-, no creo que el sujeto de la historia sea el funcionario del
Estado, no son los ministros, no son Nicolás ni Tareq, ni ningún otro. Necesitamos dar
mensajes al mundo, nos hemos cansado de dar el mensaje de ser un proceso democrático y
siguen tildandonos de autoritarios y dictatoriales, nos hemos desvelado para estar primero
en las formas internacionales de cooperación y solidaridad, pero siguen señalandonos como
un proceso aislado, yo creo que poco a poco nos damos cuenta que nuestro porvenir no está
en convencer, sino en vencer. Así que repito las últimas líneas del Manifiesto Comunista:
Nosotros, los comunistas, no tenemos por qué ocultar nuestras intenciones, abiertamente
declaramos que nuestros objetivos pasan necesariamente por el derrocamiento violento del
orden burgués imperante.

¡Viva el carácter internacional de la lucha comunista!

¡Hay que profundizar el carácter proletario y anticapitalista de nuestro proceso


bolivariano!

Lic. Luis Enrique Millán


Prof. UBV

proyectsucre@yahoo.es

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