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Ficha de cátedra
Zen en el arte de escribir es un volumen que reúne diez ensayos elaborados por Ray
Bradbury a lo largo de treinta años. Asimismo incluye una entrevista que le realizó
Mitch Tuchman para la revista Film Comment. Las once secciones están enmarcadas
por un Prefacio al comienzo del libro y ocho poemas al final bajo el título "...Sobre la
creatividad", todo escrito por el mismo Bradbury. En líneas generales, el libro parece
tener un destinatario específico: los escritores que están aprendiendo el "oficio" o los
que, por alguna razón, se encuentran bloqueados en su tarea. De todas maneras, su
lectura resulta muy valiosa para todo el que quiera informarse sobre el proceso y el
modo de creación de este autor.
En el Prefacio Bradbury nos anticipa cuál es la tesis central que sustenta todos los
ensayos, y que responde a la pregunta: ¿Qué se aprende escribiendo? Según el autor de
Fahrenheit 451, el arte nos ayuda a recordar que estamos vivos y es una forma de
supervivencia. En sus palabras: "No escribir, para muchos de nosotros, es morir" (p.10).
Y más adelante agrega: "Recurrimos a la grandeza y hermosura de la existencia para
soportar los horrores que nos dañan directamente en nuestros familiares y amigos, o a
través de los periódicos y la tele" (p.11).
En el sexto ensayo, "A este lado de Bizancio: El vino del estío", de 1974, Bradbury
explica cómo su método de asociación de palabras y las experiencias de la niñez en su
pueblo natal lo llevaron a escribir ese libro. Exactamente el autor dice así: "Aprendí a
dejar que mis sentidos y mi Pasado me dijeran todo aquello que de algún modo era
verdad" (p.71).
En este ensayo también se incluye un poema del propio Bradbury que explica según él
"cómo germinaron en un libro todos los veranos de [su] vida" (p.72). Allí se explaya
sobre Waukegan, su ciudad natal y, según él, un equivalente de Bizancio.
En el séptimo ensayo, "El largo camino a Marte", del 6 de julio de 1990, Bradbury
describe las peripecias que atravesó hasta conseguir la edición de sus dos libros,
Crónicas marcianas (1950) y El hombre ilustrado (1951). Del primero de ellos, el autor
sostiene que se trata de "una serie de ideas extrañas, nociones, fantasías y sueños que
había tenido y [lo] habían despertado a los doce años" (p.80). Respecto del segundo,
revela que decidió llamarlo como uno de los cuentos que el volumen incluye, cuando el
editor le pidió que le pusiera "una especie de piel a dos docenas de cuentos diferentes".
"¿Piel?" -contestó Bradbury- ¿Por qué no El hombre ilustrado, mi cuento sobre un
voceador de feria cuyos tatuajes cobran vida con el sudor, uno a uno, y representan
futuros en el pecho, las piernas y los brazos?" (p.79).
En el último ensayo del libro, "Zen en el arte de escribir", de 1973, Bradbury presenta
los tres términos clave que siempre debe tener en cuenta un buen escritor: "TRABAJO",
"RELAJACIÓN" y "NO PENSAR" (p.113). En cuanto al primero, destaca la
importancia del trabajo literario, aunque no con el objetivo de ganar dinero, o prestigio
en un círculo selecto, porque "las dos son formas de mentir" (p.114). Por el contrario, el
trabajo está ligado a la búsqueda de autenticidad. Y una vez que aquél "adquiere un
ritmo", se empieza a perder lo mecánico, "prevalece el cuerpo", "cae la guardia" y
aparece la relajación (p.116). Eventualmente se llegará al tercer principio que es "no
pensar", "lo que resulta en más relajación, más espontaneidad y una mayor creatividad"
(p.116).
Bradbury recomienda al escritor novato que produzca en gran cantidad, ya que
"finalmente la cantidad redunda en calidad" (p.117). Lo que debe develarse en el
proceso de escritura es uno mismo, qué piensa uno del mundo, lo cual es irreemplazable
y único. Si bien la etapa de imitación es necesaria para el escritor principiante, ésta se
vuelve un obstáculo si "sobrepasa su función natural" (p.122).
Por otro lado afirma que debe evitarse la dicotomía entre lo "literario" y lo "comercial"
y en su lugar debe considerarse "la Senda Media, la vía que mejor conduce a la
producción de historias igualmente agradables para los esnobs y los escribas" (p.123).
Bradbury acude al libro de Eugene Herrigel llamado El zen y el arte del tiro con arco
para establecer una comparación con el arte del escritor, ya que en ese texto los tres
principios también están presentes. Luego de muchos años de trabajo se aprende que "la
flecha debe volar a un objetivo que nunca hay que tener en cuenta" (p.123). En forma
similar recomienda: "De modo que apártense, olviden los objetivos y dejen hacer a los
personajes, a sus dedos, su cuerpo" (p.125). En este sentido, destaca la importancia de
dejar hablar al inconsciente. Y en este punto cita a Schiller y a Coleridge, como
exponentes complementarios de su estilo romántico de composición, que se lee
entrelíneas a lo largo de todos los ensayos del libro.
Para finalizar, vuelve a hacer hincapié en lo valiosa que puede resultar la práctica para
el arte de escribir, y da un sinónimo posible para la palabra "trabajo": la palabra
"AMOR".
A continuación vienen los siete poemas ya mencionados al comienzo de la síntesis. El
poema que cierra el libro se titula "Tenemos el arte para que la verdad no nos mate",
cuyo planteo es muy similar a lo que se afirmaba en el Prefacio. Asimismo, esta
necesidad del arte, y en especial de la literatura, es la que aparece cuestionada
promediando el libro en el ensayo sobre la novela Fahrenheit 451, cuando Beatty se
siente desilusionado cuando los libros no le dan respuestas. Es decir que este tema
aparece recurrentemente en lugares estratégicos del libro, detalle que no parece azaroso,
ya que se hace presente precisamente al comienzo, en el medio y al final. Este hecho
hace que le prestemos especial atención a la función esencial que tiene el arte en
nuestras vidas.