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Análisis Casa Tomada - Cortázar

Este texto se inscribe dentro de la tradición de la literatura fantástica, que ha acaparado


gran parte de la literatura del siglo XIX europea, pero que no se restringe a esa época. La
literatura fantástica existió en todas las épocas desde el comienzo de la literatura. Sin
embargo a partir del Siglo XIX se transforma en lo que conocemos hoy, y se va
perfeccionando hasta que llega a mediados del siglo XX y abre las puertas para la Ciencia
Ficción.

En la literatura fantástica se presenta una situación cotidiana, común, las circunstancias


que rodean al personaje parecen no tener ninguna diferencia a las que rodean nuestra
vida. Pero eso es sólo un apariencia, porque en realidad en esas circunstancias siempre
podemos percibir algo extraño, algo diferente que no podemos precisar hasta que no
aparece lo fantástico. Esto coloca al lector, muchas veces, en una atmósfera onírica o de
extrañamiento. Una vez que el lector entra en ese clima y acepta las reglas de juego que
propone el narrador sucede lo fantástico, un hecho inexplicable, sobrenatural que
amenaza al personaje y que nunca tiene una explicación racional que tranquilice ni al
personaje, ni al lector. De esta manera lo fantástico es aceptado naturalmente como parte
de la historia sin ser cuestionado, por más sobrenatural que sea. Todo queda dentro de
las reglas de la verosimilitud, aunque sepamos que eso no nos pasará a nosotros, se
presenta al lector como algo posible.

La diferencia entre la literatura fantástica y la Ciencia Ficción es que en la primera sólo se


presenta un hecho amenazante, en la segunda se nos introduce desde el principio en un
mundo con reglas diferentes, generalmente ambientado en el futuro, donde todo es
extraño a nuestra cotidianeidad, pero que aceptamos como posible en otro tiempo. El
elemento tecnológico o científico da un marco de racionalidad y seguridad, y ese mundo
no amenaza al personaje, él se mueve perfectamente en él y conoce sus reglas, somos
los lectores quienes las descubrimos. Allí, entonces, los personajes viven experiencias
que pueden sernos familiares o no, pero nadie está amenazado (ni lector, ni personaje)
por ese mundo, como sí sucede con lo fantástico. Otro elemento que diferencia ambas
literaturas en el elemento científico, que se da en la Ciencia Ficción. Ese elemento puede
amenazar pero está explicado por el avance de la ciencia. En la literatura fantástica, el
elemento amenazador es sobrenatural, no tiene una explicación científica, aunque sus
personajes procuren buscarla. Esto es lo que lo hace más difícil de manejar para el
hombre, porque al no existir un respuesta que explique lo sucedido, no existe tampoco
forma de combatirlo.

En el caso de Casa Tomada tenemos un elemento fantástico, pero parecería que los
personajes saben de qué se trata, y sino lo saben, tampoco intentan explicarlo, sólo lo
aceptan y se adecuan a ello. Eso resulta muy extraño a primera vista, pero una vez que
se empieza a analizar las circunstancias de los personajes podemos aventurar por qué no
averiguan.

El texto está dividido formalmente en seis partes. Cada parte se concentra en un


momento de la historia:

1) Presentación de personajes
2) Presentación de la casa
3) Toman la casa
4) Adecuación a la nueva situación: ventajas y desventajas
5) Lo íntimo: los sueños y el silencio
6) Toman definitivamente la casa.

Las dos primeras partes corresponden a la introducción. Desde la tercera parte hasta la
quinta corresponden al nudo, y la sexta parte corresponde al desenlace del cuento.

Si bien la forma de narrar en primera persona hace a veces difícil encontrar esta
estructura, uno la puede ver claramente al deducir lo fundamental asociado a los hechos
que ocurren.

Este es un narrador personaje, por lo tanto es interno, forma parte de los hechos que
narra. Esto nos lleva a diferenciar narrador de personaje a la hora de tratar de deducir
cuánto sabe de los hechos narrados. Si afirmamos que el personaje sabe lo que está
pasando, pero no lo dice, podríamos deducir que el narrador (que es la figura que nos da
a conocer la historia) aunque sea el personaje, nos llega a nosotros como infrasciente. El
narrador infrasciente es aquel que sabe menos que los personajes. Él como personaje
sabe lo que pasa, pero como narrador no lo dice. Y aún cuando no supiera qué está
pasando sería infrasciente, porque hay una cantidad de cosas que no dice de su relación
con Irene, tal vez porque no se anima ni siquiera a decírselas a sí mismo, pero que
nosotros podemos deducir. Otra vez aparece en Cortázar la idea de obra abierta. Es el
lector quien debe terminar de cerrar la historia con su elaboración racional.

1) Presentación de personajes

El texto comienza con la mención de casa y asegurando que les gustaba la misma. En
ella se sentían cómodos. Dos características se dice de ella “espaciosa y antigua”. En ella
sólo viven dos personajes humanos, lo que nos mostrará que la casa es muy grande para
ellos, pueden tener independencia, sin embargo eligen estar siempre juntos, trabajando
en unidad, mantienen sus gustos pero ambos están con el otro, unidos por esa casa. El
término antigua también nos da la pauta que estos personajes están unidos a la casa por
cuestiones afectivas: es la casa de sus bisabuelos, su abuelo paterno y sus padres,
además de toda su infancia. La casa es el marco para mostrar cómo estos dos personajes
se han quedado en el pasado, no han logrado avanzar y construir una vida fuera de esa
casa. Las excusas son muchas, pero lo cierto es que estos personajes son guardianes de
una casa que representa el pasado. Viven en una especie de tumba de los recuerdos y
ellos se empecinan en mantenerla limpia y cuidada, esa es su tarea.

La casa aparece en primer término porque es un personaje vivo, es la protagonista de la


historia, esto es un elemento de los que podríamos ver como cotidianos pero que resulta
extraño, y termina de explicarse cuando aparece el elemento fantástico. Los personajes
humanos son dos, pero la casa va adquirir tal protagonismo y va cobrar una vida
independiente a los personajes humanos, por lo tanto se transformará en un personaje
humanizado.

Una de las excusas que se ponen los protagonistas es que las casas antiguas ya casi no
existen, y es un privilegio poder mantenerla. Hoy en día, asegura el narrador, las casas
antiguas mueren para ser vendidos sus materiales. Esa es la mirada que él tiene, pero
podría pensarse que se venden como una forma de comenzar una nueva etapa, algo que
ellos ni siquiera se plantean. Estos personajes se caracterizan por la pasividad absoluta,
no tienen curiosidad, no tienen inquietudes, más allá de los hobbies que son más bien
pasatiempos, no tienen ambiciones, ni sueños, casi podríamos decir que están tan
muertos como sus ancestros, aún cuando sigan moviéndose. Son guardianes de un
museo que a nadie le interesa, sólo a ellos, y del que no se pueden desprender porque
son parte de él.

La de ellos es una vida ordenada, organizada y rutinaria. Otro elemento que nos remite a
la muerte. Cuando el tiempo pasa siempre igual, cuando nada diferente nos recuerda que
hay un nuevo día, nada nos marca que estamos creciendo, avanzando, entonces ¿qué
nos diferencia de la muerte, donde nada diferente puede pasar?

Ellos se habituaron a vivir solos, y el narrador reconoce que es una locura ya que ocho
personas podrían vivir allí sin molestarse. Esto también es un anticipo de lo que va a
suceder, ya que ellos viven con otras personas sin saberlo, o por lo menos con una fuerza
que hace murmullos cuando toman la casa.

Todo lo que hacen es preciso, tiene su hora marcada y lo que les da satisfacción es
almorzar “pensando que la casa profunda y silenciosa”. Sus pensamientos giran entorno
al cuidado de la misma, su vida está unida a la tarea de mantenerla limpia. Estas nuevas
características de la casa también serán claves para lo fantástico. La casa es profunda,
encierra mucho más que lo aparente, viene de las profundidades que nos da el recuerdo,
el pasado. Y es silenciosa, otra característica que se transformará cuando tomen la casa.
Ellos son silenciosos y la casa va a empezar a hablar, aunque ellos no puedan percibir
exactamente lo que dice. Eso es porque no quieren saber. La clave de no querer saber
está en ese reconocimiento que hace el narrador personaje cuando dice: “entramos en los
cuarenta años con la inexpresada idea que el nuestro, simple y silencioso matrimonio de
hermanos, era necesaria clausura de la genealogía asentada por los bisabuelos en
nuestra casa”. Irene ha rechazado varios pretendientes sin motivo aparente, y a él se le
murió la chica antes de que llegaran a comprometerse. Han quedado estancados allí, ni
ella tuvo más pretendientes ni él se ha vuelto a comprometer. El personaje narrador
piensa que tal vez la culpa de esta situación es de la casa, quienes los mantiene unidos
en la tarea de preservarla, como si en realidad ellos se hubieran casado con la casa. Pero
en realidad la casa sirve como un cómplice que resguarda ese “matrimonio de hermanos”.
Un matrimonio también silencioso como la casa, ese silencio es lo que impera, lo que los
caracteriza. El personaje habla todo el tiempo de lo que hacen, pero no habla de lo que
sienten. Ellos parecen estar casados sin saberlo, sin decirlo, y sin concretarlo
carnalmente, pero el incesto es lo que se esconde tras ese silencio. Un incesto silencioso
y platónico, contemplativo, unido por la fuerza de la vida en común, cotidiana y rutinaria
que les impone la casa. La casa es la excusa para estar juntos. Con esta vida ellos
cierran “la genealogía asentada por los bisabuelos”, con ellos se termina la vida de esa
familia, ellos son los últimos descendientes. Por eso es que están más atados a la muerte
que a la vida.

Las perspectivas de futuro que imagina el personaje dejan claro que su vida termina con
la casa: “nos moriríamos allí algún día”. Luego de su muerte, el narrador supone la muerte
también de la casa: “vagos y esquivos primos se quedarían con la casa y la echarían al
suelo para enriquecerse”. Ellos están tan unida a ella que nada se puede suponer más
que la muerte, incluso hasta una especie de suicidio, dado que piensan en destruirla ellos
antes de que ello pasara. Por lo tanto, todo el cuidado de la casa no tiene más que el fin
de la destrucción y la muerte, así que todo el deseo de preservación es inútil aún en ese
momento. No existe un futuro, ni un proyecto para dedicarle tanto tiempo a la casa. Estos
personajes sólo viven en el absoluto y vacío presente.
La actividad principal de Irene era tejido, pero a diferencia del mito de Penélope, ella no
tejía y destejía esperando a su marido. Ella no espera nada. Sin embargo, la forma en que
la mira el personaje narrador es de absoluta admiración. La diferencia del resto de las
mujeres. Irene para él teje cosas útiles para la vida cotidiana. Incluso él se involucra en su
tarea, no sólo siendo el destinatario de alguna de las prendas, y observando con cuidado
su labor, sino también porque es quien le compra la lana en el centro. Él es el único que
sale de la casa, y ella jamás rechaza el color de la lana que él le trae, aún cuando no le
diga que color quiere. Ella no parece tener ni siquiera esa pretensión. Son dos personajes
viejos (aún cuando son jóvenes aún) amalgamados como un viejo matrimonio que no
discute porque saben cuales son los gustos del otro.

Los gustos de él, la literatura, están estancados también. Nada que le interese llega a la
Argentina desde hace mucho tiempo. Así que su único placer es la casa y lo que esa casa
encierra: Irene y su matrimonio encubierto con ella. Ella para él es perfecta, y lo expresa
cuando dice:
“Irene es una chica nacida para no molestar a nadie”.

“Pero es de la casa que me interesa hablar, de la casa y de Irene, porque yo no tengo


importancia”. El narrador se relega a un segundo plano, sin embargo es por él que
sabemos realmente lo que está pasando entre ellos. Para él la casa e Irene son lo más
amado, y aunque él no comprende por qué teje tanto, ni la pasión de esa actividad, él la
admira sin preguntar. Irene hace pañoletas que guarda en un cajón y él no pregunta para
qué las quiere. Afirma que no hace cosas inútiles, pero acá vemos que él no comprende
su utilidad, sin embargo respeta su intimidad y no pregunta. Esta falta de curiosidad es
característica en ellos. Sabe que un libro se puede releer y encontrar cosas nuevas, pero
no llega a comprender la tarea de Irene. La respeta y la literaturiza “a mí me iban las
horas viéndole las manos como erizos plateados”, la ve con la admiración contemplativa
del poeta que se fascina en los detalles más banales.

Son una familia acomodada. No necesitan nada para vivir. Viven de rentas y esa
inactividad también hace a la falta de sorpresas, al aburrimiento de quien sólo vive cada
día esperando, como única sorpresa, la muerte.

Descripción de la casa

La descripción de la casa es prácticamente gráfica. Podríamos aventurar que sería algo


así:
Luego de la descripción minuciosa de la casa, el narrador asegura que ellos sólo viven en
la parte delantera de la misma, otra muestra de su falta de motivaciones, de su
comodidad y pasividad. Ellos no se aventuran más allá, aún cuando saben que la casa es
grande y en ella podrían hacer muchas más cosas que limpiarla. Pero su tarea, su
obsesión es la limpieza, y es interesante la mención que hace al polvo que se junta en la
casa. El polvo es una referencia a la muerte, no sólo a la suciedad. Polvo somos y al
polvo volveremos, fue la condena de Dios en la Biblia. Si el polvo se junta en la casa casi
empecinadamente, de alguna manera la muerte también los rodea, aunque su tarea sea
sacarlo de allí: “Hay demasiada tierra en el aire” dice el narrador, y eso se transforma en
una especie de reconocimiento de su condición, y esta tierra es porfiada, porque nunca
termina de irse, sino que se deposita en otro lado. Siempre está, lo cubre todo, aparece
como testigo de la dejadez de estos hermanos.

La toma de la casa

La casa es tomada en circunstancias cotidianas. Ellos ni lo imaginan. Están en su rutina


diaria, cuando el hecho los sorprende. No saben lo que es. Tampoco se lo preguntan.
Dice el narrador: “escuché algo en el comedor o la biblioteca. El sonido venía impreciso y
sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de
conversación”. No puede precisar el sonido, pero en el fondo de la casa hay vida, como si
hubiera una conversación pero ahogada. No puede ser clara. No puede escucharse,
porque ellos tampoco quieren saber. Algo se agita, las sillas parecen que cayeran. Esa
vida del interior de la casa podría verse como el reflejo de lo que ellos callan. Tal vez
podríamos pensar que es la fuerza de sus antepasados que se están diciendo lo que ellos
no quieren ver. Tienen más vida los muertos que ellos mismo que están vivos. Esa fuerza
protesta, está allí, marca una presencia que asusta. El personaje narrador se apoya sobre
la puerta y la cierra con llave y con cerrojo, para asegurarse que la fuerza no se acercará
más, no pasará para este lado de la casa.

Lo extraño viene con la actitud del personaje. No intenta averiguar. No se muestra


sorprendido, es como si esta situación se estuviera esperando, aunque no en ese
momento. Sigue con su rutina, como si nada hubiere pasado. Va a la cocina, tarea que
iba a hacer antes del descubrimiento de que habían tomado la casa, y calienta el agua,
como pensaba hacer, sin que este hecho modifique en lo más mínimo su plan de acción.
Y con esa misma tranquilidad, casi diríamos negación, comunica a su hermana que han
tomado la casa.

Es en la reacción de ella que vemos la gravedad del suceso: ella deja caer el tejido. La
idea la conmociona. Lo mira con “sus graves ojos cansados”. Reconoce la gravedad de la
situación pero tampoco pregunta, tampoco quiere saber. Ambos saben que están en falta,
ambos saben que viven como un matrimonio y eso no está permitido, pero ninguno lo dice
abiertamente jamás. La casa, refugio del incesto, parece empezar a rebelarse ante tanto
silencio.

Luego de asegurarse que la casa ha sido tomada, la actitud de la hermana es igual a la


de él: continúa con su tarea, recoge el tejido y sentencia pasivamente “tendremos que
vivir en este lado”. Ellos han vivido adecuándose a la casa, y a los requerimientos de ésta,
¿por qué no lo habrían de hacer ahora?

Sin curiosidad el hombre está muerto. El querer saber es el motor de nuestras vidas, en
este caso, es justamente lo contrario. El querer saber resulta peligroso, porque implica
abrir la puerta a algo prohibido y a una revisión de sus vidas y sus actos que no están
dispuestos a hacer: enfrentarse a sí mismos y a los otros, incluso a su decisión de que la
genealogía de su familia terminara en esa decisión de no casarse jamás y construir una
nueva vida. Esto resulta insoportable para estos hermanos que se encuentran cómodos
en esta pasividad.

A Irene le afecta más la situación que a él, ya que le cuesta reanudar su trabajo. Éste
niega, le quita importancia a lo sucedido, tanto es así que lo trasmite al lector cuando en
vez de preocuparse por la situación que ha empezado a invadirlos, piensa en un detalle
tan nimio como lo es el chaleco gris que está tejiendo Irene.

Esta segunda parte del análisis incluye, en primera instancia, la adecuación de estos
hermanos a la nueva situación. Han tomado la casa, no sabemos quién, y los hermanos
pasivamente aceptan el hecho, aún cuando han perdido y han ganado con esta nueva
situación. Sin embargo nunca se prestan ha hacer una revisión profunda de su nueva
condición. Para ellos sólo se trata de un cambio en la rutina.

En segunda instancia, el narrador plantea cómo son las noches en esta nueva situación, y
el silencio en contraposición con el ruido de la casa.

En última instancia, tenemos el desenlace, en el que el pierden definitivamente la casa.

Nueva situación

Al principio el narrador dice que les resultaba penoso encontrar que había muchas cosas
que habían perdido. Esto significa que parte de sus vidas estaba del otro lado de la casa,
pero ellos no se habían dado cuenta que era así. Recordemos que el narrador había
dicho que ellos vivían en la primera parte de la casa, y que sólo iban al fondo a limpiar. El
tema es que siempre hay parte de nosotros esparcido por muchos lados que ni siquiera
nosotros sabemos. En estos pequeños descubrimientos, ellos también se descubren a sí
mismo. Descubren que existían cosas que les interesaba pero que no sabían que así era,
porque siempre estaban al alcance de sus manos.

Sin embargo ninguna de esas son lo suficientemente queridas como para sobrepasar el
límite de retomar la casa y averiguar qué es lo que estaban escuchando. Esto parece
mostrarnos que los personajes creen que quienes tomaron la casa tienen derecho a
hacerlo, tal vez porque es suya. De allí podríamos aventurar que son la fuerza de los
muertos quienes han decidido cobrar vida en esa parte de la casa. Vienen a echarlos, tal
vez a precipitarlos a la vida que ellos se niegan a vivir. Todo se invierte: los vivos están
muertos y los muertos, vivos.

Las cosas que extrañan son cosas pequeñas, excepto porque el narrador pierde sus
libros de Literatura francesa, que es su único entretenimiento, aparte de observar a Irene
tejer. Ahora estará más concentrado en esto último, y en un álbum de filatelia, que ya
analizaremos. Recordemos que el personaje narrador, enamorado de la literatura
francesa, había asegurado que nada nuevo llegaba a Buenos Aires desde hacía
muchísimo tiempo. Así que es de suponer que ya ha leído esos libros. Son parte de la
muerte, ahora y antes. Releerlos no es otra cosa de la que ya hacen: alimentarse del
pasado y los muertos, no aceptando la posibilidad de un cambio que abra paso a lo
nuevo.
Las ventajas que obtienen siempre están en relación a la casa y su limpieza. Ahora
pueden levantarse más tarde y terminar antes. Inmediatamente los hermanos encuentran
la solución perfecta para su comodidad. Ellos son maestros en adecuarse a la comodidad,
y aún, en la situación incómoda en la que se encuentran. Ahora pueden cocinar una sola
vez al día, y no tienen que levantarse a cocinar en la noche. Toda la “actividad social” de
ellos se traslada al cuarto de Irene. En éste comen y están cuando cae la noche como
una algo habitual pero sin advertir el peligro que puede traer para estos personajes que
no quieren revisar qué significa eso.

Otra cosa interesante es que cocinan “platos para comer fríos de noche”. Teniendo
presente que este es un “matrimonio de hermanos” que nunca concretan una actividad
sexual, esta idea de platos fríos cobra un nuevo significado. A parte de la practicidad que
eso puede implicar, el texto en su contexto habilita a pensar también en la necesidad de
frialdad que deben tener a esa hora donde todo se puede confundir y salir a la luz.

El narrador se encuentra perdido por la falta de sus libros, pero enseguida encuentra un
nuevo entretenimiento: la colección de estampillas del padre. La filatelia es un
entretenimiento de viejos, y al ser del padre implica que también es de los muertos. Los
muertos se quedan con cosas de la vida de ellos, y ellos tenían de su lado cosas de sus
ancestros. Ellos también convivían con ellos pero no tenían presente cuán presente
estaban. No cambian, se mantienen en la misma línea como si se resistieran a vivir sus
propias vidas.

Comparten sin compartir realmente. Lo hacen desde la muerte de la pasividad. Los


diálogos son para incluir al otro en su actividad pero no significa que realmente estén
unidos entre ellos. Sin esos diálogos irrelevantes, la situación se tornaría en la absoluta
soledad y silencio que tal vez los uniera mucho más que esos diálogos superficiales y
cordiales.

“Estábamos bien y poco a poco empezamos a no pensar. Se puede vivir sin pensar”. Esta
es otra de las revelaciones del narrador que muestran la base de esta relación: no pensar.
Pensar resulta siempre peligroso, uno puede descubrir cosas que le molestan, pero
también las puede cambiar. Ellos se niegan a eso, y quien no piensa, no sufre, pero
tampoco vive. Sin embargo a pesar de esa porfiada idea de estar bien sin pensar, en la
siguiente parte veremos sus pensamientos.

El silencio

Es realmente en esta parte que podemos inferir lo que el silencio conlleva. De esto no
hablan ellos. Suponemos que Irene no sabe lo que el narrador personaje piensa, así
como nunca sabremos qué piensa Irene que es como una especie de fiel ayudante
silenciosa, casi como su otro yo femenino.

Esta parte del cuento está encerrada entre paréntesis lo que nos hace suponer la idea de
secreto. Lo que se pone en paréntesis, según la gramática, es aquello que sirve para
aclarar pero que se puede quitar de la oración sin que esta cambie sustancialmente. Sin
embargo en este caso, esta parte no puede ser obviada porque aclara, y es sustancial a
la historia. Por otra parte, la curva de entonación, cuando aparece el paréntesis, baja, es
decir lo que está entre paréntesis se dice más bajo que el resto de la oración. De esta
manera podemos inferir que toda esta parte se dice más bajo que el resto. De allí
podemos pensar que el narrador nos revela parte de su intimidad cotidiana, por eso
podemos decir “el silencio”, porque aquí está parte de lo que el silencio encierra.

Si ellos podían vivir sin pensar, ahora veremos que en realidad eso les resulta imposible,
por lo menos al narrador, hombre eminentemente intelectual, cuya idea de “no pensar”
sería matar su condición.

Ambos hermanos escuchan los sueños del otro. En la noche, el silencio de la casa los
une, a pesar de que hay un living de por medio, ambos están pendientes del otro en su
cuarto. Sienten sus sueños, saben lo que dicen, cuando el sueño es una pesadilla y se
cae el cobertor, cuando tosen, encienden la luz, hasta la respiración se sienten (situación
muy sugestiva), en fin, todo lo que pasa en el cuarto del otro. Es como si estuvieran en el
mismo cuarto, pero no lo están, y eso les provoca insomnio, se desvelan. Esta inquietud a
la hora de dormir es reveladora de todo lo que está pasando entre ellos internamente. Eso
que ellos no quieren decir, aparece en la noche y en su actitud.
La voz de Irene es “de estatua o papagayo” y con esa metáfora el narrador sugiere que lo
que sale de ella es parte de su inconsciente, nada que ella pueda controlar. El narrador no
nos dice qué dice entre sueños, pero seguramente es lo que la tiene intranquila. Así
vemos que la toma de la casa viene a revelar lo que ellos no quieren ver, y esto ha
empezado a invadirlos también a ellos. Ya no duermen tranquilos, ya empiezan a verse
sin quererlo.

El silencio lo invade todo, no sólo de noche sino también de día. Ya no aparecen casi
diálogos, los personajes se limitan a callar para no decir. El único ruido que se presenta
en el día es el de la cotidianeidad, el de los objetos, el que nace inevitablemente de la
tarea que se realiza. Solamente hablan en los lugares en que se pueden escuchar las
voces de la casa tomada. Allí hablan en voz alta para no escuchar. No importa de lo que
hablan, sino que el fin es no escuchar. Incluso, reveladoramente, se dice que Irene
“cantaba canciones de cuna”. Recordemos que esto viene de una mujer que ha
rechazado dos pretendientes sin motivo, por lo tanto podremos suponer que habiendo
llegado a los cuarenta años, éste es un tema de frustración. Algo de lo que pasa en la
parte tomada los afecta, y el recurrir a lo infantil, lo primitivo en sus vidas, puede marcar
esta frustración de no haber hecho su vida, de su deseo reprimido. Por otra parte, canta
aquello que seguramente aprendió de sus ancestros, como si eso le trajera paz a todos,
con el único fin de no pensar.

Cuando vuelven a su espacio a habitual, parecería que el silencio se hace mayor “la casa
se ponía callada”. Se percibe aquí como la personificación usada por el narrador refleja la
vida que esta casa ha adquirido para ellos. Esta es una persona independiente que ya no
pueden manejar. Tanto así, que el silencio entre ellos se ahonda, “pisábamos muy
despacio para no molestarnos”. Ellos procuran el silencio, porque los nervios que
provocan el estar cerca de la parte tomada hace que cuando vuelven a su lugar deseen el
silencio. La comunicación se ha vuelto nula entre ellos, aunque nunca existió en
profundidad, ahora es más profunda aún.

Segunda toma de la casa

En esta segunda toma cambia la reacción de ellos. El personaje narrador se detiene


bruscamente, ahora no puede ya hacer como si nada pasara. A esta reacción le
corresponde la alarma de Irene, que se para al lado de él sin decir nada. El silencio sigue
imperando en ellos y es la primera vez que se paran a escuchar. Tampoco se miran, no
hay entre ellos un contacto, sólo es la situación la que los une. Cuando reaccionan, él
toma su brazo, primer indicio de acercamiento que terminará con él tomando la cintura de
ella y ella llorando. Estos indicios nunca se habían dado antes.

Salen sin mirar atrás, por primera vez, son obligados a dejar todo el pasado, todo lo que
los mantenía unidos. El ruido que escuchan tiene la característica de ser sordo, así que
existe pero sin poder entenderse realmente, aunque ellos parecen saber qué están
sugiriendo esos sonidos.

Se refugian en el zaguán e Irene pierde su entretenimiento del tejido. Así quedan con lo
puesto, con lo único que tienen: a ellos. Deben despojarse totalmente de su vida pasada.
Esa fuerza que toma la casa, que tal vez venga de la muerte, de lo sobrenatural, no es
otra cosa que una fuerza vital para ellos, aunque ellos no lo puedan ver. Esta partida
puede sugerir la muerte de la vieja vida y el comienzo de una nueva que no sabemos
cómo se resolverá realmente.

Nada de lo que ha quedado dentro es un motivador para los personajes para entrar a
buscarlo. Lo pierden todo, y ahora el miedo apoya su pasividad.

El narrador termina tirando las llaves por las alcantarillas, por lástima a los ladrones que
quieran tomar la casa, a los que él llama “pobre diablo”. Considera que son dignos de
lástima porque lo que está dentro de la casa es mucho más terrible que el robo de la
casa. La casa no termina como ellos habían imaginado, en manos de primos distantes.
Termina abandonada por ellos, como una señal de un mundo antiguo que debe morir, que
debe acabarse para dar paso a lo nuevo. Ya no quedaban casas como esas, había dicho
el narrador, como una referencia a los tiempos modernos en los que ese pasado, esa
tradición estaba muriendo, ahora finalmente muere, y no queda esperanzas de que se
puedan conservar como testimonio de una tradición. Tal vez, esa tradición está más viva
aún de lo que se supone, dentro de su mundo y expulsa vitalmente a estos hermanos a
que vivan su momento.

Trabajo realizado por Paola De Nigris

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