Vous êtes sur la page 1sur 2

Inclusión

La problemática de la inclusión es un fenómeno que tiñe a todo el tejido social y que como
no puede ser de otro modo, atraviesa a las instituciones educativas. La cuestión de la
inclusión es indisociable de su opuesto: la exclusión. ¿Será que el sistema social y
económico tiene como condición de existencia la expulsión de un conjunto de sujetos? Esta
cuestión se transforma en algo de orden nuclear y lo hace estallar, poniendo en cuestión la
misma identidad y misión de la escuela. Por tanto, los fenómenos de uno de estos términos
(inclusión) remite indefectiblemente al otro (exclusión). Incluir significa contar a un
elemento dentro de un conjunto, sociológicamente hablando: contar a un sujeto dentro de
un colectivo. Es decir que la inclusión se define por una operación de suma, de adición.
Nos interrogamos, entonces, ¿Qué es sumar sujetos? ¿Cual sería el resultado? Recordemos
con Sartre que existen fenómenos de seriación donde los sujetos se hallan en cercanía física
pero inexpugnablemente solos. Es decir que la permanencia en la proximidad del “entre
claustros” escolar no garantiza de por sí, para el sujeto, el sentimiento de pertenencia a la
institución ni su atravesamiento por el imaginario institucional correspondiente. La
formación de grupos (y las formaciones grupales) responden a la lógica elucidada por
Pierre Bourdieu: grupos en pugna por un capital cultural que los perfila y autodefine. Estas
identidades grupales incluyen a ciertos sujetos, pero ¿qué le ocurre al resto? Elephant nos
muestra este resto por medio de dos adolescentes que en un inicio son víctimas del
desprecio de sus compañeros “populares”. Frente a esos acontecimientos verdaderamente
discriminatorios la institución reacciona con disimulo. Es así que dichos adolescentes
victimados quedan librados a sus propias armas para luchar contra la opresión que deben
soportar. Mediante una identificación masiva con el agresor, forman un dúo simbiótico que
se inscribe en referentes ofrecidos por los medios masivos (documentales sobre Hitler,
armamentismo, videojuegos bélicos), en lo que sería un intento de inclusión patológico,
desde la certeza de saberse ya por fuera de la escuela, que ahora se ha vuelto su blanco. De
acuerdo a su particular estructuración las “armas” de resistencia se convierten en
verdaderas armas de fuego cuyo fin es el exterminio indiscriminado de todo lo que sea
“escuela”, exterminio que llevan adelante implacablemente. Más allá de esta incontenible
literalidad puesta en acto nos preguntamos qué habría acontecido si un hipotético psicólogo
educacional en este escenario hubiera sostenido la falsedad de la consiga “o yo, o el otro”.
Romper con esta disyunción psicótica habría habilitado a la invención de “armas
simbólicas”, cargadas de metáfora, con las cuales resistir las agresiones y disputar el campo
sin que ello implique la muerte lisa y llana. Entre los muros ilustra la problemática de la
inclusión con los alumnos provenientes de las ex-colonias francesas. Estos alumnos, de
distinto origen étnico, son franceses pero no lo son, hablan francés, pero a su modo… hay
para ellos un permanente interjuego de incluido/excluido. La principal resultante de la
situación planteada como acto de violencia (el profesor llamando “golfas” a las dos
alumnas traviesas) es que un alumno negro, perteneciente a los grupos referidos más arriba,
intenta defenderlas y en su agresión termina desbordando la clase. Este alumno
posteriormente es expulsado. Es llamativo que, al comentar este caso, el director de la
escuela afirme “hace tiempo que no está con nosotros”. Si este era el estado de cosas, ¿por
qué no se hizo nada para que el alumno “volviera a estar con ellos”? Aquí fallan todos los
momentos de la prevención: la prevención primaria porque el alumno hace tiempo era
sentido como librado a su suerte, la secundaria porque estando el alumno librado a su suerte
se lo induce al desborde en una escena provocada por el profesor y la terciaria porque
habiendo desbordado el alumno se lo expulsa como para sellar su destino de deportación,
negándosele una rehabilitación social en la misma escuela donde transgredió la norma.
Vemos aquí desplegarse lo perverso del discurso institucional. Un psicólogo en este ámbito
podría haber intervenido en cualquiera de los tres niveles de fracaso señalados, aportando
algo de la ley que fuera inclusivo (para todos) y no expulsivo para el supuesto culpable. El
divagar de una institución a otra que experimenta el joven muchacho de Entre los muros no
es otra cosa que el resto no elaborado, resto que no encuentra en dónde inscribirse. Como
psicólogos quizás debamos estar atentos y transitar por los márgenes para poder ver lo que
otros no ven, llegar donde otros no llegan.

Vous aimerez peut-être aussi