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La última etapa no puede ser otra que lo último, el final, el final de

todo.
Es, en realidad, un ella. Sí, femenina, por tanto.

Anduvo un rato con nosotros, de la mano de Sócrates precisamente cuando


éste cogió con algo con su propia mano. Y, además, uno muy cercano, pero
muy cercano a Sócrates y a su mano cogiendo ese algo, ya dijo que entre la
filosofía y ella había una especial relación, o más que una relación una
verdadera intimidad, pues con una de ellas (no sé cuál de las dos) nos
preparamos para la otra (no sé tampoco cuál). Aunque otro, filósofo también
y asimismo conocido nuestro, dijo que era más bien al contrario: que entre la
filosofía y ella hay una relación de comienzo, de inicio (pero tampoco
recuerdo cuál y de qué). Y, mira qué casualidad; los tres filósofos referidos
hasta ahora son barbudos; igual que un cuarto, filósofo y además barbado,
que dijo que no, que aunque parezca mentira, no nos afectaba en absoluto.
Sin embargo, un quinto filósofo, éste sin barba pero alemán y con bigote, dijo
que, bien al contrario, no solamente que nos afecta muy directamente sino
que en realidad nosotros, los humanos, somos seres dirigidos hacia ella, seres
para ella. ¡Ah! Y un sexto filósofo, ya sin barba ni bigote, consideró que el
mayor signo de la libertad, de un humano libre es, precisamente, que no se
ocupa, y ni siquiera piensa en ella. En fin, que, como casi de costumbre, que
en esto de la filosofía hay para todas las opiniones y gusto (y disgustos, desde
luego)

Pero no solo en la filosofía la encontramos. En ambientes más cotidianos


también. Así, por ejemplo, hay por ahí algunos que dicen estar ennoviados
con ella. Cosa que, probablemente no será muy del agrado de otro conocido
nuestro que ya nos avisó que andaba saliendo con ella. No obstante unos y
otro no se ponen de acuerdo en cómo llamarla, cómo calificarla; así, los
primeros la llaman fiel compañera, y ese amigo nuestro, pálida dama.
Y ya que estamos con esto, un amigo de este amigo nuestro (que debería, por
supuesto, ser también nuestro amigo por esto de que los amigos de mis
amigos son mis amigos) nos dejó dicho que cuando viniera a visitarlo lo
metiéramos en una barca y la empujáramos a noséquémar.
Y si de barcas hablamos, con un barquero aparece relacionado. Sí; un
barquero que también estuvo un rato acompañándonos hace ya algunos
meses. Precisamente éste (solo que ahora aparece con otra pinta, con otra
cara,…):
Otro (en este caso ni filósofo ni conocido nuestro hasta ahora mismo, ni
tampoco barbado; pero sí tuerto, manco y medio inválido) se contradijo a sí
mismo al proclamar su vida; y tuvo que ser un barbudo (¡¡otro más!!) y
filósofo (¡¡otro más!!) quien, valerosamente, intentó hacerle ver la enorme
contradicción que estaba cometiendo. Como probablemente aquél no caería
en la cuenta de la tropelía dialéctica que cometía, éste tuvo que espetarle
eso tan recordado de venceréis porque noséqué pero no nosécuántos… Aunque
bueno, si se trata de contradicciones, la palma, el primer premio de
contradicción, se lo lleva una abulense (sin barba, que se sepa al menos)

Pero si hemos empezado con cuadros, no lo dejemos aquí porque hay muchos
sobre ella.
Como éste, en el instante mismo en que se va a hacer presente:

O éste otro, precisamente en el instante posterior a hacerse presente:

Y otro más en que se nos vaticinó su triunfo (¿definitivo? Pues quién sabe)

En muchos cuadros está y eso que no se conoce su rostro (algunos dicen que
se parece a Aquiles, que tiene su misma cara, la misma, mismísima cara…
pero vaya usted a saber si es cierto. Porque está claro que no se puede creer
lo que diga cualquiera; ¿o es que usted se creería que alguien jugó una partida
de ajedrez con ella? Pues hay otro que dice que sí, que así fue), o quizás más
aún, no se le conoce rostro alguno. Y sin embargo, y a pesar de ello, no sólo
aparece en cuadros, sino también en fotos:

Una, dicen que estaba por Saigón,

…y otra por Sudán

Pero también más cerca, en Córdoba

Y venga, una referencia más, la más increíble o la más extraña de todas para
terminar: uno que confesó haberse convertido en ella (y ustedes dirán si no es
raro rarísimo eso. Ah! Y eso no lo dijo ni un filósofo ni un barbudo, para que
os enteréis)

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