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Árbol sin nombre (Lima, diciembre, 2010) [1]

Odette Amaranta
por: Rosina Valcárcel

Leonidas Vélez y yo embelesados


leíamos Los cuadernos de Malte
Laurids Brigge del checo Rilke. El
3 de Octubre de 1968 ocurre el
Golpe Reformista Militar de Juan
Velasco Alvarado. Los jóvenes
protestan, entre ellos Leoni, quien
es apresado en El Potao. Preñada de
8 meses y días lo visito durante su
encierro. Nuestra hija Odette
Amaranta nace en El Hogar de la
madre ([2]) en Lima la mañana del 16 de octubre de ese año turbulento.
Entonces los miembros de la generación del 70 loábamos a la Revolución
Cubana, Los Black panthers, Los Chalchaleros, Jimi Hendrix, Santana, Simone
de Beauvoir, GABO, Cortázar, Sábato, la defensa del amor libre, de los íconos,
valores y ciertas experiencias del hippismo y feminismo. Con esos antecedentes,
a los 8 años, Odette espontánea escribe sus primeros poemas inspirada no sólo
en el mar, la arena, el horizonte, si no en el trabajo del carpintero, del trabajador
que pintó las paredes de nuestra casa en Barranco. Y un cuento intenso, cuyo
personaje central era su ebrio abuelo escritor cuya vida absurda se torna en canto
a la humanidad. Aquello textos se extraviaron junto a otras joyas que
atesorábamos. Odette aún niña nos acompaña a mítines en defensa de la libertad
y justicia. Una vez leyó un poema de Javier Heraud al lado de Dalmacia Ruiz
Rosas y de Roger Santivañez. Otra vez en el hospital psiquiátrico Víctor Larco
Herrera [3] en un Día de la Madre. Al volver a casa, ella tierna y aguda dijo:
“Mamá que sitio más gris, pobre gente, tu corazón es grande, pero mejor no me
vuelvas a llevar, esta noche tendré pesadillas”. Tenía razón. En su libro Árbol
sin nombre evoca: “Nací en una familia de poetas. Mis primeros versos fueron
publicados en revistas, plaquetas y libros entre los años 1986 y 1994. Luego
emprendí una larga retirada. Veinticuatro años después nace Árbol sin nombre,
constelación de poemas que fue tomando forma desde entonces, sensaciones que
fueron sucediendo, se hicieron espacio, insistieron y se transformaron en
palabras a través mío, a pesar mío… presencias misteriosas… manifestaciones
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incomprensibles… sonidos antiguos… movimientos e imágenes que me invitan


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a esperar, a recibir y a escribir”.

E-mail: Tutaykiri@gmail.com
Árbol sin nombre
Árbol sin nombre, es un poemario peculiar escrito por una mujer de la última
época. Formalmente se agita dentro de la tradición, sin embargo aquí y allá
surgen imágenes extraordinarias o descarnadas. Escrito sin mayores
pretensiones, acaso inicialmente como algo lúdico, deviene en algo
resplandeciente y firme, apasionado y puro. A veces gira en torno a lo inefable
Quizá todos los poemas no alcancen similar perfección. Pero, la poesía de
Odette Amaranta es de un intenso lirismo genuino, a veces sobrio y
trascendente, que deja huella.
Veamos el texto “Delirante” (leyendo a Arturo Corcuera):
Espejos y bosques ardientes/ navega delirante// divina suerte de animal/ juega
entre las aguas// manso/ despliega inmenso sus alas/ rosas/ guaridas en el mar/
advierto apenas su imagen distraída/ pasos recónditos/ inconfundible canto.
(p.16)
Ella evita las palabras asombrosas y prefiere las usuales como su ícono Jorge
Luis Borges. Casi sin dar el rostro la autora invisible danza con los colores
habituales logrando fustigar al lector (a): Veamos el representativo poema de su
agitada adolescencia “Julieta”:
Discorde y soterrada la desdicha/// nunca juncos/ lirios// ni remansos// solo
señales quebrándose en un lienzo// la boca seca/ el fémur entreabierto// y
llegaste temprano al barniz de la ciudad/ a los albores frígidos/ detrás de las
cenizas// qué casualidad Julieta/ tú buscando el río y yo la orilla/ hoy que la
locura recorre el reverso de tu faz. (p.18)
En su alquimia hay un juego de oposición y vínculo, de negación y afirmación,
de tensión y fluidez, de infierno y cielo aquí en la tierra, es una loa al dolor y a
la belleza de una mujer-joven al horizonte de todas-todos.
Leamos el poema “Hoja” no exento de escepticismo:
día que pasa/ hoja que cae/ silencio creciente/ rebalsando a mis pies (p. 22)
La autora, a menudo, es mediadora del prójimo a través de sí misma. El
poemario es una afirmación de la ternura, ejemplo texto “Amo”:
amo el perfil de tus zapatos/ al borde de la cama (p.33).
También percibimos un fino erotismo, la posibilidad de la alegría, el canto a la
naturaleza, a pesar de todo. Veamos: “En otra tierra”:
En otra tierra/ tu cuerpo sucumbe sobre el mío/ arrastra sal/ se desliza/ late a la
velocidad de las estrellas (p.25)
Entre los textos irónicos, destaca “A la volada”:
A la volada/ bajas el perfil/ y contemplo desde allí/ la creación divina// hombres
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y mujeres evangélicos/ sometidos a la herejía de su santidad// leo la biblia/ y

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trato de ser santa/ casta ente las doncellas/ mas no alcanzo a tragar mi saliva//
esfuerzo intempestivo por ser la Virgen María// en vano (p.26)
En el poema “Vaca” hay candidez e ingenio que refrescan:
Una vaca pasea en mi jardín / vaporosa/ masca y masca / tu cola de lana se
menea con candor// ¿qué haces vaca en mi jardín? (p. 43)
Un poema perfecto, ácido y redondo es “Violeta” (inspirado en la larga
enfermedad de la abuela materna):
Dejaste de ser / (o no te veo) // rojo sobre azul/ te has ido// laten tus huesos/ y
no te reconozco// reina otro tiempo// miserable reminiscencia/ (o es ingrata la
vejez)// has muerto con él / (o él contigo) // te he buscado y no te hallé// solo un
raudal de fotografías/ y el desierto de Sechura// reposa tu nariz en mi silueta//
confieso mi desdicha
Texto descarnado, donde el amor-desamor y lo cotidiano se entremezclan con
acierto.
“Los Rosales” conduce al hablante lírico a la apelación constante de un pasado
evocador de sentimientos y vivencias que nutrirán este poema y parte de la
producción poética del libro en mención. Aquí se pintan recuerdos de la
infancia, el clima cultural de los años ’70, el sentimiento de soledad, el pánico
nocturno por “los insectos que imagina”, la alusión a la “soda cáustica” con que
se quema y le deja huella (pero su tierna pierna es salvada por la intervención
paterna), el calor de Aquila, la muchacha de Cerro de Pasco que cuidó de modo
intermitente, el poema de Heraud como una señal y la figura paradigmática del
Che.
valses y zambas argentinas/ anido a contraluz// aprendo a usar el tocadiscos para
escuchar a Piero// el Che y Javier Heraud/ brillan entre muebles de paja/
(sucede
simplemente
que no tengo miedo
de morir
entre pájaros
y árboles)//
me quedo sola una vez más// mi bacinica deambula entre los cuartos/ las
cortinas verdes me asustan/ y veo arañas en medio de la noche// revolución
caliente vienen a vender/ y tengo miedo/ aunque Aquila vigile mis sueños// soda
cáustica/ deja una huella/ pero papá me salva del ojo en el ají (p.46)

Leamos el texto “Barranco”: Aquí, con sencillez, se describen el lugar, los


sujetos, los animales exóticos, el paisaje, los amados libros y eterno el mar.
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Malecón Osma 699/ Billinghurst habita el mar de mi ventana// mono iguana y
halcón hospedan los vecinos/ debajo los tintilocos juegan a no entender// cómo
me gusta esa escalera larga y polvorienta// naranja y verde nuestra casa relincha/
vaga niebla asoma entre los libros/ y nuestra mesa es una puerta para
desayunar// esta es mi morada/los Monsters pueden visitarla// vivo en un
barranco/ entre puertas de madera/ rostro al mar (p.47)

En el poema “Evocaciones”: hay tensión dramática, es un diálogo humanista y


crudo con el padre, quien de niño sobrevive fuera de Lima, en medio de la
pobreza, escasez, carencias, a causa de las persecuciones e ideales de su familia
aprista. Paradójicamente la autora anota:
”y yo me anudo entre los muertos del Frontón”, en visible alusión a la masacre
de penales ocurrida en junio de 1986 [4]y desafía…”pero no quiero ganarte la
partida de ajedrez”, prefiere quedarse con la música que compone o recrea su
progenitor.

Tingo María y su selva sin escuela reinan tu rostro

deja, deja la razón/ abre, abre el corazón// los zapatos de tu hermano son más
grandes/ en tus pies// el rocoto y la nata no me gustan todavía/ pero quién sabe
luego// mi gato se confunde en el dintel de la puerta/ y yo me anudo entre los
muertos del Frontón// tus lágrimas escondidas/ lágrimas al fin// el cielo siempre
será nuestro techo// la filosofía visita nuestros parques/ pero no quiero ganarte la
partida de ajedrez// acaso tu guitarra/ el mejor de los recuerdos (p.48)

En el texto “La sombra”, a través de alusiones a personajes míticos la autora se


involucra no sólo con la experiencia amatoria, ni con lo que ocurre en Perú, si
no con lo que sucede en el mundo. Aquí confirma una vocación por la libertad y
la vida. Por el canto y la luz.

en Kurdistán las tortugas también saben volar/ vuelan alto y a pedazos / en una
pesadilla // Satélite sujeta el hilo de Ariadna/ Agrim sangra, arde y se despoja en
el precipicio// bastarda es la guerra// Teseo mata al minotauro en su propio
laberinto/ y el niño sin brazos recoge minas con la boca// Kurdistán/ perdóname
la vida// quiero clarear el día/ oscurece dentro de mí (p. 49)

El poema “m2”, es un texto abstracto, kafkiano, que pinta e ironiza el juego


enajenado-capitalista de la venta-compra:
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divide y reina/ el metro cuadrado// oronda cuadrícula infinita/ medido está el
mundo/
(aunque no justo)// atiborrado transita/
etéreo/ sutil/
metros cuadrados vienen a ofrecer/ pero cuadrada no es la planta de mis pies//
pasos zigzagueantes/
perdidos/
como sabuesos/
andan/
¿dónde el metro cuadrado es?// curvo lo advierto todavía/
como redondas/ las moléculas
circundan mis milímetros (p. 50)

Como si apelara a lo esencial, a lo esencial de nuestra condición, la autora traza


en breves líneas un poema-eclipse que nos conmueve: “Domingo”:

no son estos los Campos Elíseos/ que juntas hubiéramos querido recorrer //
solo un abismo/ profundo de abril/ en que arde la mañana (p. 53)

La poesía para la autora es una actividad del espíritu. Su opción feminista se


expresa invirtiendo la realidad mediante el sobrecogedor poema “Orfeo.”
Rompe el marco de la lógica patriarcal. Así concluye, abandona al sujeto amado
y al lector, no obstante queda la esperanza de la resurrección futura.

como Orfeo/ quiero tocar mi lira/ y al borde del infierno/ resucitarte (p. 55)

De su alforja salió esta imaginería no exenta de cierta tristeza. La poesía de


Odette aviva nuestra fantasía e inteligencia: ¿Árbol sin nombre? ¡Qué título! nos
deja la sensación de una nueva voz rebelde que no se sabe de dónde viene, tal
vez del azar o de los antepasados, pero sí intuimos adónde va. ¡Congratulaciones
a la autora, al editor y a la diagramadora!

NOTAS.
[1] Editor Carlos Carnero Figuerola. Diagramación: Camila Bustamante.
Portada: óleo de Pilar Sousa.
[2] Clínica ubicada en Miraflores.
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[3] Llamado El Manicomio.


[4] bajo el primer gobierno de Alan García.
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