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REALIDAD

NACIONAL
DEL PERU

AGRICULTURA PERUANA
El PBI agropecuario en el período 1991-2000 creció 64,4% en términos reales,
tasa mayor a la del crecimiento del PBI global de la economía, de 44,8% en el
mismo período. El crecimiento agrícola de la década pasada se registró luego
de la retracción de la producción durante los 70s y del estancamiento de la
década de los 80s, consecuencia de la Reforma Agraria y del Fenómeno El Niño
de 1983, respectivamente.

El aumento de los volúmenes de producción agrícola en la última década se


registró en un contexto caracterizado por la recuperación de la estabilidad
macroeconómica, la apertura del comercio internacional, la liberalización de los
precios de los productos agrícolas y el ingreso de nuevos actores privados en el
agro. Los factores adversos que influyeron en el dinamismo del sector agrario
fueron la vigencia de un tipo de cambio desfavorable para las exportaciones, la
escasez de crédito para el sector y los limitados recursos fiscales para mejorar
la infraestructura agraria, la investigación y la capacitación de la mano de
obra, entre otros.

Una de las causas que explican el crecimiento de la producción durante la


década es el importante incremento de los rendimientos de los principales
cultivos. Así, la papa aumentó su rendimiento en 45,4%; el arroz cáscara,
26,7%; el café, 36,6%; el maíz amarillo duro, 27,0%; el espárrago, 46,5%; el
maíz amiláceo, 14,8%; el trigo, 7,3% y el frijol, 14,9%; mientras que el
rendimiento de la caña de azúcar, cayó 10,4%, entre los principales productos.

No obstante la mayor producción y el incremento del rendimiento de cultivo


por hectárea, la extensión de la superficie agrícola aún es reducida, alcanzando
2,8 millones de hectáreas aproximadamente, lo que representa el 36,8% del
total de superficie con potencial para cultivos transitorios y permanentes que
alcanza 7,6 millones de hectáreas.

La superficie potencial de pastos naturales es de 17,9 millones de hectáreas,


siendo utilizada al 87,5%. La escasa extensión de tierras agrícolas impide el
aprovechamiento de los beneficios que otorga la escala de producción. En
1994 la extensión promedio de la unidad de producción agrícola era de sólo 3,1
Has. en total. Esta fragmentación es mucho más aguda en la sierra del Perú
donde la extensión promedio se reduce a 2,4 Has. Así, tenemos que la
utilización de una mayor escala productiva, con la consecuente reducción de
los costos unitarios, sólo sería factible en caso las unidades agrícolas adopten
alguna forma asociativa.

La ampliación de la escala productiva permitiría la utilización más intensiva de


maquinaria y la tecnificación de algunos procesos productivos; así como
mayores ahorros en la compra de insumos y en la comercialización de bienes
agrícolas.

La agricultura mantiene bajos niveles de importancia en el PBI global,


avanzando hasta 9,0% el año 2000, desde el 8,0% registrado en 1991. Lo
mismo sucede con la participación de la agricultura en el empleo y la
generación de divisas. Sin embargo, el valor del producto agropecuario per
cápita, que indica la seguridad alimentaria de la población o la capacidad de
producir los alimentos que se demandan en el mercado interno, se elevó en el
2000 aproximadamente en 38,8% respecto a 1991.

PRECIOS
En el período 1991-2000, el precio promedio real de los productos
agropecuarios, medido a través del ratio entre los índices de precios del sector
agropecuario y del PBI global, cayó 13,4%.

Entre 1991 y 1993 se registra una ligera tendencia ascendente. A partir de


1993 empieza un período ligeramente decreciente hasta 1998 en que el
declive se hace mucho más pronunciado. Desde 1998 la caída de los precios
reales ha llegado a 17,6% aproximadamente, lo que ha ocasionado una severa
crisis entre los productores agrícolas quienes han sufrido una merma en sus
ingresos a pesar del incremento de la producción.

Los precios de los principales productos agrícolas tuvieron un comportamiento


diferenciado. En el período 1991-2001, el precio de la papa cayó 19,4%; del
arroz cáscara, 8,4%; del plátano, 8,8%; del maíz amarillo duro, 14,4%; del café,
3,8%; del trigo, 27,7%; mientras que el precio del limón subió 74,4%; del
espárrago, 1,8%; entre otros. El declive de los precios agrícolas se produjo
debido a la debilidad de la demanda interna y al incremento de la producción
de ciertos productos no transables que saturó el mercado local y llevó a una
reducción de precios que perjudica los ingresos de los agricultores. Al respecto,
debería reforzarse la labor del Ministerio de Agricultura de asegurar la
disponibilidad de información oportuna y confiable para los productores es de
suma importancia para permitir una correcta toma de decisiones por los
agricultores, evitando así excedentes de producción abultados que disminuyan
la rentabilidad de los cultivos.

Los precios de productos agrícolas transables también mostraron una


retracción debido a la recesión de la economía norteamericana y de otros
países desarrollados. Una situación similar enfrentaron otros países del área
latinoamericana que también han visto reducidos los precios de sus productos
exportables.

RENTABILIDAD DEL AGRO

Según las estadísticas de 2000, la población pobre en el sector rural alcanzó el


70,0%, incluyendo 35,6% en extrema pobreza. Estos niveles de pobreza están
directamente correlacionados con la baja productividad registrada en el sector
rural. La productividad del sector agraropecuario, medido a través del ratio PBI
Agrícola/PEA Rural; se situó en el año 2000 en 2.517 soles de 1994, comparado
con la productividad promedio de la economía de 10.257. Los bajos niveles de
productividad registrados se explican, en buena parte, por los deficientes
niveles de educación en el área rural, la escasez y fragmentación de tierras, los
bajos niveles de capitalización, los bajos estándares tecnológicos y de calidad,
y la falta de organización y capacidad empresarial.
Los factores involucrados en la rentabilidad del sector agrario involucran los
volúmenes de
producción, precios y costos. Hemos mencionado que la producción del sector
agrario ha reportado un aumento importante en la década anterior. En buena
medida, este aumento de la producción se debe a los siguientes factores: las
condiciones climáticas favorables y el incremento del rendimiento por área
sembrada. Asimismo, los precios de los principales productos agrícolas se rigen
de acuerdo con las condiciones del mercado y han tenido, en promedio una
tendencia negativa a lo largo de la década. Ambos hechos configuran la actual
crisis de ingresos reales del sector agrario.

En buena medida, permitir una rentabilidad adecuada de la actividad


agropecuaria mediante medidas destinadas a influir en la reducción de los
costos que enfrentan los agricultores es una opción poco utilizada por el
Estado. Políticas consistentes de titulación de tierras, provisión de información,
elevación de estándares de sanidad agropecuaria, mejora de sistemas de
comercialización y de ampliación de la cobertura de la red de caminos rurales
son los medios a través de los cuales se puede modificar la estructura de
costos relativos e incrementar la competitividad de la producción agropecuaria.

En el período 1993-1999, el 45,6% de la inversión pública ejecutada por el


sector agricultura se dedicó a la conservación de suelos y reducción de la
pobreza en la sierra; 28,1%, a rehabilitación e infraestructura de riego y 10,3%
a la propiedad y titulación de tierras. Sólo 3,5% se dedicó a la sanidad
agropecuaria; 2,2% a la investigación y transferencia de tecnología; 1,9% a la
conservación del ambiente y manejo de recursos naturales y 3,7% a los
servicios de asistencia técnica agropecuaria en la sierra. El 4,7% se dedicó al
desarrollo de la ganadería altoandina y al apoyo por emergencia agraria y otros
proyectos de gestión.
BALANZA COMERCIAL AGRÍCOLA

La agricultura ha dejado de ser un sector importante en la generación de


divisas para la economía nacional a través de las exportaciones. A lo largo del
período se registra un déficit comercial agropecuario que debilita la seguridad
alimentaria de la población. En

2001, la balanza comercial agrícola fue deficitaria en aproximadamente US$


203,4 millones. Sin embargo, esta tendencia se ha tornado decreciente desde
1996, con excepción de 1998, lo que puede atribuirse a la presencia del
fenómeno El Niño en ese año.

Los principales productos de exportación, como el algodón y el azúcar, han


sufrido una fuerte caída en el valor de las exportaciones. Esta se puede atribuir
a la falta de innovación tecnológica en su cultivo y a la ausencia de esquemas
de organización adecuados para incrementar la productividad y reducir costos.
Contrariamente, otros productos como el café han experimentado una fuerte
alza, que expresada en dólares nominales asciende a casi 90%.

En cuanto a los productos no tradicionales, el espárrago ha tomado un lugar


importante dentro de este rubro con un crecimiento de más de 300%. El
mango también ha registrado un incremento vertiginoso, pero aún sus valores
no son muy significativos, totalizando apenas US$27 millones.

La iniciación de políticas de liberalización del comercio de productos agrícolas


durante esta década significaron la reducción y dispersión de los niveles
arancelarios, lo cual incentivó una mejor asignación de los recursos y el
incremento de la productividad. Las políticas comerciales aplicadas en el sector
agrícola han sido un factor claramente diferenciador de muchos de los países
de la subregión andina que se caracterizan por proveer altos niveles de
protección para los productos locales.

El crecimiento registrado en la producción agrícola durante la última década ha


sido insuficiente para promover el desarrollo sostenido del campo, superar la
pobreza y reforzar la seguridad alimentaria de la población. El sector no ha
logrado ser lo suficientemente competitivo como para incursionar
exitosamente en los mercados internacionales.

Es necesaria la promoción de formas asociativas entre los productores agrarios


para superar los problemas causados por la difusión de los minifundios y
aprovechar los beneficios que otorgan mayores escalas de producción. Sin
embargo, la iniciativa debe surgir desde los mismos productores impulsados
por la dinámica del mercado.

Es necesario realizar reformas destinadas a asegurar la competitividad de los


pequeños propietarios de tierras, proveer acceso a la propiedad a los pequeños
agricultores y campesinos sin tierra y asegurar sistemas de tenencia de la
tierra que sean compatibles con la conservación de los recursos naturales y su
uso sostenible.

Existen aún deficiencias en la definición de los derechos de propiedad en el


área rural, lo cual es un componente fundamental para desarrollar mercados
de tierras en forma de venta o alquiler. El principal instrumento a través del
cual el Estado puede ejecutar la política agraria es la asignación del gasto
público. El gasto público del Estado está disperso en diversas entidades
estatales, sin embargo debería responder a una política agraria consolidada
que involucre acciones desde los Ministerios de Agricultura, Transportes y
Comunicaciones, Educación y Salud, entre otras instituciones.

DESCENTRALIZACION

La descentralización se define como el proceso mediante el cual se transfiere


poder de decisión y responsabilidad desde el nivel central de una organización,
a unidades descentralizadas o alejadas del centro. En la mayoría de países
latinoamericanos los factores económicos han tenido prioridad en la
determinación del proceso de descentralización fiscal. La motivación surge de
la búsqueda de más eficiencia y eficacia en la distribución de los recursos
públicos, el intento por reducir el gasto, ajustar las finanzas del gobierno
central y alentar el autofinanciamiento mediante los gobiernos subnacionales.

Antecedentes de la Descentralización

A partir de un análisis histórico se constata la debilidad de la descentralización


del estado que ha acompañado al Perú desde la República, dado que no ha
sido común la existencia de una instancia de gobierno en el nivel intermedio
sino, más bien, han estado presentes instancias departamentales
desconcentradas del Poder Ejecutivo nacional.
Durante la vigencia de la Constitución Política de 1979 se reinstauraron las
autonomías locales y se introdujeron las regiones en el nivel intermedio (1980-
1992). El proceso no logró consolidarse dado que las regiones fueron creadas
desde el estado en un proceso uniforme; la mayoría de los miembros de los
órganos regionales no fueron elegidos de manera directa, se instauró como
forma de gobierno las asambleas, no tuvieron competencia regional propia sino
delegada, el proceso de transferencia fue muy rápido y se reconoció a las
regiones una mínima autonomía financiera.

En el nivel local, las municipalidades recobraron elementos de su autonomía


política como la elección directa, si bien en el ámbito financiero aún mantienen
una limitada autonomía. En el año 1984 se dicta la Ley Orgánica de
Municipalidades, Ley Nº 23853, actualmente vigente. En el período 1992-2000,
se reestructura el poder Ejecutivo suprimiéndose las regiones, y creándose los
Consejos Transitorios de Administración Regional (CTAR), se aprueba la Carta
Magna de 1993 y se modifica la actual Ley Orgánica de Municipalidades a
través de una ley de Tributación Municipal.

Si bien la Constitución de 1993 establecía las normas de descentralización


debiendo elegirse las autoridades regionales a más tardar en 1995, recién en
1998 se dio la Ley Marco de Descentralización la que no da inicio a un proceso
de regionalización sino que estableció la organización territorial departamental
del país. Las características más importantes que estableció la Ley Marco de
Descentralización con relación a los CTARs fueron: una clara dependencia del
Ministerio de la Presidencia, el establecimiento de funciones generales, el
Presidente Ejecutivo y el Secretario Técnico del CTAR son designados por el
presidente del Consejo de Ministros y por el Ministro de la Presidencia, y

cada CTAR constituye un pliego presupuestal dentro del Sector del Ministerio
de la Presidencia.

Todas estas características muestran a los Consejos Transitorios de


Administración Regional como instancias desconcentradas del gobierno
nacional y no como gobiernos regionales. La reforma constitucional del
Capítulo XIV del Título IV, dada en el 2002, sobre descentralización plantea un
proceso flexible y gradual, definiendo como elementos esenciales del proceso
de descentralización tanto la gradualidad como la sustentación técnica de la
transferencia de las materias de competencia, las funciones y los recursos
hacia los gobiernos subnacionales. La reforma constitucional constituye en el
nivel intermedio un gobierno regional al que le otorga autonomía política,
económica y administrativa en los asuntos de su competencia; así como una
estructura de gobierno: Consejo Regional, un Presidente y un Consejo de
Coordinación Regional.

Del mismo modo se reconoce autonomía política, económica y administrativa a


los gobiernos locales; y una estructura de gobierno: Consejo Municipal y
Alcaldía. A pesar que la Constitución vigente establece que existen tres niveles
de gobierno, la última década se ha caracterizado por una recentralización del
Estado, que ha determinado una estructura institucional en la cual existe un
nivel nacional excesivamente grande que reúne demasiadas responsabilidades
y un nivel local que posee una limitada gestión de recursos.
Las relaciones fiscales permiten observar cierto grado de descentralización,
sobretodo entre el nivel central y el local. Aunque existen varias fuentes de
ingresos en las municipalidades, los gobiernos locales están caracterizados por
presentar dificultades en su estructura financiera: una escasa capacidad
tributaria producto de la pobreza inherente al país, y una dependencia
excesiva de las transferencias del gobierno central.

El Proceso de Descentralización Peruano y las Finanzas Públicas.

El proceso de descentralización, aprobado por la Ley Nº 27683 Ley de


Elecciones Regionales publicada el 15 de marzo por el Congreso de la
República-, se realizará por etapas, en forma progresiva y ordenada conforme
a los criterios que permitan una
adecuada asignación de competencias, acompañada de la transferencia de
recursos del gobierno nacional hacia los gobiernos subnacionales dentro de
una manejo agregado fiscalmente responsable.

La Ley Orgánica de Bases de la Descentralización (LOBD), aprobada el 26 de


junio de este año, fue trabajada coordinadamente entre el Poder Ejecutivo y el
Congreso de la República. Ésta contempla cuatro componentes fundamentales:
las competencias de los gobiernos regionales, las etapas del proceso, los
recursos para su viabilidad y la institución rectora del proceso.
Un primer paso para organizar este proceso es establecer una distribución
clara de las
competencias entre los niveles de gobierno nacional, regional y local, con el fin
de determinar la transferencia necesaria de recursos a los nuevos gobiernos
regionales, de tal modo que se establezca un programa ordenado de
transferencia de servicios y competencias del gobierno central a los gobiernos
subnacionales con efectos fiscales neutros. Respecto a las etapas del proceso,
la LOBD establece que el proceso sea gradual y se desarrollará en cinco
etapas, las cuales serían:

Una primera etapa, de junio a diciembre del presente año, en la cual se


debatirán y
aprobarán las leyes pertinentes.
 Instalación y organización de los gobiernos regionales.
 Transferencia y recepción de competencias sectoriales.
 Transferencia y recepción de competencias sectoriales en educación y
salud.

Consolidación del Proceso de Regionalización. Con relación a los recursos


necesarios para su viabilidad, el proceso de descentralización nos obliga a
extender la concepción de política fiscal a los niveles de gobierno nacional,
regional y local, por lo que resulta necesario establecer principios fiscales
básicos, mencionados arriba, que constituyan el marco legal para una
descentralización fiscalmente responsable. En este sentido, la
descentralización deberá producirse teniendo como marco general las reglas
macro fiscales contenidas en la Ley de Prudencia y Transparencia Fiscal y el
Programa Económico expuesto en el Marco Multianual, para evitar
desequilibrios fiscales que se han observado en experiencias similares. El
proceso no contempla gastos adicionales a los actualmente

existentes, debido a que la Ley de Presupuesto establecerá una nueva


distribución de los recursos existentes, mas no un incremento en el gasto.

Como mecanismo de asignación de recursos, el MEF ha diseñado un


presupuesto y un planeamiento participativos para promover la construcción
de un arreglo institucional que permita a los ciudadanos intervenir en la
creación de las políticas públicas y en las demás decisiones de gobierno que
tengan importancia para el futuro de su comunidad.

Asimismo, las normas y procedimientos de los actuales sistemas de gestión


administrativa, así como las herramientas de gestión administrativa financiera,
son regulados por el gobierno nacional y serán de observancia obligatoria por
el gobierno nacional, regional y local. Los órganos rectores de los Sistemas
Administrativos son: Presupuesto, Tesorería, Contaduría, Crédito, Contraloría y
el de Inversiones, los cuales impartirán las orientaciones técnicas y directivas
que sean necesarias sobre sus respectivas competencias.
Por último, la LOBD crea el Consejo Nacional de Descentralización como
institución rectora del proceso. Sus funciones son: proveer apoyo técnico para
el fortalecimiento de las capacidades de los gobiernos regionales y locales,
realizar el monitoreo y seguimiento del proceso de transferencia de
competencias y recursos hacia los gobiernos subnacionales, entre otras.

POLÍTICA ARANCELARIA
Una política arancelaria eficiente debe orientarse en el tiempo a reducir el
promedio y la dispersión arancelaria. Para el logro de este objetivo se debe
considerar: a) el balance entre el impacto efectivo sobre producción, empleo y
recaudación, y el efecto sobre la eficiencia en la asignación de recursos y el
bienestar de la población, b) otras formas alternativas de alcanzar los impactos
de producción, empleo y recaudación, tales como la estabilidad económica, las
políticas de inversiones o mejoras de la infraestructura y del capital humano, c)
que las negociaciones multilaterales, bilaterales y de bloques

comerciales apuntan a la eliminación del arancel como instrumento de política


y, d) el manejo simple y transparente de los aranceles que faciliten su
administración.

Un análisis de la protección efectiva, indicador del manejo discrecional del


arancel y de la dispersión de la rentabilidad relativa entre sectores productivos,
permite constatar que ésta durante los años 2001 y 2002 se ha incrementado,
mostrando un retroceso respecto al de los años previos. La mayor parte de los
sectores productivos tenían una tasa de protección efectiva uniforme alrededor
del 12% hasta marzo del 2001, asociada al 85% de las importaciones CIF,
mientras que a fines del 2002, dicha protección se dispersó entre 4,3% y
15,1%, originando ineficiencias en la asignación de recursos.

En el ámbito agrícola, el Perú implementa una política basada en la aplicación


de aranceles
nominales ad-valorem, derechos ad-valorem adicionales temporales y los
aranceles específicos variables. Estos últimos se aplican a un conjunto de 45
subpartidas arancelarias que forman parte del sistema de franja de precios, los
cuales tienen por finalidad reducir las fluctuaciones de precios, elevar la
rentabilidad del agro y aliviar la situación de pobreza del campo. Los aranceles
totales (con derechos específicos arancelizados) de los productos agrícolas
fluctúan entre 12% y 100% y están por debajo de los aranceles consolidados
(techos) de la OMC. Sin embargo, no es conveniente una
protección excesiva a los productos agrícolas por cuanto retarda el desarrollo
del sector e induce a la postergación de las reformas económicas. La política
arancelaria deberá tomar en cuenta los compromisos asumidos por el Perú en
diversos foros internacionales. En la OMC se ha consolidado un techo
arancelario de 30% para todo el universo, excepto para 23 subpartidas
arancelarias referidas a productos agrícolas y alimentos cuyos techos hoy son
superiores al 100% y que a partir del 2005 serán de 68%. La OMC prohíbe los
precios mínimos, los derechos variables de importación y las restricciones
cuantitativas, y permite la implementación de medidas de salvaguardia y los
derechos antidumping.

De otro lado, ante la incertidumbre sobre la perspectiva del ALCA, los escasos
progresos en APEC y la culminación de la ATPDEA en el 2006, se hace
necesario y urgente la concreción de un TLC con nuestro principal socio
comercial, Estados Unidos.

ARANCELES Y OTROS IMPUESTOS AL COMERCIO

Existen dos ámbitos básicos de política arancelaria. Uno es el unilateral, por el


cual un país
soberanamente decide modificar su estructura arancelaria, sin negociarla con
ningún otro, y el otro es el vinculado a acuerdos comerciales, que involucran
reducciones arancelarias negociadas con los socios comerciales.

En ambos ámbitos el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) tiene


competencia. Por consiguiente, cualquier norma asociada a la política
arancelaria debe contar con la aprobación y el refrendo del MEF. Según la
Constitución Política corresponde al Poder Ejecutivo la regulación de aranceles,
en particular al Presidente de la República (artículo 118, numeral 20) a través
de decretos supremos (artículo 74º). Así, operativamente, la responsabilidad
recae sobre el MEF, cuya Ley Orgánica señala lo siguiente:

"Corresponde al Ministerio de Economía y Finanzas planear, dirigir y controlar


los asuntos relativos a la tributación, política aduanera, financiación,
endeudamiento, presupuesto, tesorería y contabilidad, así como armonizar la
actividad económica nacional. Asimismo le corresponde planear, dirigir y
controlar los asuntos relativos a la política arancelaria, en coordinación con el
Ministerio de Industria, Comercio, Turismo e Integración [ahora Ministerio de
Comercio Exterior y Turismo y Ministerio de la Producción] y con el Ministro del
Sector interesado, cuando corresponda”.

En términos generales, cuando se habla de aranceles se trata de impuestos al


comercio exterior de bienes, sea de importaciones o exportaciones. En este
último caso, desde hace varios años, el Perú no aplica aranceles con el fin de
no restar competitividad a las exportaciones.

El arancel es un impuesto que se aplica sólo a los bienes provenientes del


exterior. No es el caso del impuesto general a las ventas (IGV) o el impuesto
selectivo al consumo (ISC), que se aplican indistintamente a bienes nacionales
e importados. En consecuencia, dado que los bienes importados y nacionales
pagan estos dos últimos impuestos, existe un

sesgo "protector" en el arancel dado que su aplicación permite proteger de la


competencia extranjera a los bienes producidos en el país.

Además del sesgo hacia la protección productiva del arancel, éste último
también suele servir a objetivos recaudatorios del Tesoro o de estimulación de
empleo. Cualquiera sea el uso que se le quiera dar al arancel, es una decisión
política que debe considerar los siguientes elementos:
• El balance entre el impacto efectivo sobre producción, empleo o
recaudación versus
aquél sobre la eficiencia en la asignación de recursos y el bienestar de
la población. Desde el punto de vista de la eficiencia del instrumento, su
manejo debe tender a lograr mejoras en la competencia internacional y
productividad de las empresas, así como, la mayor satisfacción del consumidor,
y no el beneficio sólo para algunos sectores y grupos en términos de ingresos y
empleo. En otras palabras, la política arancelaria debe tender a distorsionar lo
menos posible la :

• La existencia de otros medios para alcanzar los objetivos de


producción, empleo o recaudación. Factores como estabilidad económica,
políticas que atraigan inversiones o mejoras de la infraestructura y del capital
humano sirven mejor en el mediano y largo plazo a los objetivos.

• La dirección de las negociaciones multilaterales, bilaterales y de


bloques comerciales apuntan a la eliminación del arancel como
instrumento de política. Esto implicará la anulación de éste como elemento
de protección productiva y la sustitución de recaudación arancelaria por otra
basada más en el IGV o el impuesto a la renta. Este norte está en curso
principalmente a través de las negociaciones de la OMC, el ALCA, el Tratado de
Libre Comercio Tratándose de una economía en desarrollo, sin poder en los
mercados internacionales, al Perú le conviene bajar o eliminar aranceles,
porque ello reduce los costos del funcionamiento de la economía y eleva el
nivel de bienestar de la población a través de:

• Menores costos para consumidores y productores. Al existir pocas


tasas y de bajos niveles se mejora el grado de acceso, variedad y calidad de
los bienes para el consumidor final y para el usuario de insumos y bienes de
capital. Para estos últimos, se reducen los grandes diferenciales en
protecciones efectivas2 y se limitan las diferencias arancelarias arbitrarias
entre bienes de consumo, insumos y bienes de capital.
• Un manejo simplificado y transparente. Al existir pocas tasas
arancelarias se facilita la labor aduanera y se restringen los riesgos de
corrupción mediante ubicaciones forzadas en las subpartidas arancelarias con
el fin buscar rentas.
Es por ello que la política arancelaria debiera orientarse a reducir en el tiempo
el promedio y dispersión arancelaria, de tal manera que se propenda a una
asignación de recursos y consumo a través de reglas de mercado.
Actualmente, el promedio arancelario es de 10,4% y la dispersión de 6,1
puntos.

POLÍTICA ARANCELARIA AGRÍCOLA

En el ámbito agrícola, adicionalmente a los aranceles ad-valorem existen desde


1991 los aranceles específicos variables para un conjunto de 45 subpartidas
vinculadas a arroz (4), azúcar y derivados (7), lácteos y derivados (24) y maíz y
derivados (10). Estas subpartidas son parte del Sistema de Franjas de Precios
creado el 2001 a partir del esquema de derechos específicos variables de
1991, permitiendo que los precios fluctúen sin intervención en un rango de
precio piso y precio techo. Los derechos variables operan cuando el precio de
referencia en los mercados internacionales se sitúa por debajo de un costo piso
de importación7. Este sistema tiene por objeto reducir las fluctuaciones de
precios, elevar la rentabilidad del agro y aliviar la situación de pobreza del
campo.

REFORMA DEL ESTADO

A pesar del conjunto de medidas adoptadas a inicios de los años noventa, que
permitieron reducir el tamaño de un Estado que hasta entonces era el principal
actor de la economía

nacional, el proceso de reforma integral del Estado Peruano tiene aún una
agenda pendiente en el ámbito de la Modernización del Estado y la
consolidación del proceso de Descentralización. El objetivo principal de la
Modernización del Estado es incrementar la calidad de los servicios públicos y,
consecuentemente, aumentar la calidad del gasto público, para lo cual se
requiere reducir la participación del gasto corriente e incrementar la
participación de la inversión pública, mediante criterios de focalización y
optimización. De este modo, será posible incrementar tanto la efectividad de
las intervenciones públicas como la eficiencia en el uso de los recursos.
Así, en lo que respecta a la organización del Poder Ejecutivo, estos objetivos se
traducen en la necesidad de racionalizar el aparato administrativo del Estado
mediante la eliminación de duplicidades precisando sus funciones y
responsabilidades a nivel nacional, regional y local y simplificando las
estructuras organizativas de los ministerios y organismos públicos
descentralizados; así como en la necesidad de reformar el Sistema Público de
Pensiones y fortalecer la autonomía de las entidades reguladoras. De igual
modo, se requiere implementar una gestión moderna de los recursos humanos
del sector público y adecuarlos a la demanda real por bienes y servicios
públicos y diseñar e implantar un registro unificado de los empleados públicos.

En función de dichas metas, el Gobierno ha logrado importantes avances en las


tareas de implementación de medidas de austeridad y racionalización del
gasto corriente en todos los Ministerios, en el fomento de la transparencia en
los procesos de compras públicas, así como en la construcción de una base de
datos de planillas del Estado que permitirá: (i) la implementación a través del
Sistema Integrado de Administración Financiera (SIAF) del Módulo de Registro
de Altas y Bajas de Personal de los Gobiernos Nacional y Regional; (ii) un
proceso de control de pagos a través del SIAF; y (iii) la consolidación del Banco
de Datos de Servidores Públicos actualizado permanentemente. Con este fin,
se ha concluido una primera etapa que consistió en el cruce de información
entre diversas entidades públicas —la Superintendencia Nacional de
Administración Tributaria (SUNAT), el Banco de la Nación y la Dirección
Nacional de Presupuesto Público del MEF, obteniéndose como resultado una
Base de Datos Preliminar que contendrá el Padrón de Personas Activas y
Pensionistas a cargo del Estado. En el ámbito de la Descentralización, para la
continuidad
y consolidación de este proceso se requiere garantizar la interdependencia y
colaboración entre los tres niveles de Gobierno Nacional, Regional y Local, con
el objetivo fundamental de mejorar la gestión del Estado y de garantizar la
provisión de los servicios públicos fundamentales. De este modo, es necesario
implementar y/o fortalecer los instrumentos legales y los procedimientos
administrativos encaminados a guiar el traspaso de competencias y recursos
del Gobierno Nacional a los Gobiernos Regionales. En ese sentido, es prioritario
aprobar la Ley de Acreditación y, en paralelo, diseñar un sistema de monitoreo
y evolución del gasto descentralizado. Asimismo, para reducir los riesgos que
el proceso supone en términos de la sostenibilidad fiscal, es necesario que las
instancias del Gobierno Nacional tengan las capacidades para administrar los
sistemas de gestión financiera e inversión pública y vigilen adecuadamente las
finanzas de los Gobiernos Regionales y Locales.

POLITICA TRIBUTARIA

Un sistema tributario debe estar organizado en función a los siguientes


principios: suficiencia, eficiencia, equidad y simplicidad. El primero se refiere a
la capacidad del citado sistema para financiar el gasto del Estado sin tener que
recurrir a un nivel excesivo de endeudamiento la vigencia de incentivos,
exoneraciones o tratamientos tributarios especiales, así como la evasión y el
contrabando, han debilitado dicha capacidad. En cuanto a la eficiencia, el
sistema tributario debe tender a disminuir las distorsiones generadas por los
impuestos sobre las decisiones de los agentes económicos. En este sentido, los
principios del sistema tributario deben ser gravar la renta y el consumo, y
eliminar paulatinamente cualquier impuesto anti-técnico.

Por su parte, la equidad implica que la carga tributaria debe ser distribuida con
justicia entre los miembros de la sociedad, respetando sus capacidades
contributivas. La aplicación de este principio considera dos criterios: el de
equidad horizontal, por el cual un sistema tributario es equitativo cuando
contribuyentes con el mismo nivel de riqueza
deben pagar la misma cantidad de impuestos y equidad vertical o capacidad
de pago, mediante el cual, el establecimiento de tributos debe guardar relación
con la capacidad económica del contribuyente. Por último, bajo el principio de
simplicidad, el
sistema impositivo debe ser un conjunto ordenado, racional y coherente de
tributos, comprensible para todos los contribuyentes, de modo tal que reduzca
los costos de cumplimiento y la probabilidad de evasión y elusión fiscal.

Los principales avances del Gobierno en línea con los citados principios han
estado orientados a:
(i) La reducción de la evasión y la elusión utilizando medidas
administrativas como el reforzamiento del sistema de retenciones del
Impuesto General a las Ventas (IGV), la ampliación de la cobertura del
sistema de detracciones, la mejora del control de reintegros tributarios y
la intensificación de las auditorías a las empresas;
(ii) La modernización de la gestión y la capacidad funcional de la
Administración Tributaria a través de la fusión de SUNAT y Aduanas, que
centraliza en una única institución la responsabilidad de la recaudación
de impuestos; y

iii) La mejora de la eficiencia y equidad del sistema tributario, con el objetivo


de incrementar la presión tributaria.

REFORMA DEL SISTEMA PREVISIONAL

Una de las características de la economía mundial durante los últimos años es


la reforma que muchos países están llevando a cabo en sus sistemas de
seguridad social. Países como Alemania, Francia, Portugal y, más cerca de
nuestra realidad, Brasil y Colombia, están implementando importantes
reformas en sus regímenes previsionales públicos, los que usualmente se
caracterizan por ser sistemas de reparto y no de capitalización individual. Los
cambios en la estructura demográfica han creado la necesidad de una reforma,
en la medida en que los beneficios de los sistemas de reparto originales son
financieramente inviables en el tiempo. En efecto, los aumentos en la
esperanza de vida de la población y el proceso de transición demográfica han
elevado enormemente el

pasivo previsional sin que eso tenga un correlato en sus capacidades de


financiamiento. De este modo, estos sistemas deben ser reformados para
evitar las crecientes transferencias de recursos públicos que requieren y
reducir su probabilidad de quiebra.

En el Perú, el Sistema Público de Pensiones está constituido principalmente por


los regímenes regulados por los Decretos Leyes Nº 19990 —o Sistema Nacional
de Pensiones (SNP) y Nº 20530 régimen de la Cédula Viva—, los mismos que se
encuentran desfinanciados. La recaudación de aportes en ambos sistemas es
insuficiente para financiar el pago de sus planillas, por lo que en promedio,
durante los últimos 5 años, el Tesoro Público ha tenido que cubrir el 81 por
ciento de la planilla previsional, lo que representa el 17 por ciento del
Presupuesto Público anual.

De los citados regímenes, el principal problema proviene del DL Nº 20530,


puesto que representa la mayor carga de obligaciones previsionales (9 por
ciento del Presupuesto Público) y genera desigualdades en cuanto a los
beneficios que otorga, en comparación con el SNP. Un 98,9 por ciento de la
planilla del DL Nº 20530 proviene del Tesoro Público. Además, el costo
previsional es decir, el valor actualizado de las obligaciones previsionales del
referido sistema es de US$ 24 415 millones. Si a este monto se agrega el
correspondiente al SNP, se alcanza la cifra de US$ 39 566 millones o 64,9 por
ciento del PBI. Es claro que la magnitud de estas obligaciones amenaza
severamente la solvencia financiera del país en el mediano plazo, más aún si,
contra lo que inicialmente se esperaba, el ámbito de aplicación del régimen del
DL Nº 20530 ha sido ampliado en incontables ocasiones sin ningún criterio
económico que respalde la viabilidad de estas modificaciones. En la medida en
que el régimen de Cédula Viva otorga pensiones nivelables, no sólo representa
una potencial amenaza de quiebra financiera para el Estado Peruano en el
mediano plazo, sino que su permanencia imposibilita la ejecución de un
proceso de reforma del sistema público de
remuneraciones a través de la formalización de la planilla del sector público.
De este modo, la existencia del DL Nº 20530 constituye la principal explicación
a la multiplicidad de regímenes de contratación en la administración pública.

En un contexto de reforma del Estado, la reforma del Sistema Público de


Pensiones mediante el cierre de la Cédula Viva constituye una condición
indispensable que cuenta con el consenso de partidos políticos y sectores
organizados de la sociedad civil8. Este Gobierno, en línea con el objetivo de
garantizar la sostenibilidad de la política fiscal y el buen uso de los escasos
recursos de los que dispone el país, ha propuesto una reforma constitucional
que permita cerrar definitivamente el régimen del DL Nº 20530 e introducir de
manera inmediata modificaciones necesarias como la Como resultado de esta
reforma y la norma complementaria se tendrían enormes efectos positivos en
la capacidad funcional y gerencial del Estado, en la mejora de la calidad del
gasto público y en la reducción de asimetrías entre los diversos regímenes
previsionales. En términos de requerimientos actuariales, esta reforma
implicaría una reducción de US$ 6 185 millones para el financiamiento del
sistema previsional.

POLÍTICA COMERCIAL
Una de las lecciones aprendidas de los países que superaron el subdesarrollo
para convertirse en las nuevas potenciales industriales es que el crecimiento
económico requiere de políticas que promuevan la exportación, en especial, de
productos con alto valor agregado, que son los que generan mayor empleo e
ingresos y son, a diferencia de los bienes primarios (comúnmente llamados
commodities), menos dependientes de las fluctuaciones de precios en los
mercados internacionales. Sin embargo, las políticas que priorizan sectores
deben tener mucho cuidado en no tratar de identificar arbitrariamente sectores
ganadores, sino trabajar sobre aquéllos con ventajas comparativas potenciales
o reveladas, como puede ser el caso de la agroindustria.

Es por este motivo que el Gobierno se ha propuesto orientar sus esfuerzos


hacia los mercados externos, donde existe una demanda potencial para
nuestros productos, que ha sido poco explotada en las últimas décadas, tal
como puede observarse cuando se compara la participación de las
exportaciones en el PBI del Perú con la de algunos países de la región.

En este sentido, la política comercial del Gobierno tiene como uno de sus
principales objetivos la negociación de acuerdos bilaterales y multilaterales
para expandir los mercados de bienes y servicios, y la reducción del nivel
promedio de aranceles, en consistencia con el programa fiscal y los
compromisos asumidos por el Perú en diversos foros internacionales, con el
objetivo de mejorar la competitividad de nuestros productos.

No obstante, es importante destacar que, si bien la firma de tratados


comerciales constituye una herramienta necesaria para lograr el objetivo de
desarrollo del país, el verdadero desafío para ampliar nuestras exportaciones
es aumentar nuestra competitividad en el comercio internacional.

EMPLEO
El principal problema del mercado laboral en Perú es la deficiente calidad de
los empleos, la cual es producto de, al menos, dos causas: la baja
productividad de los trabajadores y la precariedad de las condiciones de
empleo, ambas relacionadas con el alto nivel de informalidad. Si bien la tasa de
desempleo es relativamente baja en comparación con otros países de América
Latina22, existe una considerable proporción de empleos de mala calidad. En
tal sentido, sólo uno de cada cuatro empleos en áreas urbanas cumple con las
regulaciones impuestas por la legislación laboral.

Para buscar una explicación plausible conviene pensar en la formalidad como


una elección costo beneficio que realizan empresas y trabajadores. Para una
empresa, el ingreso a la formalidad implica el pago de seguros de salud,
aportes a sistemas previsionales e impuestos, así como también representa
beneficios derivados de un mayor acceso a mercados y al crédito. Por lo tanto,
una empresa sólo se verá incentivada a formalizarse en la medida en que la
productividad de sus trabajadores sea tal que permita financiar los pagos
establecidos por las leyes, además de un salario adecuado. En consecuencia,
los agentes decidirán tener empleos formales sólo en la medida en la que les
resulte provechoso. Por ello, dadas las condiciones del mercado laboral
peruano regulación laboral rígida, débil capacidad del Estado para cumplir su
rol supervisor del cumplimiento de las

normas y bajo nivel de productividad no resulta extraño observar el alto grado


de informalidad existente. Esta situación constituye la base para el diseño de
una agenda de reformas del mercado laboral en los próximos años.

La primera línea de acción se centra en el marco normativo, el cual impone


altos costos para el empleo formal, tanto en términos de los costos laborales
no salariales (CLNS) como de los costos de despido. En ambos casos, el Perú
tiene uno de los costos más elevados de América Latina

POLÍTICA SOCIAL
Ser pobre en el país implica no poder acceder a una canasta básica de
consumo, la cual se define como un conjunto mínimo de bienes y servicios que
permite satisfacer las necesidades esenciales de un individuo.

Este conjunto mínimo incluye una canasta básica de alimentos, con los
requerimientos nutricionales indispensables y gastos en servicios como
vivienda, salud y educación, entre otros. Al 2002, las cifras revelan que más de
la mitad de los peruanos —alrededor de 14,6
millones de personas o 54,3 por ciento de la población— es pobre y no puede
satisfacer sus necesidades indispensables. Más aún, el 23,9 por ciento de la
población es extremadamente pobre, y ni siquiera puede acceder a la canasta
básica de alimentos para satisfacer sus requerimientos nutricionales
indispensables.

Aún cuando los promedios nacionales de pobreza resultan elevados, dentro de


ellos subyace un alto grado de desigualdad que pone en evidencia condiciones
aún más deprimidas en algunos ámbitos del país. Así, la información disponible
revela que, en las áreas rurales, aproximadamente cuatro de cada cinco
pobladores (77,1 por ciento) son pobres y uno de cada dos (50,3 por ciento) es
extremadamente pobre; que, en algunos departamentos como Huánuco y
Huancavelica, la tasa de pobreza supera al 83 por ciento, y que la pobreza
extrema llega al 57,9 por ciento en la sierra rural, mientras que en Lima sólo
alcanza el 2,8 por ciento.

El Gasto Social Total es aquel que permite formar capacidades básicas de las
personas y
hace posible su posterior perfeccionamiento y utilización. Estas capacidades
son indispensables para lograr una vida digna, sana, prolongada, creativa y
productiva. Según el grado de priorización se puede distinguir dos grandes
tipos de gasto social, el gasto social básico y el gasto social complementario.

El Gasto Social Directo es aquel que permite evaluar la real capacidad del
gobierno en la
producción de bienes y servicios sociales para el desarrollo de capacidades y
reducción de la pobreza en el país.
El Gasto Social Protegido es aquél que permite asegurar el funcionamiento
eficiente y eficaz de los bienes y servicios calidad del gasto provistos a través
de: Educación Inicial, Educación Primaria, Educación Secundaria, Salud
Individual, Salud Colectiva y Promoción y
Asistencia Social y Comunitaria.

Así, una política social orientada a alcanzar el desarrollo pleno de las


capacidades humanas y la búsqueda de la equidad social, deberá plasmarse en
un conjunto de lineamientos y acciones definidos por el Gobierno para
asegurar a todos los peruanos un nivel de vida digno.
DEUDA PUBLICA
Los elementos fundamentales que caracterizan la actual política fiscal en el
mediano y largo plazo son la generación de superávit primarios crecientes y la
consecuente trayectoria decreciente del déficit, ambos consistentes con la
sostenibilidad fiscal y en línea con la LRTF. El propósito es reducir tanto la
carga de los servicios de la deuda pública como el porcentaje del stock de esta
deuda con respecto al PBI. Las proyecciones de resultado primario y resultado
económico del SPNF presentadas en este Marco Multianual son consistentes
con estos objetivos.

Actualmente, la deuda pública es predominantemente externa, está pactada


en distintas monedas y sus intereses y amortizaciones se concentran en los
próximos años el 74 por

ciento de los servicios de la deuda externa del Sector Público No Financiero se


concentra en los siguientes 10 años. En lo que respecta a su composición, el
42,9 por ciento está denominado en monedas distintas al dólar (principalmente
en Euros y Yenes), el 49,7 por ciento se ha pactado a tasas de interés
variables, y el 70 por ciento se concentra en los foros Club de Paris y
Organismos Multilaterales. Por otro lado, sólo el 20,3 por ciento de la deuda
pública total de mediano y largo plazo corresponde a deuda interna
(incluyendo Bonos de Reconocimiento) y, de esta parte, la deuda en soles
representa únicamente el 69 por ciento. Esta composición de la deuda pública
origina que la política fiscal se encuentre expuesta a riesgos de mercado, como
los asociados a las variaciones del tipo de cambio y de las tasas de interés. Por
tanto, la política de endeudamiento debe enfocarse no sólo en asegurar la
disponibilidad de recursos para financiar el déficit y las amortizaciones o
garantizar que los nuevos endeudamientos netos sean relativamente
decrecientes con respecto al PBI, sino que también debe contemplar la
modificación progresiva, por un lado, de la estructura de los plazos de
amortización, tipos de acreedores y tasas de interés de la deuda para generar
una trayectoria estable de sus servicios y, por el otro, de su composición
mediante la sustitución progresiva de deuda externa por interna.

Con la modificación de la estructura de plazos de amortización efectuada en el


proceso de
programación de los nuevos desembolsos se intenta disminuir y/o estabilizar la
carga de los servicios durante los próximos años. Con la sustitución progresiva
de deuda externa por interna se busca reducir el riesgo cambiario de la
moneda nacional con respecto de las otras monedas, y los efectos de los
shocks externos adversos de tasas de interés.

Durante las décadas pasadas los Gobiernos del Tercer Mundo incrementaron
sustancialmente sus gastos, financiándose a través de endeudamiento. Este
flujo de fondos fue posible gracias a una particular coyuntura internacional
caracterizada por bajas tasas de interés. Cuando a inicios de los ochentas la
FED implementa una política monetaria contractiva se genera una recesión que
rompe las condiciones de solvencia. Las tasas de interés se hacen mayores a
las tasas de crecimiento del PBI.

Se genera así, la crisis de la deuda en los países en desarrollo. El Perú no se


encuentra exento de este comportamiento. En 1983 se declara el default y en
1985, con la propuesta de limitar los pagos de los servicios de deuda, se
consolida el aislamiento de la comunidad financiera internacional. Sólo 14 años
después, en 1997, tras la limpieza de atrasos con la banca privada a través del
Plan Brady se finaliza el proceso de reinserción. Al cierre del año 2002, la
deuda del Perú era de 26 501 millones de dólares, de los cuáles 20,715
millones (78 por ciento) corresponden a deuda externa y 5 786 (22 por ciento)
a deuda interna. Los principales acreedores son: el Club de París (31 por ciento
de la deuda total) y los Organismos Multilaterales de Crédito (27 por ciento de
la deuda total).

Se debe mencionar que en los últimos años el financiamiento se ha hecho


fuertemente dependiente de la colocación de bonos globales en el mercado
internacional de capitales. A la fecha, el stock de estos bonos es de alrededor
de 2 600 millones de dólares.

De otra parte, el stock de deuda como proporción del PBI alcanzó 46,6 por
ciento en el año 2002, cifra sumamente elevada que configura un escenario
potencialmente peligroso para la sostenibilidad de la deuda. Dado este
panorama, la gestión de la política económica debe orientarse principalmente a
reducir los niveles de endeudamiento de tal manera que, no solo se asegure la
viabilidad de la política fiscal sino principalmente se generen las condiciones
para el desenvolvimiento de las iniciativas privadas de inversión, fuente última
del crecimiento económico y del bienestar. El problema actual de la deuda
pública se gesta en los años setentas cuando la coyuntura internacional se
caracterizó por la abundancia de financiamiento externo. En la Comunidad
Financiera Internacional de entonces, era común la idea que el “riesgo
soberano” era relativamente conveniente comparado a otras alternativas de
inversión. Tanto los bancos privados, los bancos multilaterales como los países
desarrollados proveyeron líneas financieras en abundancia para los países en
vías de desarrollo.

Frente a esto, los gobiernos de estos países y en especial de América Latina


rápidamente perdieron el norte de la prudencia fiscal y empezaron a caer en
sucesivos y cada vez mayores déficits fiscales. La principal causa de esta
situación era la creencia que toda

inversión que tuviese financiamiento era buena. Fue la época de las grandes
obras de infraestructura realizadas con recursos externos, independientemente
de si financieramente o socialmente se tratase de obras rentables.

En el caso peruano por ejemplo, si bien existía un sistema que debía dictar las
prioridades de inversión, los proyectos que tenían financiamiento a través de
endeudamiento externo estaban al margen de este sistema y eran
incorporados directamente al Presupuesto de la República. Como consecuencia
de este particular escenario, el déficit fiscal se hizo incontrolable y el nivel de
endeudamiento del país se elevó sistemáticamente. Así, el coeficiente de
deuda externa a PBI se elevó de 16,5 en 1970 a 72,4 del PBI en 1990. Es decir,
el endeudamiento prácticamente se quintuplicó en 20 años.

Además de políticas fiscales bastante laxas, los países en desarrollo


igualmente implementaron políticas monetarias expansivas, con regímenes
cambiarios de tipo de cambio fijo y una alta protección de la industria local.
Esto permitió que se generase una relativa sensación de bienestar, pero con
fundamentos macroeconómicos extremadamente débiles: alta inflación,
elevado déficit fiscal (que en la mayoría de los casos incluía un importante
financiamiento del Banco Central), escasas reservas y creciente
endeudamiento. A fines de la década las tasas de interés internacionales
empezaron a subir fuertemente, como consecuencia de la política monetaria
contractiva aplicada por el FED, afectando la deuda pactada a tasas variables,
a la vez que se deterioraban los términos de intercambio de los principales
bienes primarios exportados por América Latina como resultado de la recesión
del período 1982-1983.

En esta coyuntura, los servicios de la deuda pronto generaron una presión


sobre las finanzas públicas (y las disponibilidades de divisas) de los gobiernos
que se hacía cada vez más insostenible. En tanto, los bancos privados
empezaban a tomar conciencia de la enorme dependencia que tenían los
países acreedores del financiamiento externo y se preparaban a modificar sus
criterios de evaluación crediticia.

En el Perú, al igual que el resto de países de Latinoamérica, cuando se desató


la crisis de la deuda se generaron las condiciones para que el país cayese
también en el default. Por un lado, los bancos exigían que se pagasen los
créditos sin que ellos estuviesen dispuestos a facilitar nuevos desembolsos, lo
que inevitablemente llevaría a una crisis de divisas. Así, el 7 de marzo de 1983
el Gobierno Peruano declaró la suspensión unilateral de sus pagos
El primer atisbo de solución fue el llamado Plan Baker lanzado en la
Conferencia Anual del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial de
octubre 1985. El Plan consideraba una refinación pero con una inyección de
recursos por 29 mil millones de dólares, de los cuales 9 mil millones
provendrían de los organismos multilaterales de crédito y el resto de la banca
privada.

El Plan Baker fue un fracaso, en particular debido a que los bancos privados no
efectuaron los desembolsos conforme se habían comprometido. La principal
causa del fracaso de este programa fue que se concentraba en garantizar el
repago de los intereses, perdiendo de vista que el principal problema de los
países del tercer mundo ya no era el financiero o de liquidez sino más bien de
insolvencia que se derivaba del altísimo nivel de endeudamiento que tenían.

En octubre de 1988 el Club de Paris lanzó sus “Términos de Toronto” que


permitía a los países muy pobres refinanciar sus deudas con condonaciones de
hasta la tercera parte de estas1. Los Términos de Toronto establecían las
siguientes tres opciones: (i) condonar una tercera parte de la deuda y
reprogramar el saldo a 14 años de plazo con 8 años de gracia (ii) reprogramar
la deuda reestructurable a 25 años de plazo con 14 años de gracia y (iii)
reducir la tasa de interés en 3,5 por ciento o en un 50 por ciento.

Cuando en julio de 1985 el nuevo Gobierno Peruano anunció que limitaría los
pagos de la deuda a 10 por ciento de las exportaciones, en la práctica se
consolidó el proceso de aislamiento de la comunidad financiera internacional
que se había iniciado en 1983. Esta situación solo terminó de resolverse
plenamente en 1997 tras la finalización del Plan Brady, es decir 14 años
después. Desde un primer momento, una de las prioridades del nuevo gobierno
asumido en 1990 fue lograr la reinserción del Perú en el sistema

financiero internacional. Era claro que sin los fondos provenientes del
financiamiento externo el Perú nunca podría crecer a las tasa requeridas que
permitieran aliviar la situación de extrema pobreza y carencia de empleo que
afligía a buena parte de su población.
Un primer paso en el norte de conseguir la reinserción fue la aprobación de un
programa económico que contara con el aval del FMI, así como al conformación
de un grupo de apoyo que provea de los recursos financieros internacionales
para hacer viable el programa económico para el periodo 1991- 1992.

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