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Acorralados

Por Francisco Ortíz Bello


Columnista, Editorialista y Analista Político

Ningún daño puede ser más grande y realmente considerable que el que nos
hacemos nosotros mismos. La capacidad de auto flagelarnos es de verdad
impresionante.

Bajo el pretexto de tomar acciones, decisiones, o simplemente reaccionar a una


situación de crisis, emergente, somos capaces los seres humanos de optar por
las medidas más insólitas y perjudiciales en contra de nosotros mismos.

Nunca la desesperación y el temor serán los mejores consejeros a la hora de


tomar decisiones delicadas y serias que tienen que ver con la seguridad e
integridad de las personas. Menos aun cuando estas decisiones se relacionan
con el bien colectivo, el de la comunidad.

Recientemente El Diario ha publicado en sus páginas diversas notas


relacionadas con un fenómeno que, aunque inició a finales del 2009, apenas se
están presentando las consecuencias negativas de su aparición.

A raíz del incremento desmesurado de los llamados “delitos menores” en


diversos fraccionamientos y colonias de la ciudad, vecinos se organizaron para
empezar a cerrar algunas calles.

Como consecuencia de la batalla que libran en esta ciudad dos grupos del
crimen organizado, y ante la impunidad con que cometen sus ilícitos, pandillas
y bandas de delincuentes vieron en esta situación una inmejorable oportunidad
de actuar sin ser castigados.

Así, el robo de autos y sus accesorios, el asalto a casas habitación, la extorsión a


pequeña escala y el secuestro exprés y otros delitos parecidos, se convirtieron
en el dolor de cabeza de miles de juarenses en sus propios lugares de
residencia.

Esta potencial amenaza a la integridad de miles de familias, y la pasividad e


incompetencia de la autoridad, desataron una reacción generalizada en muchos
habitantes: cerrar las calles.
ACORRALADOS | Francisco Ortíz Bello | Analista Político P á g i n a |2

Primero lo hicieron así, simplemente cerrando las calles, en algunos


fraccionamientos y colonias, con tambos de basura rellenos de cemento, en
otros con rejas o mallas ciclónicas, hubo quienes hasta bardas colocaron según
la capacidad económica de cada quien. Pero el aspecto financiero no fue
obstáculo para lograr ese objetivo porque, aun en colonias marginales de la
ciudad, el cierre de calles se dio hasta con grandes piedras.

La respuesta de la autoridad municipal de entonces, no podría haber sido más


tibia e insuficiente, se dedicó a regular el cierre de calles, incluso otorgando
permisos para tal fin. ¡Habrase visto tal insensatez!

Las calles de una ciudad, además de ser espacios públicos comunes, tienen un
objetivo por demás claro e importante: facilitar la circulación de vehículos y
personas por las mismas, son vías de comunicación para que los ciudadanos
lleguen de un lugar a otro.

Pero también son las vías por las que los grupos de emergencia (policía,
paramédicos, bomberos, etc.), lleguen con facilidad y oportunidad hasta donde
se dan los eventos a los deben acudir. Por eso son espacios públicos, comunes.

Imagine usted, amable lectora o lector, tan sólo por un momento el siguiente
caso. A media noche, de pronto un súbito y fuerte dolor en su vientre le
despierta, el dolor es insoportable, debe acudir al médico de inmediato. Un
familiar suyo se apresta a llevarlo rápidamente al hospital. Salen, abordan el
auto y de pronto, una enorme reja con candado le impide el paso.

Una reja en medio de una calle pública, con candado y llave que usted no tiene,
porque no estuvo de acuerdo en su colocación, pero que la mayoría de vecinos
aprobó colocar en una reunión urgente, a la que usted no fue invitado, pero que
ahora se interpone entre usted y el hospital, entre usted y su vida.

¿Se imagina? Bueno, pues esta no es una historia inventada, ni resultado de la


calenturienta imaginación del columnista. No. Es una de cientos de historias
reales que, como esta, han ocurrido en los lugares donde han cerrado calles, así,
a la brava.

Incendios que han terminado con casas completas porque los bomberos no
pudieron llegar, debido al cierre de calles; patrullas que no pueden entrar a
fraccionamientos o colonias; personas enfermas que no han podido ser
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atendidas; y el colmo, familias que han sido asaltadas en sus propios domicilios
gracias a que, con el cierre de su calle, quedaron convenientemente acorralados
para los delincuentes.

¿De veras creemos que una barda, un muro, una malla o una reja le impiden el
paso a los malandros? ¿De veras lo creemos? La estadística informativa nos
demuestra que no.

Por eso, hoy surgen voces que se oponen rotundamente a este cierre
indiscriminado de calles, que sólo ocasionan muchos más problemas de los que
resuelven, si es que alguno resuelven. Y esto ha originado ya grandes conflictos
entre vecinos de algunas colonias, llegando incluso a fricciones de carácter
personal. Juarenses peleando entre sí por su propia seguridad. ¿Y la autoridad?

Fraccionamientos enteros y colonias como San Ángel, Villahermosa, Fuentes del


Valle, Rincones de San Marcos, Pradera Dorada, La Cuesta, Horizontes del Sur,
Parajes de San isidro y muchos otros, son verdaderos laberintos en los que es
prácticamente imposible transitar porque las calles cerradas son una constante.

A este ritmo, en poco tiempo, Ciudad Juárez será un enorme e intrincado


laberinto de calles sin salida, en donde cada fraccionamiento o colonia será una
pequeña isla de ciudadanos acorralados ¿Eso es lo que queremos de verdad los
juarenses?

Francisco Ortíz Bello


fcortizb@gmail.com
Ciudad Juárez, Chihuahua
Abril 21 de 2011.

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