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La muerte del poeta El ltimo de sus deseos no fue complicado, era un nio que quera recibir una carta

del deshollinador. El ltimo de sus movimientos fue perfectamente simple: tir la sbana del hospital bordada con el retrato de una mujer abierta de piernas. la ltima de sus desnudeces fue perfectamente simple: nadie la bes, no daba ni para alimentar a un mendigo. Su ltima mirada fue perfectamente simple call tan abiertamente que nadie se atrevi a decir que ya hogao estaba todo agusanado. Y el ltimo de sus recuerdos fue un recuerdo visto en algn lugar haca mucho tiempo una nebulosa maana de setiembre: el recuerdo de algo imperecedero, constante, s, fiel, emergiendo de la tiniebla, de una enrojecida ramita de guinda Vladimir Holan, Avanzando , 1961.

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