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Trastornos de la nutrición

Desde una perspectiva mundial, la desnutrición es una de las causas principales de muerte y de
mala salud en los niños. Puede ser causada por ingestión de comida inapropiada o inadecuada, o
bien por una incapacidad para absorber o metabolizar los nutrientes. La desnutrición puede
producirse cuando aumentan las necesidades de nutrientes esenciales (por ejemplo, en
momentos de estrés, infección, lesión o enfermedad).
La desnutrición de energía derivada de las proteínas es una de las más graves. Aparece en los
bebés con una lactancia o con una dieta de destete inadecuadas. Este tipo de malnutrición es
relativamente frecuente en países en vías de desarrollo, mientras que, en los países
industrializados, se presentan formas leves, en familias con escasos recursos económicos.
Como parte del cuidado sistemático, el médico pregunta al niño mismo o a los padres acerca de
la dieta y de las intolerancias alimentarias y examina al pequeño para detectar signos de una
deficiencia nutritiva o trastornos que interfieran la nutrición, como malabsorción, enfermedad
renal, diarrea y enfermedades metabólicas o genéticas. El médico evalúa el crecimiento del niño
observando cambios en la estatura y en el peso y comparándolos con curvas de crecimiento
normales. Si se teme una desnutrición, el diagnóstico puede confirmarse realizando análisis de
sangre o de orina para medir los valores de nutrientes.
Las carencias vitamínicas son raras en los bebés y en los niños de países industrializados. Las
más frecuentes son las de vitamina E, K, C (escorbuto infantil) o de ácidos grasos esenciales.

Deficiencia de vitamina E

La deficiencia de vitamina E es relativamente frecuente en los niños prematuros porque la


placenta no transmite las vitaminas liposolubles, como la vitamina E, de manera correcta y
porque el carácter prematuro acentúa la carencia resultante de una transmisión deficiente. Una
fórmula con alto contenido en ácidos grasos poliinsaturados aumenta la necesidad de vitamina E,
principalmente en niños prematuros que la absorben en escasa cantidad. La carencia de vitamina
E puede presentarse también en niños que padecen trastornos que interfieren la absorción de
grasas, como la fibrosis quística y ciertas anomalías genéticas. La administración de cantidades
excesivas de hierro también puede acentuar esta deficiencia.
Los niños prematuros que padecen una carencia de vitamina E pueden padecer debilidad
muscular y anemia hemolítica entre las 6 y las 10 semanas de vida, asociadas a valores
reducidos de vitamina E en la sangre. Estos problemas se corrigen con complementos de dicha
vitamina. Esta carencia desempeña un papel importante en el desarrollo de la retinopatía del
prematuro, un problema de la vista que se agrava por la exposición a niveles elevados de
oxígeno en incubadoras. Los niños con mala absorción intestinal pueden desarrollar una forma
grave de insuficiencia de vitamina E, la cual produce una variedad de síntomas neurológicos,
como reflejos reducidos, dificultad al caminar, visión doble, pérdida del sentido de la ubicación y
debilidad muscular. Estos síntomas empeoran progresivamente, pero pueden ser reversibles con
un tratamiento. El diagnóstico se establece mediante la cuantificación de la cantidad de vitamina
E en la sangre.

Deficiencia de vitamina K

La vitamina K es necesaria para la coagulación normal de la sangre. En el recién nacido, la


manifestación principal de su deficiencia es la enfermedad hemorrágica del recién nacido. Esta
enfermedad se manifiesta por diversos factores: por no transmitir la placenta adecuadamente las
grasas, incluyendo la vitamina K liposoluble; por no estar el hígado del recién nacido
suficientemente desarrollado como para producir la protrombina necesaria (uno de los factores
coagulantes de la sangre, que requiere vitamina K); por presentar la leche materna una escasa
cantidad de esta vitamina, ya que contiene sólo entre 1 y 3 microgramos por litro, cuando la
leche de vaca contiene entre 5 y 10 microgramos por litro, y finalmente, por no estar presentes
durante los primeros días de vida las bacterias que producen vitamina K en el intestino. La
enfermedad hemorrágica del recién nacido generalmente se manifiesta entre el primer y el
séptimo día posteriores al nacimiento. Los síntomas son el sangrado de la piel, del estómago o
del pecho. En los casos más graves, la hemorragia puede presentarse en el cerebro.
La enfermedad hemorrágica tardía se manifiesta entre uno y tres meses después del nacimiento
y produce los mismos síntomas que la enfermedad hemorrágica del recién nacido. Habitualmente
está asociada a la mala absorción o a una enfermedad hepática. La incidencia de ambos tipos de
enfermedad hemorrágica se ve incrementada en los hijos de mujeres que han tomado
anticonvulsivantes de hidantoína, como la fenitoína, antibióticos con cefalosporina o
anticoagulantes cumarínicos, como la warfarina, durante el embarazo.
Es aconsejable aplicar una inyección intramuscular de vitamina K durante la primera hora de vida
para prevenir la enfermedad hemorrágica del recién nacido. No se recomienda administrar la
vitamina K por vía oral porque la absorción es variable y la retención es imprevisible.

Escorbuto infantil

El escorbuto infantil es una enfermedad causada por la absorción inadecuada de vitamina C


(ácido ascórbico), generalmente debida a la ingestión de fórmulas de leche de vaca, que
presentan una carencia de esta vitamina y requieren complementos.
Esta enfermedad habitualmente afecta a los niños entre los 6 y los 12 meses de edad. Los
síntomas precoces incluyen irritabilidad, falta de apetito e imposibilidad de aumentar de peso. El
niño puede gritar al moverse y puede no mover las piernas por el dolor que provoca la
hemorragia bajo la fina capa de tejido que cubre los huesos. En niños mayores, la hemorragia
puede presentarse bajo la piel y, además, pueden sangrar fácilmente las encías alrededor de los
dientes que están saliendo. El escorbuto puede causar anomalías óseas en las costillas y en los
huesos largos de las piernas, porque la vitamina C es necesaria para la formación del tejido
conectivo (tejido que mantiene unidas las estructuras del cuerpo). En las costillas, las uniones
entre el cartílago y el hueso se agrandan, formando una hilera de nódulos llamada rosario del
escorbuto. También puede ocasionar una curación deficiente de las heridas.
Una dieta adecuada en vitamina C puede prevenir el escorbuto; los cítricos y los zumos de frutas
constituyen fuentes excelentes de esta vitamina. Los niños alimentados con papilla deben recibir
35 miligramos de vitamina C al día (equivalente a 65 gramos de zumo de naranja o de limón).
Las madres que amamantan deben tomar 100 miligramos de vitamina C al día por vía oral. Para
el tratamiento del escorbuto, el niño debe ingerir diariamente entre 100 y 200 miligramos de
vitamina C por vía oral durante una semana y 50 miligramos diarios posteriormente.

Deficiencia de ácidos grasos esenciales

Los ácidos grasos esenciales (linoleico, linolénico, araquidónico, eicosapentaenoico y


docosahexaenoico) se deben consumir en la dieta. En el cuerpo, el ácido araquídico puede
originarse a partir del ácido linoleico, y los ácidos eicosapentaenoico y docosahexaenoico
pueden formarse a partir del ácido linolénico. Los aceites vegetales, como el de maíz, el de
semilla de algodón y el de soja, son fuentes de ácido linoleico y linolénico, y los aceites de
pescado son fuentes de ácidos eicosapentaenoico y docosahexaenoico. Los ácidos grasos
esenciales son necesarios para muchos procesos fisiológicos, tales como el mantenimiento de la
integridad de la piel y la estructura de las membranas celulares y la síntesis de importantes
compuestos biológicamente activos, como las prostaglandinas y los leucotrienos. Algunas
pruebas en animales sugieren que estos ácidos pueden ser necesarios para el desarrollo de la
visión normal del niño.
La insuficiencia de ácido linoleico puede manifestarse en los niños con una papilla deficiente en
ácidos grasos poliinsaturados. Los síntomas de esta carencia pueden ser una piel seca y
escamosa y, posteriormente, el desprendimiento de la misma. Un líquido parecido al pus puede
aparecer en áreas que rodean los pliegues de la piel, sobre todo alrededor del ano.
Una deficiencia de ácidos grasos esenciales también provoca cambios significativos en el
metabolismo, afectando a los elementos lípidos (grasas) de la sangre, a la función de las
plaquetas, a las respuestas inflamatorias y a ciertas respuestas inmunes.
Pueden aparecer síntomas similares en pacientes que reciben todos los nutrientes por vía
intravenosa durante un tiempo prolongado (nutrición parenteral total a largo plazo) pero que no
reciben ácidos grasos esenciales. Cuando este tipo de nutrición no incluye ácido linolénico,
pueden manifestarse complicaciones neurológicas tales como entumecimiento, debilidad,
incapacidad de caminar, dolor de piernas y distorsión ocular junto con valores sanguíneos muy
bajos de ácido linolénico. Los síntomas desaparecen apenas éste es administrado.

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