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Grecia
En la civilización griega debemos considerar dos ciudades con dos periodos de apogeo
casi simultáneos o consecutivos. Las dos ciudades a las que nos referimos fueron Esparta y
Atenas, con características ambas diferenciadas.
Esparta: tierra de los antiguos lacedemonios conquistada por los dorios. Eran un pueblo
esencialmente guerrero y conquistador. El ideario social estaba dirigido a la guerra y por ello
se protegía a los fuertes en su físico y se descartaba a los disminuídos y a los ancianos o
débiles. El monte Taigeto era el lugar desde donde se desprendían de los niños deformes o
discapacitados. Existía el sistema de clases sociales bien diferenciadas en las que los dorios
ocupaban los lugares más preponderantes. Existía la esclavitud, generalmente como botín de
guerra; los esclavos eran una clase sin derechos llamados ilotas, aunque podían recuperar su
libertad por la compra. No hay registro en su historia de ayuda social oficial salvando la
atención que se prestaba a los que regresaban de las guerras.
Atenas: Los atenienses centraron su vida y actividad en la polis (ciudad). La cultura griega se
expandió durante el predominio político y militar de Atenas y continuó durante el imperio
romano. Gran parte de las instituciones políticas y culturales (entre ellas educativas) fueron
heredadas en el mundo moderno. Atenas también fue una civilización conquistadora de otros
pueblos. El término “democracia”, gobierno del pueblo, es griego y este sistema de gobierno
fue el que aplicaron con algunas limitaciones puesto que existían las clases sociales y sólo los
patricios podían formar parte de él. También existía la esclavitud respecto de los prisioneros de
guerra y clases inferiores. Mucho podría decirse de la herencia griega en cuanto al arte, la
filosofía y las ciencias y de sus pensadores, pero ello es muy conocido por todos. Sólo nos
referiremos a la estructura de gobierno que permitió cierto tipo de ayuda al ser humano
individual en sus necesidades especialmente materiales. De los documentos históricos surge
que este pueblo, politeísta como los demás de la antigüedad, y a pesar de sostener como orden
natural la diferencia de clases sin movilidad y la existencia de la esclavitud, organizó cierto
tipo de asistencia material que cubriera las necesidades básicas de subsistencia. A partir de la
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gran cantidad de mutilados e inválidos que dejó la Guerra del Peloponeso, se organizó un
sistema de pensiones y de ayuda a éstos y a huérfanos por la misma causa, como
compensación a los damnificados en servicio del Estado. También el Aerópago (tribunal
superior) a veces prestaba ayuda a los enfermos y pobres que justificaran sus necesidades a la
vez que imponía castigos a los que no tenían un trabajo estable. Se organizaron sociedades de
socorros mutuos y de prestamistas. Se prestó atención médica a los pobres. Los espectáculos
públicos y los juegos eran las principales fuentes de recaudación destinados a la beneficencia,
y los alimentos que habían sido ofrecidos como sacrificio a los dioses, eran distribuídos a los
pobres. En épocas de hambruna, como en otros pueblos de la antigüedad, se abrían los
graneros a fin de evitar revueltas. En cuanto a los niños, una ley de Solón, prohibía el
sacrificio de niños normales del sexo masculino.
Roma
Posterior al apogeo griego, surgió el imperio romano. Según la leyenda ciudad creada
por Rómulo y Remo. En Roma como en los demás pueblos antiguos, la mendicidad era una
situación habitual y en épocas de escasez también se reprimían las revueltas con repartos de
alimentos. Roma tomó de la Grecia clásica sus dioses romanizándolos, su arte, su filosofía,
etc. como otras cuestiones de otros pueblos conquistados. Se considera el período romano
como el de la organización jurídica y ese sistema es el que heredamos hasta nuestros días.
Como en los otros pueblos, la esclavitud era una situación normal y los esclavos formaban
parte de la mano de obra de la tierra, eran entrenados para espectáculos públicos de lucha,
llamados gladiadores, etc. En su organización social la familia era el eje económico y su jefe el
“pater familias” tenía autoridad absoluta sobre todas sus propiedades, incluida su mujer y sus
hijos, él tenía poder de vida o muerte sobre todos quienes habitaban en su casa; podía decidir
la vida o muerte de sus hijo, venderlo, recluirlo, etc. y cuando al nacer lo rechazaba era
expuesto en lugar solitario para que muriese. El socorro a los pobres era considerado un
“vicio” del ánimo y no existía deber moral o legal de ayudar a los necesitados. Sin embargo, a
partir del año 291 a.C. existió un refugio para esclavos enfermos y ancianos en el templo de
Esculapio que funcionaba en una isla del río Tíber y que era solventada por las familias
pudientes, los allí asilados eran atendidos por médico también esclavo como ellos. A fines del
s. I, el emperador Marco Nerva creó un sistema alimenticio que permitiera ayudar a los grupos
más pobres y asegurar una nutrición adecuada para los niños. Creó también un sistema de
préstamos a bajo interés destinado a mejorar la situación social de las clases bajas. El sistema
ideado por Nerva se fue desarrollando y mejorando; y, si bien alguna ayuda ya era prestada por
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algunos romanos ricos y por los nuevos cristianos, la importancia de este sistema es el carácter
gubernamental o estatal de la ayuda. Las instituciones de beneficencia eran:
• la annona: servicio de distribución regular del trigo entre el pueblo, que de acuerdo a la
ley Octavia, tenía un precio bajo para los muy pobres y que luego la ley Clodia estableció
como gratuito.
• el congiario: un servicio de distribución extraordinaria de comestibles y dinero.
• la alimenta pública: destinada a niños hasta los 11 años y niñas hasta 14 años. Este
beneficio se otorgaba dentro de Italia y municipios en las provincias extra-itálicas.
Los responsables o agentes de la beneficencia tenían funciones de otorgar y controlar la ayuda.
Algunos autores los consideran como los más lejanos antecedentes de los trabajadores
sociales.
Israel
El pueblo de Israel difiere sustancialmente de sus contemporáneos y es el primero que
ejerció la asistencia oficialmente, con disposiciones y normas propias de su gobierno
teocrático, considerando sus inicios alrdedor de 1800 años antes de C. En cuanto a sus
creencias, el pueblo hebreo cree en un Dios único, superior a todo el universo y creador del
mismo, al que denominan según los momentos Jehová o Yavé, conocido por revelación y no
fenomenológico. Dios, creador del universo es su dueño. La historia de este pueblo se registra
en los libros sagrados (Biblia o Antiguo Testamento). Toda la vida espiritual, familiar y social
de este pueblo se rige por los designios indicados por Dios y en gran parte de su historia
aparece la búsqueda de la tierra prometida y del Mesías o salvador. Este pueblo, en principio
trashumante, esencialmente pastor, partió de Ur (hoy Irak) hacia la tierra prometida pasando
por distintas zonas de lo que hoy llamamos cercano oriente y Egipto, sufriendo en muchos
momentos situaciones de esclavitud. Desde su fe surge la idea regente de Justicia entre los
hombres ya que es justo que de los frutos de la tierra puedan servirse todos los hombres, ya
que la tierra les es facilitada por Dios para su administración. Son muchos los pasajes bíblicos
en que aparece la necesidad de justicia entre los hombres como igualdad de oportunidades y
socorro en las necesidades de unos a otros. Consideran que existe una vida después de la
muerte y que el buen obrar y el cumplimiento de los preceptos divinos, permitirá la obtención
del premio en la vida eterna.. El Torah encierra la legislación religiosa y civil. En los relatos
del Antiguo Testamento, aparece una nueva visión de la pobreza, la que se considera además
como una disposición interior. En la Ley Mosaica (Las diez tablas o Mandamientos) y otras
disposiciones podemos conocer las normas que nos atañen:
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• Respecto de la esclavitud, que existía como en otros pueblos, los esclavos tenían otra
situación, eran considerados seres humanos; la persona podía venderse como tal a fin de
solucionar cuestiones económicas o era adquirida como parte de un pueblo perdidoso.
Luego de 7 años de esclavitud, quien estuviera en esa condición recuperaba su libertad con
emolumentos básicos para su sustento inicial. También podía comprar su libertad en forma
anticipada. (Deuteronomio Cap.15 v.12-14)
• La ley del Talión tan pregonada en la antigüedad era prohibida en la ley mosaica.
• La tierra, considerada un préstamo de Jehová, debía ser administrada concediendo
derechos y beneficios a los menos favorecidos. (Proverbios Cap.14,v31; Cap.22 v.9) Los
indigentes podían entrar a los campos, alimentarse a voluntad y llevar los frutos que
pudieran abarcar con sus manos.
• El ocio era considerado un vicio y tenía castigo. No se prestaba asistencia al ocioso.
(Proverbios Cap.20,v.4)
• Cada tres años los pobres recibían la décima parte de las cosechas.
• Durante el Año Sabático, cada siete años, la tierra debía descansar y lo que naturalmente
produjera era común a la población. (Levítico)
• El Año Jubilar, cada cincuenta años, era el tiempo en el cual se recuperaban las heredades
vendidas por pobreza y recuperaba su libertad el esclavo hebreo que la hubiera perdido por
falta de recursos. (Levítico)
• El salario de los operarios se pagaba diariamente y no se podía cobrar intereses por
préstamos en dinero o víveres.
• El Sanhedrín, consejo de ancianos de cada localidad, administraba los socorros destinados
a los pobres incluyendo a los extranjeros. La limosna estaba marcada en la ley y se
castigaba severamente a los ricos que no cumplían con las disposiciones del año sabático y
el jubilar.
• En el Eclesiastés aparcecen disposiciones de hospitalidad al peregrino, y en el Levítico hay
indicaciones que favorecen a las viudas, huérfanos y humildes.
En los libros de los Profetas se puede observar que la existencia de la pobreza era
considerada efecto de la opresión y violencia de los ricos y poderosos (Isaías Cap.5 V.8;
Jeremías 5,27;Amós 5,11). La justicia parte de la santidad de Jehová y no del orden natural, lo
que implica un componente de fraternidad y mutuo reconocimiento de la verdad. La limosna o
ayuda aparecen también como obligación en el Deuteronomio.
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No aparecían en otros pueblos de la antigüedad normas tan claras y precisas en cuanto
a la asistencia a los necesitados como en el hebreo.
Islam
Cuando hablamos del Islam, nos referimos a una religión también milenaria cuya
historia indica que surge desde casi los inicios de la historia hebrea. Tiene sus inicios en la
historia de Agar (esclava y concubina de Abraham) y de su hijo Ismael. (La Biblia, Génesis
cap.16 y Cap.21 v.9/21). La gran extensión de pueblos que adoptaron esta religión, nos obliga
a considerar sus aportes en cuanto a la ayuda. Tienen cinco deberes religiosos:
• 1) Creer en Alá (Dios),
• 2) Recitar 5 veces al día una oración dirigido hacia la Meca (ciudad sagrada en la
península arábiga),
• 3) dar limosna a los pobres,
• 4) ayunar durante el mes del Ramadán desde la salida hasta la puesta del sol,
• 5) hacer la peregrinación a la Meca por lo menos una vez en la vida.
El tercero de estos deberes o mandatos está directamente relacionado a la ayuda al necesitado.
La limosna obligatoria es el pago del zakat recaudado como un impuesto de acuerdo a las
propiedades que posea la persona y luego se distribuye en diversas categorías de necesitados.
Existe otro impuesto ya voluntario, sadaqat, considerado como muy meritorio y como
testimonio de la verdad de la religión islámica.
En esta religión, como en las otras antiguas y en la sociedad de la época en general, la
mujer ocupaba un lugar relegado. Actualmente esta situación se mantiene en los pueblos
islámicos más retrasados económicamente, en los cuales el poder estatal es teocrático.
Cristianismo
Durante el dominio romano en tierra de Israel, se debió realizar un censo de población
por el cual las personas debieron trasladarse a su lugar de origen. Así nació en Belén (Judea) el
hijo de José y María, a quien pusieron el nombre de Jesús. Jesús, o Cristo, que vivió 33 años y
su nacimiento marca el inicio la era actual o cristiana. Su vida adulta que fue de predicación y
se dio a conocer como el Mesías anunciado en los libros sagrados (Biblia). Su prédica varió el
sentido de la obligación de ayuda entre los hombres. Presenta a Yavé como Dios Padre, y a El
mismo como hijo del Padre y hermano de los hombres; así la obligación de respeto mutuo es
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una consecuencia del amor y la fraternidad que surgen de la paternidad divina, de ello se
desprende la obligación de ayuda entre los hombres:”…Amarás al Señor Dios con todo tu
corazón y con toda tu alma y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el primer
mandamiento. El segundo, semejante a éste es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay
otro mandamiento que sea mayor que éstos (San Marcos 12,30 y 31). No desconoce la
revelación ni la legislación bíblica sino que afirma que viene a perfeccionarla a través del
amor. Predicó mediante el sistema de parábolas, que facilitaba la comprensión a todos quienes
quisieran escuchar. El mensaje de salvación de Jesús estaba enraizado en el mundo material.
La predicación de Jesús está contenida en el Nuevo Testamento, que los cristianos consideran
parte del libro sagrado que es la Biblia. En éste se pueden enunciar muchos pasajes referidos a
la ayuda entre los hombres: parábolas de la viuda que da su óbolo, el buen samaritano, de
Epulón y Lázaro, la enunciación de las obras de misericordia (Sermón de la Montaña), quién
entrará primero en el Reino de los Cielos, de desprendimiento de los bienes materiales,…de
perdón y perfectibilidad del ser humano: la mujer adúltera, parábola del hijo pródigo,
curación de los ciegos, durante la pasión, “se debe perdonar 70 veces 7”, …etc. Culminando
su vida pública deja su mensaje de unión, fraternidad, amor, antes de su muerte (San Juan):
“amaos los unos a los otros, en esto conocerán que son mis discípulos”. Es decir que es una
constante el amor entre los hombres como premisa para amar a Dios y obtener el mensaje de
salvación. Es decir que la caridad es un práctica que se da entre pares (todos somos hermanos
hijos de Dios), es justa, está inspirada en el amor y no en la posesión o poder. Es un deber de
unos y otros.
Ya sin la presencia física de Jesús, sus discípulos, gentes simples de su mismo origen,
siguieron su Doctrina, no sólo en el aspecto de la fe sino también en la esperanza de la
salvación en El y en la práctica del amor o Caridad. Siguiendo el mensaje del pueblo hebreo,
tanto el Maestro como sus seguidores no favorecían la ociosidad.
Los Primeros Cristianos
Fueron fieles al mensaje cristiano. Refiriéndonos sólo a la ayuda diremos que formaron
comunidades en la que no había diferenciación de bienes; quienes los tenían los vendían para
ayudar en sus necesidades a otros. Formaban una verdadera comunidad. Su prédica fue
expandiéndose por la región del Mediterráneo por lo que los apóstoles y los discípulos se
trasladaban para sostener la idea de comunidad. En los “Hechos de los Apóstoles” aparecen
muchas pautas de esta ayuda mutua, tales como los Ágapes que eran comidas compartidas por
todos los miembros sin distinción alguna de lo que hoy llamamos posición social, tenía como
fin que todos se conocieran y valoraran positivamente. El diezmo (institución de recolección
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heredada del pueblo hebreo) se destinaba a la ayuda mutua y también a la de los no cristianos.
Se distribuían las limosnas con cierta organización. Cambia incluso la terminología de la
ayuda por la de caridad ya que en este concepto se incluyen además de la ayuda, el amor y el
respeto por el otro, la relación de iguales, proviniendo este término del griego”koinonía”
(comunicación). San Pablo lo define en su epístola (carta) I a los Corintios: “Cuando yo
hablara todas las lenguas de los hombres y el lenguaje de los ángeles, pero no tuviere amor,
vengo a ser como un metal que suena o campana que retiñe. Aunque tuviera el don de la
profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe
capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis
bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me
sirve para nada. El amor es paciente, es servicial, no es envidioso, no hace alarde, no se
envanece, no procede con bajeza, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra
de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. …”
Los primeros cristianos sufrieron persecución por sus creencias y especialmente por
sus ideas acerca de los bienes materiales, de la igualdad de los hombres, de comunidad, etc.
Durante éste periodo coincidente con el dominio del imperio romano sobre el mundo
mediterráneo, toda la actividad social y de ayuda, destinada a los necesitados aún cuando no
fueran cristianos, se realizaba en el silencio de la clandestinidad. Ello especialmente hasta
pasada la gran persecución de Nerón. Se organizó la ayuda a través de servicios de asistencia
llamados diaconados, según surge de las actas de los Apóstoles, nombrando 7 varones
presentados por la comunidad (también participaban las mujeres o diaconisas). Tenían como
misión el organizar y canalizar las limosnas y ayudas privadas, hacían registro de los
necesitados, y distribuían los donativos entre los pobres y enfermos, sin favorecer la ociocidad
y la vagancia. Durante este periodo se destaca la acción de San Lorenzo (jefe de diáconos)
quien, para un amparo mayor y atención más eficiente a los enfermos, los instaló en un
edificio.
Hacia el año 311, con la paz otorgada por el emperador Constantino, la iglesia
salió de las catacumbas y la ayuda se amplió a favor de los pobres y necesitados. La nueva
iglesia comenzó a fundar hospicios y hospitales. El primero de los grandes conocido fue
fundado por San Basilio en Capadocia, con características de ciudad. Se fueron creando otros
hospitales con diferentes funciones de las actuales. También los cristianos influyeron en el
imperio en cuanto al bienestar de los niños. Una de las leyes de Constantino sostiene: “los
hijos de los indigentes serán educados por el erario público, a fin de evitar que los padres
sientan la tentación de matarlos, porque la formación de la infancia no admite atraso alguno y
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las costumbres de nuestro tiempo no permiten que se deje morir de hambre a una criatura
humana”.
Los establecimientos asistenciales se multiplicaron tanto en el imperio romano de
occidente como en el de oriente, tales como refugios para forasteros (xenodocia), asilos para
niños recién nacidos (bephotrophia), para niños mayores u orfelinatos (orphanotrophia), para
pobres (ptochotrophia), hospitales (nosocomia), para ancianos (gerontocomia), leprosarios
(lobotrophia).
Según Kruse, en su Historia de la beneficencia y la asistencia en la antigüedad, los
primeros cristianos se abocaron a cinco graves problemas de la época tales como la atención a
enfermos y hambrientos, cuidado de huérfanos y viudas, hospitalidad a los extranjeros, visita y
socorro a los presos, servicios caritativos a las víctimas de la persecusión religiosa.
Es de tener en cuenta que los nuevos conceptos cristianos habían modificado el
concepto de familia jerarquizándola dentro de la sociedad, limitando las atribuciones de
“patria potestas”, lo que limitaba la autoridad de los padres y otorgaba derechos a los hijos. En
el año 315 Constantino había prohibido el infanticidio, el aborto y el abandono de menores
considerándolos delitos graves. La condición de la mujer fue elevada dentro del círculo
familiar quedando equiparada al hombre. Poco a poco se fue dando la libertad de los esclavos
quienes recuperaron derechos civiles tales como contraer matrimonio y tener peculio propio,
aunque seguían ligados a la tierra , con calidad de colonos o siervos de la gleba. También se
modifica la situación de los niños quienes son considerados centro de las familias
jerarquizándose la función maternal.,
Es especialmente durante el perídodo de decadencia del imperio romano en que los
miembros de la joven Iglesia tienen a su cargo la ayuda de los necesitados ya sean físicos o
“espirituales”. La ayuda es presatada no sólo por los consagrados sino que los legos tienen
funciones de importancia en las cuestiones sociales de la institución.
Luego del apogeo del Imperio Romano y su transformación por las nuevas ideas y la
ética impuestas por el cristianismo y el impacto de los pueblos germánicos, el mundo conocido
fue modificando su estructura dando paso a lo que hoy llamamos:
Edad Media
Este período histórico duró aproximadamente un milenio, desde la caída del Imperio
Romano de Occidente hasta la caída de Constantinopla o el descubrimiento de América o la
reconquista de Granada por los reyes de España y su estructura está ubicada geográficamente
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en el continente europeo. No fue un cambio abrupto este paso y dio lugar con el tiempo a la
conformación de los modernos estados del llamado viejo continente. La caída del imperio y
por lo tanto su unidad, dieron lugar a un periodo de invasiones de distintos pueblos europeos
entre sí y de invasiones externas, la más importante de ellas fue el avance del islam a la zona
mediterránea del continente.
En cuanto a la organización político-social y económica, surgió un nuevo orden
coexistente con predominio feudal en un primer periodo y burgués más adelante.
El feudalismo consistió en una organización de raigambre rural. El rey otorgaba tierras
a los vasallos a cambio de protección militar y gabelas, con obligación de asistir a las
reuniones de consejo. Así el vasallo, convertido en señor feudal se convirtió en amo y juez de
su jurisdicción y los antiguos esclavos se convirtieron en lo que se llamó “siervos de la gleba”.
Estos debían trabajar la tierra y se les otorgaba una parcela para producción propia; debían
entregar parte de su producción al señor. También eran convocados para servir en el castillo y
se les permitía usar el molino y otros enseres con un costo. Debían servir al señor a cambio de
protección militar contra las incursiones de otros pueblos y de bandidos. Este sistema rural y
con fuerte estratificación social predominó durante la primera parte de la edad media. La
nueva nobleza conservó sus títulos en forma hereditaria.
Se otorgaron tierras también a grupos religiosos cristianos quienes en sus monasterios
tenían obligación de dar hospedaje a peregrinos, enfermos y menesterosos. El ejemplo más
fideligno es el de la orden creada por San Benito en los años 500 de la era cristiana. Entre las
normas de fundación de la orden aparecen tres obligaciones fundamentales de los religiosos: el
trabajo intelectual con obligación de horas de estudio y lectura y la transcripción de los libros
antiguos sagrados y profanos considerados valiosos en cuanto a ciencia y literatura antigua y
de los distintos pueblos (es importante recordar que la transcripción y traducción al latín se
daban en forma manual); el trabajo manual que permitiera el cultivo de las tierras
acondicionándolas y haciendolas cultivables, el desmonte, secado de pantanos, construcción
de caminos y puentes; y la apertura de refugios, hospederías y escuelas monásticas anexas que
incluían las obras caritativas. La pobreza era mucha y no alcanzaban este tipo de obras.
Hacia el año 800, Carlomagno, emperador del Sacro Imperio, también llamado el
“emperador social”, creó un plan de asistencia eclesiástico-civil que ampliaba la obligación de
la caridad a los nobles. Establecía que toda persona (jefe de familia) tenía obligación de
atender a las necesidades de su familia y de todas las personas que habitaran bajo el mismo
techo o vivieran en sus tierras. Se fijó una tasa de aporte para el socorro por parte de los
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obispos, abades, abadesas, nobles y vasallos y se ordenó que se le diera trabajo a los mendigos
capaces de laborar. Esto fue un principio de reglamentación de la asistencia.
Las órdenes religiosas continuaron sus obras de beneficencia destacándose muchas de
ellas tales como los ya nombrados benedictinos, los nolascos, trinitarios, médicos-sacerdotes
(éstos tuvieron gran labor durante la epidemia de peste), etc.. Por orden de los concilios
católicos de Aquisgrán de 816 y 836, el convento que no tuviera un hospicio para peregrinos y
ancianos debía fundarlo, también los de religiosas debían acoger a las mujeres ancianas en
forma permanente.
En cuanto a los niños abandonados, se crearon establecimientos de acogimiento, el más
conocido se fundó en Tréveris en el s.VI con el objetivo de atender a la lactancia y educación
de los niños abandonados. Los recién nacidos eran dejados casi siempre en las puertas de los
templos o conventos y en horarios nocturnos para no ser vistos. Así los niños estaban
expuestos al frío y a los perros u otros animales. Para evitarlo, en la Iglesia Nuestra Señora de
París se designó a una mujer para que los recogiera y los diera a criar, para lo cual recibía una
remuneración. En el año 1198 el papa Inocencio III introdujo el sistema del torno en el
“Ospedale di Santo Spirito”, sistema que se propagó rapidamente como forma de recepción y
se aplicó hasta hace poco más de un siglo porque protegía al recién nacido de la intemperie y
de los animales y mantenía el anonimato de la madre generalmente soltera.
En Italia, desde el s.IX las administraciones comunales tomaron a su cargo la tutela de
los menores, los ciegos, los sordomudos y los alienados, creando sus propias instituciones de
beneficencia. En cuanto a los alienados, se debe destacar el desconocimiento de la enfermedad
por la población en general y el temor que se provocaba, dando los más diversos motivos
como origen de sus conductas sin atender a las reales necesidades, por lo cual generalmente se
tendía a su aislamiento.
A partir del siglo XI la consitución social se fue modificando. En las ciudades surgió la
burguesía (proviene de burgo o ciudad). Esta provenía de los artesanos de las ciudades y de los
agricultores que dejaron la actividad agraria por diferentes causas, entre las que se cuentan las
sequías que asolaron a Europa con la consecuente mengua en las cosechas, la organización de
las Cruzadas, la pérdida de caudal económico de los señores feudales que vendían o
parcelaban sus tierras, entre otros. En la ciudad, la nobleza, la burguesía independiente y los
siervos coexistían. Aparecieron también las órdenes religiosas ligadas a las actividades
militares y de recuperación de cautivos, las que no sólo lucharon contra los mahometanos sino
que fundaron importantes hosterías.
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En las ciudades, los artesanos medievales se agruparon en cofradías y gremios según
sus especialidades u oficios. Los fines que perseguían estas agrupaciones eran la protección
mutua, la calidad del producto, el cumplimiento de los compromisos, el aprendizaje y
mejoramiento del oficio y el bienestar de los trabajadores. Otros objetivos que incluían eran la
formación religiosa y ética de sus miembros y sus familias y asesoramiento económico. En
caso de enfermedad, los otros miembros del gremio colaboraban en la producción y en el
sostenimiento del grupo familiar, en caso de muerte se hacían cargo de los gastos de sepelio y
sostén de la familia.
La apertura del comercio entre países de Europa y el comercio que trajeron las
Cruzadas hicieron que estas agrupaciones se transformaran también en corporaciones a través
de las cuales los artesanos y los pequeños comerciantes defendían sus intereses laborales. Así
en 1424 se hicieron los primeros contratos colectivos para proteger a los torneros de ámbar
que se vendía en Venecia y otras ciudades. En estas circunstancias quedó establecida la
obligación corporativa para desarrollar cualquier actividad, la autoridad concedía el derecho
de negociación a la corporación reconocida, con fiscalización en defensa de los intereses
también de los clientes. Entre las características de los gremios se establecía que todo
agremiado debía tener las mismas condiciones de trabajo, ya sea en la compra de materia
prima, en la jornada laboral, en el número de auxiliares y en los lugares de venta, quedando
expresamente prohibido el quitarse clientes unos a otros.
La cultura feudal y la burguesa coexistieron durante toda la edad media, avanzando
hacia la consolidación y unificación de reinos por medio, especialmente, de uniones
matrimoniales de conveniencia y de la vocación hereditaria de los títulos nobiliarios.
Durante la Edad Media la religión tuvo una influencia primordial, es un periodo
teocéntrico predominando la idea de lo trascendental. También fue un periodo de profundos
cambios políticos y sociológicos en la cual se amalgamaron la cultura romana con la de los
pueblos de origen, especialmente germanos, dando lugar a que las instituciones modificaran
sus estructuras. Para unos historiadores fue un periodo en el cual no se marcaron progresos,
para otros fue una etapa histórica introspectiva que permitió el posterior desarrollo del
iluminismo.
Compendiando, podemos decir que durante la Edad Media, la ayuda al necesitado
estuvo a cargo especialmente de la Iglesia, con alguna intervención de los estados como ayuda
pública; la limosna como ayuda privada; y la ayuda mutua prestada por los gremios.
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Dedicado a burgomaestres y senado de Brujas, Bélgica, en ese momento parte del
imperio español. Se consideró el primer ensayo científico para solucionar los problemas
económicos basándose en su origen, con mayor importancia a la etiología del mal que a las
manifestaciones posteriores, fustiga a los ociosos, propicia la enseñanza de oficios buscando
las características individuales para su orientación. Sus medidas no fueron aplicadas de
inmediato. Años después se aplicaron en parte en Brujas y especialmente en Ypres, donde
encomendaron la organización de la asistencia. El tratado tuvo resonancia posterior en Europa
y América.
Libro I
Fundamentación teológica y filosófica de la ayuda a los necesitados, con explicación
previa sobre el origen de la necesidad y miseria del hombre:
La causa de todos los males es el pecado “percance lamentable que invirtió el orden de
la constitución humana”. La necesidad, la miseria, la pobreza, es causa del pecado y “todo el
que es menesteroso de ayuda ajena es pobre y ha de menester misericordia (en griego:
limosna), la cual no consiste exclusivamente en la sola distribución de dinero, como piensa el
vulgo, sino en toda obra con que se alivia la insuficiencia humana”.
Para él, la ayuda, además del dinero, debe concretarse especialmente en consejos,
presencia corporal, palabras, fuerza, trabajo y asistencia. Considera que el bien es una natural
consecuencia de la interdependencia entre los hombres, y la ingratitud de los que reciben, en
casos es la causa de que muchos se aparten de hacer el bien.
Sobre el comportamiento de los pobres, de acuerdo a la mentalidad de la época,
considera que la envía Dios dando más ocasión de practicar la virtud, por lo que debe ser
sobrellevada como un don de Dios. Asimismo considera que los que reciben deben ser
agradecidos de ánimo, “no malgasten torpe ni pródigamente..., no lo guarden con sórdida
ruindad...gasten con prudencia en cosas necesarias...no envidien ni quiten a otros pobres su
limosna”.
Respecto de los pudientes, hace referencia a que algunos vicios impiden hacer el bien:
“creer que los bienes son exclusivamente nuestros, malgastar dinero en juegos al azar y
truhanerías y banquetear suntuosamente” resumiendo estos vicios en soberbia y egoísmo.
Argumenta muy largamente demostrando que “ninguna cosa debe sernos estorbo para hacer el
bien”.
En el Cap. XI “De lo que da Dios a cada uno, no se lo da para él solo” refleja su idea
sobre el derecho de la propiedad, sosteniendo asimismo que la propiedad privada es causa de
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males sociales: ”Decía el filósofo Platón, que serían felices las repúblicas si desaparecieran del
vocabulario del trato humano las dos palabras tuyo y mío,,,como si existiera un hombre que
poseyera algo que con razón pueda llamar suyo”. Para él los bienes de la naturaleza son para
participar indistintamente todos los hombres volviendo a la idea del pecado como origen de las
necesidades. Enfatizando que sólo se poseen los bienes legítimamente, cuando se los
comparte, de lo contrario se “es ladrón y robador, convicto y condenado por la ley natural”.
En el Cap. X fundamenta teológicamente el socorro de los pobres, puesto que si ello no
se hace “no pueden subsistir ni la piedad ni el cristianismo”. Insiste que tanto en el Antiguo
como en el Nuevo Testamento nada se recomienda e inculca tanto como la misericordia.
Concluye: “El resumen de todo cuanto he dicho es éste: yo no tengo por cristiano a quien no
socorre al hermano indigente en la medida de sus posibilidades... Esto es propio del
Cristianismo verdadero... Tócanos a nosotros hacer, a una, bien al alma y al cuerpo según
pudiere a cada uno”.
El último capítulo se titula Cuánto bien se ha de hacer a cada uno y cómo se ha de
hacer este bien. Manifiesta que al dar “conciba cada uno para con el prójimo un afecto
amigable y fraterno”. Hace varias referencias bíblicas, ej. Tobías: Haz limosna... conforme
pudieres, sé misericordioso; si tuvieres abundancia, da abundantemente; si tuvieres poco, da
con buen ánimo esa poquedad”.
En otro pasaje afirma: “Ni tampoco conviene que midamos nuestras necesidades de tal
manera, que contemos entre necesidades el lujo y el desperdicio, como vestir sedas y
brocados, resplandecer de oro y pedrerías, andar rodeado de una gran muchedumbre de
sirvientes, comer opíparamente todos los días, jugar intrépidamente largos caudales. Y porque
nadie se lisonjee a sí mismo de que si tiene mucha hacienda también dé a los pobres mucha
limosna, debemos estar avisados de que no es aceptable a Dios la limosna que del sudor y
hacienda del pobre arrebató el rico. ¿Qué significa el que tú, por medio de engaño, de
impostura, de robo, de violencia, hayas despojado a muchos de lo que esparces sobre pocos y
que hayas sustraído mil por dar ciento? En este punto, piensan mucho satisfacer
cumplidamente si con todas las grandes presas o fraudes redímense con dar a los pobres una
migaja o con ella edifican alguna capilla, poniendo allí su escudo de armas, o adornan algún
templo con vistosas vidrieras o, lo que es más ridículo, entregan una cantidad al confesor para
que los absuelvan”.
En cuanto a quién dar, Vives afirma que la misericordia se ha de tener con todos, sin
distinción de personas. Por otra parte, ha de ser en tiempo oportuno: ”hay que dar, pues, con
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presteza, a saber: tan pronto como se demostrasen la ocasión y la coyuntura”. Fundamenta su
pensamiento en Cristo quien no hace diferencia entre los hombres.
Libro II
Esta parte se considera la cuestión metodológica aunque no se trate de la misma en
sentido estricto, ya que la cuestión aún no se planteaba en el Renacimiento, se aborda el qué
hacer y el cómo hacer.
En un inicio marca la conveniencia de que el cuidado de los pobres esté a cargo del
Gobernador de la ciudad, considera esta cuestión como un deber de la ciudad como
colectividad, ya no es una cuestión privada. Afirma que el descuido de la atención de los
pobres provoca riesgos en la república: los menesterosos descuidados en caso de necesidad
roban, tienen envidia de los ricos, se indignan y se irritan viendo que algunos tienen para
“mantener bufones, perros, coimas, mulas, caballos, elefantes y que ellos no tengan cosa que
dar a sus pequeños hijos, que padecen hambre”. Estas situaciones provocan guerras y
desórdenes.
Otro daño que provoca el descuido de los pobres es la propagación de enfermedades, y
por ello una parte de la ciudad permanecerá inútil. Insiste en que habiendo pobreza y
necesidad, unos ejercen el latrocino, otros lo hacen a escondidas, hay prostitución entre las
jóvenes, las mujeres mayores se dedican al celestineo y hechicerías y los niños se hacen
vagabundos y pordioseros.
“Ahí tienen su origen aquellos vicios que dejo referidos, que no tanto deben imputarse
a ellos como a los magistrados que no saben mirar de otra manera para el bien de la ciudad y
no dictan disposiciones rectas...¡Cuánto menos necesaria sería la penalidad, si la previsión
hubiera sido otra cosa”.
En el capítulo II, comienza a referirse al modo de atender a los necesitados, ello sin
dejar de hacer referencia a que si existiera caridad ella bastaría, pero que es necesario recurrir
a remedios humanos. En primer lugar refiere dónde están los pobres: en los hospitales, en la
calle practicando la mendicidad pública y en sus casas.
Opina que a los hospitales se los debe visitar e inspeccionar con “dos regidores
acompañados de un escribano, tomen nota de las rentas y del numerario, registren los nombres
de los asilados que sostiene el establecimiento y los motivos por qué ingresó cada uno de ellos
y eleven relación a los burgomaestres y al pleno consistorial”.
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En el caso de que los pobres vivan en sus casas: ”sean también anotados con sus hijos
respectivos por dos diputados de cada parroquia, especificando sus necesidades; su anterior
manera de vivir, y por qué contingencias vinieron a ser pobres. Esa averiguación resultará fácil
por los informes que suministren los vecinos, qué genero de hombres sean y de qué vida y
costumbres. No se admita de un pobre el testimonio de pobreza de otro pobre...”.
En cuanto a los mendigos vagos sin domicilio, afirma que si tienen buena salud deben
declarar los motivos de su mendicidad y deben ser compelidos a trabajar o bien ser
encarcelados.
En el tercer capítulo aborda el problema del mantenimiento de los pobres. En primer
término, afirma que de acuerdo al decreto divino “...que cada uno coma su pan adquirido por
su trabajo”. Si por salud y por edad, el pobre puede trabajar, no debe permanecer en el ocio.
Afirma que se debe tener consideración con la edad y la posible falta de salud, pero evitando a
la vez el engaño. Según Vives, los mendigos sanos forasteros, deben ser enviados a su pueblo
de origen pero dándoles para el viaje. A los indígenas, si no saben, se los ha de instruir en un
oficio, de acuerdo a su capacidad.
También explica cómo se debe tratar a los pródigos (darles trabajos más modestos y
comidas más tasadas), e indica con referencias muy concretas, a qué talleres pueden ir a
trabajar los desocupados y las diferentes obras públicas en que pueden ser ocupados (vestidos,
cloacas, fosos, edificios, estatuas, etc.). Los que están en hospitales y tienen buena salud y no
realizan tareas, también deben ser enviados a algún trabajo; “a nadie se le permita regalarse
con los bienes que se confieren a otro”:
Hace también advertencias a las que habiendo ingresado a los hospitales como
sirvientas, luego viven regaladamente y con ostentación despreciando y tratando mal a los
pobres. Respecto de los ciegos, sostiene que no deben permanecer ociosos ya que siempre
pueden realizar alguna actividad. Los enfermos y los viejos deben hacer trabajos livianos de
acuerdo a su edad y salud. Finalmente explica cómo tratar a los privados de razón: “averiguar
primero la causa de su locura y procurar luego el modo de su recuperación, proporcionando a
cada uno los remedios adecuados”. En el caso de que los mendigos inválidos no tuvieran
cabida en el hospital, recomienda alojarlos en una o varias casas. En cuanto a los pobres que
viven en sus casas, insiste en la necesidad de que trabajen en obras públicas o en hospitales.
El capítulo IV está dedicado al tema del cuidado de los niños. Para los niños sin padres
se harán hospitales, pero cuando se conozcan sus “madres ciertas, críenlos ellas mismas hasta
los seis años, y sean trasladados después a la escuela pública”. Hace recomendaciones sobre
las cualidades de los maestros afirmando que los magistrados no deben escatimar gastos en la
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selección de los mismos. Dice que los niños deben aprender a vivir con sobriedad, para lo cual
es necesario el ejemplo de sus maestros, deben aprender a leer y escribir, la piedad cristiana y
la formación de un juicio recto sobre las cosas. A las niñas se les debe enseñar los rudimentos
de las letras, hilado, costura, tejido, bordado, manejo de la cocina y de la casa. Entre los niños
más capaces se debe elegir a los que luego serán maestros de otros, y los restantes pasarán a
ocupaciones manuales según la inclinación de cada uno.
El capítulo destinado a los censores y la censura, son recomendaciones acerca de la
cualidad que deben reunir éstos y de la tarea de vigilancia y control de las costumbres que
deben realizar, al mismo tiempo que deben procurar que nadie pase la vida ocioso.
En el capítulo VI plantea los problemas del financiamiento, abordando los problemas
concretos y prácticos. El lo llama “del dinero que basta para los gastos”. Primero hace una
referencia histórica de cómo se subvenía a las necesidades de los pobres al comienzo del
cristianismo y su evolución hasta llegar a la situación de ese momento, en la que “obispos,
abades y otras jerarquías eclesiásticas, no más que con querer, aliviarían la mayor parte de los
necesitados con la grandeza de sus rentas. Si no lo quieren, Cristo será su vengador”.
Sostiene que con las rentas disponibles en los hospitales y la mano de obra disponible
en los mismos, se pueden sostener las necesidades. Hace una recomendación a los hospitales
ricos para que den a los más pobremente dotados, explicando cómo hacerlo, también aporta
sugerencias prácticas sobre el control del dinero.
Debido a que una parte sustancial de los fondos provenía de donaciones que se dejaban
después de la muerte, exhortaba a disminuir la pompa de los funerales, a favor de los pobres.
“también en algunos entierros se hace un reparto de carne y se distribuye pan, amén de dinero
y otros efectos, contra la presentación de un distintivo”. Igual reparto se hacía en las primeras
exequias y en el primer aniversario.
Cuando no alcanzaran los recursos para atender a los pobres, sugería: “póngase cepillos
en las tres o cuatro principales iglesias... en donde cada uno deposite todo cuanto la devoción
le sugiere... Pero no se pongan estos cepillos todos las semanas, sino cuando la necesidad lo
apremiare”.
Dice que no hay que recoger todo lo que se puede. Previene, apoyándose en su
experiencia en España, de las corrupciones que se originan cuando los administradores se
acostumbran a manejar mucho dinero. En un pasaje hace referencia a los sacerdotes
exhortándolos a no invertir en provecho propio el dinero de los pobres, considerando que ya
tienen buen pasar. Opina que si no fueran suficientes las limosnas y lo que dan los sacerdotes,
debe acudirse a los ricos. Además de esto, “la corporación rectora de la ciudad cercene cuanto
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pueda de los gastos públicos, como son convites, regalos, agasajos, propinas, fiestas anuales,
pompas, todo lo cual no conduce más que al pasatiempo, a la soberbia o ambición”.
En otro capítulo trata de las ayudas puntuales, a los que “apremia alguna necesidad
imprevista u oculta”, ya sea cautiverio, prisión por deudas, incendio, naufragio, inundación o
enfermedades. A los que tuvieron bienes y sufren pobreza, al aliviarlos se debe tener presente
el no avergonzarlos.
Al finalizar lo referente a qué debe hacerse y cómo debe hacerse y en lo que hace al
modo de aplicación de “guías de acción” afirma “esto es lo que me parece que debe hacerse en
el presente estado de cosas”, refiriéndose a lugar y tiempo concretos. Recomendó que en cada
caso se hiciera una adaptación de acuerdo a otras situaciones concretas. “Quizá no será
conveniente observarlo todo como yo he señalado en cada ciudad y en cda circunstancia.
Véanlo las personas prudentes de cada población... Creo sí que convendrá siempre y en todo
lugar que se establezca el mismo proyecto y la misma finalidad, y si no conviene que se
ejecutase todo a un mismo tiempo, porque la vieja usanza se opondrá por ventura a la
innovación, será permitido usar de alguna habilidad y al principio ir introduciendo lo más
fácil, para más tarde, insensiblemente, pasar a lo que pareciere más dificultoso”.
El prevé el rechazo de sus formulaciones por lo que dedica un capítulo a los que las
desaprobarán. Afirma que algunos dirán que a los pobres se los expulsa, cuando se trata sólo
de que sean tenidos como hombres. Otros darán justificaciones teológicas para no atenderlos,
apoyándose en un pasaje en que Cristo afirma que siempre habrá pobres, otros dirán “no
socorramos, pues, a los pobres... porque no parezca que Cristo y San Pablo mintieron”. Luego
de refutar con argumentos también teológicos tales afirmaciones, termina diciendo que “hay
pobres porque muchos profesan el nombre cristiano, no de corazón y de obras, sino de labios
afuera. Habrá otros que rechazarán estas constituciones, porque no aprueban nada sino lo que
salió de ellos”.
Opina que dos tipos de personas se opondrán más tenazmente: los pobres que no
quieren salir de su desidia y los que manejan el dinero de los pobres por temor a perder tan
preciado cargo y sus prebendas y por el peligro de toda innovación.
Frente a estos obstáculos, exhorta a ponerlo en práctica de todos modos, haciendo
referencias a los patriotas que han sufrido por la determinación de servir a la patria. Por otra
parte afirma que “a quienes Dios nos impuso el deber de la caridad con recomendación y
mandato expreso, tenemos otros motivos para no detenernos por estorbos humanos”.
Esta obra termina con las “Ventajas que se siguen, humanas y divinas, de la práctica de
estos consejos”, resumidos así:
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• Gran honor de la ciudad donde no se ve mendigo alguno.
• Se reduce la estadística de robos, maldades, latrocinios, delitos de sangre y crímenes
capitales; serán más raras las tercerías y los hechizos.
• Mayor será la quietud.
• Reinará una concordia inalterable.
• Será más seguro, saludable y gustosos asistir a los templos y recorrer toda la ciudad.
• La ganancia mayor será para la ciudad, con ciudadanos más comedidos, más bien criados y
más útiles a la patria.
• Finaliza afirmando que la suprema ventaja será haber dado la religión y la libertad a
muchos.
Las últimas palabras del tratado están referidas al aumento del amor recíproco con
mayor comunicación de bienes de unos a otros sin sospechas de indignidad, todo ello
con un gran sentido religioso.
-.-.--.--.--.--.--.--.--.--.-.-
Lic ElsaE.Fantino
Lic. en Servicio Social
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