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Literatura Inglesa

Teórico N° 15

Secretaría de Publicaciones
Materia: Literatura Inglesa
Cátedra: Laura Cerrato

Teórico: N° 15 – 2 de octubre de 2007 5/757 13copias


Tema: El teatro de los Jóvenes Iracundos

Hola, buenas tardes.


Vamos a comenzar con el otro aspecto del teatro de los años ’50, que son los
Jóvenes Iracundos. A partir de los ’50 se produce un movimiento de innovaciones, no sólo
en el teatro inglés, sino en distintos aspectos de la literatura y las artes. En la primavera de
1956 tenemos una fecha inaugural para toda una nueva generación de artistas e
intelectuales en Inglaterra. En abril se estrena Recordando con ira, de John Osborne, en el
teatro Royal Court; pero este estreno fue sólo el emergente y el detonador para una serie de
inquietudes y aires de renovación que venían flotando en el ambiente.
Antes que el teatro, la novela inglesa había tenido una suerte de resurgimiento, con
escritores de la misma generación que los dramaturgos que van a aparecer. Podemos
mencionar a Kingsley Amis, John Wain y John Braine. Kingsley Amis es el padre del actual
novelista (ganador de muchos premios), Martin Amis. Habría que señalar a otros autores un
poquito anteriores que, sin ser parientes, se llaman Angus Wilson y Colin Wilnson. Angus
Wilson fue el autor de Actitudes Anglosajonas y fue un poco el mentor de esta gente. Estos
autores se caracterizan por una novela de corte humorístico, con un toque picaresco y un
humor impúdico para los paradigmas de la época que, básicamente, atacaba al
establishment, que compendiaba una serie de cosas que les parecían detestables.
Por otro lado, en cine, aparece la New Wave (tomado del cine francés) o lo que se
llamó “Cine de la pileta de la cocina”. Este New Cinema comienza en este período y se da a
través de la crítica sostenida de una serie de directores, críticos y actores de la Nueva Ola.
Ellos, por más que sean diferentes entre sí, coinciden en criticar al cine tradicional anterior,

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que se caracterizaba por ser muy cortés y muy elegante. Ellos consideraban que este cine de
clases altas era vacuo y vacío. Hay una relación muy importante entre cine y teatro, porque
muchas de las piezas fueron llevadas al cine. Entre los directores, algunos que dieron un
vuelco enorme en toda la historia del cine inglés y europeo fueron Lindsay Anderson,
Richard Lester (que era el favorito de los Beatles), Karel Reisz (que hizo Morgan, un caso
clínico), Tony Richardson (que fue el director de la película basada en Recordando con ira).
También está Ken Loach, que es un autor que todavía circula.
Todo eso era poco frecuente, por la forma en que estaba parado ese cine. Casi todas
las obras de teatro de los Iracundos fueron filmadas. En ese momento surgieron actores con
una técnica totalmente distinta, algunos de los cuales todavía están dando vueltas por ahí.
Esta gente trabajó muy en consonancia y con una serie de actitudes comunes con los
novelistas y los dramaturgos.
Paralelamente al cine, el teatro y la novela, hay un movimiento en la pintura que
también mereció el nombre de “Escuela de la Pileta de la Cocina”. Esta denominación se
inauguró con un grupo de pintores que, a principios de los ’50, comenzaron a exponer
juntos. Un crítico, llamado David Silvester, en 1954, acuñó el término “Pintura de la pileta
de la cocina”, porque al describir la obra de estos artistas dijo que: “pintan de todo, excepto
la pileta de cocina… No, la pileta de cocina también”. Eso quedó como mote de este grupo
y ellos mismos lo asumen. En Internet pueden ver algunas de sus obras, donde verán que
todos tienen algún cuadro con una pileta. Son temas comunes y hasta medio miserables los
que ellos pintan. Lo que hacen es presentar escenas cotidianas de un sector social que, hasta
ese momento, el arte pictórico había ignorado totalmente. Esta gente también se formó, a
través de becas, en el Colegio de Artes Plásticas.
La mayor parte de estos artistas rebeldes eran liberales de izquierda o, directamente,
socialistas. Pero no todos coincidían en su alineación política. Tenemos, por ejemplo, el
caso de Colin Wilson que, a los veinticuatro años, escribió un best seller que marcó a toda
esta generación, titulado The Outsider. Acá la obra se tradujo como El Disconforme. Collin
Wilson no es uno de estos proletarios universitarios. El dejó la escuela a los dieciséis años,
que es el fin de la secundaria en Inglaterra. Fue obrero en una fábrica y era un formidable
lector. Cuando, en 1956, le editan The Outsider, todo el mundo se asombró por la vastedad

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de sus lecturas y conocimientos. Desde el punto de vista de Wilson, el outsider es aquel que
está apartado, separado o marginado del establishment.
El cita y comenta la obra de una infinidad de autores, pasando por Camus, Sartre,
Dostoievski, Hemingway, Van Gogh, Novalis, Joyce, Shaw, William James, ELiot, Kafka,
Nietzsche, Rilke, Blake, el Budismo, los poetas metafíscos, Gurdjieff, Chesterton, etc. Es
una suerte de apertura y, sobre todo, una suerte de compendio de la escritura y las ideas que
marcaron a su generación. Su temprano interés por el budismo influyó también sobre la
Generación Beat de los Estados Unidos.
The Outsider fue un best seller, con una primera edición de quinientos mil
ejemplares agotada. Pero, al mismo tiempo, fue un verdadero outsider, porque nunca le hizo
el juego al establishment y porque tampoco calzaba dentro de los movimientos de
izquierda, que desconfiaban de su interés por las religiones y su no compromiso partidista.
Lo cierto es que su prédica en favor de una apertura de la conciencia del ser humano
lo acerca mucho a las búsquedas de Huxley y de Priestly (cada uno a su manera). Colin
Wilson creía, como la ciencia confirmó después, que el ser humano utiliza un mínimo de su
potencial capacidad de conciencia. Esto hace que tengamos una representación parcial de la
realidad y podríamos relacionarlo con algunas ideas de las obras de Beckett.
Para Wilson la experiencia cotidiana del ser humano no puede tomarse como verdad
única y absoluta. Esto tiene mucho que ver con Huxley y su famosa frase: “Si las puertas
de la percepción se limpiaran todo aparecería como es, infinito”. A partir de esas “puertas
de la percepción” que menciona Huxley surge The Doors, por ejemplo. Esta idea de la
necesidad de abrir nuestra conciencia y de un nuevo nacimiento (que es de origen
milenario) no es extraña a la tradición inglesa. Pensemos en la obra de William Blake, el
poeta del siglo XVIII, que está basada en todo esto, y que inspira mucho a Huxley, incluso
en la acuñación de esta frase.
Hay toda una línea de un pensamiento místico o, por lo menos, de búsqueda de una
experiencia crítica culminante que, en casos como el de Huxley, se obtiene a través de las
drogas. El ocultismo también formó parte de los intereses de Colin Wilson. The Outsider,
más allá de cierta exageración o desborde muy propios de su juventud, contribuyó a abrirle
la cabeza a un montón de gente joven y contactarlos con grandes ideas y con figuras
literarias desconocidas para la mayor parte del público hasta ese momento.

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A pesar de las diferencias de extracción (místicos, universitarios o de izquierda)


todos coinciden en este rechazo por el establishment. De ahí viene el concepto de outsider,
el que está afuera. El establishment era una cosa vaga, donde estaban todos los cucos de las
nuevas generaciones. En el establishment estaban los monárquicos, la iglesia, los “varones
de la prensa” (que eran los dueños de los grandes periódicos), los conservadores, egresados
del famoso colegio de Eaton. Otros objetivos de sus ataques eran algunos periodistas que
escribían para “The Times”, que era un diario conservador.
Los objetivos contra los que disparaba esta gente, eran los mismos de los años
treinta, como dice Keneth Tynan, que es una de las figuras destacadas de la crítica de este
momento y el responsable de la expresión “Jóvenes Iracundos”. El fue quien inventó el
movimiento; para que haya un movimiento, en definitiva, tiene que haber un crítico que
diga que eso es un movimiento. Tal vez algunos de ustedes haya visto un musical, dirigido
por Keneth Tynan, que se llama Oh, Calcuta. Tynan era un crítico marxista que apoyó
mucho más al grupo de los Iracundos que al grupo que vamos a ver en la próxima unidad y
yo llamé “los hijos de Godot”.
Tynan hizo mucha fuerza para imponer a los iracundos y lo logró. El dice que la
diferencia con las críticas al establishment de los años ’30 (de la generación de Auden) es
que en los años ’30 los que criticaban eran parte de ese sistema. Esta gente, en cambio, es
de otra clase. Como ya les adelanté, la segunda posguerra trajo el triunfo del Partido
Laborista, que produjo una serie de cambios revolucionarios en el ámbito cultural. El
Laborismo flexibilizó el acceso a las universidades, mediante la Ley de Educación de 1944,
que hasta entonces había sido reservado para los jóvenes de las familias de mejor posición
social y económica. Estos jóvenes, por tradición familiar, elegían seguir algunas carreras de
tipo humanístico o científico, para después entrar al Civil Service.
Para lograr esta apertura el gobierno debe instituir numerosas becas y multiplicar el
número de universidades. En realidad ya estaba las “universidades de ladrillos rojos”, que
se diferenciaban de las tres grandes universidades que estaban construidas en piedra.
Incluso, en universidades como Oxford hay Colleges más modernos que se fundan a
principios del XX, que también eran de “ladrillos rojos”, pero en otro contexto.
Estas universidades habían comenzado a existir a principios de siglo, pero estaban
muy restringidas a una preparación técnica. De hecho, fueron ubicadas en ciudades

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industriales, como Bristol, Liverpool, Manchester, etc. Lo que se hizo entonces fue
enriquecer y ampliar las ofertas curriculares de estas universidades para que también
abarcaran a las humanidades. Además, como ustedes habrán visto, la mayor parte de estos
dramaturgos no son londinenses sino que vienen de ciudades de provincia. No sólo hay un
defasaje en cuanto a clase social sino también algo marginal con respecto a la metrópolis.
En el ámbito específico del teatro también se intensifican las actividades de RADA
(Academia Real de Arte Dramático), que había sido fundada en 1904. Aquí también se
produce una apertura en cuanto a la admisión de otra clase de gente y, en parte, la
multiplicación de oferta de RADA se debe as un generosísimo legado que dejó Bernard
Shaw, para becar a estudiantes dotados y carentes de posibilidades económicas. Esto fue en
1950, por esa década va a ofrecer una gran cantidad de becas a gente que venía del interior.
Algunos actores que aún trabajan se graduaron allí, como Anthony Hopkins o Glenda
Jackson. El propio Pinter estudió allí, aunque abandonó para dedicarse a la escritura.
Todo este movimiento produce un complejo proceso de aculturación más que de
transculturación. No se produce una traslación hacia otra cultura, sino que se produce una
pérdida cultural de estos jóvenes que accedían por primera vez a una educación superior.
Lo que significó algo bueno, también tuvo sus desventajas. Estos jóvenes, pertenecientes a
la clase obrera tienen acceso a una educación superior y, a la vez, a la contemplación de
formas de vida desconocidas para la generación de sus padres. Hasta la Segunda Guerra
Mundial era una característica bastante común (a pesar de que algunos dicen que no) que la
sociedad inglesa estuviera muy estratificada y cada grupo social solía mantenerse en su
lugar. Incluso, los pocos que se habían atrevido a rebasar esas fronteras eran considerados
verdaderos traidores a su clase.
Cuando se da esta transformación masiva se produce una brecha generacional de
estos jóvenes intelectuales que ya no encajaban en la cultura proletaria de sus padres o de
sus amigos menos favorecidos. En las novelas que escriben en esta época abundan estas
situaciones, donde se describen los choques con la familia. Los padres, que eran obreros o
mineros, desaprobaban toda esta cuestión intelectual e incluso criticaban que volvieran
hablando de otra manera. Hablaban correctamente y con otro vocabulario. Pygmalion, de
Shaw, estaba atentando contra esa rigidez de clasificación en base a la forma de hablar.
Elisa, más que tener dinero, estaba interesada en que le enseñen a hablar bien para poder

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pasar por una persona culta. Lo que pasa que en Shaw es un individuo que lo logra,
mientras que aquí será una buena parte de una generación, lo cual crea un desequilibrio
bastante considerable. Por supuesto, se les reprocha, desde lo que fue su propia gente,
aspirar a metas demasiado altas para ellos.
Por otro lado, estos gobiernos (el Estado de Bienestar) logran mejorar la situación
económica y fomentar una cultura de consumo, pero no logran elevar el nivel cultural de las
nuevas clases más favorecidas. Como siempre, la mayor parte de la gente sólo puede tomar
de este progreso lo más obvio y lo más fácil. Pasa que tampoco se abrió la educación para
toda la clase obrera, sino que sigue habiendo una enorme masa que no tiene acceso.
El progreso es un progreso material, pero no basta para esta “mayoría – minoría” ser
educados, hablar bien. Porque hay todo un background que no tienen. Obviamente, no
pueden, de buenas a primeras, encajar en un nivel social y cultural acorde a su preparación.
Obviamente, también se los rechaza. Hay una parte de Recordando con ira, donde el
personaje dice: “Yo ni siquiera provengo de una universidad de ladrillos rojos, sino de una
de baldosas blancas”.
Toda esta situación de aculturación los coloca en una posición ambigua porque toda
la antigua “inteligencia” inglesa posee una tradición a la que ellos no pueden acceder de la
noche a la mañana. Hay códigos que no se adquieren en la escuela y hábitos que no se
quiebran con la educación. Este es uno de los temas recurrentes de todas estas obras de
teatro. No es que anteriormente no hubiera gente que lograra ascender de clase, pero
generalmente el proceso era graduado, porque solía haber un padre o abuelo de baja
extracción que, a través de los negocios, amasaba una fortuna y mandaba a sus hijos a
buenas universidades. Pero recién los nietos, tal vez, quedaban instalados en eso. Lo que
quiero aclarar era que tampoco se trataba sólo de una cuestión de dinero.
Toda esta situación se agrava porque los laboristas pierden con los conservadores en
1951. Toda esta gente, cuando se gradúa, ya encuentra un ambiente diferente, menos
cobijador que el anterior. Por otro lado, la administración laborista no había sido muy
eficiente. Los conservadores fueron votados por una mayoría que pretendía un mayor
progreso económico. Es como que, más allá de ese progreso económico, lo demás mucho
no interesaba.

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Para los ingleses la posguerra fue durísima. En los años ’51 y ’52 todavía tenían
bonos de racionamiento, cuando los perdedores de la Guerra, que fueron Alemania e Italia,
ayudados por el Plan Marshall, ya estaban nadando en la abundancia. Yo, de chica, viajando
he visto cómo los turistas iban con cupones a los hoteles. Salir de eso le costó mucho más a
Inglaterra que a los vencidos. Los laboristas privilegiaron el levantamiento de las clases
más subsumidas, a costa de otros sacrificios, lo cual creó un estado de insatisfacción. Por
eso vuelven a ganar los conservadores, que se mantienen trece años en el poder, lo cual no
constituye un buen ambiente para estos jóvenes que aspiraban a hacer una carrera. Existía
de nuevo una marginalidad social.
Junto con todo esto se produce otra situación muy interesante, que fue estudiada por
los antropólogos. Un antropólogo estudió este fenómeno, en un artículo titulado “Los
peligros de la hipergamia”, que publicó en un periódico en 1957. Muchos de estos jóvenes
tuvieron cierto acceso a las clases superiores, porque se casaban con chicas que pertenecían
a esas clases. Eso se llama “hipergamia masculina” y genera una situación conflictiva. Si
bien siempre estuvo bien visto que el hombre rico se casara con una mujer de extracción
proletaria, era muy poco frecuente y mal visto que mujeres de alta clase social se casaran
con estos jóvenes advenedizos.
Por otra parte, estos jóvenes se sentían excluidos del ámbito familiar. Recordando
con ira, de Osborne, es una suerte de radiografía de toda la situación. El antropólogo,
cuando estudia esto, aclara que habla tanto de la situación real como de los textos literarios.
El joven, a pesar de toda esta educación que recibe, conserva el tradicional machismo de su
clase de origen y no consigue ajustarse a la independencia de estas mujeres educadas. En
Recordando con ira, Allison, ya que no puede revelarse, opaca y destruye su personalidad.
En El suertudo Jim, la primera novela de Kingsley Amis, de 1954, existe una pareja
medio parecida, compuesta por Jim y Christine. Jim es profesor de Historia Medieval en
una universidad de provincias, parece que no se dedica demasiado a su tarea y que se
caracteriza por meter la pata. Siempre dice las cosas que no debe decir, ofende a la gente
(sin quererlo) y sabe que al final del cuatrimestre lo van a echar. Entonces, se dedica a tratar
de quedar bien con el jefe de su departamento. Tiene una relación con una profesora mayor
y de más rango que él y allí se produce esa situación de hipergamia (aunque no estén
casados). Ellos se llevan muy mal y finalmente, se enamora de la novia del hijo de su jefe

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de departamento, lo cual tampoco lo ayuda demasiado. (…) El también especula con que
tiene un tío muy rico, de quien espera obtener un cargo en Londres. La obra se llama Lucky
Jim. En un momento tiene que decir la alocución de fin de año y esa es la última
oportunidad que tiene para ser aceptado por el cuerpo de profesores y directivos. Su
conferencia se llama “La alegre Inglaterra” y debía ser una evocación de la Inglaterra
tradicional. Allí empieza diciendo todas cosas correctas y termina destrozando todo eso y
poniéndose en el lugar del outsider. Paradójicamente al tío de ella, el rico, le atrae esta
personalidad y termina dándole el ansiado empleo en Londres. La obra termina con cierto
dejo de ironía y de amargura, porque él va por Londres por la calle, con Christine, y se
encuentran con el ex - novio de ella, y se da el gusto de reírsele en la cara. Pero también
hay un toque de ironía, porque todo esto fue a costa de casarse por interés.
Les menciono esto porque ustedes podrán ver cómo se produce una serie de
coincidencias y repeticiones en la temática de una y otra obra, tanto en la novela como en la
dramaturgia. Otra pareja de este tipo es la que aparece en La habitación en el alto (1957);
allí el personaje de Joe Langton ansía a toda costa llegar a habitar en la zona alta de la
ciudad. De algún modo, esta obra se constituye en una suerte de símbolo de esta
generación, como sucederá con su secuela, La vida en el alto. Además fue un gran negocio
de Editorial Penguin, porque en el primer año la reimprimió once veces, en tiradas de miles
de ejemplares. Parece que en su momento fue un éxito tan grande, aunque parezca
incongruente, como la Odisea y El amante de Lady Chaterley. Millones de personas
leyeron esta novela, sobre la que se hizo también una serie de televisión, que tuvo gran
éxito en los años ’60.
En The room at the top nos encontramos también con otro joven universitario de
extracción proletaria que se propone llegar, para lo cual se dedica a cortejar a una chica de
clase alta. La obra, muy hábilmente, maneja el mito de Fausto, que vende su alma por
riquezas y éxitos. Por otro lado, es una novela muy interesante desde la perspectiva de la
novela de costumbres, porque es muy descriptiva de las costumbres de las distintas clases y
del choque que se produce entre ellas. Allí el protagonista termina por conseguir un lugar
en esa cima simbólica, pero para eso debe pagar el precio de renunciar a su verdadero amor
(que era una chica de su misma extracción). Finalmente esa chica muere, lo cual le produce
a él un enorme sufrimiento, que no puede manifestar porque está totalmente acotado por su

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necesidad de comportarse como estrato social espera de él. Así se produce esta situación del
éxito muy amargamente conseguido. Este joven se transforma en una suerte de símbolo de
su generación.
Hay una obra norteamericana, de la década del ’80, que se estrenó en Inglaterra,
sobre la que se hizo una película, titulada Educando a Rita. La película evoca toda esa
situación de una peluquera que no sabe qué hacer de su vida y entonces va a una
universidad abierta y comienza a pulirse. Finalmente, el profesor descubre la inautenticidad
que había en todo eso. En esta obra, que es posterior en dos décadas, ella logra tomar
distancia de su familia de origen (incluso de su marido, del que se divorcia), sin
despreciarlos, y también se libera de este maestro, que pretendía imponerle cosas que ella
rechazaba. Es una forma de resolver la cuestión bastante diferente y de acuerdo con la
época.
Por eso yo decía que esta generación, que tuvo tanta aceptación, con las décadas, de
algún modo, pierde vigencia, porque fue una situación coyuntural bastante única. Incluso la
situación política fue bastante única. Hoy día, los nuevos lectores o el nuevo público, puede
no entender totalmente cuál era el problema. Esa es una desventaja de la obra de arte que se
apoya excesivamente en esas coyunturas del momento.
Esto fue muy importante para los años ’50 y marcó toda una tendencia de los ’60. Al
respecto de esta movilidad social que se produce un poco intempestivamente quería leerles
dos pequeños fragmentos del análisis antropológico que realiza Geoffrey (…) en “Los
peligros de la hipergamia”. Allí toma como ejemplo de lo que está diciendo cosas muy
puntuales que, evidentemente, no se han mantenido demasiado en el tiempo. Dice: “La
estructura de la clase social inglesa nunca ha sido totalmente rígida o impermeable; pero
en el pasado la movilidad hacia arriba era un proceso relativamente lento, que llevaba
más de una generación. Típicamente un hombre de la clase media o trabajadora hacía una
fortuna, proveía a sus hijos de un tipo de educación que los habilitaba a moverse en otro
medio social, en el cual él y su mujer nunca estarían cómodos. Tanto la vida real como la
ficción abundan en estos ejemplos”. Es interesante porque cita una novela del siglo XIX,
La feria de las vanidades, sobre la que se hicieron muchas películas. Allí se ve este lento
ascenso al que estaban acostumbrados los ingleses.

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Otra parte del trabajo dice: “El estatus de la joven de la clase media alta es
intelectualmente visto como deseable [por el muchacho] como una recompensa emocional
por el duro trabajo que le costó llegar. Por lo tanto, no sería satisfactorio si ella
abandonara sus maneras y costumbres y se convirtiera en una esposa proletaria”. Es un
poco lo que sucede en Recordando con ira, porque Allison se borra a sí misma y se
convierte en la esposa sumisa que cocina, plancha y hace el té. Es exactamente lo que haría
una esposa proletaria; pero eso, en vez de satisfacer a su marido, lo pone más furioso.
Cuanto menos ella se rebela, más furioso se pone él.
“Pero la clase media alta y la clase trabajadora tiene modelos muy diferentes del
ideal masculino y femenino, del comportamiento del marido y la mujer; y cada uno es visto
como destructivo de su integridad y su autorespeto por el miembro del otro sexo y clase. El
esposo proletario espera (y la mayor parte del tiempo obtiene) mucho más servicio y
sumisión de su mujer, que el hombre de la clase media alta, cuya mujer quejará de que se
está convirtiendo en un objeto. Una esposa de clase media alta obtiene mucha más
consideración y ayuda física cuando no hay dinero para sirvientes, de su esposo, que lo
que consigue una esposa proletaria, cuyo marido suele quejarse de que es desvirilizado y
convertido en un marica”. Eso es algo que todavía existe, más allá de las clases.
“Si ambos son de carácter fuerte, y probablemente ambos lo sean, el hombre por
haber luchado y seguir su camino hasta la presente situación, la joven por haber desafiado
las convenciones de su medio y de su familia, el conflicto aparecerá casi inevitablemente y
los libros y obras de teatro nos muestran qué forman toman estos conflictos”. Tenemos, por
un lado, la situación en sí, que los artistas vuelcan hacia formas teatrales o novelísticas y,
por otro lado, tenemos las observaciones de índole social y antropológica.
Con respecto al medio en que se desenvuelven o manifiestan estas obras teatrales,
tenemos que mencionar cuatro grupos diferentes de acuerdo a su vehículo de expresión. En
primer lugar tenemos los teatros oficiales, que pertenecen al Estado, y tienen una
reputación muy establecida. Pero comienzan a surgir teatros más marginales, que se llaman
“Teatro de los Bordes”, como el Teatro de la Corte, que era el lugar de representación de la
Compañía Dramática Inglesa, que fue fundada en 1956. Allí se estrenó a Osborne y a
Beckett; de hecho, en 1957 estrena Fin de partida en francés. Pero también estrenaron a
Norman Simpson, que venía del Teatro del Absurdo. Como verán no había una tendencia

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definida. Hay un eclecticismo muy interesante que va más allá del lugar donde se desarrolla
una cierta tendencia.
Por otro lado está el “Taller Teatral”, que también fue muy famoso, dirigido por una
mujer que hizo una gran labor dramatúrgica. Allí se estrena Sabor a miel, de (…), que es un
caso muy particular porque, con muy poca preparación se convierte en una revelación. Allí
se pone en escena una relación de convivencia muy chocante para la moral de la época,
entre una chica embarazada por un negro (con el que no estaba casada) y un muchacho
homosexual. Era algo muy desafiante de las convenciones morales del momento.
Por otro lado, está la gente que trabaja en el interior del país que, finalmente, va a
acceder a Londres. El caso típico es (…), el autor de Raíces, que es outsider porque es del
interior y porque es de origen judío centroeuropeo. El último grupo, que señala Jaime Rest,
es el de la gente que se inició en la radio y la televisión (la BBC). Entre ellos, el más
destacado es el dramaturgo Peter Shaffer, cuya obra Ejercicio para cinco dedos también ha
sido llevada al cine.
Estos Jóvenes Iracundos del Teatro representan el punto más emergente de todo un
movimiento que, en un determinado momento se llamó “The Movement”. El término
“Jóvenes Iracundos” surge de algo no es ni novela ni obra de teatro, sino de la
autobriografía, de 1951, de un profesor de la misma extracción, llamado Leslie Paul. El
título de su biografía era Angry Young Man. Este término se va a ir difundiendo entre los
novelistas y luego los unirá Osborne. Dentro de los novelistas yo he mencionado sólo a los
más destacados del movimiento; pero también habría que señalar que Doris Lessing, en este
momento, participa en el grupo The Movement con una serie de relatos titulada A cada
cual su propia jungla.
También mencioné a S. Delaney y su obra Con sabor a miel; y hay otro novelista
muy interesante, que alimentó mucho cine, que es Alan Sillitoe, que fue el autor de La
soledad del corredor de larga distancia, que aquí se tradujo como El mundo frente a mí.
También tiene otra obra que se llaman Sábado a la noche, domingo a la mañana, pero se
tradujo como Todo comienza el sábado. El mundo frente a mí es la historia de un chico que
está preso en una prisión de menores y debe competir en una carrera con un chico de un
colegio importante. El choque de clases y de mentalidades se produce en la carrera. Otro
autor un poco marginal en este sentido, sobre cuya obra El llanto del ídolo, se hizo una gran

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película es David Storey. Allí se narra la historia de un muchacho de provincia que se


convierte en una estrella del rugby. Es como que se produce un desplazamiento y se
muestran todos los conflictos que esta situación genera, incluso con el enamoramiento de
una mujer mayor, etc.
Podríamos decir que la idea clave y hasta obsesiva de toda esta generación es
desplazamiento, esta aculturación y esta sensación de ser outsider, de vivir fuera del
sistema. Obviamente, el concepto de outsider va a tener distintas lecturas. Tal vez por eso la
obra de Colin Wilson haya sido de tan gran aceptación y tanto éxito, porque se le puede dar
una lectura desde una cuestión meramente social, económica y hasta partidaria, cultural,
familia o, incluso, darle una dimensión trascendente. Por eso coexisten en las citas y
comentarios de escritores tan diferentes como William Bleke, San Juan de la Cruz y
Hemingway.
Yo les recomiendo que lean El Disconforme, porque tuvo una gran repercusión y
tiene una gran riqueza de lecturas que propician esta idea del outsider. Me parece que
todavía nos puede llegar a servir como objeto de meditación. Nos va a dar un mejor
panorama de todo este movimiento y de todas las ideas que iban y veían. No se olviden que
es el período en que se empieza mucho más masivamente con la droga. La droga no tenía el
sentido que puede tener ahora sino que se utilizaba como búsqueda de un camino. Esto
sucedió, sobre todo, en la Beat Generation, pero también pasó a la juventud inglesa.
Para eso se me ocurrió leerles un fragmento de El Outsider, para ver qué es esa
oposición al establishment, no sólo en el sentido más inmediato o literal. Está hablando de
las doctrinas de Gurdjieff con respecto a la búsqueda de una experiencia más intensa. La
clave del libro es, justamente, mantenerse apartado del sistema para poder vivir más
intensamente y poder abrir la conciencia a otras experiencias.
“Gurdjieff dice ‘limita deliberadamente la meta’. El primer paso es romper el sueño
de la hipnosis bajo el que viven todos los hombres”. Hay una parábola suya que ilustra esto:
“Hay una vieja leyenda oriental que habla de un mago riquísimo, que se tenía muchas
ovejas. Pero, al mismo tiempo, este mago era muy mezquino, no quería contratar pastores
y tampoco quería levantar una cerca en torno a los pastos donde pastaban sus ovejas. Por
tanto, muchas veces las ovejas se iban por el bosque, caían por precipicios, etc. Pero sobre
todo se escapaban, porque sabían que el mago quería su carne y sus pieles y esto no les

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gustaba a ellas. Por fin el mago halló un remedio: hipnotizó a sus vejas y les sugirió, en
primer lugar, que eran inmortales, y que ningún mal les venía por ser desolladas sino todo
lo contrario, y sería muy bueno para ellas y muy agradable. En segundo lugar les sugirió
que el mago era un pastor bueno, que quería tanto a su ganado que estaba dispuesto a
todo en el mundo por él. En tercer lugar que si cualquier cosa fuera a sucederles a ellas no
iba a sucederles precisamente entonces, en todo caso, no aquel mismo día y, por tanto, no
tenían necesidad de pensar en ello. Además, el mago sugirió a las ovejas suyas que no
eran en, modo alguno, ovejas. A unas les sugirió que eran leones, a otras les sugirió que
eran águilas, a otras que eran hombres, a otras que eran magos. Con esto dieron fin a
todos sus cuidados y preocupaciones por lo que hacía a las ovejas. Nunca más huyeron
sino que esperaban tranquilamente a que el mago necesitase su carne y su piel. Esta
leyenda ilustra muy bien la posición del hombre”.
Por hoy vamos a dejar acá. Hasta la próxima.

Versión CEFyL

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