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Enrique G. Encinosa
EL FANTASMA
El 16 de abril de 1962, El Yanki fue a visitar a un pariente que vivía en un bohío cercano
a las Aromas de Velázquez. Cuando El Yanki se acercaba a la vivienda, vió a una figura
que se movía en la distancia, hacia una cañada. La figura llevaba un arma
norteamericana, una carabina M1, y usaba un sombrero Stetson.
Guerrillero.
Cuando la patrulla de milicianos llegó, atraída por el solitario disparo, peinaron la cañada.
Encontraron un cadáver y quedaron sorprendidos. Al guerrillero muerto le faltaba la
punta de un dedo en la mano izquierda.
El Yanki abrió los ojos sorprendido. Osvaldo Ramírez, el comandante en jefe de todos los
alzados, el guerrillero más temido de todo el Escambray. El hombre que había escapado
un centenar de cercos, que había eludido dos grandes limpias, se había lanzado por
barrancos en saltos suicidas para evitar captura. Ramírez y sus hombres eran responsables
de docenas de emboscadas y ataques a tropas de milicia.
El Yanki comenzó a sudar. «Ahora van a venir a buscarme,» pensó, «todos los alzados de
Las Villas van a venir a vengarse. Me van a colgar de una guásirna. Me van a abrir el
vientre a machetazos. Me van a meter un tiro en la nuca mientras yo esté durmiendo en
mi cama.»
El Yanki comenzó a enloquecer. Cada guajiro que veía era un posible enemigo al acecho.
Cada sonido en la noche era un alzado que se acercaba, arrastrándose de barriga, con un
cuchillo en la mano. El Yanki no dormía bien. Se despertaba gritando, llorando, pidiendo
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Chapter # 19
El tiempo pasó. Ningún guerrillero se apareció en su casa para degollarlo. Pero El Yanki
se cuidaba. No salía de noche. Pasaba horas encerrado en su casa, mirando hacia el
mundo por una rendija. Se sentaba algunas veces en el portal, pero siempre entraba en la
casa antes de oscurecer.
Aún hoy, veinte y seis años después del disparo solitario en Las Aromas de Velázquez, El
Yanki continúa acuartelado, viviendo en su infierno solitario, perseguido por el fantasma
del legendario guerrillero. Hay días, en que sentado en el portal de su casa, aún escucha
voces al anochecer. Son los muchachos del pueblo, que escondidos en los arbustos,
asustan al demente.
-¡Escóndete, Yanki!- gritan las voces, --que Osvaldo viene a buscarte. Ya está aquí.
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