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ALGUNAS DE LAS MUCHAS INEXACTITUDES DEL

LIBRO MORMÓN

En el Libro de Mormón se menciona que en la América prehispánica


existían rebaños y cultivos similares a los del Viejo Mundo, además de
ciudades semejantes a las del antiguo Oriente Medio.

Los paleobotánicos (estudiosos de la flora en tiempos prehistóricos)


hacen perforaciones en el suelo y examinan el polen de las plantas del
pasado (las especies más antiguas están más abajo y las más recientes
están en las capas superiores). Es curioso notar que ningún estudio
realizado ha revelado el hallazgo de polen de trigo, cebada u otras
plantas cultivadas en el Viejo Mundo en tiempos prehispánicos. Los
indígenas americanos no conocían la lana de las ovejas (como aparece
erróneamente ilustrado en las obras mormonas) sino que
confeccionaban su ropa de algodón; sólo los incas utilizaron a las
llamas para proveerse de materia prima para sus prendas.

En el Libro de Mormón hay un libro llamado Alma que en su capítulo


53 menciona la reunión de 2000 jóvenes para una lucha; las armas
ilustradas son espadas, escudos, lanzas, en fin, toda una dotación
militar semejante a la utilizada por los pueblos del Viejo Mundo. Pero
de nuevo, jamás se ha encontrado un yacimiento arqueológico que
muestre que existían estos instrumentos en tiempos prehispánicos.

En el Libro de Mormón hay un libro llamado Alma que en su capítulo


53 menciona la reunión de 2000 jóvenes para una lucha; las armas
ilustradas son espadas, escudos, lanzas, en fin, toda una dotación
militar semejante a la utilizada por los pueblos del Viejo Mundo. Pero
de nuevo, jamás se ha encontrado un yacimiento arqueológico que
muestre que existían estos instrumentos en tiempos prehispánicos.

Cuando un escéptico examina una idea hace una predicción sobre esta
y luego mira si esta predicción se cumple o no, y sobre esta base se
acepta o se rechaza la hipótesis. En este caso en particular, los
escépticos esperamos que si en América se desarrollaron los
acontecimientos de la manera descrita por el libro de Mormón
deberíamos encontrar yacimientos arqueológicos con lana, huesos de
ovejas, cereales, polen de trigo, espadas de hierro, o deberían
mencionarse estos objetos en las narraciones indígenas. ¿Ocurre esto?
La respuesta es un rotundo no.

El Libro de Mormón (3 Nefi 8) señala la existencia de varias ciudades


que fueron destruidas en el momento que Jesús murió, supuestamente
en el 33 D. C. Pero como siempre con los relatos mormones, no existe
rastro de ninguna ciudad arrasada en esa fecha. No creo que encontrar
los restos de estas ciudades, de existir, fuesen difíciles de encontrar:
1
¿dónde se encontraría la mayor cantidad de población de América? La
respuesta es fácil: En los mismos lugares donde hoy abunda, porque el
establecimiento de poblaciones depende de la productividad de la
tierra. Pero nuevamente los hallazgos de ciudades amuralladas, con
habitantes con una religión y cultura similar a la judía, con lana de
ovejas, espadas y escrituras en planchas de metal son inexistentes.

Lenguajes americanos de origen semita

Según las propuestas mormonas los pobladores nativos de América


serían de origen semita, pero no hay la más remota relación lingüística
entre cualquier idioma nativo americano y el hebreo. Otra ciencia más
se pone en contra de los supuestos hechos del libro del Mormón

¿Es de origen divino el Libro de Mormón?

Un manto de duda cubre al Libro del Mormón, pues las planchas de


oro, de las cuales se extrajo el mensaje, estuvieron siempre ocultas. Es
sospechoso que el ángel Moroni haya prohibido dejar ver las planchas
de oro a cualquier persona diferente a José Smith, pues años después
permitiría que tres testigos las observaran. Si la acción de mostrar al
público las planchas de oro a tres testigos tenía como objetivo
presentar la evidencia sobre la que la fe mormona está fundamentada,
¿por qué no mostrarla a todo el mundo? ¿Por qué no dejarla examinar
por arqueólogos para que por pruebas de datación confirmaran su
antigüedad y permitir además que estudiosos de lenguas muertas
vieran estas planchas? Creo que de permitirse el escrutinio de los
arqueólogos las planchas de oro de José Smith rivalizarían en
importancia con la piedra de Rosetta o con las tabillas de escritura
cuneiforme de Mesopotamía. ¿Por qué este recelo? En mi opinión, las
probabilidades de que el Libro de Mormón sea un fraude son muy
altas.

Un estudio detallado revela que José Smith se valió de referencias de


La Biblia y de obras de Shakespeare para escribir este libro. Este
análisis fue hecho por el pastor adventista Daniel Scarone en su libro
Mormonismo la historia que pocos conocen. (Curiosamente el escepticismo
que aplica este pastor adventista para examinar el profeticismo de un
credo que compite con el suyo por nuevos conversos no es aplicado
para examinar a la profetisa de su denominación, la señora Elena G. de
White.)

En el libro de Mormón, específicamente en 2 Nefí 1:14, se puede leer


una frase de Shakespeare:

2
"¡Despertad! y surgid del polvo, y escuchad las palabras de un
padre tembloroso, cuyos miembros pronto depositaréis en la
fría y silenciosa fosa, de donde ningún viajero puede regresar".

Esta frase suena muy similar a una línea de Hamlet, tercer acto, escena
primera, en el pasaje donde se encuentra el conocido "ser o no ser":

"pero ese, el pavor por algo después de la muerte, el país ignoto


de cuyas fronteras ningún viajero regresa, confunde la
voluntad".

El parecido es más notable en inglés:

Awake! and arise from the dust, and hear the words of a
trembling parent, whose limbs ye must soon lay down in the
cold and silent grave, from whence no traveller can return; (2
Nefí 1:14)

But that the dread of something after death, / The


undiscover'd country from whose bourn / No traveller
returns, puzzles the will (Hamlet, Acto III, escena I)

Según los mormones, el pasaje del Libro de Mormón fue escrito entre
el 588 y el 570 A.C. pero el texto en el cual se inspiró, Hamlet, fue
escrito en 1564 D. C. Otra similitud notable se da entre el libro de
Alma y la confesión de Westminster, la cual fue escrita en noviembre
de 1646.

Por Ferney Yesyd Rodríguez

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