MEDITACION en la Catedral

realizada por N.H.D. Manuel Molina Cano

Lunes Santo 2008

O
tra vez en silenciosa oración nacida de lo
más profundo de su alma han llegado
hasta nosotros estos nazarenos que
acompañan y son acompañados en esta Estación de
Penitencia a la Santa Iglesia Catedral por María
Santísima de los Dolores y su Divino Hijo, un Jesús
de las Penas que parece que más que sostener la Cruz
la abraza mostrándonos cómo quiere abrazarnos
también a todos, un Jesús de las Penas tan lleno de
Bondad, de Amor y de Perdón en su mirada que pese a
estar caído sobre el duro suelo, pese a haberse visto
abatido sobre la roca por el peso de esa Cruz, su dolor y
sufrimiento, más que apoyada sobre la piedra su mano
parece que se extiende hacia nosotros para ofrecernos
su ayuda y levantarnos, para aliviar nuestro dolor y
sufrimiento, para calmar nuestro llanto, para venir a
consolar nuestros lamentos.
tallada madera, todos van desgranando una ora-
ción en la que quiero, mientras pasan, unirme,
como tantas otras veces he hecho, a ellos.
Y quiero unirme a esta Estación de
Penitencia confesando que creo en un solo
Dios, Padre Todopoderoso, que en el comienzo
de los tiempos fue Creador del cielo y de la
tierra, de todo aquello cuanto a nuestros ojos es
visible y también de todas aquellas cosas que no
lo son aunque por su misma Gracia podamos
conocerlas y hasta verlas a la inagotable luz de
nuestra Fe.
Creo también en un solo Señor Jesucristo,
Padre Jesús de las Penas, que eres Hijo único de
Dios, a quien tanto amamos y al que tanto

Sin volver la cara atrás, avanzan poco a poco

los callados nazarenos. Sin volver la cara atrás
porque no lo necesitan para sentir todos ellos su
mirada, para tener ante sus ojos una imagen que
llevan tan metida en los adentros de sus almas
que no precisan mirarle para verle, para encon-
trar frente a frente su Bondad, esa luz que en
quien es inmensamente Justo brilla siempre con
alegría cuando te acercas a orarle o le rezas,
como hacen ellos, mientras siguen caminando,
para hallarse ante ese inmenso Amor que te hace
comprender, al entenderlo, que en este senti-
miento hay solución a todas las contradicciones
de la vida, a la alegría de la tristeza o la tierna
hermosura de una lágrima, porque es ese Amor
tan infinito el que nos trae su Perdón por
muchos que sean nuestros errores.
Por eso, en su silencioso caminar, desde ese
primer nazareno que delante de la Cruz de Guía
marca la cadencia de la marcha, pasando por
todos y cada uno de ellos, incluido ese pavero
que amoroso cuida de tanto y tanto monaguillo
o quienes con la luz de sus cirios van
alumbrando un camino que queda marcado
sobre el suelo en forma de cera derretida hecha
sendero sobre el mármol, hasta llegar a quienes
con mimo se agarran a unas maniguetas en las
que encuentran más al Señor mismo que la

16 LAS PENAS Junio 2008

amaron cuantos nos precedieron, pues naciste
antes de todos los siglos para ser nuestro Dios
de Dios, Luz de nuestra luz y de todas las luces,
Dios verdadero de un único Dios verdadero,
que fuiste engendrado, no creado, de esa misma
naturaleza de Padre Dios por el que todo fue
hecho, que por nosotros los hombres y por
nuestra salvación bajaste desde el cielo para
redimirnos de todos nuestros errores, de todas
nuestras faltas, y que por obra del Espíritu Santo
te encarnaste de María la Virgen, Madre Nuestra
de los Dolores, y te hiciste hombre para
enseñarnos cómo se puede y se debe amar a
todos, hasta el punto de, por nosotros, por
nuestra causa, ser sometido a burlas y martirio y
crucificado en tiempos de Poncio Pilato.
Padre Jesús de las Penas, perdóname que mis
faltas, mis desprecios, mis ofensas, mis ultrajes,
mis insultos, mis maltratos y hasta mis burlas te
llevaran a la Muerte y a ser sepultado para
consumar, en una lección de Amor sin límites, tu
Obra Divina de la Redención.
Pero sé que Resucitaste al tercer día, según
las Escrituras, para subir de nuevo al Cielo, con
el Padre, a cuya derecha estás sentado hasta que
llegue ese día en que de nuevo vengas a nosotros
lleno de Gloria para juzgar, desde tu infinita
Bondad, a los vivos y a los muertos y llevarnos a
ese Reino Tuyo que no ha de tener fin.
Creo también, Jesús Mío, en el Espíritu
Santo, que es, igual que Tú, Señor y dador de
Vida, que procede del Padre y de ti mismo, que
con el Padre y contigo recibe una misma
adoración y gloria y que fue quien habló por los
profetas para mostrarnos siempre a todos el
camino que conduce hacia vosotros.
Como creo, y quiero mantenerme fiel en
ella, en esta Iglesia que es una, santa, católica y
apostólica y a la que me uní por ese solo
bautismo que existe para el perdón de los
pecados y en cuyo seno espero la resurrección
de los muertos que nos permitirá unirnos en esa
vida del mundo futuro y eterno que tu Muerte y
Resurrección nos trajo, con todos aquellos que
se nos fueron y a los que tanto amamos y
añoramos. Amén.
Desgranando esta oración nos ha llegado,
entre ciriales que anuncian la proximidad de la
imagen, aroma de incienso entre vahos y
neblinas que envuelven a unos niños que,
vestidos hoy de monaguillos, nos hacen sentir la
certeza de que el futuro de nuestra Cofradía, el
de todas las Cofradías, y con el de ellas el nuestro
propio, está asegurado en las generaciones
Junio 2008
venideras, que está en unas buenas manos, en las
mejores posibles, mientras Jesús parece mirarlos
especialmente complacido al saber de su
inocencia y de su amor sincero.
Una complacencia, Señor, que no dejas de
mostrar también hacia nosotros mismos,
porque mejor que nadie sabes que es tan sólo
nuestra debilidad humana la que nos lleva a
ofenderte tantas veces, a tener que pedirte
perdón por rendirnos en silencio, en éste mismo
silencio en el que ahora te rezamos, ante unas
decisiones que nuestra Iglesia rechaza como la
de terminar con la vida de los mayores,
escudándonos para ello en lo mucho que sufren
y olvidando al aceptar tales excusas cómo fue de
inmenso tu propio sufrimiento, tan humano y
tan grande que hasta llegaste a pedir al Padre que
apartara de Ti ese Cáliz... para terminar
aceptando su voluntad.
O como acabar con la vida incipiente, sea
por la causa que sea, de esa criatura que aún no
ha nacido sin querer aceptar tampoco en este
caso el Cáliz que esa vida hubiera podido
significar para nosotros.
Haznos comprender, Señor, antes de ello, la
pesada carga que en unos y otros casos habrá de
ser la cruz del remordimiento que por estas
acciones nos puede acompañar siempre hasta
nuestra propia muerte. Enséñanos que en ellas
no hay liberación para quienes dejan de vivir o
simplemente no llegan a nacer, sino egoísmo
propio en tantos casos que después han de
convertirse en recuerdos tormentosos.
Somos débiles, Padre Jesús de las Penas y
son demasiadas las veces que mientras Tú nos
iluminas con esa mirada de Amor, de Bondad y
de Perdón, nosotros volvemos nuestros ojos
hacia otro lado para no ver reflejadas en ella las
injusticias, para permitir que los inmigrantes
puedan seguir viéndose maltratados, para dejar
que los enfermos continúen sintiéndose
marginados, para dejar que la miseria persista
castigando a buena parte de este mundo para el
que Tú siempre predicaste la igualdad, para
tolerar que decenas de miles de niños mueran
cada día por carecer de tantas cosas como a
nosotros nos sobran y no sabemos emplear.
Volvemos la mirada hacia otro lado en busca
de una ignorancia que no logramos porque
sabemos que siguen existiendo todas esas situa-
ciones de injusticia. Nos escudamos muchas
veces, Jesús Mío, en que poco podemos hacer
contra ellas desde nuestra individual naturaleza
humana, nos excusamos con que solos a nadie
LAS PENAS 17