Jean-Claude Margueron
Los mesopotamicos
SEGUNDA EDICION
CATEDRA
HISTORIA/SERIE MENOR
Introducci6n
‘Mesopotimicos? {No existent, dirin algunos y no sin excelentes
razones, Sumetios, acadios, asirios, hurritas, siios... si, pero en. el pais
del Tigris y del fufrates nunca nadie se identifico ‘como mesopo-
timico.
En realidad, mientras que el término Mesopotamia para designar
la cuenca hidrografica formada por los dos rios esti consagrado por
el uso y el de civilizacion mesopotémica no molesta a nadie, no es
habitual designar a sus habitantes con el vocablo elegido como titulo
de este libro. Por encima de los imperativos editoriales de esta colec-
cién —y el titulo, desde luego, es uno de ellos— existe también, y
‘quizis sobre todo, una Optica particular y una ambicién que quisiera
impregnar el conjunto de esta obra con una idea simple, dirigir su
‘economia ¢ indicar su color desde el titulo.
Ia ptica es la de un arquedlogo de campo al que una experien-
cia de treinta afios le ha llevado naturalmente a comprender la civil
zaci6n estudiada en los tells a base de los restos materiales encontra-
dos y definidos en su especificidad de origen. La ambicin es la de
utilizar esta experiencia de la excavaciOn para presentar el marco de
‘una civilizacién para la que hasta una fecha reciente se preferian, ins-
tintivamente, los conocimientos inducidos por los textos,
Entiéndase que en esta tltima proposicion no existe por mi parte
ningtin dnimo de polémica: arque6logos y epigrafistas concurren am-
bos, por diferentes caminos pero con el final coméin, a encontrar el
pasado de Mesopotamia y las experiencias recientes prueban que
‘cuando ambas disciplinas caminan concertadamente, en equipos s-
trechamente fundidos, los progresos son espectaculares. Sin embar-
0, cada especialista debe conservar la originalidad de su vision y
debe poder presentar su propia sensibilidad respecto a la civilizacion
del Pais.de los Dos Rios.
15Igualmente, es de forma deliberada el que yo pretenda bosquejar
aqui un cuadro de la civilizacién mesopotémica partiendo, tan siste-
maticamente como sea posible, de los restos que nos proporcionan
los tells. Pero no debe tomarse como signo de materialismo por mi
parte. Yo no reduzco, en absoluto, el oriente antiguo a sus compo-
nentes fisicos, los vestigios que han sobrevivido, normalmente de
forma fortuta, a la aniquilacién que engulle individuos y colectivida-
des, Detrés de la materia esti el espititu: la suerte de la civilizacién,
mesopotémica estriba en haber utilizado para la transmisién de su
pensamiento un soporte, la arcilla, que ha permitido su conservaci6n.
Nos es, pues, posible ir mas allé del aspecto material de las cosas y
no necesitaré reconocer en cada ocasi6n que esto facilitard la com-
prensi6n.
‘Asi, en principio, la intencion es la de poner en evidencia las
condiciones materiales de la vida de los mesopotimicos y de su acti-
vidad. Una de las consecuencias de esta elecci6n seri que se minimi-
zarin los problemas ligados a las caracteristicas étnicas, desde el mo-
mento en que éstas no son totalmente perceptibles en los hechos
aportados por la excavaci6n, mientras que es sobre esta diversidad
€inica donde se ha puesto el acento la mayor parte de las veces, in-
cluso involuntariamente, desde principios de siglo: un vistazo sobre
las publicaciones més significativas indica que la investigacin, entre
otras cosas, se ha aplicado a definir lo que era propio de los sume-
ros, babilonios, acadios, asirios, hurritas.. En orientalismo, es éste un
objetivo antiguo, fundamental y siempre de actualidad.
Pero me parece, por el contrario, que las formas de vida, a pesar
de sus variantes, unisian mas que separarian 2 los diferentes grupos
humanos que han coexistido, se han sucedido y se han mezclado en
este PrOximo Oriente de méltiples facetas raciales. En estas condicio-
nes, y sin desconocer la realidad de estas diferencias, yo insistité més
en lo que une a los pueblos y 2 las regiones que en lo que los separa.
‘Ademds, al intentar caracterizar a los habitantes del Pais de los
Dos Rios como mesopotimicos, quiero también poner el acento en
una particularidad de nuestro acercamiento a esta civilizaci6n que
proviene, como es natural, de su descubrimiento hacia la mitad del si-
‘glo pasado: antes de las primeras excavaciones no se la conocia mas
que por un texto escrito, la Biblia; seguidamente, la aparicién de los
Primeros palacios asirios, fue acompafiada por la de tablillas que pu-
dieron descifrarse con bastante rapidez. Se ha asociado, pues, de
forma espontinea, muy estrechamente, texto y arqueologia, es decir,
escritura y civilizacién. Desde Iuego, fueron los textos los que sirvie~
ron para definir los pueblos y los perfodos conocidos en las épocas
historicas, como Sumer y Akad, lo que no era escandaloso, en abso-
luto, ya que eran téminos que se habian usado en la antigdedad.
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Pero no ¢s sino a partir del tercer milenio, o sea, con la aparicién de
los primeros documentos escritos cuando esta practica se hace real-
‘mente legitima: no lo es para los tres o cuatro milenios precedentes
de los que se ignora su lengua. Se ha llegado, asf, a marcar como con
‘una cesura este momento privilegiado de la apariciOn de la escritura y
a considerar que la civilizaci6n mesopotamica nacia realmente en ese
‘momento, lanzando a las tinieblas todo Io anterior y que, no obs-
tante, formaba buena parte de la misma civilizacién material. Me ha
parecido més justo, histéricamente, usando el término de mesopoté-
micos, marcat la continuidad y la unidad profunda de una civilizacion
ue se forja en el Neolitico para morir a finales del primer milenio.
Tal vez sea éste un aspecto esencial de la elecci6n realizada. Por-
‘que Mesopotamia es un ejemplo, si no excepcional en cualquier caso
elocuente, de un pais que ha conocido una civilizacién cuyos compo-
nentes generales forman un todo coherente a través de la duracién de
su existencia: esto no significa que haya habido un sistema cerrado
como en Egipto, sino que las transformaciones progresivas estn con-
tenidas en germen en la situacién de partida y en los desarrollos que
ella engendra, Intentaré, en las paginas que siguen, precisar esta
toma de posicién que a algunos puede parecer excesiva.
‘Queda todavia insistir en un cardcter propio de esta civilizacién
‘mesopotimica, que es su larga duraci6n. Las investigaciones hist6ri-
‘cas recientes inciden poco en la duracin de las civilizaciones: Ia in-
dispensable especializacién del historiador conduce, como en todo
Ambito de investigaci6n, a una parcelacién del saber, se pone gusto-
samente el acento en las cortas oscilaciones de la historia y en aspec-
tos particulares. Pero, como hemos visto, Ia antigua Mesopotamia no
es solamente los tres milenios marcados por el uso de la escritura,
descubrimiento ciertamente fundamental pero que no le es espect
fico: es también la larga lucha que acompafa a la puesta a punto de
tun pais particularmente inhéspito en principio; los hombre que lo
han levantado se han enfrentado a problemas de supervivencia hasta
entonces desconocidos y ellos han encontrado las respuestas origina-
Jes que definirfan Mesopotamia hasta el final del primer milenio. 2s
excesivo pensar que ella ha sido también un laboratorio en el que se
hhan elaborado las caracteristicas fundamentales de las civilizaciones
de Ia antigiedad, e incluso los fundamentos técnicos de todas aque-
las que han existido hasta la revolucién industrial y tecnolégica que
se inicia en el siglo xvit? Pero no es éste nuestro propésito. Para no-
sotros, uno de los intereses excepcionales de Mesopotamia es el de
ofrecer un campo de estudio para la génesis, maduraci6n y envejeci-
miento de una civilizaci6n y, por tanto, permitimnos una reflexion so-
bre el fenémeno cultural que recubre este término, a veces ambiguo.
‘Aunque pretenda definir el conjunto de la civilizacién mesopoti-
Wwmica mediante sus componentes unitarios no he de olvidar, en abso-
Into, sus fermentos de diversidad: tan cierto es que el marco impone
algunas constantes como que el hombre crea un remodelado casi
permanente, No se incurre en menosprecio del tiempo, es decir, de la
historia, incluso aunque el deseo sea e! de insistir sobre una logica
del desarrollo més que, sobre la incidencia de fenmenos historicos
aparentemente mAs accidentales. Cuando las primeras aldeas se insta-
laton en el valle no era seguro que evolucionaran en la forma que lo
hicieron, pero esta evolucién de las formas materiales estaba, no obs-
tante, contenida en las potencialidades de origen. Ello implica, pues,
tuna logica del desarrollo, es eso lo que quisiera poner en evidencia.
Se podré criticar mi elecci6n, pero al hacerlo, habra que recordar
con Plotino que las formas son los reflejos de las ideas: no hay, me
parece, mejor justficacion para un enfoque arqueol6gico de una civi-
lizacién,
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El medio fisico y el historico