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Introducción
Las líneas que siguen son un intento de resumir en unas conclusiones el fruto de un
intercambio de experiencias e inquietudes que hemos realizado un grupo de personas que
trabajamos en el mundo de la educación.
La metodología ha sido sencilla: poner en común la vida y las experiencias realizadas, no
inventarse la vida que no existe y dejar al Espíritu que nos sirva de guía.
El resultado de leer juntos la situación de cómo vivir la pedagogía hoy, la hemos condensado
en el siguiente resumen:
I. DESAFÍOS DE LA REALIDAD
1. Aunque son muchos los problemas que rodean al mundo de la educación, consideramos que el
mayor desafío que la sociedad actual plantea al mundo de la educación consiste en la crisis de
valores humanos que por otro lado se pretende comunicar y desarrollar. ¿Cómo promover y
defender criterios, principios de conducta, valores que, no sólo carecen de apoyo social explícito
en la vida diaria, sino que, además, con frecuencia son desde la publicidad y los medios de
comunicación social?
2. Algo semejante hay que decir de los principios y valores religiosos. La reducción de lo religioso
al entorno de lo privado, característica de nuestra sociedad occidental, ha contribuido a:
Pérdida de la transmisión familiar de la fe.
Vaciamiento de significado del lenguaje religioso clásico.
Carencia de experiencia religiosa en las nuevas generaciones, religiosamente analfabetas.
¿Cómo evitar que se caiga en esa trampa pedagógica que los jóvenes aprenden enseguida
que consiste en que todo ese mundo de valores y principios religiosos son realidades para
creer y no para vivir, sirven como ideales utópicos pero no para la vida cotidiana?
II. NUESTRAS CONVICCIONES
La acción educativa sigue teniendo sentido porque creemos que:
1. Estos valores humanos y religiosos están presentes en cada persona. Si educar significa,
etimológicamente, “extraer”, “sacar”, es porque estas realidades tienen una raíz que ya existe en
el corazón de cada educando, aunque no sean conscientes de ello. Educar consiste en sacar a la
luz el ‘Jesús’ que existe en cada uno. Convicción que no hay que rebajar ni “descafeinar” en
ningún caso”.
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2. La esencia de la pedagogía es el amor.
Sólo amando se es uno mismo, se crece y se saca lo mejor de sí.
Sólo el amor encarnado, en las diversas relaciones que se establecen en el sistema educativo,
crea el ambiente necesario para el crecimiento de las personas que en él participan.
Amar hasta el punto de asumir las expectativas, las preocupaciones y las alegrías de los
alumnos; en una palabra hasta hacerse uno.
El amor ha de ser tal que el alumno pueda percibirlo, ha de sentirse amado. Para que la
acción educativa produzca sus efectos no basta con amar, es necesario que el amor sea
recíproco.
El amor recíproco, en cuanto genera la unidad, permite ofrecer:
una experiencia de vida, a través de nuestra relación y cercanía.
un contenido educativo concreto que se inserta con el resto de aprendizajes.
un fundamento adecuado para la formación religiosa explícita.
3. Evangelizar no es algo mecánico.
Hasta ahora se ha tenido conciencia de que educar en la fe significa dar un alma cristiana a la
educación a base de signos externos (crucifijo en la pared, oraciones al principio o final de la
clase, misa o rezos semanales obligatorios,…), cuando evangelizar consiste en dar un alma
cristiana a la realidad secular en tanto que secular. Esto nos lleva a comprender la necesidad de
evangelizar a través de la presencia de Jesús en Medio de nosotros. Esto significa:
Nuestra unidad es la forma de ofrecer a Dios vivo, asequible, perceptible, aunque ni siquiera
tengamos que hablar de él. Es la vía para evangelizar lo secular respetando su secularidad.
La intención de los Fundadores al crear estructuras pedagógicas no era sólo prestar un
servicio a gente necesitada, sino permitir a los jóvenes el encuentro con Jesús, al hilo de su
formación específica. Esto se hace posible por medio de esta experiencia.
La actividad subsidiaria del Estado hace que los colegios de religiosos, si tienen algo
específico que aportar sea, claramente, esta raíz evangélica. El ambiente cultural nos invita a
que, en medio de nuestra actividad profesional, prescindamos de esta base religiosa y
seamos, ante todo, buenos profesionales. Este aparente callejón sin salida requiere esta
presencia de Jesús en Medio para desbloquear la situación. No basta con que las cosas
funcionen, es necesario que obedezcan a su fin último.
La estructura evangelizadora no actúa “ex opere operato”. No basta con fundar un colegio
religioso, creyendo que éste evangeliza por sí mismo y lo único que hay que hacer es
garantizar su correcto funcionamiento. Jesús en Medio garantiza dar un alma a esa
estructura, sin la cual, los jóvenes salen del colegio casi tan paganos como entraron.
Nuestra identidad carismática sólo puede hacerse presente y desarrollarse en el seno de una
comunidad educativa que implica a todos: padres, profesores, alumnos y personal no
docente.
Cultivar de forma especial los grupos cristianos de antiguos alumnos acompañándoles en su
itinerario de crecimiento como comunidad cristiana y valorando positivamente su testimonio
dentro de la Comunidad Educativa.
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III. LÍNEAS DE ACCIÓN
Estas convicciones se traducen en los siguientes compromisos:
1. Estar centrados en el educando.
Es decir, hacerle protagonista de su proceso formativo. Esto implica:
Hacerse uno con ellos.
Escuchar a fondo.
Ver a Jesús en los alumnos: es la forma más concreta de tener un profundo respeto a su
persona, suprimiendo toda tentación de autoritarismo, proteccionismo o abandono.
Que nuestro amor busque la reciprocidad, de forma:
que pueda ser percibido por los alumnos
que el educando busque devolverlo.
2 Construir relaciones personales.
Se trata de ayudar a superar el individualismo ambiental para llegar a la dimensión de la
relación interpersonal. Es en el ámbito de las relaciones personales donde nos jugamos lo esencial
de la vida, porque podemos afirmar que “somos” en la medida que participamos en los demás, es
decir, vivir es “pertenecer” (pertenecer a una familia, al grupo de amigos, a un pueblo, a un club, a
una empresa, a una institución, a la Iglesia,…).
Esto implica:
a) Con los educandos:
La atención personalizada que busca salir de los esquemas estereotipados (superando las
relaciones oficiales), dando la oportunidad para encuentros personales entre profesores y
alumnos en el aula y fuera del aula.
Potenciar las tutorías en este sentido.
La convicción de que lo académico se vuelve formativo sólo si está fecundado por una
verdadera relación personal que proporciona confianza, libertad para el intercambio y
capacidad de diálogo.
Dado que autoridad procede del latín “auctor” (hacer crecer), estar convencidos de que la
autoridad procede del amor. Sólo el que hace crecer a los otros, dando la vida por ellos,
adquiere una autoridad que permite corregir, delimitar, marcar líneas y orientar.
Sólo desde este contexto es posible afrontar la presencia de lo negativo, del dolor, de los
fracasos y darles la respuesta adecuada.
b) Entre los educadores:
Potenciar las relaciones y los intercambios entre los educadores, dedicando tiempos y
espacios adecuados para ello.
Es preciso superar los roles entre empresa y trabajadores, entre religiosos y profesores
contratados, partiendo del sentido de Comunidad Educativa.
Potenciar la figura del educador para evitar las reducciones de la misma que el cansancio o
la rutina generan y rescatar la vocación pedagógica de cada educador.
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Implicar al personal no docente.
La vida va por delante. Sólo el tipo de relación que exista entre los educadores proporcionará
credibilidad a los valores y criterios propuestos. Todos los profesores preocupados por todos
los alumnos, para hacer realidad el proverbio africano: “Para educar a un niño se necesita de
todo un pueblo”.
Sólo desde lo interdisciplinar y los temas transversales se llega a influir de verdad en una
educación para la vida, que puede forjar un futuro coherente.
3. Cultivar la comunidad educativa
Dado que toda propuesta educativa para ser creída y aceptada debe apoyarse no sólo en la
credibilidad de la propuesta y en la persona que lo propone, sino en un ambiente social que lo
confirme; la posibilidad de comunicar valores y criterios depende de la constitución de una
Comunidad Educativa, como sociedad alternativa que confirme la viabilidad de la propuesta
pedagógica.
Desde esta opción:
La primera condición es asegurar la buena articulación entre los educadores. Es más
importante que cumplir el programa.
Se plantea la necesidad de dar una dimensión humana a la estructura educativa, o de
reorganizarla para que no ahogue las relaciones humanas.
La capacidad del ambiente para transmitir valores hace que se ponga en primer lugar la
comunidad educativa como la forma concreta de dar un alma a las estructuras pedagógicas.
Hay que superar la idea de que la comunidad religiosa es el único motor del colegio,
implicando a todos los profesores y colaboradores en la misma misión educativa y
evangelizadora.
La comunidad educativa exige la coordinación entre lo organizativo (dirección y gestión) y
lo educativo (académico y pastoral).
Es necesario implicar a los padres y al personal no docente en el proyecto educativo,
permaneciendo siempre abierto el centro educativo al entorno social.
Sólo desde este presupuesto se pueden afrontar proyectos educativos creativos, novedosos y
que den respuesta a problemas nuevos.
Es verdad que los tiempos son recios. Pero es igualmente cierto que el Espíritu de Jesús está
entre nosotros. Entre la Comunidad que tenemos y la Comunidad que queremos está la
Comunidad que con El podemos construir. Sólo amando nos encontramos con El y entre
nosotros.
4. La atención a los últimos
Sabemos que la sensibilidad por el sufrimiento de los últimos, la presencia activa a su lado, la
defensa neta de su dignidad y las iniciativas para responder a sus necesidades constituyen puntos
centrales del Evangelio y de la misión de la Iglesia, también en el mundo de la educación.
Sabemos que las exclusiones se hacen presentes en la escuela, por ello debemos preguntarnos
qué dinámicas de inserción e integración debemos potenciar.
Hablamos de alumnos con necesidades educativas especiales, tanto por sus dificultades
motóricas, sensoriales, psíquicas, como a los superdotados.
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Hablamos de alumnos con necesidades compensatorias que son los que se encuentran con
desventajas por razones étnicas, culturales, lingüísticas, sociales, económicas, familias
desestructuradas,…
Para ello:
Cuidar de la formación del profesorado, mejorando su preparación y sensibilidad. El
educador no debe ser un asistente social, ni un mero trabajador de la enseñanza académica.
Incentivar el trabajo tutorial.
Progresar en las adaptaciones curriculares y en la atención a la diversidad, mediante una
evaluación del alumno completa..
Facilitar salidas al fracaso escolar.
Fomentar una buena organización escolar y conseguir ayudas de la Administración.
Experimentar y compartir los progresos y experiencias.
Estar atentos a las necesidades educativas no cubiertas: movimientos de inmigración,…