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Resumen
Abstract
Concerning J.H. Merryman´s "The Civil Law Tradition ", it can be said with
fairness, that it is a provocative essay...
It provokes outrage, loathing, or at least an unbearable boredom.
Its essence lies on a study of the Civil Law Tradition, but with the "newness" of
being seen and presented from the perspective of a lawyer from the Legal family
of Common-Law. Placing in the five "sub-traditions" the basis of Civil Law
Tradition (Roman Law, Canon and Trade Laws, the Revolution and Legal Science),
the author propones a historicist shed, with casuistry qualifications. Of the
essential differences that can be found between the two families, the author
takes up the anecdote. Without opening the discussion and keeping an apparent
fairness, Merryman analyzes institutions like legislatures, judges and the way
they are developed civil proceedings in a superficial way. It is in this chapter
where Merryman’s work evidences the greatest blunders ... his accuracy? or
mere obsolescence harass the reader because it confuses form and substance,
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“La Tradición Jurídica Romano-Canónica”
O… la ficción de un Hombre Feliz
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Carlos Aragón Navarro
fails in describing the process and assaults, darkly, both professions and
professionals.
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1.- Introducción
Con el impudor propio de los extranjeros que pueden ver las estructuras
políticas ajenas con mayor objetividad y desapego, en su obra “La Tradición
Jurídica Romano-Canónica”, J.H. Merryman denuncia lo que es un secreto a
voces: El sistema político del Derecho Civil i es un laberinto de espejos donde
el hilo conductor es el recelo. Todos dudamos de todos. De ahí resulta que el
mecanismo de frenos y contrapesos que hemos implementado en nuestro
propio régimen político no obedece más que a un desesperado intento por
frustrar los futuros abusos de los tres poderes, como sugiere el texto de John
Henry.
Una obra que inicia disculpándose y finaliza de igual forma, pero que a lo largo
de su desarrollo dicta, juzga y fustiga no es, ciertamente, un documento que
atraiga la mirada ávida del lector. Y cuando quien escribe manifiesta que sus
letras van dirigidas a una “muchedumbre”, pocas, si alguna, simpatías puede
encontrar.
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2.- Desarrollo.
Sentada la premisa, el autor enuncia por primera vez –lo indicará no menos de
diez ocasiones en su libro- que “un abogado de un país subdesarrollado de
Centroamérica puede estar convencido de que su sistema legal es claramente
superior al de Estados Unidos o Canadá (y, con un doble ánimo discriminatorio,
racial y académico, sanciona:) a menos que sea un estudioso muy enterado del
derecho comparado… podrá inclinarse a desdeñar a un abogado de derecho común.
Reconocerá nuestro desarrollo económico mayor, y quizá envidiará nuestro nivel de
vida. Pero se consolará pensando que nuestro sistema legal está subdesarrollado, y
que los abogados del derecho común son personas relativamente incultas”
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Desde las poco afortunadas frases que citamos arriba –que encontramos en la
página 19 de su libro- John Henry Merryman se ganó la primicia de nuestra
antipatía, misma que, luchando contra el prejuicio que por sí propio reflejaba en
sus líneas, debimos sofocar, de modo que pudiésemos dar fin al trabajo
encomendado. Otro elemento para continuar y finalizar la lectura de “La
Tradición Jurídica Romano-Canónica” fue el que no queríamos caer en el
mismo prejuicio que denunciamos del autor norteamericano. Para nosotros, a
priori y iuris tantum, un abogado del Common-Law, puede ser tan culto,
inteligente y profundo como cualquier otro profesional del derecho… los juicios
de valor se formulan después de conocerlo.
John Henry Merryman cifra el origen del componente Derecho Civil Romano
en el esfuerzo del Emperador Justiniano (circa siglo VI, D.C.) quien ordenara la
recopilación del derecho romano pretérito.
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Junto al derecho revolucionario –al que relaciona con el derecho público de los
países que integran la Familia de la Tradición Jurídica Romano-Canónica- y la
ciencia jurídica, las tres subtradiciones ya abordadas, son, de acuerdo a la tesis
de Merryman, los elementos constitutivos de esa familia.
Antes de cerrar este capítulo, sólo nos resta comentar que la forma en que
John Henry Merryman alude a los académicos del derecho, a los entretelones
que hablan de la miseria que –a su decir- priva en ese ambiente y al
desmesurado peso específico que el autor atribuye a las opiniones de los
jurisconsultos, nos parece falta de solidez, corta en la profundidad de sus
conceptos y fuera de contexto.
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Amén de que la disertación de John Henry Merryman respecto a las fuentes del
derecho falla en precisar en qué sistema centra su análisis –ya que abunda en
hipérboles a propósito de “la soberanía”, al estado nacional moderno y a
diversas escuelas de interpretación filosófica- es demasiado escueta en
describir las figuras más características del Common-Law, como el Stare
decisis, y nos distrae pontificando a propósito de conceptos aislados.
Más adelante, en uno de los vuelcos reiterativos que tornan la lectura del librito
en una tarea bastante ingrata, Merryman regresa a sus comparaciones de poco
aliento. Tal es el caso de la alusión que formula, en la página 59, y que
transcribimos para la mejor comprensión de nuestro punto:
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Esa distancia temporal debiera, entonces, ser factor que modulara la crítica,
atemperando el vitriolo vertido contra un autor que nos disgusta tanto como lo
hace Merryman. Sin embargo, él no tuvo empacho para calificar como
“retardatario” nada menos que ¡a Justiniano! y tampoco se reprimió para
calificar y tachar de “subdesarrollado” e “ignorante” al hipotético abogado de un
país de América Central, que pudiese pensar que su derecho era menos malo
que el del Common- Law. De tal suerte, nos dictaminamos legitimados para
cuestionar la pertinencia de la comparación que hace el autor entre los
“Grandes nombres del Derecho Común… - (todos jueces) -y un… funcionario”-
(escrito así, en tono peyorativo, ofensivo) del que Merryman se atreve a
describir la vida, todo con tal de menospreciar la talla del imaginario juzgador
latino, de quien dice, como si ello fuese común a todos los jueces de la Familia
del Derecho Civil:
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Existen otros rubros, de entre los que toca el autor, que serían puntuales para
observaciones, críticas y censuras –como la clasificación y distinción que hace
entre los abogados del Common Law y los del Derecho Civil, que es casi para
párvulos, amén de resultar ofensiva y sin bases- pero nos desviarían de cuatro
precisiones trascendentes, que hablan de la justificación del párrafo fundador
del libro: “Este es un libro para aficionados, no para profesionales…” pero
quizá, lo que el autor quiso decir, es que es un libro para aficionados a la
lectura, o al pensamiento; no sólo para legos, sino para desconocedores
absolutos del régimen jurídico político de países cimeros de la familia del
Derecho Civil, por lo que el librito de Merryman se convierte más en enseñanza
por lo que no hay que hacer, que por lo escrito.
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Citamos:
Sirvent Gutiérrez ii refiere, con detalle, las sutilezas que Merryman distrae de la
atención, que “…el procedimiento civil en Estados Unidos tiene como
características, que el manejo del mismo está básicamente en manos de las
partes (juicio adversario) y que la determinación de los hechos en el caso, es un
asunto para un jurado lego…”
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autor: “Es muy general y las reclamaciones se definen a medida que avanza el
procedimiento”
¿En qué sistemas jurídicos observa el autor tal situación? No nos lo dice
Merryman. Como tampoco dice el hecho de que las demandas que se
presentan en su país –al menos, ya lo eran al momento en que Merryman hace
otra edición “corregida” de su obra, son tan poco claras que las formula el
propio quejoso, en formatos pre-establecidos (también conocidos como
“machotes” en donde basta asentar algunos datos básicos para iniciar una
acción judicial.
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3. Conclusiones
En tanto que esfuerzo por conocer otras “familias jurídicas” –como no las
designa el autor- el libro “La Tradición Jurídica Romano-Canónica” pudiera ser
un esfuerzo laudable.
A título personal, como debe haberse hecho patente a lo largo de este escrito,
“The Civil Law Tradition…” me resultó profundamente desagradable.
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4. Referencias
Notas
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O… la ficción de un Hombre Feliz
i
Merryman no llama a la familia del Derecho Romano-Canónico por su nombre. Al igual que muchos eruditos, designa a
esa familia como “Tradición del Derecho Civil”, distinguiéndola, por oposición, de la Tradición del Derecho Común –o
Common Law, llamada así por que era aplicable a todos- sin embargo, a efecto de evitar la confusión de nuestra rama
del Derecho, emplearemos la designación Romano-Canónico, en lugar de Civil.
ii
SIRVENT G, Consuelo, El Procedimiento Civil en los Estados Unidos de América, [en línea] México, UNAM, Instituto
de Investigaciones Jurídicas, 2003, [citado 05-11-07] Formato PDF, Disponible en internet:
http://www.bibliojuridica.org/libros/4/1590/29.pdf