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Regímenes Constitucionales Contemporáneos

La Tradición Jurídica Romano-Canónica Carlos Aragón Navarro


O… la ficción de un Hombre Feliz

Por: Lic. Carlos Aragón Navarro


Sumario:
1. Introducción; “El Derecho no es como el fuego, que arde lo
2. Desarrollo; mismo en Persia que en Grecia…”
3. Conclusiones;
4. Referencias. -Aristóteles

Resumen

Acerca de “La Tradición Jurídica Romano-Canónica”, de J.H. Merryman


podemos decir, con justicia, que es un ensayo provocador...
En efecto, provoca indignación, desagrado, o al menos, un tedio insoportable.

Su esencia radica en un análisis de la Familia del Derecho Romano-Canónico,


pero con la “novedad” de ser visto y presentado desde la perspectiva de un
jurista proveniente de la diversa Familia Jurídica del Common-Law. Situando en
las cinco “subtradiciones” de la Tradición Romano-Canónica (Los Derechos
Romano, Canónico y Mercantil, la Revolución y la Ciencia Jurídica) el autor
propone un tinglado historicista, con calificaciones casuísticas. De las diferencias
esenciales que pueden hallarse entre las dos familias, el autor se conforma con
la anécdota. Sin abrir la discusión y conservando una aparente equidad,
Merryman revisa superficialmente instituciones como las legislaturas, los jueces
y la forma en que se desarrollan los procedimientos civiles. Es en ese capítulo
donde el trabajo de Merryman presenta las mayores ¿faltas de… precisión? o
franca obsolescencia, ya que confunde forma y fondo, yerra en el proceso y
agrede, oscuramente, a profesiones y profesionistas.

Palabras clave: Tradición Jurídica Romano-Canónica, Merryman, Ensayo,


Obsolescencia, Yerro.

Abstract

Concerning J.H. Merryman´s "The Civil Law Tradition ", it can be said with
fairness, that it is a provocative essay...
It provokes outrage, loathing, or at least an unbearable boredom.

Its essence lies on a study of the Civil Law Tradition, but with the "newness" of
being seen and presented from the perspective of a lawyer from the Legal family
of Common-Law. Placing in the five "sub-traditions" the basis of Civil Law
Tradition (Roman Law, Canon and Trade Laws, the Revolution and Legal Science),
the author propones a historicist shed, with casuistry qualifications. Of the
essential differences that can be found between the two families, the author
takes up the anecdote. Without opening the discussion and keeping an apparent
fairness, Merryman analyzes institutions like legislatures, judges and the way
they are developed civil proceedings in a superficial way. It is in this chapter
where Merryman’s work evidences the greatest blunders ... his accuracy? or
mere obsolescence harass the reader because it confuses form and substance,

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fails in describing the process and assaults, darkly, both professions and
professionals.

Key words: Civil Law Tradition, Merryman, Essay, Obsolescence, Failure

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1.- Introducción

Con el impudor propio de los extranjeros que pueden ver las estructuras
políticas ajenas con mayor objetividad y desapego, en su obra “La Tradición
Jurídica Romano-Canónica”, J.H. Merryman denuncia lo que es un secreto a
voces: El sistema político del Derecho Civil i es un laberinto de espejos donde
el hilo conductor es el recelo. Todos dudamos de todos. De ahí resulta que el
mecanismo de frenos y contrapesos que hemos implementado en nuestro
propio régimen político no obedece más que a un desesperado intento por
frustrar los futuros abusos de los tres poderes, como sugiere el texto de John
Henry.

El apodíctico análisis de Merryman, por cierto, pretende deconstruir a la familia


del Derecho Romano-Germánico o Romano-Canónica y, atendiendo a esa
intención, analiza y discute sobre varias características de algunos de los
sistemas jurídicos incrustados dentro de esa familia, sin precisar nunca cuál de
ellos es víctima concreta de sus críticas ni a quién habría que pasarle la factura
de sus yerros, con lo que mucho pierde el ensayo del autor sajón.

Una obra que inicia disculpándose y finaliza de igual forma, pero que a lo largo
de su desarrollo dicta, juzga y fustiga no es, ciertamente, un documento que
atraiga la mirada ávida del lector. Y cuando quien escribe manifiesta que sus
letras van dirigidas a una “muchedumbre”, pocas, si alguna, simpatías puede
encontrar.

John Henry Merryman divide su ¿ensayo? en 20 capítulos y casi 300 páginas,


sitúa al objeto de su estudio –la Tradición Jurídica Romano Canónica- dentro
de sólo 3 “tradiciones legales”, obviando la descripción de las familia socialista
e híbrida, distingue entre el concepto “tradición jurídica” y el término “sistema
jurídico” y construye una propuesta dogmática, generalizadora, reiterativa ad-
nauseam y aburrida hasta el bostezo.

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A continuación, el resultado de nuestra resignada lectura.

2.- Desarrollo.

Preciso es destacar que, en el capítulo I de su escrito, Merryman revela que la


constitución teórica del concepto “Familia Jurídica”, obedece más al hecho de
que los distintos sistemas legales que llegan a integrarlas tienen “algo en
común”, que les distingue de las otras familias.

Sin embargo, en vez de definir puntual o al menos estipulativamente su


concepto “Tradición Jurídica”, Merryman lo imbrica en una frase irremediable,
proponiendo que es…:

“un conjunto de actitudes profundamente arraigadas, históricamente


condicionadas, acerca de la naturaleza del derecho, acerca del papel del
derecho en la sociedad y el cuerpo político, acerca de la organización y
la operación adecuadas de un sistema legal, y acerca de la forma en que
se hace, o debiera hacerse, aplicarse, estudiarse, perfeccionarse y
enseñarse el derecho. La tradición legal relaciona el sistema legal con la
cultura de que es expresión parcial…”

Sentada la premisa, el autor enuncia por primera vez –lo indicará no menos de
diez ocasiones en su libro- que “un abogado de un país subdesarrollado de
Centroamérica puede estar convencido de que su sistema legal es claramente
superior al de Estados Unidos o Canadá (y, con un doble ánimo discriminatorio,
racial y académico, sanciona:) a menos que sea un estudioso muy enterado del
derecho comparado… podrá inclinarse a desdeñar a un abogado de derecho común.
Reconocerá nuestro desarrollo económico mayor, y quizá envidiará nuestro nivel de
vida. Pero se consolará pensando que nuestro sistema legal está subdesarrollado, y
que los abogados del derecho común son personas relativamente incultas”

Así, para no correr el imaginario riesgo de ser desdeñado… John Henry


Merryman, desdeña, discrimina, menosprecia. Nos permite ver un innegable
indicio de execrable soberbia de quien se sabe blanco, anglosajón, protestante
y opresor.

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Desde las poco afortunadas frases que citamos arriba –que encontramos en la
página 19 de su libro- John Henry Merryman se ganó la primicia de nuestra
antipatía, misma que, luchando contra el prejuicio que por sí propio reflejaba en
sus líneas, debimos sofocar, de modo que pudiésemos dar fin al trabajo
encomendado. Otro elemento para continuar y finalizar la lectura de “La
Tradición Jurídica Romano-Canónica” fue el que no queríamos caer en el
mismo prejuicio que denunciamos del autor norteamericano. Para nosotros, a
priori y iuris tantum, un abogado del Common-Law, puede ser tan culto,
inteligente y profundo como cualquier otro profesional del derecho… los juicios
de valor se formulan después de conocerlo.

Merryman finaliza su capítulo inicial, dando cuenta fugaz de las circunstancias


y época de la aparición del Common-Law y de la familia socialista, justificando
la falta de desarrollo de las familias enunciadas en la excusa de que “no eran
su tema”

2.1 Elementos que integran a la Familia del Derecho Romano-Canónico.

En su discurso, Merryman plantea que son cinco las “subtradiciones” cuya


combinación dio origen a la Familia del Derecho Romano-Canónico:

• El Derecho Civil Romano,


• El Derecho Canónico,
• El Derecho Mercantil,
• La Revolución, y
• La Ciencia Jurídica.

John Henry Merryman cifra el origen del componente Derecho Civil Romano
en el esfuerzo del Emperador Justiniano (circa siglo VI, D.C.) quien ordenara la
recopilación del derecho romano pretérito.

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A decir del autor, Justiniano ordenó la compilación del derecho romano


pretérito, en virtud de ser un “reaccionario” y un “codificador” que,
anticipándose a prácticas modernas, trató de coartar la libertad para que se
comentara su Corpus Juris Civilis (código que normaba lo relativo a personas,
obligaciones, sucesiones y familia, amén de regulaciones relativas al poder del
Emperador, la organización del Imperio y otros temas de Derecho Público) y
pasó a la historia como otro de los grandes hombres de estado que se
preocuparon por preservar la sabiduría jurídica para las generaciones
supérstites.

Luego de hacer una brevísima referencia a los Glosadores, Comentaristas y al


avance de las Universidades, el autor relata que el Derecho Canónico de la
Iglesia Católica –asociado a la autoridad del Papa- nutrió a la Familia del
Derecho Romano básicamente en los campos de derecho familiar, sucesorio,
penal y procedimental.

El último eje formal de la construcción de la Familia en estudio, lo sitúa


Merryman en el Derecho Mercantil, destacando las características de este
subsistema jurídico y contrastándolas con la rigidez del Derecho Canónico: el
Pragmatismo contra la solemnidad, la celeridad contra el academicismo. De
esa mezcla, tomará la familia del Derecho Civil su ambivalencia…

Junto al derecho revolucionario –al que relaciona con el derecho público de los
países que integran la Familia de la Tradición Jurídica Romano-Canónica- y la
ciencia jurídica, las tres subtradiciones ya abordadas, son, de acuerdo a la tesis
de Merryman, los elementos constitutivos de esa familia.

Antes de cerrar este capítulo, sólo nos resta comentar que la forma en que
John Henry Merryman alude a los académicos del derecho, a los entretelones
que hablan de la miseria que –a su decir- priva en ese ambiente y al
desmesurado peso específico que el autor atribuye a las opiniones de los
jurisconsultos, nos parece falta de solidez, corta en la profundidad de sus
conceptos y fuera de contexto.

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2.2 Las Fuentes del Derecho. Códigos y Codificación.

Amén de que la disertación de John Henry Merryman respecto a las fuentes del
derecho falla en precisar en qué sistema centra su análisis –ya que abunda en
hipérboles a propósito de “la soberanía”, al estado nacional moderno y a
diversas escuelas de interpretación filosófica- es demasiado escueta en
describir las figuras más características del Common-Law, como el Stare
decisis, y nos distrae pontificando a propósito de conceptos aislados.

Más adelante, en uno de los vuelcos reiterativos que tornan la lectura del librito
en una tarea bastante ingrata, Merryman regresa a sus comparaciones de poco
aliento. Tal es el caso de la alusión que formula, en la página 59, y que
transcribimos para la mejor comprensión de nuestro punto:

“A menudo oímos decir, a veces por personas que debieran estar


mejor enteradas, que los sistemas de derecho civil son sistemas
estatutarios codificados, mientras que el derecho común no está
codificado y se basa en gran parte en decisiones judiciales…”

A renglón seguido, el jurisconsulto asegura que: “Es posible que haya, en un


estado norteamericano típico, por lo menos tanta legislación vigente como en un
país europeo o latinoamericano típico…”, lanzándose a arrojar invectivas
contra el nacionalismo, al tiempo que recuerda la creación de Códigos
famosos, como lo son el Código Napoleónico de 1804 y el infortunado Código
Prusiano que le precedió, elaborado a partir de una orden de Federico el
Grande, que, en su desmesura de querer acotar toda y cualquier libertad de
acción del juzgador, llegó al despropósito de acuñar cerca de 17,000
disposiciones detalladas.

Nuevamente, Merryman se pierde en la anécdota y con ello pierde rigor


académico, en demérito de su trabajo.

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2.3 Los Jueces.

Antes de adjetivar el contenido del capítulo VI del libro de Merryman, debemos


recordar que dicho libro se escribió en 1969 y que los casi cuarenta años que
median entre su creación y nuestra lectura marcan un abismo entre las
consideraciones que gozosamente vertió este Feliz Hombre–aliteración del
significado Merryman al español- y la verdad relativa a las funciones, alcance y
peso específico que los jueces tienen hoy en día.

Esa distancia temporal debiera, entonces, ser factor que modulara la crítica,
atemperando el vitriolo vertido contra un autor que nos disgusta tanto como lo
hace Merryman. Sin embargo, él no tuvo empacho para calificar como
“retardatario” nada menos que ¡a Justiniano! y tampoco se reprimió para
calificar y tachar de “subdesarrollado” e “ignorante” al hipotético abogado de un
país de América Central, que pudiese pensar que su derecho era menos malo
que el del Common- Law. De tal suerte, nos dictaminamos legitimados para
cuestionar la pertinencia de la comparación que hace el autor entre los
“Grandes nombres del Derecho Común… - (todos jueces) -y un… funcionario”-
(escrito así, en tono peyorativo, ofensivo) del que Merryman se atreve a
describir la vida, todo con tal de menospreciar la talla del imaginario juzgador
latino, de quien dice, como si ello fuese común a todos los jueces de la Familia
del Derecho Civil:

“…poco después de su graduación (…) tomará un examen estatal


para aspirantes y (…) si tiene éxito, será nombrado juez menor
(…)”

pronosticándole una vida gris y mediocre.

La generalización repetida, machacona y molesta habrá de continuar a lo largo


del libro tornándose francamente desagradable. Nos parece que, quizá sin
querer, el propio Merryman se describe, cuando, en la página 140 de su libro,

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critica: “(Hay) una tendencia general a exagerar … y minimizar (Cayendo en)


la incorrección de la generalización…”

Generalización, exageración, desprecio… Todos fueron desaciertos en los que


en un momento u otro incurrió Merryman al escribir su libro.

2.4 El Procedimiento Civil.

Por falta de espacio, obviamos desarrollar los capítulos correspondientes a los


temas “Interpretación de los Estatutos” (que hace una capitulación sintética de
algunos países y algunos sistemas de revisión de las decisiones judiciales y
leyes inconstitucionales) “Certeza y Equidad” (donde Merryman expone la
diferente aproximación de las familias del Common Law y del Derecho Civil por
cuanto hace al fin último de la judicatura) “Los Académicos y la Ciencia
Jurídica” (que incluye una virulenta y no siempre justificada crítica a los
profesores-investigadores de derecho y los jurisconsultos, y una sub-
calificación de los legisladores)

Existen otros rubros, de entre los que toca el autor, que serían puntuales para
observaciones, críticas y censuras –como la clasificación y distinción que hace
entre los abogados del Common Law y los del Derecho Civil, que es casi para
párvulos, amén de resultar ofensiva y sin bases- pero nos desviarían de cuatro
precisiones trascendentes, que hablan de la justificación del párrafo fundador
del libro: “Este es un libro para aficionados, no para profesionales…” pero
quizá, lo que el autor quiso decir, es que es un libro para aficionados a la
lectura, o al pensamiento; no sólo para legos, sino para desconocedores
absolutos del régimen jurídico político de países cimeros de la familia del
Derecho Civil, por lo que el librito de Merryman se convierte más en enseñanza
por lo que no hay que hacer, que por lo escrito.

El primero de los juicios críticos a los que aludimos en el párrafo anterior


guarda relación, precisamente, con la palabra Juicio y su aplicación en el

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derecho mexicano, que es –indudablemente- integrante de la Familia del


Derecho Civil.

Para Merryman, si no hay jurado, no hay juicio, como se deriva claramente de


la pluma del propio ¿abogado? norteamericano.

Citamos:

“Un procedimiento civil típico en una jurisdicción de derecho civil


se divide en tres etapas separadas. Hay una breve etapa preliminar,
en la que se ejercitan las acciones y se designa un juez; una de
recepción de pruebas y una etapa de decisión. Observará el lector
–señala, punzante e inexacto Merryman:- que en esta descripción
se omite la palabra juicio… (Y es que) En términos muy generales,
puede afirmarse que en el mundo del derecho civil no existe…”

Ácido, Merryman realiza prácticamente una burla del procedimiento escrito,


ensalzando las “virtudes” del procedimiento forense del Common Law,
destacando las ventajas de la inmediatez y la celeridad, diferenciándolas de la
lentitud del proceso escrito.

¿Qué no nos dice Merryman? En su parcial análisis, el autor nos oculta la


excesiva duración de sus propias figuras de preparación del Juicio: La
complejidad y duración del Discovery y el Pre-Trial, la especialización y costo
de sus funcionarios, la falta de certeza.

Sirvent Gutiérrez ii refiere, con detalle, las sutilezas que Merryman distrae de la
atención, que “…el procedimiento civil en Estados Unidos tiene como
características, que el manejo del mismo está básicamente en manos de las
partes (juicio adversario) y que la determinación de los hechos en el caso, es un
asunto para un jurado lego…”

En su desviada argumentación, Merryman critica la falta de concentración de


las actuaciones judiciales ¡y la inespecificidad de la demanda! que –a decir del

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autor: “Es muy general y las reclamaciones se definen a medida que avanza el
procedimiento”

Al criticar la “lentitud” del procedimiento civil en nuestra familia de derecho,


Merryman exalta, a la vez, la agilidad con que su propio sistema jurídico
funciona. Empero, cuando refiere que nuestro proceso tiene “demasiadas
etapas y carece de concentración de actuaciones”, omite señalar que su
proceso puede no ser tan ágil. Una evidencia puede ser el hecho de que su
fase anterior al inicio del juicio tiene instancias que, sin ser forenses, pueden
extenderse en el tiempo, como lo son la conocida como “Pleading Stage” y la
del “Discovery” que pueden durar meses, mientras los diligencian las partes
(Sirvent, 2003)

¿En qué sistemas jurídicos observa el autor tal situación? No nos lo dice
Merryman. Como tampoco dice el hecho de que las demandas que se
presentan en su país –al menos, ya lo eran al momento en que Merryman hace
otra edición “corregida” de su obra, son tan poco claras que las formula el
propio quejoso, en formatos pre-establecidos (también conocidos como
“machotes” en donde basta asentar algunos datos básicos para iniciar una
acción judicial.

La relación de detalles que brinda el autor tocantes a peculiaridades del


derecho civil son falsos o, al menos, desactualizados y obsoletos. Para quien
haya seguido una audiencia en nuestro país, le será difícil recordar cuándo un
Juez interroga directamente a los testigos, o cuándo se le corre traslado a la
contraria en lo que hace al cuestionario que se elabora para realizar la prueba
testimonial “para que prepare su defensa”.

La descalificación que lanza John Henry Merryman a quienes reprueban otros


órdenes jurídicos sin conocer las condiciones que les son propias y
características, le son aplicables por completo al autor que, por ignorancia, por
malicia o por simple negligencia, desconoce, oculta o falla en brindarle al lector

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los detalles ciertos de sistemas jurídicos de países agrupados dentro de la


familia del Derecho Romano-Canónico.

Aún no existe en México la supremacía del Poder Legislativo –como llega a


afirmar Merryman- y ciertamente no existió desde que se promulgó la
Constitución del ´17. En ese tenor, la obra de Merryman debe ser observada, y
denunciada como parcial y obtusa. Sin duda, hay comparatistas con mayor
vocación a la certeza.

La asimetría y característica esencial de los Derechos y Procesos Penales en


los países de estas familias, y la bondad fundamental de cada uno, quedan
claramente ubicados en la frase de un eminente académico del derecho –de
cuya identidad nos priva injustamente Merryman:-

“Si fuera inocente, preferiría ser juzgado en un Tribunal de


Derecho Civil, pero si fuese culpable, preferiría ser juzgado por un
Tribunal de Derecho Común…”

La facilidad para manipular a los jurados. El pragmatismo que permite negociar


las condenas a seguros culpables. El predominio del dinero sobre la justicia…
¿Nos dicen algo…?

3. Conclusiones

En tanto que esfuerzo por conocer otras “familias jurídicas” –como no las
designa el autor- el libro “La Tradición Jurídica Romano-Canónica” pudiera ser
un esfuerzo laudable.

Obviando el hecho de que como el propio Merryman expone, el trabajo no


pretende ser más que un texto de divulgación, apto para introducir al tema del
derecho comparado, de que culmina, quizá, el esfuerzo del autor, sus
inadecuaciones, faltas de precisión y opiniones dogmáticas, le restan valor al
resultado final.

A título personal, como debe haberse hecho patente a lo largo de este escrito,
“The Civil Law Tradition…” me resultó profundamente desagradable.
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4. Referencias

CORNELL University, Law School, Merryman, The Civil Law Tradition,


Syllabus, [en línea], Estados Unidos de América, 2003, [citado 24-10-07]
Formato PDF, Disponible en internet:
http://www.law.cornell.edu/supct/search/display.html?terms=Merryman=/
supct/html/Thecivillawtradition/USSC_CR_0005_0137_ZS.html

SIRVENT G., Consuelo, Sistemas Jurídicos Contemporáneos, Ed. Porrúa, 6ª


Ed., México 2004, pp. 23-46

__________________, El Procedimiento Civil en los Estados Unidos de América,


[en línea] México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2003,
[citado 05-11-07] Formato PDF, Disponible en internet:
http://www.bibliojuridica.org/libros/4/1590/29.pdf

MERRYMAN, John Henry, La Tradición Jurídica Romano-Canónica, Fondo de


Cultura Económica, México, 10ª Reimpresión, 2007.

Notas

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Merryman no llama a la familia del Derecho Romano-Canónico por su nombre. Al igual que muchos eruditos, designa a
esa familia como “Tradición del Derecho Civil”, distinguiéndola, por oposición, de la Tradición del Derecho Común –o
Common Law, llamada así por que era aplicable a todos- sin embargo, a efecto de evitar la confusión de nuestra rama
del Derecho, emplearemos la designación Romano-Canónico, en lugar de Civil.

ii
SIRVENT G, Consuelo, El Procedimiento Civil en los Estados Unidos de América, [en línea] México, UNAM, Instituto
de Investigaciones Jurídicas, 2003, [citado 05-11-07] Formato PDF, Disponible en internet:
http://www.bibliojuridica.org/libros/4/1590/29.pdf

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