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EL REY LAGARTO DE JAVIER MEDINA BERNAL

Jim Morrison me cont (lo conoc, aunque no me crean) que sola dormir en el techo de una casa abandonada y que por las noches la luna se converta en una cara de mujer. Beb el espritu de la msica, me deca, apenas capaz de sostenerse en pie frente a la barra. Siempre andaba sucio y hediondo. El espritu de la msica no tiene rostro, no se aparece, pensaba yo entonces (ingenuo), no se ve, no se toca, tal vez se pueda oler, de lejos, junto a la playa, recostado en el pecho de la noche (cuando hablaba con l me salan pensamientos poticos como ese; desde su muerte, ya nunca ms). Me hipnotizaban sus palabras; hay cosas que no tienen precio y una de ellas era tomarse un par de vasos de Whisky con l y escucharlo divagar y jugar con su vida en esos atardeceres de Los ngeles llenos de sal, viento y msica (siempre mucha msica), proyectos de cine, melenas largas y hediondas a nicotina. Jim era especial y eso lo sabemos todos los que hemos escuchado sus gritos. Vivi toda una vida, larga, intensa y llena de incendios. Muri a los veintisiete, borracho, exiliado, barrign. Yo, ahora, que he acumulado aos, finalmente comprendo lo que signific conocerlo, aunque me costara hacerme entender, porque para m Jim no es ese que sale en la pelcula de Oliver Stone, ni ese que sale en la foto con los brazos extendidos a lo Jesucristo en la cruz. En fin, estoy algo tomado y adems viejo y acabado, he vivido ms de la cuenta, no he sido ecunime y fugaz como Jim, y ya nada tiene mucho sentido. Supongo que lo que me pasa es que me duele haber visto las dcadas apagarse lnguidamente y el espritu de los sesenta morir poco a poco, banalizado para siempre por los medios y la publicidad. Carajo, de qu me sirve esta montaa de aos que tengo a cuestas? Deb haber muerto hace aos, perderme en el desierto junto a Jim; entre poemas, eternamente joven, junto al rey lagarto.

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