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Carta a Mara Teresa, Juan Gonzalo Rose

Para t debo ser, pequea hermana, el hombre malo que hace llorar a mam. Yo me interrogo ahora, por qu no he amado slo las rosas repentinas, las mareas de junio, las lunas del mar? Por qu he debido amar la rosa y la justicia, el mar y la justicia, la justicia y la luz? Fui un nio como todos. Tambin mi infancia la atravesaba un ro y tena una hora misteriosa en la cual las palomas a mi alma obedecan. Pero me preguntaba por qu en mi calle la alegra es un viento fugaz e inesperado? por qu no siembran trigo tambin sobre mi pecho, si aqu en mi corazn, todas las noches se desbordan los ros? Por eso fue una noche el rostro de mi madre,

astro de cera y llanto en el cielo apagado de mi celda; por eso me negaron el Per en mi desvelo, y vanamente grito: devolvedme mi patria, devolvedme mi escuela de palomas, mi casa frente al mar, devolvedme su calle ms pequea, la lmpara ms rota, su ms ciego lugar. A pesar de todo esto, para t debo ser pequea hermana, el fantasma que vuelca la sal sobre la mesa, el mal hado que rompe las puntadas de los das y es que a t te hace dao ver llorar a mam. Mas una tarde, hermana, te han de herir en la calle los juguetes ajenos; la risa de los pobres ceir tu cintura y andando de puntillas llegar tu perdn. Cuando esa hora suene es que amars las rosas, las mareas de junio, el jardn de diciembre donde los nios van;

es que amars mis sueos y mis cosas, sabrs por qu se rompe fcilmente por la mitad el pan! Cuando esa hora suene y se empadrine en padre mi orfandad, iremos de la mano por las calles de Lima, en trinidad de gozo con la risa de mam.

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