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Durante las últimas dos décadas hemos sido testigos de un éxodo masivo de la
población rural y/o indígena de México a los centros urbanos del país, y, de manera
especial, hacia los Estados Unidos. Como consecuencia, en el 2003 las remesas de
dinero del exterior han llegado al máximo histórico de poco más de 13 mil millones de
dólares, pasando a convertirse en el principal vehículo de captación de divisas, sólo
detrás de los ingresos petroleros.
¿Cómo explicar o entender esta aparente contradicción? Es claro que si los campesinos
indígenas abandonan sus centros de origen es porque algo no está funcionando bien: ¿se
debe a la incapacidad de las comunidades indígenas para adaptarse y apropiarse los
procesos de modernización?, ¿es producto de una política pública errónea?, ¿es
resultado de una política pública deliberada? o bien ¿es una combinación de todas las
variables? Desde luego, hablamos de un proceso social complejo que no descansa en
una sola explicación en la diversidad de sus manifestaciones, pero que sí es
comprensible en cuanto a las causas estructurales que lo originan, y que no son otras que
los efectos de una política pública cuyos verdaderos compromisos y metas se encuentran
dentro del contexto del neoliberalismo y, en específico, en la actualidad, dentro e los
propósitos del Tratado de Libre Comercio –TLC-. Así, desde hace al menos dos décadas
los contenidos de las políticas económicas y sociales del estado mexicano han estado
reguladas en función de las demandas provenientes del exterior, bajo la guía financiera y
conceptual de organismos como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional,
abanderados de las doctrinas del neoliberalismo. Como veremos, su aplicación en
México, y en el estado de Oaxaca, se ha traducido en un acrecentamiento sensible de la
pobreza, la marginación y la migración rural.
En la última década, desde que se firmo el acuerdo del TLC, que coincidió con la
sublevación indígena del EZLN en Chiapas, el estado mexicano ha venido trabajando
para crear las condiciones que permitan cumplir los objetivos del TLC, que al decir de un
estudioso del fenómeno consisten para el sector agrícola en poner en marcha una
estrategia sustentada en 4 propósitos centrales, todos acordes a las pautas conceptuales
del neoliberalismo:
''En los últimos 20 años se ha dado una caída brutal del gasto público y del crédito
privado al sector agropecuario. El gasto actual es apenas de 24 por ciento del de
1980...Este proceso no ha sido la simple caída de la magnitud total de crédito y de gasto
público, sino la caída diferencial por grupos sociales y de tipo de cultivo-producto,
afectando mucho más a los pequeños productores (indígenas-campesinos, campesinos-
forestales y pescadores artesanales), que a los productores orientados a la producción
para la exportación''. Para 1980, el gasto público en el sector alcanzó 35 mil millones de
pesos, y la inversión total se ubicó en 39 mil millones...En 2000, los recursos públicos
bajaron hasta 9 mil millones, y a esa contracción se sumó la del crédito total, que apenas
fue de 19 mil millones de pesos. De tal forma, a partir de la instrumentación de los
compromisos con la banca internacional, sobre todo con la carta de intención ante el FMI,
el gobierno inició en 1985 un proceso de reducción de los precios de garantía al
productor. El proceso se aceleró a partir de la apertura comercial, incluso antas de entrar
en vigor el TLCAN.”3
Otro análisis igualmente significativo indica que “De la misma forma que el conjunto de la
economía mexicana, el sector agropecuario ha estado sujeto, desde 1983 a una severa
política de ajuste económico que, buscando reducir la inflación y el déficit fiscal, ha
significado: mantenimiento de precios adversos, reducción drástica de la inversión pública
y retiro de los subsidios que existían para un conjunto de insumos estratégicos para ese
sector…. En este sentido resulta congruente, desde la perspectiva oficial, la modificación
del artículo 27 constitucional de noviembre de 1991, que posibilita la privatización del
ejido para quitar las trabas al libre flujo del capital extranjero hacia el campo mexicano.
Esto significa que el gobierno mexicano está pensando que el TLC será la clave para
lograr lo que fue incapaz de realizar durante 50 años: la modernización y la justicia social
en el campo mexicano.”4
2 Cfr. García Zamora, 2002 (Para este 2008 la SH anunció una reducción del 6% en la inversión
para el sector agropecuario)
3 Roberto Garduño y Ciro Pérez, 2002
Asimismo, bajo esa misma óptica, diversos productos agrícolas antes de buena
rentabilidad, han visto caer drásticamente sus precios como resultado combinado de
grandes presiones de las grandes cadenas trasnacionales junto a una débil o la nula
capacidad de defensa de los mismos por parte de las autoridades mexicanas, ante lo cual
es válido preguntarse si el discurso del TLC no es sólo otra etapa para proseguir con los
objetivos de extraer de los campesinos, y sus recursos, todo lo extraíble. Desde luego, el
TLC, el arma mas poderosa con que cuenta en México el neoliberalismo, da un giro en
cuanto a los beneficiarios de tales políticas, ya que ahora las grandes trasnacionales
sustituyen progresivamente a los caciques e intermediarios que antes se privilegiaban
con el apoderamiento y distribución de la producción comercial campesina. Ese es el caso
del café, del hule, el henequén, frutales, hortalizas, granos, forrajes, etc., todos parte
importante de las economías de diversos grupos campesinos indígenas, pero cuyos
nuevos amos son ahora las compañías trasnacionales, que compran esas materias
primas a precios cada vez más bajos y a cambio distribuyen modernos productos
alimenticios enlatados y envasados, fibras sintéticas y artículos de plástico que sustituyen
a la producción artesanal, sumándose, desde luego, al redituable negocio de la venta de
insumos agroquímicos, cuyo auge en las zonas indígenas del país se inicia en los setenta,
como una política de desarrollo rural indigenista bien definida y planificada. 5 A esta
estrategia debe valorarse el aporte de las grandes centrales campesinas como la CNC,
Antorcha Campesina y CCI, entre otras, que actuando como agentes encubiertos del
gobierno, manipulan y
desarticulan las
estructuras
participativas de los
ejidos y comunidades
al fomentar el
divisionismo y la
manipulación político
electoral.
La caída o desaparición
de importantes áreas
de producción de la
5 Cfr. González R. Alvaro
4
De acuerdo a Astorga Lira, “el aspecto dramático en que descansan estos propósitos es
que las nuevas instituciones tienen que convencer a los campesinos para que se
deshagan de sus tierras. La única manera para lograrlo es empobreciendo a la gente del
campo, porque de lo contrario difícilmente venderían sus tierras, por reducidas que sean
sus parcelas. Si los campesinos no se deshacen de sus tierras, sencillamente no funciona
el modelo. Por ese motivo se suprimieron los apoyos productivos, se les endeudó y
crearon subsidios de hambre; mientras tanto se establecieron líneas de crédito blandas
para los agricultores que quisieran comprar o rentar tierras. La nueva institucionalidad
neoliberal forma parte de un complot orquestado para modernizar la agricultura
campesina, pero, sin los campesinos.”7
Uno de los impactos más severos de este proceso lo constituye el resquebrajamiento del
pilar histórico de la cultura y reproducción campesina: el maíz, cuyo cultivo viene cediendo
terreno ante el embate de las políticas rurales implementadas particularmente desde
1995, donde su dinamismo se frena abruptamente para pasar a un estado de
estancamiento, a pesar de seguir siendo el cultivo de mayor relevancia nacional.8
De acuerdo al apartado agrícola del TLC, México deberá abrir progresivamente sus
mercados para permitir la libre competencia en la oferta del maíz mediante la disminución
progresiva de las cuotas arancelarias por importación,9 lo cual debiera significar que
6 Los mapas y tablas proceden del trabajo de Nadal Alejandro, salvo que se indique lo contrario.
7 Enrique Astorga Lira. “Frustraciones y esperanzas de la economía campesina”, en La Jornada
del Campo. Suplemento del Diario La Jornada, 26 d febrero de 1997.
8 En superficie, valor producido y personal ocupado, su participación es de lejos la más importante
en el país. Su cultivo se expande sobre distintos contextos geográficos, ecológicos y sociales, a la
vez que incorpora diversos tipos de productores y tecnologías. Por otra parte, el grano sigue
siendo el núcleo de las dietas nacionales, proporcionando la mayor parte de las calorías y
proteínas consumidas por la población. (García, Zamora, op.cit)
9 El capítulo VII del TLC estipuló una inmediata conversión del sistema de aranceles del maíz en
otro de cuotas por tasa arancelaria que deberá eliminarse en el transcurso de 15 años. México
acordó una cuota inmediata sin aranceles de 2.5 millones de ton métricas de maíz. Esta cuota
debe expandirse a un interés compuesto del 3 por ciento anual, a partir de 1995. El arancel para
las importaciones que rebasen la cuota se fijó en 206.9 por ciento a partir del 1 de enero de 1994
(aproximadamente 197 dólares estadounidenses por tonelada métrica). En los primeros seis años
del TLC el arancel por sobrecuotas se reducirá en 29.6 por ciento del arancel base. Tras este
periodo, el arancel restante se eliminará linealmente durante los nueve años subsiguientes . Para
5
resulta necesario fortalecer las condiciones de su producción a fin de poder competir ante
la oferta que provendrá del exterior. Sin embargo, la finalidad parece ser otra a juzgar por
el rumbo que seguido, ya que a pesar de seguir siendo el cultivo de mayor relevancia
nacional, enfrenta desde hace al menos 2 décadas un serio deterioro marcado por
significativas bajas en los niveles productivos, la superficie cultivada y una disminución en
el consumo.
“En general, el nivel del crédito para los productores agrícolas se encuentra en un mínimo
histórico. La proporción de la agricultura respecto al crédito total para el sector privado fue
reducida a la mitad desde 1981. En términos reales, el monto asignado a la agricultura es
comparable con los niveles que tenía a principios de la década de 1990. Al mismo tiempo,
muchos productores afrontan los desafíos derivados de la competencia externa. Entre
1980 y 1994 la proporción de los productores de maíz en las operaciones de Banrural
creció de 23 a 42 por ciento, pero los préstamos a los productores de maíz sufrieron una
gran declinación: en términos de valores reales (a precios constantes de 1993), cayeron
de 3,000 millones de NP en 1980 a 1.5 mil millones de NP en 1994. La disminución en la
disponibilidad de crédito es más pronunciada para productores de maíz que operan bajo
condiciones de temporal que para quienes utilizan sistemas de riego”. Podemos añadir
que de hecho los productores temporaleros han estado totalmente excluidos del crédito
desde entonces –1994-
A esto se suma la constante pérdida de valor del maíz, lo que ha contraído su producción
ante la adversa relación entre el aumento constante de los precios de producción y su
baja comercial: de acuerdo a precios constantes de 1994, en 1975 una tonelada métrica
de maíz tenia un precio de $1,232 pesos; para 1997 este era ya de únicamente $571.4.
Sólo entre 1990=1994, el precio disminuyó 40%. Hablamos de un impacto a 2.7 millones
de productores que dependen directamente del cultivo del maíz.
Pero esto no es algo fortuito, o causado por el “librecomercio” en abstracto, dado que
dentro de los acuerdos agrícolas del TLC, el maíz, a pesar de ser México el centro de su
domesticación y difusión, quedo como una prerrogativa comercial de los Estados Unidos,
bajo el argumento de su capacidad tecnológica y productiva, con lo cual defiende y
protege su industria agrícola.10
el decimocuarto año del TLC (2008), la cuota sin aranceles para las importaciones de maíz
representará 3.6 millones de ton métricas, y para el decimoquinto todas las importaciones tendrán
un arancel cero.
10Los tratados de libre comercio en realidad no promueven “libre comercio” como lo definía su fundador Adam
Smith, quien abogó por el flujo de bienes y servicios sin inhibiciones. Tratados de libre comercio iniciados por
EEUU mantienen muchas restricciones sobre el comercio con tal de favorecer productos y corporaciones de
EEUU. Por ejemplo, Estados Unidos exige que no se toquen sus propias estructuras de subsidios a la
agricultura mientras exige a otros países que eliminen aranceles y cuotas a las importaciones.
6
Hay que resaltar que con la apertura total del Tratado de Libre Comercio de América del
Norte (TLCAN) en el capítulo agrícola, las importaciones mexicanas de maíz blanco para
uso humano provenientes de Estados Unidos se dispararon en enero 384 por ciento, al
llegar a 49 mil 488 toneladas, mientras que en el mismo mes de 2007 fueron 10 mil 222
toneladas.11
quienes, bajo las cláusulas del TLC, e incluso pasando por ellas, están inundando a
México de maíz barato, como ilustran los siguientes datos:
En el primer año del TLCAN se permitió el ingreso de 2.5 toneladas métricas de maíz de
los EEUU a México sin el pago de aranceles. La cantidad que Estados Unidos podría
exportar debía aumentarse 3% cada año durante los próximos catorce años para
completar el período de retiro paulatino de 15 años. Se supone que las importaciones de
maíz desde los EEUU que sobrepasen la cuota libre de impuesto están sujetas a arancel.
Sin embargo, el período de retiro paulatino no duró el tiempo estipulado. En 1996, las
importaciones de maíz excedieron la cuota en más de 3 millones de toneladas y todos los
aranceles fueron descartados. Todos los años desde la implementación del TLCAN
(excepto 1995), las exportaciones de maíz de los EEUU han excedido la cuota y no se
han aplicado los aranceles. México dejó de percibir más de US $2 mil millones en
ingresos fiscales entre 1994 y 1998 por no cobrar los aranceles al maíz que sobrepasaba
la cuota asignada.96 Como el gobierno Mexicano no impuso los aranceles de importación
a los exportadores de maíz de EEUU, se les dio paso libre para que enviaran sus
cosechas de maíz subsidiado a México.12
neoliberal, es poco probable que los productores “con potencial” logren mantenerse en las
actuales condiciones de grave abandono del campo mexicano.15
Algunos análisis sobre el TLC citan los importantes flujos migratorios como una
consecuencia de la reestructuración de la agricultura entre los productores de maíz. Una
comparación de los datos entre las dos encuestas sobre los ejidos efectuadas en 1990 y
1994 revela que el tamaño medio de las familias en la muestra disminuía como resultado
de la migración (Gordillo et al.,1994, 3.1). Esta misma comparación mostraba que la
migración ocurre con mayor frecuencia en individuos de entre 30 y 45 años de edad. El
déficit migratorio en 1994 era mayor para el grupo de 20 a 30 años de edad, con un déficit
del 21 por ciento para individuos de entre 20 y 25 años. El 54 por ciento de los migrantes
viajaban a Estados Unidos. Para hogares con parcelas de ente 5 y 10 ha, la cifra era aún
más elevada: 64 por ciento.
Supuestamente para paliar la crisis generada entre el sector maicero, y más pensando en
la estabilidad social que en otra cosa, el estado mexicano ha creado programas
institucionales como el PROCAMPO, en el cual se aportan pequeños subsidios sobre la
superficie anual sembrada con maíz, lo cual ha generado dos tipos de impactos. De una
parte, la apertura indiscriminada de áreas en descanso o forestales para participar en el
padrón con más hectáreas y, de esta manera, recibir mayor subsidio durante los 15 años
de vigencia del programa. En términos ambientales, esto ha ocasionado daños severos al
equilibrio ecológico, especialmente en áreas indígenas reconocidas por un alto valor
biológico. Especial mención merece que como parte de los lineamientos de ese programa,
buena parte del dinero recibido se retorna a las compañías distribuidoras de
agroquímicos, ya que se coacciona a los campesinos para adquirir esos productos como
requisito para recibir los pagos. En todo caso, esa opción no ha contribuido a frenar la
migración o disminuir los niveles de pobreza. De otra, el PROCAMPO ha generado un
proceso de simulación, ya que en muchos casos no se llegan siquiera a sembrar las
superficies registradas, además de ser manejado en muchos casos con criterios políticos,
condicionando la entrega de los recursos para favorecer al aun poderoso PRI en el medio
rural mexicano. En todo caso, se trata de una política insuficiente para optimizar y ampliar
los rendimientos maiceros, así como para mejorar sensiblemente las condiciones de vida
de los productores indígenas, si bien en algo contribuye a mantener la tan necesaria
estabilidad social que de garantías a las inversiones esperadas con la implementación del
TLC.
15 Ibid. anterior
9
Uno de los efectos más notables de las recetas del neoliberalismo, a través, en el caso
mexicano, de los lineamientos del FMI, el Banco Mundial y la aplicación de los
lineamientos del TLC en materia agrícola, es la notable pobreza existente entre la
población rural, tal como lo indican, entre otras, las cifras de la CONEVAL, que si bien
muestran una tendencia descendente, esta se debe más al efecto del flujo de remesas del
exterior que como producto de las políticas oficiales.
% % %
Ante tal panorama no es de extrañar que el proceso migratorio, antes restringido a ciertos
estados y regiones del país, se haya ampliado de manera notable entre las comunidades
y ejidos indígenas del país, estimándose que actualmente 4 de cada 10 de sus habitantes
reside en algún centro urbano16, donde esperan encontrar los satisfactores que el medio
rural les niega.17
16 Esos emigrantes proporcionan una fuente de ingresos muy necesaria a algunas de las regiones más
pobres del Sur. Según un análisis estadístico, las remesas de los trabajadores emigrantes de Guerrero y
Oaxaca reducen en 2% la proporción de la población que vive en condiciones de pobreza, una cifra
aparentemente poco significativa, pero que es casi igual a los resultados de los programas de reducción de la
pobreza, tales como Oportunidades. La migración temporal también está ligada a un aumento entre 20% y
25% en el ingreso per cápita. Banco Mundial, 2002.
17 Cfr.INI-PNUD, 2002
10
Esta agricultura depende básicamente del temporal con la utilización de variantes del
sistema de roza-tumba y quema, el uso primordial de la energía humana e instrumental de
tipo manual, siendo practicada en general en pequeñas parcelas familiares en terrenos
con condiciones fisiográficas muchas veces desfavorables. Su propósito es producir los
satisfactores alimenticios requeridos por la unidad doméstica campesina, incluyendo los
animales. Su práctica se rige por el policultivo del maíz criollo acompañado de tubérculos
y leguminosas. Desde la perspectiva del manejo de recursos, tiende a realizar un
aprovechamiento múltiple de los mismos; se complementa con productos provenientes de
huertos familiares y los que proveen la caza, la pesca ribereña y la recolección. De
acuerdo con características geoambientales y culturales específicas, su práctica presenta
variaciones a lo largo y ancho de Oaxaca; constituyendo un factor no sólo productivo, sino
distintivo de la identidad y del apego ancestral a una tradición que ha sabido subsistir y
adecuarse, a pesar de realizarse en condiciones socioambientales cada vez menos
propicias.
Valles Centrales y la Mixteca sean las dos regiones expulsoras de mayor magnitud, pues
ahí la productividad presenta una tendencia decreciente continua.
Además de la milpa, la agricultura indígena incluye dos actividades que combinan las
necesidades de consumo de la unidad doméstica con los requerimientos provenientes de
la economía mercantil: el cultivo de huertos familiares y los cultivos para el mercado,
como el café, maguey mezcalero, los árboles frutales y las hortalizas, entre los más
significativos. Los huertos familiares o solares son manejados en muchos casos por las
mujeres, los niños y los jóvenes. En ellos se provee una cantidad importante de
satisfactores alimentarios, saborizantes, especies tintóreas, medicinales y de ornato. La
utilidad de estos huertos para la vida de la unidad doméstica indígena es poco valorada
en términos de la nutrición, la producción y la economía, pero refleja los vastos
conocimientos botánicos de los indígenas, como lo han mostrado diversos estudios. En el
caso de los árboles frutales (silvestres y cultivados), las comunidades indígenas poseen
amplios conocimientos sobre su manejo, pero la carencia de una estrategia y de apoyos
eficientes hacen que la mayor parte de esos recursos se desaprovechen y no sean un
factor importante para incrementar los ingresos de los campesinos y hacerlos menos
dependientes de otras opciones, como el trabajo de jornaleros o la migración.
Oaxaca es el tercer productor nacional de café. El cultivo del cafeto se practica en 312
municipios, ocupando una superficie aproximada de 171,480 hectáreas, repartidas en
4,969 unidades de producción, que abarcan todas las regiones del estado, salvo Valles
Centrales. De su cultivo dependen alrededor de 55,000 familias, en su mayoría indígenas.
Más de la mitad de los productores poseen cafetales menores a dos hectáreas, y 17,150
entre dos y cinco hectáreas. Los rendimientos son bajos, oscilando entre cinco y seis
quintales por hectárea.
13
La caída de los precios del café, provocada por los grandes consorcios multinacionales,
quienes desean obtener el grano cada vez a menores precios, ha agravado la grave crisis
que padecen las economías indígenas. Desde la perspectiva económica, desde los años
setenta el café es el cultivo de mayor relevancia para las comunidades indígenas de la
región pues de su venta depende en gran medida el flujo de ingresos monetarios a las
unidades domésticas, determinando el orden de prioridades de las demás actividades
productivas y el empleo de la fuerza de trabajo disponible. Como cultivo perenne se ha
convertido en un elemento articulador del acceso y uso del territorio en las comunidades.
La apropiación de este cultivo ha generado una gran riqueza de conocimientos y
adaptaciones para su manejo importantes de valorar.
Una característica notable del concepto de desarrollo en Oaxaca consiste en pensar que
la cría de ganado en las áreas tropicales resolverá los problemas económicos y
productivos de la población rural. Sin duda, se puede afirmar que el crecimiento ganadero
es un resultado directo de la integración de Oaxaca a los mercados mundiales desde la
colonia misma. Entre 1992 y 1996 la superficie estatal dedicada a la ganadería pasó de
24 a 34 por ciento. De esta forma es como han desaparecido la mayor parte de las selvas
altas y medianas que cubrían grandes extensiones de la Costa, del Istmo y del Golfo, al
desmontarlas y convertirlas en pastizales para ganado bovino y reforzar la práctica
indígena de la ganadería caprina y ovina Los deficientes sistemas de manejo, pastoreo,
alimentación y cuidado fitosanitario de los hatos y rebaños no han cumplido las
expectativas productivas y económicas planteadas por esta opción de desarrollo, pero sí
han contribuido a transformar grandes zonas boscosas de alta biodiversidad en pastizales
homogéneos de baja productividad y de efectos erosivos notables sobre los suelos,
aminorando el volumen de agua de los mantos acuíferos y corrientes superficiales, al
reducir las áreas arboladas y trastrocar los regímenes de humedad y pluviales. La notable
disminución y alteración de los períodos de lluvia de los últimos años así lo prueba, si bien
nada se hace para revertir esta errónea visión del desarrollo.
Dentro del espectro internacional, Oaxaca constituye un espacio estratégico dentro del
marco de la globalización y el neoliberalismo, hecho derivado de dos factores
estrechamente vinculados:
Para que sea factible el acceso a los recursos naturales de esos territorios es necesario
contar con mecanismos legales y de política, pero existe un obstáculo también legal para
su apropiación indiscriminada por el “mercado mundial”, pues tales territorios tienen
dueños legítimos. Así, la implementación del Programa de Certificación de Derechos
Agrarios, instrumento legal de las reformas al artículo 27 Constitucional, busca propiciar la
entrada de capital privado y legalizar la venta de los terrenos ejidales y comunales, o sea,
incorporarlos al mercado de tierras. Junto a esta medida de política pública agraria, se
tiene, como ya se mencionó al Procampo para subsidiar a los campesinos en tanto estos
se desprenden de sus tierras. Dentro del rubro de combate a la pobreza, opera el
Programa Oportunidades, que otorga, de manera selectiva, becas para estimular la
asistencia a la escuela y atender la salud familiar y, en especial, de las mujeres, junto al
Programa Alianza para el Campo, que reparte, especialmente en las coyunturas
electorales o políticas, animales e insumos agrícolas, sin ninguna base de planeación o
capacitación.
La relevancia y riesgos que conllevan para los productores oaxaqueños las políticas de
liberalización del mercado maicero, junto a las disposiciones legales para poder patentar
las semillas criollas y la apertura para la entrada de los transgénicos es evidente al
considerar la estructura y peso del sector productor de maíz en la entidad.
• Oaxaca se encuentra entre los 7 estados del país con el mayor número de
unidades de producción de maíz, el que se siembra en 567 de los 570
municipios de la entidad.
• 76.3% de las unidades de producción tienen superficies menores a 5 has.,
en tierras por lo general de mala calidad y condiciones fisiográficas
desfavorables.
• Produce alrededor de 3.9% del maíz a nivel nacional.
24 Para mayores referencias sobre el Istmo y la globalización cfr. Rodríguez, J. Nemesio,
2003.
16
25 INEGI, 1994.
17
por la evolución general de la economía durante los últimos 15 años, y no han tenido otra
alternativa realista más que extraer de sus tierras tanto como fuese posible. Los datos de
la encuesta sobre los ejidos de 1994 indican que los ejidatarios que trabajan en
condiciones de temporal han experimentado un deterioro de su base tecnológica (Gordillo
et al., 1994; De Janvry et al., 1995a y 1995b). Estos productores dependen cada vez más
no sólo de sus tierras, sino también de su mano de obra.26
Adicionalmente a las políticas derivadas del TLC, relativas a la reducción de apoyo a los
productores maiceros y la apertura para el aumento de las importaciones, que también se
han venido aplicando rigurosamente en Oaxaca, los productores , y en general toda la
población, enfrentan otro riesgo mayor proveniente de las medidas aprobadas por el
estado mexicano en relación a la propiedad intelectual de los recursos genéticos:
“El capítulo XVII del TLC, sobre la propiedad intelectual, conllevó importantes reformas
adicionales al régimen de la propiedad intelectual en México en materia de derechos
sobre variedades de plantas, así como de los derechos de quienes las cultivan. México se
incorporó a la Unión Internacional para la Protección de Especies Vegetales (UPOV) y
promulgó una nueva Ley Federal para la Protección de Especies Vegetales en 1996.
Además, introdujo importantes reformas a su Ley de Patentes ya existente, permitiendo
por primera vez la posibilidad de patentar formas de vida. Para las empresas que
desarrollan actualmente variedades mejoradas e híbridos, y que comercializan sus
semillas (en el nuevo entorno desregulado), este nuevo régimen de la propiedad
intelectual es de importancia crucial. Este instrumento político es importante para la
expansión de las operaciones de estas empresas, así como para la protección de nuevos
cultivos híbridos y transgenético.”
Pero en Oaxaca, aun antes de que el estado mexicano abriera la puerta legal para la
entrada de organismos genéticamente modificados, que se había cerrado desde 1998,
estos son ya una realidad puesta a descubierto a raíz de las investigaciones iniciales de
y otras complementarias efectuadas por dos agencias gubernamentales de México, la
Comisión Nacional de Biodiversidad (CONABIO) y el Instituto Nacional Ecológico (INE).
Sus descubrimientos dieron lugar a que, tomaran muestras de maíz indígena de veinte
comunidades de Oaxaca y dos más en Puebla (otro estado en el sur de México). Estos
estudios encontraron que el 95% de estas comunidades (21 de 22 de ellas) mostraron
una tasa de contaminación del 1% al 35% de granos indígenas conteniendo rastros de
AND de OGMs. En total, el 8% de los 1,876 almácigos bajo estudio estaban
contaminados por OGMs. En la Conferencia sobre Bioseguridad convocada en La Haya,
Holanda, a finales de Abril de 2002, el director de CONABIO, Jorge Soberón, declaró esta
contaminación genética como el peor caso de contaminación de cultivos por organismos
transgénicos reportado en todo el mundo. Si existe una tasa de contaminación del 8% en
Oaxaca, México, donde era ilegal cultivar maíz genéticamente manipulado, entonces
¿Cuál será la tasa de contaminación en países como los Estados Unidos y Canadá donde
su cultivo es legal?
parecer insuficiente para poder detener ese alud propiciado por las grandes
trasnacionales como Procter &Gamble, Monsanto, etc. Recientemente, y dentro del
marco del ALCA, el gobierno mexicano ratificó su posición de permitir la introducción y
producción de alimentos genéticamente modificados al firmar el pasado 29 de octubre el
documento “Requisitos para la documentación de organismos vivos modificados para
alimento humano o animal o para procesamiento”29, después de haber sido aprobado en
el seno de la CIBIOGEM (Comisión Intersecretarial conformadas por 6 Secretarias de
Estado y el CONACyT) y su legalidad queda respaldada en la ratificación que hizo el
Senado de la República del Protocolo de Cartagena en su conjunto. De hecho, esto es
sólo el inicio de la formalización y ampliación legal de un proceso que se viene dando de
tiempo atrás, consistente en la importación de alimentos transgénicos, especialmente
maíz y soya, tal como el mismo gobierno menciona en relación a la firma del documento
aludido30. Se estima que actualmente la contaminación del maíz criollo por material
genéticamente modificado llega al 8% en Oaxaca.
A pesar de que el gobierno señala que el consumo de ese tipo de alimentos no representa
peligro alguno, la verdad es que no existe aún evidencia científica que lo demuestre, si
bien por el momento hay indicios de que su ingestión está ligada al desarrollo de alergias.
No obstante en la reciente reunión de la Comisión de Cooperación Ambiental de Tratado
de Libre Comercio, realizada en la ciudad de Oaxaca en marzo del presente, el
representante de México ante ese organismo enfatizó sobre la inocuidad de los alimentos
transgénicos, en lo que parece ser la continuidad para ampliar y afianzar el marco legal al
corto plazo que desregule totalmente las trabas para la implementación de ese tipo de
cultivos.
Por otra parte, el gobierno cuida muy bien no explicitar la amenaza central de esta
política, que consiste en propiciar la pérdida definitiva del material genético silvestre al ser
sustituido por las semillas transgénicas, y, por consecuencia, generar que el campesino se
vea obligado a adquirir las semillas modificadas genéticamente en sustitución de las
criollas, las cuales al ser contaminadas pierden su capacidad de reproducción natural.
Patentar, o sea, privatizar, las semillas, significa una enorme fuente de ingresos
potenciales para las compañías distribuidoras de las mismas, al tiempo que representará
un gasto más para la ya de por sI incosteable economía campesina. Dado que Oaxaca es
uno de los sitios con mayor número de especies criollas de maíz, no es de extrañar que
las compañías trasnacionales lo ven ya como una enorme fuente potencial para
apropiarse de esos recursos silvestres para patentarlos y, así, consumar un despojo del
patrimonio histórico indígena que les redituará en cuantiosas ganancias.
Esto significará perder el patrimonio sobre uno de los legados culturales y alimenticios de
mayor trascendencia que México ha dado al mundo, lo que equivale a regalar uno de los
pilares de nuestra identidad y acrecentar los niveles de pobreza rurales. Estamos frente a
una trampa similar a la que representaron en su momento la introducción masiva de los
agroquímicos y las semillas mejoradas en el agro mexicano, que fundamentalmente
sirvieron para obtener grandes ganancias, y, de paso, contaminar los suelos y aguas,
29 Cfr. Boletín de la SAGARPA, de febrero 11, 2004: Respalda México el cumplimiento del protocolo de
Cartagena con el plan de trabajo firmado con Estados Unidos y Canadá para transparentar el movimiento
transfronterizo de organismos genéticamente modificados.
30 México ha venido importando granos de manera complementaria para consumo animal, así como para la
industria agroalimentaria. A partir del año 1996 se ha tenido una presencia normal de esta clase de
organismos en los embarques de granos importados, principalmente de maíz, soya y canola.
20
atentando contra la diversidad genética, sin que se haya traducido en una mejoría en la
productividad y las condiciones de vida de los productores.
Algunos estudios muestran que si bien la migración, y sus procesos adaptativos por las
comunidades, constituye la salida a la crisis del medio su adopción conlleva también
riesgos: “En algunos casos, los productores podrían migrar a centros locales, regionales o
incluso internacionales, en donde buscarían empleo con el fin de compensar la pérdida de
ingreso asociada con el abandono o la disminución de la producción de maíz. En estos
casos, cuando la estructura demográfica se ve transformada y disminuye el suministro de
mano de obra en comunidades que generan emigración, pueden quedar afectadas las
tecnologías intensivas de mano de obra y disminuida la calidad del suministro de la mano
de obra restante. Este proceso podría tener varios efectos ambientales, incluidas la
inadecuada conservación de estructuras diseñadas para reducir la degradación de los
suelos, la labranza, la selección y preservación de semillas y otros aspectos de la
producción agrícola”.
Estamos aquí frente a un impacto social severo, ya que a los efectos señalados derivados
de la transformación demográfica, se suman los provocados por la pérdida de
conocimientos tradicionales sobre el medio y su adecuado manejo. Esta situación es
notoria en la mayor parte de las comunidades y ejidos indígenas, donde los sectores de
población joven están fuertemente influenciados por la emigración, los mensajes de los
medios de comunicación masivos y, central, por la poca motivación que para ellos tiene ya
el trabajo agrícola, dada la combinación desfavorable entre lo extenuante de esas tareas y
los magros beneficios obtenidos. Esto da por resultado que las prácticas y conocimientos
agronómicos y ambientales tradicionales se vayan diluyendo, lo cual va acompañado de
un creciente desinterés de los jóvenes por participar de las asambleas, órganos de
gobierno y de toma de decisiones sobre la vida comunitaria. De no revertirse esta
situación, esto, desde luego, facilitará el camino para el abandono y desinterés en
conservar y preservar la posesión de la tierra, patrimonio y sustento de la vida comunitaria
indígena. Este contexto ha dado una polarización notable en los poblados rurales, donde
el fenómeno de la migración es empleado bajo estrategias orientadas a la preservación de
la vida comunitaria y el mantenimiento de sus formas de gobierno. Esto es posible en la
medida en que entre la población persiste el vinculo con la tierra, pero cuando este se
rompe, como empieza a acontecer con los jóvenes que rechazan ya ese tipo de labores,
estamos, tal vez, frente a una coyuntura de difícil predicción.
3 Conclusiones
31 CONAPO, 2004, De igual manera, Conapo señaló que de los dos mil 350 municipios de México,
en el 96 por ciento de estos existe algún tipo de contacto con la Unión Americana, expresado a
través de la migración hacia esa nación o de retorno a México, así como a través de las
transferencias monetarias realizadas desde el vecino país del norte.
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Bibliografía consultada
Enciso Angélica. “El campo mexicano: la crisis que llegó para quedarse”. La
Jornada del Campo. Suplemento del Diario La Jornada, 30 de junio de 1997.
México.
Garduño Roberto y Ciro Pérez. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte
aceleró la caída de la agricultura mexicana, en La Jornada, México, 28-11-02
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