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FILOLOGÍA HISPÁNICA Juan Gutiérrez Cuadrado

HISTORIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA II Trabajo sobre la lengua de El Quijote

HISTORIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA II

LA LENGUA DEL QUIJOTE

Comentario del punto “15.- ANACOLUTOS”


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15. ANACOLUTOS:

Los comentaristas decimonónicos se dedicaron a recolectar anacolutos


(inconsecuencias o cambios bruscos de construcción sintáctica) en el texto cervantino,
con un celo digno de mejor causa. Los anacolutos deben considerarse desde otras
perspectivas: a) No es algo exclusivo de Cervantes, según podemos comprobar en
Keniston. Aparecen más o menos intensamente en muchos prosistas ilustres del Siglo de
Oro (Santa Teresa, Mateo Alemán, Pérez de Hita, etc.). b) Es probable que algunos
deban atribuirse a un pasaje estropeado por los editores, como hemos indicado para las
concordancias que nos chocan. Otros párrafos del Quijote pueden tener una sintaxis
extraña sencillamente por culpa de las erratas, pero quizá no es ésta la única explicación
del fenómeno que comentamos. c) Debe pensarse, también, que los anacolutos obedecen
a veces a una organización sintáctica diferente de la actual. Esquematizamos los
principales tipos de anacolutos que aparecen en el Quijote, porque es probable que no
sirvan para todos las mismas justificaciones. En los cinco primeros que presentamos,
verdaderamente encontramos una dislocación sintáctica con la cual el autor focaliza o
pone de relieve un elemento que aparece después en la frase. Este procedimiento es muy
frecuente en el habla coloquial y se utiliza también mucho por los autores para
convencernos de que lo que han escrito es un coloquio auténtico. También Cervantes a
menudo utilizó el mismo procedimiento para convencernos de que leíamos la
transcripción de un coloquio. Cuando el anacoluto aparece en boca del narrador, debe
también ser examinado con cuidado, porque en español no escasean algunas
construcciones que obedecen a parecidos impulsos lingüísticos, como señalan algunos
gramáticos actuales: "El vestido de Ana, seguro que estaba mona con él". Los
anacolutos que cambian más radicalmente la orientación sintáctica de una frase pueden
deberse tanto a la tradición retórica clásica como a la torpeza de los editores.

15.1) Encabeza la frase un sustantivo o un pronombre con apariencia de ser el


sujeto, pero, a medida que se desarrolla la frase, comprendemos que el sustantivo
inicial, o el pronombre, debe funcionar como complemento directo de la frase para que
tenga sentido lo que leemos: La cual [Marcela], fuera de ser cruel y un poco arrogante
y un mucho desdeñosa, la mesma envidia ni debe ni puede ponerle falta alguna. El
sabio a cuyo cargo debe estar el escribir la historia de mis hazañas, le habrá parecido
que será bien que yo tome algún nombre apelativo. El cual, como entró por aquellas
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montañas, se le alegró el corazón. Algunos huéspedes que aquí la han leído, les ha
contentado mucho. Quien lo contrario dijere, le haré yo conocer que miente. El
ventero, que no conocía a don Quijote, tan admirado le tenían sus locuras como su
liberalidad. Puede creerse que todos estos anacolutos desaparecen si consideramos
que los posibles sujetos son complementos directos sin la preposición a, como podía
suceder en el Siglo de Oro. En algunos casos, puede pensarse que la a está embebida (a
algunos, 'algunos'). Por fin, como se ve en los refranes (quien a buen árbol se arrima,
buena sombra le cobija), puede pensarse en un relativo referido a persona, sin a, en
función de complemento directo.

15.2) En iguales condiciones que los ejemplos anteriores se encuentran otros


encabezados por un pronombre personal con apariencia de sujeto oracional. Sin
embargo, como las formas para las funciones de sujeto y de régimen son diferentes en
los pronombres (yo/mí-me; tú/ti-te; él, ella/la-le-lo-aél-a ella, etc.), no puede pensarse
en este caso que el aparente sujeto sea un complemento directo sin la preposición a.
Ejemplos: Pues tú, de quien yo entendía que por particular privilegio habías de estar
exenta dellos veo que con mayor ímpetu te acometen y fatiga. Yo, como viejo, en quien
el temor tiene su asiento de ordinario, hasta los sueños me espantan

15.3) En otras ocasiones, el sujeto aparente inicial no funciona como


complemento directo de la oración sino que se conecta con ella a través de la referencia
de un posesivo: Las pastoras de quien hemos de ser amantes, como entre peras
podremos escoger sus nombres. ( Compárese: "tantos maestros, tantos presentados y
tantos teólogos en quien vuestra merced podrá escoger como entre peras").

15.4.) Hay veces en las que el aparente sujeto se relaciona a través de un relativo
lejanamente con la oración principal: dio orden a todos sus criados del modo que
habían de tratar a D. Quijote, el cual, cuando llegó con la Duquesa a las puertas del
castillo, al instante salieron del lacayos.

15.5) Suelen enumerarse otros anacolutos, difíciles de individualizar, que se


relacionan en general con las siguientes cuestiones: repetición de conjunciones (que, y),
repetición de diversas palabras o fragmentos de frase, construcciones extrañas, etc. En
general, cada caso exige una explicación distinta. Es probable que algunas repeticiones
se deban a fragmentos deturpados. En otros casos, son repeticiones retóricas y no deben
rechazarse, por más que nos disgusten.

1. - Definición:

a)- Del griego: inconsecuente. Inconsecuencias en la construcción del discurso.

( Diccionario de la Lengua Española, Real Academia Española,


vigésima segunda edición, Tomo I, Madrid, 2001.)

b)- Alteración o desviación del desarrollo sintáctico de una oración, con lo que se
rompe el orden gramatical. Es muy frecuente en el lenguaje coloquial. Normalmente es
un vicio de dicción, por lo que se debe evitar. Pero son muchos los escritores que lo han
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utilizado deliberadamente para conseguir efectos expresivos que traduzcan mejor el


pensamiento del hablante.

( Esbozo de: Diccionario de Literatura Universal, Anaya, Madrid, 1985.)

2. – Impresión de realismo:

El anacoluto, por su definición más literaria, nos permite una aproximación al habla,
que por definición se vincula a la lengua. Una de las muchas maestrías de Cervantes es
la de llevar más allá la complexión de la lengua española.

a)- Antecedentes del Quijote:

Si nos remontamos a la más tierna infancia de la lengua española, vemos una


lengua romance que se abría camino entre los pensamientos de la gente. Era una
lengua que formaba parte del mundo simbólico que acompañaba la nueva
configuración del mundo. Como hemos visto en los comentarios anteriores y en
Historia de la Lengua Española I, la lengua se estaba consolidando. El habla era
ya común a toda la población, pero a la hora de escribir se intentaba elevar esa
nuestra nueva lengua. La forma de hacerlo era confiriéndole unos rasgos
retóricos que la elevasen para que, así, no se tratase tan solo de una lengua de
pastores. Recordamos el caso del emperador venido de la Hispania a Roma y del
que decían que hablaba una variante rural del latín.

Don Juan Manuel:

Avanzado el nuevo segundo milenio, el idioma ya cristaliza en jarchas,


en canciones de amigo, en épica, en himnos, en hagiografías... Y llegados
a Don Juan Manuel observamos, entre varios otros valores literarios,
cómo otorga gran prioridad al estilo indirecto como el de mayor talento,
frente al estilo directo que sólo utiliza en los casos en los que quiere
barnizar con visos de realismo y cotidianeidad algún pasaje. Éste va a ser
un primer paso para emular una mayor verosimilitud de los hechos
próximos.

Jorge Manrique:

Ya avanzado el s. XV, y como virtuoso que es, Jorge Manrique escribe


una poesía, que retoma el “yo” poético medieval (ya vimos como Íñigo
López de Mendoza, Juan de Mena, etc. eran prehumanistas y como tales
el “yo” propio del autor emerge como poeta y como “yo”. Manrique así
lo retomará en varias de sus composiciones; no obstante en ésta que
sigue, no), para cantar un hecho muy sentido por la gente: Las coplas a
la muerte de su padre, el Maestre Don Rodrigo. El remarque de “su” es
nuestro, ya que en numerosas ocasiones se conmuta dolorosamente por
“mi” o por cualquier otro recurso. Este pronombre es importante para
concebir el “yo” medieval (que no se trata de Manrique); es importante
para situar contextualmente el panegírico mortal que exuda; es
importante para el sentimiento humano y próximo que se desprende
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desde la autoría hacia los que también sienten como él (y uno de ellos sí
es Jorge Manrique) y es importante para ver ese anacoluto que vamos
rastreando para emular, para excitar la sensibilidad del oidor, una
simbiosis sentimentalmente profunda... y todo con el poder de la lengua
escrita:
“Aquél de buenos abrigos
amado, por virtuoso
de la gente,
el maestre Don Rodrigo
Manrique, tanto famoso
e tan valiente;
sus hechos grandes e claros
non cumple que los alabe.”

Este ejemplo sería comparable a los descritos en el resumen como 15.3)-

b)- En el Siglo de Oro:

Desde el Renacimiento, la encrucijada lingüística entre el romance y el latín va a


depurar notablemente la lengua. Vimos en los textos pasados cómo se asimilaban
textos latinos, italianos, etc. Ahora, gracias a Petrarca, vamos a comprobar cómo
se profundiza en el estudio filológico de las fuentes.

Fray Luis de León:

Fray Luis fue encarcelado por traducir “Cantar de los cantares” a la


lengua vulgar, al castellano. Luchaba por depurar de falsas, o posibles
errores, traducciones de terminología hebrea, del original de la Biblia, o
de terminología latina, de la Vulgata. Fray Luis quería acercar la
comprensión de la palabra de la Biblia a las gentes menos eruditas o que
no dominaban el latín como para poder leerla desde los textos de los
padres de la iglesia. Fray Luis está traído a este comentario por el valor
trascendental de la conciencia que el Siglo de Oro tenía de que el pueblo
y la gente menos erudita, en definitiva, era la masa mayor de
consumidores de literatura (más bien oral todavía, ya que acceder a un
libro era costoso).

Nebrija:

Nebrija buscó, como Fray Luis, una renovación en la comunicación con


el lector. Debemos destacar que no era la intención directa de educar al
pueblo la que llevase a Nebrija a escribir su Gramática de la lengua
castellana. Buscaba una depuración del latín, que iba paulatinamente
tomando un carácter enrarecido. Antes de la castellana escribió una
gramática latina para que la fidelidad de los textos fuese mayor. Es por
esto, por el hecho de que Nebrija sienta unas bases de la lengua koiné que
une las hablas y comprensiones de todo un imperio, por lo que es
relevante en el sentido comunicativo que posteriormente le permitirá
adquirir a la mayor literatura de la lengua española: el Barroco. Hemos
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visto la evolución a lo largo de los textos comentados en clase, cómo la


lengua va tomando cuerpo y elasticidad hasta poder asimilar todas las
figuras retóricas que quiera.

Lope de Vega:

Lope es otro autor, como Cervantes, que va a escribir pensando en ese


público medio, que puede leer o presenciar sus obras y por el que va a
sacrificar la erudición retórica a favor de un lenguaje, una literatura más
cercana al pensamiento del propio hablante u oyente. Lope remueve los
cimientos de la dramaturgia con su discurso ante la academia sobre la
Comedia Nueva. Es una revolución, y ante la academia valora la
proximidad del vulgo como algo determinante en el momento de crear.
Este esbozo acelerado sobre la compañía que pretende establecer el autor
junto a los espectadores o lectores es lo que confiere un punto más, de
entre tantos y tantos, al Quijote y a su lengua. Cervantes, como Lope
(pese a no ser tan transgresor como éste pues es firmemente aristotélico a
lo en la forma concierne y refiere al teatro) hablan, o escriben, para el
lector. Aquí entra el anacoluto. Es un gesto coloquial, un detalle retórico,
una conjugación de realismo que inunda la obra y que la hace verosímil
(exuda aristotelismo incluso en una obra que, según toda la tradición
crítica, es una parodia).

c)- Cómo lo vemos ahora:

Decíamos que el realismo que vierte el anacoluto no es el descriptivo; no es la


verosimilitud del detallismo; no es la narración lineal en el tiempo; tampoco lo
es... en definitiva es el lingüístico. A este respecto en el libro de Riquer hay unas
líneas que lo enmarcar.

Martín de Riquer:

En su reciente obra sobre cómo leer el Quijote nos muestra el atractivo


que tiene la lectura del Quijote, y no ya como la lastrosa y losante lectura
de parodia caballeresca. Nos habla de ésta lectura como si Cervantes
hubiera conseguido impregnar todo el texto de su personalidad. Es como
si Cervantes nos estuviese narrando la historia al oído. Consiguió algo
espectacular y fue hacer posible, verosímil, que una obra escrita
pareciese, durante su lectura, una audición de las de antaño, de las,
exactamente, antiguas historias orales celtas y leyendas sajonas de donde
germinaron las historias de Jaufré I y las de Lanzarote o el Caballero de
la Carreta. Sin lugar a dudas, el anacoluto es un rasgo que debe tenerse
muy en cuenta en el momento de considerar este punto tan profundo en
su fondo.

Auerbach:

Otra muestra del valor del anacoluto en el Quijote y el valor de esa


coloquialidad y de esa proximidad con el lector es la que hace Auerbach
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en su obra Mimesis. El capítulo dedicado a la literatura española, cómo


no, aparece el Siglo de Oro; aparece nuestra obra; aparece el realismo
que Cervantes infiere a su redacción. El anacoluto es uno de esos
ingredientes de los que a Auerbach mueven a escribir su obra sobre
Mimesis. La realidad en la literatura occidental. Esa realidad la eleva
Auerbach a la más distinguida de toda la literatura. Mientras en otras
literaturas europeas se perfilaba el tema tenuemente en el Siglo de Oro se
elevó hasta el nivel de poder ser alabada. En todas las medidas, un exceso
de anacolutos o coloquialismos hubiese llevado la obra a una depresiva
masificación de incultismos, posiblemente. El justo medio es también un
gran valor que ha de ser parejo a las mejores consideraciones.

Ángel Rosenblat:

Nos hace un caminar a través del ideal de Cervantes. A esto nos


referíamos cuando el empecinamiento en ver una obra cómica donde esto
sólo es un 1%, como se enseñaría en cultura oriental, ofusca la visión del
99% restante del talentoso escrito de Cervantes. A lo largo del texto,
incluida la misma lengua, Cervantes expone su ideal de lengua; a veces
habla en boca de Don Quijote y otras desdobla a Sancho. Aprovecha el
hecho lingüístico para parodiar a los personajes, para parodiar el género;
¡pero! también para darles el relieve de realismo necesario: les hace
hablar con anacolutos, con neologismos; uno corrige al otro, el otro
corregirá a quien pueda lo poco que asimile (nos referimos a Sancho). Es
un vivo retrato de lo que venimos exponiendo: el Barroco eleva la lengua
a un lugar donde ella misma es objeto, sujeto y trayecto.

Antonio Torres Torres:

Con él aprendimos varios conceptos lingüísticos en las tres asignaturas


que imparte en la Universidad de Barcelona. La relación con el tema que
aquí concierne es que vimos, en numerosas variedades del español de
América, cómo se focalizaba el interés del enunciado en alguna de sus
partes de distintos modos. Podía hacerse con el verbo “ser” focalizador,
con anacolutos, etc. El habla de la gente es la que pugna en el Quijote
con la de la, a veces, rimbombante de las novelas de caballerías o la
extrema erudición latinizante.

3. – Conclusión:

Para no extendernos en exceso, reproduciremos lo arriba dicho. El anacoluto es un


recurso literario, ahora, lingüístico y metaliterario. Cervantes conjuga la lengua con
la realidad y con la ficción y con los lectores. Desde Cervantes y Shakespeare,
hablar en lengua vernácula va a dejar de tener el más mínimo sentido peyorativo.
<<Dicen del “Quijote” que a los niños hace reír; a los adultos, pensar y a los viejos,
llorar.>>
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4. – Bibliografía:

Diccionario de la Lengua Española, Real Academia Española, vigésima segunda


edición, Tomo I, Madrid, 2001.

Diccionario de Literatura Universal, Anaya, Madrid, 1985.

Don Juan Manuel, El Conde Lucanor, ed. Guillermo Serés, Ed. Crítica, Barcelona,
1994.

Antonio Torres Torres, El español de América, Ed. UB, Barcelona, 2000.

Erich Auerbach, Mimesis, La representación de la realidad en la literatura occidental,


FCE, México, 1950).

Ramón Menéndez Pidal, Castilla. La tradición, el idioma, Ed. Espasa-Calpe, Madrid,


1955.

Ángel Rosenblat, La lengua del “Quijote”, Ed. Gredos, Madrid, 1971.

Rafael Lapesa, Historia de la Lengua Española, Ed. Gredos, Madrid, 1981 (9º ed.).

José Antonio Maravall, La cultura del Barroco. Análisis de una estructura histórica,
Ed. Ariel, Barcelona, 2002 (9ª).

Martí de Riquer, Para leer el Quijote, Acantilado, Barcelona, 2003.

Jorge Manrique, Poesía, ed. Jesús-Manuel Alda Tesán, Ed. Cátedra, Madrid, 2001.

Fray Luis de León, Poesía, ed. de Juan Alcina, Ed. Cátedra, Madrid, 2000.

Miguel de Cervantes Saavedra, El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, vol I-


II, ed. de John Jay Allen, Ed. Cátedra, Madrid, 1991-92.

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