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Opinión
Se han dicho muchas cosas sobre las causas de la crisis global actual.
En estos momentos, evidentemente estamos encaminándonos hacia un
futuro económico incierto. No obstante, mi intención es intentar
analizar las posibles causas de fondo, y digo “posibles”, porque nadie
sabe a ciencia cierta, ¿cuál ha sido el verdadero detonante de la crisis?
Lo único cierto, es que los dirigentes políticos andan despavoridos
buscando aplicar un “parche milagroso”, ya que la fragilidad del
sistema ha quedado expuesta.
Hace aproximadamente veinte años, se pensaba que el capitalismo, como modelo estaba
reflejando convulsiones de lo que precisamente sufriríamos hoy, a través de la crisis
política de un “estado intervensionista”, que requería de una reestructuración de sí, al
mismo tiempo, que de sus relaciones con la sociedad (ciudadanos).
Sin embargo, en aquel momento, los esfuerzos por reimponer los límites del mercado
precipitó una destrucción potencial del mismo, llevándonos a un cambio en el modo de
hacer política estatal hacia la financiación de déficit dentro de un armazón monetario
firme y de austeridad estatal.
Según ese antiguo modo de concebir las cosas, el sector público específica un servicio
que requiere ser ofertado por el estado y luego, el sector privado diseña, construye,
financia y opera el área que provee el servicio. El coste del proyecto queda cubierto,
mayormente por los cambios de proveedor del sector privado al sector público, el cuál
propone el contrato. Existe la creencia de que el sector público deja de ser un cliente del
sector privado y se convierte en un comprador del mismo.
Esto significa que el sector público está obligado a pensar más objetivamente sobre los
servicios que requiere y también tiene que desarrollar técnicas para evaluar las
complejas ofertas en los concursos públicos, que han demostrado proveer el valor del
dinero invertido, además de transferir los riesgos. Por otro lado, esto supone que el
sector privado también tiene que ajustarse a la nueva forma organizacional y métodos
de evaluación. Toda ésta ingeniería financiera y conceptual se puede resumir en la
siguiente máxima: “ganancia privada, beneficio público”.
Aunque éste modelo no garantiza un recorte del gasto público, los cambios generados
en el modo de realizar el mismo, puede ser beneficioso a largo plazo ya que el estado
pasa de financiar (capital) a tener beneficios (rédito).
Por supuesto, que han ocurrido otras cosas como los créditos blandos, las famosas
hipotecas al 120% a deudores nada solventes para hacer frente a sus compromisos
hipotecarios en cuanto subieron los tipos de interés y descendió el precio de las
viviendas, las hipotecas subprime, que provocaron pérdidas cuantiosas en los balances
de muchas empresas e instituciones financieras, la vista gorda por parte de los estados y
reguladores globales como el FMI, la desaceleración de los procesos de inversión y de
consumo, un impacto colateral que limita la capacidad tecnológica y un creciente y cada
vez más escaso grado de formación y calidad de la futura mano de obra se convierte en
potaje peligroso e incapaz de ser digerido.