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Crisis Económica Global

Fecha Jueves, 09 octubre a las 09:28:05


Tema Opinión

Opinión

Michael A. Galascio Sánchez (*)

• Parece ser, que la pretensión de transformar y condicionar el proceso laborar en


la oferta de servicio a la disciplina del mercado, en el proceso de extender la lógica
del mismo a las actividades estatales preocupadas por la compra de servicios, ha
generado fuertes resistencias por parte de la burocracia del estado y del mercado,
manifestándose en la dificultad para crear un “nuevo proceso laborar”

Se han dicho muchas cosas sobre las causas de la crisis global actual.
En estos momentos, evidentemente estamos encaminándonos hacia un
futuro económico incierto. No obstante, mi intención es intentar
analizar las posibles causas de fondo, y digo “posibles”, porque nadie
sabe a ciencia cierta, ¿cuál ha sido el verdadero detonante de la crisis?
Lo único cierto, es que los dirigentes políticos andan despavoridos
buscando aplicar un “parche milagroso”, ya que la fragilidad del
sistema ha quedado expuesta.

Hace aproximadamente veinte años, se pensaba que el capitalismo, como modelo estaba
reflejando convulsiones de lo que precisamente sufriríamos hoy, a través de la crisis
política de un “estado intervensionista”, que requería de una reestructuración de sí, al
mismo tiempo, que de sus relaciones con la sociedad (ciudadanos).

En esa época, la fuerza impulsora detrás de dicha reestructuración, era el intento de


solucionar la crisis del estado a través de desvincular la política estatal de la economía,
así como despolitizar la creación de la política económica. De este modo, la importancia
de las políticas monetarias de los años setenta, estriba en el hecho que desde esa década,
se han estado realizando esfuerzos políticos por recomponer una forma de estado
subordinada a las relaciones sociales, por el dictado del mercado. En otras palabras, “el
dinero manda”.

Sin embargo, en aquel momento, los esfuerzos por reimponer los límites del mercado
precipitó una destrucción potencial del mismo, llevándonos a un cambio en el modo de
hacer política estatal hacia la financiación de déficit dentro de un armazón monetario
firme y de austeridad estatal.

El resultado fue desastroso, el estado fue sustituido como agente reestructurador,


mientras que el “modelo donde prima el dinero, se impuso”, contribuyendo a la
“marketización de la burocracia y privatizaron grandes secciones del sector público.
Esto pudo haber sido un error de cálculo ya que la responsabilidad del gobierno es
proveer servicios, algunos tan particulares, que en ocasiones, no llaman la atención del
sector privado, por no ofrecer beneficios económicos.

En contrapartida por asistir al sector público, en su finalidad de proveer un servicio


eficiente y económico, además de mejorar las infraestructuras, el sector privado se
beneficiaba, a través de un sustancial incremento de sus ganancias. Claro, que en teoría,
esto funciona bien. El problema siempre es el mismo, llevarlo a la práctica.

Según ese antiguo modo de concebir las cosas, el sector público específica un servicio
que requiere ser ofertado por el estado y luego, el sector privado diseña, construye,
financia y opera el área que provee el servicio. El coste del proyecto queda cubierto,
mayormente por los cambios de proveedor del sector privado al sector público, el cuál
propone el contrato. Existe la creencia de que el sector público deja de ser un cliente del
sector privado y se convierte en un comprador del mismo.

Esto significa que el sector público está obligado a pensar más objetivamente sobre los
servicios que requiere y también tiene que desarrollar técnicas para evaluar las
complejas ofertas en los concursos públicos, que han demostrado proveer el valor del
dinero invertido, además de transferir los riesgos. Por otro lado, esto supone que el
sector privado también tiene que ajustarse a la nueva forma organizacional y métodos
de evaluación. Toda ésta ingeniería financiera y conceptual se puede resumir en la
siguiente máxima: “ganancia privada, beneficio público”.

Aunque éste modelo no garantiza un recorte del gasto público, los cambios generados
en el modo de realizar el mismo, puede ser beneficioso a largo plazo ya que el estado
pasa de financiar (capital) a tener beneficios (rédito).

Parece ser, que la pretensión de transformar y condicionar el proceso laborar en la oferta


de servicio a la disciplina del mercado, en el proceso de extender la lógica del mismo a
las actividades estatales preocupadas por la compra de servicios, ha generado fuertes
resistencias por parte de la burocracia del estado y del mercado, manifestándose en la
dificultad para crear un “nuevo proceso laborar”. Por otra parte, también implica un
problema en el momento de definir y calcular el riesgo de acumulación de capital y
comparar ese cálculo con las finanzas estatales disponibles.

Por supuesto, que han ocurrido otras cosas como los créditos blandos, las famosas
hipotecas al 120% a deudores nada solventes para hacer frente a sus compromisos
hipotecarios en cuanto subieron los tipos de interés y descendió el precio de las
viviendas, las hipotecas subprime, que provocaron pérdidas cuantiosas en los balances
de muchas empresas e instituciones financieras, la vista gorda por parte de los estados y
reguladores globales como el FMI, la desaceleración de los procesos de inversión y de
consumo, un impacto colateral que limita la capacidad tecnológica y un creciente y cada
vez más escaso grado de formación y calidad de la futura mano de obra se convierte en
potaje peligroso e incapaz de ser digerido.

Finalmente, todos los factores antes mencionados no hubiesen surgido de existir un


modelo conceptual sólido, bien definido, un sentido de eficacia y celo profesional que
frenara la flexibilización de las normas y el sentido común más básico.

(*) Licenciado en Ciencias Políticas, doctorando en Psicología de la Salud y Clínica

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