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Filosofía Latinoamericana; ¿Problema?

Realidad, inmediatez y ghettos intelectuales


Esta pequeña reseña que se desglosará a continuación sobre el debate acerca de la filosofía
latinoamericana, no pretende dar una postura al respecto o ahondar en sus cuestiones
internas de contenido, sino que se plantea para si la misma postura que adoptaban los
neopositivistas con respecto a la metafísica, que se declaraban incapaces de comprenderla
dada su falta de significado, se tratará de mostrar ciertas falencias en el debate que lo
vuelven inconducente. Pero como toda intervención para tratar de desarticular una
discusión irá contra el marco epistémico de la misma, sin embargo, será tomado como un
ataque de contenido y será abducida por el debate, y aún así, es esperar mucho de éstas
pocas líneas. El tema de fondo de éste opúsculo es la reflexión filosófica, la cual, muchas
veces, hasta en contra de su voluntad, suele ser establecida en altos pedestales y en graves
sentencias por parte de bocas famosas; efecto que suele ser contrarrestado al ver a cualquier
disciplina en su proceso de formación.
Esta especie de cholulismo intelectual esconde tras de sí algo más interesante que una mera
apariencia frívola, se compromete con una concepción del mundo, bastante particular que
desgaja la realidad en dos partes. La primera y más relevante, resulta ser la realidad de la
vida cotidiana, caracterizada por la urgencia acuciante de los problemas inmediatos. La
segunda es la realidad de las cuestiones fundamentales, pero no primarias, el por qué de lo
mediato, las razones de lo esencial pero postergable. El problema que presenta ésta
definición presupuesta de la realidad es que nos limitamos a la vivencia del sujeto empírico
pero absolutizada, lo real para cada individuo pero universalizado. Esto nos haría caer en
una característica muy recurrente en éstas épocas posmodernas que es la racionalización de
lo psicológico, es decir, la psicologización de los fenómenos a los que el individuo se
enfrenta.
Esta determinación de lo real como lo inmediato y lo necesario, lo que se impone ante
nosotros, que como bien sabemos tiene sus consecuencias muy claras en la percepción de
los fenómenos por parte del sujeto. Se cae en un solipsismo típico de las edades más
tempranas en el individuo donde se asume que la totalidad del entorno depende de su
voluntad. Esto provoca un gravísimo problema en la determinación de las causas objetivas
de los fenómenos a los que se enfrenta el sujeto. Esta división, como ya vimos también
implica una valoración donde se hace primar la solución de la urgencia cotidiana en
detrimento de la búsqueda de las razones que la convierten en una urgencia.
Esta presuposición sobre la realidad hace que mayoritariamente se identifique un buen
relacionamiento con el mundo y un buen desempeño en él, con una solución más o menos
exitosa de problemas cotidianos, sobre cuya base se establecen los parámetros deseables de
un individuo funcional, el estar sano de los psicólogos. Cosa que si se me permite, este
criterio de funcionalidad como la capacidad de resolver problemas es exactamente el
mismo que se utiliza con las computadoras, noción que subestima al hombre, o sobre
estima a las citadas máquinas.
Por otra parte como reacción a esta actitud se encuentra la actitud propia del ambiente
academicista donde abundan las justificaciones forzadas y poco creíbles con respecto a la
importancia de los trabajos no intelectuales, defensas hechas en un tenor de lastimera
compasión.
El problema fundamental que se da en las dos situaciones es el hecho de establecer una
especie de ghetto para cada mínima diferencia , desde las más evidentes como el poder
adquisitivo hasta las más mínimas e imperceptibles como el carácter del empleo que
desempeña una persona.
¿Filosofía sudaca?
El problema no merecería la atención si se quedara dentro de éstos límites, sin embargo,
estas rencillas se trasladan hasta los seccionamientos más recónditos de la filosofía, por
padecer de una especie de principio de transitividad que los hace pasar desde las personas
al producto de éstas, incurriendo en una especie de afirmación tácita al la falacia ad
hominem.
Si éstas disputas de jerarquías valías e intereses se dan en los ámbitos académicos entre la
filosofía práctica y la teórica, se pueden imaginar que nuestra pobre filosofía “sudaca” no
escapa de ello.
Se preguntarán cual es la razón de la denominación despectiva, pues, es un adelanto del
reflejo de sí misma que revela y a su vez recoge, la filosofía latinoamericana, a través de
sus debates acerca de autenticidad, identidad y demás ficciones sociales.
Todos éstos debates y cuestiones desde las indignadas denuncias en clave marxista de
alienación en las que no podemos tener filosofía hasta que dejemos de ser pobre, (carcajada
mediante de Diógenes), hasta los intrincados entramados logico-linguísticos de base
fenomenológica de Sambarino, (que podrían haber tenido mucho mejor provecho aplicados
a otra temática), adolecen de la misma patología, centralizar toda la reflexión en un debate
inconducente, que trata de establecer condiciones desde lo teórico a una práctica que a su
vez es teórica, acerca de la que muchas veces se afirma que no existe o que está a punto de
gestarse. También existen posturas que afirman la existencia de hecho de una filosofía
latinoamericana, sin embargo pecan por lo laxo de los criterios que pautan. Este no es el
caso específico de Leopoldo Zea, sin embargo, los que caen en éste error fundamentan sus
criterios en sus tesis. Otra característica bastante particular que frecuentemente aparece, es
la insistente recurrencia a Hegel para fundamentar la existencia o posibilidad de existencia
de la filosofía en América latina. Tanto Salazar Bondy como Leopoldo Zea y Roig hechan
mano a los conceptos Hegelianos literalmente o readaptados a su aparato teórico.
Específicamente se recurre a éste autor para poder, en primer lugar, establecer el desarrollo
intelectual de América latina dentro de una especie de línea del tiempo en un marco
teleológico, cosa que implica que el logro de la filosofía en América es solamente cuestión
de tiempo o de vencer ciertos obstáculos. En segundo lugar se recurre a Hegel para
establecer una suerte de deontología filosófica, como debería ser la filosofía
latinoamericana cuando comience a existir.
Este marco hegeliano le ha hecho decir a algunos autores como Leopoldo Zea citando a
Mayz Vallenilla que la filosofía latinoamericana “no es todavía”, una especie de privación
de la forma “casi” actualizada.
La cuestión real ya no se establece en el análisis de las posibilidades de un desarrollo
intelectual de carácter filosófico en América latina, sino, en el caso de que exista, que tan
latinoamericano es, para poder considerar si se reconoce como hijo natural, o en el peor de
los casos la expresión inocultable de la necesidad de una filosofía propia para demostrarles
a los europeos conquistadores o a los yanquis explotadores que nosotros también podemos.
Entretelones y lugares comunes
Existen ciertos lugares comunes en éste debate que muestran en parte las dificultades que
tiene y por que razón es un debate inconducente, por otra parte exhiben los entretelones de
lo particular de esa necesidad urgente de una filosofía propia.
Podemos empezar con una de las cuestiones que se plantean a colación del debate acerca de
la filosofía latinoamericana, este es el problema de la identidad de América latina.
Podemos partir de la base de que la constitución de una entidad histórico social, como lo es
la identidad de una determinada región, procede a través de unos mecanismos que en
resumidas cuentas tratan de echar mano a determinados elementos que unifiquen un cierto
cúmulo de características comunes propias de la región. Con respecto a éste procedimiento,
en primer lugar y acerca de la constitución de la identidad de cualquier entidad de éstas
características, cabría acotar que es extremadamente difícil fijar caracteres que la funden,
ya que el establecimiento de la identidad de una región no se determina a través de una acto
fundacional ya que no es una cuestión que sea objeto de análisis teóricos como se da en el
caso de América latina , porque si se sometiera a un análisis riguroso los caracteres de la
identidad de cualquier otra región se caería en la cuenta de que son solamente una
colección de episodios y creencias que resultan ser unificados por la simplificación y una
mitificación paulatina a nivel histórico, que son excedidos de manera abismal por la
diversidad que compone a la región. De hecho lo que une la diversidad de cualquier región,
por más dispar que ésta sea, son ciertos elementos mitificadores en los cuales los habitantes
de la región se sienten reflejados, pero éste fenómeno se da solamente a un nivel que
podríamos denominar folklórico, y no desde el rigor lógico de la reflexión teórica.
Por otra parte la manera en que se trata de determinar la identidad latinoamericana es de
una manera estática cuando es evidente que una de las dificultades que ofrece un constructo
de base histórica es su carácter dinámico, la cuestión es como se puede establecer un
carácter fijo a algo que todavía está sucediendo y que continuará sucediendo porque no
existe ningún espíritu absoluto o eudaimonía que le marque la meta..
El problema que está detrás de todo esto es la aspiración a obtener un determinado tipo de
identidad característico de los países europeos, pasando por alto las diferencias tanto de
diversidad racial como de constitución histórica de los pueblos europeos. Cabría solamente
analizar de manera comparativa los procesos de poblamiento de las regiones europeas con
las de América latina para poder constatar que es imposible la fundación de una identidad
que esté basada en una tradición cultural homogénea, tanto por la diversidad étnica y
cultural, como por los procesos históricos que determinaron la existencia de ésta diversidad.
No afirmo que América latina no tenga una identidad o no la pueda tener, sino que no
puede pretender o aspirar a un modelo de identidad cultural como la de los pueblos
europeos, que se basa en la identificación entre etnia y tradición cultural atribuida a los
habitantes de una región, y muchas veces a la región misma en una especie de falacia
naturalista, cuestión ya dilucidada por Sambarino. De hecho como afirmaba anteriormente
esa aparente homogeneidad no resistiría el rigor del análisis teórico y también sería refutada
por la diversidad que la compone.
Identidad e indiosincrasia
La identidad latinoamericana existe y posee variadas manifestaciones, todas ellas en torno a
la diversidad etnico-cultural y (lamentablemente) una especie de idiosincrasia de eterno
sojuzgado.
Con respecto al debate en sí mismo la determinación de una identidad fuerte y fija es
condición necesaria para cumplir el afán de tener una filosofía propia, ya que se está más
interesado en, qué tan americana es o sea y no tanto en lo filosófica que pueda ser.
El hecho de que exista una imperiosa necesidad de tener una filosofía propia que nos
caracterice y nos realice como pueblo, es uno más de los síntomas de pretender un tipo de
identidad europeo como ya se ha descrito.
Esto se devela en la coincidencia de muchos autores, en éste debate, de que la filosofía
latinoamericana deba reflejar, tratar, o brindar soluciones propias de nuestra coyuntura
histórica social o cultural. Existe un acuerdo bastante generalizado de que ésta filosofía
deba reflejar lo más que pueda las condiciones de producción de su autor.
Es cierto que si consideramos la producción intelectual de cualquier autor y tomamos en
cuenta su contexto de producción podemos encontrar ciertas conexiones o paralelismos
tanto en temáticas como en estilos, pero ya cuando entramos en terrenos de determinismo
tanto social como histórico sobre la producción intelectual nos introducimos en un campo
extremadamente problemático. Fundamentalmente porque esto nos compromete con
teorías interpretativas para poder legitimar y establecer hasta que límite llega la
determinación y sobre que parte de la producción se ejerce ésta determinación.
En cuanto al debate, la condición que reflejaría como contexto en su producción el filosofo
latinoamericano sería exactamente eso, su ser latinoamericano. Pero, ¿qué significa esto?,
¿que circunstancias de ser latinoamericano debería reflejar? ¿existirían ciertas condiciones
contextuales típica o esencialmente latinoamericanas que se deberían dejar traslucir?.
Si postulamos éste problema en un nivel social o histórico, una característica que muchas
veces se pretende asociar a América Latina es su dependencia, tanto económica como
política. Pero más allá de ciertas diferencias específicas, ¿existiría acaso una dependencia
latinoamericana y una dependencia africana o vietnamita?
¿Latinoamericanidad filosófica?
Más allá de la problemática que esto presenta lo que se pretende es que la producción
filosófica latinoamericana revele como una especie de marca registrada, la identidad
latinoamericana en todas sus producciones. Nuevamente el hincapié se establece en la
“latinoamericanidad” como temática u objeto directriz de la filosofía. De ésta manera se
establece una barrera que a manera de criterio demarcatorio señala que cosa se puede
considerar filosofía latinoamericana y que cosa no. Pero aquí el problema se establece en lo
que yo considere más latinoamericano, cosa que evidentemente se regirá por criterios
bastante poco propios a la filosofía, y más tendiente a lo ideológico,-político.
Por otra parte como contrapartida de este criterio, que se vuelve tan impermeable que nada
satisface sus exigencias, se postula una posición contraria que acepta toda producción como
filosofía. Éste segundo criterio también es extremadamente perjudicial, ya que en cualquier
tipo de producción, sobre todo literaria que detente algún coqueteo con ideas filosóficas
pasa tranquilamente como filosofía de pura cepa. Es cierto que para poder deslindar las
producciones intelectuales hacia cada uno de los dos campos mencionados es necesario
recurrir por lo menos a ciertas consideraciones acerca de la teoría literaria y filosófica pero
esto en el caso en que la delimitación ofrezca alguna dificultad ya que cuando las
intenciones del autor y del texto son bastante explícitas, sobretodo hacia lo literario, que es
en donde se presentan los criterios más laxos, la delimitación no resulta muy difícil ni
comprometida. Por otra parte es innegable que el autor de un texto literario en su
producción está sustentado por una idea de mundo que presupone y cuando crea personajes
o determina ciertas decisiones a través de ellos o exhibe ciertas opiniones factibles de
juicios morales o acerca de lo moral, pero esto es inevitable en cualquier tipo de
producción. Pero el hecho de que una producción intelectual se base en supuestos
filosóficos no la convierte en filosofía, porque esto convertiría en filosofía a cualquier
texto.
Existe una cuestión por detrás de esto, se ha manejado en cuanto éste debate la referencia a
una producción artística propia latinoamericana original, auténtica, “innegablemente
nuestra”. Detenta todo aquello de lo que algunos afirman que la filosofía latinoamericana
carece, esto sucede por dos razones. La primera es que el arte no puede legitimar como
tema único las condiciones de su posibilidad, si como una teorización paralela, pero no
como temática predeterminada, cosa que sí hace la filosofía latinoamericana. La segunda
razón es que como todo arte, el arte latinoamericano proviene de ciertas influencias y
antecedentes. La filosofía latinoamericana por el contrario adivina en toda influencia o
antecedente una mancha de inautenticidad y dependencia insoportable.
La filosofía latinoamericana pretende una originalidad que desconoce antecedentes e
influencias, esto es resultado de una necesidad de originalidad tan radical que pretende
renovar no ya las metodologías usuales, (como se afirma explícitamente), sino implícito en
esto la propia racionalidad filosófica.
Pretensiones y obligaciones filosóficas
A partir de esto no niego la posibilidad de que la filosofía latinoamericana pueda dar éste
vuelco, lo que resulta inconducente es postular esto como condición sine qua non se podría
dar comienzo a la filosofía latinoamericana o postularlo como su destino inapelable. Como
ya se ha afirmado esto expresa más un deseo que el pronóstico basado en ciertas
determinantes tanto intrínsecas como extrínsecas de la filosofía de éstos lugares. Es
imposible pretender cambios tan radicales de un día para otro, de la misma manera que no
se puede tener ningún tipo de producción intelectual, que no proceda de ciertas raíces hasta
constituirse en un producto acabado, juicio que por su parte estará determinado por las
valoraciones sociales, políticas ideológicas y estéticas de la época y el medio, además de
ciertas determinantes propias del funcionamiento interno de la filosofía, o la producción
intelectual que fuere. En éste sentido me refiero que gran parte del “éxito” o la
trascendencia de una determinada filosofía depende mayormente de circunstancias no
filosóficas.
Esta problemática desemboca en un conjunto de pretensiones de carácter prescriptivo sobre
lo que necesita esta filosofía para comenzar o para ser cabalmente, pero sin embargo,
resultan siendo dogmas de encarrilamiento para que lo que sea que resulte de éstas
prescripciones, sea, a ojos de todos indudable, autoctona, original y auténticamente
latinoamericano.
La insistencia en éste debate,( que como ya se ha recalcado hasta en demasía es
inconducente) , parte de la base de un cierto universo de supuestos donde América Latina se
encuentra desterrada del curso de la historia adoptando para si misma el papel de
discapacitado por naturaleza, teniendo la necesidad de establecer un debate teórico desde el
cual tratar de solucionar falencias que se crean por la existencia de éstos mismo debates.
A fin de cuentas el problema más general de éste debate que pavoneando una especie de
gloria del sometido y cayendo en un complejo masoquista, es que esta impregnado de
ideología, rencor y complejos de inferioridad producto de las circunstancias históricas de
América Latina ya sean éstas de carácter sociopolítico o económico. El logro de una
filosofía que no solo pretende ser filosofía sino que quiere ser tan distinta, original e
innovadora que se pierde en su vanidad que desconoce antecedentes,(tanto aquellas que
afirman que todo es filosofía o las que no pueden hacer filosofía siendo dependientes
económicos) esconde de ésta manera, tras sus distintas posturas el miedo de no poder lograr
una filosofía que nos de el título de civilizados.
Tratando de rehacer el título del libro de Mario Sambarino podríamos resumir este articulo
de la siguiente manera; “Identidad, tradición, autenticidad”; tres falsos problemas de
América latina.

Bibliografía

Leopoldo Zea, La filosofía americana como filosofía sin más, Siglo XXI,

México, 1969

Mario Sambarino, Identidad, tradición, autenticidad; Centro de estudios

Rómulo Gallegos, Caracas, 1980

Arturo Roig, Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano, F.C.E. México,

1981

Augusto Salazar Bondy, ¿Existe una filosofía de nuestra América?, Siglo XXI,

México, 1968

Risieri Frondizi, ¿Hay una filosofía Iberoamericana?, Realidad, 3, 1948, (158-

170)

Arturo Ardao, Filosofía de la lengua española, Editorial Alfa, 1963, pags. 79 a

82, 83 a 91

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