Vous êtes sur la page 1sur 154

INFORME DE UNA MATANZA

PROLOGO

“Dígale a Milton que lo busca Tilo”, le dijo el hombre con voz firme y no muy
buena cara a la recepcionista del 13-16, la sede central del FMLN en San Salvador.
Era la mañana del miércoles 27 de agosto de 2008
La recepcionista miró al hombre con alguna reserva, pues era evidente que estaba
muy molesto. Era delgado y fibroso, vestía de manera humilde y tendría unos 53
años, “Fíjese que el ahorita esta bien ocupado porque estamos preparando el evento
de la afiliación de Mauricio Fúnes al partido”, dijo la recepcionista. Eso a mi no me
interesa, señorita, usted vaya decirle a Milton que lo busca Tilo, que quiere hablar
con el y que es urgente”, insistió el hombre.
La recepcionista vacilo “¿y de parte de quien viene usted, y cual es motivo de
su visita?”, pregunto. “Dígale a Milton que vengo de parte de mis cuatro hermanos
muertos en la guerrilla, pero principalmente de mi Lucas, y el motivo el lo sabe
muy bien. Eso dígale nada mas”. Respondió el hombre.
Ella entro a la oficina del secretario general del partido FMLN. Medardo González
(comandante Milton Meléndez de la FPL durante la guerra civil). Mientras tanto un
grupo de guarda espaldas de los dirigentes del FMLN. Comenzaron a desplazarse
disimuladamente entrono al hombre que de inmediato detento el maniobra y, sin
inmutarse les dijo. “A mi no van asustar con esos juguetitos. No les tengo miedo. Yo
Combatí tanto ò mas que cualquiera de ustedes durante la guerra.
La recepcionista regreso y dijo: “Dice Milton que en este momento no puede
atenderlo, que le deje su teléfono que el va a comunicarse después”. El hombre ya
no pudo contenerse y casi grito: Entonces dígale a Milton que el y Salvador
Sánchez Ceren son unos cobardes y que coman mierda. Dígale que me de la
cara, y que me explique por que las FPL. Mataron a mi hermano Lucas,
combatiente de las Fuerzas Especiales Selectas de la guerrilla allá en San
Vicente”.
Semanas después, el hombre leyó en un periódico un editorial titulado; “Usted
debe responder señor Sánchez Ceren”, en el que el autor de estas líneas aludía a
varias de la ejecuciones sumarias realizadas por las FPL, en contra de sus propios
combatiente, en el frente para central.

Ethel Pocasangre Campos, (Crucita), y su hermana Isis Dagma, (Sonia), se


integraron a las FPL en los años sesenta Ethel era Psicóloga y trabajaba en ala UCA,
Isis era doctora en medicina, Tenia cabellos castaños y ojos claros, ambas fueron
enviadas a la zona guerrillera de San Vicente.
Los colegas alumnos y compañeros de militancia de Ethel la consideraban un
ángel por su delicada belleza, su dulzura y su entrega a la lucha revolucionaria. Isis,
por su parte, exponía su vida en las líneas de fuego para salvar la de los
combatientes heridos, Ethel fue acusada de traición por el mando den las FPL. En el
frente para central, El 22 de septiembre de 1986, en un punto ubicado en el cantón
San Bartolo, cerca del cerro Buena Vista, en la jurisdicción de san Vicente, propios
jefes guerrilleros la amarraron y la tumbaron semidesnuda sobre un lodazal.
Durante varias horas la torturaron, golpeándola con un garrote con un garrote
de guayabo, mientras exigían que confesara y entregara a sus presuntos cómplices.
Después fue ejecutada y enterrada en una fosa conjunto a otros quince combatientes
acecinados de la misma manera ese mismo día.
Isis se detecto quiste en las mamas estando en este mismo frente pero sus
jefes le dijeron que se trataba mas bien de un problema ideológico, y que en realidad
lo que tenía era miedo. Su salud comenzó a deteriorarse rápidamente, y solo
entonces la enviaron a cuba. El cáncer estaba ya demasiado avanzado y fue
desahuciada. Murió en 1991.
Antes la madre de ambas, dona Clelia campos de Pocasangre, tuvo noticias
del asesinato de Ethel, y en 1987, le envió una carta al máximo comandante de las
FPL. Salvador Sánchez Cerén, pidiéndoles una explicación y que entregara los
restos de su hija. Hasta la fecha, Salvador Sánchez Cerén no le ha respondido.
Isis tenia un hijo que en el momento de su muerte, había cumplido tres años.
Ese muchacho, que ahora estudia ingeniería no conoció a su padre Abrahán
Villalobos, (capitán Walter de las FPL), que murió en la guerra, ni tampoco a dos
hermanos de Abrahán, Carlos y ramón también guerrilleros que fueron ejecutados
por sus propios jefes de la misma manera que Ethel.
Ese muchacho me ha conto como su abuela ya octogenaria, doña Clelia, ha
sobrellevado en silencio dolor durante todos estos años, y que no quisiera morirse
sin saber al menos donde poner una cruz para su hija Ethel. ¿Sera mucho pedirle a
Salvador Sánchez Ceren, que ya si anteriormente no quiso dale explicación a esa
madre, al menos le de ahora el consuelo de indicarle el sitio donde poner su cruz.
Ese gesto humanitario es lo menos que se podría esperar de un candidato a la
vicepresidencia de la República ¿O lo que habrá que esperar es que diga que, por
escribir sobre este tema, yo también trabajo para la inteligencia enemiga y por tanto
como traidor a la revolución en la cual milite, merezco el mismo castigo infligido a
Ethel y a todos los infiltrados del frente para central?
La historia de la muerte de Ethel, y de muchos compañeros acecinados en las
mismas circunstancias, esta registrada en testimonios, grabados en audio y videos
de testigos protagonistas directos de aquellos acontecimientos.
Cuando esa historia sea publicada pronto en forma de libro, por Centroamérica 21,
esas grabaciones serán entregadas a Benjamín Cuellar, Director del Instituto de
Derechos humanos de UCA.
A Tilo se le nublaron los ojos y le temblaron las manos. Respiro hondo intento
dominar el ebullición de sus sentimientos y volvió a leer varias veces el editorial en
cuestión. Después. Tomo nota de la dirección electrónica que aparecía bajo mi
nombre, y sin pensarlo mucho camino hasta el ciber café
más cercano. Donde me escribió el siguiente correo:
Busco Justicia, Estimado Giovanni, te saludo deseándote que te encuentres
muy bien. Yo era obrero en la fabrica CORINCA, y en 1977, me organice en la FPL,
junto con mis cuatro hermanos, todos combatientes. Tres de ellos murieron con las
armas en las manos (Jorge, William y Samuel), pero te quiero de mi hermano menor,
que tenia el seudónimo de Luca, que fue entrenado en Vietnam y fue uno de los
fundadores de la Fuerzas Especiales Selectas, de la FPL.
Lucas se especializo como hombre rana, participo como buzo en la voladura
del puente de oro. Pero lo que te quiero decir es que a mi hermano Lucas, como
otros cientos de guerrilleros fueron acecinados por la dirección de las FPL, lo
mataron junto a otros compañero de seudónimo Liebre allá en el frente Paracentral.
De mi parte he tratado de buscar a Leonel ( Salvador Sánchez Creen), A
Milton (Medardo González), a la Rebecona (Lorena Peña), a Douglas
Santamaría(Eduardo Linares), para que todos estos me den una explicación ò por lo
menos que me diga en que lugar enterraron a mi hermano Lucas.
Mi madre y yo, necesitamos una explicación concreta de donde lo enterraron
para ver si podemos trasladar los restos si es que todavía existe, o ponerle una cruz
en el lugar que fue acecinado. Hoy es tiempo de que todos los que están implicados
en esos cobardes asesinatos le den la cara a todos los familiares de los compañeros
acecinados.
Mira Giovanni yo fue combatiente estuve en cuba especializándome, fui
instructor de la escuela militar que las FPL tenían en Managua, laguán Méndez, yo
no les tengo miedo y no boy a descansar ni un minuto hasta que mendigan porque
mataron a mi hermano Lucas y donde lo enterraron. Si podes ayudarme en la
averiguación te lo boyé a agradecer. Mi seudónimo siempre fue Tilo, mi nombre legal
es Mario Daniel Romero, y el de Lucas era José Amílcar Romero.

II
Berné Ayala y yo teníamos ya casi tres meses de ver iniciado una exhausta
investigación periodística sobre la matanza de guerrilleros, a manos de sus mismo
Jefes, en el Frente Para central de las FPL, Berné fue guerrillero en filas del partido
comunistas, yo fui militante del ejercito revolucionario del pueblo. Un año antes,
ambos nos aviamos embarcado a la aventura de editar un periódico digital,
Centroamerica21, cuyo corazón seria y es, una sección de crónicas titulada partes de
guerra.
Nos apasionaba la idea de relatar sistemáticamente todo lo vivido, visto, oído,
y sentido por nosotros mismo durante el conflicto, pero también, sobre todo,
investigar y ahondar en la experiencia de muchos de nuestros otros compañeros de
las diferentes organizaciones que constituyeron el FMLN. Así fuimos reportando
crónicas y reportajes especiales sobre una gran diversidad de hechos y
protagonistas de la guerra civil. Así fuimos relatando batallas heroicas y perfiles de
jefes y combatientes excepcionales por su humanismo y arrojo combativo. Pero
también relatamos pasajes sórdidos vergonzantes en ls que se expreso a plenitud el
lado oscura y la miseria humana que también tuvieron lugar en la guerrillas.
En el curso de estas investigaciones fuimos descubriendo nombres, lugares, y
hechos inéditos, y encontramos así mismo una gran cantidad de Mitificaciones
distorsiones ocultamiento y llanas mentiras en la narrativa de la historia “·Oficial” de
la guerrilla Salvadoreña. El primer y mas sobresaliente aspecto sentido la interesada
sobre valoración del papel jugado por varios comandantes, en sentido inverso al
ocultamiento ò indiferencia ante las gestas reales protagonizadas por combatientes,
rasos, cuyos nombres y hechos han quedado en el olvido.
Sobre todo eso fuimos hilvanando nuestras crónicas hasta que casi por
casualidad nos topamos con una pista inesperadas: entre 1986 y 1991, al interior
mismo de las FPL, sin duda la mas grande y poderosa de ls organizaciones del
FMLN, había tenido lugar un espantosa matanza de ser “Infiltrados del enemigo”.
Vagamente comenzamos a escuchar de cientos de ejecutados po lapidación,
degollamiento ò garrotazos. Lo espeluznante de esas primeras informaciones nos
puso en guardia de inmediato, pues sospechamos que se trataba, por lo menos, de
una exageración.
Sin embargo, decidimos investigar esos hechos. Providencialmente
encontramos algunos contactos que nos pusieron en relación con varios
combatientes y jefes de las FPL relacionados al frente paracentral. Finalmente
viajamos a la zona muchos veces, y ahí en el terreno, en los modestos ranchos
campesinos de los antiguos guerreros del paracentral. Hoy olvidados y despreciados
por la actual dirigencia del FMLN, escuchamos en palabras sencillas y directas los
testimonios mas desgarradores que hubiéramos podido imaginar.
A esos veteranos nadie les conto nada: ellos estuvieron en el lugar de los
hechos, ellos vieron las ejecuciones, ellos conocen los nombres de las victimas y de
los asesinos. Sus testimonios apuntan irremediablemente a Salvador Sánchez Ceren
como máximo responsable y autor intelectual de esas muertes. Es gente, que
comenzó y termino la guerra, muchos de ellos militantes de las FPL desde inicios y
mediados de los años setenta, habían guardado silencio durante todo este tiempo, y
el solo recuerdo de aquella espantosa matanza de sus compañeros les quiebra la
voz y les pone un brillo de dolor en sus ojos.
Poco tiempo después de la firma de los acuerdo de Paz, Salvador Sánchez
Cerén se atrevió a llegar a la Sabana, uno de los territorios del para central. Allí se
reunió lo que quedaba de las FPL en la zona. Cuando quiso tomar la palabra, un
campesino ya maduro lo interrumpió y con voz firme dijo:
_Antes que nada yo quiero pedirle una explicación, señor. Quiero que me diga
por que mataron ustedes a nuestros hijos combatientes.
Tilo, un guerrillero del paracentral que combatió casi toda la guerra en
Chalatenango, y que ahora dirige junto a otros veteranos una de las asociaciones
mas importantes de lisiados de guerra, estaba junto a ese campesino, y nos cuenta:
_Ese momento fue impactante para los que estábamos allí, porque ese
hombre dijo en verdad lo que todos nosotros teníamos en la mente. Yo el nombre de
ese compa no lo se, pero si me recuerdo que estaba bien encachimbado, y fue
terminando de decir eso meneó el corvo contra los ladrillos. Al oír el chirrin-chirrin del
corvo, la seguridad de Sánchez Cerén lo rodeo rápido y ahí nomas lo metieron al
carro y se fueron. Ni una sola palabra lo dejaron decir esa vez.
Allí también estuvo el capitán guerrillero Juan Patojo, quien nos confirmo esos
hechos:
-Si esa vez estuvo perra la cosa. Si no se llevan a Sánchez Cerén a saber
que hubiera pasado, porque la verdad es que toda esa gente estaba bien
adolorida, si la cosa no paso a mas fue porque el comandante Giovanni y yo
medio calmamos a la gente a como pudimos. Pero a otros que querían aplacar la
cólera de la gente con paja s yo les dije: No jodan, hombre, si este problema no va a
terminar nunca, si no son perros los que estos hijueputas mataron. Y andar.
Queriendo aplacar la rabia de esta gente con paja política es como quiere sanar un
cáncer con una curita.
III
Cuando recibí el correo electrónico de Tilo se me hizo un nudo en el corazón, porque
precisamente uno de los testimonios más dramáticos que habían recogido un compa
de labios del artillero Guayón, y del mísilero Edwin, era el del asesinato de Lucas,
esta es la versión de Guayón:
_Es que de repente empezaron a deshijar las unidades. Al pelotón de fuerzas
especiales le mataron la mitad. A un tal Lucas, que había sido jefe de seguridad del
mando del estado mayor allá en Chalatenango, conocido de todos los comandantes
de la FPL, mataron también.
_ ¿Usted vio como lo mataron?
_Es que yo llegue a donde lo tenían amarrado porque me mandaron a hacer
una diligencia. Y me ve Lucas y me dice: mira hermano como me tienen…le habían
quebrado las dos patas y a puros garrotazos. A mi me dieron ganas de llorar al ver
aquello.
Guayón suspira fermente y sigue contando:
Ya no tenia ni dinero el Lucas, todo lo habían desgraciado y les dice el: Si
creen que soy enemigo mejor mátenme ya
CAPITULO UNO
FERMÍN: “A GARROTAZO LOS FUERON A MATANDO”
José María Hernández “(Fermín), un campesino oriundo del cantón palo
grande de Zacatecoluca, había ingresado a las FPL en 1978, y pertenecía al equipo
de mando del destacamento numero tres del Batallón Guerrillero “Ernesto Morales”,
Basificado en tres calles, Usulután.
A eso de las diez de la mañana del 22 septiembre de 1986, en uno de los
campamentos insurgentes del cerro de la campana, en departamento de san Vicente
el y tres de sus hombres (Juancito, Foxi y Raúl), fueron repentinamente capturados,
desamados y amarrados por un grupo de sus propios compañeros dirigidos por
Carlos, uno de los lugartenientes del comandante Mayo Sabrían Jefe político-militar
del frente Para central de la FPL. “Todos ustedes están bajo investigación les dijo
Carlos” y los condujo a un lugar solitario arbolado y rocoso del cantos San Bartolo.
En el camino, Juanito le dijo a Fermín que quizá los iban a matar.
_¿Por qué tuvo ese presentimiento Juancito don Fermín?
_Porque ya estaban matando compañeros unos de los primeros fueron seis
raditas que bajaron del Volcán Chichontepec a por el mes de julio. Y ya luego se
comentaba en los campamentos que habían matado a fulano y a zutano y que
decían que eran infiltrados del enemigo nos contaron que de un pelotón miliciano,
unos treinta hombres, solo siete se habían salvado. De allí a los días fue que se
llevaron a un compa de la unidad de nosotros, Wilber pico fino y lo mataron también.
_¿Que paso entonces con ustedes?
_Pues que llegamos a ese lugar que les digo, y allí fue que vimos que el
capitán Elmer, otros del grupo de mando de Mayo tenia amarrada a una compañera
que se llamaba crucita. Estaba tirada en el suelo casi desnuda solo con un fustancito
y el brasier, que me recuerdo que era negro y la estaban interrogando y golpeando
con un gran garrote de guayabo, le decían que era infiltrada y que confesaran
quienes serán sus cómplices dentro del frente. Ella les decía que eso no era cierto,
que ella era revolucionaria, y les suplicaba que ya no la maltrataran, pero entonces le
pegaban mas duro.
¿Había mas gente en ese lugar?
_Los que estábamos amarrados en éramos ocho, pero es que iban llevando a
la gente por grupos.
Además de nosotros cuatro, estaban crucita, chabela, y dos muchachas que
eran hermana, hija de una tal marta, que era la mujer de un compañero que ya
después de la guerra fue alcalde del Pisana. A ellas ya las habían torturado.
_ ¿Y el problema con ustedes cual era?
_El Mismo que decían de los infiltrados. Entonces agarraron a Juancito, y le
dijeron que chabela, había confesado que también nosotros éramos del enemigo. Lo
amarraron a un árbol a Juancito y comenzaron a interrogarlo le pegaban en todo el
cuerpo con el garrote. Le pusieron una bolsa de plástico en la cabeza y se la
socaban con una pita por el pescuezo. El compa se ahogaba y ya cuando pataleaba
todo morado, por la falta de aire le aflojaban la pita.
Fermín se caya, toma aire y mira hacia otro lado para buscar mas en su
memoria, y porque su pudor de viejo guerrero no permite que esos recuerdos le
quiebre la vos y se le conviertan en lagrimas.
El no sabia entonces crucita se llamaba Ethel Pocasangre; que ella por 1979,
había sido miembro de la comisión de nacional de propaganda del BPR, la
organización de mesas de las FPL; Psicóloga y había sido docente en la UCA, y que
sus colegas, alumnos y compañeros de militancia la consideraban un ángel por
delicada belleza, su dulzura y su entrega a la lucha revolucionaria.
Su hermana la Doctora Isis Dagman (Conocida como Sonia Medico en la
Guerrilla), se detecto quistes en las mamas estando en ese mismo frente de guerra.
Comunico la situación a los comandante de la zona y estos le respondieron que eso
era mas bien ideológico, que lo que en realidad miedo. Cuando el deterioro de sus
salud era ya critico fue enviada a cuba para ser tratada clínicamente, pero ya la
Metástasis cancerosa estaba demasiada avanzada y fue desahuciada. Isis Dagma,
regreso a el Salvador y murió 1991.
Antes, la madre de ambas Doña Clelia Campos, supo vagamente cómo y en
que circunstancias había muerto Ethel, y decidió enviar una carta a Salvador
Sánchez Cerén (Comandante Leonel González, Jefe máximo de la FPL), pidiéndole
una explicación y que por lo menos, le entregara los resto de su hija. Eso fue en
1987. Doña Clelia no había no había recibido ninguna respuesta hasta la fecha, y
todavía ignora de lo restos de Ethel están enterrados, junto a los de sus otros
compañeros, en una fosa común del ubicada en un Punto del cantón San Bartolo,
cerca del cerro Buena Vista en la jurisdicción de San Vicente.
“Cuando termine la guerra este pueblo va necesitar miles de psicólogos por
tanto trauma que deja la violencia, ahí voy a tener otra tarea revolucionaria”, le dijo
una vez Ethel a una amiga, que fue su alumna y que ahora trabaja en el instituto de
Derechos humanos de la UCA. Ethel se había sumado a las FPL, junto a su
hermana, Isis Dagma. Ambas eran blancas de cabellos castaños y de ojo claros.
Fermín continúa de pronto:
_Cada ves que Juancito les decía que el no era enemigo y que no sabia nada
de eso, mas le pegaban. Después lo amarraron juntándole las manos y las canias
por detrás y lo colgaron en hacia de un palo de amate.
Lo siguieron garroteando, quebrándole los brazos y las canias, y el compa
clamaba a Dios y a su madre y cada golpe que le daban.
Unos dieciocho años tenia Juancito, de ahí era de la misma zona de nosotros
y era un buen combatiente.
Fermín vuelve a hundirse en el silencio un largo rato antes de recomenzar:
_Después agarraron a Foxi y lo empezaron a torturar le hicieron lo mismo que
a Juancito y el tampoco que era enemigo. Ahí mismo lo mataron.
Entonces llamaron a Raúl y el Capitán Elmer le dijo Ahí esta Foxi muerto,
míralo bien, si no quieres estar así nos vas a decir todo, si confiesas te vamos a dejar
ir del frente, así mismo con la Mayra. La Chávela dice que ella misma tedio un
dinero, le dijo. Pero eso de la Mayra era una gran mentira. La verdad es que ya la
había torturado y matado también. A mi nadie me dado dinero, le dijo el. Y ya le
pusieron la capucha.
_También lo mataron ahí.
_ No, como le dijeron que lo iban a dejar ir si confesaba, el dijo que si, que era
cierto que la chávela le había dado cuatrocientos colones. Pero eso era mentira,
porque chávela decía que trescientos le había dado. Entonces ya no lo golpearon y
solamente lo dejaron ahí, y ya la cosa fue con migo: Aja Fermín, me dijo el capitán
Elmer, me vas a entregar el correo que la chávela te dio. A mi no me a dado ningún
correo, le dije yo. Si acuérdese que se lo di, dijo la chávela. Elmer me dijo: deci la
verdad, Fermín no te queremos quebrar las patas. Ya me habían amarrado al árbol
yo. Sentía que me ahoga cuando me apretaban la pita. En una de esas que me
quitaron la bolsa de la cabeza le digo a chávela: ¿Cuándo fue que me diste ese
correo?, a principios de febrero dijo ella. Eso me salvo. Ahí estaba Carlos y le digo:
Carlos, usted es testigo que yo me he pasado todo el mes de febrero allá en el
volcán. Carlos se acordó que era cierto y entonces se fue contra la chávela: vos nos
estas mintiendo hijeputa, le dijo, y empezó a torturarla.
_ ¿Lo dejaron libre a usted?
_No, yo seguí amarrado pero ya no al árbol, solo de mis manos. Pero ya
estaba empezando a oscurecerse y comenzaron a amarrar en fila a los que avían
estado golpeando la crucita Juancito, Chávela, las dos que eran hermanas y asta al
mismo Raúl. A Foxi, ya lo habían matado.
_ ¿Para donde se los llevaron?
_ Es que cuando estaba torturando a la gente, estaba otro grupo retirado
coma a media cuadra que estaba abriendo la zanja de la sepultura. Para a ya se lo
llevaron y ahí a garrotazos los fueron matando.
_ ¿Qué paso entonces con usted?
_Pues estaba amarrado, y llega carlós y me dice vos no se, pero tu mujer si
trabaja para el enemigo. Todas estas viejas putas que salen y entra al frente son
informantes.
Yo no creo que ella sea eso, le dije yo. Pues en cuando venga otra vez al frente la
voy a mandar a traer, y vos mismo la vas amatar, yo le respondí que no iba hacer
semejante barbaridad y ya se fue, ahí en el lodazal me acosté a dormir sin plásticos
ni nada, amarrado a buena mañana llegaron con otros cuatro compañeros
amarrados.
_ ¿Combatientes también?
_Si. Ahí venían Saúl, que le decíamos murciélago y Nelson. De los otros dos
no me acuerdo los nombres. Ahí los fueron a golpear al mismo matadero. Ya bien
noche los regresaron bastante maltratados y los tiraron en el mismo lodazal donde yo
estaba. Al ratito llego la china, un compa del pelotón que nos estaba cuidando, y le
dijo a Saúl: ¿Decime si es cierto que también el Marcial esta involucrado con el
enemigo? Y entonces fue que Saúl dijo: No china, si yo dije ese montón de mierdas
porque yo no aguanto, mi han hecho mi cuerpo, mira como me han dejado, china, le
dijo y otra muchacha que también habían torturado dijo lo mismo, Vanesa se
llamaba ella y era mujer de un compañero al que también ejecutaron de esa misma
manera. A esos cuatro que les digo los mataron el día siguiente.
_ ¿usted seguía amarrado, don Fermín lo volvieron a golpear?
_No. El capitán Elmer llego y me dijo: Disculpa por lo que se te ha hecho, pero
entendé aquí la cosa esta jodida con el enemigo. Vos ándate para el puesto de
mando y ahí espera a que nos reorganicemos. Pero el problema es que me salió con
lo mismo que Carlos me había dicho de mi mujer. Ose que si la iban a matar.
_ ¿Mataron a otros por eso días?
_Si, solo en esos que yo estuve en el puesto de mando mataron a otra señora
que era de área de servicios, Maribel se llamaba ella. Es que a diario mandaban.
Uno de esos días me dijo Elmer que a León, que era el jefe Político de mi
destacamento, ya lo habían matado allá en la zona de la Ángela Montano, en el lado
de Usulután, A chamba y a Rogelio, que eran jefes de destacamento del batallón
“Andrés Torres”, también los mataron. La muerte de chamba fue triste: lo quebraron
todo de los brazos y las piernas, y así lo dejaron amarrado hasta se agusanó el
compa. No tuvieron la piedad de matarlo ellos lo dejaron sufriendo hasta que se
murió solito
_ ¿Esa vez que estuvo usted ahí amarraron a cuanto mataron?
_Los de esa noche y los del día siguiente fueron como quince, pero solo en
ese lugar, porque por otros lados estaban matando otro montón de gente.
_ ¿Y que hizo usted ante todo eso, don Fermín?
_ Es que no era correcto lo que estaban haciendo. Toda esa gente que
mataban no eran enemigos, eran compañeros revolucionarios. Entonces fue que
decidí irme e la guerrilla. Cabal la noche del 9 de octubre hice la lista de todos los
gastos y del dinero que todavía tenia, que eran 1,645 colones, bien me acuerdo. Ahí
en la hamaca deje el papel con las cuentas y el dinero, deje el fusil y todo mi equipo,
solo una lamparita que era mía me lleve. Me fui monteando toda la noche y hasta ya
en la madrugada Salí a la carretera Panamericana. Ese día, 10 de octubre, hubo un
temblor bien fuerte, quizá por eso es que los retenes del ejercito que estaban en la
carretera pararon la camioneta en la que me monte, y así logre llegar hasta mi casa.
En esos momentos don Fermín no sabia que la matanza apenas había
comenzado, que duraría casi cinco años mas, que seria avalada por la la jefatura de
las FPL, y que cobraría mas de mil victimas, como lo establecen los testimonios de
otros testigos y protagonistas directos de esos hechos.
Chabela fue obligada a declarar en contra de sus propios compañeros a
fuerza de torturas. Ella, al igual que muchos otros se vuelve una victima que termina
asesinada.
Su seudónimo era Aidé y su nombre Santos Isabel Pineda. Era originaria de
Santa Gertrudis, San Vicente. Para los días de su muerte, ella y su madre, Vivian en
el cantón Cutumango, al norte de Tecoluca, donde cumplía una misión junto a su
madre: su casa era un lugar para ocultar personas y pertrechos de guerra, un lugar
que jamás cayo en manos del ejercito, a pesar de haber acusado a ella de trabajar
como infiltrada.
Tres hijos de Fermín fueron guerrilleros: Yesenia, fundadora de las Unidades
de Vanguardia; José Navidad (Wilson), cayo en combate en diciembre de 1981, y
Alirio Navidad (Omar), ametralladorista. Este último también fue ejecutado por el
mando de las FPL, en Chalatenango en 1988, bajo la acusación de ser infiltrado.
CHAYITO: ERAN VEINTISIETE, LOS TIRARON BOCA
ABAJO Y AHÍ LOS MATARON.

Chayito es para muchos una de las madres del frente para central. A principios
de los años setenta vivía en el cantón la esperanza, jurisdicción de Tecoluca. Viuda a
temprana edad y con cinco hijos, tuvo dedicarse al jornal en la siembra de caña de
azúcar.
En aquella época sembraban caña por un colon con setenta y cinco centavos
diarios, para las mujeres, el horario de trabajo se extendía hasta las hora de la tarde,
pues además les destinadas tareas como el desmonte de los cercos o la limpia de
los sembradíos. Los hombres, en cambio, solo trabajaban hasta las doce del día y
ganaban dos colones con cincuenta centavos.
Un día, mientras ella trabajaba en su jornal, el administrador de la hacienda la
sorprendió por la espalda, realizando tocamientos impúdicos. Chayito se volteo y con
toda su furia, lo golpeo en el pecho con una de las cañas que llevaba consigo, y le
reclamo por el abuso. El hombre se marcho con la cola entre las patas. Ahí comenzó
a nacer la leyenda de una mujer humilde que se convirtió en líder de las incontables
jornadas de lucha.
Esa misma noche, pensando en el acontecimiento en cuestión, Chayito,
termino por convencerse de que no era justo que las mujeres trabajaran más que los
hombres, que ganaran menos y que además fuesen abusadas a la menor
oportunidad. Al día siguiente comunico esa idea a sus compañeras de trabajo, y las
convenció de insubordinarse juntas.
Subieron a los tractores y no dejaron que los hombres trabajaran, además se
resistieron a sembrar la caña y demandaron igualdad de trato frente a los hombres,
idéntico salario por la misma jornada de trabajo. Después de arduas discusiones con
los representantes de los patronos, el dueño de la hacienda preocupado por el
peligro que la caña
en todos los frentes, pero no puede ser tanta gente. Porque los muertos fueron
bastantes, esos que les he dicho son solo los de mi raza.
Las ejecuciones sumarias en Nicaragua constituyen uno de los puntos mas
oscuros de esta historia, sobre todo para la colaboración de organismos de
seguridad cubanos y sandinistas. Allá también fueron asesinados Santos Elías
Clímaco Majano (Claudio), y Víctor Manuel Osorio (David Papita), originario de La
Cayetana. El Diablo y Mauricio el Coludo, de quiénes no tenemos sus nombres
legales. Ramiro Murillo, que fue un destacado jefe político del paracentral, logro
escapar de Nicaragua prácticamente en el momento en que iban a proceder a su
ejecución; ahora vive en el exilio.
¿Entonces, Juan, usted si admite que hubo infiltrado?
Eso esta claro, en toda guerra hay infiltrados. Pero estos se fueron al
extremo y mataron a todo mundo.
Juan Patojo recuerda entonces que las historias de grupos de muchachos que
llegaban de los refugios de Colomoncagua y San Antonio, ubicados en Honduras, y
que también fueron ejecutados, comenzaron a inundar los campamentos:
Decían que los mataban por una media indisciplina.
La cosa era de repente a esas gentes ya no las airábamos, desaparecían.
En esos grupos llegaban muchos adolescentes, muchachos
acostumbrados a un modo de vida mas liberal, su comportamiento no solo estaba
relacionado son sus edades sino también con esas ciudadelas repletas de
promiscuidad en que suelen convertirse los campamentos de refugiados.
En los que digo, una persona que tiene quince años reacciona de
cualquier manera, son informales por cosas de edad que tienen, pero los que los
mataron no mataban en cuenta eso__, dice Juan con verdadero pesar y agrega:

__Una vez yo vine de oriente voy viendo a un cipote que estaba


amarrado de un palo grueso. Y le pregunto a un tal Rutiló porque tenían amarrado al
cipote. Es que anduvo tocando a las compas, me dujo. Bueno, cabrón, le digo yo, y
vos que nunca fuiste cipote: Soltalo, le dije yo. Si era un niñito, así como hijo, que a
esa edad comienza a soltar la curiosidad.
__ ¿Por que esos métodos tan crueles, de garrotazos y otras torturas,
Juan?.
__Supuestamente para sacarles la verdad. Pero eran métodos como
los de los escuadrones de la muerte. Hay una compañera que se llamaba Galia, que
fue secretaria de Cayetano Carpio. Ella les decía: mátenme perros, de todos modos
así como me tienen, péguenme un tiro mejor. Bien garroteada estaba ya… Y yo le
voy a decir algo, en la guerra pasan cosas, así es, uno se puede equivocar con uno o
dos, pero con cientos eso ya no.
__ ¿pero por que tanta crueldad?
__ ¿Es que no se, yo tampoco lo se, estoy en lo mismo que ustedes,
no lo se. Lo que les puedo decir es que los de arriba consintieron todo eso y muchos
jefes tontos aplicaban las órdenes. A mi prima, la mama de Agustín la Liebre le
mataron todos los hijos, solo uno le mato el ejercito. Esa llaga no se cura, las viejitas
ahí están que no tienen quien les lleve un vaso con agua y los hijos sin padre, porque
se los mataron. Y el responsable de todas esas muertes es Salvador Sánchez
Cerén porque era la cabeza de las FPL. Ya lo he dicho y si me muero por eso no
me importa porque estoy diciendo la verdad. No tengo miedo, es que estoy definido
porque he visto las cosas como son.
__ ¿Porque responsabiliza usted, a Sánchez Ceren?
__ Esque aquí venia la comisión Política, se reunían con Mayo, ¿y que
no pararon eso? Bueno como yo le digo, a mi sobrino, José Campos Esquivel, que
ya le faltaba un brazo, lo mataron allá en Nicaragua, ¿y como yo voy a aceptar que
Mayo fue, así allá no estaba mayo? Eran montones de gente que mataron allá en
Nicaragua. Cuando los de la Comisión Política vienen y matan a Mayo, ahí es que se
lavan las manos.
__ ¿Quien era Mario Sibrián entonces?
__ Era uno de los hombres mas fieles de la organización. Cuando yo vi.
que las cosas estaban color de hormiga le dije ¿ y por que no te vas mejor? Y no se
fue… ese hombre al que le dicen David Gaviria, era peor que Mayo, igual que el cuto
Nelson, Raúl Barbon, esos cuando alguien se les paraba mal lo mataban. Yo he
tenido el mal que no he tenido el miedo de morirme, y una vez íbamos a una
operación, ese Raúl Barbon iba allí y yo le digo: es que vos te vas cagando las patas,
hombre, hasele guevo para que seas ejemplo de tu gente.
__ Juan, usted, tuvo familiares muertos y su esposa también, cuando
conversan sobre estas cosa ¿que fue lo que paso ahí?
__ Es que para nosotros esta claro, fue la comisión Política de las FPL.
como les digo. Yo por eso, discúlpenme si los molesto con esto. Pero cuando oigo
hablar a Sánchez Ceren yo me siento bien.
__ ¿que piensa usted?
__ Que no amerita estar ahí por tantas cosas que pasaron, El es el de todos
los problemas esos.
__ De toda la gente con la que hemos hablado, usted es el único que muestra
respeto por Mayo Sibrián.
__ La culpa no fue solo de Mayo, lo que paso es que aquí la gente la ideó
logizaron demasiado los encargados de sub. Zonas. Ellos mismos elaboraban las
listas de los sospechosos, a sea que daban la información y ya mandaban la
propuesta concreta de matarlos. A Mayo lo que tocaba era firmar porque ya venia
todo concluido, y el no podía decir que no, Los argumentos que le daban eran
grandes y a el no le quedaba nomás que decir que si. Así es que funcionaron aquí
esas barbaridades. Yo miraba esos argumentos y sentía que aquello era injusto. Así
fue que aquí se hicieron cosas sin nombre. Uno se siente mal por eso que paso, y de
alguna manera uno se siente involucrado también.
Juan mismo tuvo que sortear una experiencia muy dura:
__ Una vez fueron a traer a una señora de unos treinta años de por aquí del
cantón el cordoncillo, allí por los cerros pegado a Berlín. Toda mojadita llego la pobre.
Si estamos luchando contra lo injusto, lo que están haciendo estos babosos no es
justo, dije yo entre mi. Y la miro a la mujer que hasta venia echando leche de las
chiches porque estaba recién parida. Yo me sentí mal de ver aquello, y le pregunte
de que la acusaban. Yo no he hecho nada, me dijo ella toda asustada. Yo en ese
tiempo era jefe de un destacamento de tres pelotones. Váyase, le dije yo a la señora,
y la mande a su casa… Pues por eso me quitaron el fusil y me trataron de lo peor.
Eso fue en el puesto de mando de Mayo Sibrián. A Juan, ya desarmado lo
sentaron en una piedra y lo rodearon.
__ Descompuesto, prepotente sobrevalorado, te gusta hacer las cosas a tu
antojo, me dijeron. Saben que, les respondí, yo aquí me he metido por lo injusto del
gobierno, pero si me equivoque aquí esta mi vida. A mi no me golpearon, pero ya
después de eso quede con algo de miedo. Y ahí estaba mayo entre ellos esa vez.
Entonces fue que yo dije, Estos andan equivocados. Pero, ya les digo, no era tanto
Mayo si no que la mayoría de los mandos. A Mayo no es que lo descomponen, es
que según el estaba haciendo lo correcto, y por eso el le mandaba a Sánchez
Cerén toda la información de lo que estaba haciendo. Todos los días mandaba
los mensajes, y cada trimestre mandaba un paquetón de informes. No era nada
oculto lo que se hacia aquí, no. Era toda la Comisión Política de las FPL influenciada
por el FMLN.
__ La gente a quienes hemos entrevistado aquí en la zona hablan de más mil
ejecutados por las FPL, ¿que piensa usted de esa cantidad?
__ Solo de los que yo conocí me sale una cuenta de no menos de trescientas
gentes. Si van a hablar con Loncho Moreno, a el le mataron a su hija, que se llamaba
Brenda, que era sobrina de David Gavidia; también le mataron al marido de la otra
hija, Idalia, el se llamaba Remberto. Al otro lado del rio viven los hermanos de
Anacleto, la familia Flores. También mataron a Atilio, que era jefe de pelotón,
hermano de Anacleto. Yo viví una experiencia: cuando termino la guerra, que me
treja a la gente de la costa, pero cuando llegaba a sus casas la gente no me decía
pase adelante. Una vez, la hermana de Anacleto dijo: Péguenle una patada a esos
perros, y ella estaba consiente que yo había estado en oriente y que no tenia que ver
con la mataron, pero era normal su resentimiento por los familiares ¨ajusticiados¨.
__ ¿Conoció usted a Gilberto Villalobos, que le decían Ramón?
__ Si a el lo fusilaron, y también a su mujer, Verónica, que era de la Noria,
aquí por tierra Blanca. Ramón era un gran hombre y lo mataron. Ella dejo niñas
huérfanas, que eran hijas de Adeliz, que también lo fusilaron. Ramón era un hombre
moreno y alto, no se parecía a su hermano, que es el comandante Giovanni. Para
esa época tenia más de cuarenta años. Cuando David Gavidia hizo que se pasaba al
ERP fue por cargos de conciencia, porque el no puede ni ver a su familia, porque el
mato a sus mismos sobrinos, y los hijos de ellos le han dicho que si llega a sus
casas lo van a matar. Ellos eran combatientes del Zamorano, allá por Jiquilisco.
__ ¿Conoció a Andrés, un comandante que deserto en San Vicente?
__ Si, pero no conviví en la zona de el. Pero le digo una cosa, si ami me
hubiera llegado el soplo de que me iban a matar mis propios compañeros, también
me hubiera desertado como el.
__ ¿Conoció a Lucas. Un muchacho de Fuerzas Especiales, entrenado en
Vietnam, que fue uno de los comandos que volaron el puente de Oro?
__ Si lo conocí, era un cipotón grandote, bien galán era el muchacho. De
primero era de una unidad logística y nosotros coordinábamos con el jefe de el.
Después vino a Montecristo ya con el comando de hombre rana, que se metían a
sacar la experiencia al mar. Cuatro a cinco horas nadaban de entrenamiento. Como a
mi siempre me toco al sur, a la orilla del mar, me mandaron allá por Jucuarán, al
golfo, y allá lo volví a ver, pero para ese entonces ele Lucas ya había perdido un ojo
en una batalla. Depuse de eso ya no supe de el.
__ No, eso no lo sabía… Que desgracia, por la gran puta.

CAPITULO DOS
EL PRESTIGIO DE LOS FUNDADORES
El primero de abril de 1970, no mas de doce hombre se reunieron en secreto,
en algún lugar de San Salvador, para fundar la que con el correr de los años llegaría
a se la guerrilla salvadoreña mas grande y poderosa, pero también la mas dogmática
y sectaria: las Fuerzas Populares de Liberación FPL.
Por esa misma fecha, un grupo de jóvenes universitarios, formados en su
mayoría en la corriente social cristiana, ya se había lanzado a la lucha armada
clandestina, formando el núcleo inicial de lo que se convertiría en el Ejercito
Revolucionario del Pueblo, ERP.
Los fundadores de las FPL provenían de otra tradición ideológica. El 30 de
marzo, apenas un día antes de su conclave clandestino, habían renunciado a su
militancia en el partido Comunista, del cual uno de ellos, Salvador Cayetano Carpio,
había sido Secretario General en los últimos seis años.
Carpio, un panadero de cincuenta años de edad por entonces, se había
enrolado en las luchas sindicales desde 1943, y por ello había sido perseguido y
encadenado en varias ocasiones. A finales de los años cuarenta se integro al Partido
Comunista; en 1953 cayo preso de nuevo y torturado por la policía. Cuando salió de
la cárcel, después de veintiún días de mantenerse en huelga de hambre, sus
camaradas lo enviaron a Moscú para realizar estudios de marxismo-feminismo en la
Escuela Superior de Cuadros del Partido Comunista de la Unión Soviética.
Después de cuatro años concluyó su preparación, y luego de una estancia de
meses en la china maoísta regreso a El Salvador, en 1957. Siete años depuse, en
1964, fue elegido Secretario General del Partido Comunista. Carpio no solo era un
obrero el mismo si no que también era profundamente obrerista. Todo su
pensamiento y su actividad tenían por base afirmación marxista de que la clase
obrera es la fuerza motriz de la revolución y es, además; depositaria natural de los
más altos valores humanos.
Su radicalismo ideológico, en es punto, generaba un permanente conflicto con
los dirigentes comunistas provenientes de la clase media y aun de estratos
económicos altos, intelectuales en su mayoría.

Al asumir la dirección del Partido Comunista, Carpio se concentró


en el trabajo de organización obrera, inyectando en los sindicatos un
elevado nivel de combatividad que culminó, hacia finales de los años
sesenta, con intensas jornadas de protestas y huelgas. El panadero
estuvo personalmente al frente de esas luchas, mostrando una
tenacidad extraordinaria y un temple combativo expresado en su
capacidad de resistencia ante la persecución, la cárcel y la tortura. Su
gesta comenzaba a ser legendaria en los círculos de la izquierda
salvadoreña.
El plan de Carpio consistía en desatar la violencia insurreccional
de las masas. Pero esa voluntad, al menos según su propia percepción,
se enfrentaba a la oposición de un bloque de derecha enquistado en la
dirigencia comunista, y cuyo dirigente más representativo era Schafik
Hándal. Ese bloque se inclinaba hacia las formas legales de la lucha
política, principalmente hacia la construcción de alianzas electorales
con sectores que Carpio consideraba pequeñoburgueses.

Desatada la pugna ideológica entre esas dos corrientes, las


posiciones de Carpio fueron finalmente derrotadas en Los órganos de
dirección partidaria. Aislados, Carpio y sus seguidores más cercanos
optaron por la renuncia y por el compromiso de fundar una nueva
organización cu yo principal esfuerzo, en esa fase inicial, se centraría en
el aspecto militar.

Carpio y sus compañeros se clandestinizaron y a los pocos días


comenzaron a ejecutar sus primeras acciones, que básicamente
consistieron en asaltar a policías y vigilantes nocturnos para quitarles
las pistolas. En Los medios obreros, donde eran muy conocidos,
comenzaron a preguntar por ellos, y pronto comenzó a rumorearse de
que estaban formando una guerrilla. Al parecer no eran pocos los que
querían sumarse a ese nuevo esfuerzo, pero ello implicaba una grave
amenaza de desprendimientos dentro del Partido Comunista.

Para conjurar ese riesgo, la dirigencia comunista comenzó a


propalar un rumor, según el cual quienes habían abandonado el partido
eran provocadores al servicio del enemigo, y concretamente eran
instrumentos de la Agencia Central de Inteligencia de Los Estados
Unidos, según lo denunciaría después en varios escritos el propio
Carpio.
Esa acusación, o más bien la tendencia a considerar como traición
todo desacuerdo político, habría de marcar el aspecto más negativo de
la izquierda salvadoreña en su conjunto, y sería la base directa de al
menos tres de los hechos más dramáticos que marcan su historia: el
asesinato de Roque Dalton en 1975, por parte del ERP; el asesinato de
la comandante Ana María (segunda al mando de las FPL), ejecutada en
1983 mediante más de ochenta puñaladas por órdenes del mismo
Carpio, según la posición oficial de esa misma organización; y la
sanguinaria purga masiva realizada en el frente paracentral entre 1986
y 1989 por las FPL.

En una entrevista concedida al Servicio Informativo Ecuménico


Popular, SIEP, en julio de 2008, José Domingo Santacruz, un antiguo
militante que actualmente es miembro del tribunal de ética del FMLN,
relata un detalle sumamente interesante relativo a la ruptura de Carpio
con el Partido Comunista.

Santacruz había realizado un viaje a la ex Unión Soviética en esa


época. A su regreso a San Salvador se entrevistó en una reunión
privada con Carpio, quién le explicó las razones por las que renunciaría
al partido, y lo invitó a que lo acompañara a fundar otra organización.
Santacruz no aceptó, y dice:

—EL 30 de marzo (de 1970) Carpio presenta su renuncia, y es


aceptada. Entonces él devolvió bienes, entregó documentos y se le
facilitaron fondos, por algún tiempo se le facilitó vehiculo y chofer, que
era Mayo Cibrián, que era el chofer de Carpio.

No es difícil deducir entonces que, muy probablemente, Mayo


Cibrián fue uno de los fundadores de las FPL; es decir, miembro del
primer y casi mítico Comando Central, el máximo organismo de
dirección de esa naciente organización.

Contra las “desviaciones pequeñoburguesas” del ERP y otros


grupos insurgentes, las FPL se autodefinía como garante exclusiva de
los genuinos intereses proletarios, y por lo mismo como la vanguardia
indiscutible del movimiento revolucionario salvadoreño. Su estrategia
político-militar, definida como Guerra Popular Prolongada, GPP, partía
de una certeza: luego de que el movimiento revolucionario derrotara al
enemigo local (La oligarquía terrateniente y el ejército), tendría que
enfrentar inevitablemente una invasión del imperialismo
norteamericano.

Por ello era preciso preparar al pueblo para una larga y sangrienta
guerra (“una revolución antioligárquica, anticapitalista y
antiimperialista”), mediante la combinación de todas las formas y los
medios de lucha, con un principio orientador físico: avanzar siempre
bajo la guía del marxismo leninismo que, se decía en sus documentos,
por ser un pensamiento científico era impugnable.

Había también otro principio básico: el odio incesante, implacable y


consciente al enemigo. Ese odio se expresaba con toda claridad en las
dos consignas históricas de las FPL:
“Porque el color de la sangre jamás se olvida, los masacrados serán
vengados”, “No negociaremos jamás sobre la sangre de nuestros
muertos”.

En sus primeros tres años de existencia, las FPL en su conjunto


eran una extensión refleja de las virtudes y de los defectos personales
de su fundador y máximo dirigente, Ca yetano Carpio. Sus combatientes
eran tenaces, severos, abnegados hasta el sacrificio extremo,
dogmático y sectario. Todos, independientemente de su origen de clase,
habían pasado por un duro proceso de proletarización en su
pensamiento y en su estilo de vida.

Dirigentes y militantes vivían con suma austeridad en los mesones


más baratos de los barrios pobres, como si de aquellos primeros
cristianos de las catacumbas se tratara, y como aquellos mismos
practicaban un estricto ritual disciplinario que, en lugar de Dios, tenía
por centro el ideal proletario, cuya viva encamación era Ca yetano
Carpio.

En 1973, un comando de las FPL, en el que participaban


directamente los fundadores y el mismo Carpio, realizó una arriesgada
operación que consistió en el asalto, toma y destrucción del Consejo
Central de Elecciones. En el refuego, uno de los guerrilleros del equipo
de choque ca yó herido ya en el interior del edificio, que para ese
momento era devorado por las llamas. Sus compañeros lo cre yeron
muerto y se retiraron del lugar. El hombre, sin embargo, se arrastró
entre el fuego y pudo salir de la zona, aunque quedó lisiado en una silla
de ruedas durante un buen tiempo. Ese combatiente era Ma yo Sibrián, y
ese episodio pasó a formar parte de la “gesta gloriosa” de las FPL. -

Con todo, eL marxismo que Carpio había estudiado en Moscú, en


los años cincuenta, era una doctrina simplificada y bastante superficial,
condensada en aquellos tristemente célebres manuales hechos a la
medida de la pequeña estatura intelectual de José Stalin. Por otra
parte, la pureza ideológica propugnada por Carpio había hecho posible
la mística combativa de los primeros dirigentes de las FPL, pero
dogmatizaba y sectarizaba a la organización.
En ese contexto, los militantes de las FPL veían en Carpio y los
demás fundadores a los impolutos modelos y guardianes de la moral
proletaria, dispuestos a combatir en todo momento y hasta la muerte,
con odio implacable, no solo al enemigo de clase sino también las
desviaciones pequeñoburguesas que pudieran germinar dentro de la
misma organización.
No fue casual entonces que, en 1983, según la versión oficial de las
FPL, Carpio considerara una infiltrada a su segunda al mando,
comandante Ana María, y le ordenara al jefe de segundad interna de las
FPL, comandante Marcelo, que la ejecutara. La orden fue cumplida en
Managua mediante más de ochenta puñaladas... ¿de qué otra manera
merece morir un traidor?, habrán pensado los ejecutores.

CAIDA EN UN CONTACTO CLANDESTINO


La primera estancia de Ma yo Sibrián en el frente paracentral duró
hasta principios de 1984, cuando le fue asignada otra misión en la
ciudad capital.

Unos meses después, a las diez de la mañana del día 16 julio


1984, Ma yo Sibrián caminaba por las cercanías del cine Jardín, en el
municipio de Mejicanos, al norte de San Salvador. En dirección
contraria, en la misma acera y a unos veinte metros, se aproximaba
Arnoldo Bernal. Los dos hombres se vieron a la distancia y detuvieron la
marcha simulando no conocerse. Ambos echaron una ojeada
escrutadora al entorno. Se trataba del chequeo y contra chequeo típico
de un contacto clandestino.

EL rápido apreciado de la situación les indicó que no había


problemas. El encuentro tenía por objetivo un cruce de informaciones
sobre una operación, de considerable importancia, que ya estaba en
curso en su fase preliminar: Las FPL se tomarían de manera simultánea
dieciséis emisoras radiales para difundir un comunicado rebelde. Una
unidad guerrillera bajaría del volcán de San Salvador, al día siguiente,
para apo yar esa acción. Concluida la misma, Mayo Sibrián partiría con
dicha unidad rumbo a Chalatenango, pues su situación de seguridad en
la capital se había complicado en las últimas semanas.

Los dos hombres decidieron realizar el contacto y continuaron


caminando. Ninguno de ellos estaba armado. Repentinamente, cuando
ya estaban a menos de cinco metros de distancia, un auto grande se
detuvo junto a Ma yo Sibrián, y cuatro hombres fornidos descendieron y
se le fueron encima a golpes.

Arnoldo Bernal se paró en seco, y supo de inmediato que él no


estaba en el radar de los agresores. El cuadro era claro: alguien había
delatado el contacto clandestino, o al menos el movimiento de Mayo
Sibrián en esa zona y a esa hora precisa. Poco después hubo
sospechas de un infiltrado en Chalatenango.

Arnoldo Bernal vio que su compañero comenzó a batirse a


puñetazos y patadas como una fiera. Entonces, sin mucho pensarlo,
corrió y se sumó a la pelea, pero otros cuatro hombres le ca yeron
repentinamente por detrás. Las fuerzas eran abrumadoramente
desiguales y los dos guerrilleros fueron reducidos en pocos momentos.
Luego los subieron en dos autos y se los llevaron esposados,
encapuchados.

Arnoldo Bemal fue conducido de inmediato al cuartel general de la


Policía Nacional, donde comenzaron a interrogarlo y torturarlo. A Ma yo
Sibrián lo llevaron al mismo lugar pero muchas horas después, ya en la
noche. “ Ya iba bastante maltratado, lo habían estado torturando
brutalmente”, recuerda Arnoldo Bernal. Ese tratamiento se prolongó
durante más de dos meses, en los que tanto Ma yo Sibrián como Arnoldo
Bernal estuvieron en calidad de “desaparecidos” en las celdas de la
Policía Nacional.

Poco antes de la caída de los dos guerrilleros, el ERP había


herido y capturado a un capitán del ejército nacional, Napoleón Medina
Garay, en un combate en Nuevo Edén de San Juan, al norte del
departamento de San Miguel. Ese capitán estaba acusado de haber
perpetrado una masacre de civiles en 1981, en el cantón el Junquillo del
departamento de Morazán. A pesar de ello, el ERP decidió canjear al
militar y a otros oficiales igualmente capturados por la guerrilla, a
cambio de la libertad de cuatro dirigentes rebeldes y de un
salvoconducto para la salida, con la intermediación de la Cruz Roja
Internacional, de un contingente de combatientes que se encontraban
gravemente heridos en diferentes frentes de guerra.

El canje se concretó el 27 de septiembre de 1984, fecha en que


los guerrilleros liberados y los heridos abordaron un avión que, luego de
algunas escalas, llegó a Suecia. Ma yo Sibrián estuvo muy poco tiempo
en ese país, pues partió a Cuba a seguir un tratamiento clínico
especial.

En la Habana, y después en Managua, Mayo Sibrián contó a


muchos de sus compañeros la crueldad con la que había sido torturado,
pero no solo eso. También expresaba su estupor ante la cantidad de
información que tenía la policía sobre las estructuras clandestinas de la
guerrilla: nombres, casas, rutas, redes, planes, en fin, información que
sus interrogadores habían manejado ante él en fallidos intentos por
sonsacarle lo que sabía, aseguraba. Y, claro, todo eso se corroboraba
con el hecho de que él mismo hubiese sido delatado. La infiltración
enemiga, por tanto, era un hecho y era muy grande. De eso no le cabía
ninguna duda.

Por ese tiempo, y mientras estuvo en el exterior del país en


recuperación, principalmente entre la Habana y Managua, Ma yo Sibrián
se aficionó a la lectura de libros y manuales relacionados con las
técnicas de inteligencia y contrainteligencia. Algunos de los que
conversaron con él en ese periodo recuerdan que, entre esos materiales
de consulta, dos lo habían impresionado particularmente y los releía,
citaba y recomendaba con frecuencia: El Documento Filipino, que era
básicamente un recuento de cómo la CIA habría desarticulado la
guerrilla Filipina a partir de un sofisticado proceso de infiltración de sus
estructuras clandestinas. La otra fuente de consulta era, extrañamente,
una novela de espionaje.

Se trataba del best seller titulado “La Clave está en Rebeca”, de


Ken Follet, una historia sobre las peripecias de las redes de espionaje
durante la Segunda Guerra Mundial. La particularidad argumental de
ese libro consiste en que los protagonistas, poco a poco, van
transformando sus misiones oficiales en obsesiones personales, y
terminan desplegando sus actividades, entre las consabidas aventuras
de amor y crimen, prácticamente en ese único plano.

UNA VASTA OPERACIÓN DE CONTRAINTELIGENCIA

En la historia de las luchas revolucionarias, no es infrecuente que


quienes son capturados y torturados terminen colaborando con sus
enemigos, en el sentido de suministrarles la información que poseen.
Pero también hay casos de quienes han logrado soportar el martirio,
hasta la muerte, sin doblegarse. En teoría, un cuadro consolidado, un
jefe, está más capacitado y dispuesto para la resistencia que un
militante raso. Sin embargo, la realidad registra casos de combatientes
que han resistido y de jefes que han traicionado.

En El Salvador, a lo Largo del conflicto, se dieron ambas


circunstancias. Al menos tres comandantes guerrilleros, de nivel de
Dirección Nacional, terminaron siendo colaboradores del ejército, según
lo afirmaron en su momento sus respectivas organizaciones: Moisés
Areola, de la Resistencia Nacional; Arquímedes Cañada, del ERP, y
Miguel Castellanos, de las FPL.

Ha y que decir también que otros comandantes guerrilleros con


igual o superior jerarquía soportaron la tortura sin doblegarse: Salvador
Ca yetano Carpio, Lil Milagro Ramírez, Ana Guadalupe Martínez,
Jeanette Samour, Américo Araujo, Facundo Guardado y Claudio Armijo entre
otros. En todo caso, al salir de prisión, sea por un escape o por un canje, el militante
tiene que someterse a un control o filtro especial por parte de los encargados de
contrainteligencia de su organización.
Con toda probabilidad este fue el caso de Mayo Sibrián, que ya en la Habana
debió rendir informes y ser evaluado. Los hechos indican que pudo persuadir a sus
compañeros de haber mantenido una actitud integra durante su cautiverio, puesto
que solo fue reintegrado a la militancia sino que, además, fue promovido a
responsabilidades superiores a las que hasta ese momento había ejercido
concretamente la jefatura general de todo un frente de guerra.
Esto permite suponer que la jefatura máxima de las FPL no solo vio en Mayo
Sibrián un dirigente integro (lo que el lenguaje tradicional de esa organización se
conocía como un cuadro consolidado, por haber superado todas las pruebas posibles
en la trayectoria de lucha) sino que también valido las conclusiones que el habría
sacado respecto a la magnitud de la infiltración enemiga en las estructuras
clandestinas de la guerrilla. Habría entonces que actuar en consecuencia, es decir:
detectar y castigar ejemplarmente a los espías y colaboradores que el enemigo
hubiera introducido en la organización.
Pero hay algo todavía más complejo en estos casos.
Una vez producida la captura, la que muchas veces es seguida de una desaparición
que implica no reportar la misma a ninguna autoridad administrativa o judicial, como
suele ser natural en un estado de guerra, comienza las desconfianzas de quienes
son compañeros de armas del apresado.
Una vez comprobada la captura se produce un despliegue de las estructuras
clandestinas para evitar que cualquier información que brinde el capturado sirva para
golpear a las unidades guerrilleras. Pero el hecho de que no se reporte ninguna otra
captura o desmantelamiento de bases, como resultado de la primera, no es motivo
para suponer que no ha pasado nada, es por ello que las medidas de seguridad
tomadas en contra de aquellos que una vez quedan libres han de volver a las filas,
son drásticas.
En un nivel un tanto burdo, una vez producida la captura del guerrillero, se
puede provocar un descalabro, lo que de inmediato delata al capturado. Pero puede
ser que se trate de un trabajo más fino, que implique una colaboración mas
permanente con el ejercito oficial, esta es la parte mas delicada pues ella es donde
podemos hablar de un verdadero trabajo de inteligencia, lograr que jefes guerrilleros
sigan trabajando en el máximo secreto con la Fuerza Armada.
En 1993, un ano antes de la captura de Mayo Sibrián, el ejercito salvadoreño
había montado en San Vicente, corazón del frente para central, un proyecto modelo
denominado Bienestar para San Vicente, integrado al plan nacional de guerra
conocido como CONARA, Comisión Nacional de Restauración de Áreas, que
replicaba las operaciones de pacificación de areas especificas realizadas por los
norteamericanos en Vietnam. Hacia 1992, la socióloga marxista chilena Marta
Hanecker publico el libro titulado: “Con la mirada en alto, historia de la FPL”, basado
en entrevistas con varios de los dirigentes de esa organización.
Ahí, Salvador Sánchez Ceren, por entonces comandante Leonel González, se refiere
a ese proyecto del ejército en los siguientes términos:
“Ocupaban las aéreas de población civil para llevar a cabo su plan de acción
cívica que consistía en llevarles profesores, abrir las escuelas, realizar algunas obras
de infraestructuras, instalar chorros, letrinas, llevar diversión a los barrios, a los
cantones, asistencia medica, donación de ropa y víveres. Todo eso se llevo a cabo
mientras realizaban la operación de exterminio contra las fuerzas guerrilleras. Y eso
se iba completa mentando con todo un trabajo de inteligencia que, en aquella época
no descubrimos, sino solo mucho después(…)Como el poder local que representaba
al gobierno había sido destruido por nosotros, ellos tuvieron que empezar a construir
una nueva forma de control, sobre la base de crear redes clandestinas de
información. Una vez terminada la acción cívica, esas redes quedaban en contacto
con la Fuerza Aérea y con la Brigada”.
Es imperioso referir que esa tendencia a ponderar un trabajo de inteligencia de
nivel desproporcionado fue uno de los grandes errores de análisis estratégicos del
mando de la FPL.
De ahí que la cura resulto ser peor que la supuesta enfermedad.
Veamos: los planes del ejercito que estaban encaminados a ganar la mente y
corazón de la masas, eran mas bien diseños político de guerra que buscaban
arrebatar territorios controlados por la guerrilla y su influencia política en las masas.
Además, las operaciones militares son en cualquier caso una respuesta a la
extraordinaria capacidad de combate de la guerrilla de ese periodo. Como lo hemos
dicho en otros apartados de esta investigación, la pequeñez del territorio, la densidad
poblacional y la altísima movilidad de la guerra llevo a ambos ejércitos a estar
mezclados cotidianamente con la misma población civil y mucho de lo que uno u otro
hacia en el terreno de combate siempre era conocido.
Ese rasgo de nuestra guerra tiene vetas de luz por donde quiera de lo que
observemos. La misma guerrilla tenía mucha información de los movimientos del
ejercito, pero esas informaciones no llegaban necesariamente por el conducto típico
de una unidad de inteligencia o de infiltración, era la misma población la que contaba
que había visto a tantos hombres armados por equis lugar.
El que recibía la información era quien debía corroborar con sus propias
unidades si eran fuerzas enemigas u hostiles. Pero eso no es modo alguno un plan
tan bien articulado, como se quiere seguir argumentando para justificar las
barbaridades cometidas. Un principio de todo ejercito es contar con información de
campo al momento de sus movimientos, para ello no requiere de ningún plan
Maquiavelo, mas que moverse y tomar todo aquello que encuentra a su paso. La
mejor información con la que cuenta es la que encuentra en el terreno.
El análisis hecho por Sánchez Cerén en aquel entonces bien pudo haber
buscado descalificar el programa de acción cívica que siempre han implementado los
norteamericanos en sus guerras de intervención, y nada mejor que acusar a los
ingenieros, doctores, maestros, alcaldes, lideres comunales, de ser una red de
trabajo de la inteligencia enemiga; el problema es que una vez hecho el análisis,
torpe y simplista por cierto, se transmite a las jefaturas y militancias y lo que debió
ser un estudio mas serio, mas bien sociológico, del estado de guerra y la vinculación
de las masas, se vuelve un foco de ataque repleto de fantasma que, unido a la
doctrina purista de esa organización, pudo provocar los resultados que hoy
conocemos con mas detalles.
Esto prueba que, en la jefatura de la FPL y particularmente en su máximo
comandante, Salvador Sánchez Cerén, existía la convicción de que en el frente para
central estaba en curso una vasta operación de infiltración de informantes (“redes
enemigas”) en la periferia y al interior mismo de ese frente. Tomando esto en cuenta,
y asociándolo a la ya descrita obsesión que Mayo Sibrián comenzó a experimentar
en relación al tema de la infiltración enemiga, no es muy aventurado imaginar que,
en el momento de evaluar la situación del frente para central, la Comisión Política de
las FPL, a la cual pertenecía Mayo Sibrián, llegara a la conclusión de que era
imperativo enfrentar con la mayor firmeza el problema en cuestión.
Precisamente por esos mismos días, finales de 1984 y principios de 1985,
había tenido lugar un incidente en el para central. Pablo Parada Andino,
(Comandante Goyo),jefe militar de ese frente por entonces, había detectado
problemas de disciplina y moral en en los combatientes del Batallón “Ernesto
Morales”.
Habiendo nacido, crecido y formado como combatiente y mando en esa
misma zona, Goyo conocía perfectamente la idiosincrasia de sus hombres. Sabia
que la mayoría de ellos venían combatiendo en las guerrillas desde principios,
mediados o finales de los anos setenta, enmontañados y alejados de sus familias, y
que en esas condiciones era compresible que se dieran periodo de cansancio y
desmoralización. Sobre todo porque a esas alturas ya era evidente que la guerra, en
lugar de tener un desenlace rápido, como se había presupuestado en la ofensiva
general guerrillera de 1981, se prolongaría indefinidamente.
En esas circunstancias, Goyo y sus jefes tomaron una decisión poco usual, o
en todo caso heterodoxa en relación al manual o la doctrina de las FPL, que
contemplaba el máximo rigor contra el relajamiento disciplinario o el ablandamiento
de la moral combativa de sus militantes: reunió al batallón en cuestión, les explico el
problema y les dijo que embuzonaran las armas y que se tomaran todos un mes de
licencia para descansar y estar con sus familias.
Goyo sabia que existía el riesgo de que algunos ya no regresaran, pero su
calculo mental fue el siguiente: “Los que regresen son los auténticos combatientes, y
con ellos aunque sean pocos, si será posible llevar adelante una guerra cada vez
mas dura”.
La historia demostraría después, trágicamente que, lo que para el comandante
Goyo era comprensible cansancio del combatiente, en ultima instancia un problema
relacionado a los ciclos de ascenso y descenso del entusiasmo, propio de la
condición humana en general, para Mayo Sibrián, Salvador Sánchez Cerén, y
para la mayoría de los miembros de la máxima jefatura de las FPL, era un signo
evidente del trabajo de infiltración enemiga. Todo descrito anteriormente, permite
suponer que Mayo Sibrián regreso al frente para central con una misión especifica de
contrainteligencia: detectar y aniquilar “las redes enemigas” infiltradas.

CAPITULO TRES
EL LUGAR DE LOS HECHOS
Durante la guerra los alzados salvadoreños replegaron sus unidades militares
en varios frentes de guerra a nivel nacional: frente occidental Feliciano Ama, frente
central Modesto Ramírez. Frente para central Anastasio Aquino, frente oriental
Francisco Sánchez. El frente para central es una de las cunas guerrilleras mas
admirables en la historia de la guerra civil Salvadoreña.
Al norte de la carretera Panamericana, en el departamento de San Vicente,
enclavados entre cerros pelados que solo el invierno puede cubrir de follaje y yerbas,
hay un pequeño grupo de poblados; uno de ellos es San Esteban Catarina. Más allá
de sus angostas y empedradas callecitas nace un camino vecinal que conduce a un
viejo caserío de nombre religioso y mítico: Cerros de san Pedro. Esa es la entrada al
que fuera conocido como el frente para central.
Ese caserío cumplía en la guerra el papel de garantizar la comunicación entre
los frentes guerrilleros del oriente con los del centro y occidente del país.
Dos o tres kilómetros hacia el sur de San Esteban Catarina, esta el desvío que
conduce a la Ciudad de San Vicente, donde decenas de mujeres suben y bajan de
los autobuses de pasajeros, corren tras los autos y ofrecen con cantos coloridos
pinchos con fritangas de cerdo y res con tortillas de maíz. Una tradición tan vieja
como el paisaje que luce sus estribaciones entre espigas de maíz, frijoles, cana de
azúcar, sembradíos de hortalizas, potreros de ganado y fincas de café.
Desde la carretera panamericana se ve el valle de Jiboa con su verde
inmaculado, movido por la lejanía de un cielo azul que por ratos se abraza a las
nubes plegadas a los cerros más altos. La ciudad de San Vicente, la mayor del
Departamento, se ve al fondo, al pie de los cerros. Al sur oeste se levanta imponente,
con sus dos tetas puntudas, el volcán Chichontepec, cuyas estribaciones llegan a
enraizarse en el departamento vecino de La Paz, y que despliega su posición de
ventaja bélica sobre la ciudad de Zacatecoluca.
El Chichontepec, como le llaman muchos, fue un importante territorio de la
guerrilla, conocido como Jaragua, lugar donde el agua se imprime en la tierra,
volviéndola un recurso escaso y difícil para librar la guerra. La presencia guerrillera
se extendía con bastante seguridad hasta el poblado de Santa María Ostuma y los
llamados territorios de los nonualcos; mas allá están los cantones paz, opico,
coyolito, San Rafael, San Diego, león de piedra, perical, la Cayetana, importantes
puntos del escenario de guerra.
A partir de la carretera que une a la Ciudad de San Vicente con tecoluca, se
habrá un predio de cerros menores cuyas faldas termina en las riberas del Rio
Lempa. Ahí se ubico la zona guerrillera conocida como gavidia, en los caseríos el
socorro, el palomar, San Fernando, San Bartolo, la Soledad, San Juan Buenavista, el
cerro buena vista y otros. Fue allí precisamente donde el comandante Mayo Sibrián
instalo su puesto de mando en los últimos cuatro anos de la guerra.
Al otro lado del río lempa ya en el Departamento de Usulután, se encontraba
los campamentos de otras zona guerrillera conocida como Ángela Montano, donde
son artos conocidos los cantones y caseríos la quesera, San Marcos Lempa, tres
ceibas, las piletas, Nombre de dios; y ciudades como Berlín, San Francisco Javier, y
San Agustín. Esto lugares sobresalieron en la guerra por la gran cantidad de
operaciones guerrilleras y por la constante actividad bélica de ejercito.
El mar percibido en la lejanía desde la sima de los cerros, se confunde con el
azul del cielo al sur de los departamentos de: San Vicente, La Paz, y Usulután desde
las planicies surcadas por la carretera del litoral hasta la playa del Pacifico, se
encontraba la quinta subzona guerrillera del para central : La Costa; caserío como
azacualpa, las anonas, el despoblado, San Nicolás Lempa, La bocana, la canoa, el
estero de Jaltepeque, surcados por laberintos de agua, pantanos, pequeñas islas, y
las desembocadura del rio lempa en el Océano Pacifico, eran los territorios naturales
de esa guerrilla altamente ofensiva y de sangre caliente.
Una vez extendido el mapa y surcado el territorio unos de los mitos mayores
de la guerrilla salvadoreña parece romperse. Durante los anos de la guerra se
conoció que las dos retaguardias, y por consiguiente, los mayores territorios
guerrilleros bajo control, fueron el norte de Morazán y Chalatenango.
Pero una vez observada la complejidad de los territorios del frente para
central, su extensión, su variedad geográfica, los departamentos incluidos, el origen
de los conflictos sociales y políticos, la altísima capacidad organizativa mostraba
ante los mismos, la cantidad de tropa guerrillera que allí se formo al calor del
combate pero especialmente en los territorios de planicie y fangales ubicados al sur
de la carretera del litoral, la historia se rescribe por si sola y la verdad se devela
haciendo añicos los mitos.
Ningún otro frente guerrillero presento una variedad tan extensa de territorios,
cerros y lomas, riberas de los ríos, territorios volcánicos, serranías, largas y extensas
planicies, ensenadas, pantanos, esteros y playas y el mismo mar adyacente,
territorios en la guerria se desplazaba a pie, en autobuses, lanchas y avionetas para
transportar pertrechos de guerra desde Nicaragua, y para combatir a sus enemigos.

ESOS EXTRAORDINARIOS GUERREROS


La gente del frente paracentral responde en común a esa situación geográfica
, que es a la vez situación económica y social, muy especial política, y
excepcionalmente psicológica. Hombres curtidos por la pobreza y el Sol, despojados
de tierra, hambrientos, como los que deambulan en las paginas de la novela Jaragua
, de Napoleón Rodríguez Ruiz; hombres de machete en mano y botas de hule; de
penetrante voz y larga herencia de lucha.
No fue casual que la zona de las planicies de la Paz, San Vicente y Usulután,
donde existían enormes haciendas y grandes cantidades de mano de obra agraria,
donde para muchos se encuentran las mejores tierra para el cultivo y el pastoreo de
nuestro país, haya sido afectada muy de cerca por uno de los procesos políticos y
económicos más influyentes de la vida de los salvadoreños: la reforma agraria
llevada a cabo con la intención de detener la crisis social y política que amenazaba
con desbordar la paz social, y que fue iniciada en su primera fase por el coronel
Arturo Armando Molina, quien gobernó entre los años 1972 y 1977.
Y no es que esa reforma haya despojado a muchos hacendados de esos
lugares, no, el temor mismo a perder las tierras fue lo que desencadenó una
violencia sin precedentes en contra de los trabajadores agrícolas. Muchas de esas
haciendas fueron abandonadas por sus propietarios, otros se resistieron con lo que
tenían a mano. Sus armas.
Esa violencia ya estaba expresada a nivel económico pues la situación
cotidiana de esos trabajadores rayaba con el abuso de los patronos. Las tareas eran
dobladas, los pagos incompletos, los tratos deplorables. Y cuando los primeros
jornaleros se atrevieron a reclamar, recibieron palo o bala. Esa injusticia laboral
provocó una respuesta masiva de altísima organización y combatividad.
Organizaciones como la Unión de trabajadores del Campo (UTC), que aglutinó
a decenas de miles de3 trabajadores agrícolas, tuvieron sus asentamientos en esas
zonas, donde mujeres y hombres se organizaron en cientos de caseríos bajo una
misma bandera. Sus movimientos del campo hacia la ciudad, para alzar su voz de
protesta, resulto ejemplar para el resto de movimientos civiles.
De hecho, la UTC nació con el nombre de unión de trabajadores del Campo
Vicentina, UTCV, pero debido a su poder de convocatoria y de su organización, que
se mostraba en las marchas de protesta en San Salvador, es que paso a asumir un
nombre de carácter nacional.
UTC llega ser tan poderosa que termina aliándose con otra organización
Campesina, FECCAS, Federación Cristiana de Campesinos Salvadoreños, muy
vinculada a los movimientos cristianos influenciados por teología de la liberación. La
alianza de esas dos organizaciones dio nacimiento a la Federación de Trabajadores
del Campo, FTC, que fue, en los términos marxistas de aquellos años “ un ejército de
masas” .
La gente del paracentral tuvo experiencias distintas a los del norte, donde se
asentaron las dos grandes retaguardias oficiales de la guerrilla, Morazán y
Chalatenango. En el norte, el aire fresco de la montaña, la psicología de sus
habitantes y su condición de propietarios pequeños, marcaron una diferencia en la
forma de enfrentar la guerra.
La maniobra de campo abierto, el dominio de las alturas, el control de
territorios, se volvió la condición propia de los dos frentes del norte. El combate a
distancia, menos frontal, la frescura del mando guerrillero al observar la carta y dirigir
la batalla con suficiente tiempo, moldeó un tipo de visión táctica no solo de los jefes
sino también de la tropa.
En el norte de Chalatenango y Morazán no se expresó de manera
generalizada la lucha organizada entre los jornaleros y los patronos de las
haciendas, sencillamente porque no había haciendas. Las mejores tierras para el
cultivo y la ganadería estaban en las planicies donde no había una estructura de
subordinación como la de los colonos en las fincas de café.
El calor de la costa o la planicie es un marcador no sólo de la temperatura en
el ambiente y la sangre, sino también de la temperatura en ambiente y la sangre,
sino también de la mentalidad y ala actitud, que induce a la capacidad de respuesta
más ágil ante las adversidades.
Los más viejos veteranos de esa guerrilla se incorporaron a principios de los
años setentas a esas organizaciones de masas. Fue ahí donde se foguearon en
marchas, tomas de haciendas, fincas, carreteras, y aprendieron el arte de la
clandestinidad, no sin dejar en esa escuela tendaladas de cadáveres de sus
compañeros. Eran en su mayoría agricultores, jornaleros y pescadores.
Sus primeros pasos en la organización militar tuvieron mucho que ver con las
demandas salariales y de tierra. Ahí es donde se formaron los primeros grupos
milicianos vinculados con la doctrina de la teología de liberación y a las células
clandestinas de las FPL. Este hecho muestra que la guerrilla salvadoreña no estuvo
constituida en su mayoría por obreros sino por campesinos y que, por tanto, su
mentalidad no estaba relacionada con esquemas totalitarios marxistas-leninistas,
pues su visión del mundo estaba más conectada con los valores cristianos y con la
libertad que representa el campo y sus colores.
Las milicias y la guerrilla de las FPL eran alimentadas por enormes cantidades
de organizaciones de masa campesina. Ese es el otro mito quebrado por la historia.
A pesar de que la doctrina ideológica de las FPL ponderaba al obrero como clase
vanguardia, y sostenía que el campesino debía incorporarse en alianza con aquél en
una especie de subordinación, lo cierto es que fueron miles de campesinos los que
llegaron hasta el final en los frentes de3 guerra y no los obreros.
Es muy difícil encontrar un sindicalista que haya sido jefe de destacamento o
de batallón en esa organización de la guerrilla. En cambio, los nombres de hombres
y mujeres de origen campesino son abundantes al momento de capitular las grandes
batallas de los alzados.
El comandante Goyo recuerda que en una reunión del paracentral, donde
inclusive estaba Lorena Peña (comandante Rebeca Palacios), el debate era el papel
del obrero. Entonces Goyo dijo: “Eso de los obreros es paja, que levante la mano el
que en este mando sea obrero”. Sólo el Cuto Nelson dijo que hacía muchos años
había trabajado en una fábrica, pero la verdad es que había sido cabo en el ejército.
-Ahí terminó el debate, no había ningún obrero, sólo hombres de campo,
incluyendo a los que éramos jefes-,dice Goyo.
Miguel Uvé es uno de esos jefes, cuyo nombre expresa no sólo un origen y
destino sino la fuerza del guerrero. Observe el lector que no era Uve sino Uvé, como
le llamaron sus compañeros de combate. Y eso tiene que ver con el génesis de esa
guerrilla.
Las primeras unidades selectas de combate de las FPL, fueron llamas
Unidades de Vanguardia, UV. Con los primeros pelotones de esas fuerzas se fueron
formando destacamentos militares, cuya cantidad de hombres es equivalente al de
una compañía de cien hombres, aproximadamente. Más adelante esos
destacamentos, fogueados en los primeros meses de la guerra civil, comienzan a
organizarse en batallones, cuyo número de efectivos ronda entre los trescientos
cincuenta y los cuatrocientos.
Luego, con cuatro de esos batallones, más de mil cuatrocientos hombres, se
conforma la brigada Felipe Peña Mendoza, en la que se incluyen los batallones X-21
ó “Juan Méndez”, S-20 o “ Andrés torres”, K-93 o “ Alejandro Solano”, A-7 o “ Ernesto
Morales” . Esta sería Considerada la fuerza de élite de las FPL, sin incluir las dos
compañías de fuerzas especiales, además de las unidades de J-28(Fuerzas
especiales de cada frente), además de las Fuerzas Regionales conocidas como
columnas guerrilleras, las milicias, unidades de apoyo o aseguramiento.
Miguel Uvé, es fundador y jefe de sobrada condición militar. Es originario de
un cantón ubicado en las faldas del Chinchontepec, León de Piedra, un nombre que
pesa por su historia, vecino de la Cayetana.
Después de pasar por las mismas tribulaciones que las gentes de los años
setentas, llega a la jefatura, en el año 1983 del batallón “Andrés Torres”. Basificado
en el volcán de San Vicente. Dicha unidad fue conocida por su extraordinaria
capacidad de combate y la agresividad de sus tropas. Algo similar sucedía con el
batallón “Ernesto Morales”, que en esa época era comandado por Walter, hermano
del comandante Giovani, unidad que también fue comandada, en otro momento, por
el comandante Goyo.
El frente paracentral no sólo está marcado por su heroísmo y una historia
poco explorada, sino por una serie de tragedias. Una de ellas es la muerte temprana,
en combate, de su primer jefe militar, José Roberto Sibrián, comandante Celso, que
murió el mes de mayo de 1980, cuando se estaban conformando los primeros
campamentos guerrilleros.
En el marco de los combates relacionados con la primera ofensiva de la
guerrilla salvadoreña, el 24 de enero de 1981, cae peleando todo el puesto de mando
del frente paracentral, conformado por ocho mujeres y veintidós hombres, dentro de
ellos los jefes Juan Recinos, conocido como Netón y Juan Méndez, conocido como
Juanón, es por este jefe que el batallón X-21 adquiere su nombre.
En esos primeros dos años de la guerra, esas unidades ya habían ejecutado
una gran cantidad de operaciones militares de gran envergadura, como la voladura
del Puente de Oro, el aniquilamiento de posición de Siete Joyas, golpeando en el
terreno a las tropas élites del batallón Atonal y otras fuerzas de infantería,
aniquilando posiciones de la Guardia Nacional en Tecoluca, o a batallones de la
Quinta Brigada de Infantería en maniobras de campo abierto, barrido posiciones
militares de poblados circundantes a la carretera del Litoral.
Cuando en diciembre de 1983 se produjo el ataque al cuartel de la Cuarta
Brigada de Infantería, ubicado en el Paraíso, Chalatenango, poco se supo de la
cuota de aporte del frente paracentral. Los batallones “Andrés Torres” y “ Ernesto
Morales” estuvieron en esa gran maniobra militar, al igual que las Fuerzas
Especiales, que estaban conformadas con una gran cantidad de combatientes del
paracentral. El X-21 que entró a la primera línea, también tenía en sus filas a muchos
oriundos de aquella zona.
Posteriormente en el invierno del 1984 se dio el ataque y toma de las
posiciones de la prensa Hidroeléctrica Cerrón Grande. En esta operación, la mayor
victoria de campo la obtuvo el batallón “ Ernesto Morales” comandado por el capitán
Walter y Goyo. Aniquilaron una unidad entera al emboscar varios camiones militares,
donde recuperaron un mortero 120 mm., hecho sucedido entre los poblados de
Ilobasco y Sensuntepeque.
Ese mismo batallón aniquiló al año siguiente una unidad militar en el lugar
conocido como El Salto, donde la hazaña del jefe de pelotón. Tito, se cuenta por los
sobrevivientes. Ese jefe se lanzó con dos granadas sin seguro sobre la vaguada y,
mientras apretaba la espoleta, grito en medio de los soldados que en masa corrían
despavoridos: “¡O se rinden todos o nos morimos todos ¡“ Ahí se marco una parte de
la victoria.
El batallón K-93, que participó en la batalla de Cerrón Grande, estaba
basificada en la zona de Radiola, que era comandada por Ramón Torres, también
originario del paracentral. Pero también había un considerable número de guerreros
de esa zona en el resto de unidades especiales y regulares de las FPL.
Combatir en el sur es otra dimensión. En no pocas ocasiones, cuando en el
paracentral se recibió la visita de algún contingente guerrillero venido desde
Chalatenango, al caminar noches enteras por aquellas planicies enormes, al
adentrarse al las tierras pantanosas, preguntaban por un cerro. Los guerrilleros
originarios del lugar respondían que no se preocuparan en buscarlo pues no había
ninguno. Luego preguntaban por piedras para parapetarse, tampoco había, “aquí
peleamos parados”, les respondían.
En las guerras las elevaciones del terreno son puntos de apoyo para el avance
militar, son ejes psicológicos para las jefaturas y las tropas. Tomar una elevación
permite asumir un control visual sobre el terreno más lejano, permite un estado de
dominio, muy básico al momento del combate. Las comunicaciones operativas se
sirven de las alturas para que el mando no pierda control de sus unidades. Avanzar
sobre una elevación, cuando en la misma está basificada el enemigo, es una de las
mayores desventajas tácticas, si el enemigo domina una elevación se tiene que
buscar el dominio de otra. No tener bajo control ninguna altura produce un estado de
indefensión.
Ese Carácter geográfico es a la vez una conexión del hombre y su entorno. “El
salvador es una tierra de lagos y volcanes”, no es una metáfora, la pequeñez del
territorio lo sitúa en una membrana de volcanes, cerros y lomas, por donde quiera
que se transite. Las planicies del paracentral, son en relación al resto del país, una
excepción que puesta como escenario para la guerra modificó drásticamente la
concepción táctica de quienes la libraron ahí
No uno si no varios jefes guerrilleros del norte hicieron el comentario que en
ambiente tan cerrado y poco probable para la maniobra como el de la costa, se
hubiesen desertado.
Algunos de los jefes militares que pelearon en esas zonas, como Juan Patojo
o Goyo, advierten que ante un terreno tan plano surcado por ríos y pantanos, la
maniobra más segura era pegarse al cinturón del enemigo. El ataque frontal era la
mayor defensa. En todo caso, la maniobra de retiradas siempre debía ser más audaz
que en terrenos con elevaciones, la respuesta debía ejecutarse con mayor rapidez,
los minutos y los segundos contaban como en ningún otro lugar. Mientras en la
elevación el jefe se deleita observando el territorio que tiene a sus alrededores,
marca con tranquilidad los puntos de avance, de retirada o mayor resistencia
enemiga , en el terreno que no se puede ver desde las alturas, las cosas se resulten
a cada paso que se da. Es por ello que la agilidad mental y física del guerrillero en
esa zona fue su mejor arma, su condición natural, por consiguiente de permanente
ofensiva.
Cuando avanzaban por las noches, de pronto podían encontrarse con una
zona inundada o pantanosa. Por ello fue costumbre de los habitantes de esos
lugares derribar palos de coco para caminar sobre ellos. Los guerrilleros que
aprendieron a poner sus pies en terrenos como esos, desarrollaron una especial
agilidad para apresurar los pasos, sin perder el equilibrio, aún de noche y sin luz de
lámpara. En cambio aquellos que llegaban del norte, mientras lograban adaptarse a
esas condiciones, debían darse unos cuantos chapuzones o revolcarse en los
lodazales.
Muchos de los campamentos que se construyen en la costa nos estaban
puestos sobre tierra firme, entre unos y otro no había ni caminos. Casas de
campaña, pisos y caminos, eran construidos con madera enclavada sobre las
infinitas raíces de los manglares. Cuando la marea bajaba era posible caminar sobre
ellos, aprendiendo a doblar el cuerpo para no chocar con el resto de ramas y raíces.
Cuando la marea subía debían subir sus aperos o tapescos y dormir en hamacas
pues todo lo que quedaba bajo sus pies era agua salada del mar.
En esos ambientes los ataques de artillería o los ametrallamientos y cañoneos
desde las lanchas Piraña del ejército eran cotidianos, sin que para ello hubiese
ninguna piedra o árbol grueso donde defenderse. No en pocas ocasiones guerrilleros
y soldados se encontraban frente a frente, a bordo de pequeñas lanchas, atrapados
en angostos senderos, rodeados de esas mismas e infranqueables palazones tupida
de raíces. Y al verse tan cerca y sabiendo que si disparaban era poco probable que
alguien sobreviviera, pues si no morían por las balas morían ahogados, sin dejar de
apuntarse y en el silencio se retiraban por el mismo lugar donde habían llegado.
Estos testimonios los hemos obtenido tanto de guerrilleros como de oficiales de la
Infantería Marina que pelearon en dichas zonas.
Esas son las credenciales de la mayoría de las víctimas que sufrieron
atropellos por parte del mando supremo de las FPL, de nuestros testigos,
poseedores de una historia que no puede ser contada a cabalidad, pues uno de
ellos es una historia, uno o muchos libros.

CAPITULO CUATRO
Mayo Sibrián regresó al paracentral en mayo de 1986, ya en calidad de
comandante en jefe del frente. A Goyo se le asigno una misión especial fuera del
país los dos comandantes se encontraron en Cerros de San Pedro, el uno saliendo y
el otro llegando.
Mayo Sibrián acompañado de un grupo de combatientes, había realizado una
larga caminata desde la zona de Radiola, del departamento de Cabañas y sostuvo
una conferencia de coordinación con Goyo. Ahí salió a luz un tema en apariencia
irrelevante: Mayo Sibrián contó que un mucho universitario y miope, que venía con él
en la marcha, se le había perdido en el camino.
-Es lo que pasa con los pequeño burgueses urbanos, no aguantan ni el menor
esfuerzo y son los primeros que se quiebran y traicionan -, dijo.
Goyo supo después que el muchacho en cuestiones había extraviado en efecto
durante la marcha; había esperado escondido todo un día en un montarral para
continuar el camino durante la noche hasta llegar a Cerros de San Pedro. En el
frente fue destinado a los talleres de explosivos y , en poco tiempo debido a su nivel
académico y a su simpatía personal, se ganó el cariñoso sobre nombre de Oscar, el
Maestro.
La sorpresa para Goyo, cuando a finales de 1987 regresó al paracentral, fue
que Oscar, el Maestro había sido ejecutado por el mando de las FPL en la zona. El
se llamaba Carlos Danilo Flores, estudiante de filosofía y maestro de una escuela de
Ciudad Delgado. Era Hermano de crianza de Consuelo Roque, que por entonces
fungía como jefa de la facultad de Humanidades de la Universidad del Salvador.
Otras de las víctimas, con el mismo perfil de Carlos Danilo Flores, además de
la ya mencionada psicóloga Ethel Pocasangre Campos, había Sido René Oviedo, de
Pseudónimo Octavio, estudiante de economía de la UCA y dirigente del FUR-30, uno
de los frentes universitarios de las FPL; así como el doctor Blas, Carlos Alberto Peña
Hernández que estuvo como médico de guerra el la zona Ángela Montano del
paracentral.
No hace mucho, la madre de René Oviedo se acercó al Instituto de
Derechos Humanos de la UCA, para pedir que le ayudaran, por lo menos, a
gestionar que Salvador Sánchez Cerén o Medardo Gonzáles, antiguos jefes de
la FPL y ahora dirigentes máximos de l FMLN, le indicaran el lugar en que su
hijo fue sepultado. Hasta la fecha ambos líderes han guardado silencio.

ANDRÉS, LA DESERCIÓN DE UN JEFE GUERRILLERO.


Andrés era un joven guerrillero campesino, fiero en combate pero vivaracho y
alegre en la cotidianidad, amante de la charla amena y pícara, de la música, el baile
y la belleza femenina. Era el jefe del destacamento número uno del batallón “Andrés
Torres”, cuyo comandante era Miguel Uvé. Cuando este último salió rumbo a
Chalatenango en 1983, Andrés asumió el mando de esa unidad militar de casi
cuatrocientos hombres.
Cuando Mayo Sibrián asumió la jefatura general del frente, en 1986, desde el
primer momento desaprobó el estilo de trabajo de Andrés, por considerarlo liberal e
incompatible con el manual, la doctrina y la mística de las FPL. Para Mayo Sibrián,
cualquier indicio de relajamiento en la vida cotidiana debía ser tratado con la máxima
severidad pues, según él, detrás de ello esta implantada la descomposición
ideológica, caldo de cultivo para la infiltración enemiga.
Un día entre julio y agosto de 1986, Andrés fue requerido para que se
presentara en el puesto de mando de Mayo Sibrián. El joven comandante respondió
afirmativamente y salió de su campamento, pero con otro rumbo. Hasta la fecha
nadie lo ha vuelto a ver ni tiene la menor idea dónde se encuentra. El comandante
Goyo recuerda a Andrés como un hombre especialmente listo:
-Lo que paso es que no hubo química entre Mayo y él, y empezaron a salir
mal las operaciones. Pero en lugar de buscar en su interior o en su equipo el motivo
de los problemas, Mayo comenzó a sospechar de todos, y del primero que sospechó
fue del jefe del batallón. Pero Andrés era un zorro muy difícil de cazar, seguro que
detecto esa sospecha, y como ya conocía los métodos de Mayo, quizá pensó que
morir así no valía la pena, y mejor decidió desertarse.
El capitán guerrillero Juan Patojo, por su parte, nos ha dicho que si en algún
momento hubiera detectado, como lo hizo Andrés, que lo querían matar sus propios
compañeros, también el se hubiese desertado.
Trine, viejo guerrillero y uno de los primeros militantes de la FPL en la zona,
tiene una visión particular sobre el caso de Andrés. El dice que Andrés era
indisciplinado pero no un infiltrado. Un asunto de particular atención, viniendo de un
viejo militante de origen campesino, que aunque no se explica los hechos con
fundamentos teóricos, expresa a su modo una realidad de la vida y la formación
ideológica, religiosa en todo caso, de esos hombres:
-Andrés se había descompuesto, se había descompuesto se había hecho
relajo, andaba bailando por todos lados y metiéndose con las cipotas. Por eso fue
que se desertó. O sea que se había indisciplinado demasiado, Mayo sí era bien
estricto en esas cosas-,dice Trine.
No hay prueba alguna de que Andrés haya sido un infiltrado del enemigo.
Además los que le conocieron sabían bien de su persona, de su tiempo en la guerra
y su arrojo combativo. Pero hay otra cosa que para muchos de los veteranos de
aquellos sucesos resulta de sentido común: si el jefe de un batallón guerrillero
hubiera combatido con tanta fiereza, ni logrado tantas victorias en operaciones de
altísimo riesgo, y ni siquiera hubiera sobrevivido como unidad.
En cualquier caso, la deserción de Andrés es clave, pues desde entonces el
mando de las FPL en el paracentral comenzó la matanza de sus mejores
combatientes, comenzando por los capitanes y tenientes jefes de destacamentos:
Walter, Chamba, Rogelio, Anacleto, con todos sus grupos de mando y, en no pocos
casos, escuadras y pelotones en pleno.
Una vez escapado Andrés, la primera decisión que timó el mando de las FPL
fue capturar al equipo de mando del batallón “Andrés Torres”, pues su conclusión era
que, si el jefe era un infiltrado, los demás que estaban subordinados a él también lo
eran. Se trataba de poco más de diez personas, entre operadores de radio de
comunicación, escoltas, y personal de intercepción de comunicaciones enemigas.
Hasta el momento solo hemos podido establecer pseudónimos de cuatro de ellos,
todos originarios de la zona: el Chivo, marina( prima de Walterón), Hugo y Vladimir,
que son algunos radistas asesinados a los que se refiere Fermín en el primer
capítulo de este libro.
(Entre ellos también fue capturado y torturado un combatiente que vio morir a
sus compañeros y que, aún amarrado y golpeado, logró escapar de los verdugos.
Hemos hablado con él, aceptó la realidad de los hechos y nos dijo que ni siquiera
teníamos de la gravedad de los mismos. Sin embargo, a pesar de lo visto y vivido, se
negó a rendir su testimonio ante nosotros con el siguiente argumento: “Yo les voy a
contar todo, todito, con nombres y apellidos de los muertos y de los asesinos, pero
no ahora en tiempo electora. Al nomás que pasen las elecciones vienen y me
preguntan y les digo todo”).
Con estos casos comenzó a gestarse un método que luego se generalizó;
interrogar bajo tortura a los sospechosos antes de ejecutarlos. Con ese
procedimiento, el mando de las FPL en el paracentral, lograba “sacar confesiones”
que involucraban a otros combatientes, que a su vez corrían la misma suerte e
involucraban a otros, formando una cadena cada vez más numerosa de sospechosos
y ejecutados.
-Al final, para que ya dejaran de torturarlos tan cruelmente, los compas decían
que sí, que ellos eran infiltrados y también lo eran los otros por quienes le
preguntaban-, dice Goyo.-

TRINE: “YO TAMBIÉN LA VI CERCA, PERO ME SALVE”


Trine es aún más veterano que Juan Patojo. Se integró a las FPL (“la Felipa”
como el prefiere decir), el 19 de julio de 1972 e una reunión clandestina celebrada en
el cantón Cayetana. El Hombre conoce cada arroyuelo, matojo, roca, loma,
quebrada, cerro, valle o caserío del paracentral pues ahí nació creció y libró la
guerra hasta el final. Los ancianos de la zona dicen que Trine ya era Trine desde
antes del conflicto, inmejorable con el machete y la temeridad a la hora de pelear,
una característica que le acompañó durante toda la guerra. Mencionar su nombre es
decir mucho en estos lugares.
Una de las experiencias más difíciles del viejo Trine fue in uno de los combates
posteriores a la ofensiva general guerrillera de 1981. batalla se dio prácticamente
cara a cara, pero eran los tiempos en que la guerrilla acampaba y se movía junto
alas masa de pobladores civiles, colaboradores y familiares. En esa ocasión el
mismo Trine tenía a su lado a su mujer y a dos de sus hijos más chicos, uno de
brazos que ella llevaba consigo y uno pequeña de dos años.
Al momento del ataque del ejército hubo un enorme desparpajo, y ya en el
fragor de la batalla su mujer se extravió con el bebé que llevaba en brazos. Trine,
que se había hecho de una de las manitas de su niña de dos años, terminó por
perderla cuando se revolcaba en el suelo evadiendo las ráfagas y disparos y
disparando.
Días después de esa batalla apareció su mujer, que había estado perdida en
los montes sin comer, llevando en brazos a su pequeño, medio muerta de hambre
pero con el crío a salvo. Cuando ella pregunto por la niña él no supo qué responder.
Cuando Trine cuenta esa historia respira de manera entrecortada y mira para otro
lado. Esta reviviendo en su memoria aquel instante en que su mujer se derrumbó
junto a él: Años después. Ya finalizada la guerra, supo que su hija había sido
adoptada por un militar que estaba a salvo.
Goyo estaba presente cuando se produje ese encuentro entre Trine y su
mujer, y nos dice:
-Trine es lo que todos sabemos: completo y de pelo en pecho, y tenía una
esposa a su medida. Yo estaba ahí, cuando ella le preguntó por Clarita, su hija.
Nunca el Chele Trine reaccionó tan abatido, como en esa ocasión, no lo hizo ni
cuando se enfrentó a compañías enteras del ejército, solo esa vez.
Trine trabajó muy de cerca de Mayo Sibrián y de uno de los jefes principales
del paracentral, el Cuto Nelson, encargado de la zona del volcán Chinchontepec. Lo
primero que recuerda de Mayo Sibrián es un detalle positivo que muestra la
complejidad de la condición humana:
-Recién llegado al frente preguntó cuándo se gastaba a diario por cada
combatiente. Un peso con treinta centavos, le dijimos. Preguntó cómo estaba
diseñado ese gasto, y le respondimos que dos cigarros, una porcioncita de azúcar y
así le explicamos hasta completar el uno treinta. Pues no, dijo él tiene que ser dos
cincuenta por combatiente, pero eso sí, dijo, quiero un reporte diario, semanal,
quincenal y mensual de ese gasto. Y no hay que estar poniendo solo frijoles, dijo, ni
solo arroz, hay que comer carne un día, otro día pescado, otro día queso con crema.
Y siempre que salíamos a misiones le daba un pistillo a los compas para que
compraran cualquier cosita.
Cuando Mayo Sibrián tomo el mando del paracentral, Trine estaba operando
con unidades militares de ese frente en la campaña de Chalatenango. Como era
costumbre, las mejores unidades del paracentral, Trine estaba operando con
unidades militares de ese frente en la campaña de Chalatenango. Como era
costumbre, las mejores unidades del paracentral brindaban apoyo al frente norte del
as FPL, con importantes contingentes de tropa. A su regreso, fue designado a una
unidad de expansión en los alrededores de Zacatecoluca:
-Yo venía una vez al mes al puesto de mando a dar mi informe. Ya desde el principio
se oía decir que
había una depuración. En esa depuración murieron varios conocidos y amigos míos,
familiares también. Ahí quedo una tal rosa, hermana de la mujer mía-, cuenta Trine. Y
agrega:
-Pero esa cuestión era difícil determinar cómo estaba la situación, porque pues
estábamos en guerra y uno no podía andar averiguando esas cosas que eran bien
delicadas. Lo que sí es cierto es que a la gente la iban cuadrando por algunas
indisciplinas, por incumplimiento de tareas. Por esas razones los iban cuadrando,y
cuando ya les hacían el llamado y no lo acataban, ahí era que los fusilaban. No tengo
idea de cuántos fueron los muertos, pero sí fueron bastantes.
Según Trine, en Mayo Sibrián había una actitud obsesiva en los factores
ideológicos al momento de valorar a los guerrilleros. Aquel que no cuadraba con el
presupuesto generalmente aceptado era amonestado severamente, luego pasaba al
nivel de observación, que en tales condiciones significaba estar en curso de ser
fusilado por una pequeña muestra de inconformidad con esos métodos.
En esas reuniones, además de recibir las orientaciones del mando, se
realizaban procesos internos de evaluación, aplicando el viejo modelo leninista de
crítica y autocrítica.
El punto es que este mecanismo era utilizado por Mayo Sibrián y su
grupo de mando para enfrentar a sus propios hombres, consciente o
inconscientemente. Los señalamientos lanzados contra unos y otros, luego del
debate y cierre de las reuniones, podían pasar de meras amonestaciones, sanciones
disciplinarias, traslado a otras unidades, o el famoso estado de observación previo, al
fusilamiento mismo.
En una de esas reuniones, Mayo Sibrián explicó que Walter (Abraham
Villalobos), jefe del batallón “ Ernesto Morales”, que estaba basificado en la sub zona
Ángela Montano, había sido degradada a nivel de combatiente raso por indisciplinas.
Entonces Mayo puso la ley de que el que incumpliera, de ahí para allá
iba a tener consecuencias, porque la disciplina de la Felipa es rigurosa. Aquí quedan
claros, nos dijo a todos, recuerda Trine.
(Fabio Balmore Villalobos, comandante Giovani, hermano de Walter,
cree ahora que este no murió en combate, como fue reportado, sino que fue
ejecutado sumariamente, al igual que otros dos de sus hermanos: Carlos y Ramón).
El mismo Trine se vio en aprietos. En una de esas famosas
evaluaciones, realizada en el Chinchontepec, el mando le criticó fuertemente su
estilo de trabajo, la, conducta de sus hombres, las tácticas utilizadas para realizar los
movimientos en las zonas de expansión, y concluyeron que él incumplía las norma
de la organización y los acuerdos que se tomaban en el mando. La reunión fue dura
debido a los graves señalamientos que pesaban en contra de Trine:
- Te vas a quedar aquí para ver qué se decide con vos, me dijeron .
Puta, dije yo, me van a matar estos hijos de puta. Pero yo tenía mi AK-47, y había
decidido no dar mi cuero así por así- recuerda Trine.
Después de unas horas, que Trine sintió larguísimas, el mando tomó
una decisión sobre su caso:
-Me dijeron que le entregara mi radio de comunicaciones a Sebastián,
mi arma de equipo a Osmín y que entregara todo el trabajo de los milicianos los
contactos, y le designaron otro jefe a mi unidad. Ese procedimiento era el peligroso
pues era el que aplicaban entes de las ejecuciones. El final de la situación fue
inusual:
que uno está de acuerdo con la consigna revolución o muerte, y
otra cosa es cumplirla... Ahí me encabronó yo y les dije: Ah no, a mí de
cobarde no me va a acusar nadie, y mucho menos ustedes que me
conocen bien, les dije ya decidido a todo. Y me dicen ellos: Ya lo
sabemos, cabrón, que a vos te retruecan los güevos, si el problema con
vos no es ese no jodás... Y así quedó esa cosa. Esa vez si la sentí
cerca. Sentía yo que había hecho algo que no le perdonaron a nadie,
pero me salve. -Aquí se trata de poner en orden las cosas, ¿ustedes están de
acuerdo en la consigna de revolución o muerte?, nos preguntaron. Yo sí, dije yo y
también los otros. Es que ustedes han sido gente del batallón “Andrés Torres”, nos
dijeron, porque ya solo nosotros quedábamos de lo que había sido aquél batallón.
Una cosa, siguieron diciendo, es decir

PEDRO CAFÉ “POR ACCIÓN U OMISIÓN TODOS


FUIMOS CÓMPLICES”
Pedro Café fue sanitario de la guerrilla. Usa lentes redondos y
cabello largo recogido en una coleta. Es muy expresivo cuando relata la
guerra. Puede subir a una banca, tirarse al suelo, dar vueltas, simular
un avance nocturno en posición vietnamita o la picadura de una
serpiente. Es un histrión completo cuando quiere contar una aventura
de guerra o de amor.

Pero es al mismo tiempo un hombre seco, parco, que parece


simular confusión en sus recuerdos cuando se trata de la matanza de
sus compañeros. Y no es porque no quiera hablar de ello, es porque en
su alma anida un dolor ahogado en todos estos años de silencio, un
grito pausado que se agazapa en su pecho, como esperando el
momento de salir, un grito de rabia y de vergüenza. Cuando finalmente
decide hablar del tema reflexiona tan crudamente que es imposible no
creerle. Una de sus primeras reflexiones compartidas con nosotros es
contundente:
—Por acción u omisión, todos los que estuvimos en el paracentral
somos cómplices. Yo me siento culpable porque no dije ni pío. Los
asesinados eran gente buena, gente que se entregó de lleno a la
revolución, dio lo mejor de su vida y no les importaba haber muerto
combatiendo frente al enemigo. Pero no se imaginaron morir a manos
de sus mismos compañeros, acusados en esa forma, pues el sentido
común dice que al menos había que darles el beneficio de la duda.
Porque alguno o algunos puede que hayan sido infiltrados, pero no esa
cantidad. Es que si todos Los asesinados hubieran sido infiltrados, en
una sola noche le hubieran dado vuelta al frente.

Pedro es licenciado en filosofía y veterano de dos guerras: la


sandinista y la salvadoreña. Peleó en ambas como oficial de sanidad.
Aunque ese término suene suave o hasta contradictorio, lo cierto es que
estuvo en ataques en plena línea de fuego con fuerzas especiales y
unidades regulares de élite, en emboscadas, golpes de mano y
maniobras de campo abierto.

Vivió sus años de infancia y juventud en las barriadas del norte de


San Salvador, y como muchos de los jóvenes solteros, como él mismo lo
señala, pasó de un existencialismo difuso a una vida con los ojos
puestos en la revolución. En la búsqueda de sí mismo y del sentido de
la vida, como solía decirse por entonces, un día decidió echarse a la
carretera y comenzar un viaje de mochilero que lo llevó por varios
países. Cuando entre 1978 y 1979 estalló la insurrección popular contra
la dictadura somocista en Nicaragua, Pedro estaba allí, por casualidad,
y no vaciló en sumarse a la rebelión.

Después del triunfo se integró al Ejército Sandinista, en el cual


ganó el grado de teniente combatiendo en las montañas a las fuerzas
contrarrevolucionarias. Ahí también se especializó en técnica
odontológica. A mediados de los años ochenta entró en contacto con
miembros de las FPL que estaban destacados en Managua, y a
principios de 1987 aceptó la propuesta de venir a combatir a El
Salvador.

Pero antes tuvo que pasar por una fase de entrenamiento en la


escuela militar “Juan Méndez”, que las FPL tenían en la carretera sur de
Managua. Un día oyó decir que un super cuadro de la guerrilla
salvadoreña llegaría a impartir un curso intensivo de explosivos. El
hombre en cuestión, “frío y muy serio”, era un comandante que no se
identificó con nombre alguno, pero al que el resto de dirigentes le
rendían un evidente respeto.

Durante una de sus clases, Pedro cometió una imprudencia, al


preguntarle al comandante si podía fumar. El hombre lo miró con dureza
y le dijo: “¿Compañero, cómo se le ocurre pensar siquiera en encender
un cigarro en una clase de explosivos?’. Pedro recuerda que la actitud
siempre fría de ese hombre ponía nerviosos a todos sus compañeros, al
punto que, durante una prueba de lanzamiento de bombas molotov,
ninguno de ellos acertó a estallar los artefactos, pues por la tensión los
lanzaron sin la fuerza debida. El comandante, sin decir nada, recogió
todas las bombas y las fue estallando él mismo una a una sin fallar en
ningún caso.

Finalmente, terminado el entrenamiento que se prolongó por varios


meses, Pedro ingresó a las zonas guerrilleras salvadoreñas por el
frente occidental, por el lado de Metapán, y ya desde ahí comenzó a
sentir el asedio de los ataques aéreos y artilleros. Semanas después
caminó hasta Chalatenango. Ahí Salvador Sánchez Cerén le dio las
instrucciones precisas de la misión que iría a cumplir al frente
paracentral.

Al salir de Chalatenango pasó por la zona guerrillera de Radiola, y


fue ahí donde comenzó a escuchar el nombre de Ma yo Sibrián, asociado
a vagas historias de “serios problemas de infiltración enemiga”. También
ahí conoció a un joven radista con el que trabó amistad, y que también
estaba en ruta hacia el paracentral, al que finalmente entraron, en el
mes de octubre de 1987, por Cerros de San Pedro hasta llegar a la zona
de Gavidia.

Cuando él y su compañero se presentaron ante el comandante del


frente, se encontró con un hombre frío, no muy alto y de mirada dura al
que ya conocía, pues era el mismo que le había dado el curso de
explosivos en Managua. El saludo entre ambos fue parco. Un par de
meses después, Pedro envió una carta a su amigo radista, que había
sido enviado a otra sub zona. En la carta le contaba que estaba
alfabetizando y trabajando en el hospital, “un jardín rodeado de
hermosas flores”, decía en alusión a las compañeras que ahí se
desempeñaban. No recibió respuesta y pasó un tiempo en el que no
volvió a ver a su amigo.

—Pero en un viaje que hicimos para traer abastecimientos, me lo


encontré y lo note muy cambiado, muy evasivo, ya no era el mismo. Al
correr de los días, ahí por diciembre, vinieron unas fuerzas de
Chalatenango y se rompieron muchos esquemas que había en la tropa
del paracentral, incluso se hizo una fiesta en el campamento. Los de
Chalate pusieron un casete de los Credence, y los del paracentral
estaban todos asombrados por ese tipo de música. Ninguna compañera
quería bailar una música tan rara. Entonces, para romper el hielo,
comencé a bailar solo, haciendo pasos medio psicodélicos, y los de
Chalate se sumaron al deschongue.

El comandante Ma yo Sibrián lo mandó a llamar al siguiente día:


Lo primero que hizo fue mostrarme la cartita que yo le había
enviado a mi amigo. ¿Qué significa esto?, me dijo bien serio. Le
expliqué que ese mensaje era simplemente un gesto de cortesía y de
amistad hacia un compañero, y agregué que ambos éramos solteros y
que por eso había escrito lo de las flores hermosas. No es correcto
escribir esas cosas, me dijo, y me reclamó lo de La fiesta: Ni esa
música ni esa manera de bailar son de un revolucionario; usted también
anda hablando cosas que vio en otros países, y tampoco eso está bien,
a la tropa no le ande contando babosadas. Usted tiene pensamiento
pequeñoburgués, por lo tanto ya no puede seguir alfabetizando a los compañeros,
porque los puede influir con esa mentalidad pequeñoburguesa, me dijo.
Y continúa.
__Ahí mismo me degradó, me quito la condición de militante del partido que
me habían dado en Managua.
Entonces pasé como seis meses sin fusil, porque Mayo me dijo cara a cara que tenía
que ganarme la militancia, el fusil y la categoría de combatiente. Esos seis meses me
lo pasé como sancionado prácticamente, moliendo maíz y acarreando todas las
noches los abastos, cargando bultos por esos cerros y sin fusil.
Pedro da un salto de memoria y de pronto evoca a un compañero por el que
llegó a sentir afecto y admiración:
__Nunca supe su nombre legal, solo le decíamos el Maestro. Era universitario
y jefe de taller de explosivos. Una persona muy especial por sus conocimientos, su
talento técnico y su generosidad. A él lo ejecutaron en Cerros de San Pedro.
(Se trata, evidentemente, del ya mencionado Carlos Danilo Flores).
__El jefe de Cerros de San Pedro era Carlos, y a él mismo le mataron
después a la mujer y a dos hermanas de ella__, continúa Pedro__, yo no sé, no les
puedo decir en verdad cuántos fueron los muertos, pero con uno que haya sido
matado de esa forma como lo hacían… A otros les reventaron la cabeza con grandes
piedras los mismos compañeros. Eso no es de revolucionarios… Si nosotros nos
metimos a esta mierda precisamente por combatir esos métodos.
Pedro no vio, pero le contaron otros compañeros, la ejecución en masa de los
miembros de un pelotón de veteranos. Por el mismo motivo de la sospecha fueron
colgados de las piernas en los árboles. Los ejecutores les comenzaron a pegar
garrotazos en las cabezas, cumplieron la rutina en varias rondas. En cada ronda iban
muriendo algunos, con la masa gris a flor de piel, otros fueron desangrándose y
muriendo en la ronda siguiente, hasta que no quedó ninguno con vida.

CAPITULO CINCO
GOYO: “¿QUÉ ESTÁ PASANDO EN EL PARACENTRAL,
ME PREGUNTARON?”
No había valle o serranía, playa o volcán, camino o recoveco del frente
paracentral en el que Goyo no fuera conocido y respetado por los jefes y
combatientes guerrilleros, lo mismo que por sus familias.
Había nacido en esa zona. Allí se había incorporado a la lucha como un joven
organizador campesino allá por 1977. Allí se había sumado a las FPL por esas
mismas fechas, y había ido ganando progresivamente, en combate, las jefaturas de
escuadra, pelotón, columna, destacamento, batallón, operaciones y Estado Mayor,
hasta convertirse en el comandante Goyo, jefe militar del frente paracentral.
En abril de 1986 se le informó que tendría que cumplir una misión especial
fuera del país. Unas semanas después llegaba a Cerros de San Pedro el hombre al
que la máxima jefatura de las FPL había elegido para sustituirlo: el comandante
Mayo Sibrián.
Después de entregar el mando, y tras la ya mencionada conferencia de
coordinación con Mayo Sibrián, se puso en camino. Su ruta de salida, con escalas de
descanso y coordinaciones, pasaba por la zona guerrillera conocida como Radiola, el
cerro de Guazapa y el cerro Bonete. Antes de llegar a este último punto, se detuvo
algunos días en la comunidad Tres Ceibas, en el norte de la ciudad de Apopa.
Habían transcurrido unos dos meses desde que saliera de Cerros de San Pedro.
Una noche, en Tres Ceibas, recibió la visita de un grupo de familiares de
guerrilleros de esa zona que habían sido enviados al frente paracentral. Le contaron
angustiados que se estaba rumoreando que algunos de sus parientes habían sido
acusados de traición, y los habían torturado y matado sus mismos jefes. Esa
información desconcertó a Goyo, pero era demasiado imprecisa como para tomarla
como una certeza.
Al día siguiente reemprendió la ruta que finalmente lo llevaría hasta Cuba.
Un par de meses después de su llegada a La Habana, Goyo, recibio la visita
de tres miembros de la comandancia de las FPL. Querían saber cómo evaluaba él
las condiciones de seguridad del frente paracentral. Estaban preocupados porque
habían recibido informes sobre una vasta red de infiltración enemiga, tanto en las
bases de apoyo en la población civil como entre las mismas tropas guerrilleras.
Goyo les dijo que esa aseveración le parecía incoherente, que una infiltración
de esa magnitud era imposible. Durante años él había realizado en ese frente, con la
misma tropa operaciones militares pequeñas, medianas y grandes, acciones
logísticas a gran escala entre la población civil y bajo estrictas medidas de
clandestinidad, y todo lo que él había observado durante esas experiencias estaba
contemplado dentro de la normalidad de un estado de guerra.
Los tres comandantes quedaron indecisos. No podían dudar de la evaluación
de un cuadro con la experiencia política y militar de Goyo, pero le pusieron un
ejemplo de lo que Mayo Sibrián había reportado como un signo de la infiltración. Se
trataba de una operación en la que un grupo comando, teniendo a tiro a la unidad
enemiga, había lanzado las granadas sin lograr pegar en el objetivo. Goyo pidió más
detalles sobre ese incidente, y luego les presento su consideración al respecto.
__Es una típica acción en medio de un operativo enemigo. En esas
circunstancias la exploración se hace sobre la marcha, los compás se echan las
cargas al lomo y si hay tiro lo hacen sin más. Pero igual si andan cansados o están
con hambre, y les toca efectuar el golpe de mano a las diez de la noche, un cusuco o
una tataltuza que salta por ahí en el monte los puede confundir y así se provoca un
error. De esas experiencias les puedo contar cientos__, concluyó Goyo, ya
adivinando y deplorando la suerte que los muchachos comandos habrían corrido.
Uno de los tres comandantes, el legendario dimas Rodríguez, era el más
escéptico respecto al informe de la “vasta infiltración enemiga”, y el más interesado
en poner las cosas en claro, de acuerdo a Goyo. Fue él quien le preguntó comó se
explicaba entonces que Mario Sibrián cometiera un error de apreciación tan grave.
La respuesta de Goyo fue directa y contundente:
__Mayo asumió, en el frente paracentral, el mando de dos batallones de élite,
más de cinco columnas Guerrilleras, un gran número de personal asignado a
milicias, talleres y logísticas, o sea, casi la mitad del total de las fuerzas de las FPL;
es decir que le asignaron una responsabilidad sobre una gran cantidad de territorio y
tropa, lo que superó sus capacidades tácticas, estratégicas y hasta psicológicas.
Ustedes lo saben bien, lo más que Mayo había llevado a comandar era un
destacamento, y de pronto le pusieron en las manos toda esa fuerza, cualquiera
puede tener problemas en esa situación__, finalizó Goyo.

MIGUEL UVE, LA MUERTE DE LOS AMIGOS


Nicolás García, el comandante Miguel Uvé es originario de San Vicente. Se
incorporó a la guerrilla en 1974. Su seudónimo Uvé deriva del hecho de haber sido
uno de los fundadores de las Unidades de Vanguardia de las FPL. En el paracentral
estuvo al mando del Batallón “ Andrés Torres”, asta 1983, ese ano fue enviado a
Chalatenango donde junto a otros comandantes también provenientes del
paracentral, Goyo, Ramón Torres, Giovanni y Walter, participo en la conducción de
batallas que ahora son casi legendarias, como la del ataque a la Cuarta Brigada de
Infantería.
Ya casi al final de a guerra, en abril de 1991, viajaba en un vehículo junto al
comandante Antonio Cardenal (Jesús Rojas) y un grupo de combatiente, en una
zona que consideraban segura en el Norte de Chalatenango. Sin embargo, fueron
sorprendidos por una emboscada montada por una unidad especial del ejército.

Jesús Rojas fue impactado mortalmente por una de las primeras ráfagas, a las
que sucedió el ametrallamiento a mansalva y el lanzamiento de ráfagas de mano. La
mayoría de guerrilleros caen abatidos, y solo quedan cuatro sobrevivientes heridos
que tratan escapar arrastrándose y disparando
sus armas. Uno de ellos es el comandante Miguel Uvé, que alcanza a parapetarse
detrás de una piedra. Miguel intuía que Jesús Rojas, miembro de la máxima
dirección de la FPL. Estaba muerto, y le preocupaba que en su mochila cargaba no
solo una gran cantidad de dinero sino, también, las claves de las comunicaciones e
importantes documentos internos. En esa misma emboscada murieron varios
guerrilleros del frente paracentral: Nando, Alirio, Manolón y otros más.
Muy cerca de ahí, a ambos lados de la calle, acampaban varias unidades
guerrilleras que ya habrían ante la balacera, y estarían por llegar al sitio. Miguel y sus
compañeros decidieron entonces seguir disparando ante la balacera, y estarían por
llegar al sitio. Miguel y sus compañeros decidieron entonces seguir disparando, con
el objeto de proteger la mochila de Jesús Rojas mientras llegaban los refuerzos. La
unidad del ejército también sabía de la cercanía de los otros guerrilleros, y tuvieron
que abandonar la posición ante la resistencia de los heridos y la inminencia del
contraataque guerrillero.
Pero mucho antes de eso, en 1986, pocos meses después de la llegada de
Mayo Sibrián al frente paracentral, Miguel comenzó a recibir correos de sus amigos y
compañeros de aquel frente de guerra. Las noticias que le enviaban eran
desconcertantes. Algunos de los jefes de destacamento del batallón que él había
comandado años atrás, el “Andrés Torres’’, le contaban que la situación era grave,
que sentían temor de morir a manos de sus mismos
mandos, pues se había caído en una extraña situación de desconfianza
generalizada.
Dos de esos jefes de destacamento, Chamba y Rogelio, le confiaron que
temían que de un momento a otro se les acusara de traición injustamente, como a
tantos otros compañeros a los que ya habían matado. El comandante Miguel Uvé se
consternó por semejantes noticias, pues conocía a fondo a esos guerrilleros con
quienes había combatido hombro durante varios años, y por cuya lealtad podía
poner las manos al fuego. Muy poco tiempo después, Miguel recibió el informe de
que, en efecto, Chamba y Rogelio habían sido ejecutados ‘’por infiltrados’’. Al igual
que Fermín, por los mismo días, tampoco Miguel Uvé imaginaba que la matanza del
paracentral, apenas comenzado.

MELO, PRIMERAS ALARMAS EN LA COMANDANCIA


GENERAL.
Lino Caballero, el comandante Melo del ERP, estaba destacado en las
cercanías de Nuevo Edén de San Juan, al norte de San Miguel. A principios de 1987,
llegaron despavoridos a su campamento unos diecisiete combatientes del Partido
Revolucionario de los Trabajadores (PRTC). Habían salido huyendo de Cerros de
San Pedro, porque, aseguraron, el mando de las FPL los acusaba de ser infiltrados y
los querían matar, como ya lo habían hecho con muchos otros compañeros.
Melo informó del incidente la jefatura del ERP y asiló en su campamento a los
prófugos. Unos mese después, en mayo, fue enviado a Usulután, donde el ERP tenía
afincada una fuerza considerable a cargo de los comandante Carmelo, Mariana y
Federico. Ellos tenían su puesto de mando en Tres Calles, y solo el río Lempa los
separaba de los territorio controlados por las FPL en San Vicente. Además en el
mismo departamento de Usulután, hacia el norte, estaba la zona Ángela Montano,
donde se encontraba basificada otra fuerza de la FPL, dirigida por David Gavidia
pero sometida al mando central de Mayo Sibrián.
En agosto de 1986, el mando de las FPL del frente paracentral y el ERP del
frente suroriental, celebraron una reunión de coordinación e intercambio en Tres
Calles. Melo recuerda que Mayo Sibrián comentó que había descubierto una vasta
red de infiltración enemiga entre la población civil y la tropa guerrillera de su zona,
pero que ya había comenzado a tomar medidas al respecto.
A manera de ejemplo, relata Melo, Mayo Sibrián contó algunos casos en que,
‘’a puros vergazos’’, le había sacado la verdad a los infiltrados, quienes habían
terminado confesando y entregando a sus cómplices.

Cuando los comandantes del ERP le pidieron más detalles, Mayo Sibrián explico que
una de las pruebas de la infiltración era la precisión con que el enemigo atacaba con
fuego aéreo y artillero sus campamentos, por más que él los cambiaba de ubicación
constantemente.
_Es claro que la información le está llegando al enemigo desde adentro del
frente __, le dijo.
enemigo desde adentro del frente__, les dijo.
Los comandantes del ERP le explicaron que también a ellos les habían
comenzado a ubicar sus puestos de mando, pero que habían descubierto que el
problema se debía a la a la detección goniométrica de las comunicaciones: cuatro
grandes antenas en todo el país, ubicadas en el roblar, el Paca yal, el Teconal y
el Cacahuatique, más un avión espía y un barco norteamericano
ubicado en la costa pacífica, realizaban el cruce y cuadriculaban los
lugares desde donde se emitían las señales radiales guerrilleras. Mayo
Sibrián desestimó ese planteamiento e insistió en el tema de la
infiltración.

En esa reunión también estuvo presente el comandante Raúl


Mijango del ERP. En su libro autobiográfico Mi guerra, refiere el hecho
de la siguiente manera:Carmelo me pidió que le acompañara a una
reunión que sostendría con Mayo Sibrián. Aquel tipo, que no se quitó en
ningún momento la mochila ni el equipo y mantuvo en todo momento el
fusil sobre las piernas, a cada rato se chupaba con los labios un ralo
bigote, se frotaba constantemente la cara con las manos y mantenía un
imparable movimiento de dedos cuando platicaba. Nos contó en detalle
sobre un formidable plan de inteligencia enemiga que había infiltrado
las estructuras guerrilleras y creado una amplia base de apoyo en la
población civil, que eran familiares de los misinos infiltrados que se
hacían pasar por combatientes.

Pero además nos contó corno él había descubierto la operación y


estaba llevando adelante la acción que podía considerarse el golpe más
estratégico al aparato de inteligencia enemiga. Finalmente nos alertó a
que estuviéramos buzos, porque en sus estructuras en esa zona ya
había detectado presencia de infiltrados, y que por eso él andaba allí.
No nos dio datos de cuántos supuestos enemigos había aniquilado ya.
Terminada la reunión, Carmelo me preguntó qué me parecía todo
aquello. Ese tipo está loco o está cagado, es un paranoico, le respondí.
Para los comandantes del ERP el cuadro planteado por Ma yo
Sibrián resultó poco verosímil, pues sabían perfectamente que, por
definición, La infiltración en las filas enemigas nunca es masiva sino
puntual, a menos que se esté hablando por confusión de fenómenos
diferentes. Uno de ellos, que no quiere ser citado por su nombre, nos
explica:

—Si eso es así, es decir, si las FPL confundieron problemas como


la indisciplina o la desmoralización con la infiltración, eso explicaría La
gran cantidad de victimas inocentes. La desmoralización y La
indisciplina son comunes en la guerra, y se acentúan en periodos
particularmente problemáticos en que la correlación de fuerzas no te es
favorable, o cuando se da escasez de alimentos, balas, zapatos y
equipo en general. Pero ese tipo de problemas requieren un tratamiento
que ciertamente no es el fusilamiento de tus propios compañeros. Eso
es absurdo... Recuerdo que después de esa reunión con Ma yo, mi
conclusión fue que era a él a quien le habían Logrado infiltrar la
cabeza, haciéndolo ver fantasmas por todos lados.

Poco después de ese encuentro se dieron algunos hechos


significativos en el lapso de un par de semanas. Un funcionario de La
Cruz Roja Internacional, que en varias ocasiones había mediado para la
liberación de soldados y oficiales del ejército capturados por el ERP le
manifestó al jefe de esa organización y miembro de la comandancia
general del FMLN, Joaquín Villalobos, su preocupación porque, en San
Vicente, las FPL había matado a garrotazos a una señora embarazada,
a la que acusaban de ser colaboradora del ejército.
Además, Mayo Sibrián había capturado a Eulogio Villalta, un líder
agrario de Usulután que colaboraba en secreto con el ERP La acusación
era La usual: trabajar para el enemigo. El enlace clandestino de Eulogio
Villalta era precisamente el comandante Melo, quien de inmediato
informó a Joaquín Villalobos. Villalobos se comunicó con el jefe máximo
de las FPL, Salvador Sánchez Cerén, y le exigió la liberación inmediata
de Eulogio Villalta. Mayo Sibrián no tuvo más alternativa que soltar al
hombre.
Por esos misinos días, Mayo Sibrián le comunicó a Camilo Turcios, el
comandante del PRTC en Cerros de San Pedro, que había detectado
que un pelotón entero de las fuerzas bajo su mando estaba
trabajando para el enemigo, y le pidió que los capturara, los desarmara
y se los enviara. Camilo Turcios conocía muy bien a sus hombres y
decidió pasar por alto la solicitud, pero informó de la situación al jefe
del PRTC, Roberto Roca.

Roberto Roca, que también era miembro de la Comandancia


General del FMLN, estaba entonces en el norte de Morazán, en
territorio bajo control del ERP, y decidió consultar el caso con Joaquín
Villalobos. “No es posible que todo mundo sea infiltrado en ese frente”,
le dijo Villalobos, y le sugirió que trasladara a la fuerza en cuestión
hacia Morazán, para poner a sus miembros en observación. A los pocos
días llegó a Morazán no un pelotón sino toda una columna del PRTC,
unos setenta hombres. Todos ellos manifestaron sentirse temerosos por
las purgas que las FPL estaban llevando a cabo en el frente
paracentral.

Roberto Roca lle vó el tema a discusión en la Comandancia


General del FMLN, en donde el representante de las FPL era
Salvador Sánchez Cerén, y amenazó con renunciar a ese organismo
si no se le ponía un alto a las ejecuciones de combatientes en el
paracentral. Salvador Sánchez Cerén se comprometió a investigar el
asunto.
GOYO, LA INVESTIGACIÓN Y EL INFORME
A su regreso de Cuba, el comandante Go yo fue destacado al
frente norte de Chalatenango. Por esos días las noticias sobre las
ejecuciones sumarias realizadas en el frente paracentral habían llegado
a un nivel crítico. Al final del invierno de 1987, Salvador Sánchez Cerén
lo mandó a llamar y le asignó una misión sumamente delicada y
confidencial: que fuera al paracentral y hablara con Mayo Sibrián y con
la tropa, averiguara lo que allí estaba sucediendo y le presentara un
informe.

—Cuando llegué a la zona de Gavidia, lo primero que Mayo me


dijo fue que todo lo que estaba pasando en el frente era mi culpa, que
yo se lo había dejado repleto de infiltrados. Y agregó que por ahí le
habían dicho que a lo mejor también yo estaba en esa jugada—, cuenta
Goyo—, claro, lo que sucedía es que él ya había matado a todos los
jefes y a una gran cantidad de combatientes con los que yo había
operado.

En ese momento Goyo hizo un calculo mental: si a él mismo, que


había tenido todos los mandos posibles, desde cuadro de masas, jefe
de milicias, de guerrillas, de pelotón, destacamento, batallón, jefe de
operaciones y jefe militar del frente, se le emplazaba de una manera tan
torpe y peligrosa, ¿cómo no se podría actuar con los jóvenes
guerrilleros que recién llegaban y que no tenían ninguna tra yectoria, ni
mayores conocimientos y responsabilidades, ni respaldos de mando?

Para comenzar su investigación, Goyo pidió una reunión con


treinta de los principales mandos del frente paracentral, seis
representantes por cada una de las cinco sub zonas. Lo primero que
percibió era que existían dos corrientes de pensamiento entre esos
jefes: la mayoría de ellos opinaban que tanto las ejecuciones como los
métodos empleados para realizarlas estaban dentro de lo correcto. El
otro grupo era el que se oponía, pero eran muy pocos. Sin embargo,
pidieron con vehemencia a Goyo que solicitara a la máxima autoridad
de la organización terminar con todo aquello.

Después, Go yo habló con el grueso de la tropa en varias jornadas.


En la primera de esas jornadas sucedió algo dramático: los
combatientes habían sido concentrados en un campamento, sin que se
les hubiese comunicado el motivo de ello; cuando vieron llegar a Go yo,
acompañado por varios elementos del equipo de mando de Mayo
Sibrián, entraron en pánico y algunos hasta temblaban
incontroladamente:
—Ellos pensaron que llegábamos para fusilarlos a todos—, dice
Goyo—, los calmé y hablé con ellos, pero en medio de esa tensión era
comprensible que no me dijeran mucho, pues sabían que cuando yo me
fuera con su informe, ellos se quedarían solos frente a su realidad.

Obviamente, las condiciones en que Go yo realizaba su


investigación no eran las más seguras, porque él mismo se sentía
vigilado, aunque sabia que, por su jerarquía, Ma yo Sibrián no se
atrevería a tocarlo. Sin embargo, ese comandante tampoco ocultó sus
procedimientos ni paró sus actividades represivas contra su propia
tropa.

Ahí en su propio campamento tenía amarrados a un grupo de


adolescentes que hacía poco habían llegado de los refugios de
Honduras para integrarse a la guerrilla. le habían parecido sospechosos
por indisciplinados, y para él eso era un signo evidente del trabajo
enemigo, según le explicó a Go yo.
—Pero a saber desde cuando los tenés ahí sin darles ni comida ni
agua; esos cipotes se están muriendo ya—, le dijo Goyo, y sin más
ordenó que soltaran a los muchachos y les dieran de beber y comer.
Ma yo Sibrián guardó silencio.

Goyo permaneció en el frente paracentraL aproximadamente


un mes, durante el cual fue enviando a Salvador Sánchez Cerén, por
radio, avances de lo observado. Ma yo Sibrián exigía conocer antes esos
mensajes, y pedía que se les hicieran algunas correcciones, algo a lo
que Goyo no se opuso, pues sabia que de todos modos regresaría
pronto a Chalatenango para dar su informe completo personalmente.

En la medida que entrevistaba más guerrilleros, Goyo fue


descubriendo una madeja de horror.

—Todos los miembros del pelotón uno, del primer destacamento


del batallón “Andrés Torres”, habían sido capturados, puestos en fila,
amarrados y colgados de los pies. Luego comenzaron a golpearlos con
garrotes uno a uno hasta matarlos—, le informaron.

Y así fue documentando caso tras caso. Uno de ellos era


significativo, y confirmaba que Ma yo Sibrián también sospechaba de
Goyo: habían torturado y matado a una guerrillera llamada Magdalena,
que en otros tiempos había sido su compañera sentimental. Su martirio
se debió a que le informaron a Ma yo Sibrián que, en una ocasión,
bastante tiempo atrás, Go yo había realizado un movimiento a la zona de
la costa, y en ese viaje compró un pantalón que le regaló a Magdalena.
Ese detalle fue el motivo para argumentar que Magdalena era una
infiltrada que recibía regalías por ser informante.
Pero Go yo no sólo fue develando una realidad sangrante para la
organización en la que creció, se desarrolló y peleó, sino que comenzó
a tener malas noticias de personas cu ya cercanía con su propia vida
estaba marcada por momentos especiales de La guerra en ese frente.
Eso iba más allá de los protocolos o los actos oficiales, se trataba de
hombres y mujeres que habían crecido y combatido a su lado, se
trataba de su gente más querida.

Uno de ellos era Anacleto, un guerrillero experimentado y dotado


de una humanidad que Go yo reconoce más allá de las palabras.
Anacleto había sido jefe de un destacamento del batallón “Ernesto
Morales”, y fue ejecutado sin ninguna prueba en su contra. Es muy
difícil no estremecerse con sus palabras:

—Yo vi a mis jefes de destacamento pelear, a quienes La palabra


maravilla de hombres les queda chiquita, humanos, excelentes para
mantener a la tropa con ánimos y cohesionada. Anacleto era uno de
esos que no media las circunstancias adversas para trabarse a balazos
con el enemigo... Y que después los torturen y los cuelguen como
mierda a esos compañeros... Es que esos mandos fueron con los que yo
me hice hombre, con los que yo me hice de prestigio, me hice de
conceptos, y me do y cuenta ahí en el terreno que los han colgado y
matado como si fueran animales.

Anacleto tiene viva su familia. Cuando Goyo ha ido de visita, la


hermana mayor del guerrillero ejecutado se pone a llorar y le dice:

—Goyo, usted conoció bien a mi hermano, usted sabe que él no


era un traidor, dígame entonces por qué fue que lo mataron.
Cuando Go yo pidió las cifras y los datos de los ejecutados, fue el
mismo equipo de apo yo de Ma yo Sibrián, con la autorización del
comandante, el que le entregó las listas con los seudónimos, los
nombres legales y los lugares de origen de los asesinados. Todo lo
tenían registrado al detalle. No hubo ocultación de esa información en
ningún momento, sencillamente porque ellos creían firmemente que
habían hecho lo correcto dentro de una operación de contrainteligencia.

Las listas en cuestión establecían, a esa fecha, octubre de 1987,


las ejecuciones de trescientos combatientes, inclu yendo jefes de
escuadra, pelotón y destacamento, y trescientos seis civiles,
colaboradores de la guerrilla, familiares de combatientes y milicianos de
la zona.

Pero además, en el transcurso de su investigación. Go yo


descubrió un dato muy grave: que también en otros frentes de guerra, e
inclusive fuera del territorio salvadoreño, se estaba matando
combatientes. Mayo Sibrián enviaba, al mando superior de las FPL,
listas de nombres de guerrilleros sospechosos que antes habían estado
en el frente paracentral, y ese mando ordenaba las ejecuciones en otros
lugares, inclusive en Nicaragua. Así comenzó Goyo a descubrir el
verdadero mecanismo de la matanza. Encontró evidencias de que
algunos combatientes, a los que se les dijo que iban a recibir
entrenamiento especial en La Habana, en realidad fueron capturados y
enviados con engaños hasta Managua, donde fueron ejecutados.

Todo Lo que estaba sucediendo era avalado por la máxima


dirección de las FPL. Del frente paracentral salían las listas de
nombres para Radiola, para Managua, para otras zonas.
Terminado su trabajo, Goyo regresó a la zona 2 del frente norte de
Chalatenango, ubicado en las montañas aledañas a los cantones y
caseríos de La jurisdicción de Dulce Nombre de María. Ahí, desde horas
tempranas de la mañana hasta bien entrada la tarde, rindió su informe
detallado y sus conclusiones a Salvador Sánchez Cerén, sin ocultar
su inconformidad por lo que estaba sucediendo, y su petición de
que se pusiera final a esa historia.

Salvador Sánchez Cerén escuchó en silencio, sin hacer


ninguna sola pregunta a todo lo largo de la exposición de Goyo.
Solo al final, le dijo: —Mayo es un fundador de las FPL, es miembro
de nuestra Comisión Política, es un hombre de prestigio y es mi
amigo.

Goyo confirmó en ese momento que Salvador Sánchez Cerén


no era solo un cómplice, sino el mayor autor intelectual de los
crímenes. Hasta esos días Goyo era el asesor personal de asuntos
militares de Salvador Sánchez Cerén. Después de esa reunión fue
removido de su cargo a otras tareas, habiendo pasado a operar
junto al comandante German, como segundo al mando en la zona 2
del frente norte de Chalatenango.
CAPITULO SEIS
LOS CIEN MUCHACHOS DE CHALATENANGO
En noviembre de 1989, el FMLN había decidido concentrar la
totalidad de sus fuerzas y sus medios en una nueva ofensiva general,
mediante la cual se proponía hacer colapsar al ejército nacional y tomar
el poder. El ataque principal se dirigiría hacia la capital, San Salvador,
pero también incursionarían en otras importantes ciudades del interior
del país, como San Miguel, Usulután, Zacatecoluca, maniobras de
hostigamiento a la Cuarta Brigada de Infantería y al Destacamento
Militar número uno de Chalatenango, e incursiones menores en La
ciudad de Santa Ana y Apopa, entre otras.

Por esos días, tres de Los principales jefes militares de La


retaguardia de las FPL estaban en Chalatenango: Giovani, Goyo y
Miguel Uvé. Dentro del plan general de la ofensiva, la comandancia de
las FPL había contemplado que Goyo, al frente de una columna, se
moviera hacia el paracentral para reforzar las acciones que en aquel
punto estarían concentradas en contra de las fuerzas militares de
Zacatecoluca. Pero casi toda La fuerza disponible estaba asignada al
ataque sobre San Salvador y las ciudades que le rodean.

Miguel Uvé estaba destinado a asumir el mando de todas las


tropas de Chalatenango, así como de las comunicaciones militares, y de
comandar los ataques de hostigamiento a La Cuarta Brigada y La
ciudad de Chalatenango.

Goyo debía salir con un contingente de tropa conformada por una


columna de refuerzo con los grupos milicianos de Chalatenango,
originarios de Arcatao, San Antonio Los Ranchos, Guarjila, Las Flores y
otros poblados aledaños. El ochenta por ciento de esa tropa era de San
Fernando, Dulce Nombre de María y La Laguna. El problema era que
esos milicianos eran jóvenes campesinos que, si bien apoyaban un
cierto tipo de acciones guerrilleras, aún vivían en sus aldeas y bajo el
dominio de sus padres. Go yo y Miguel visitaron los cantones aledaños a
Guarjila y Arcatao para hablar con las familias, pero éstas se mostraban
renuentes a que sus muchachos fueran a combatir a otras zonas
desconocidas para ellos.

Pero había un hombre que se había ganado el cariño y la


confianza de la gente de todos esos lugares, por haber convivido y
compartido con ellos las penurias de la guerra: el padre jesuita Jon
Cortina, quien desde la perspectiva de la teología de la liberación
avalaba el alzamiento guerrillero, y concientizaba a los campesinos
para que se sumaran de una u otra forma a la lucha. Goyo y Miguel le
pidieron ayuda, le explicaron la magnitud del esfuerzo que la ofensiva
implicaría, y también la convicción, o al menos la esperanza, de que
con ella se alcanzaría la Victoria final. El padre Cortina habló con las
familias, las cuales finalmente accedieron a dejar partir a los
muchachos, que eran aproximadamente unos cien.

El entrenamiento militar, la condición física y la formación política


de un miliciano son normalmente inferiores a las de un guerrillero
sometido a la disciplina de un campamento y al estado de guerra
permanente del frente militar. El primer desafío de esos milicianos fue
seguirle el paso al comandante Goyo en la larga caminata, a marchas
forzadas, iniciada en los primeros días de noviembre de 1989 desde
Chalatenango rumbo al frente paracentral. Goyo cuenta que algunos de
los muchachos y muchachas tuvieron que seguir caminando aún con los
pies totalmente llagados.
—Eran jóvenes que no conocieron físicamente una ciudad, ni
cafetales, ni planicies, unos ni autobuses conocían, y mucho menos
sabían de un combate. Y sabían que iban a regresar en un mes, a lo
sumo—, dice Goyo.

Aún con esas dificultades lograron llegar. Apenas después de


unos pocos días de descanso, se sumaron al ataque principal de las
fuerzas del paracentral sobre la ciudad de Zacatecoluca. Las
operaciones de la insurgencia sobre las posiciones militares de esa
ciudad, fueron apo yadas por diversidad de unidades guerrilleras,
llegadas del sur de Usulután, al mando del capitán Juan Patojo; del este
de Berlín, al mando de Ramón, y esas mismas tropas de Chalatenango
comandadas por Go yo.

Estas unidades y las fuerzas permanentes de la zona del volcán


de San Vicente y otros lugares de ese frente, conformaron las líneas de
ataque. El asedio mantenido por dichas unidades en contra de las
fuerzas del gobierno es quizá el mejor logrado en esa ofensiva nacional
en una ciudad cabecera. Aún después que las guerrillas habían
abandonado sus posiciones en la mayoría de centros urbanos del país,
ellos seguían rodeando el cuartel militar de Zacatecoluca, es a juicio de
muchos la ciudad que en verdad estuvo a punto de caer totalmente en
manos de la guerrilla.

Goyo reconoce que cinco de esos muchachos, que llegaron junto


a él desde Chalatenango, murieron en esos combates en los que él
mismo resultó herido de bala, saliendo lesionado de uno de sus ojos.
Sin embargo, el comandante Miguel Uvé nos dice que, de los cien
milicianos reclutados en el norte de Chalatenango, solo trece
regresaron con vida a sus lugares de origen, durante los primeros
meses de 1990. Todos los otros fueron torturados y ejecutados por el
mando de las FPL en el paracentral. Miguel Uvé relata que, cuando lo
supo, lo conversó con el padre Cortina, y que este manifestó su estupor
y su enorme pesar por esos hechos que consideró inexplicables.

GUAYÓN Y EDWIN, UN VIAJE al INFIERNO

Se trataba de la misión más importante y peligrosa que habían


asumido. Eran ocho guerrilleros que habiendo concluido un curso militar
en La Habana, se concentraron en Managua para introducir desde ahí
hasta las montañas salvadoreñas, en dos vuelos clandestinos,
cincuenta misiles tierra-aire y un buen número de piezas artilleras con
la respectiva munición.

En El Salvador, mientras tanto, el FMLN había desplegado desde


hacia dos semanas la mayor ofensiva militar general en los casi diez
años de conflicto. La comandancia guerrillera confiaba en que el uso de
los misiles sería el elemento estratégico que finalmente definiría la
guerra a su favor.

Esa era la responsabilidad que aquellos ocho hombres habían


asumido. Si lograban llegar a su destino y aterrizar en las pistas que
sus compañeros en tierra les habían preparado, garantizarían la
victoria, les dijeron. Pero si caían en manos del ejército con ese
cargamento, el FMLN no los reconocería como sus militantes, y ellos
tendrían que identificarse como vulgares traficantes de armas que
operaban por su propia cuenta. Eso era lo hablado y lo entendido.

Eran dos equipos entre los que había especialistas en el uso de


misiles y armas de artillería. Unos pertenecían al ERP y otros a las FPL.
El piloto del ERP se llamaba Walter Alfaro Aguiñada y le decían el
Chaparrito; el de las FPL se llamaba Arnoldo Bernal (el mismo que
había sido capturado junto a Ma yo Sibrián en 1984), y su seudónimo era
Arturo Granadeño. Casi al amanecer del día sábado 25 de noviembre de
1989, las dos avionetas Cessna partieron de una base militar sandinista
de Managua, con poco tiempo de diferencia.

Aproximadamente a las seis de la mañana, ya en cielo


salvadoreño, la avioneta del ERP falló y se precipitó a tierra sin control
alguno, estrellándose entre llamas en un potrero del cantón Piedra
Pacha, jurisdicción de el Tránsito, San Miguel, muy cerca de la
carretera del Litoral. Tres guerrilleros fallecieron en el acto. El piloto
quedó gravemente herido y decidió suicidarse con un balazo en la
cabeza.

No muy lejos de esa zona, una media hora después y sin saber lo
ocurrido con la otra nave, Amoldo Bernal sobrevolaba el lugar donde
supuestamente sus compañeros habían preparado el terreno para el
aterrizaje en la Hacienda el Nilo, cerca de Santa Cruz Porrillos, en San
Vicente. Dio vueltas y vueltas y no encontró las señales del sitio.

La pista había estado lista en el lugar convenido pero en la


mañana anterior. El equipo de recepción la había preparado en regla
con todo un sistema de señales luminosas, pero había esperado en
vano la avioneta. Julio Hernández, jefe de ese equipo, supo después
que el desfase se debió a un error en el mensaje cifrado que contenía
las instrucciones.
De pronto, Arnoldo Bernal les dijo a sus tres compañeros de viaje
(Edwin, Guayón y Jorjón), que ya se le estaba agotando la reserva de
combustible.
—Si no encontramos el sitio en está vuelta lo más seguro es que
nos matemos—, les dijo, mientras comenzaba otra evolución ya sin
muchas esperanzas.

—Ya estábamos todos resignados cuando de repente vo y viendo


ahí al ladito de un gran pantano, entre los charrales, un medio caminito
pelón y unas dos fogatas. ahí está la pista, le grité al piloto—, nos
cuenta años después Guayón, el artillero.

Arnoldo Bernal maniobró en picada, pero aquello no era realmente


una pista sino una media brecha irregular, improvisada a machete, tan
breve que de inmediato le quedó corta y se fue de largo.

—Cabal íbamos directo a destriparnos contra un gran palo de


zorra que estaba enfrente. Zámpele freno a está babosada a como dé
lugar—, le gritó el misilero Edwin al piloto.

La avioneta se detuvo a unos pocos metros de un árbol. Los


hombres bajaron de la nave, y junto a la unidad guerrillera que los
esperaba descargaron y ordenaron rápidamente el armamento. Habían
caído en una planicie pantanosa en un lugar conocido como el
Despoblado, cerca del río el Pajarito, al sur de la carretera del Litoral,
en la zona costera del departamento de La Paz.

Al advertir el desfase en la coordinación, uno de los comandantes


de la zona, Gustavo, tomó la iniciativa de improvisar de cualquier modo
aquella brecha, ya casi con la avioneta sobre la cabeza. “PréndanIe
fuego a la avioneta y sálganse de ahí de inmediato. El enemigo ya los
detectó y avanza hacia ustedes”, les informaron por radio. Cargaron con
todo y caminaron hasta salir del área crítica para esconderse en unos
matorrales, con el agua y el lodo del pantano hasta La cintura.
—Primero vimos dos helicópteros exploradores de los que les
decimos avispitas, y al rato todo el cielo se puso negro de tanto
helicóptero. Sin movemos mucho agarramos posición de combate,
porque creímos que se nos venía aquel gran desembarco de tropa y que
ahí nos harían pedazos a todos—, dice Gua yón.

Sin embargo, el dispositivo aéreo se fue de largo. Guayón cree


ahora que lo que andaban buscando era la otra avioneta, que se había
estrellado a pocos kilómetros de distancia de ahí. Pero eso no lo sabían
en aquel momento. Ahí en el charral se quedaron escondidos el resto
del día, esperando el ataque enemigo de un momento a otro.

No hubo ataque y al caer las sombras agarraron camino mientras


no muy lejos, en la ciudad de Zacatecoluca las fuerzas del paracentral,
reforzadas por la columnas llegadas de Chalatenango y Usulután,
mantenían intensos combates contra el ejército. Marcharon toda la
noche sin pausa con el pesado cargamento en las espaldas. Salieron
del pantano, cruzaron la carretera litoral, avanzaron por un estero,
giraron hacia un llano y después comenzaron a subir la cuesta del
Chinchontepec, que les pareció infinita. A media falda del volcán iban
deshidratados y ya no daban más. Descansaron un rato y continuaron
subiendo.

Cuando por fin llegaron al puesto de mando apenas los dejaron


descansar unas horas. Gua yón, Edwin y Jorjón bajaron de nuevo para
sumarse al ataque a Zacatecoluca. Gua yón entró a las líneas de fuego
con su inseparable ametralladora punto 50, en tanto que Edwin y Jorjón
dispararon al menos siete misiles, que resultaron fallidos por problemas
técnicos, según lo reconocieron después. Al parecer el fallo se debió a
un dispositivo de fabricación coreana.
La batalla en esa ciudad fue cediendo al igual que en los otros
puntos del país, y la retirada hacia las zonas de retaguardia se volvió
inminente. La ofensiva del FMLN, anunciada como final, había
fracasado. al regresar al volcán Chinchontepec, Edwin, Gua yón y Jorjón
conocerían el infierno: el comandante Mayo Sibrián y su Estado Ma yor
comenzarían la evaluación de la batalla y de las tropas y los mandos, la
primera gran acusación en contra de esos experimentados guerrilleros
fue que eran agentes de la CIA.

GUAYÓN: “A LUCAS LE HABÍAN QUEBRADO LAS


DOS PATAS A GARROTAZOS”
—Yo so y del cantón Guadalupe, de Suchitoto. La ofensiva de 1981
me La eché en Guazapa y Cinquera como jefe de una escuadra de
artillería. Desde entonces ya andaba con mi ametralladora punto 50—,
cuenta Gua yón.

En 1984, en un combate particularmente cruento en el cerro el


Co yote, en Tejutepeque, una bala le destrozó La pierna izquierda:

—Llegué herido a Chalatenango y ahí estuve en un hospitalito de


campaña sanando a puro milagro. Fue hasta 1987 que me lograron
sacar para que me operaran en México. De ahí, cuando ya pude
caminar, me mandaron a Cuba para Un Curso de artillería. Ahí me
capacité para manejar cañones y baterías antiaéreas, cañones de dos
bocas, tres bocas, punto 20 y La ametralladora punto 50 que ya la
conocía bien.

Cuando regresaron al Chinchontepec, después del ataque a


Zacatecoluca, Guayón y los dos misileros, Edwin y Jorjón, no tenían la
menor idea de lo que estaba sucediendo en el paracentral. A las pocas
semanas, a Gua yón le extrañó que a algunos combatientes de
Chalatenango que se había encontrado durante los combates de la
ofensiva, ya no los volvió a ver:

—Entonces fue que un día le pregunté a Ma yo por un tal Galileo,


un cipotón bueno para pelear. El no era de Chalate pero había llegado
allí a apoyamos en 1983 en la toma del cuartel del Paraíso… ¿Y por
qué preguntás por él?, me dijo Mayo; es que nos conocimos allá en
Chalate, le dije yo. Ya lo matamos porque era enemigo, me dijo él...
Puta, dije yo entre mí, pero si lo vi a ese cipote pelear en Chalate y ahí
en la ofensiva y nunca le vi ningún defecto o algo raro.

A los días Mayo Sibrián mandó a llamar a Guayón a una reunión:

—Mirá, aquí no andés preguntando más de la cuenta. Vos no


sabés cómo está la situación de este frente, me dijo. Bueno, pasó eso y
después, como a los quince días nos venimos para la zona Gavidia con
el equipo de mando de Mayo, ahí venia él. al nomás llegar ya vi algunas
injusticias con la gente. Unas unidades que habían venido de Chalate,
que el Go yo las había traído como apo yo a la ofensiva, un pelotón que
iba ahí, chas le salieron en el camino una unidad de fuerzas especiales
de Mayo y les dijeron: les vamos a quitar las armas, pongan las manos
atrás y ya los amarraron. Yo vi eso y me dije cuál será el problema.
Pero ahí ya fue cosa de irlos a matar a todos esos muchachos. Después
de eso, Guayón volvió a preguntarle a Mayo por un compañero que era
jefe de taller de armería y que lo había estado instru yendo allí en
Chalatenango:
—Bueno, me dijo Ma yo, ¿y vos por qué preguntás tanto, pués? A
ese ya lo matamos también, y ya te dije que no andés preguntando, me
dijo... ahí si ya me puse algo nervioso yo.

La matazón comenzó de nuevo a tomar curso. Unidades enteras


de guerrilleros fueron llevadas a lugares solitarios para torturarlos y
luego asesinar a garrotazos a sus integrantes., una práctica que se
generalizó, “para no gastar munición en los traidores”.

Guayón continúa:
—Es que de repente empezaron a deshijar las unidades. al
pelotón de fuerzas especiales le mataron la mitad. A un tal Lucas, que
había sido jefe de seguridad del mando del Estado Mayor allá en
Chalatenango, conocido de todos los comandantes de las FPL, lo
mataron también.

— ¿Usted vio como lo mataron?


—Es que yo llegué adonde lo tenían a Lucas, porque me
mandaron a hacer una diligencia. Y me ve Lucas y me dice: Mirá,
hermano, cómo me tienen. Le habían quebrado las dos patas a puro
garrotazo... A mí me dieron ganas de llorar al ver aquello.

Guayón suspira fuerte y sigue contando:


—Ya no tenia ni dientes el Lucas, todo lo habían desgraciado, y
les dice él: Si creen que so y enemigo mejor mátenme ya... No, es que
tenés que confesar, le dijeron... Mire, me dijo Lucas a mi, dame aunque
sea meados que me estoy muriendo de la sequía. Le di la pichinga de
agua. Se me quedaron viendo esos cerotes que lo estaban golpeando,
pero no me dijeron nada. A Lucas, cuando ya se lo terminaron a golpes,
lo ahorcaron. A toda esa gente que mataban así en las mismas
trincheras la enterraban... O sea que era una doctrina supuestamente
impuesta por Ma yo, pero aparte de eso la Comisión Política de las FPL
sabía lo que se estaba haciendo aquí. Y aquí nadie podía oponerse, no
se podía, no había modo. A la gente la tenían intimidada.
EDWIN: “TE SOLTARÍA, MI AMOR, PERO YA ESTAS
QUEBRADA DE LAS PIERNAS”

Edwin es originario de Chalatenango, se integró a las FPL en 1978


y llegó a tener el grado de teniente en los primeros tres años de la
guerra.

Fue jefe de un pelotón, en el segundo destacamento del batallón


K-93 de las FPL. Alguien que por haber sentido el olor quemante de la
pólvora, haber visto morir a muchos en el fragor de la batalla, correr a
otros, y soñar a muchos, sabe bien cuáles son los miedos y los
momentos más álgidos de un guerrillero, y cuál es la diferencia entre
esas cosas y un trabajo enemigo de infiltración.

—El 31 de marzo de 1984, en un ataque que hicimos en el puente


Las Guaras, sobre la calle nueva, entre San Martín y Suchitoto, me
mataron a mi esposa, Lilian, que era la radista del mando del batallón.
Unas horas después a mí me quebraron una pierna con un rafagazo.
Allá en Chalate estuve lisiado en los campamentos un montón de
tiempo, con los sobacos pelados por andar guindeando por esas
montañas con unas muletas—, recuerda Edwin.

Finalmente lo sacaron del país para que recibiera atención


médica, y fue operado en Francia. Ya restablecido viajó a Nicaragua,
donde durante algún tiempo fue asistente personal de Salvador Sánchez
Cerén, luego del comandante Jesús Rojas y, finalmente, de Salvador
Samayoa, que por entonces era el delegado de las FPL en la Comisión
Político Diplomática del FMLN. Después fue a Cuba para recibir
entrenamientos en el uso de misiles. Luego entró de nuevo a la guerra,
en 1989, en el vuelo clandestino que ya hemos relatado.
—El primer encuentro que Jorjón y yo tuvimos con Ma yo, después
del ataque a Zacatecoluca, fue terrible. Así de entrada nos dijo que
nosotros éramos de la CIA, porque cómo era eso que no habíamos
podido pegar con los misiles. Yo aquí a los infiltrados los mando para
Cerros de San Pedro, nos dijo, pero con eso significaba no que iríamos
a esa zona sino que nos iba a matar... Era cierto que habíamos fallado
todos los tiros que hicimos, pero fue porque los ojos de los misiles, que
son los que persiguen al objetivo siguiendo el calor de las turbinas del
avión, eran coreanos y tenían una falla, no perseguían, venían directos.

Durante ese primer encuentro, Ma yo Sibrián tenia a varios


guerrilleros amarrados, listos para ser fusilados. Llevó a Edwin donde
tenía amarrada a una compañera, para que la viera y se intimidara con
aquel cuadro.

—A la compa ya le habían quebrado los pies y las manos, estaba


amarrada a un árbol, y me dijo Ma yo: Esto es lo que les pasa a los
traidores. Yo le dije: Está bueno, hermano, pero a mí no me venga con
esas cosas, porque yo no soy traidor.

Edwin y Jorjón argumentaron el problema técnico de los misiles e


hicieron una propuesta: realizar un disparo con un misil de otro bote,
cuyo ojo no fuera coreano, con la esperanza que pegarían y quedaría
demostrado el fallo técnico:

—Si ya ni con ese pegamos, entonces yo le pongo mi vida a su


disposición, le dije al hombre. Mayo aceptó y Jorjón fue enviado a
Chalatenango a probar allá su disparo, pero debió esperar hasta finales
de 1990 para poder realizar el ensayo.
—Cabal, allá en Chalate, por el lado de la Laguna, al primer
disparo que hizo Jorjón se bajó un avión C-47... Y cuando ya supimos
de eso, todavía Llega Ma yo y me dice: Pegó aquél hijueputa, por ahora
te salvaste.

Aunque Mayo Sibrián lo mantuvo siempre bajo sospecha y


sancionado, Edwin se salvó en efecto, pero vio morir a otros
compañeros:

—No sé por qué los torturaban tanto con esos garrotes. Claro,
cuando un compañero ya se sentía con Los brazos quebrados, las
piernas quebradas, decía si, soy infiltrado, pero ya no me peguen. Eso
a mí me chocaba, incluso le dije al comandante Gustavo: No estoy de
acuerdo con eso que están haciendo, no se sabe si esos compas son
enemigos, aquí los enemigos pueden ser ustedes más bien, le dije. Y él
me respondió: Estamos haciendo una gran investigación, y no matamos
a nadie de por gusto. Y me dio un libro que se llamaba el Documento
Filipino, donde supuestamente una gran infiltración enemiga acabó con
el movimiento revolucionario... Yo no tengo necesidad de leer esa
mierda, le dije a Gustavo.

Poco tiempo después, Gustavo envió a Edwin a realizar la captura


de una guerrillera acusada de infiltración:

—Ustedes me van a capturar a fulana de tal y me la van a matar.


Entonces yo le dije: En ese juego no me meto, porque yo aquí ya no sé
quién es contra ni quién es compañero.

Edwin recuerda que, por esos mismos días, vio que llevaban
amarrados a un grupo de unos veinte guerrilleros:
—Los ubicaron cerca de un río, los acostaron en el suelo boca
abajo y le pegaron un balazo a cada uno.

Un combatiente llamado Agustín, ametralladorista, que Edwin


conocía y que había llegado desde Chalatenango para apo yar en la
operación de la ofensiva de 1989, también fue ejecutado. Lo supo una
ocasión que fue a visitarlo a su campamento y ya estaba muerto.
También mataron a una muchacha que era la novia de Edwin y se
llamaba Verónica. Ella era la operadora del radio de uno de los jefes de
pelotón que les acompañaron la vez que llegaron en el vuelo de
Nicaragua.

También recuerda la muerte de Lucas y de quince hombres de su


unidad, todos ejecutados después de ser sometidos a torturas:

—Agarraban las piedras más grandes y se las dejaban caer sobre


la cabeza a los compas, bien horrible aquello... Se pueden imaginar
ustedes ver una escena de esas, saber que son sus compañeros, que
pelearon contra el enemigo, y que vinieran a terminar así. O sea, para
mí eso no cabía en mi mente, eso no cabía en ninguna parte de la
historia. Imagínese, íbamos caminando y venía una compa morena, no
me acuerdo cómo se Llamaba, y de pronto dos compañeros le pasaron
el cuchillo por la garganta, allí mismo ca yó muerta. Y así igualmente vi
a muchos compañeros que eran amarrados a los árboles, que eran
fracturados de cada garrotazo en las manos y en los pies para que se
hicieran cargo de que si eran contras.

Edwin está convencido de que, silo hubieran torturado de esa


manera, él también hubiera aceptado que era infiltrado aunque fuese
falso. Una guerrillera llamada Ana fue capturada y torturada. En una
ocasión le ordenaron a Edwin que se quedara cuidándola. La muchacha
tenía quebradas las piernas y los brazos debido a los golpes recibidos.
En horas de la madrugada le habló y le dijo que ella no era infiltrada y
que la soltara, que le a yudara a escapar:
—Yo le dije, mirá mi amor, si vos caminaras yo te soltaría, pero no
podés, si ya bien quebrada estás. Ahí me puse a llorar con ella. La
muchacha murió debido a las torturas.

Edwin calcula que sólo en la zona Gavidia, después de la ofensiva


de 1989, vio asesinar a no menos de ciento cincuenta combatientes.

—Es que eran pelotones enteros Los que capturaban, eran quince,
veinte, eran veinticinco los que se llevaban de un solo.

— ¿Cómo logró salvarse usted en medio de todo aquello?

—Fíjense que una vez me sancionaron y me mandaron a un lugar


que se llama Carrizo. Tenia que trabajar todas las noches metiendo
maíz, frijol, botas, todas las cosas que necesitaban aquí en la Gavidia.
Todas las noches cargaba cosas para acá. Eso como sanción, unos dos
meses estuve así. Después me manda a traer de regreso Mayo, como
quien dice ya lo tengo un poco más amansado a éste, y me lleva a una
reunión donde había un montón de compañeros. Mayo me dijo: Te he
llamado para que me des tu opinión de qué pensás del trabajo enemigo,
por qué se desarrolla el trabajo del enemigo.
Edwin vio ahí la oportunidad de decir algo que le rondaba la
cabeza desde que había llegado al paracentral:

—Pata mí el trabajo enemigo, si es que de verdad ha y trabajo


enemigo en este frente, se desarrolla por los malos métodos que
implementa usted y todo el mando que lo acompaña. Todo lo que usted
hace está al revés, desde que yo he venido, la primera vez que se
reunió conmigo y con los otros compañeros que vinimos, en vez de
darnos las gracias porque venimos, nos dijo que éramos de la CIA, que
éramos contrarrevolucionarios, ¿cómo cree que uno se va a sentir? —.
Y siguió:

—Por otra parte, usted quizás cree que a mí me parió una burra. No
señor, a mí me parió una mujer, y a todos los compañeros que están
aquí los parió una mujer. está gente tiene papá, tiene mamá y tiene
familia, pero usted y todo su mando nunca se han acercado a alguien de
nosotros para preguntarnos qué tal la familia, qué pasó con su padre,
qué pasó con su madre, qué pasó con sus hermanos o sus hijos...
¿Cree usted que eso es de un revolucionario? Yo no estoy de acuerdo
con eso, y creo que por esos malos métodos es que se puede
desarrollar el trabajo del enemigo.

Ma yo Sibrián lo escuchó y después preguntó a los presentes si


estaban de acuerdo con lo dicho por Edwin. Todos dijeron que no:
— ¿Cómo quedaba yo en ese momento, para dónde me hacía yo?
Nada, solo quedarme callado. Yo le decía después a Gonzalo, que era
jefe de uno de los pelotones que más ejecutaba compañeros: Mire,
hermano, me avergüenza que usted sea chalateco, Gonzalo, mire la
pendejada que anda haciendo, matando a tanta gente inocente de por
gusto... Bueno, al final lo que hizo Ma yo fue que una vez, en la mañana,
mandó a Laura, su mujer, para que me entregara cinco pesos para que
yo me fuera del frente porque no quería matarme. Yo le dije a Laura:
Dígale al comandante que se limpie el culo con esos cinco pesos,
porque no es él quien me ha traído, fui yo el que vine y cuando yo me
quiera ir no le voy a pedir permiso a él.

— ¿Qué hizo Ma yo entonces?


—Me mandó a llamar: ¿Por qué me mandás a decir eso?, me dijo.
¿Y usted por qué me manda cinco pesos para que me vaya, por qué no
me mata mejor?, le dije. Ya después de todo eso me dio una gran fiebre
tifoidea, y yo me imagino que de esa fiebre me dependió la epilepsia
que ahora tengo, creo que fue de la presión de ver tanto compañero
destripado a puras pedradas y garrotazos, de tanta masacre impulsada
por Mayo y su gente, porque ahí no hubo ningún mando que dijera que
no estaba de acuerdo con esas cosas.

Edwin cree ahora que si a él no lo mataron, a pesar de las


discusiones que tuvo con el mando y con el mismo Ma yo Sibrián, fue
porque la misión de los misiles se la había asignado personalmente el
comandante Ricardo Gutiérrez, quien frecuentemente preguntaba por él
por el radio:

—Yo creo que fue por eso que no me mataron—, dice.

PEDRO CAFÉ “NO SE SABÍA SI AL DÍA SIGUIENTE


LO IBAN A MATAR A UNO”
— ¿Cuántos fueron los muertos, Pedro?

—Cifras exactas no puedo dar. Pero cuando yo vine a este frente,


en 1987, entró por Cerros de San Pedro y encontró un montón de gente
allí, en talleres, puestos médicos, tropas, varios pelotones, cuadros de
expansión. No te puedo decir qué cantidad, pero si recuerdo que era
bastante gente. Cuando me traslado para la zona Gavidia, también
había montón de gente aquí. Hubo un momento que me trasladaron a la
Ángela Montano, en Usulután, y también ahí había una cantidad
considerable de tropa, había talleres, campamento de mando, varios
pelotones, cuadros de expansión. Y cuando antes de la ofensiva de
1989 fui a una tarea a la costa, a traer unos tiros para AK, también
había una buena cantidad de fuerzas.

— ¿Y después de la ofensiva?

—Después que pasó la ofensiva se redujo enormemente la


cantidad de combatientes. Cuando me trasladan a mí del volcán para la
Gavidia, voy encontrando que sólo había un pelotón de pioneros, el
pelotón de las Fuerzas Especiales, el mando, y un pelotón de un tal
Herman, después de haber visto un montón de gente... Recuerdo que
iba con un compañero pasando por un campamento donde había habido
zanjas de comunicación, trincheras, y las veo rellenas, cubiertas. Y le
pregunto: ¿Qué pasó con las zanjas, trincheras, fosos de tiradores?
Callate, no preguntés, me dijo el compa.

— ¿Y qué era lo que había pasado?

—Todas estaban cubiertas porque allí habían enterrado a la


gente... No, yo no les puedo decir una cifra exacta, pero mi apreciación
es que para la ofensiva yo vi un montón de gente, y después de la
ofensiva había un poquito nada más... Yo digo que si el ejército se
hubiera dado cuenta de que ya estábamos sólo unos cuantos pelones,
nos hubiera aniquilado, si el frente estaba prácticamente aniquilado en
combatientes, y por eso es que empezaron a reclutar sólo cipotes.

— ¿Usted personalmente no tuvo mayores problemas?

—No, fuera de aquel primer regaño de Mayo, nunca me acusaron


de nada, mucho menos me torturaron o me capturaron. Quizás era por
mi función de sanitario y porque pasaba lejos de las decisiones
militares o de mando. Por eso yo no me vi involucrado en todos esos
acontecimientos. Claro que oía los rumores y veía la disminución de
gente, gente con la que habíamos estado platicando, así como nosotros
en estos momentos, al día siguiente ya no se miraban, y si uno
preguntaba por ellos le decían calláte, no preguntés, y eso era de casi
todos los días. No había semana que no desaparecieran combatientes.

— ¿No habla ninguna explicación?

—A nivel de conversatorio, en el hospital, si conocías que estaba


pasando algo. Por ejemplo, con René Médico nos identificamos mucho y
hacíamos comentarios, pero nada más cuando estábamos solos los dos.
Comentábamos de lo que medio presenciábamos y no encontrábamos
ninguna explicación. al menos a mi, personalmente, todo eso me
extrañaba, porque nos decían que a los que ya no veíamos resultaba
que eran infiltres, que era trabajo enemigo. Yo me cuestionaba que
cómo era posible que la infiltración y el trabajo enemigo hubiera
abarcado a tanta tropa. Si, como les he dicho, con todos los que
murieron, y si realmente hubieran sido trabajo enemigo, en una noche le
hubieran dado vuelta al mando, en una noche hubieran acabado con
toda la estructura político-militar del frente y hubieran tomado posesión
ellos. Pero claro, estas son reflexiones de ahora, en aquellos...

—Había miedo...
—Claro que sí, uno no sabía si al día siguiente lo iban a amarrar a
uno, silo iban a acusar de traidor. Uno se empezaba a cuestionar ¿qué
he hecho de malo o qué habré dicho de antirrevolucionario para que me
capturen y me maten? Personalmente yo sentía esa gran presión
psicológica. Igual que el médico que les digo, René, y otros.
—Ha dicho que usted no fue testigo presencial de ninguno de los
crímenes, ¿pero le tocó algún caso cercano?

—Si. Había un compa al que le decíamos el Tigre, y que se llamaba


Agustín, al igual que la Liebre. Este Agustín había ido a recibir una
capacitación de artillero a Cuba. Para la ofensiva a él le encargaron una
ametralladora punto 50 y lamentablemente la muy cabrona sólo tiraba
tiro a tiro, y él nunca la pudo componer, no sé qué problema tenía esa
ametralladora que nunca tiró ráfaga. Terminó la ofensiva, a mí me dejan
en el volcán porque allí estaban todos los heridos del ataque a
Zacatecoluca. Me dejaron reforzando el hospital para atender a todo
ese montón de heridos. Con el Tigre platicábamos porque él estaba en
el mando y yo en el hospital, pero ambos en el área de aseguramiento,
y una noche me dice: Te acordás de Pacita, (una compa que era bien
hermosa, chelona y pollona), a yer la capturaron, le quebraron los
brazos, le quebraron las piernas, y ella gritando que por qué le hacían
eso si ella era guerrillera, que mejor la mataran. Pero el colmo de los
colmos fue que le metieron un tizón en la vagina.

— ¿Usted vio eso?


—No, el Tigre me lo estaba contando, y yo estoy convencido de
que esa muchacha no era trabajo enemigo. Bueno el caso es que yo me
fui a acostar, él se fue a acostar, y puta, al día siguiente lo estaban
capturando a él y a su mujer. A mí me mandaron a hacer posta, como de
aquí a ahí cerca, y alcanzaba a oír unos ruidos más o menos fuertes,
cuando oigo que la compañera del Tigre empieza a gritar. Cuando
regresé de hacer posta, al Tigre y a su mujer se los habían llevado.
Hasta la fecha nunca más los volví a ver.

— ¿De qué los acusaron?


—Un amigo me dijo que la muerte de él fue que nunca les dispara
en ráfaga la ametralladora, y sospecharon que él mismo la había jodido.
Imagínense como se sentía uno en esa atmósfera, sobre todo que esas
fechas se cae el muro de Berlín y todo el bloque comunista, los
sandinistas pierden el poder, y Cuba entra en el periodo de
rectificación, y aquí nosotros viendo eso que estaba pasando en el
frente... No sé cómo es que no esto y loco, o con problemas de epilepsia
como Edwin y Guayón. Yo hasta cierto punto les doy la razón de que
toda está tensión vivida fue un detonante que les provocó su
enfermedad.

—Usted conoció a muchos de los asesinados que usted sabía que


no eran infiltrados...

—Si. Miren, vinieron alrededor de ciento cincuenta combatientes


del norte de Usulután, reclutados para la ofensiva, la mitad mujeres, la
mitad hombres. Cuando terminó la ofensiva ya no vi a ninguna de esas
gentes. Preguntaba y a todos los habían ejecutado. Les hablé ya del
Maestro. Él era el responsable del taller, tenía una gran creatividad
para inventar, innovar y repartir cosas. Lo vi la primera vez cuando
llegué a Cerros de San Pedro en 1987. Cuando llegué la segunda vez al
mismo sitio, ya no estaba, también lo habían matado. Tenia más o
menos mi edad, unos 36 años.
— ¿Supo de otros casos?
—Carlos, que era el responsable militar y político de esa zona
tenia una mujer, yo se la conocí cuando llegué la primera vez. Esa
mujer tenia dos hermanas que eran chelitas, bien guapas. Cuando
llegué la segunda vez ellas ya no estaban. A las tres las habían matado
alegando que eran infiltres... Aquí, en la Ángela Montano, cuando
llegué, hijueputa, ya sólo dos pelotones quedaban, después de haber
visto un montón de gente.
EDWIN: “EL AMIGUISMO ES SIGNO DE TRABAJO
ENEMIGO, DECÍAN”
—Cuando ya se puso perra aquí la situación, a los compas los
mataban por cualquier tontera, porque si alguien compartía un
fresquitop, un cigarro, azúcar, o bromeaba con otro, comenzaban a
sospechar, y le decían: ¿Quién es tu amigo?, y ya lo agarraban como
que era tambor de guerra al pobre, entonces el compa decía: Fulano de
tal es mi amigo, y entonces capturaban a ese otro y empezaban a
sacarle música de los brazos y de las piernas con los garrotes y le
decían: ¿Quién es tu amigo?, y así iba la cadena, pero no era porque
eran contras, sino porque eran amigos y de esa manera se formaba el
trabajo enemigo, decían, por medio del amiguismo. Así es como se
fueron acabando este frente esos cabrones, que se decían
revolucionarios.

— ¿Usted alcanzó a ver operar a los batallones del paracentral?

—No, yo solo los oí mentar. Cuando yo vine en 1989 aquí lo que


había eran unos cuantos pelotones nada más. En toda la zona de arriba
casi no había tropa. Eran unos poquitos, eran niños más que todo,
porque la mayoría de gente adulta ya la habían matado, ya casi no
habían combatientes, por eso es que mandaban a traer fuerzas de
Chalate, de Usulután, de los refugios y de otras partes. Cuando yo vine
ya no existía nada de esos batallones, y lo poco que había quedado se
lo terminaron después de la ofensiva.

— ¿Qué sentido tenia todo eso?

—Es que, al final, Mayo decía que todo el que pasaba de quince
años ya estaba maleado de su mente y no podía ser revolucionario.
Decía que se tenía que comenzar a formar un ejército revolucionario de
doce hasta catorce años. Esa era la idea que él tenía, formar un nuevo
ejército que trajera una nueva mentalidad que no fuera la mentalidad
que nosotros teníamos.
CAPITULO SIETE
MIGUEL UVÉ: “EJECÚTENLOS, RESPONDÍA
SALVADOR SÁNCHEZ CERÉN”

La guerrilla salvadoreña utilizó en sus comunicaciones


estratégicas un radio que por fabricación transmite en la banda de
cuarenta metros. Es un aparato de consola conocido popularmente
como “radio naranja”, por su color. Este tipo de radio fue exclusivo de
los puestos de Estado Ma yor de la guerrilla, su uso estaba destinado a
la comunicación entre los frentes de guerra y los Estados Ma yores
ubicados en Nicaragua.

El radio fue modificado de tres canales a otros más, en la banda


de treinta metros. Las claves que se utilizaban eran de números, letras
y signos matemáticos. Las pequeñas claves de números eran fabricadas
con el sistema lógico de la informática, muchas de ellas elaboradas en
la ex Unión Soviética, Alemania y otros países.

Para los días en los que el comandante Miguel Uvé recibió el


mando del frente de Chalatenango, poco antes de la ofensiva de 1989,
toma control de esas comunicaciones como máximo jefe en esa zona.
La abundancia en las comunicaciones de ese nivel, especialmente con
la comandancia general instalada en Managua, se volvió típica en esos
momentos.

Los mensajes de radio estaban concentrados mayoritariamente en


la situación militar, sumamente compleja, pero había otro tipo de
mensajes más cotidianos. Miguel debía descifrar todos esos mensajes
con un tipo de clave para luego codificarlos en otro más sofisticado y
enviarlo al mando central de las FPL, donde estaba Salvador Sánchez
Cerén, en Managua.

—Yo tenía acceso a Leer todos los mensajes que llegaban de


todos los frentes y de ahí los enviaba para Managua, pero también
todos los mensajes que venían de Managua hacia los frentes. Por eso
digo yo que la mayor responsabilidad de todo eso fue de Sánchez Cerén
—, señala Miguel Uvé.
Muchos de esos mensajes eran informes, consultas o peticiones
de autorización al más alto nivel sobre decisiones que debían tomarse
en los frentes de guerra. Pero antes de la ofensiva de 1989, y
especialmente después, Miguel comenzó a leer un tipo de mensajes del
puesto de mando del paracentral. En ellos Ma yo Sibrián presentaba
largas Listas de supuestos infiltrados, algunos ya muertos y otros en
proceso de ser ejecutados.

Mayo Sibrián solicitaba la autorización de Sánchez Cerén para


continuar con el procedimiento, y recibía la autorización. Lo que
produce un estupor en Miguel son las respuestas que Sánchez
Cerén enviaba:

—Cuando Mayo le decía: Tenemos cuarenta capturados de las


redes enemigas. Poco después llegaba la respuesta de Sánchez
Cerén y siempre era la misma: Ejecútenlos. Y las listas eran grandes
—, recuerda el comandante Miguel. Los efectos producidos en su
conciencia debido a la lectura de ese tipo de mensajes, fue muy
impactante, pues estaba obligado a reenviar las peticiones y las
respuestas del mando superior.

El término “matates” se volvió usual al momento de referirse a los


supuestos infiltrados. En el fondo es un lenguaje coloquial de la guerra
que expresa la interpretación política de la situación que se vivía, es
decir al concluir que todas las conductas consideradas como no
adecuadas por la concepción de las FPL, eran expresión de las “redes
del trabajo enemigo”, y la red, para quien no es salvadoreño, es un
matate, además de una conjugación del verbo matar cuando se sugiere
a la tercera persona, el suicidio.

Nos dice Miguel:


—Si Sánchez Cerén hubiese dicho, por lo menos, busquen otra
manera de resolver el problema, suéltenlos, reedúquenlos, envíenlos
con sus familiares, o investiguen más, no hubiera sucedido toda esa
barbaridad. Pero los mensajes eran contundentes. Los informes y las
órdenes recibidas eran claras: Ejecútenlos.

Miguel se había quedado con un grupo de mujeres comandantes


de las FPL en esos días, María Chichilco, Violeta Menjívar y Ángela
Zamora (hermana del doctor Rubén Zamora). Con ellas intercambiaba
comentarios, Les mostraba los mensajes. Ninguno de ellos podía hacer
nada al respecto, no tenían el poder de decidir sobre aquellas
abrumadoras noticias que lejos de abonar al estado de guerra sólo
servían como debilitador de la postura ofensiva de la guerrilla.

—Yo las Llamaba a ellas y les decía: Miren está cosa. Ellas
también se dieron cuenta. Por eso yo afirmo que la responsabilidad no
es solo de Mayo. El caso es que el subalterno informa a su jefe y su
jefe le ordena. Ma yo le pide autorización y Sánchez Cerén le avalaba.
Era la línea de mando que existía.

Pero el asunto es todavía más grave. Muchos de los nombres que


ahí comienzan a mencionarse les dejan mudos, pues ni la cantidad ni la
calidad de la gente asesinada merecía credibilidad acerca de lo que
sucedía. En todo caso, el comandante Miguel, al igual que Go yo, y que
los que sufrieron ese episodio, y que sobrevivieron, están seguros de
que Salvador Sánchez Cerén no solo no evitó que eso sucediera, sino
que lo autorizó con sus omisiones y con sus órdenes expresas. Ha y una
clara actuación de la cadena de mando en la aplicación de esa doctrina
de autodestrucción.

Miguel se resiste a creer que el comandante Dimas Rodríguez,


segundo al mando en las FPL, haya estado de acuerdo en esas cosas.
Él mismo hizo una visita al paracentral, nos cuenta, pero ese tipo de
decisiones se continuaron tomando los meses siguientes a la ofensiva,
cuando Dimas Rodríguez ya había caído en combate:

—En las FPL había gente que no debería de haberse muerto,


como Jesús Rojas y Dimas Rodríguez. Los conocí y era gente humana,
que a pesar de que tenían un alto grado partidario, se sentaban a
escuchar los problemas de la gente.

Dimas Rodríguez murió en los combates de la ofensiva de 1989,


con él se fue, a criterio de esos dos comandantes, Go yo y Miguel, la
mente más capaz y experimentada del nivel político y militar de las FPL,
el verdadero hombre número uno, aunque el que tomaba las
decisiones a nivel oficial desde la Comandancia General era
Sánchez Cerén.

Pero no sólo lo relatado sobre los mensajes de radio es evidencia


de la responsabilidad de Salvador Sánchez Cerén. Para el comandante
Miguel Uvé es claro que la Comisión Política tenía conocimiento de todo
lo que sucedía en el paracentral, hasta el punto de que evaluaban
conjuntamente con los mandos de ese frente los procedimientos
aplicados: “Del paracentral se trasladaban Los mandos a Chalatenango,
para conversar con la comandancia de las FPL, que generalmente era
cuando llegaba Sánchez Cerén y otros dirigentes. Ahí se informaba lo
que estaba sucediendo”.

Había un sentimiento de superioridad moral por lo que se hacia,


como si había un programa piloto de “limpieza” y purificación de la
organización. Había una idea generalizada en los mandos de que había
que aprender de esos procesos e implementarlos en otros frentes:

—Algunos llegaban diciendo que en San Vicente si se estaba


constru yendo el verdadero partido y que en Chalatenango era bien
desordenada la vida—, relata Miguel.

NUEVAS SEÑALES EN LA COMANDANCIA GENERAL

El comandante Federico, del ERP, estaba preocupado. Había


observado que el fracaso de la ofensiva de 1989 estaba impactando de
manera cada vez más notable la moral combativa de la fuerza que, bajo
su mando, operaba en Usulután. Eso se comenzaba a expresar en un
peligroso relajamiento disciplinario. En una ocasión, con el objeto de
estimular a su tropa, organizó un baile con la idea de que los
combatientes interactuaran con la población civil y salieran de la rutina.
Pero recién empezada la fiesta él recibió un mensaje y tuvo que
ausentarse.

Cuando regresó, después de varías horas, la escena que encontró


Le paró los pelos: sus combatientes, incluido el ejecutivo militar de la
unidad, estaban totalmente perdidos de borrachos. Asustado por ese
nivel de irresponsabilidad, tomó las medidas disciplinarías del caso y
comenzó a sondear la situación en los demás frentes de guerra. En
todos estaba sucediendo lo mismo. Entonces sucedió algo inesperado.
David Gavidia, miembro del Estado Ma yor de Mayo Sibrián y jefe de las
fuerzas de las FPL que operaban en la zona Ángela Montano, llegó a su
campamento para comunicarle que él y toda su fuerza habían decidido
integrarse en masa al ERP

El punto era que Ma yo Sibrián había torturado y matado a Ramón,


que era un líder natural de los campesinos de la zona, un cuadro
político-militar que garantizaba el área de aseguramiento de la guerrilla.
Ramón era un hombre de máxima confianza de David Gavidia, y por lo
tanto era previsible que el círculo de la sospecha se extendería hacia él
mismo y sus hombres.

Federico, que ya tenía alguna noción de los problemas internos de


las FPL, asoció la situación al tema de la desmoralización generalizada
entre las fuerzas guerrilleras, pero quiso cerciorarse. Le dijo a Melo que
cruzara el Lempa y sondeara lo que estaba pasando en la zona bajo el
control de las FPL. Melo regresó con un informe que no dejaba ninguna
duda de lo grave de la situación en relación a las ejecuciones masivas.
Federico montó en cólera y le envió al comandante Joaquín Villalobos
un mensaje: O paran ustedes a ese hijo de puta asesino que es Mayo
Sibrián, o yo mismo cruzo el Lempa y lo paro a balazos.

Joaquín Villalobos consultó el asunto con los otros comandantes


del ERP destacados en Usulután, que ya tenían antecedentes de los
problemas en aquella zona. Casi dos años atrás, en el puesto de mando
del ERP en Tres Calles, se había planificado la voladura de las piletas
del puente FENADESAL. Para apoyar al comando especial que
realizaría la misión, el ERP le había pedido a las FPL que “le prestara”
a dos de sus combatientes especializados en operaciones subacuaticas.
Los enviados fueron Lucas y Agustín la Liebre. El pro yecto se fue
postergando por diversas razones, y los dos comandos de las FPL
estuvieron en el puesto de mando del ERP durante casi un año. Uno de
esos comandantes recuerda:

—Llegué a conocer muy bien a esos dos muchachos. Eran buenos


revolucionarios y les tomé confianza y afecto. Estuvieron todo ese
tiempo en nuestro campamento. Finalmente la operación en la que ellos
iban a participar se nos frustró del todo cuando, en una aproximación al
puente, la corriente nos arrastró las cargas de explosivo. Entonces les
regresamos a las FPL a esos dos muchachos, que fueron enviados al
campamento de Ma yo Sibrián. Después supe que ahí mismo los habían
matado.

Y continúa:
—No es posible que esos compañeros fueran infiltrados. Los
signos de un trabajo del enemigo entre tus filas se manifiestan y se
detectan de inmediato de una u otra manera, puesto que la información
que se fuga se traduce en impactos en tu entorno. Sin embargo, y en
nuestro puesto de mando en Tres Calles, nunca pasó algo sospechoso
en todo el tiempo que esos dos muchachos estuvieron con nosotros. Y
eso es que ahí estábamos tres miembros de la comandancia del ERR
Mínimo nos hubieran matado, pues ellos dormían casi al lado de nuestra
campa.

Ese comandante le dijo a Joaquín Villalobos que, a su juicio, el


cuadro que se había configurado en el frente paracentral era realmente
grave y podía llegar a afectar al FMLN en su conjunto. Las relaciones
entre el ERP y las FPL, las dos organizaciones más numerosas y
militarmente más fuertes del FMLN, fueron siempre bastante tensas
desde el surgimiento casi simultáneo de las mismas, a principios de los
años setenta. Las FPL, que hacían gala de su ortodoxia marxista-
leninista y de su pureza ideológica en ese sentido, desconfiaban
profundamente del progresivo decantamiento del ERP hacia un
pensamiento más aún a la socialdemocracia.

—En ese momento, por encima de cualquier problema interno, lo


estratégico era la unidad del FMLN. No dudo que Federico hubiera
cumplido su intención de parar a balazos a Ma yo Sibrián, pero entonces
habrían comenzado los tiros entre nosotros y las FPL, se rompe el
FMLN y ahí mismo perdemos la guerra—, nos dice Joaquín Villalobos.

Sin embargo, Villalobos habló con Salvador Sánchez Cerén


muy seriamente y le exigió que encontrara una solución al problema
del frente paracentral.

GIOVANI: “SI FUERAN REVOLUCIONARIOS


ENTREGARIAN LOS RESTOS DE LAS VÍCTIMAS”

Ramón se Llamaba en realidad Gilberto Villalobos, y era hermano


de Fabio Balmore Villalobos, el comandante Giovani de las FPL.

—Mi papá, mi mamá y siete hermanos míos fueron asesinados


durante la guerra. Todos éramos de las FPL y de ahí de San Vicente. A
mi mamá la capturaron y la desaparecieron en 1982. Mi papá y cuatro
de mis hermanos murieron combatiendo, los otros son Carlos, Walter y
Ramón —, dice Giovani.
— ¿Qué pasó con ellos?
—Walter fue jefe del batallón “Ernesto Morales” en el paracentral
y estuvo al mando de esa fuerza en el ataque al cuartel de la Cuarta
Brigada en Chalatenango. En esa misma operación participó el otro
batallón del paracentral, el “Andrés Torres”, bajo el mando de Miguel
Uvé. Y ahí estuvimos Goyo y yo, que también somos de allá. Cuando
Walter regresó a San Vicente, después de un tiempo de capacitación en
Cuba, Ma yo Sibrián lo degradó casi al nomás Llegar y lo mandó con
cuatro hombres a una zona de expansión, allá por la zona de los
nonualcos, por Chinameca. Eso fue en 1987. Dicen que ahí fue que
Walter ca yó en combate, pero yo tengo mis dudas y mis sospechas.

— ¿Por qué?

—Porque en ese combate que dicen solo él ca yó, y a los otros


tres no les pasó nada. A veces pienso que Ma yo lo mandó a matar. Igual
que a Carlos.

— ¿Y Ramón?

—El era el hermano mayor y lo reconocíamos como el papá de


nosotros. Éramos nueve hermanos de papá y mamá, y dos solo de papá
Ramón era un hombre ejemplar de la revolución, y Ma yo lo ejecutó en
1990.

— ¿Cómo lo supo usted?

—Yo estaba en Chalatenango y tenía acceso a las comunicaciones


de la dirección de las FPL, las comunicaciones estratégicas y las
internas, porque en la organización yo era el encargado de la
elaboración de las claves, como un trabajo relacionado a las
operaciones militares. Tenia que revisar los mensajes para hacer los
informes a la dirección. Entonces revisando los mensajes encontré uno
que decía: Ramón, hermano de Giovani, fusilado por ser red enemiga.
En esos momentos yo sabía ya que estaban matando compañeros en el
paracentral, pero no sabía lo de mí hermano Ramón.

— ¿Qué hizo usted en ese momento?

—Pues me indignó y le fui a reclamar bien fuerte a Douglas Santamaría


(Eduardo Linares) y a Milton (Medardo González). Recuerdo que les dije
que si Ramón era red enemiga entonces yo era de la CIA, y les tiré en
la cama el cuaderno de los informes. Ellos me dijeron que me calmara,
que iba a llegar a Chalatenango un compañero a explicar esas cosas.
Yo solo pensé que si eso se lo habían hecho a un combatiente como
Ramón, cómo les voy a creer que los otros fusilados infiltrados. Todo
ese tiempo me lo pasó muy indignado. Casi todos los días les decía que
fueran a ver qué estaba pasando, no se queden así parados sin hacer
nada, si son compañeros a los que están matando, no jodan, les decía
yo.

—Es difícil entender lo que sucedió en el paracentral, ¿según


usted qué fue lo que pasó?

—EL culpable no fue Ma yo. Eso lo puede entender cualquiera que


tenga un dedo de frente. Mayo fue un hombre muy inteligente que se
comenzó a perder, a ver todo negativo y a cometer todas esas
barbaridades, pero el caso es que nadie en la jefatura le puso paro, y
ustedes bien saben que en la guerra nadie se manda solo. Ese es el
problema: si él pudo matar a tanta gente buena fue porque los jefes se
lo permitieron.
—Nos han dicho que la dirección de las FPL creía que Ma yo
estaba desarrollando un gran trabajo de contrainteligencia...

—A esa cosa burda no se le puede Llamar contrainteligencia. Lo que


sucedía es que te agarraban y tenías que decir un par de nombres s i te
querías salvar, el pobre sujeto en su mente lo único que pensaba era
decir ese par de nombres para ver s i se salvaba, eso era todo.
Entonces decía Pepe y Juan, y después mataban a Pepe y a Juan.
Agarrabas a los otros dos, y así se iba haciendo grande la lista.

— ¿Tiene usted idea de cuantos fueron los ejecutados?

—Aquí hemos hablado con los compañeros de está zona, y la cifra


exacta nadie la puede dar, pero todos creen que fueron más de mil.
Pero miren, diez que hubieran sido ya sería muy grave. El problema ha
sido no atender a la gente que sufrió todo aquello, porque esa situación
está aquí viva todavía. El problema es que en el FMLN todavía se vive
hablando de traiciones y de esas tonterías. Son mecanismos que
desgraciadamente siguen vivos en el partido... Si ellos, los
responsables, tuvieran de verdad conciencia revolucionaría, deberían
de aclararlo todo y entregar los restos de la gente asesinada, inclusive
los restos de Mayo, si es que se busca que la gente quede tranquila,
porque el daño ya está hecho y ya no se puede reparar.

LA NOCHE DE JULIO HERNANDEZ


¿Me voy o no me vo y? Se preguntaba Julio Hernández, que no
logró dormir toda aquella noche de enero de 1990. Había pasado ya un
par de meses después de la ofensiva guerrillera de noviembre de 1989.
No era difícil marcharse del campamento, dejar el fusil por ahí, avanzar
por entre quebradas y barrancas, llegar a la carretera y jugárselas para
tomar un bus hasta San Salvador. Ahí tenía contactos que le facilitarían
la salida del país. Pero irse, en sus circunstancias y pese a todas las
atenuantes que sin faltar a la verdad podía alegar, era técnicamente
una deserción.
Se había integrado a las FPL muy joven, en 1978, y después de
muchas pruebas de fuego había llegado a ser jefe de operaciones de
todo un frente de guerra. Luego había cumplido una misión política en
los Estados Unidos durante tres años. En 1988 le ordenaron regresar a
el Salvador, pero antes debía realizar algunas coordinaciones en
Managua, en donde se entrevistó con varios de los jefes máximos de las
FPL, que ya adelantaban la planificación de la ofensiva general de
1989. Al comentar sobre el estado de la guerra, y particularmente del
frente al que él estaba destinado, el paracentral, le manifestaron que
allí había una situación especial, pues el comandante Ma yo Sibrián
había descubierto una vasta red de infiltración enemiga, pero que ya
estaba solucionando el problema.

—Me dijeron que Mayo había descubierto la trama de la


infiltración al detectar a una agente de la CIA, una mujer rubia y muy
guapa, que utilizaba esos atributos para su trabajo. Mi percepción es
que consideraban un héroe a Mayo por haber salvado al frente de un
posible colapso por ese trabajo de infiltración—, recuerda Julio
Hernández.

Sobre esa mujer “rubia y guapa” julio no tiene mayores pistas,


pero es probable que se trate de Ethel Pocasangre Campos (Crucita).

Cuando Julio llegó al frente paracentral, Ma yo Sibrián le dijo que


seguramente la vida en Nueva York lo había contaminado
ideológicamente, y que tenía que volver a ganarse la confianza del
mando en calidad de combatiente raso. Eso fue lo que Julio hizo y en
poco tiempo estuvo al mando de una pequeña unidad guerrillera en una
zona de expansión en la zona de la costa. Esa unidad fue creciendo, se
volvió clave en la recepción y aseguramiento de los cargamentos de
armas que llegaban clandestinamente por el mar, y en la ofensiva de
1989 jugó un papel importante en varías batallas, sobre todo en el
ataque a Zacatecoluca.

El guía de Julio, Rafael Coludo, conocía palmo a palmo la zona de


la costa, y era ese conocimiento el que en gran medida permitía que
esa unidad de expansión no solo sobreviviera sino que, también,
Lograra cumplir exitosamente las misiones asignadas. Ma yo Sibrián,
personalmente, le había dado la misión de asistir a Julio en esa tarea.
Un día sin embargo, Julio recibió por radio un mensaje de Mayo Sibrián,
en el que le advertía que Rafael Coludo trabajaba para el enemigo, y
que lo enviara al puesto de mando.

Julio sabía que aquel hombre, que había combatido a su lado, no


podía ser un agente enemigo. Habló con él y le contó la situación.
Rafael Coludo se mostró sorprendido, pero dijo que no tenía nada que
temer, que se presentaría al puesto de mando y les haría ver su
inocencia.

—De todos modos te van a matar, deja el fusil por ahí y andate
ho y mismo del frente—, le dijo Julio.

Pero varías horas antes de la noche de insomnio en cuestión,


había llegado al campamento de Julio un lugarteniente de Ma yo Sibrián
para decirle que habían descubierto que su radista, que además era su
compañera de vida, era una infiltrada del enemigo. Eso significaba que
se la llevarían para el puesto de mando, que la torturarían para que
confesara y delatara a sus presuntos cómplices, y luego la matarían. Y
Julio sabía lo que pasaría después, pues ese procedimiento ya se había
vuelto típico en ese frente: vendrían por él y luego por cada uno de los
hombres de su unidad.

—Exactamente eso es lo que va a suceder—, le dijo el


comandante Go yo, que había resultado herido de bala en la batalla de
Zacatecoluca, y que iba para Cuba a recibir atención médica.

Goyo habló con el Lugarteniente de Ma yo Sibrián e intercedió por


la radista:

—Decile a Mayo que yo pongo mis manos en el fuego por está


compañera—, le dijo.

Ma yo Sibrián habló por radio urgiendo que se cumpliera su orden.

—Ha y un problema, Go yo se opone—, le respondió el


Lugarteniente.

—Goyo no tiene mando aquí, vos cumplí mi orden—, dijo Ma yo


Sibrián.

Pero aun sin mando formal en esa zona, la palabra de Go yo


pesaba, y el Lugarteniente resolvió esperar a que las cosas se
aclararan.

Antes del anochecer, Go yo Le dijo a Julio:

—De todos modos, si ya la marcaron en el puesto de mando, la


van a matar. La única posibilidad es que está misma noche deserten los
dos.
Julio se debatió en la incertidumbre aquella noche, y ya casi en la
madrugada tomó una decisión:
—Váyase usted, yo me quedo—, le dijo a su compañera.

Julio sabía que ya eran demasiados los combatientes que en ese


frente habían sido ejecutados. El mismo había presenciado, impotente,
cuatro ejecuciones sumarías. “Esto tiene que pararse de algún modo”,
se dijo a si mismo.

Al poco tiempo llegó otro enviado del puesto de mando:

—Dice Ma yo que vos no tenés experiencia en, el combate a las


redes enemigas, y me manda a apoyarte en eso, entregame las
comunicaciones, las claves y las redes de colaboradores—, le dijo.

Ya me van a matar, pensó Julio. Providencialmente, justo por esos


días, y por motivos que nada tenían que ver con la situación planteada,
Julio Hernández Logró hablar con el comandante Jesús Rojas que, al
igual que Mayo Sibrián, era miembro de la Comisión Política de las FPL.
Julio le relató con detalle todo lo que estaba sucediendo. Jesús Rojas
tomó el radio, tuvo algunas aclaraciones con Mayo Sibrián y envió un
informe a Managua.
TERCERA
PARTE
CAPÍTULO OCHO
CONTEXTO MILITAR DE LOS HECHOS
Ningún ejército puede mantener un estado de guerra de forma
inamovible, por victoriosas que sean sus campañas. Si no puede
derrotar a su enemigo, tarde o temprano deberá asumir un viraje
estratégico. Esas victorias contundentes del FMLN durante los primeros
cuatro años de la guerra civil propiciaron un giro profundo en la
guerrilla salvadoreña y en la Fuerza Armada.

El contexto militar en el que Mayo Sibrián asume el mando del


frente Paracentral, en el año 1986, tiene una particularidad: el
acelerado y generalizado desgaste de las estructuras militares del
FMLN debido a la superación de la fase regular de la guerra y a la
implementación de la guerra de guerrillas. Una experiencia reconocida
por cualquier Combatiente del FMLN que haya estado en los frentes
desde 1985 hasta el final de la guerra.

EL despliegue de unidades irregulares en el territorio nacional


significó al menos dos grandes retos para la guerrilla: soportar el
enfrentamiento con unidades enemigas mejor equipadas y con mayor
número de hombres, y resistir la capacidad de infiltración en sus filas.

Para superar el primer problema, se redactaron manuales de


táctica, se trasladaron experiencias como la vietnamita y la teoría
guevarista de la guerra de guerrillas. Pero ninguna de esas
experiencias fue similar a la salvadoreña, poco sirvieron al momento de
escurrirse en los territorios pelados de el Salvador, donde el guerrillero
no se tuvo más que a sí mismo y al que tenía a su lado, y al matojo que
medio le cubría del sol y los aviones.

Situaciones que no fueron previstas por la guerrilla, no al menos a


cabalidad: que el ejército iba a implementar un accionar táctico irregular
paralelo al de las unidades regulares, dotado de un componente militar
orientado a golpear a las fuerzas guerrilleras por medio de su
descomposición; pero la guerrilla tampoco previó el efecto psicológico
en sus tropas. No es lo mismo pelear al lado de cien hombres que junto
a cuatro pelones.

Todo desequilibrio en la moral de la tropa o pérdida de capacidad


de combate, se adjudicó al factor ideológico.

Los análisis de los jefes militares no asumían como real el quiebre


psicológico de sus tropas como resultado de pelear en desventaja, no al
menos en la mayoría de casos.

Es ahí donde entran a operar las redes de informantes de la


Fuerza Armada. En algunos casos de manera muy casual debido a la
situación concreta del terreno y de la población civil, y en otros a la
particularidad de los jefes militares que comandaban las diversas zonas
militares. Esa situación produjo una excesiva sospecha en las
estructuras militares de la guerrilla.

Sin embargo, a pesar de la sospecha latente en las filas de la


guerrilla, algunos jefes militares de la Fuerza Armada en aquella Época,
reconocen ho y día que la inteligencia militar fue un terrible dolor de
cabeza, que muchas de las informaciones de terreno estaban dispersas,
y que es ilógico que se hubiese realizado una operación de infiltración
masiva en el frente paracentral, como se ha querido hacer creer.
Es lo que asegura el general Juan Orlando Zepeda, quien fuera
Vice Ministro de Defensa durante la guerra civil. El mando de las FPL,
Liderado por Salvador Sánchez Cerén Cometió un gravísimo error al
confundir una estrategia de política de guerra de la Fuerza Armada
con operaciones generalizadas de inteligencia.

Asegura el general Zepeda, en su Libro Perfiles de la Guerra en el


Salvador; la siguiente fórmula: “Si la estrategia general revolucionaría
afirmaba que la población civil era para la guerrilla como el agua para el
pez, nuestra contra estrategia sería ganar la mente y el corazón de las
masas”.

Esas operaciones son contempladas en lo que se conoce como


Acción Cívica Militar, que eran ejecutadas por las unidades de tropa con
apo yo del departamento de Operaciones Psicológicas. Los grupos
estaban apoyados por psicólogos, médicos, ingenieros, enfermeras,
odontólogos, que se involucraban con la población civil. La presencia de
personal norteamericano en las mismas era pública, la guerra
psicológica jugaba un papel muy importante en la estrategia pues se
trataba de evitar que más gente se sumara a la causa de la guerrilla.

Es así como la estrategia se consolida y se conforma la Comisión


Nacional de Restauración de Áreas, CONARA. Dicha entidad comenzó a
trabajar en las zonas pobladas de mayor influencia de la guerrilla,
donde se ejecutaban esos proyectos de acción cívica. Bajo ese
componente político de la guerra de respuesta de la Fuerza Armada, se
ejecutan operaciones como Bienestar para San Vicente, Bienestar para
Usulután y la Operación Fénix en el departamento de San Salvador y la
zona especial del cerro de Guazapa.
En todas esas operaciones mencionadas se implementaron y
combinaron los mismos procedimientos militares y políticos. Pero, en el
caso de San Vicente, el mando de las FPL hace una interpretación
diferente al resto de las zonas de guerra, argumentando que se trataba
de una gran operación de inteligencia en la que se observaba una
infiltración masiva contra la guerrilla.

No es que no hubo un componente de inteligencia en el plan, pero


no existen operaciones de inteligencia de infiltración masiva. El general
Zepeda, quien estuvo cerca de esas actividades durante la guerra,
asegura que jamás se tuvo tanta penetración en la guerrilla, salvo lo
que se supone debe ejecutar cualquier ejército que pretende ganar una
guerra. Aunque podamos sospechar que el general nos oculte algo
debido a la naturaleza del caso, los datos no revelados no apuntarían a
factores cuantitativos, evidentemente.

Otro elemento vinculante a está historia es el surgimiento de las


Patrullas de Reconocimiento de Alcance Largo, por sus siglas PRAL,
que fue uno de los primeros experimentos militares de carácter
irregular. Su objetivo no era provocar y menos consolidar un contacto
frontal con la guerrilla Su actividad militar estaba orientada, como su
nombre lo indica, a reconocer a profundidad las posiciones guerrilleras,
ubicar sus puntos de retaguardia, sus rutas de desplazamiento, sus
campamentos, de preferencia los de sus mandos, para golpearlos con
ataques de artillería, aviación y/o desembarco de tropas
aerotransportadas.

La zona del frente paracentral, en lo relacionado a los


departamentos de la Paz y San Vicente, era de influencia de las tropas
de la Fuerza Aérea, de ahí que la coordinación de las unidades PRAL y
las tropas de dicha guarnición militar eran cualificadas, y que con la
implementación de dichas tácticas de guerra irregular se obtuvieron
importantes victorias a favor del ejército.

EL capitán Herard von Santos, veterano del ejército salvadoreño y


escritor de historia militar, refiere en su libro Unidades de Élite en
Centroamérica y México, que “Uno de estos éxitos se dio en el marco de
la operación Bienestar para San Vicente, en junio de 1983, en la cual
las patrullas de reconocimiento desempeñaron un papel muy importante,
detectando campamentos guerrilleros en la retaguardia de la zona
enemiga, y dirigieron el fuego de la artillería sobre estos puntos,
obteniendo resultados exitosos. Una de sus misiones de fuego significó
el lanzamiento de 100 granadas de 105 mm sobre una concentración
enemiga”.

Estos movimientos del ejército se fueron cualificando en los años


siguientes y para 1986, año en el que se ubica el inicio de las
ejecuciones de guerrilleros en el frente paracentral, la guerrilla estaba
en crisis, entonces ya se hablaba de las tropas RECONDO y de los
grupos Hacha del ejército, que realizaban operación secretas de
infiltración para ejecutar golpes de mano y emboscadas, estas mismas
llegarían a consolidar lo más cualificado de las fuerzas especiales de la
Fuerza Armada, los Grupos de Operaciones Especiales, GOE.

Debido a la movilidad de la guerrilla en los sitios de alta densidad


poblacional, tanto los rebeldes como las unidades irregulares de
reconocimiento del ejército, comenzaron a realizar una alta movilidad en
medio de la población civil. Es aquí donde se produce ese sentido
permanente de la sospecha que habrá de llevar a la guerrilla a provocar
una gran cantidad de bajas en sus filas por efecto de su propia mano.
Los elementos de la PRAL, que en sus inicios han operado bajo el
esquema típico de unidad irregular ordinaria, con uniforme de fatiga y
armamento, comienzan a mezclarse Con la población civil, de la misma
manera que la guerrilla. Esos tres agentes del conflicto armado
conviven en caseríos y cantones, vestidos de civil, algunas veces
usando armas cortas, visitando y contactando en muchas ocasiones a
los mismos aldeanos, en sus casas o lugares de trabajo.

Es entonces que comienza a producirse un impresionante flujo de


información, que tiende a ser desordenada y no siempre confiable. Las
unidades militares de ambos bandos requieren información, y la
obtienen de su más cercano: la población civil. Esa misma gente
oriunda informa ala guerrilla de los soldados del gobierno o a aquéllos
de éstos, muchas veces haciendo un uso naturalmente psicológico de la
mentira para salvaguardar sus propias vidas de cualquiera de los dos
bandos. Ambos contendientes necesitan esa información, la buscan, la
solicitan, la exigen.

Es imposible decir en qué momento exacto ese desordenado mar


de contactos, de fuentes, de informes, de noticias, de caminos, de
números, de rutas, comenzaron a tener un espacio decisivo y definido
dentro de un esquema de inteligencia militar de dimensión estratégica,
sobre todo porque altos jefes militares de la Fuerza Armada, niegan que
ha yan tenido un plan como el que se supone se articuló en contra de la
guerrilla basificada en el frente paracentral.

De cualquier manera, en está dinámica, el ejército parece que fue


el mayor ganador de la partida, al lograr penetrar de forma clandestina,
como nunca antes, a zonas Guerrilleras, como solo lo había hecho con el
anuncio de sus aviones, piezas de artillerías y las enormes columnas de soldados de
sus brigadas y batallones, y la infiltración mayor que logro fue la de su propio
fantasma en la cabeza del mando guerrillero.
El ejercito aprende a infiltrarse de una forma que rebaso su misma capacidad para
administrar la información que acumulaba, ya no digamos para darle un uso efectivo,
no solo debido a sus posibilidades de comprobación de la información sino al de su
capacidad de instalación en medios.
Las inexpugnables retaguardias de la guerrilla se vuelven vulnerables, asi mismo
todos los demás frentes de guerra, muchos de los cuales son altamente inestables,
como: Radiola, Guazapa, el volcán de San Salvador. En esa misma época, algunas
unidades guerrilleras habían sido penetradas por combatientes que antes de ser
reclutados por la guerrilla en sus propios caseríos de origen, trabajaban con el
ejercito como informantes, un dato que no tiene valor decisivo y que en todo caso es
aislado. Este factor, aunque no es masivo, adquiere una relativa importancia.
1986, quinto año de la guerra, mucho de los hombres que pelearon en las de
resistencia del año 1981, que en 1982 comenzaron a aniquilar las posiciones fijas del
ejercito que estaban en los alrededores de la zona guerrilleras, y que habían formado
los batallones y brigadas insurgentes, realizando grandes maniobras de
aniquilamiento, están muertos, heridos, desertados, y muchos de los que siguen en
los frentes de la guerra sufren una acumulada tención y cansancio.
Esos hombres y los que se han incorporado mas recientemente comienzan a formar
pequeños grupos que se diseminan en todo el territorio. El sentido de aislamiento, de
desventaja numérica, de cansancio, de movimientos inseguros en territorios donde
no hay posibilidad de aplicar los campos minados, son situaciones que quiebran la
moral de los jóvenes guerrilleros.
El reto mayor para los mandos estriba en poder comprender a cabalidad que es lo
que sucede con sus hombres, con su estado de animo. Un tropa sometida a largas
jornadas de tensión en ambientes inhóspitos y de mucha desventaja militar, tiende a
voltear su actitud hacia las indisciplinas, a la relajación en los breves espacios que se
le permiten el ambiente de las pequeñas retaguardias, o de os periodos de ausencia
del ejercito. El desvelo por los constantes ataques artilleros quiebra los nervios.
Las conclusiones que pudieron ser obtenidas luego de asumir un mando en
situaciones similares, y la manera como se abordo esa problemática, es lo que
marco la diferencia con la corriente de pensamiento que tuvo el poder de efectuar de
manera drástica al frente para central.
Una pequeña unidad, formada por cuatro hombres se disfraza en un pequeño
matojo, observa el filo de las lomas, los cultivos de frijol o de maíz, si es invierno, o
nada mas se queda con el aire caliente en la garganta cuando el sonido carrasposo
del viento y la yerba seca se arrastran por la cuesta.
No hay con quien hablar, además nada se puede hacer salvo que sea en susurros,
los enemigos pueden estar muy cerca y que sean cien no es casual. Un volumen de
fuego de ese tamaño aniquila a esa unidad guerrillera en poco tiempo.
Pero el pequeño grupo lleva meses en esa situación, en el camino han muerto
varios, por lo que se ha ido renovando constantemente la tropa. Se acabaron los días
de cambates frontales y de maniobras, ahora esos guerrilleros solo deben esperar,
escondidos como animales, a que la noche se haga sobre sus cabezas para salir a
andar. No deben preguntar que es lo que sucede, solo obedecer. La mayor invención
que tienen a mano es lograr no morir ese día.
Cuanto puede soportar un muchacho de dieciséis o diecisiete años dormir cada
noche del invierno con la ropa mojada, con el estomago vacio, envuelto en un viejo
plástico negro, con el cuerpo enterrado en un charco donde muy cerca cantan las
ranas. No hay ninguna voz que aliente, ni siquiera la de algún locutor de la radio, ni
aquella voz amorosa de mama, ni la risa escandalosa de la hermana.
La noticia de una nueva deserción, de alguien caído a la orilla del camino, de una
casa que entrego al guerrillero al momento de comprar, es una imagen cotidiana.
Que clase de hombres pueden lograr sobrevivir a una experiencia similar, sin quebrar
los principios de la vida, si dejarse atraer por la fuerza de la seducción de matar al
que no soporte la presión de lo que se supone es sargado.
El enemigo se vuelve cada vez más difuso, puede estar agazapado entre las huertas
de banana, o mirar desde un cuerpo vestido de civil. Es lo mismo que los soldados
han vivido durante años. Hoy los guerrilleros saben lo que significa conversar con un
aldeano sin estar seguro de que es lo que se puede esperar de el.
Caminar cada noche en busca de una noticia, de una medicina, de un par de botas,
de un pequeño correo que viene en la crema de un tubo de dentífrico, en una bola de
jabón. A eso se dedica hoy el jefe que antes tenia bajo su mando a casi cuatrocientos
hombres, hoy son apenas doce, no le queda mas que endurecer, acoplar la mente,
exagerar si es posible, para que nadie note que ya no es el mismo.
Sabe bien que no le espera otra cosa que muerte.
Es lo único que puede ser cierto cuando espera con los cuatro pelones que le
acompañan la noticia del mes pasado, en el periódico que esta a favor del gobierno
que el quiere derrotar.
Y la maldita avioneta fumigando propaganda, donde e ofrecen mil colones por tu fusil
y un salvoconducto y el recordatorio de que tus comandantes están comiendo
sabroso en un hotel del extranjero, mientras tu esperas como animal acorralado a
que te llegue la hora final en un barranco lodoso.
Esa situación de volvió generalizada en los frentes de guerra, pues debido a
la desventaja numérica y al deficitario poder de fuego de las pequeñas unidades
guerrilleras, el ejercito capturo a muchos combatientes y jefes. Algunos de ellos
fueron asesinados, otros enviados a la cárcel y otros terminaron colaborando con el
ejército. Es importante tomar en cuenta que este rasgo que adquiere la guerra en ese
momento no es el resultado de un trabajo de inteligencia, o de un plan general y muy
bien delineado, fue mas bien un efecto del resultado de las operaciones ofensivas del
ejercito en el campo de batalla, y de los efectos que esto produjo en la espiritualidad
de los guerrilleros. Lo que la fuerza armada tenia era información dispersa, que
muchas veces no era ni siquiera compartida entre las diversas unidades militares, ya
no digamos a nivel de Estado Mayor, la gran cantidad de información que el ejercito
fue acumulando acerca de su enemigo, del personal, campamentos, rutas de
abastecimiento y movimientos de otra naturaleza, fue de considerable importancia.
Eso llevo a la guerrilla a sostenerse con mucha movilidad en los
campamentos y ha vivir en una constante intriga. Todo aquel que ejercía algún tipo
de mando debía cumplir una misión: la constante observación a los hombres y
mujeres bajo su mando, estar en permanencia revisión de las medidas d seguridad y
del estado de la disciplina de la gente, para detectar a tiempo cualquier indicio de
infiltración o relajamiento que pusiera en peligro al resto de la gente.
A todo esto había que agregar la sistemática operativilidad de los medios
aéreos y la altísima capacidad de despliegue de las unidades helitransportadas, que
en pocos minutos caían sobre los campamentos guerrilleros, provocando con ello
retiradas desorganizadas que no tenían otra finalidad que no fuera poner a salvo el
pellejo.
Esa era la guerrilla de entonces, ahí corrían por igual valientes y miedosos,
comunistas o social demócratas. Ideologizados o anarquistas, revolucionarios o
aventureros, jefes o subordinados, veteranos o novatos. Todos por igual sentían
miedo cuando escuchaban el zumbido metálico de esas avispitas (helicópteros
Hughes 500), los roqueteros (helicópteros UH-1M), las avionetas los aviones
Hércules. Y eso se repetía una y otra vez, semana a semana. Había jefes que al
nomas escuchar a lo lejos el zumbido de los helicópteros perdían toda compostura y
elegancia y se desbarrancaban en picada aerodinámica.

LA CONTRA INTELIGENCIA
Este descalabro provoco que las organizaciones guerrilleras se debilitaran
internamente en un nivel alto de control y observación. Y esa actitud en el fondo era
necesaria, su gran valor fue que podía salvar la vida de muchos guerrilleros. La
contrainteligencia no es para matar a la gente de las mismas filas, es para
protegerlas.
La contrainteligencia es la rama de la inteligencia militar orientada a conocer a
tu enemigo no hacia afuera sino lo que este pueda estar haciendo, planeando o
pueda hacerte a ti en el futuro, desde adentro de tus mismas estructuras, no en el
arte de matar. Esa ha sido la estupidez de muchos dictadores y de mecánicos de
gente enferma, o en todo caso ignorante; la contrainteligencia, si se aprecia de tal, es
saber distinguir las “anomalías” que presenta cualquier estado de guerra; los flancos
débiles que presente la indisciplina, baja la moral combativa, el miedo extremo, los
descuidos y la diferencia que esto tiene con un trabajo de infiltración enemiga,
administrar todo con sabiduría.
La aspiración mayor de la contrainteligencia no es matar al infiltrado, si no
averiguar a quien la informa y, sin que se de cuenta o convencido de ello, comience a
darte a ti la información del otro que espera la tuya y a envidiarle datos manipulados
e irreales.
Los flancos de la indisciplina, el descuido craso, el miedo extremo, la falta de
planeación, puede servir a la inteligencia militar enemiga, no hay duda de ello, pero
no necesariamente por la vía de infiltración. De ahí que si todo aquello que sugiere
desventaja o golpe a las fuerzas propias se asume como infiltración, eso lo que
muestra es un estado primitivo del mando para valorar la situación de guerra.
La infiltración, como objeto, puede ser para el arte de la contrainteligencia
militar lo que para la ciencia forense es la confesión. Todo ante moderno requiere de
un ramaje de mecanismos para conocer una zona de la realidad. Ante una confesión
judicial siempre valdrá mas un peritaje genético, eso para el derecho; en el arte de la
guerra, ante un infiltrado que vive revuelto con tus enemigos, que no siempre se
sabe hasta donde se puede decir la verdad, valdrá mas una fotografía de satélite,
una exploración o profundidad por una unidad especial de las filas propias, que se
sabe donde duermen y donde viven; un reconocimiento aéreo, la aplicación de la
trigonometría en las comunicaciones para captar señales de radio y ubicar
posiciones fijas y unidades enemigas en movimiento.
Pero aun así, la inteligencia militar seria parte de cualquier información, venga
del satélite, del radar del avión, de la antena de detección de comunicaciones, del
descifrado de mensaje, de lo dicho por la fuente permanente o por el testigo casual.
Eso todo lo demás, ponderado, procesado, analizado y comprobado en el campo de
las operaciones militares; es lo que puede llegar a ser considerada en su todo un
trabajo de inteligencia y contrainteligencia. Reducirlo a la infiltración, y peor aun al
nivel invasivo, que además no es típico, es caer en la tentación de virar el fusil de la
dirección de tu enemigo de campo y ponerlo en el pecho de tu compañero de al lado.
Como lo dice muy claro el veterano de guerra Nelson vietnamita, que citamos aquí
pues su claridad supera los argumentos artificiales de los responsables intelectuales
de las ejecuciones de combatientes en el para central:
- Si nosotros, los de las fuerzas especiales, a los que mataron, como Lucas
y Agustín la liebre, y a los que nos amenazaron con fusilarnos, hubiéramos
sido infiltrados, bajo facial hubiéramos matado a todos los jefes, porque
éramos nosotros los que los cuidábamos, hasta al mismo Salvador
Sánchez Ceren estuviera muerto, porque cuando llegaba a Chalatenango
éramos nosotros los que le hacíamos guardia.
CUARTA
PARTE
CAPITULO NUEVE
LA DEGRADACION
Poco después del reclamo de Joaquín Villalobos, y del informe que Jesús
Rojas envió a Managua sobre la situación del Para central, la dirección de las FPL
inició otra investigación sobre el caso.
La primera que vino fue Rosario, la esposa del Comandante Ricardo Gutiérrez. Lo
mandaron de Nicaragua para que verificara la situación. Como ella sabia que yo
tenia alguna cercanía con su marido, fui uno de los primeros con los que hablo. Pero
yo ya desconfiaba de todo y todos, y no quería decirle nada de lo que me
preguntaba. pero ella me insistió y me dijo que no tuviera miedo, que ella venia a
investigar para que las cosas se arreglaran en el frente-recuerda Edwin.
Pero finalmente hablo usted con ella
El caso que yo tenía que ir con unos compañeros a traer un abastecimiento,
bajar desde cerros hasta la litoral, y luego subir la gran cuesta durante toda la noche
con la carga en la espalda. Y me que la Rosario iba ir con migo y que yo tenia que
darle seguridad… ya cuando veníamos de regreso, ahí al pie de la cuesta le digo a la
Rosario: mire compañera, mayo dice que aquí, el que es revolucionario, tiene que
cargar cincuenta libras de maíz, su mochila y el fusil. Así que aquí esta su carga y
empiece a caminar. A ver como siente de aqui para arriba, y si no aguanta entonces
no es revolucionaria.
Edwin había comenzado responder en forma irónica y concreta las preguntas
de Rosario:
Como a las doce de la noche esa mujer iba pujando y casi llorando: Edwin, ya
no aguanto, me decía, Hágale fuerza, mamacita, que aquí al revolucionario así le
toca. Esta es la política del Comandante Mayo Sibrián, y si usted no aguanta pues la
van a matar mañana por infiltrada. Así que aguante, camine, le voy a dar cinco
minutos para que descanse pero después seguimos subiendo.
En ese sarcasmo de Edwin se esconde un mensaje profundo. De alguna
manera alguien de arriba debe sentir el significado de una presión de esas, de una
caminata de esas, de una amenaza similar, y así esa persona es la adecuada, pronto
alguien arriba sabrá que hay cosas que no debieron ocurrir jamás. Continúa Edwin:
Yo creo que a esa mujer se le pelo hasta el negocio de atrás. Toda la noche
caminar con esa carga, imagínense. Pero ratos ayudándole yo y ratos ella
aguantando, logro llegar hasta el campamento, pero la pobre quedo de muerte una
semana. Claro ella nunca había cargado así, la mochila, el fusil y las cincuenta libras,
y alguien que la fuera observando y diciéndole camine, camine, hágale guevos, los
revolucionarios no somos maricones. Me imagino que al final ella le ha de haber
avisado a su marido como estaba la cosa.
Las investigaciones continuaron. Sin embargo, todavía durante todo el año de
1990 Mayo Sibrían y su equipo de mando siguieron matando combatientes por
considerarlos infiltrados. Nuevas comisiones de investigación llegaron, la mas
importante de todas fue la conformada por los Comandantes Ricardo Gutiérrez,
Douglas Santamaría y Ramón Torres.
Después de ese largo proceso de consultas llevadas a cabo con los mismos
combatientes y mandos menores del frente para central, finalmente, entre finales de
1990 y principios de 1991, se decidió la degradación del comandante Mayo Sibrian.
No podemos ser ingenuos en este asunto asunto de la degradación. Tomando en
cuenta los acontecimientos tan dramáticos dentro de las filas de las FPL acaecidos
durante varios años, en donde jamás se escucho la opinión de los combatientes por
parte de las máximas autoridades de dicha organización, es poco probable que una
decisión como la apuntada haya tenido su cuna en las bases.
Con toda seguridad una decisión tan tardía y oscura como esa solo podría
venir de un acuerdo superior cuya motivación debió estar relacionada con el avance
en las negociaciones de paz, donde el FMLN se precio de levantar la bandera del
respeto de los derechos humanos, situación que tuvo sus crisis internas en las
presiones de, al menos en el inicio, dos de los miembros de la Comandancia
General de la guerrilla, Roberto Roca y Joaquín Villalobos. Es decir que la
decisión tomada por el mando supremo de las FPL no atiende a una situación
de justicia o de consideración humana, o revolucionaria, si no mas bien
política.
Edwin recuerda:
__ Cuando vino Ricado Gutiérrez me dijo: No te preocupes, ya vamos a reglar
esta mierda. Allá al tiempo, un día se me acerca Mario y me dice: Ya no soy
comandante, hoy voy a ir traer maíz con vos allá abajo. Esta bueno, le dije yo, ahí le
voy zampar la cincuenta libras en el lomo para que me demuestre en la cuesta que
usted es revolucionario, hijo de la gran puta, le dije.
Guayon también recuerda esos días:
__ Como ya habían acabado con todos los dirigentes del frente, me pusieron a
mí ahí de jefe de taller. Pero cuando vinieron los de la comisión política a investigar,
vieron que aquí la cosa ya no se podía solucionar, ni que cambiaran otro comandante
como otra política, porque si a usted le matan un hermano ¿Cómo van a llegar a
decirle que lo mataron por esto y esto, y usted sabiendo porque lo mataron de
verdad?
Y por eso lo que hicieron fue echarle toda la culpa a Mayo.
__ ¿Usted también comparte la idea de que la responsabilidad no fue solo de
Mayo Sabrían?
__ Es que solo Mayo tenia la culpa, ahí entra toda la comisión política de la
FPL, esa es la verdad.
Todos los sobre vivientes que han dado su testimonio, que estuvieron en esos
momentos en la zona, y que participaron en las consultas referidas, coinciden en que
había comenzado a darse un notable relajamiento disciplinario, pues la gente estaba
no solo cansada de una guerra de casi doce años, sino de las matanzas de sus
mismos compañeros, que ya llevaba casi cinco años. Guayon dice al respecto:
__ La gente aquí había cambiado, o sea que ya a los jefes y a los mismos de
la comisión política les habían perdido el respeto al ver lo que habían hecho. Ya la
tropa hacia lo que quería, chupaban guaro y ya todo les valía un carajo.
En una de esas reuniones de consulta se decidió la degradación de Mayo
Sabrían, en medio de discusiones y acusaciones mutuas entre los mandos locales y
entre Mayo Sabrían y los delegados de la Comisión Política. Guayon estuvo ahí y
recuerda que Mayo Sabrían dijo que todas las ejecuciones habían sido autorizadas
por la Comisión Política, y que el único que se había opuesto era comandante Dimas
Rodríguez. Eso se los restregó en la mera cara a Douglas Santamaría y a Ricardo
Gutiérrez, que eran de dichosa Comisión Política, dice Guayon,
Por esas mismas fechas, Juan Patojo regreso de Jucuaran a la zona Gaviria,
al mando de ciento ochenta hombres y cargando consigo dos morteros de 81 mm.
Su gran sorpresa fue encontrarse con que Mario Sabrían ya no era comandante:
__ Lo encontré moliendo y cargando maíz al viejo, y hasta lastima me dio.
¿Qué te paso, Mario?, le dije yo. No, hombre, me dijo, esto es por las tonteras
aquellas que pasaron, que venían los informes y había que firmarlos… Mira, Mario,
¿Por qué mejor no te vas?, le dije… No, Juan, me contesto, yo me metí a esto fe en
la revolución, y si me voy es una vergüenza. Yo ya se que me van a matar, y si no lo
han hecho todavía es por que ahí tengo enterrado un montón de dinero que no les he
entregado; yo se los voy a dar y en entonces me van fusilar, me dijo.
Todos los testigos son unánime al reconocer que Mayo Sabrían, a pesar
de haber quedado degradado, pero no encarcelado, pues siguió libre en el
campamento, inclusive con su arma, nunca intento desertar. Esta actitud pue estar
explicada en una excesiva confianza en su amigo Salvador Sánchez Ceren, y en
aquellos de la Comisión Política que apoyaron sus procedimientos pero además en
el convencimiento que ese era un procedimiento acordado por el consenso en las
estructuras del mando al mas alto nivel de las FPL, y que por tanto estaba en lo
correcto.
Los daños causados a las filas guerrilleras y a la moral de los sobre vivientes
fueron desbastadores. Juan Patojo, aunque no estuvo en San Vicente en los años
mas intensos de la matanza, lo pudo comprobar de primera mano:
___Cuando vine de Jucuarán, aquí en San Vicente ya no había gente, solo
monte había. Casi todo se habían pasado del otro lado del Lempa, para Usulután
huyendo de la matazón. Entonces a mí me mandaron a jalar gente para acá ahí es
donde me convencí que la gente estaba bien resentida con las FPL. Cuando llegaba
a sus ranchos me decían cosas feas de la organización en mi propia cara.
___¿ Que cosas feas eran esas?
___Los reclamos por sus familiares ejecutados, pues.
En una de esas me topo con mi propio hermano , el papa de Amadito Esquivel , ósea
el que les conté que había matado los mismos compás, y eso yo lo sabia
perfectamente. Solo quiero que me expliques por que mataron los compás a mi hijo,
me dijo mi hermano. Puta, y yo que podía decirle al hombre, pues, si el mismo y sus
cinco hijos estaban en la guerrilla, y toditos murieron, todos los cinco, pero a cuatro
los mato el ejercito peleando, y a Amadito la misma guerrilla de nosotros.
Y continúa Juan:
____Pero yo tenia que cumplir mi misión de convencerlos de que se vinieran
para San Vicente otra vez.
Y logre traerme un buen grupo a pesar de todo. Y toda esa gente aquí estaba
todavía, en la sabana, en San Carlos, el Pacun, Santa Marta, San
Bartolo, El Porvenir, Las Anonas. Dentro de ellos la mayoría perdieron familiares en
esa matazón. Esas familias eran los viveros de combatientes de confianza, de ahí se
reclutaban. Ósea que la confianza venia de que eran familiares de guerrilleros
antiguos. Esa gente no se nos deserta. Pero los que reclutábamos por no eran de
confianza porque, a las dos o tres licencias que tenían, las mismas familias les
decían que desertaran y ya no volvían. Los otros no, eran los de confianza pero
fueron los que mas perecieron en esa matanza.
La solución parase estar dada con esa degradación.
Sin embargo para cualquiera que tenga dos de dos de frente le será fácil comprender
que con la destrucción de los mandos del frente para central que operaron de
manera conjunta con su comandante, no se llegaría a la solución verdadera, y por
tanto se debía evitar que un testigo de la calidad de Mayo Sabrían quedara vivo y
pudiera un dia contar como es que se mataron las decisiones estratégicas para llevar
a cabo los asesinatos del frente para central. Por eso, bajo la justificación oficial de
que el era el único responsable, también había determinado con su vida.
EL FUSILAMIENTO.
A Mayo Sabrían lo fusilaron pocos días después de que, efecto, entrego
voluntariamente el dinero que tenia enterrado, según Juan Patojo. Para entonces el
comandante degradado estaba trabajando como ayudante de Guayon en el taller:
___Todo el santo se chinga el viejo cargando bultos, y no rezongaba.
Entonces ahí cerca del taller no cayo una bomba de 500 libras que por suerte no
estalló, que si no ahí mismo nos hubiera rostizado a todos. El caso es que ahí quedo
enterrada la babosada esa. Como yo sabia desactivar esas bombas resolví
desenterrarla. Valla, le dije a Mayo, agarra pico y pala y empeza a escobar.
Pedro Café recuerda que, por esos días, lo mandaron a llevar el almuerzo al
personal del taller:

___De pronto empecé oír unas fuertes campanadas que se prolongaban por el
eco de los cerros, extraño se oía aquello, y yo me
Preguntaba que esta pasando. Y cuando llego al taller voy viendo a Mayo y a
Guayon encaramados en la bomba. Guayon estaba con una gran almádana dándole
al fulminante. Puta, se me aflojaron las canillas, se necesita bien grandote los de
abajo para hacer algo así. Yo les dije ahí les dejo la comida y Salí de ahí lo mas
rápido que pude.
En esas estaba Guayon cuando recibió un mensaje del puesto de mando,
donde le informan que ya iba a capturar a mayo Sabrían, que se aseguraba de
mantenerlo entretenido y que no se le perdiera de vista :
___Ya cuando llego la escuadra a amarrarlo, Mayo no se jalo ni intento agarrar
su fusil ni escapar. Bueno, al fin me llego mi día, fue todo lo que dijo. Y ya cuando se
lo llevaron a fusilarlo me dijeron que yo fuera testigo.
Se dirigieron a un punto ubicado en el cantón la Soledad, ubicado al este del
cerro Buena Vista, en la jurisdicción de San Vicente, muy cerca del rió Lempa, en las
inmediaciones de donde estaban los principales campamentos y el puesto de mando
de la zona Gavidia.
Ahí estaba ya esperando los comandantes Douglas Santamaría, Ricardo
Gutiérrez, Ramón Torres. También el pelotón de fusilamiento integrado por alguno de
los habían sufrido vejaciones por parte Mayo Sabrían y además un grupo de
combatientes llevados como testigos. Entre estos últimos estaban, entre otros, Pedro
Café, Edwin Pinocho, Guayon, Rudy y Tancho, una de las cocineras del puesto de
mando.
Ricardo Gutiérrez pronuncio un largo discurso explicando los motivos por los
que la Comisión Política las FPL ha
Había decidido ejecutar a Mayo Sabrían. Ninguno de los testigos
entrevistados coincide en los detalles de lo que dijo, probablemente por que
prestaron poca atención a ese palabrerío, que en realidad estaba de mas, por que
todos los ahí presente habían vivido la tragedia de ese frente y no necesitaban que
esos tres comandantes extraños se los explicaran.
Ese momento debió ser definido para muchos de esos combatientes. No
importa lo que Ricardo Gutiérrez o Douglas Santamaría dijeran, ambos pertenecían a
la Comisión Política, y ellos sabían que ese organismo había tenido conocimiento de
los hechos desde el primer momento,
El mensaje que esos combatientes extraían de la situación era claro: Habían
estado luchando bajo el mando de una jefatura que mataba a su misma para ocultar
sus propios errores. Años después, en el rostro de Guayón en sus palabras sencillas
de hombre forjado en el campo de batalla, se percibe el derrumbe de un gran amor
experimentado a plenitud de sacrificios y permanente riesgo de muerte:
___Entonces yo ahí cambie totalmente mi mentalidad de lo que era un
revolucionario. No, dije yo, si así hacen todos los hijos de la gran puta, en que voy a
parar yo. Y creo que eso fue lo que me llevo a la crisis de mi enfermedad de epilepsia
que tengo ahora, como mis compadres Edwin, es que eso fue un golpe muy duro
para nosotros. “
Después, Mayo Sabrían pidió la palabra. Pedro Café recuerda el momento:
___Dijo que estaba convencido que había hecho lo correcto, que no se
arrepentiría, y que el le había pedido a las FPL que, por sus años de militancia y por
todo lo que le había dado la revolución que no lo mataran, que lo degradaran, que lo
expulsaran, pero que le dieran la oportunidad, por su experiencia, de ir a otro
movimiento, a otra revolución en otro país.
Guayon afirma que Mayo Sabrían estaba sin temblores ni agitaciones, muy
sereno:
___Ahí les volvió a restregar en la cara que la Comisión Política solo sabia
todo, que el había cumplido ordenes, y que solo lo estaban usando para limpiarse las
manos.
Cuando termino de hablar, Mayo Sabrían pidió dos cosas: Que le
entregaran una carta a su familia y que lo dejaran fumarse el último cigarro.
___Ya luego de eso lo amarraron a un árbol. Mayo no quiso que le vendarán
los ojos y siguió sereno mirando de frente al pelotón de fusilamiento. Ricardo
Gutiérrez dio la voz de fuego, trono la descarga, ahí se acabo Mayo__, dice Guayon.
Después todos los testigos firmaron un acta y se marcharon en silencio. Edwin
afirma que Mayo Sibrián fue enterrado muy cerca del lugar del fusilamiento. Alguno
no recuerdan haber firmado el acta, lo cierto es que la muerte si se produjo de la
manera expuesta, lo otro es mas bien sentido de complementación inevitable de los
hechos a partir de los acuerdos dolorosos de esa gente.
Juan Patojo que estaba cerca del lugar de la ejecutacion, no había querido
hacer acto de presencia, pero escucho los disparos. Momento mas tarde, uno de sus
sobrinos, que había formado parte del pelotón del fusilamiento y venia con otros de
sus compañeros, se le acerco:
Hoy si matamos ese perro, me dijo mi sobrino. Hay hijo de puta pendejo, no
entienden ustedes esta mierda, les dijo yo bien encachinbado. A Mayo lo habían
matado para limpiarse las manos, les dije, porque la culpa no es solo de el, les dije
yo.
LAS CENIZAS DE UN FRENTE DE GUERRA Y SU ÚLTIMO
COMBATE.
Lo que sin duda fue la cuna de las mejores tropas guerrilleras de las FPL,
cantera y motor durante los años mas gloriosa de esa organización, conoció el
ocaso como en la cruda historia de la guerra, como solían escribirse por los clásicos.
El ciclo aparecía cerrarse de una forma muy simbólica, superior a la de cualquier
fisión.
Ricardo Gutiérrez, Douglas Santamaría y Ramón Torres asumieron el mando
de lo que te daba del paracentral. Pero no cualquiera puede asumir el control de un
frente guerrillero golpeado tan cruelmente por su mismo mando metido en un mundo
de sentimientos, sospechas y temores, especialmente cuando las tropas han dejado
de tener confianza siega en sus máximas autoridades. La gente ya no era ingenua
sabia de sobra de todo lo sucedido tenia responsables allá arriba y que de alguna
manera también esos que hoy estaban ahí aunque no lo eran se mostraran tormente
como salvadores.
Es comprensible suponer que al menos para Ricardo Gutiérrez y Douglas
Santamaría, lo mejor era volver cuanto antes a Chalatenango alejado de esa sórdida
situación donde el día menos pensado uno de esos combatientes agobiados por el
pesar y la confusión pudiese entrar a champa y meterles un chorro de balas.
En los campamentos seguía vivo el recuerdo de casi cinco años de tortura y
asesinatos, y quedaban problemas pendientes por resolver. Uno de ellos, el principal,
era que todos sabían que mayo Sabrían era uno de los asesinos, pues en la matanza
había participado todo su equipo de mando, y todo ellos están impunes allí mismo.
El otro problema grave era que, ante lo sucedido, los combatientes habían
perdido confianza y respeto por los jefes, lo que suponía una crisis disciplinarías sin
precedentes, y anulaba todo capacidad ofensiva y hasta defensiva del frente. Para
superar esa crisis se requería de mandos con autoridad moral, que lograran
recuperar la confianza de la tropa. Pero Ricardo Gutiérrez y Douglas Santamaría
pertenecían a la Comisión Política de las FPL, misma a los que los combatientes
consideraban responsable de la tragedia.
En tal situación se realizo otra ronda de consultas para buscar una solución. El
resultado fue un clamor unánime de los combatientes:
__Todos los del grupo de mando de Mayo torturan y mataron compañeros,
queremos que todos se vayan a la mierda.
En esa exigencia iba una lección de nobleza por parte de los combatientes:
Aunque conocían los crímenes cometidos por cada uno de ellos, no pidieron que se
les fusilara sino solo que se fueran. Y eso incluía a Ricardo Gutiérrez y Douglas
Santamaría. En contra partida exigieron que la jefatura del frente fuese asumida por
Goyo, Miguel Uve, Giovanni y Ramón Torres, todos ellos nacidos y crecidos como
hombres, combatientes y jefes, en los territorios del frente para central.
Ramón Torres ya estaba en la zona. Los otros tres comandantes llegaron después
del verano de 1991 cuenta Goyo:
__Cuando asumimos el mando, toda la gente que había no llegaba ni a cien, y
la capacidad combativa era nula. La situación era tan critica que Giovanni, que fue
asignado a la jefatura del volcán, no entro allá ni un solo combatiente, y solo contaba
con doce hombres que el mismo había llevado. En cerros de san Pedro lo único que
quedo fue una escuadra.
En ese frente no quedaba ni masas, como en aquellos años de auge rebelde,
y los pocos que podían rodear el frente de guerra estaban demasiado doloridos y
resentidos con las FPL. El comandante Giovanni recuerda esa situación a su
manera:
Regrese al para central allí por Julio de 1991, y aquello era un caos de
indisciplina, los combatientes ya ni siquiera hacían formaciones. Me enviaron al
Chenchontec con unos pocos jovencitos que no querían ir y tuve que convencerlos,
porque en todo el frente no había quien no estuviera afectado por esas ejecuciones.
La mayoría tenia un pariente muerto de esa forma. Incluso a alguno les había tocado
capturar algún familiar por ordenes superiores. Lo que yo hice fue apaciguar, decirles
ya paso, hoy concentrémonos en defendernos por que el enemigo no va a preguntar
quien ese el afectado y quien no, a qui nos van a matar igual por que la guerra
todavía no se a terminado. Y así fue como popo a poco fuimos restableciendo la
disciplina y la moral, y lo logramos sostener hasta que se acabo la guerra.
Esta nueva situación de guerra esta vinculada como en todos los frentes al
proceso de las negociaciones de paz, que cada vez fue dando nuevos y decisivos
resultados y que de alguna manera coloca a todos los mandos en la disyuntiva de
ponderar la flexibilidad en la disciplina y la exigencia para continuar la guerra. Es sin
duda el periodo mas critica para mantener la capacidad ofensiva de la tropa, es el
crepúsculo, no se sabe si del amanecer o del anochecer.
La flexibilidad en los mandos que habrán de terminar la guerra en el
paracentral no esta relacionada solamente con los hechos ocurridos en los cuatro
años de ejecuciones sumarias, si no con ese inminente final de la guerra.
A un así, tanto Miguel Uve como Goyo, aseguran que en esos últimos meses
de la guerra, que abarca todo el invierno de 1991 hasta Diciembre del mismo año,
lograron devolverle la esperanza de lucha a muchos de esos guerrilleros valientes
que optaron por seguir peleando la prueba mayor, es que no pocos de esos cien
hombres y mujeres que ellos encontraron en el frente paracentral y6 otros que se
incorporaron siguen vivos en esos cantones y caseríos que hicieron posible que esa
guerrilla viviera como una de las mas gloriosas de todo el mundo, a pesar de los
golpes.
La historia presenta en ocasiones algunas simetrías sorprendentes que muy
bien podrían elevarse a nivel de lo simbólico. Desde que se fundo la guerrilla
salvadoreña en 1970, la primera masacre de campesinos organizados y en
resistencia, realizada por los gobiernos militares, tubo lugar en los territorios de lo
que después llego hacer el frente paracentral, en el cantón la Cayetana de San
Vicente, en Noviembre de 1974. El ultimo combate de la guerrilla civil se libro en el
mismo territorio, en la comunidad paz opico, muy cerca de la Cayetana, el 11 de
Enero de 1992, a las tres de la tarde, a solo cuatro días de que se firmara la paz.
Ese día, el comandante Giovanni bajo del volcán Chinchontepec con sus
hombres, y llego a paz opico donde estaba otra unidad guerrillera. Las fuerzas del
FMLN en pleno estaban ya en movimiento Asia las áreas pactadas para su
concentración y posterior des movilización.
El cese de fuego había comenzado el primero de Enero, pero en realidad ya
no se registraban combates desde la ultima semana de Diciembre de 1991. El
comandante Giovanni recuerda que el día en cuestión, faltando unos quince minutos
para las tres de las tarde , dio orden de salida a la unidad que se uniría a la
concentración guerrillera de la zona Gavidia, quedándose en el sitio únicamente con
quince hombres.
Paz opico, según lo pactado, estaba dentro la zona guerrillera, y las fuerzas
del ejercito no podían penetrar en ella. Giovanni estaba con sus dos radistas, Lupita
y su esposo cuando de pronto, a pocos metros, apareció una unidad del ejercito y
comenzó el fuego.
Los tres guerrilleros se tendieron, se arrastraron entre el fuego nutrido hasta
lograr pararse precariamente y responder al ataque. En el revuelo, Giovanni había
dejado tirada su mochila con las claves, los documentos y una cantidad de dinero.
La unidad que Giovanni había despachado, minutos antes, regreso al
escuchar los disparos.
Giovanni les explico la situación y su preocupación de que su mochila, que
había quedado en un punto equidistante entre las posiciones de los dos bandos,
cayeran en manos del ejercito:
___Los muchachos me dijeron que estaban dispuestos a romper topar hasta
recuperar la mochila. En otra situación eso es lo había que hacer, pero ahí yo pensé
y les dije que no, que lo que había en la mochila era importante, pero que era mas
valiosa la vida de cualquiera de ellos. No le vi sentido que ya faltando unos días para
firmar la paz se sacrificaran otras vidas. Entonces ordene la retirada. Vamonos,
desdije Aquino no se va morir nadie mas … Y les voy a decir algo, esa tropa que
estuvo dispuesta a morirse hasta el ultimo minuto, eran los pocos sobrevivientes de
la unidad de Fuerzas Especiales, porque la mayoría de los miembros de esa unidad
habían sido ejecutados por nuestra misma organización.
Cuando se termine de escribir una historia como esta, tan llena de heroísmo,
tragedia y tradiciones, se llega al final. Como cansado, aturdido por la cantidad de
preguntas, por la complejidad de los hechos mismos.
Ser sobreviviente de esas dos guerras unidas en un mismo territorio, la de los
enemigos que confabularon en el silencio de la tormenta para arrancar lo mejor de su
semillero, es un merito extraordinario, es ser portador de una tragedia que merece
todo respeto y recuerdo, en el mas hondo sentimiento del humanismo.

LA ÚLTIMA ASAMBLEA
En 1992 se puso final a la guerra civil, los fusiles callaron por fin su crepitar y
al menos desde los dos grupos conocidos en flagrante enfrentamiento, la sangre
dejaría de correr paulatinamente.
Pero las heridas, que siguen entronizando los recuerdos y las posiciones
sobre el valor de traerlas a la mesa de las discusiones o dejarlas en el archivo del
reciclaje, o del olvido que es mejor para algunos, propondrían un escenario difícil de
superar, aun hasta nuestros días.
Es obvio presumir que las presiones en la Comandancia General de la
guerrilla salvadoreña hicieran posible que el llamado “caso Mayo Sabrían”, puesto
que ese comandante solo fue uno de los protagonistas de los hechos aquí descritos,
tuviera un final acelerado, para evitar que sus manchas de sangre llegaran a la
misma mesa de la negociación, Es muy probable que eso haya sido así, que las FPL
haya tenido un equipo negociador con alta capacidad con el que logro sacar de las
listas de los crímenes de guerra aquel hecho, que por estar sembrado en el seno de
la izquierda tenia un horizonte mucho mas complejo que el de los atribuidos al
ejercito nacional.
Con una presión quirúrgica en el caso del frente paracentral no fue incluido en
los informes de la comisión de la verdad. La confesión unilateral de Joaquín
Villalobos sobre la ejecución de los alcaldes, reconociendo la responsabilidad del
ERP en trece de esas muertes, en una medida que fue tomada por la Comandancia
General del FMLN en pleno, mostro una tremenda ingenuidad política del líder
guerrillero, pues lo llevo a una condena tan temprana, que en un par de anos
terminaría por sacarlo de la vida publica salvadoreña y a ser tratado como traidor
dentro del mismo FMLN, a pesar de haber sido quizás, el mas calificado de los
estrategas militares de la guerrilla salvadoreña. Contrario a ese gesto de confesión,
Salvador Sánchez Ceren, su compañero de comandancia de la guerrilla salvadoreña,
con quien compartió esas y otras decisiones, no parecía mencionado, por todos los
asesinatos del frente para central.
La astucia política y la manipulación de la historia evidencian nuevamente
como las Comisiones de la Verdad son instrumentos políticos de un periodo critico de
las sociedades que, al no contarlo todo, o despreciar unos hechos y ponderar otros,
inclinan la balanza hacia una dirección políticamente calculada, la que de alguna
manera avalan los comisionados, pues al igual que los “Juzgados” se identifican con
un conjunto de valores e ideales determinados, que respecto de unos se alejan y de
otros se acercan, volviendo por tanto sus decisiones esencialmente parciales.
Lo que el seno de la comisión de la Comandancia de la Verdad iba a suceder
meses después de la firma de la paz, estaba vinculado de manera directa con lo que
se discutiría en abril de 1992 en el seno de las FPL.
Las organizaciones de izquierda comenzaron a realizar reuniones abiertas con
gran número de miembros de su militancia, aquellos que habían estado en los
frentes de guerra y otros que volvían del exilio. El mismo Partido Comunista celebro
su congreso en el asentamiento guerrillero ubicado en la ciudadela Guillermo Manuel
Ungo, de Suchitoto. Esas reuniones no eran gratuitas, en realidad lo que se estaba
preparando eran las condiciones para enfrentar el nuevo reto de partido político de
izquierda legalmente constituido.
Las FPL realizaron una reunión muy importante en la iglesia de Las Vueltas,
en Chalatenango, en abril de 1992. Hablar del futuro político de la organización mas
poderosa del FMLN, era uno de los temas, especialmente cuando comenzaban a
verse los planteamientos políticos muy distantes del marxismo-leninismo. En esa
misma reunión, un grupo de mas de diez cuadros de las FPL lanzo un tema
inesperado, que con toda seguridad es el mas oscuro en la historia de esa
organización: la matanza del frente paracentral.
La petición era clara y sin embages: debían investigar lo sucedido en el frente
paracentral hasta el mas hondo de los recovecos, buscar los hilos en la escala de
mando, y lo mas duro de la propuesta: sancionar moralmente a los responsables
para que no pudieran optar a cargos públicos de elección popular.
Miembros prominentes de su Comisión Política y de su estado Mayor estaban
incluidos, inclusive el representante de la organización ante la Comandancia
General del FMLN, Salvador Sánchez Ceren.
La petición no estaba redactada con diplomacia, era clara Sánchez Ceren
no debía aspirar a cargos públicos por su responsabilidad en aquellos hechos,
al igual que otros miembros de la Comisión Política.
Una propuesta de semejante contenido político produjo una discusión tan
fuerte, que si se hubiese producido en la guerra con toda seguridad hubiera
provocado una nueva masacre. Por suerte la paz estaba firmada. Hoy, vista a
distancia, se percibe la altísima visión de futuro que el grupo de la propuesta tuvo
frente a la política nacional, especialmente por haberse defendido en un momento
que la lna de miel de la guerrilla imposibilitaba la autocritica.
Los abanderados principales de esa propuesta eran goyo y miguel Uve, pero
dentro del grupo también estaban María Chichilco, Raúl, David, Ángela Zamora y
Julio Hernández. Una de las personas que mas se oponía a las propuestas era
Lorena Peña (Comandante Rebeca Palacios), que había alzado mucho la voz, según
lo recuerda Miguel Uve.
La discusión se fue alargando y caldeando los ánimos. En un momento se
ordeno llamar a un aldeano de San Antonio Los Ranchos, a quien se le había ejecuta
injustamente a uno de sus hijos en el frente Paracentral, un muchacho que llego en
la Unidad que Comandaba Goyo la vez que fueron halla para apoyar los ataques de
Zacatecoluca, para la ofensiva de 1989.
El hombre llego a la reunión y lo hicieron testificar como el padre de un
cordero, como en la historia bíblica en la que los dioses piden la sangre del hijo
amado, aunque en este caso, el daño era irreparable. El hombre dijo que aunque la
revolución le había quitado la vida de su hijo no sentía ningún resentimiento. Una
manipulación que pretendía justificar un hecho de más de mil asesinados con lo
dicho por una persona.
Los máximos jefes políticos y militares de esa organización, dentro de los que
se encontraban los responsables intelectuales de lo sucedido en el frente
paracentral, sintieron que el testimonio de un solo hombre les daba luz verde, pues
ellos seguían considerándose la viva encarnación de la revolución. Es ahí donde
vuelven a confundirse los papeles y las victimas son destinadas al olvido.
La discusión llego hasta avanzadas horas de la madrugada del día siguiente,
poco a poco se iban perdiendo votos a favor de la propuesta hasta que, al final, esta
fue derrotada. A partir de ahí muchos de esos jefes guerrilleros y cuadros de muchos
años, comenzaron a salir de esa organización y hacer tratados como traidores por
intentar sacar del olvido a sus compañeros ejecutados injustamente.
Poco tiempo después de esa asamblea, Salvador Sánchez Ceren, se atrevió a
llegar a la Sabana, uno de los territorios del Paracentral. Allí se reunió lo que
quedaba de las FPL en la zona. Cuando Salvador Sánchez Ceren quiso tomar la
palabra, un campesino ya maduro lo interrumpió y con voz firme dijo:
Antes que nada yo quiero pedirle a usted una explicación, Señor. Quiero
que me diga porque mataron ustedes a nuestros hijos combatientes.
Dilo, un guerrillero del paracentral que combatió casi toda la guerra en
Chalatenango, y que ahora dirige junto a otros veteranos, una de las Asociaciones
mas importantes de lisiados de guerra, estaba junto a ese campesino, y nos cuenta:
Ese momento fue impactante para los que estábamos ahí, porque ese hombre
dijo en verdad lo que nosotros teníamos en la mente. Yo el nombre de se compa no
lo se, pero si me recuerdo bien que estaba bien encachimbado, y fue terminado de
decir eso menio el corvo contra una piedra. Al oír el chirrin-chirrin del corvo, la
seguridad de Sánchez Ceren lo rodeo rápido y ahí nomas lo metieron al carro y
se fueron. Ni una sola palabra lo dejaron decir esa vez.
Allí también estuvo Juan Patojo, quien nos confirmo esos hechos:
Si esa vez estuvo perra la cosa. Si no se llevan a Sánchez Ceren a saber que
hubiera pasado, porque la verdad es que toda esa gente estaba bien resentida,
como les he dicho. Miren, si la cosa no paso a mas fue porque Giovanni y yo medio
calmamos a la gente a como pudimos. Pero a otros que querían aplacar la cólera de
la gente con pajas yo les dije: no jodan, hombre, si este problema no va ha terminar
nunca, si no son perros los que estos hijueputas mataron y andar queriendo aplacar
la rabia de esta gente con pajas políticas es como querer sanar un cáncer con una
curita. Entre los que quedaron en el alegato posterior a la salida abrupta de Sánchez
Ceren, salieron a relucir otros nombres de combatientes asesinados por las FPL,
como Pablo el Comanche, Walter, Mardo y Rafael en Chalatenango.
Es interesante en reparar que la mayoría de las personas que construyeron
las propuestas para investigar los hechos del paracentral y sancionar moralmente a
la dirigencia, salieron paulatinamente del FMLN, se vincularon al movimiento
renovador de la izquierda y a otros grupos de igual naturaleza, en posturas muy
cercanas a la social democracia.
Mas de dieciséis años después de esa reunión de las vueltas y veintidós de
que los crímenes se comenzaran a dar en el frente Paracentral, los veteranos
sobrevivientes encontraron la posibilidad de recordar a los suyos y traerlos a cuenta
en esta pequeña crónica, algunos con sus nombres y apellidos, otros por su
seudónimo, muchos todavía incluidos solamente en las cifras espeluznantes de los
asesinados, la historia apenas comienza.
EPÍLOGO
UN EPILOGO PARA COMENZAR UNA HISTORIA
LA ACUSACIÓN.
Después de haber visto todo esos rostros y escuchando sus voces, no solo de
testigos vivos si no de aquellos indignados que fueron asesinados tan cruelmente,
cuyos gestos se asoman en nuestra conciencia, listos para declarar en el estrado,
estoy aun mas convencido del significado humanista que hay en el contar sobre sus
vidas y su tragedia.
No sabemos hasta donde lo hemos logrado en esta primera entrega, pero hay una
verdad suprema: nosotros que en un inicio dudamos, hoy estamos absolutamente
convencidos de que esta historia es tan cierta como justo en seguirla ahondando.
Antes de llegar a mayores reflexiones debo pedir perdón a las victimas por
haber dudado en un primer momento de que su historia llegaba hasta tan lejos, ante
todo a su memoria irascible. Callar silenciar, cuando tienes el privilegio de la pluma,
es volverte una especie de cómplice, de la historia, de la muerte, de la verdadera
traición.
Escribí una primera valoración acerca de estos hechos, obviamente sin haber
comenzado la investigación y sin haber conocido a los sobrevivientes de esta
historia. En la misma le dije a mi amigo Giovanni Gáleas, que me parecía exagerado
hablar de mil muertos, que a lo sumo podrían ser unos doscientos, aunque debo
decir que desde un primer momento que conversamos sobre la idea de investigar el
hecho, asumí como cierta la historia y en ello hemos coincidido con los
sobrevivientes, que también son victimas: la cantidad no es lo determinante si no las
causas y los métodos con los que fueron asesinados esos guerrilleros y pobladores
civiles.
La primera noticia que tuvo de los hechos sucedidos en ese frente fue hace
muchos años, durante la guerra. La versión oficial de la guerrilla era un tanto
confusa. Sin tener las fuentes de origen era muy difícil saber otra cosa que lo que
nos dijeran los comandantes. Inclusive, muchos de ellos no supieron que fue lo que
sucedió realmente. Se decía que en el frente Paracentral había tenido un enorme
operativo de trabajo de infiltración enemiga, y que debido a ello se había “ajusticiado”
una gran cantidad de combatientes. Como el lector observara, desde entonces no se
ha negado que había muchas muertes por ejecución.
La guerra es una situación complicada para la gente que milita dentro de los
ejércitos que la libran, las decisiones, las ordenes que se deben cumplir, los
métodos de control implementados en las organizaciones, la disciplina, la ideología,
la moral, son mecanismos que atrapan a los hombres, no importa que lugar ocupen
en la cadena de mando. Desde el mas alto hasta el mas bajo en graduación pueden
verse constreñidos por las circunstancia. Muchas decisiones no eran conocidas ni
por todos los que habitábamos en un mismo campamento, ya no digamos de otro
campamento, otro frente y más aun otras estructuras y organizaciones. Pero como
digo, la acusación de infiltrados fue la manera superficial de justificar la parte
esencial de los hechos que no se podrían ocultar, los muertos.
Esa acusación no solo pretende liberar a los mandos superiores de sus
responsabilidad en la muertes, que para mi es esencialmente moral, convoca al resto
de la militancia y a los simpatizantes a convalidar el juicio de valor aplicado, pues
sabido es que en una guerra, “la traición”, especialmente la que pende de los
infiltrados, los comprobados y los no supuestos, los que informan al enemigo de la
situación propia, es quizás el hecho mas difícil de perdonar. En un estado de guerra
es mas fácil admitir el perdón de un enemigo capturado en combate que el de un
espia. Dicha apreciación es aplicable a cualquier ejército y en cualquier guerra o
territorio del mundo.
Es precisamente en esa acusación, donde se encuentra el lado mas oscuro de
la justificaciones. Sabemos que al igual que en aquellos años, como ahora, no
pueden negar que se asesino a tanta gente, por ello los responsables intelectuales
seguirán esgrimiendo el argumento de la acusación de infiltración. Es en esta
primera entrega de la investigación sobre los hechos del paracentral, hemos probado
sobradamente que los muertos fueron una colonia enorme de extraordinarios
guerrilleros, con nombre y hazañas de guerra ejecutadas a lo largo de muchos años,
que son las mismas hazañas que hicieron posible que los dirigentes del FMLN de
hoy puedan ocupar un lugar importante en el poder político salvadoreño, pues ese
partido tiene un origen suigeneris: la guerrilla.
Es a ese utilitarismo político al que me refiero cuando digo que las muertes y
el sostenimiento de la burda acusación de infiltrados, es esencialmente inmoral,
porque cuando los dirigentes de ese partido reivindican su historia de lucha,
especialmente las que hizo de esas cuatro letras una de las guerrillas mas poderosas
del mundo, y luego el partido que hoy es, se refieren a muchas de las batallas
estratégicas que se libraron contra el ejercito salvadoreño, como parte de su
patrimonio político, las que paradójicamente fueron llevadas a buen éxito por esos
mismos hombres y mujeres que ellos asesinaron. Pero no solo eso, los que lograron
escapar siguen siendo traidores, por el hecho de no compartir las ideas de los
dirigentes y sus métodos, como si en una democracia, de la que tanto nos hablan,
estuviésemos obligados a pensar todos por igual, como maquinas tragamonedas.
Esa es la otra transferencia cultural de esta historia, la verdad y la justicia para
las victimas. Palabras que no pueden separarse porque su sentido advierte y
connota realidades humanas muy diversas, que aquellos que se precian de ser
lideres de un país, no pueden obviar.
Todo aquel que se asuma como amante de la democracia debe admitir que
hechos como los aquí narrados, deben ser investigados, contados, y que, en todo
caso, se debe asumir un respeto por las victimas, esa seria la actitud de un
verdadero estadista, de lo contrario, no habría diferencia con aquellos mismos que se
condenaron por haber torturado y asesinado a gente inocente.
El sentido de este trabajo no estaba orientado hacia los victimarios, no al
menos fundamentalmente, si no a las victimas, son las que importan, pero, de
cualquier manera, aquellos caerán inevitablemente sobre el campo marchito como
las frutas podridas que tarde o temprano se comerán los buitres.
LOS MUERTOS Y LA FOTOGRAFÍA PENDIENTE
El respeto por los muertos es tan antiguo como sagrado. No importa si se trata
de nuestros enemigos. O mero trajo hasta nuestro tiempo ese sentimiento ancestral,
cuando Aquiles, que ha arrastrado el cuerpo de Héctor hasta su casa de campaña,
después de haberlo vencido en combate, acepta de volverlo a su padre, el anciano
Príamo, cuando este le recuerda que tanto el rey como el hombre común, tienen
derecho a velar a sus seres queridos, no importa, le dice con endemoniada verdad,
que hayan sido sus enemigos vencidos.
Al igual que Tilo o doña Clelia, o cualquiera de los familiares de los torturas y
asesinados en el paracentral, la única manera de elaborar el duelo, es saber donde
se encuentran los restos de sus seres queridos, para ir, como ellos mismos dicen, a
poner la cruz que ha de despedirlos y reencontrarlos para siempre.
Me resisto a pensar que los guerreros de hace miles de años pudieran haber
tenido un humanismo mayor que el de los hombres de estos tiempos. La verdad
parece demostrar que así fue. Digo esto pues una vez comenzaron a surgir las
noticias sobre esta investigación, el señor Salvador Sánchez Ceren, máximo
Comandante de las FPL durante la guerra al ser emplazados por la prensa,
responde sobre el tema aduciendo que esas personas fueron fusiladas con las
leyes de las FPL porque eran infiltrados. No hay menor remordimiento en sus
palabras, no al menos que lo sepamos.
Pareciera que para el decir FPL es como nombrar un planeta lejano donde
nadie tiene que ver, donde las leyes son intocables y la vida preciada de las
personas esta en las manos de cualquiera, y el calificativo infiltrado es el propio de
un tirano que no requiere de mas pruebas que la de su voz, las de su mente, para
condenar a muerte a cualquier ser humano.
He tratado de interiorizar dentro de mi el principio de la duda razonable, he tratado de
elaborar la idea de que es probable que Salvador Sánchez Ceren no conociera
todos. los detalles de lo sucedido, por ejemplo en los asesinatos del maestro Carlos
Danilo Flores, la psicóloga Ethel Pocasangre Campos, el estudiante de economía
René Oviedo y el doctor Carlos Alberto Peña Hernández. Pero de ser cierta la
hipótesis, el máximo jefe de la FPL sale peor parado pues, si así fuese, que
desconoció los detalles, cómo se atreve a decir que eran infiltrados, si no conoció ni
su vida, ni sus dolores y sufrimientos. Pero a demás un jefe de si investidura no
podía haber dejado pasar tantos años sin conocer lo sucedido. Ese sólo hecho, de
ser cierto, en cualquiera de los casos, advierte una grave comisión.
Es inevitable preguntarnos cómo es que alguien que dice defender la justicia y
la vida reflexione de esa manera sin importarle que a esos muertos les sobreviven
familias, madres, hermanos, viudas, hijos, que son pocos, y a cuya memoria es
imperioso recurrir con un mínimo de decencia y respeto.
El agravio es todavía mayor pues a lo largo de nuestra investigación han
surgido evidencias contundentes reflexiones magistrales de jefes y combatientes
guerrilleros, y las nuestras, pues también conocimos las entrañas de la guerra, que
nos llevan a la conclusión de que esos hombres y esas mujeres, muchos de ellos
aún menores de edad, no entraban en ninguna categoría de “infiltrados enemigos”,
Más bien su actitud y su psicología respondieron a un estado de guerra sumamente
complejo en donde los seres humanos debieron ser comprendidos en toda pluralidad
de emociones y conductas por aquellos que se arrogaban al derecho de
comandarlos hacia la muerte desde el mas alto nivel.
Si a estas alturas de la vida, de nuestra historia, el señor Salvador Sánchez
Cerén sigue creyendo tan groseramente que esas personas fueron traidoras, menos
nos extraña que haya avalado o autorizado sus muertes en tiempos en los que no
era posible tener divergencias sobre estas cosas dentro de los frentes de guerra, por
que de inmediato te mataban. El tiempo del odio y el desprecio hacia la vida parece
no haber superado la mente de algunos, aunque cotidianamente se recurre a los
acuerdos de paz.
No nos extraña, y es mi hipótesis, que la psicóloga de la UCA, Crucita, cuyo
trato con los combatientes es relatado como especial y de un contenido humano
extraordinario, debido a su formación religiosa y revolucionaria, haya mostrado
disconformidades ante los atropellos sufridos por los combatientes, y que ese haya
sido el motivo por el que fue asesinada. De igual manera debió morir el Maestro, un
hombre educado para formar en las escuelas, cuya comprensión de la naturaleza
humana debió entrar en contradicción con los esquemas avalados por el mando
supremo de las FPL. No debemos olvidar que la prueba de tu servicio para con el
bando contrario, si no la amenaza de que tu inteligencia y tu humanismo chocaban
con los esquemas imperantes, porque simplemente eras diferente.
Toda situación de guerra es sumamente dura, adversa. Para lidiar con
aquellos pormenores que tiene que ver con la disciplina de las tropas, la fidelidad a la
causa que se esgrime, el valor al momento del combate o la decisión y efectividad en
las misiones asignadas, cualquiera que estas sean, se requiere de una atención
cuidadosa, de una mentalidad lúcida y responsable, flexible; es la característica de
los grandes jefes militares, lo que ganaron batallas e inclusive guerras.
El viejo Pioter es un gran amigo, puedo decir un hermano mayor. Durante la
guerra fue uno de loa mas experimentados jefes militares, se graduó de ingeniero en
la ex Unión Soviética y a demás obtuvo entrenamiento en una academia militar, y se
graduó de la misma como oficial. En el frente de guerra debió enfrentar a toda clase
de combatientes, temerarios, cuidadosos, detallistas, valeverguistas, miedosos, con
iniciativa, de los que son buenos sólo si están juntos al jefe o a otro que lo impulsa.
Esa diversidad de la tropa requiere de una consideración militar que parte de
un hecho humano al que metafóricamente le podemos llamar zoológico.
A pablo el Pelón nunca lo dejé solo, era muy bueno y valiente, lo quería mucho
por su fidelidad, pero no funcionaba solo. Hay otros, como Drácula, que Podía irse un
kilómetro adelante, y no había problemas-, me dice Pioter, que conocía cada una de
las virtudes y desaciertos de sus hombres, que con verle a los ojos sabia si estaban
tristes, moralizados, cansados ò confundidos.
Pero a demás, ese viejo oficial de la guerrilla se ganó el respeto de sus
hombres no aplicando correctivos si no peleando a su lado. Es por ello que en las
historias de los buenos jefes es común encontrar episodios en donde el subordinado
esta dispuesto a dar la vida por el, como lo haría un hijo por su padre, pero esto es
así por que al igual el padre ha estado dispuesto a hacer lo mismo por el hijo.
Esta fue la característica de los buenos jefes, no solo de nuestra guerra si no
de cualquiera. Matar a los mismos compañeros de tropa por no comprender uno tan
sólo de esos detalles de la vida diaria, expresa una ignorancia crasa, peligrosas pues
por medio de ella se mató a mucha gente sin que se reparara en el error y en las
pérdidas irreparables.
El batallón de la Brigada Rafael Arce Zablah, del ERP, que el comandante
Cirilo llevó consigo al frente occidental Feliciano Ama, estaba integrado por toda
clase de guerreros, muchos de ellos indisciplinados, algunos fumaban marihuana a
hurtadilla, pero no recuerdo que el viejo haya puesto el fusil encima de ellos para
matarlos por esos motivos. El sabía que en el fondo con esos hombres, y no con
otros, era con los que podía ganar la guerra, o al menos peleara con ventaja
mientras hubiera algo que tener en las manos.
Digo entonces, que los muertos son los que nos interesan, no los acusados, al
menos en mi caso. Estoy alejado de pensar en que se acuse legalmente a alguien,
he vivido lo suficiente para saber que es lo que puede hacer en casos como éste y la
aspiración judicial no es la objetiva. Una investigación como ésta debe llevar a un
gran final: traer a casa a los muertos, no importa si en trocitos de huesos, de cenizas,
o en recuerdos marchitos y dolorosos, pero en todo caso, devueltos a los suyos. El
filme de lo que fuimos y de lo que no pudimos ser, de lo que nos espera el triunfo.

MIS HERMANOS.
Hernán fue un amigo entrañable de la guerra. Era militante de las FPL, él y
Camilo eran dos de mis mejores amigos en esa organización, aunque ya se sabe
que yo era del Partido Comunista, cosa que para mi no tuvo ninguna trascendencia,
al momento de trabar amistad con los compas, menos ahora que ya no soy un
jovencito. Cuando compartimos campamentos en el frente occidental Feliciano Ama,
pasamos largos meses de nuestra vida, arrancándonos las caspas en unos cerros
pelados y quemados, sin agua y con hambre, esperando que llegara el enemigo y
nos descuartizara. Entonces el tendría unos dieciséis años. O quizás menos, era
juguetón, y le gustaba cantar la canción La isla bonita, de Madonna. Cuando salí de
este frente a recibir curación en Cuba, no volví a verlo, al igual que a muchos otros.
Aun recuerdo la despedida en el cantón Potrero Sula de Nueva Concepción, donde
nos abrazamos con Camilo y nos vimos la cara como locos.
Años después, ya finalizada la guerra, en una plaza de San Salvador, encontré
a Camilo, nos abrazamos y recordamos aquellos años de nuestra adolescencia,
cuando pasando colgados de las ramas de los palos viendo por dónde nos iban a
matar los soldados. Ahí recordamos a Hernán y su explicación no pudo ser más
cruel: “ Lo fusilaron porque dijeron que era enemigo”, me dijo y agachó el rostro. A
ambos se nos salieron las lagrimas, pues lo conocíamos y habíamos expuesto
nuestra ingenuas vidas por esa que le llamaban revolución, nos habíamos reído,
visto la cara del miedo y del hambre en un remoto lugar donde el olvido suele jugar,
y saben, lo más bello de todo es que no queríamos nada a cambio, absolutamente
nada.
La versión de la muerte de nuestro hermano no era nueva para mí. Alguien me
lo comentó no sé dónde, pero conociendo lo chismoso que somos, lo deje pasar por
alto. Hay algo adentro de mi esqueleto, en un lugar oscuro siniestro, que me dice que
Hernán fue una de esas víctimas de la torpeza, que jamás traicionó a nadie que no
fuera la ignorancia. Era mi amigo, mi hermano de riesgo y jamás, por mucho que me
lo digan, aceptaré esa versión maldita de que era un infiltrado. He vivido demasiado
esas miserias para tragarme su muerte con un argumento tan vulgar, él es uno de
esos seres que uno está seguro se va a llevar en sus archivos mentales cuando
llegue la hora definitiva.
A finales del año 2007 recibí una llamada telefónica de un número
desconocido, al contestarlo, una voz ronca me respondió:
“ Berne, soy Alfredo, el Negro Alfredo del frente occidental”. Fue una enorme
sorpresa saber de el después de muchísimos años. Nos conocimos durante la guerra
cuando él era un cuadro de dirección de la FPL en ese frente de guerra, un personaje
alto y moreno, elegante y bromista, liberal por cierto. Habíamos estado juntos
muchas veces en los campamentos del mando y en otras unidades guerrilleras, por
ratos corriendo como venados perseguidos. Después de un par de palabras
acordamos conversar personalmente.
Nos reunimos en una cafetería de la capital para recordar aquellos tiempos
terribles. No en una ocasión apagamos la voz al recordar a tanta gente muerta.
Hablamos de libros, él estaba interesado en que yo le compartiera mis experiencias
como escritor pues él está escribiendo sus memorias, que espero con ansias. Pero el
tema de los “ajusticiados” no esperó tanto tiempo. Es como si una energía superior a
nuestras vidas hubiese provocado vernos y hablar de esos asuntos tan oscuros.
-Mira hermano, eso fue duro. En las reuniones del mando yo les decía:
Compas, se nos está pasando la mano, estamos matando compañeros inocentes,
son muy jóvenes para comprender lo que nosotros pensamos, tenemos otras
medidas disciplinarias. Entonces me dijeron que yo era muy blando y que si no podía
participar en as decisiones para limpiar las fuerzas de tanto infiltrado mejor que
pidiera salir a otra tarea.
Alfredo comentó esas cosas con su compañera, que era una internacionalista,
junto tomaron la decisión de pedir otra tarea en el extranjero: “ Si no me salgo,
hermano, me matan a mi y mi compañera”, me dijo.
En esos días no habíamos pensado hacer una investigación y menos escribir
un libro como éste, pero los escritores solemos tener una mente neurótica que
captura las cosas y las registra y sin pensarlo anticipa el tiempo como el campesino
la tormenta. La idea fue de Geovani Galeas. Déjeme en mi diario imaginario aquel
encuentro y los recuerdos con el viejo guerrillero, Alfredo. Hoy tengo la seguridad
nuestro encuentro estaba marcado por un destino común: nombrar a esos espíritus
olvidados y traerlos a casa, comenzando por contar su historia.
Esto explica de alguna manera cómo la espiral de lo que sucedía en el frente
paracentral, arrastro las mentes calenturientas hacia la reproducción de esos
métodos de falsa pureza hacia otros frentes de guerra, e inclusive en el exterior,
como nicaragua, donde también jugó la complicidad de los aparatos represivos de
los sandinistas. Hoy sabemos que allá también hay tumbas de gente que jamás
volvió a casa. Esos procedimientos no solo nos recuerda la experiencias de la ex
Unión Soviética si no la de la misma Edad Media, donde la ficción de la pureza llevó
a la muerte a miles de inocentes. Lo nuestro no es un hecho menor, es idéntico en
cuanto a su calidad, la diferencia es cuantativa, donde hay millones, donde hay miles
matas miles, donde hay cientos mata cientos…
EL ARTIFICIO DE LA COMISION DE LA VERDAD.
Suponer que las víctimas de una historia de veinte años de conflicto sociales,
en el que la guerra se vuelve central, quedan reducidas a un documento político
como el informe de la Comisión de la Verdad, es partir de una maliciosa superchería,
de un maquillaje que, por su naturaleza no puede responder a cabalidad con la
historia, más que como instrumento que muestra a penas una zona de lo que aquí
sucedió, el final de la guerra.
No hay peor argumento que el de simplificar el drama de miles de salvadoreño
en un acuerdo de paz, en una investigación tan manipulada por los actores de la
misma, con justas razones o sin ellas, poco importa. El informe de la Comisión de la
Verdad no tiene el poder, ni legal ni moral de cerrar toda la posibilidad de que las
victima del conflicto armado, sea cual haya sido su situación o quién haya sido su
victimario, puedan ser reivindicadas como tales.
No existe modo de evitar que la verdad fluya paulatinamente con el paso de los años,
porque es precisamente la lejanía de nuestro tiempo con los hechos lo que hace que
hoy hagamos hablar, porque el recuerdo como criatura supurante de la memoria, es
un ser vivo, hijo de la cultura de los años bélicos.
Para lo que sienta la tentación de pensar que el contar sobre estas muertes es
como anular lo que a otros sucedió en otros lugares, como es el caso de las victimas
de las fuerzas gubernamentales, le decimos que ver este trabajo desde esa
perspectiva es un tremendo error. Ninguna víctima está por encima de otra, ningún
dolor o sufrimiento es menor que otro, lo que si es cierto es que no todo se puede
contar de una vez, que la resacas de las guerra van saliendo poco a poco, hay
guerra cuyo final se remonta a más de setenta años y todavía se sigue descubriendo
secreto de la misma. Ese es lugar que debemos dar a esta crónica: el de los nuevos
descubrimientos que deben ser puesto por encima de las ideologías y de los
postulados políticos partidarios. Recordar y a hondar en nuestro pasado es ya un
patrimonio del salvadoreño, de la humanidad.
Por igual los afecta la masacre de el Mozote cometida por unidades del
ejército, así como muchas otras llevadas acabos contra humildes campesinos
mujeres y niños, de la cuales hay abundante investigaciones, monografías, libros
publicados, proceso judiciales abierto, como es el mismo caso del genocidio de los
sacerdote jesuitas. Nuestro trabajo no es en modo alguno una competencia por lo
que ya se han hecho en otros escenarios y con otros responsables, esta
investigación se viene a sumar a toda las ya realizadas con la intención de que el
panorama que afectó la vida de miles de salvadoreños durante la guerra civil vaya
teniendo un archivo cada vez mayor, es la única manera de que en el futuro
podamos formarlos una idea más clara de lo que sucedió en nuestro país.
No hablar de esos muertos es un acto cobarde, también ellos, al igual que a
los otros, merecen que se les recuerde por lo que fueron, víctimas de decisiones
torpes e irresponsables que acabaron con sus vidas, sufridas, acaloradamente
sangrada por las circunstancia de cuando fueron perseguidas por los escuadrones
de la muerte en sus ranchos y lugares de trabajo, por el hambre y la miseria de que
fueron objeto por sistemas de explotación execrables, por la persecución que
sufrieron por parte de las autoridades militares, por lo sacrificio de la guerra y el trato
absurdo de sus mismo compañeros que estaban al mando de ellos, por haber vuelto,
los que sobrevivieron, al mismo lugar de origen, como en la espiral nauseabunda de
una vida que parece no haberle obsequiado nada que no haya sido dolor y
desencanto.
Esta investigación supera cualquier momento electoral, cualquier gobierno o
partido político porque representa una porción de la fotografía del ser salvadoreño,
de su condición humana en una época cuya oscuridad nos sigue escalando hondo,
nos sigue cortando la voz, y que brando en sentido del futuro.
De la misma manera que la víctimas de los hechos cometido por la fuerzas del
gobierno en aquellas épocas merecen credibilidad y respeto, lo aquí contado debe
estar en el mismo sitio, el de la reflexión de nuestro pasado reciente.
LOS SOBREVIVIENTES
Después de hacer un recorrido por esta historia, no sabíamos cómo llamar a
este libro, el nombre no es sólo un asunto de portada, es también un reflejo del
mundo que subyace entre las páginas que se contienen en el mismo.
Lo cierto es que es muy difícil obviar la situación actual de los sobrevivientes,
de sus vidas descartadas de la manera en que se hace con los objetos que ya no
sirven, que han dejado de tener utilidad. Esa es la mayor de las conclusiones que
nos muestra este trabajo, digno, en relación a los vivos.
No solo lograron escapar a esa matanza, si no por el hecho de condenarla,
por lo obvio de su desproporción para con la realidad, con los hombres no gratos, no
admitidos en la fila de esas marionetas de la historia, y no es que ellos quieran estar
ahí, no, el modo alguno es ese el asunto, se trata de ver cómo aquellos que nos
hablan de justicia, y de libertad, y de democracia, son capaces de abrir las puertas a
personajes oscuros del poder económico y desprecian a las mujeres y hombres
sencillos que lo dieron todo por lo que ellos son hoy.
Dos kilómetros hacia el sur de la ciudad de tecoluca, en el departamento de
San Vicente, hay un pequeño caserío llamado Las pampas, que hoy es habitado por
veteranos de la guerrilla. La historia del poblado se remonta a la época en que
gobernaba en el país el coronel Arturo Armando Molina, aunque las personas que
hoy lo habitan no sean las mismas de aquel entonces. Una vez iniciada la primera
fase de reforma agraria, en dicho lugar fueron construidas viviendas de sistema
mixto, cada una con su respectivo lote para plantaciones de huertos caseros,
además a cada familia le fue asignada una parcela para trabajar en la agricultura
más allá del caserío. Es en este lugar donde hoy viven muchos de los sobrevivientes
de aquella tragedia, también se perpetraron masacres por parte de las fuerzas del
gobierno de aquel entonces.
Después de haber caminado por la comunidad de las Pampas, en Tecoluca,
de visitar a Juan Patojo en La Sabana, en el sur de San Vicente y Tecoluca, en los
caseríos de las riberas del río Lempa, de poner los pies en sus angostas y lodosas
calles, de irrumpir como intrusos en sus chozas, de haber esgrimido el sabor
calcinante de la palabra durante noches enteras con el estimado Pedro Café, de
haber estado a punto de quebrarnos con los testimonios de Guayòn y Edwin, de
habernos maravillados con la vida de Chayito y de su hijo Nelson el Vietnamita, de
sorprendernos por la sequedad y franqueza de Goyo y Miguel Uvé y por el aura aún
juvenil y las perdidas irreparables de Gionani, y de tantos otros guerreros, podemos
decir que al final de este primer recorrido ya no somos los mismos, aunque así lo
quisiéramos sería imposible.
Cuando escuchamos las primeras versiones de esta historia, de la voz de los
que la vivieron, regresamos atormentados y confundidos. No una si no que muchas
noches, hemos tenidos pesadillas, en ella hemos visto a esa gente hablarnos con
fantasmas, sentimos el olor de su sangre, la incomprensión misma por la que
debieron pasar al ser tratados como lo fueron, sin saber entender cómo era posible
que se estuviese desarrollando semejante acontecimientos.
Esta variable parte de un hecho que no podemos ocultar, nuestra condición de
militantes y de veteranos de guerra.
Como cronistas, como investigadores, fuimos tocados, y ese rasgo que
adquirió nuestra investigación, nuestra postura, no atenta contra la veracidad de la
historia, por el contrario sirve a su causa y fin.
La mayor desventaja de los responsables de estas muertes es que aquellas
personas que sufrieron los agravios, tantos los muertos como los sobrevivientes,
pero también los periodistas que hicieron las del artesano en la reconstrucción de los
testimonios, fuimos educados para despreciar ese tipo de acciones, fuimos formados
para no tolerar las mentiras que se esconde del ropaje de la historia oficial, nada
puede hoy detener la palabra de las victimas, por mucho que lo queramos.
Después de haber conocido esta historia no volveremos hacer los mismo,
como dicho está, de la misma manera que no lo fuimos cuando recogimos aquella
cabecita mugrienta de nuestro compañerito del tercer ciclo del IMFRAMEN,
asesinados por los escuadrones de la muerte, no volveremos hacer los mismo
porque en el fondo, en nuestra condición humana, comenzamos a replicar todos
aquellos males por lo que un día la gente erigió su bandera y sus brazos, y esa es la
mayor de la lecciones, que la vida debe defenderse desde donde quiera que se este,
y la vida, aunque su reflejo esté diseminado en una pila clandestina de cadáveres no
pierde su sentido universal, sigue latiendo, aunque haya quien piense que no es
posible subir al cerro y preguntarnos frente al viento por quién es que hoy doblan las
campanas.

Berné Ayalá
San Salvador, octubre de 2008.

Vous aimerez peut-être aussi