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Texto adaptado de Alfredo Rivero Rodríguez, profesor de Historia del Arte en el

IES Sierra la Calera en Santa Marta de los Barros (Badajoz, España).

CARACTERES GENERALES DEL ARTE BARROCO

El Barroco ha sido un estilo, no sólo ignorado sino también despreciado por la


historiografía de algunas épocas, a pesar de lo cual es uno de los más brillantes de la
Historia del Arte. Especialmente en nuestro país, en el que el siglo XVII se manifiesta
como un derroche de genialidad en todos los ámbitos de la cultura.

Barroco es sinónimo de transgresión, inconformismo e inestabilidad su origen habría


estaría en la crisis que sacudió a la mayor parte de Europa durante el siglo XVII.

El arte Barroco se origina en Italia a finales del XVI, alcanza su plenitud en el siglo XVII
y se extenderá hasta principios del XVIII. Los países más exaltadamente barrocos
fueron Italia, Alemania, Francia y España, con sus dominios americanos.

El término Barroco fue acuñado, a finales del XVIII y principios del XIX, con sentido
despectivo (“extravagante, estrambótico, la peste del gusto, arte decadente y
corrompido”) por los partidarios del clasicismo y enemigos del recargamiento
decorativo del siglo XVII.
La palabra barroco tiene dos posibles orígenes, aunque se prefiere el primero:

a) del término portugués “barrueco” con el que se designan las perlas con forma
irregular.

b) del griego “baros”, que se produce como pesadez (aludiendo quizás a los excesos
decorativos que tendrá este estilo).Incluso en los comienzos del siglo XX se continuará
ignorando el barroco o, a lo sumo, aceptándolo como un mal menor que sirvió de
puente entre el clasicismo renacentista y el Neoclasicismo del siglo XIX.

Existen un conjunto de aspectos políticos, religiosos y culturales que conforman el


CONTEXTO HISTÓRICO y permiten entender mejor este fenómeno:

El Barroco se va a desarrollar gracias a dos mecenas:


• La Iglesia
• La Realeza
que en esos momentos se encuentran en una situación determinante:

a) la Iglesia Católica, tras la ruptura con los protestantes y después del Concilio de
Trento, lleva a cabo la Contrarreforma. Irá renunciando a las naciones protestantes,
pero establece una férrea disciplina moral en las que permanecen dentro del
catolicismo. Actúa inteligentemente y convence con la evidencia de la posesión de la
verdad. Esta verdad va a sustituir a la Idea de Belleza que había dominado el
Renacimiento.
El arte será, en países como Italia y España, el mecanismo de difusión de los valores
religiosos perdidos. La pintura y la escultura reducen sus iconografías a unos temas
que no demandan ninguna interpretación por parte del espectador. Al creyente, al
pueblo, se le dará todo hecho, pero con una teatralidad tan deslumbrante que, cegado
por los múltiples dorados y el complicado lenguaje visual, no dudará jamás. El poder
moral y económico de la Iglesia Católica, en los Estados que le son fieles, es enorme.
Esto le hace ser el más poderoso cliente del arte. Es importante considerar esto para
comprender lo distinta que resulta la iconografía barroca de los países protestantes.
b) en los países de fuerte poder real (Francia y España, por ejemplo), el monarca
actuará con el pueblo, como la Iglesia con los fieles, imponiéndoles una obediencia
ciega a través de la convicción que procede del deslumbramiento de sus palacios y
edificios de gobierno.
El rey desempeña su poder absoluto por delegación divina, por lo que sus decisiones
son prácticamente inapelables. El ejemplo del monarca se transmite a los altos cargos
políticos, que tienen también sus palacios y ricas colecciones.
El absolutismo traerá además el establecimiento de una Corte y una administración
inmensa, lo que hará aparecer un nuevo tipo de ciudad: la capital de Estado.
El diseño de estas nuevas ciudades volverá a potenciar el urbanismo, desatendido, en
la práctica durante el Renacimiento. Incluso en las ciudades viejas se derriban barrios
y se trazan plazas, creando magníficas perspectivas para las construcciones civiles o
religiosas.
C) Durante este siglo se produce un extraordinario desarrollo de la literatura y,
especialmente, del teatro.
Muchos de los personajes de los cuadros de esta época parecen actores metidos en la
piel de filósofos, dioses de la mitología clásica o santos, de la misma manera que
muchas de las arquitecturas barrocas parecen grandes escenarios teatrales diseñados
como fondos para importantes celebraciones (hablamos del barroco como de un arte
teatral).
D) La naturaleza ocupa un importante papel en estos momentos, sobre todo porque el
hombre descubre su debilidad ante el inmenso poder que encuentra en ella.
Entre otros descubrimientos científicos de esta época, Kepler afirmó que los planetas
describían en su recorrido una órbita elíptica y no circular como se creía previamente.
La elipse es una de las formas que más se repiten en la arquitectura barroca y que
demuestra que el Barroco tiene pretensiones bien distintas a las del estilo que le
precedió, el Renacimiento, que prefiere el círculo, símbolo de la perfección.
Se produce una disminución del antropocentrismo.
El Barroco reivindica la grandeza, la autonomía, el misterio y el poder de la Naturaleza.

El Barroco es un período de grandes crisis, no sólo políticas (dificultades económicas


de las monarquías) o religiosas, sino también porque es un período de enfermedades,
hambrunas, pobreza, etc.
Es un momento de decadencia e inseguridad que se refleja en el Arte a través de la
búsqueda de lo inestable, de la ruptura del respeto por el ordenamiento de lo clásico,
el dinamismo, la violencia y el tremendismo.
Existe una generalizada sensación de pesimismo e impotencia.

Los grandes promotores del arte, papado y monarquías absolutas, conferirán al Arte
un carácter funcional, ya que lo utilizarán para exaltar sus respectivos poderes
mediante su brillantez y ostentación.
Se valdrán del deslumbramiento que pueden provocar las Artes para así adoctrinar a
las masas.
De ahí la importancia de este complicado lenguaje visual, la teatralidad, los múltiples
decorados..., que impiden dudar al espectador de que en ellos esté la “Verdad ” y el
“Poder”.
El Barroco es pues una arte de los sentidos, que viene a suplir a la razón. La
utilización de los símbolos para la transmisión de determinados mensajes oficiales
convierte al Barroco en una cultura esencialmente simbólica. ·
Será la arquitectura quien gobierne la dirección plástica. Escultura y pintura se
acogerán a ella, y se llega a una verdadera simbiosis de las artes: la percepción visual
no sabrá distinguir donde empieza cada una. La arquitectura ocultará las estructuras
fundamentales mediante enlucidos, relieves, ilógicos soportes, quebrando las
cubiertas con fingidos cielos. La escultura fingirá transparencias etéreas, más propias
de la pintura. Y la pintura imitará sólidas arquitecturas.
Así se creará el riquísimo y peculiar nuevo lenguaje que caracterizará al barroco.
El Barroco supone una clara reacción frente al racionalismo renacentista. No se trata
de un movimiento homogéneo, sino con una gran diversidad, debido a la pluralidad
religiosa (escisión católica-protestante) y política (toma de conciencia de las
nacionalidades), que se traduce en el campo de las Artes con la aparición de una serie
de escuelas.
Si el Renacimiento fue un estilo unitario en los distintos países europeos, el Barroco
tendrá unas características más diferenciadas según se trate de países protestantes o
católicos; porque igual que las doctrinas religiosas se endurecieron y distanciaron con
el tiempo, otro tanto ocurrió con el arte, y así en el Barroco resulta imposible confundir
las obras de los distintos países porque las diferencias son más marcadas y los
contrastes más acusados. Un destacado ejemplo de esta heterogeneidad lo tenemos
en Holanda, donde asistimos a la eclosión de una rica burguesía.
Se generaliza el arte de uso privado. La “democratización” del arte es un hecho
acreditado por la abundancia de ventas públicas, con mínima ganancia para los
artistas. Existen tiendas donde el mercader de pinturas (el marchante) compra
directamente a los pintores, almacena y vende. Con ello se produce un
distanciamiento del pintor frente al cliente (las obras no son por encargo, sino que se
adquieren en la tienda). Pero eso no va a significar una pérdida de calidad, sino todo lo
contrario, ya que se va a producir en gran cantidad, con alta calidad y a bajos precios.
La calidad no se reduce debido a la categoría del cliente y sobre todo del marchante,
todo un entendido.

Texto adaptado de Introducción al arte Barroco.


Susana Hermoso-Espinosa García

ARQUITECTURA

El Barroco, como hemos mencionado anteriormente, heredó las formas y elementos


constructivos del periodo renacentista, pero modificó sus proporciones y las integró en
conjuntos arquitectónicos dotados de una personalidad totalmente diferente y original.

La arquitectura se convierte en un marco idóneo que acoge la plástica pictórica y


escultórica, y las integra en un todo unitario. El espacio arquitectónico se convierte en
theatrum sacrum en el que pintura y escultura son elementos de la representación.

Uno de los rasgos más característicos de la arquitectura barroca es el gusto por lo


curvilíneo; las formas se hacen onduladas, los muros y los entablamentos se alabean
y dinamizan, los frontones se parten y resuelven en curvas y contracurvas hasta la
completa desaparición de las normas y proporciones clásicas.
Dinamismo que contribuye a la configuración de un nuevo concepto del espacio, que
es otro de los rasgos característicos del Barroco: la interdependencia de las unidades
del edificio en un todo coherente, dotado de unidad interior y exterior.

La luz es un elemento importantísimo en la arquitectura barroca, al realzar la movilidad


de los edificios y multiplicar los ángulos de perspectiva y el dinamismo de las formas;
los arquitectos barrocos estudian cuidadosamente sus efectos en fachadas e
interiores, y si complacen en crear efectos ópticos ilusionistas a base de luces
indirectas que se proyectan en los interiores a través de claraboyas ocultas.

Las cubiertas o bóvedas se cubren de pinturas que no son simples cuadros, sino que
son escenas que se desarrollan en el cielo o en arquitecturas colosales con atrevidas
perspectivas, que hacen que el espectador crea que mira a un espacio abierto y casi
infinito, no a una bóveda que cubre un edificio cerrado.

La decoración se multiplica y se complica. Se inspira en elementos clásicos, tomados


del Renacimiento, pero utilizados con más repetición y pomposidad. Los más
utilizados son aquellos que reproducen elementos de la naturaleza.

Se generaliza el llamado orden colosal o gigante que se inspira en algunos edificios


del Bajo Imperio Romano y fue utilizado ya por los arquitectos manieristas; se
caracteriza por el empleo de grandes columnas y pilastras que encuadran los
elementos arquitectónicos de las fachadas. Se tiende a hacer desaparecer las
superficies lisas, que se enmascaran con nichos o elementos decorativos profusos.

También se utilizan elementos arquitectónicos nuevos, sin apenas precedentes en el


pasado, como las columnas en espiral o salomónicas y el estípite o soporte integrado
por la superposición de elementos cúbicos y troncopiramidales, (el cubo y la pirámide
invertida, símbolo de inestabilidad se unen y hace describir el arco mixtilíneo los
trazados más inestables), muy acordes ambos con el gusto Barroco por el movimiento.

La arquitectura barroca nació en Italia y su evolución puede distinguirse en tres


etapas. La anterior a Bernini (1580-1624 aproximadamente), la del pleno barroco de
Bernini, Borromini y P. Pozzo, y el barroco setecentista, que dura hasta mediados del
siglo XVIII, cuya figura destacada es Felipe Juvara (1676-1736).

Fruto de la actividad genial de algunos arquitectos en la primera etapa de este estilo,


como Carlo Maderno (1556-1629) sobre todo, que reinterpretaron con libertad e
imaginación los modelos clásicos codificados por los renacentistas de última hora,
Giacomo Vignola (1507-1573) y Andrea Paladio (1508-1580), consiguieron elaborar un
estilo auténticamente coherente y nuevo. Entre las obras del precursor Maderno
destacan la fachada de Santa Susana y la terminación de la basílica de San Pedro,
ambas en Roma
Los arquitectos más destacados del barroco pleno fueron Gianlorenzo Bernini (1598-
1680), tal vez el más polifacético de los artistas del barroco italiano, Francesco
Borromini (1599- 1667), y Pietro da Cortona (1590-1669). En una tercera etapa, otros
maestros geniales, tales como Guarino Guarini (1624-1683) y Felipe Juvara (1676-
1736), llevaron los planteamientos anteriores a sus conclusiones definitivas.

ESCULTURA

El primer carácter reconocible y típico de la escultura barroca es su permanente


presencia. En general posee un carácter naturalista; como la del Renacimiento. Pero
se trata de un naturalismo totalmente distinto ya que aspira a reflejar la realidad tal
como es, y no a través de su interpretación idealizada.

La escultura barroca representa tipos inspirados en la vida cotidiana y estados


anímicos variados, reflejados en toda su vibrante fugacidad. Gusta de los aspectos
cambiantes de la vida y representa los rasgos individuales y aquellas actitudes que
reflejan estados psicológicos desbordantes y conmovedores.

En cuanto a la escultura religiosa, que constituye una de las facetas fundamentales de


la escultura barroca, los escultores centran su atención de manera preferente en las
manifestaciones del alma piadosa en toda su amplia gama, desde el dolor contraído
del mártir a las conmociones del asceta o del místico, y en la plasmación viva y
accesible a la intelección popular de los grandes misterios del Cristianismo, que la
Iglesia posterior al Concilio de Trento, animada por una voluntad decidida de
persuasión y predicación, tenía interés en difundir.

Las esculturas, durante el periodo barroco, adquieren una movilidad y un dinamismo


proyectados hacia el exterior, los miembros de las figuras y los ropajes se desplazan
hacia el afuera. Con frecuencia las figuras se agitan y sus miembros se contorsionan
en actitudes extremas o dislocadas que sorprenden al espectador.

La luz interviene activamente en la expresión de esta movilidad. Los ropajes de


amplios pliegues, con entrantes y salientes muy acusados y contrastes de luz y
sombra muy fuertes, esto tiene un carácter más pictórico ya que procura representar
más la apariencia que la realidad misma de la forma.

Todas estas características son especialmente aplicables a la imaginería (el arte de


tallar imágenes religiosas) española del siglo XVII, que constituye, sin lugar a dudas,
uno de los capítulos más originales y vigorosos en la historia del arte Barroco.

La fuerte religiosidad española y el ambiente de misticismo exaltado que impregnó la


cultura del Siglo de Oro español hallaron en la escultura en madera un cauce de
expresión entre el artista y el espectador, animados por el deseo de exteriorizar y
captar unas preocupaciones espirituales, pocas veces igualado en la historia del arte.

El realismo barroco se acentúa en España con la búsqueda de la expresión ante todo,


y el desdén de toda norma o limitación, tanto en la mezcla de distintas artes como en
la utilización de materiales.
Una importante faceta técnica es la meticulosa precisión con que los escultores, con la
ayuda de especialistas en la materia, atendían a la pintura de la carne (encarnado)
sobre sus tallas, hasta obtener una sensación de verismo que, con frecuencia, resulta
sobrecogedora.

A modo de ejemplo podemos detenernos en uno de los temas predilectos de Gregorio


Fernández (1576-1636), el más notable de los imagineros castellanos del siglo XVII: la
figura de Cristo yacente, de la que se han conservado varias versiones. El tema tenía
antecedentes renacentistas, que Gregorio Fernández renovó con indiscutible
originalidad. El cuerpo de Jesús yace pesadamente, levantado el pecho y con la
cabeza reclinada sobre la almohada. Los rasgos dolorosos de la pasión del Redentor
son objeto de un análisis penetrante, casi repulsivo en el detalle y conmovedor en el
conjunto: la cara alargada y dolorida, con todos los síntomas de una muerte cruel e
ignominiosa, los ojos y la boca entreabiertos en rictus sobrecogedor, las heridas de la
crucifixión y de la lanzada sanguinolentas y las rodillas amoratadas.
Detalles estos que se superponen y armonizan con sencillez inigualable a la actitud
serena y majestuosa del cuerpo yacente de Cristo.

Pero los caracteres más destacados de la escultura barroca aparecen plenamente


definidos en el verdadero creador de la escultura barroca, Gianlorenzo Bernini. Su
maestro fue su propio padre, con el que colabora en el ‘Rapto de Proserpina’, pero
donde su estilo se muestra sin trabas es en el ‘David’ (1619) cuya actitud es violenta,
representado en el momento justo en el que va a lanzar la piedra mortal a Goliat.

Otro grupo donde puede observarse no sólo su virtuosismo con el cincel, sino su
dominio del movimiento y la finura del modelado es en ‘Apolo y Dafne’ (1621). Son
muchas las esculturas donde pueden verse todas estas características: ‘El éxtasis de
Santa Teresa’ (1644), ‘La Beata Albertona’ o ‘San Longino’ (1638). Pero donde la
grandiosidad, la teatralidad y el efectismo del barroco llegan a su culmen es en los
monumentos funerarios como en el de Urbano VIII o Alejandro VII.
Otro monumento típicamente barroco salido de las manos de Bernini, y que no debe
ser olvidado es la ‘Cátedra de San Pedro’. También otros muchos importantes como
‘La Fuente del Tritón’ o ‘La fuente de los Cuatro Ríos’, en ellas se observan la fusión
del arquitecto y el escultor.

PINTURA

En el campo de la pintura, el Barroco trajo consigo innovaciones de primera magnitud


en todos los aspectos. Se modifica profundamente, no sólo la temática y la actitud
psicológica del pintor ante sus modelos, sino la forma misma de concebir la luz, el
color y la distribución espacial. Muchas de estas transformaciones estaban ya en
germen en la pintura del periodo anterior, concretamente en la etapa manierista del
Renacimiento, pero es ahora cuando se desarrollan de forma coherente.

La pintura barroca participa de la mayoría de los caracteres comentados al tratar de la


escultura. Al igual que la escultura, la pintura barroca es profundamente naturalista. Es
en el campo de la pintura donde culmina el gusto por las representaciones de la
realidad en todas sus facetas. Los pintores de este periodo se inspiraron
constantemente en la realidad. Toda la gama de tipos humanos hasta llegar a los más
vulgares, feos o deformes, atraen su atención. No vacilan en representar a personajes
harapientos o lastimosos, o incluso contrahechos, en toda su crudeza. Ejemplos de
esto son ‘El niño cojo’ de Rivera, retrato de un ser deforme, o ‘Las postrimerías’ de
Valdés Leal, donde se pueden ver cadáveres en putrefacción.
La temática hagiográfica adquiere un desarrollo extraordinario. Son frecuentes las
escenas de martirios en composiciones llenas de movimiento y realismo, que insisten
en los aspectos más cruentos. Mientras que el Renacimiento procura evitar la
expresión de dolor, el barroco se complace en representarlo en las escenas de martirio
como medio más eficaz para fomentar la devoción.

El retrato adquiere también singular importancia y se enriquece de mil matices: el


artista expresa el fondo psicológico de sus personajes en toda su variedad y riqueza
sin idealizarlos, aunque, eso sí, revistiéndolos en muchos casos de soberbia
elegancia. Se generaliza el retrato de cuerpo entero y se crea, de forma definitiva el
retrato en grupo. En España se realizan retratos de damas con atributos de santa,
mientras que en Francia se generaliza el retratarse de dios pagano.

La materia inanimada atrae también al artista barroco; las naturalezas muertas,


bodegones, etc., se convierten en un tema frecuente. Pero también integrados dentro
de una acción, es decir con figuras que están comiendo, bebiendo o jugando.

El paisaje adquiere categoría de género independiente. Dentro del tema adquieren


gran importancia paisajes específicos, como las marinas o las batallas navales.

La iconografía cristiana se enriquece, aparece la Inmaculada y comienzan a pintarse


escenas alegóricas del Santísimo Sacramento.
Las historias de Santos comienzan a ser más representadas.

Pero donde el espíritu innovador de la pintura barroca encuentra su más acertada


expresión es en el campo de la luz y del color. La pintura barroca elabora un nuevo
concepto de la perspectiva, diferente de la lineal del Renacimiento. Culmina ahora la
llamada perspectiva aérea, que intenta representar la atmósfera y la luz ambiental,
difusa, que envuelve a los objetos, para así producir una impresión muy real de
distancia.

Por otro lado, el Barroco busca una sensación de profundidad homogénea. En la


pintura barroca la luz de los objetos representados es relativa, y se desenvuelve en
función del conjunto, creando así un sentido de unidad en las composiciones que no
existía antes.

El Barroco aportó también innovaciones considerables en el campo de la composición


y de la distribución espacial que implicaron una concepción totalmente distinta del
cuadro. El artista barroco no concibe ya el espacio en función del cuadro ni distribuye
las figuras en esquemas geométricos adaptados al lienzo, sino que concibe el espacio
como ilimitado, es decir, sin estar distribuido en función de los límites de la tela.
Wólfflin ha definido esta innovación con el concepto de forma abierta o atectónica,
frente a la forma cerrada característica del Renacimiento.

La pintura barroca, sobretodo en Italia, continúa utilizando el fresco, pero se reduce a


la decoración de bóvedas. Sí se abandona el temple y se generalizan el óleo y el
lienzo. Este material permite proporciones mucho mayores que la tabla.

Algunos de los más reconocidos pintores barrocos son: Los Carracci; Guido Reni
(1575-1642); Francesco Barbieri, el Guercino (1591-1666); Domenico Zampieri, el
Domenichino (1581-1641); Francesco Albani (1578-1660); Giovanni Lanfranco (1582-
1647); Pietro da Cortona (1596-1669); Lucas Jordán (1634-1705) o Andrea Pozzo
(1642-1709), todos ellos de la escuela italiana. Cabe destacar entre ellos a
Michelangelo Merisi, Caravaggio (1573-1610), cuya fuerza pictórica y su originalidad le
hacen ser el mayor representante de la pintura barroca. Sitúa en primer plano el
problema de la luz, iniciando una de las conquistas más grandes de la pintura barroca.
La luz se proyecta sobre la forma con violencia y su contraste con la sombra es brusco
e intenso, es a esto a lo que se le llama tenebrismo.

De los Países bajos destacar a Gerrrit van Honthorst (1590-1656); Hendrick


Terbrugghen (1588-1629); Pieter van Hoogh; Jan Vermeer (1632-1675) y Anton van
Dyck (1599-1641). Hacer una mención especial a los pintores Rembrandt van Rijn
(1606-1669) que no sólo llevó a la pintura un nivel nuevo de expresividad, simpatía
humana y un profundo sentimiento religioso, sino que también fue un gran grabador.
Peter Paul Rubens (1577-1640) un gran virtuoso de las formas redondeadas y del
color. Las figuras las representa de forma voluptuosa, son desbordantes pero a las vez
ligeras, poseen un movimiento y una luz profundamente barrocos.

De la escuela francesa cabe destacar a Nicolas Poussin (1594-1665) y a Georges de


la Tour (1593-1652).

Pero donde sin lugar a dudas surgieron más pintores barrocos que demostraron toda
la pericia y elegancia en sus composiciones y tratamiento del color y la luz, fue en
España, esta época fue denominada el Siglo de Oro español. Su mayor representante
es Diego Rodríguez de Silva Velázquez (1599-1660). Pero no fue el único en
desarrollar todo el potencial de la pintura barroca. Fueron muchos los que desatacaron
en este periodo, Francisco Pacheco (1564-1654), Vicente Carducho (1576-1638); José
Ribera (1591-1652); Francisco Zurbarán (1598-1664); Bartolomé Esteban Murillo
(1617-1682); Juan de Valdés Leal (1622-1690) o Diego Rodríguez de Silva y
Velázquez (1599-1660) .

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