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LA ECONOMÍA BARATA
Hay que creer la gran mentira de que los bancos son solventes...pero no lo son. Están
al borde de la quiebra. El mayor deseo de los bancos es que no les paguen para poder
quedarse con los bienes concretos. Tratemos de devolver un préstamo antes de tiempo a ver
qué cara nos ponen.
Los principales bancos nunca salen afectados por las crisis... De hecho, ganan más.
Podría decirse incluso que lo anticipan. Tal vez tienen una enorme bola de cristal o... tal vez
saben cómo crearlas.
Veamos con un ejemplo práctico: yo tengo gallinas y tú tienes un huerto con tomates. Yo
quiero tomates y tú quieres huevos. Entonces hacemos un intercambio. Un simple
intercambio. Por ejemplo, un huevo por cada tomate.
Así eran las cosas al principio, pero claro, a veces tus tomates serán mejores y a veces
peores, o tal vez yo quiera un caballo y no tenga muy claro cuántos huevos necesito pero si
usamos como referencia, por ejemplo (es un simple ejemplo), un poco de oro (el oro es
bonito, brilla y no hay demasiado; es valioso) así que podemos hacer una tabla de
conversión. Si una docena de huevos vale lo mismo que una pepita de oro y un caballo
cuesta 100 pepitas, es fácil saber que un caballo vale lo mismo que 100 docenas de huevos
Sencillo ¿verdad? El oro se convierte así en moneda de cambio, para simplificar… Ya
no se puede comprar un caballo con huevos. Se cambian los huevos por monedas. Ese es el
primer paso, todo es más o menos igual que al principio, salvo que ahora necesitamos el oro
para comprar las cosas que no producimos. Leche, carne, ropa, herramientas, etc.
Pues bien, la persona que inventó el sistema tiene un establecimiento, un lugar donde se
almacena el oro y nosotros podemos conseguirlo. El banco.
Tengo todo un año; sólo si no cumplo, el banco se quedará con mis bienes ¿de
acuerdo? No hay problema, ¿hay problema? No hay problema ¿cuál es el problema?
Imaginemos que el banco posee una cantidad total de, digamos, 100 monedas de oro,
que es la cantidad de oro total que existe, 100 monedas, ni una más. Además del “hombre
bueno” existimos otras diez personas; tú, yo, un compañero, algunos amigos… así hasta 10
personas, y todos hemos pedido un préstamo, 10 monedas para cada uno, un total de 100
monedas. ¿Me sigues? Claro que sí, el banquero nos ha entregado todo su oro, con absoluta
generosidad ¿y a cambio de qué?, ¿un simple 10%? ¿Una monedita por persona? Es justo.
Pero, según Pitágoras, tenemos un problema: si al cabo de doce meses hemos de pagar
al banco 11 monedas cada uno ¿de dónde las vamos a sacar? 11 monedas cada uno son 110
monedas; eso significa que existen 10 monedas en intereses que nunca podrán pagarse.
Nunca, suceda lo que suceda. ¡Pero no hay problema! El Banco fue inventado para facilitar
las cosas, no para complicarlas, hay una solución razonable “no se preocupen, devuélvanme
sólo los intereses, una moneda cada uno…” esperaré y el próximo año ya me devolverán la
cantidad inicialmente las primeras 10 monedas en definitiva”. Adelante...
Sin embargo si devolvemos una moneda, nos quedarán nueve, nueve cada uno así que
si aún debemos 10 monedas, al cabo de un año seguiremos con el mismo problema y,
además tendremos menos dinero.
Tendremos una moneda menos que el año anterior y, si repetimos la operación
durante 10 años, y eso siempre que nos dejen pagar solo el interés, en ese tiempo nos
quedaremos sin nada. Desaparecerá todo el dinero ¡y sin embargo seguiremos debiendo el
préstamo inicial!
El banco habrá recuperado todo el oro, nosotros no tendremos nada y aún deberemos
lo que nos prestaron al principio, 100 monedas entre todos, que nunca podremos devolver
porque, sencillamente, no existen…
Lo que hipotecamos como garantía al principio, hace diez años. En diez años el banco
tendrá lo que tenía al principio más todas nuestras posesiones y nosotros no tendremos
nada, absolutamente nada, con lo que en la práctica nos habremos convertido en esclavos
del banco. ¿Y por qué? Por nada y a cambio de nada.
Pero podemos comprobar que ha creado más problemas de los que ha solucionado,
dado que más que un material para agilizar el intercambio de bienes, se ha convertido en un
símbolo de poder capaz de corromper; capaz de irracionalizar el sentido de la vida misma y
provocar injusticias cada vez más dificiles de concebir, como el gran desequilibrio existente
en la población mundial