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RESUMEN

El documento expone un enfoque pedagógico social que sitúa los temas de participación
e inclusión dentro de las reflexiones que surgen desde las prácticas de educación social,
como punto de partida para cualquier política o programa de acción al respecto.
Se refiere a una sistematización de experiencias propias al autor donde destaca a las
educaciones sociales como expresiones ciudadanas comunicativas y relevantes dentro
de contextos de transformación social y cultural acelerados. Reconoce y privilegia el
aporte epistemológico del conocimiento que surge de las prácticas para la producción de
nuevos sentidos en la educación social. Plantea la necesidad de construir un dominio de
observación desde la noción de ciudad educativa como referente enriquecedor y
orientador de las prácticas sociales y educativas.
Por otro lado, alerta frente a la presencia de perspectivas instrumentalistas al interior del
mundo de los educadores que, deshabilitan y debilitan las propuestas de cambio
inscritas en las acciones socioeducativas.
Por último, propone orientar las acciones socioeducativas y culturales desde el sentido
originario de acompañamiento que posee la pedagogía como tarea cultural de la
sociedad toda.
Eje temático: <participación> <inclusión> <pedagogía>

EL VALOR DE LAS EDUCACIONES SOCIALES EN EL PROCESO


PARTICIPATIVO DE CONSTRUCCIÓN DE “OTRO MUNDO POSIBLE”.

EUSEBIO MANUEL NÁJERA MARTINEZ1

La convocatoria nos plantea el desafío de ubicarse desde la práctica y su reflexión


fundamentada, en el contexto de los ejes temáticos del Congreso. Intentaré abordar este
cometido.
Mi práctica se constituye hace más de treinta años, desde experiencias de participación
y luego animación juvenil y se extiende, relacionada al desempeño de mi profesión
como educador y mi compromiso de intervenir en el contexto de la educación popular y
social, en diversos ambientes sociales e institucionales. Esta práctica no se entiende
aislada sino al contrario, como una tarea realizada en conjunto con otros, inmersa en
acontecimientos públicos significativos y corrientes de acción social y educativa.
En la actualidad, junto a otros educadores, estamos embarcados en la tarea de difundir y
resignificar el valor de las prácticas socioeducativas en la actual sociedad globalizada y
del conocimiento. Esta tarea incluye el uso experimental de las nuevas tecnologías de
comunicación individuales y grupales como medios que faciliten el diálogo, la
formación y la coordinación de redes y al mismo tiempo posibilitar la creación de
nuevos mundos de convivencia y participación ciudadana.
Hemos construido un lugar en el espacio virtual de internet abierto a la voz de los
educadores y sus prácticas. Estamos desarrollando una revista digital que se propone
abordar la cotidianeidad, la memoria, la imagen y los sentidos de quiénes desde sus
esfuerzos cotidianos y sus sobrevivencias, hacen historia en nuestras ciudades.
Por otra parte, estamos organizando encuentros entre educadores para coordinarnos,
asociarnos, trabajar juntos en el fortalecimiento de las prácticas de educación popular en
nuestro país. Asimismo, estimulamos y organizamos el despliegue de diversas
estrategias de formación, actualización y capacitación para y entre educadores.

1
Desde los años 70 trabaja en Chile, en educación popular y educación social con jóvenes y
comunidades. Es fundador de la Red COPESO. eusebio.najera@gmail.com
Una de nuestras actividades relevantes sucede a principios de este año 2005, cuando
más de ciento cincuenta educadores sociales de diversas partes del mundo nos reunimos
en el contexto del Foro Social Mundial, compartiendo realidades y sueños.
En estos diálogos, emerge la conciencia de la relevancia de la educación social para
enfrentar nuevos problemas sociales, culturales y políticos que cruzan la vida cotidiana
de nuestros pueblos. Además, se considera fundamental un cambio de actitud de los
educadores respecto a su presencia dentro del escenario en el que se desenvuelven: los
educadores sociales son también, sujetos hacedores de historia y como tales, tienen que
exigirse a construir y compartir sus conocimientos y saberes con la sociedad.
Nuestra intención es continuar compartiendo y actualizando las interrogantes y las
constataciones formuladas, con otras realidades y experiencias.
Entonces, la relación con estos diversos mundos y generaciones socioculturales me ha
permitido sistematizar experiencias, reflexionar y participar del debate y la definición de
las corrientes que forman parte de la educación social y popular en nuestros países, por
lo menos, en las últimas décadas.
En el escenario actual, estamos presenciando una transformación de las sociedades y de
los paradigmas que les han acompañado. Una fuerte crítica a la cosmovisión racionalista
del hombre y sus acciones, ha generado un sano espacio de incertidumbres y
experimentaciones en la búsqueda de nuevos imaginarios de sociedad.
Las prácticas socioeducativas y culturales no están ajenas a esto. Tanto el proyecto de
humanización del hombre moderno como el sentido de la educación como ethos
cultural, ambas ideas fuerzas de nuestras prácticas, requieren hoy de comprensiones
nuevas, alejadas de la soberbia de la razón y sus modelos dominantes.
Tenemos que transitar desde nuestras pre concepciones sobre el ser humano y el valor
de educación en su desarrollo, ambas ellas, aprendidas desde la razón moderna del siglo
XX, hasta la expresión de nuevas emociones fundantes que recreen el plan de
humanización y la acción pedagógica en el siglo XXI.
Para esto, es necesario en primer lugar, darse cuenta que somos personas participantes y
protagónicas de un mundo que nos toca vivir y crear. Desde este lugar, nos
plantearemos problematizar la realidad, estableciendo nuevos mapas de orientación para
nuestro quehacer.
¿Es razonable la invasión actual de países en nombre de la democracia y luego se
realicen buenos negocios con la muerte y la destrucción?, ¿Es razonable que mientras
nuestros gobernantes se feliciten mutuamente por sus éxitos macroeconómicos, en
Latinoamérica existan 17 millones de niños desnutridos y la deuda externa se haya
triplicado?, ¿Es razonable el terrorismo como método militar que se ensaña con la gente
común, mientras los líderes de las grandes potencias festejan su poder aislados del
mundo?, ¿Es razonable aplazar la solución a los problemas sociales y ambientales
acuciantes para las mayorías en nombre de las ganancias económicas de unos pocos?,
¿Es razonable afirmar que ante todo esto, sólo nos queda hacer lo posible?
Es cierto que el pragmatismo nos envuelve y nos adormece. Necesitamos tener
respuestas hoy por las incertidumbres del mañana. El mundo se ha acelerado y nosotros
con él. Las ansiedades acompañan un gran proceso de desestructuración del mundo
moderno al cual estábamos acostumbrados. La soledad se vive más intensamente y las
ofertas del consumo son usadas para resolver nuestras angustias existenciales.
El deterioro de la calidad de vida y de la convivencia social caracterizan la sociedad
globalizada en la que estamos y somos. La felicidad proclamada por algunos, los
menos, contrasta con la insatisfacción de las mayorías. Las anunciadas y desarrolladas
revoluciones tecnológicas se orientan bajo criterios mercantiles y militares
desapropiando los beneficios del conocimiento a los ciudadanos. Es que este profundo
neomodernismo no se acompaña de ningún proyecto común.
Vivimos la temporalidad de nuestras actividades que se disuelven una vez realizada para
empezar de nuevo en un escenario cada vez más complejo. Los rostros cambian, se
travestizan los comportamientos de algunos compañeros de ruta y se disuelven los
compromisos bajo el lema del todo vale. Se instauran nuevamente las conciencias
ingenuas y mágicas de las que nos dialogaba Paulo Freire.
Y es este estado de deshumanización, escuchamos nuevamente el decir de Freire, el
punto de partida de nuestros desafíos por humanizar-nos.
Así, nacen preguntas movilizadoras. Inquietudes que orientan a las búsquedas del
humano que queremos llegar a ser. Preguntas que se re-inventan al calor de las
relaciones, las comunicaciones y los sueños compartidos: puesto que al educar nos
educamos.
Las prácticas de educación social entonces, distribuidas a lo ancho de la geografía
sociocultural de nuestros países, aportan su visión optimista en la construcción de una
sociedad más humana y al mismo tiempo, crítica de las injusticias, exclusiones y
discriminaciones que suceden en los espacios de vida cotidiana y en el mundo de las
instituciones.
Como acción comunicativa y relacional, los educadores sociales podemos contribuir
con nuestro hacer y sentir, a facilitar el discernimiento y la transformación de los
conflictos socio-estructurales en propuestas de convivencia pacífica y de participación
ciudadana.
La lectura de los problemas sociales, educativos y culturales que se viven/sufren nos
plantea superar las tendencias asistencialistas y neofilantrópicas tan seductoras para las
instituciones al inicio del siglo XXI y avanzar en el desafío de innovar y crear nuevos
mundos de acción social, significativos para quienes son parte de nuestras relaciones y
búsquedas.
Nuestra experiencia tiene que develar los controles y las dominaciones que se instalan
en cada período histórico. Activar la denuncia, la resistencia, la deconstrucción, la
crítica. Pero también tenemos que expresar corazón, afectividad, generosidad,
solidaridad y mucha creatividad.
Nos arrojaremos a crear nuevos mundos de vida junto a otros. Mundos de aprendizajes
relevantes. Mundos de historias nuevas para escribir en los cotidianos humanos.
Mundos que expandan las dignidades que nos pertenecen. Mundos de convivencias
premonitoras de las justezas de esa vida de calidad deseada.
Vamos a superar los estados de desesperanza que opacan el hambre, la cesantía, la
pobreza y la sobrevivencia diaria. Establecer puntos de vista diversos a los oficiales y
dominantes. Diseñar lugares de diálogo entre legítimos otros.
Me parece que la educación social entonces, se vuelve interesante desde este ángulo tan
poco calculador, arriesgado, incierto, flexible y precario. Se trata de una quijotada en un
mundo globalizado y poco afectivo.
Pero este diseño es posible, cierto. Así como los millares de personas que se movilizan
en el mundo entero descubriendo estrategias y acciones variadas que bosquejan otro
mundo posible. Puesto que los/as educadores/as sociales somos en primer lugar
ciudadanos de un mundo que queremos transformar profunda y creativamente. Y para
transformarlo, necesitamos activar el encuentro, el contacto y la comunicación
coordinada con aquellos a los cuales dedicamos nuestro trabajo.
No hay transformación de arriba hacia abajo, desde unos hacia otros. Las revoluciones
sociales como afirmaba Agnes Heller, ocurren, suceden, no estallan por obra de algunos
iluminados.
El ejercicio de nuestra práctica entonces, cuestiona las concepciones circulantes y
perversas de liderazgo y el poder. Problematizamos el ejercicio del poder que ocurre en
las prácticas pedagógicas tradicionales, vigentes aún en diversos espacios institucionales
o de la comunidad. Intencionamos interacciones más democráticas entre educadores y
educandos. Aceptamos, en la idea de Violeta Núñez, involucrar el dominio de los
tiempos biológicos y personales de nuestros educandos para los procesos de aprendizaje
y desarrollo.
Así, avanzamos en nuestro camino, construyendo criterios de acción socioeducativa que
nos permitan discernir los campo donde nos movemos y los problemas reales que
tenemos que enfrentar.
En mi experiencia he transitado por diversas áreas de intervención: la educación de los y
las jóvenes, educación para la participación ciudadana, animación comunitaria y
sociocultural, educación de adultos, promoción de calidad de vida.
Una lectura integradora de estas experiencias me ha permitido encontrar un eje clave
desde el cual, comprender y enfocar la práctica pedagógica. Este punto central es la
noción de Ciudad Educativa que ya viene anunciada desde el Informe de UNESCO,
1972, Aprender a Ser, desarrollado por Edgar Faure.
En ese Informe, se nos plantea la emergencia de un nuevo paradigma en educación, una
cosmovisión que viene a dar cuenta de un proceso de desarrollo en la comprensión de la
educación inscrita en las sociedades modernas: la centralidad del aprender en el
compromiso educativo con la era contemporánea. Esta centralidad, opera en forma
transversal, globalizante y holística, articulándose fuertemente a la vida y participación
proactiva de las personas, entendidas como actores, constructores históricos, de
ciudadanía.
La educación, entonces, vuelve a hacerse visible en los diversos escenarios públicos que
conforman la vida cotidiana de los ciudadanos. Desde este ángulo, vemos como se
reestablece una mirada integradora de la educación que supera las dicotomías
académico-políticas-, influenciadas en el paradigma racionalista positivista de inicios
del siglo XX y que, dieron origen a las diferencias entre los campos pedagógico y
pedagógico social.
Pensar y actuar educativamente en la ciudad nos ayuda a organizar nuestro trabajo y el
de nuestros educandos. La ciudad es un norte que nos facilita abordar relaciones entre
iguales bajo el sentido común de ser parte de una sociedad que tenemos todos que
construir. Nos permite abordar contextualizada y estratégicamente, las racionalidades
instrumentales que especifican y fragmentan los problema sociales.
Empero, esto no va a resolver espontáneamente la contradicción epistemológica inscrita
en las prácticas sociales y políticas institucionales actuales, todavía sumergidas en las
fragmentaciones disciplinarias del conocimiento y en las burocracias planificadoras de
lo social.
Nuestro diseño de intervención sigue enfrentado a la necesidad de cambios culturales y
estructurales. Más aún, en los escenarios programáticos de la educación social todavía
se descansa mucho en las razones instrumentales y su apropiación de imaginarios
sociales a través de las técnicas de la micro planificación que siguen los dictados de los
paradigmas del control y el disciplinamiento.
En algunas realidades institucionales y políticas, se mantiene una visión paternalista y
asistencialista de nuestros interlocutores. Se llega a creer que lo posible sólo es
promocionar la pobreza a un estado de menor dolor y sacrificio, que la violencia que se
reproduce en los escenarios cotidianos pertenece a un mundo sin interpretaciones
críticas posibles, que la participación es un ideal casi inalcanzable marcado por la
desesperanza y la pasividad de una débil sociedad civil.
Durante las últimas décadas se construyen no sólo proyectos sino que políticas sociales,
culturales y educativas en el convencimiento de una cierta clausura de las utopías.
Así, la intervención socioeducativa que resulta en esta sistematización-reflexión-
proposición que vengo relatando, tiene que ser educativa y cultural en cuanto se
entiende como un diálogo entre sujetos que viven, ambos, las tensiones materiales y
culturales presentes en el trabajo de enfrentar sus necesidades e inquietudes vitales.
En este desafío, vuelve a ser central, considerar el sentido originario de la acción
pedagógica, en cuanto acompañamiento proactivo, dialogante, problematizador,
provocador y enactivo.
Una pedagogía que propone una tránsito desde las problematizaciones que surgen desde
la práctica para llegar al entendimiento de nuestra posición en el escenario y la calidad
de nuestras observaciones.
Desde allí, proponer y proponerse una práctica consciente de las implicaciones
materiales, culturales y epistemológicas inscritas en la acción socioeducativa: un
aprendizaje reflexivo-activo, un conocimiento colectivo y un saber pedagógico
contribuyente a la construcción de un otro mundo posible.
Bibliografía
(Heller) Agnes (1996). Una revisión de la teoría de las necesidades. Barcelona, Paídos.
(Freire) Paulo (1983). Pedagogía do Oprimido. Río de Janeiro, Paz e Terra.
(Nuñez), Violeta (2003). El vínculo educativo. En Reinventar el vínculo educativo: aportaciones de la
Pedagogía Social y del Psicoanálisis. Hebe Tizio, Coordinadora. Barcelona, Gedisa.
(Faure), Edgar (1973). Aprender a Ser. Madrid, Alianza/Unesco.

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