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LECTIO DIVINA: ¿Qué es la Lectio Divina?.

La expresión "lectio" de las divinas escrituras la encontramos por primera vez en una carta que
Orígenes, un gran maestro de la interpretación de la Escrituras, dirige a su discípulo Gregorio.
¿QUÉ ES LA LECTIO DIVINA?
La expresión "lectio" de las divinas escrituras la encontramos por primera vez en una carta que
Orígenes, un gran maestro de la interpretación de la Escrituras, dirige a su discípulo Gregorio (años
233-238):
"Dedícate a la "lectio" (lectura) de las divinas Escrituras; aplícate a ello con perseverancia. Si
durante ella te encuentras con una puerta cerrada, llama y te abrirá, aquel portero del que Jesús tiene
dicho: "A quien llama, el portero le abre" (Jn10,3). Entregándose así a la "lectio divina", busca, con
lealtad e inquebrantable confianza en Dios, el sentido de las divinas Escrituras"
La lectio divina es un modo de lectura de la Biblia que desde los primeros momentos se ha venido
haciendo en la Iglesia. Se trata de una lectura creyente y orante de la Palabra de Dios, hecha a partir
de la fe en Jesús que nos dice: "El Espíritu os recordará lo que yo os he enseñado y os introducirá en
la verdad plena" (Jn 14, 26; 16,13). La lectio divina es la manera más tradicional de cultivar nuestra
amistad con Cristo. Es un método de escuchar los textos de las escrituras como si conversáramos
con Cristo y el nos sugiriera los temas de la conversación.
En su origen, la Lectio Divina era la lectura de la Biblia que hacían los cristianos para alimentar su
fe, esperanza y amor, animando así su caminar. A lo largo de los siglos, esta lectura creyente y
orante de la Biblia fue alimentando a la Iglesia, a las comunidades, a los cristianos. Inicialmente no
se trataba de una lectura metódica y organizada, sino de la propia Tradición que se transmitía de
generación en generación, a través de la práctica del pueblo cristiano.
La sistematización de la Lectio Divina en cuatro peldaños tiene lugar en el siglo XII. Alrededor del
año 1150, Guigo, un monje cartujo, escribió un librito llamado "La escalera de los monjes". Guigo,
se imaginaba el itinerario de la Lectio Divina como una escalera de cuatro peldaños. El primer
peldaño es la lectura, el segundo la meditación, el tercero la oración y el cuarto la contemplación.
Esta escalera es la que une la tierra con el cielo.
Este método alimentó la fe de generaciones enteras de cristianos que continuaron orando hasta el
siglo XIII, y Francisco de Asís lo practicó todavía con constancia. De esta forma la Lectio Divina,
la Palabra de Dios, escuchada, meditada y rezada, se convirtió, con el tiempo, en el principal pilar
de la vida religiosa de la Iglesia.
Pero en la baja Edad Media se asistió a una deformación de la lectio divina. Fueron siglos de eclipse
de esta oración que sólo se conservará en los monasterios para reaparecer propuesta por el Concilio
Vaticano II en la Constitución Dei Verbum, nº 25:
«Es necesario que todos conserven un contacto continuo con la Sagrada Escritura a través de la
"lectio divina"..., a través de una meditación atenta y que recuerden que la lectura debe ir
acompañada de la oración. Es ciertamente el Espíritu Santo el que ha querido que esta forma de
escucha y de oración sobre la Biblia no se pierda a través de los siglos.».

ITINERARIO DE LA LECTIO DIVINA

Las cuatro etapas que describió el monje cartujo Guigo no siempre siguen el mismo
orden ni siempre se dan todas y puede ser útil hacer un estudio más detallado de ellas
Cuando queramos sumergirnos en la lectura orante, buscaremos un lugar solitario y silencioso,
donde podamos orar a nuestro Padre en lo escondido, para poder contemplarlo. La propia habitación
es un lugar privilegiado para gustar la presencia de Dios (cf Mt 6,5-6). Podemos ayudarnos, si
queremos, con un icono, con una vela encendida, con una cruz, con una esterilla sobre la que nos
arrodillaremos o nos sentaremos para orar.
Trataremos de que el lugar y la hora para la lectio divina nos permitan el silencio interior y exterior.
Hay tiempos más apropiados que otros para el silencio: el corazón de la noche, por la mañana
temprano, al atardecer... Decidiremos, según nuestro horario de trabajo y permaneceremos fieles a
ese tiempo. Este tiempo para la lectio debe ser suficientemente largo, no sólo un breve momento.
Tenemos que recuperar la calma, estar en paz, y no bastarán unos minutos.
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Cogeremos la Biblia, la pondremos ante nosotros con reverencia, porque es el cuerpo de Cristo y
haremos la epíclesis, es decir, la invocación del Espíritu Santo para que engendre en nosotros la
Palabra, y hacernos entrar en la verdad. Debemos aguardarlo, porque «aunque tarde, de seguro que
vendrá» (Hab 2,3). Debemos dar crédito a la palabra de Jesús: «Si vosotros, que sois malos, sabéis
dar cosas buenas a vuestros hijos, con cuánta más razón dará el Padre celestial el Espíritu Santo a
quienes se lo pidan» (Lc 11,13).
Sin epíclesis, la lectio divina se queda en un ejercicio humano, un esfuerzo intelectual, todo lo más
un aprendizaje de sabiduría, pero no Sabiduría divina. Oremos según nuestra capacidad, según nos
lo conceda el Señor, o bien oremos así.«Envía ahora sobre mí tu Espíritu para que me dé un corazón
dócil (1 Re 3,5), que me permita hallarte en estas Santas Escrituras y que engendre en mí a tu
Verbo. Que tu Espíritu Santo retire el velo de mis ojos (2 Cor 3,12-16), que me conduzca a la
verdad entera (Jn 16,13), que me dé inteligencia y perseverancia. Te lo pido por Jesucristo, nuestro
Señor. Sea él bendito por los siglos de los siglos. Amén.»
Podemos valernos sobre todo del Salmo 118 para esta oración preliminar. Es el salmo de la escucha
de la Palabra. Es el salmo de la lectio divina, el coloquio del Amado con el Amante, del creyente
con su Señor.
LECTURA
Abrimos la Biblia y leemos el texto. No deberíamos escoger al azar, porque la Palabra de Dios no se
desperdicia. Sigamos, si es posible, al leccionario litúrgico y aceptemos este texto que la Iglesia nos
ofrece hoy, o bien leamos un libro de la Biblia desde el comienzo hasta el final. Podemos elegir un
libro indicado por la tradición de la Iglesia para los diferentes tiempos litúrgicos, o una de las
lecturas del leccionario ferial. Y si hacemos nuestra lectio siguiendo los textos del domingo,
recordemos que la lectura primera (Antiguo Testamento) y la tercera (Evangelio) son paralelas y
que se nos invita a orar con esos dos textos.
Leemos el texto varias veces, e incluso en voz alta. Leemos también los pasajes paralelos, o
buscamos las referencias puestas al margen, que son de gran ayuda.
Que la lectura sea escucha (audire) y que la escucha pase a ser obediencia (oboedire). Se necesita
una «lectura relajada», porque la lectura se hace por medio de la escucha. Es Dios el que habla y la
lectio no es más que un medio para llegar a la escucha.
MEDITACIÓN
Ahora debemos profundizar en el mensaje que hemos leído y que Dios quiere
comunicarnos. Esto requiere esfuerzo, fatiga, porque la lectura tiene que llegar a ser reflexión atenta
y profunda y puesto que el texto no siempre es comprensible por entero y de buenas a primeras.
Este esfuerzo personal ha de tender a buscar la «punta espiritual» del texto: no la frase más
llamativa, sino el mensaje central.
Llegado a este punto, si ha habido cierta comprensión, meditamos las palabras en nuestro corazón y
luego nos las aplicamos a nuestra situación.
La pregunta no es ya ¿Qué decía el texto en su contexto? sino: ¿Qué nos dice el texto en nuestra
situación actual?
¿Qué nos dice la Palabra de Dios?, ¿qué actitud nos sugiere mediante este pasaje?, ¿de qué
comportamiento nos pone en guardia?, ¿qué misterios nos releva?, ¿qué profundidades del corazón
humano nos hace descubrir?De esta manera estamos pasando la palabra de Dios a nuestra vida de
modo que se convierta en un instrumento de oración y de búsqueda de la verdad.

ORACIÓN
La meditación tenía por fin la oración. Éste es el momento. Hablémosle ahora a Dios,
respondámosle, respondamos a sus invitaciones, a sus llamadas, a sus inspiraciones, a sus
demandas, a sus mensajes, dirigidos a través de la Palabra comprendida en el Espíritu Santo. No nos
detengamos ya en reflexionar demasiado, entremos en diálogo y hablemos como un amigo habla a
su amigo.
Lo importante ahora es ser fiel a este encuentro: poco a poco la Palabra hace su camino en nuestro
corazón, superando los obstáculos, los que siempre se presentan en un camino de fe y de oración.
Demos gracias a Dios por la Palabra que nos ha dado, intercedamos por todos los hermanos que el
texto ha podido traernos a la memoria con sus virtudes y con sus caídas.
Conservemos lo que hemos visto, oído, saboreado en la lectio, en nuestro corazón y en nuestra
memoria

CONTEMPLACIÓN
Esta es la culminación de todo el camino. En ella se transciende la multiplicidad de sentimientos y
reflexiones y la atención se concentra en el misterio de Jesús, el Hijo de Dios; un misterio del que
hablan todas las páginas de la Escritura, especialmente del Nuevo Testamento. Este encuentro
profundo proporciona una nueva mirada sobre Dios, sobre el hombre y el mundo, y revela cuál es el
designio y la voluntad de Dios.
La contemplación no supone en modo alguno una evasión de la realidad, sino una penetración en lo
más profundo de la historia y del designio salvador de Dios, que lleva al compromiso y a la acción
para hacer presente en el mundo dicho designio salvador.

ENLACES SOBRE LA LECTIO DIVINA


La información comprendida en esta página ha sido tomada de diversas fuentes, algunas de las
cuales se encuentran entre los enlaces siguientes:
La Casa de la Biblia: material para la Lectio Divina
Las Pías Discípulas del Divino Maestro:abundante material sobre el método de la Lectio Divina
The Carmelite Web Pages:La Lectio Divina basada sobre la lectura del evangelio de los domingos.
Carta sobre la Lectio Divina:Texto tomado de la obra de Enzo Bianchi, Prier la Parole
La comunidad monástica de Bose
El Método de la Oración Centrante
Provincia de San Joaquín

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